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La Reunión de los Sueños: Los Misterios de la Doctora de los Sueños, Libro 5, #5
La Reunión de los Sueños: Los Misterios de la Doctora de los Sueños, Libro 5, #5
La Reunión de los Sueños: Los Misterios de la Doctora de los Sueños, Libro 5, #5
Libro electrónico319 páginas4 horas

La Reunión de los Sueños: Los Misterios de la Doctora de los Sueños, Libro 5, #5

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Información de este libro electrónico

La Dra. Sara Alderson regresa a la universidad para su reunión de diez años.  Su esposo y dos de sus hijos vienen con ella – y también lo harán sus sueños sobrenaturales.

Uno de sus antiguos compañeros de clases está más frenético con cada día que pasa.  Sara no puede ver su rostro, pero puede ver todo lo demás en sus sueños, y y se está acercando cada vez más a realizar un acto desesperado para tratar de salvar su negocio.  Sara es la única que puede salvarlo y a su familia – si logra descubrir a tiempo y quién es y qué está planeando hacer.

La Reunión de los Sueños es el quinto libro de los Misterios de la Doctora de los Sueños.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento15 jun 2020
ISBN9781071550632
La Reunión de los Sueños: Los Misterios de la Doctora de los Sueños, Libro 5, #5

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    La Reunión de los Sueños - J.J. DiBenedetto

    La Reunión de los Sueños

    Los Misterios de la Doctora de los Sueños, Libro 5

    por J.J. DiBenedetto

    También del autor

    Los Misterios de la Doctora de los Sueños

    Estudiante de los Sueños

    Doctora de los Sueños

    Niña de los Sueños

    La Familia de los Sueños

    El Sueño que Despierta

    La Reunión de los Sueños

    La Casa de los Sueños

    Las Vacaciones de los Sueños

    Sueño de Fiebre

    La Boda de los Sueños

    Fragmentos de Sueños:  Historias de los Misterios de la Doctora de los Sueños

    La Excelente Aventura de Betty y Howard

    Una Caja de Sueños: La Colección de Misterios de la Doctora de los Sueños (Libros 1-5)

    Secuencia de Sueños (Los Misterios de la Doctora de los Sueños, libros 1-3)

    Las Aventuras de Jane Barnaby

    Quien Lo Encuentra

    Se Lo Queda

    La Guardiana de su Hermano

    Caja con las Aventuras de Jane Barnaby

    Bienvenidos al Romance

    Encontrando a Dori

    Y disponible en Audiolibros:

    Estudiante de los Sueños

    Doctora de los Sueños

    Niña de los Sueños

    La Familia de los Sueños

    El Sueño que Despierta

    La Reunión de los Sueños

    La Casa de los Sueños

    Las Vacaciones de los Sueños

    Sueño de Fiebre

    La Boda de los Sueños

    La Excelente Aventura de Betty y Howard

    Secuencia de los Sueños (los Misterios de la Doctora de los Sueños, libros 1-3)

    Quien Lo Encuentra

    Se Lo Queda

    La Guardiana de su Hermano

    Caja con las Aventuras de Jane Barnaby

    Encontrando a Dori

    ––––––––

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    www.amazon.com

    y

    www.jjdibenedetto.com

    Copyright del texto © 2013-2018 James J. DiBenedetto

    ––––––––

    Todos los Derechos Reservados

    ––––––––

    Este libro contiene material protegido bajo las Leyes y Tratados Internacionales y Federales de Copyright.  Cualquier reimpresión o uso de este material está prohibido.  Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de ninguna forma y por ningún medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación sin el permiso escrito expreso del autor.

