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Diario: intimidades y excesos
Diario: intimidades y excesos
Diario: intimidades y excesos
Libro electrónico247 páginas2 horas

Diario: intimidades y excesos

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Mi mujer en pleno embarazo y no tenemos un lugar donde dormir. Sus hormonas nos hacen estar en el límite de la locura, sin contar que yo ya estoy loco, sufro de psicosis, a veces me convierto en George Washington, y mis pacientes —soy psicólogo— no lo saben ni deben saberlo. ¿Cómo puedo aconsejarlos si quien más consejos necesita soy yo? Mi terapia es la poesía y el arte, sin componer, sin crear, sin expresar, ya no sería. Me obsesiono con mujeres por la calle, ya que mi mujer no quiere nada conmigo. Estoy perdido en el submundo inmobiliario de esta ciudad, Barcelona, que todo da y todo quita.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento14 sept 2021
ISBN9788418676277
Diario: intimidades y excesos
Autor

David Barbero Domeño

David Barbero es licenciado en filosofía, técnico en concina, artista plástico autodidacta y fotógrafo. Ha publicado anteriormente en revistas cuentos cortos y poesía, y la novela Terceto: inquietudes y pasiones. Ha realizado exposiciones de fotografía en Barcelona y exposiciones de pintura en Sant Cugat del Vallés, Barcelona, Lisboa, París. Se considera un humanista, y las letras y las artes son su terapia emocional. Ha trabajado de en cocinas durante quince años. Para él la cocina también es un arte.

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    Diario - David Barbero Domeño

    1

    Las líneas del edificio donde iba a quedar ubicada mi vivienda, nuestro domicilio, no me gustaban estéticamente. Hay quien intenta ser práctico en la vida, y la belleza, a su alrededor, no adquiere la importancia de la utilidad. Yo, como consejero emocional (o sea, como psicólogo), percibo la importancia de la estética. Por ello les digo a mis pacientes que, teniendo un sentido propio del gusto, incluso pueden aumentar la autoestima.

    En esas estaba cuando le dije a mi mujer: «¡No! Aquí no vamos a vivir, busquemos, no hay prisa, de momento podemos seguir en casas de amigos. Tenemos cinco meses hasta que nazca nuestro hijo para encontrar un lugar en esta ciudad infranqueable espiritualmente».

    Me hizo caso, la falta de techo propio aumentaba nuestra angustia vital. También hay que tener en cuenta que no teníamos casa, pero cualquier sitio donde pasar la noche lo podíamos considerar nuestro sitio.

    Mi mujer, Y, de joven había sido de izquierdas y activista, tanto de causas perdidas como del amor. Yo la conocí y pensé: «Nunca la podré satisfacer». Nos dirigimos el primer saludo fuera de la consulta, decidiendo cada uno si pasaría una temporada en un ático del Eixample, piso que compartiríamos, aunque durante todo el tiempo ignorándonos. La existencia del otro nos parecía insignificante, falta de atractivo, circunstancial para cada uno. ¿Cuánto nos estábamos equivocando al respecto?

    Pero sigamos, en aquellos años de ilusión por una futura consulta, por libros trascendentales (¿cuántos libros, antes trascendentales, ahora no lo son?), en busca de un amor que parecía que nunca llegaría. ¡Qué dura era mi vida! Iba al cine día sí día no, y todos los grandes y olvidados personajes eran yo, en sus delirios y exquisiteces, en mis ilusiones y mis miedos.

    2

    ¿Qué se puede esperar cuando no se espera nada? Si no hemos visitado setenta pisos no hemos visitado ninguno. ¿Quizás todo sea culpa de la crisis? No lo sé, yo normalmente no tengo respuestas, preguntas me hago todos los días, y eso que soy psicólogo.

    ¿Qué se puede decir?, ¿cómo se puede actuar cuando un paciente desiste ya de la vida? Y uno pensando en que todavía no tiene techo para vivir. El otro día una mujer de sesenta y cinco me dijo: «A los veinte años prometí que no pasaría de los treinta, a los treinta de los cuarenta, y ya tengo sesenta y cinco, el caso es que el ir retrasando el final no ha valido la pena». Yo la comprendo y casi que lo comparto, pero como psicólogo tuve que decirle: «Haz balance, apunta las cosas positivas de vivir y las cosas negativas, y luego decide, pero decide bien, porque es posible que luego no haya marcha atrás». No soy muy ortodoxo como psicólogo, pero es que yo la eutanasia la legalizaría; no soy inmoral, soy amoral.

    Pero algunos consejos a pacientes no se los cuento ni a Dios. Y, mi vida paralela, mi compañera, no me pregunta nunca por el contenido de las consultas, y mejor así; ¿qué catástrofes puedo haber impulsado insensatamente?

