MIRADA DE MUJER

CARLA RIPPEY (KANSAS, 1950)

Visité por primera vez el estudio de Carla Rippey a principios de este año. Me fascinaron las complejas relaciones que su trabajo establece entre imágenes que, en apariencia, no tienen relación entre sí. En una esquina se puede ver el dibujo sobre un caballete de una niña que parece estar vestida con harapos, mientras que en otro cuarto se observan los rayos X del cuerpo de una mujer china que durante su niñez fue atravesada por agujas con el fin de encontrar su muerte para respetar la política del hijo único que el país asiático padeció durante décadas. En ambas subyace la idea de la representación de la mujer en lo público y en lo privado.

Aquella vez pude ver cómo en su obra —dibujo, objeto o libro de artista— se tejían hilos invisibles que unían a una pieza con otra. En esta ocasión, mientras me cuenta su historia de vida, tratando de condensar en un relato breve las varias décadas de trabajo, investigación, experimentación y curiosidad, esos hilos comienzan a tejerse de manera más contundente hasta formar una red imaginaria que conecta espacios y tiempos. Su obra es tan vasta que el lenguaje se vuelve obsoleto al tratar de describir un centro que pueda entenderse como punto en común entre las decenas de obras que ha creado desde niña.

Rippey se estableció en México en 1973 tras la represión política ocasionada por el golpe contra Salvador Allende en Chile, donde estudió y participó en el Movimiento de Izquierda Revolucionaria produciendo carteles. Pero los intereses que se manifiestan como una especie de síntoma en su trabajo se remontan a su infancia y su vida migrante: “Todo conmigo tiene que ver con la memoria. Cuando era niña iba a visitar a mis abuelos y les pedía que me enseñaran sus fotos o recuerdos”. Desde entonces, su atención se volcó a esa forma tan peculiar en la que opera la memoria,