    Tabla de Contenido

    Pólogo:  Amor y Muerte

    Uno: Sara

    Dos: Autos Usados

    Tres: La Joven Trabajadora

    Cuatro: La Joven de Cumpleaños

    Cinco: Caddyshack

    Seis: Doble Indemnización

    Siete: Continúa Soñando

    Ocho: En el Camino

    Nueve: Luz del Día

    Diez: Cómo Conocí a tu Madre

    Once: Cuarenta y Virgen

    Doce: La Deuda

    Trece: La Riña

    Catorce: Asuntos Familiares

    Quince: El Informante

    Dieciséis: La Confesión

    Epílogo: La Fea Verdad

    Reconocimientos

    Nota del Autor

    Este libro se desarrolla apenas unos pocos meses después del libro anterior, el Sueño que Despierta, en Octubre de 2001.

    Algo muy importante sucedió entre los dos libros, lo cual está en la mente de Sara a lo largo de la historia – los ataques terroristas del 11 de Septiembre.  Al momento de los ataques, yo vivía en el mismo vecindario que Sara y su familia, y por un tiempo, pasé todos los días por el lugar donde el Pentágono fue atacado en mi camino hacia el Metro para ir a trabajar.

    En cuanto a otras noticias, más alegres, sobre cosas que sucedían en el 2001:

    En Diciembre se proyectó la primera película de la trilogía El Señor de los Anillos, un par de meses después de terminar esta historia.  Asimismo se proyectó la primera película de Harry Potter, y también Shreck y Monsters, Inc.  Probablemente no será ninguna sorpresa que yo posea todas esas películas en DVD y todas hayan sido muy usadas.

    En la televisión, Los Pistoleros Solitarios de los Expedientes X obtuvieron su primer programa, el cual no duró un año.  Se estrenó The Amazing Race (y todavía continúa mientras escribo estas palabras en 2018), así como Viaje a las Estrellas: Enterprise.  Desaparecen de las pantallas Third Rock from the Sun y Baywatch.

    Los diez éxitos musicales del año incluyen canciones de Alizia Keys, Janet Jackson, Destiny’s Child, Dido y Jennifer Lopez.

    Tom Brady estaba en camino para ganar su primer Súper Tazón.

    Primero, no harás daño.

    -  Del Juramento Hipocrático

    Prólogo: Amor y Muerte

    (Abril 13-15, 2001)

    Sabía que este día llegaría.  En realidad me sorprende que tomara tanto tiempo.  Han transcurrido casi tres meses desde que puse en coma a Lydia Saunders, y el Lunes en la noche, hace cuatro noches, ella murió.

    Oficialmente ahora soy una asesina, aunque no lo sepa nadie fuera de mi familia, y nunca lo sabrán.  Pensaba que ya había hecho las paces con eso.  Cuando la enfrenté en el sueño de Brian, ella me hubiera matado si yo no hubiera actuado a tiempo.  Hice todo lo que pude.  Le ofrecí dejarla escapar – olvidar todo lo que ya había hecho – si tan solo aceptaba dejar de interferir en los sueños de los demás.  Se negó.  Más que eso, ella me hubiera matado a – para ese momento, ya me había herido – si yo no le disparaba primero.

    Sé que esa era mi única opción.  Si no lo hubiera hecho, sería yo quien hubiera quedado en coma – quien hubiera muerto.  Y ella hubiera tenido libertad total para destruir más vidas – incluyendo a mi esposo e hijos.  No podía permitir que eso sucediera.

    Aún así, esto me ha estado molestando toda la semana.  Brian intentó convencerme de que la hora de llanto incontrolable seguida de dos horas vomitando el Miércoles en la noche se debía a las hormonas y malestar matutino, pero ambos sabemos la verdad.

    Posteriormente, admitió, y – como siempre – me dijo las cosas perfectas.  Después de ayudarme a limpiarme y cuando estábamos acostados en la cama, me dijo, ─Odio verte pelear contigo misma, pero tú – no serías la mujer que amo si no lo hicieras.  Tenías razón, y nos salvaste a todos.  Pero aún así no debe ser fácil, ni algo con lo que nunca te sentirás bien.  Esa es la diferencia entre tú y ella. ─Y luego me besó.

    Tenía razón.  Maté a otro ser humano.  No puedo permitirme olvidarlo, sin importar cuán justificado estuviera.  Si lo hago, sería un gran paso hacia convertirme en Lydia – o algo incluso peor.