    Mientras escribo (ya que, en los ratos libres, que no estoy con Y, ni en la consulta, ni buscando piso, me gusta leer y escribir), me han llamado por teléfono y resulta que es para visitar un piso que está cerca del metro de Penitents. Un poco alejado, pero tiene tres habitaciones, está amueblado y es asequible económicamente.

    Así que voy a guardar el bolígrafo en el estuche, y la variedad y riqueza de ideas que tengo las dejo para otro rato. Hay papeles de sobra, creatividad también, lo que falta a veces es tiempo y ganas, que, aunque me gusta, es un gran esfuerzo. Y a mí estar descansado me encanta, es una de las partes más atractivas de la vida. Quizás eso es lo que le diré al próximo paciente cansado de vivir. Descansa, descansa…

    Cogito, ergo sum, ¡qué irrealidad!, ¡qué falsedad!, se le puede llamar vivir a una persona que está obsesionada por algún asunto circunstancial y que solo existe en su mente. Lo diré más claro: un individuo en una crisis psicótica, en el que es puramente pensamiento, se puede decir que existe, sí, existe, pero… ¿vale la pena existir en esas circunstancias? Un tetrapléjico, al que solo le funciona el cerebro, se podría decir que existe, sí, pero no en unas condiciones para algunos dignas.

    Pienso, esa es la cuestión. ¿Qué es más importante: el pensamiento o la materia? ¿El alma o el cuerpo?

    Esa es una pregunta que se ha de mirar con lupa a quien se la haces. Si se la hiciese a mi alter ego, Y, me contestaría: «Si no tienes el cuerpo no tienes nada». Yo dudo, como dudo ante la seguridad de Y, pero un tetrapléjico tiene cuerpo, pero no lo siente, y tiene algo, que es la mente.

    Guardo la libreta, y pienso, no merece la pena darle más vueltas a que si la mente o la materia, cuando el mundo está en guerra, cuando Cataluña está en crisis, aunque se crean unidos, cuando la ciudad, Barcelona, ya no es lo que era, y yo, perdido en las inmensidades de mi inconsciente, muchas veces no tengo ganas de sanar la cabeza de los otros. ¿Acaso la mía funciona bien?

    ¿Quién soy yo? Un profesional de la mente, y cuánto me gusta machacar el cuerpo, por algo dicen mens sana in corpore sano.

    3

    Mañana otro piso, y la barriga de Y va creciendo, nuestro hijo, como echándonos algo en cara, patea la barriga de su mamá. Parece jugador de rugby, luchando por salir de la melé.

    Mientras Y se queja de su estado (tanto físico, como de pareja, como laboral, y ¿por qué no?, existencial), yo leo un libro de poesía apasionante. Melos Melancolía, del fallecido en el 2010 Carlos Edmundo de Ory, y me digo, todavía, en el mundo que vamos dejando atrás caben los artistas, a ver qué pasa con el mundo que no acabamos de atrapar.

    La gran cuestión: ¿son reales los políticos, o son simples actores de teatro?

    El otro día tuvimos una charla Y y yo. Gran charla. El nombre de nuestro hijo, varón. Llegamos a una conclusión: se iba a llamar X. Significa regalo de Dios. Es un regalo, pero que sea regalo de Dios me hace dudar. En cualquier caso, ese nombre le va a acompañar toda su vida. Es un nombre positivo y estéticamente bonito. La charla fue en la cama y acabamos follando, sin fingir, fue placentero para ambos.

    Luego yo fui a mi consulta e Y a su trabajo. Los dos con el piso no encontrado metido en nuestra mente. Sí, ya hasta soñamos con él. Pero hay tanta mierda en Barcelona, y cuesta tanto encontrar algo que guste y que sea práctico para tener un bebé. Se ha de mirar la zona, que tenga ascensor, dos habitaciones amplias para el niño y para nosotros, un estudio para trabajar y aislarse cuando lo necesiten lo papás, etc.

    Llegaron esas horas de la tarde en que no quieres hacer nada productivo, después de darle algunos consejos injustificados a varios pacientes. El primer consejo que he dictado a un hombre de unos cuarenta, que parece sacado de una película de Bigas Luna, es: «Déjate sentir lo que sientes, no lo rechaces, si tienes ganas de llorar, llora; eso no te hace menos hombre, en todo caso te hace más hombre».

    La mueca con que me miró fue para fotografiarla.

    4

    Eran las seis y llamé a Y. Le dije: «Volvamos al cine, hace dos meses que no pisamos una sala, quiero volver a disfrutar de las películas; menos tele y más cine».