    Es por eso que estoy aquí, en su funeral, con un vestido negro nada halagador que tuve que pedirle prestado a mi madre.  Brian y yo estamos en la parte de atrás de la iglesia, y ambos nos vemos un tanto fuera de lugar en un lugar lleno de hombres y mujeres en uniforme.  El esposo de Lydia es un Mayor de la Fuerza Aérea, y sus compañeros oficiales hicieron acto de presencia para presentar sus respetos.

    Yo medio escuché la mayor parte del servicio, aferrada a la mano de Brian y rogando a Dios – y a Lydia – por su perdón.  Reacciono cuando el sacerdote comienza una nueva lectura, y sus palabras concentran mi atención por completo. ─Si vivimos, vivimos para el Señor; y si morimos, morimos por el Señor, de forma que vivos o muertos pertenecemos al Señor.

    Eso tiene todo el sentido del mundo para mí.  Lo comprendí el día después de que todo sucediera, en la capilla del hospital.  Solo que lo olvidé estos últimos días.  Fui dotada con estos sueños por una razón, y pienso – creo – que la razón es que soy la persona correcta para tenerlos, y para usarlos adecuadamente.  Porque estoy dispuesta a asumir la responsabilidad, y dar un paso al frente y actuar cuando veo la necesidad.  Y cuestionarme posteriormente.

    Debo morder mi labio para evitar reír.  Nada de esto es divertido en realidad – solo me resulta gracioso otro recordatorio de lo lerda que puedo llegar a ser.  Lo he sabido por quince años, desde la secundaria, y en realidad nunca lo comprendí hasta ahora...

    ...¿qué hago?  El hombre está consciente, me está mirando.  Está tratando de hablar, pero no logra pronunciar las palabras.  No importa; puedo ver la pregunta en sus ojos.  Quiere saber cuán mala es su condición, si tiene una oportunidad.

    Hay más de su sangre dentro del auto accidentado que dentro de su cuerpo.  Ni siquiera puedo contar todas las heridas.  Y yo – ¡Dios, no sé nada!  ¿En qué diablos estaba pensando cuando me anoté como paramédica voluntaria? ¿Y por qué me aceptaron?  Se está desangrando, y soy la única que está aquí, la única que puede hacer algo.

    Pero algo.  Puedo decirle la verdad.  Tengo que hacerlo.  Extiendo mi mano, tomo la suya, y la aprieto.  Le sostengo la mirada y sacudo mi cabeza.  Él merece saber.  No merece que le mienta.  Y no merece estar solo.  Puedo hacer eso...

    Esa noche hice lo único que podía hacer.  Lo hice lo mejor que pude.  Y lo hice también hace tres meses, en el sueño.  No sé si Lydia me ha perdonado, y espero que Dios lo hiciera, pero la persona cuyo perdón más necesito, soy yo misma.

    Es eso de lo que Brian, y Beth, y mis padres y Tía Kat han estado tratando de convencerme durante los últimos tres meses.  Pero es ahora, sentada aquí mientras comienza la procesión para salir de la iglesia, que lo comprendo.  Y mientras reflexiono al respecto, Brian se voltea hacia mí y me ofrece una sonrisa amable, amorosa, perfecta.

    Puede darse cuenta de que me estoy relajando poco a poco.  Yo misma no puedo darme cuenta de ello, pero debo haber aliviado mi presión en su mano, y los músculos de mis hombros y mi espalda probablemente están más distendidos.  Le devuelvo la sonrisa, y apenas es forzada.

    Mis recién encontrados sentimientos de paz y perdón son puestos a prueba cuando Don Saunders se acerca a nosotros en la parte de afuera de la iglesia. ─Gracias por venir, ─dice, estrechando la mano de Brian y luego la mía. ─Ella lo hubiera agradecido.  Especialmente que tú vinieras por ella, ─me dice.  Bajo la mirada y formo un puño con mi mano izquierda.

    Puedo sentir mis uñas, aunque cortas, perforando la palma de mi mano.  Me duele, pero en este preciso momento, eso es algo bueno.  El dolor ayuda; mantiene mi mente concentrada en algo distinto a sus palabras.

    Sin embargo, después de un momento, siento que mis piernas comienzan a temblar, y que mi estómago se revuelve.  Aún escucho la voz de Don, pero ahora es distante.  En mi mente, veo a Brian en su lugar.  Puedo imaginarlo con claridad: él y Grace y Lizzie y Ben y Steffy, saludando a los asistentes mientras mi féretro es montado en al carro fúnebre.  Eso fue lo que le hice a Don Saunders.  Brian se da cuenta de que algo está mal; me rodea con un brazo, y me obliga a calmarme.  No es fácil, pero me las arreglo.

    ─Lo siento mucho. ─Le digo a Don con voz débil, aún sin mirarlo a los ojos.  Acabo de pasar dos horas dentro de la iglesia pensando en el perdón.  Supongo que todavía me queda trabajo por hacer.

    ─Gracias, ─responde, afortunadamente se dirige hacia los demás asistentes.  Brian me rodea con un brazo y me lleva hacia los escalones de la iglesia y fuera del edificio hacia el estacionamiento.

    ─Presentamos nuestros respetos.  No necesitamos ir al velatorio, ─dice.  Una parte de mí quiere ir.  Una pequeña voz en el fondo de mi mente me dice que debo estar allí, que le debo a Don presenciar cada segundo de su dolor.  Pero la hago callar, y dejo que Brian quite el seguro al auto y abra la puerta de pasajeros para mí.  Antes de que pueda entrar, se da cuenta de que me saqué sangre, cuando me enterraba las uñas en la palma de mi mano.  Se dirige a la parte de atrás del auto, para sacar mi bolso médico del maletero.

    ─No te preocupes, ─le digo, entregándole mi bolso.  Él lo revisa y saca una toalla desinfectante y un vendaje.  Abre la toalla, y respiro hondo mientras limpia la herida.  Arde, pero solo por un momento.  Luego, en cuestión de nada, la tiene totalmente vendada.  Debe ser bueno para los primeros auxilios básicos – después de todo, tiene una buena profesora.

    Hablamos un poco sobre el funeral de camino a casa.  No es una conversación muy profunda; ya hemos hablado una y otra vez sobre todo lo relacionado con Lydia, y estoy segura de que necesitaré hacerlo de nuevo muchas veces.  Pero no en este momento.

    Con bastante rapidez, nuestra conversación cambia de lo que vimos ese día en la iglesia a lo que haremos el Domingo en otra iglesia: la Confirmación de Grace.  Ni siquiera tiene doce años todavía, pero insistió en que estaba lista y en que quería hacerlo.  Definitivamente es lo bastante responsable para tomar esa decisión por sí misma, así que aceptamos.

    Ella misma hizo casi todos los arreglos.  Ha estado asistiendo a sus clases – bueno, religiosamente.  Mi madre le compró un  hermoso vestido para la ocasión.  Y todos tenemos mucha curiosidad sobre el nombre del santo que ha elegido.  Lo está guardando en secreto hasta el Domingo.

    Son casi las cuatro para cuando llegamos a casa.  No tiene sentido que ninguno de los dos regresemos a nuestros trabajos solo por una hora.  Grace y Lizzie no están en casa todavía; Papá las fue a buscar a la escuela, y deben haberlo convencido de ir al centro comercial Pentagon City por un rato.  Mi mamá traerá los gemelos cuando salga de la oficina a las cinco, así que aparte de la perra, tenemos la casa para nosotros solos al menos por un rato.

    Hay muchas cosas que pudiéramos hacer.  Podría preparar la cena para que esté lista cuando lleguen los niños.  Podríamos ordenar la casa, o hacer arreglar una de las cientos de cosas que necesitan ser reparadas.  Incluso podríamos salir a dar un largo paseo – está bello afuera.  A Chrissy le encantaría.