    Fuimos a ver Begin again, película americana desarrollada en Nueva York. Buena, bonita e interesante. ¿Cómo podría ejercer mi profesión al margen de toda medicina y ciencia imperante? ¿Tan solo guiado por mi instinto vital? Al estilo del protagonista de la película, un promotor musical en decadencia al que le guía el instinto en su trabajo. Su olfato es el que lo llevará o al éxito o a la indigencia. Acaba volviendo a vivir con su exmujer y su hija después de una apasionante grabación entre underground y overground, recorriendo su apasionante ciudad.

    Nueva York, la capital del arte, y ¿por qué no?, del mundo.

    Salimos del cine con una sonrisa en la cara. Una buena película que deja buenas sensaciones.

    Esa noche iremos a dormir a casa de unos amigos. Pareja gay. Velada quizás de copas y verbos. Para acabar cada pareja en su colchón, haciendo el amor e intentando que la otra pareja no lo perciba.

    5

    Y ha salido. Tiene un horario extraño. ¿Una ONG es una empresa? Debería serlo. Si no tienen olfato empresarial están condenadas a morir. Aun así, Y tiene un horario flexible, por lo que la entrada y la salida las puede variar según sus necesidades.

    Esta mañana no he de atender a ningún paciente, me he quedado solo en la casa donde hemos dormido. Unos amigos nos han dejado su casa toda una semana ya que se han ido de vacaciones a Londres. ¡Oh, Tate Gallery!

    Aquí estoy, escuchando la trompeta de Chet Baker que me transporta a no sé dónde, pero me transporta. Mientras, me relajo y pienso en la poesía subjetiva. También en un libro que me quiere hacer replantear mi terapia: El crepúsculo del deber, de Lipovetsky. Analiza la ética de las últimas décadas del siglo veinte, en la época en que el deber ya no tiene sentido para el individuo. ¿Se podría ejercer terapia psicológica a partir de este libro?

    Me hago unos huevos fritos con beicon para comer. De postre, helado de chocolate. Cuando estoy solo, como lo que nunca recomendaría comer a un amigo. Para cocinar, mínimo se han de ser dos personas, por favor.

    Leo unos versos de Vázquez Montalbán, mejor poeta que prosista. Aunque también buen prosista. Qué placenteras son las mañanas en que uno se dedica a sí mismo. Además, ha sido fructífera, aunque ya empieza la tarde, más calmada que otras tardes.

    Y sale del trabajo a las seis y hemos quedado en el hospital para ir al médico, a un control rutinario del embarazo. En tres meses y medio nace X. En tres meses y medio seré padre. Qué miedo, qué responsabilidad con lo irresponsable que soy. Y yo pensando en ideas estéticas sacadas del libro Teoría Estética de Adorno. Qué brutalidad de libro. Qué irrealidad y con qué pasión lo releo.

    Son las seis. Sale algo parecido a un niño por la pantalla del consultorio. Y y yo lloramos de emoción cogidos de la mano. Lo mismo hacían unos amigos nuestros y ahora están separados. Pero yo voy a luchar por esta familia. A las duras y a las maduras, como dice mi padre y supongo que más gente de su generación.

    6

    Estoy entre el amor y el odio con Carmina Burana de Carl Orff. Sentimientos opuestos pero legítimos, incluso teniéndolos al mismo tiempo.

    He preparado un lenguado a la Meunière a Y. Debido a su estado, su intenso olfato se ha triplicado. Eso significa que cocine lo que cocine se irá al baño a vomitar. Cuánta paciencia se ha de tener con la familia y ni siquiera ha nacido X.

    Estoy en un proyecto. Me atrae el arte-terapia, y como psicólogo académico creo que el arte es una gran terapia. Quiero hacer una terapia personal a partir de la poesía. La paradoja es que al poeta siempre le han llamado loco. Quizás sea por la hipersensibilidad que posee.

    El arte-terapia que me voy a imponer es ir haciendo —o sea, escribiendo— poesías sobre los hechos más dolorosos de mi vida; a continuación, sobre mis miedos, que han salido a la superficie, estos miedos me harán discernir otros miedos. Todo ello sin control, sin límites creativos, sin límites en la forma y el contenido. Después, estudiar lo realizado, como si fuesen sueños, interpretar los poemas. El hecho de expulsar todo con los poemas ya será sanador, luego al psicoanalizarlos ya veremos qué beneficios aporta.

    Me gusta la escritura, la creatividad. Las necesito. Además, soy psicólogo, ¿por qué no trabajar con todo ello?

    Oigo las llaves de la puerta. Si no es un ladrón será Y o los amigos que vuelven de su semana en Londres, lo que representaría que

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