    Pero allí de pie en nuestra sala silenciosa, libre de niños, Brian y yo nos miramos, y ambos llegamos a la misma conclusión al mismo tiempo exactamente.  Quiero – necesito – sacar de mi mente todo pensamiento sobre esta tarde y Lydia y la muerte, y puedo ver que él también.

    En cuestión de nada estamos en la habitación, y luego en la cama, concentrados en nosotros mismos.  Es difícil pensar de forma coherente con sus manos – ¡oh Dios, justo allí!  ¡Sigue haciendo eso!

    Se aleja de mí, solo por un momento, y levanto mi cabeza, mirando hacia la puerta.  Está abierta, y nuestros niños – para no mencionar a mis padres – podrían entrar en cualquier momento.  Me levanto para cerrarla, con Brian junto a mí en todo el trayecto hacia la puerta.  La cierro con seguro, por si acaso, y luego de un momento estoy de vuelta en la cama, las manos de Brian están sobre mí.

    Me pierdo en sus manos, sus besos, pero el sonido de una corneta afuera, en la calle, arruina el ambiente.  Miro el reloj, y sé que los niños llegarán más temprano que tarde.  Me niego a permitir que eso arruine este momento, pero tampoco puedo ignorarlo.  Eso solo significa que no tenemos tiempo para llevar las cosas despacio como generalmente nos gusta.

    Quiero asegurarme de que Brian – bueno, que reciba todo lo que merece.  Me volteo hacia él, y concentro en él toda mi atención.  Con mis caricias, deja escapar un gemido y casi grita ─¡Eso es!  ¡No te detengas! ─Está jadeando, y sus ojos están desenfocados.  No lo decepciono.

    Poco después, aún no se ha recuperado. ─Tú – eso – ¡Dios! ─Le dirijo una sonrisa de satisfacción, aunque yo todavía no lo esté.  Pienso que tendré que esperar hasta esta noche.  No quiero presionar nuestra suerte, los niños tienen que llegar pronto.  Pero no me importa esperar; Brian premiará mi paciencia.

    Mientras tanto, nos arreglamos lo mejor posible.  Brian mira mis manos.  Sé cómo usarlas bien, ¿no es así? ─Aunque no lo hago con frecuencia, todavía tengo manos de cirujano, ─le digo, mientras me siento. ─Me alegra poder darles buen uso en casa. ─Comienza a responder, pero lo interrumpe el sonido de pisadas subiendo por las escaleras.

    Busca frenéticamente su ropa, que no está por ninguna parte.  Hace lo mejor que puede – sale de la cama y corre al baño.  Yo me oculto bajo las sábanas.

    Afortunadamente, son los gemelos en lugar de Lizzie y Grace, así que no preguntan por qué la puerta está cerrada, y su padre solo la abre después de un minuto, y con su bata.  Supongo que Lizzie podría cuestionarlo, si nos viera ahora.  Grace, por otro lado, no tendría que cuestionarlo, y me siento agradecida de no tener que lidiar con eso tampoco.

    ***

    Miro el reloj.  Es apenas después de media noche; hemos estados acostados aquí por al menos media hora y todavía no me he recuperado.  Aún estoy temblando.  Mi paciencia definitivamente fue premiada. ─Gracias, ─le digo a Brian por vigésima vez.  Fue – Dios, intenso no es una palabra lo suficientemente fuerte para describirlo.  No sé cómo me las arreglé para no gritar y despertar a los niños – o tal vez a los vecinos. ─Tal vez sea por eso, ─murmuro.

    ─¿Por qué qué?

    ─Por qué fue tan – por qué sentí... ─ni siquiera conozco las palabras. ─Me estaba obligando a hacer silencio, y pienso que tal vez eso fue lo que lo hizo más – más.

    Brian está sacudiendo su cabeza. ─Creo que es por otra razón.  No falta mucho tiempo para que – bueno, recuerdas cómo era cuando estabas embarazada de los gemelos. ─Tiene razón.  Si esta no fuera la última vez hasta después de dar a luz, ese día no estaría lo bastante lejos.

    Al menos, si esta fue la última vez, ambos le sacamos el máximo provecho.  Pienso en mis palabras de esta tarde.  Si yo tengo manos de cirujano,  ¿Qué tiene Brian?  ¿Después de ese desempeño...?

    Me río; no puedo evitarlo.  Me mira con curiosidad, pero con una sonrisa en su rostro. ─Solo que pensé en algo.  Tus manos son como – si fueras músico, y estuvieras tocándome como un instrumento.  Como – no sé, ¿una guitarra, tal vez? ─Es así exactamente.  Él sabe cómo tocar los acordes, cómo tocar cada cuerda, de la forma correcta – y cómo mantenerme en el tono perfecto.

    La forma en que me mira cuando se lo digo – estoy completamente indefensa.  Siempre lo he estado, para él. ─¿Tenemos tiempo para una repetición?

    No puedo dejar de mirarlo para ver el reloj, y de todas forma no tiene sentido. ─Dios, sí. ¡Por favor!

    ***

    Sara está en la habitación de la residencia de Brian.  El cielo está gris y monótono pero se ilumina mientras mira por la ventana.  Los minutos están pasando; ella sabe que no puede quedarse por mucho más tiempo.  Beth los está esperando de vuelta en la habitación de Sara; tienen una cita al mediodía.  Exactamente al mediodía, piensa Sara.

    A regañadientes se suelta de Brian, se levanta y comienza a vestirse.  Un minuto después, él hace lo mismo.  Todo este tiempo, desde que Sara entró por la puerta, no han pronunciado una palabra.  No había – hay – necesidad de ello.  Sus miradas se cruzan y ambos saben que no hay opción, y tampoco tiempo que perder.  Tienen que irse.

    Sara guía el camino, coloca su mano sobre la cerradura, la hace girar – y es lanzada hacia atrás cuando la puerta se abre desde afuera.  Una mujer de cabello oscuro está allí, llevaba los restos de un vestido rojo, con un rifle en sus manos.  Hay un brillo malvado en sus ojos.  ─¿Creías que yo iba a quedarme tranquila y esperar a que tú vinieras a mi casa, princesa?

    Sara, despatarrada en el suelo, mira a Lydia con terror. ─¡No es así!  ¡No íbamos a matarte!

    ─¡En eso tienes razón!

    Sara ve un movimiento por el rabillo del ojo, lo ve dirigirse hacia Lydia.  Y luego ve a Lydia reaccionar, apuntar, apretar el gatillo.  El disparo del rifle hace eco en la habitación, dejando casi sorda a Sara.  Pero el sonido de Brian siendo lanzado contra la pared por la fuerza de la bala es aún mayor.  Y el vacío golpe seco de su cabeza contra el piso un segundo después es el más terrible sonido que Sara ha escuchado...

    ***

    ¡Tengo que salvarlo!  ¡Él no puede morir!  Estoy de rodillas a su lado, tratando de – de – ¿qué?

    Está abriendo los ojos, levanta la mirada hacia mí. ─¿Sara?

    ─¡Estás vivo! ─¿Por qué no lo estaría?  ¿Por qué pensé...?

    Comprende lo mismo que yo.  Siento que comienzo a relajarme mientras él dice, ─Estabas soñando. ─Toma mis manos, las lleva a su pecho.  Todavía creo que espero verlas cubiertas con su sangre – ¿por qué?  ¿Con qué estaba soñando?

    Pero no hay sangre.  Cierro mis ojos con fuerza, intento obligarme a recordar.  No recuerdo nada.  Claro que no.  Nunca recuerdo mis propios sueños.  Solo los de los demás.  Sin embargo puedo hacer una buena suposición. ─Debió ser Lydia.  Debo haber estado soñando con ella, con... ─Sobre las cosas sucediendo de forma diferente a cuando nos confrontamos.  Podría haber sucedido así con facilidad.

    Obviamente, todavía tengo muchas cosas que superar.  Mis ojos todavía están cerrados, y siento los brazos de Brian a mi alrededor, envolviéndome. ─Todavía estás aquí.  Y yo también.  Ninguno de los dos iremos a ninguna parte, Sara. ─No, no lo haremos.  Supongo que tendré que recordarme eso de vez en cuando.

    ***

    El día transcurre muy rápido.  Luego de un relajado desayuno, Brian y yo pasamos casi toda la tarde en la iglesia.  Hay un ensayo para la Confirmación de Grace, y luego ella y cada una de los candidatos – estoy segura de que esa es la palabra adecuada – tendrán cinco minutos con el Obispo.

    De vuelta a casa, nos dice, ─Solo me preguntó si estaba segura de todo, si sabía lo que significaba la Confirmación.  Y quería saber el nombre del Santo que había elegido.

    ─¿Y? ─En realidad no espero una respuesta, y no la recibo.

    ─Es una sorpresa, Mamá. ─Tres meses después de que comenzara a llamarme así, todavía siento una punzada en mi corazón cada vez que lo hace.  Hay ocasiones, cada vez más frecuentes, en que casi olvido que yo no la di a luz, y definitivamente olvido que ella solo llegó a nosotros hace dos años y medio.

    Supongo que la sorpresa tendrá que esperar hasta mañana, pero hay otra sorpresa cuando llegamos a casa – Ben y Helen están allí.  Grace corre hacia ellos tan pronto llegamos a la puerta y los abraza a ambos.  Miro a Brian, y antes de que siquiera pueda preguntar si sabía que ellos venían, se encoge de hombros.

    ─Grace nos llamó y nos invitó para que viniéramos, ─explica Ben.

    Me entero de toda la historia durante la cena.  La casa está muy concurrida, con los padres de Brian y los míos aquí. ─Mi padrino es, ─dice Grace, y luego vacila antes de continuar, ─él murió.  Y no sé dónde está mi madrina.  No he sabido de ella desde... ─No termina la oración. ─De todas formas, quería que alguien se levantara por mí.  Junto a ti y Papá, ─me dice. ─Así que le pedía a Abuela Helen si ella – si ella sería mi nueva madrina.  Y, ─se voltea hacia mi padre, ─Abuelo Howard, él es mi padrino ahora.  Sé que no se supone que yo los elija, pero...

    No puedo soportarlo.  Tengo que levantarme y alejarme de la mesa antes de que toda mi familia me vea deshacerme en lágrimas.  No soy la única; mi Mamá apenas logra contenerlas e incluso Helen está más emocional que nunca.  Es solo que – creo que no hay palabras.  Lo intento pero no logro controlarme, pero regreso a la mesa de todas formas.  Tengo que hacer lo único en que puedo pensar – tomo a Grace, la levanto de su silla, y la abrazo hasta que gime y comienza a tornarse azul.

    ***

    Estamos sentados en los bancos, tres filas detrás de Grace.  Uno a uno, el Obispo lee los nombres de los candidatos a la Confirmación y ellos se aproximan, con sus pisadas haciendo eco en la inmensa catedral.  Hasta hace unas semanas, ni siquiera sabía que había una catedral Católica en Arlington.

    No estoy segura de en qué orden los está llamando, porque no es alfabético.  Ya ha llamado a casi la mitad de los candidatos cuando el Obispo finalmente llega a ella. ─Grace Marie Nicolás Sorrentino Alderson, ─dice, y nuestra hija, con su hermoso vestido, camina orgullosa hacia el altar.  Mi primer pensamiento es cuán afortunada soy – lo somos todos – por tenerla en nuestras vidas.  Mi segundo pensamiento es que ella tiene el nombre más largo de todos los que ha llamado.  Y mi tercer pensamiento – ¿Nicolás?

    Lo saco de mi mente durante el resto de la ceremonia, pero luego, durante el almuerzo, todos quieren una explicación.  Excepto Helen y mi padre – debió decírselos con anticipación. ─Pasé mucho tiempo

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