Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

La Familia de los Sueños: Los Misterios de la Doctora de los Sueños, #3
La Familia de los Sueños: Los Misterios de la Doctora de los Sueños, #3
La Familia de los Sueños: Los Misterios de la Doctora de los Sueños, #3
Libro electrónico422 páginas6 horas

La Familia de los Sueños: Los Misterios de la Doctora de los Sueños, #3

Calificación: 0 de 5 estrellas

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

La Dra. Sara Alderson pensaba que no tenía ningún problema en el mundo, cuando entró a su oficina en su primer día como socia en su propia práctica médica privada.  Y entonces se presentó la policía y la arrestó por un crimen que no podía haber cometido.  Veinticuatro horas después, luego de un día y una noche aterradores en la cárcel, Sara regresa a casa convertida en una mujer diferente – y completamente rota.

Su primer reto es limpiar su nombre, pero eso no es nada comparado con la tarea de reconstruir su destrozada mente.  Y la única forma en que puede hacerlo es con la ayuda de los sueños sobrenaturales, los mismos sueños que casi le habían costado a Sara su salud mental – y casi logran que la maten – en el pasado.

La Familia de los Sueños es el tercer libro de los Misterios de la Doctora de los Sueños.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento17 ene 2019
ISBN9781547565542
La Familia de los Sueños: Los Misterios de la Doctora de los Sueños, #3

Lee más de J.J. Di Benedetto

Autores relacionados

Relacionado con La Familia de los Sueños

Títulos en esta serie (4)

Ver más

Libros electrónicos relacionados

Misterio para usted

Ver más

Artículos relacionados

Comentarios para La Familia de los Sueños

Calificación: 0 de 5 estrellas
0 calificaciones

0 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    La Familia de los Sueños - J.J. DiBenedetto

    La Familia de los Sueños

    Los Misterios de la Doctora de los Sueños, Libro 3

    por J.J. DiBenedetto

    También del autor

    Los Misterios de la Doctora de los Sueños

    Estudiante de los Sueños

    Doctora de los Sueños

    Niña de los Sueños

    La Familia de los Sueños

    El Sueño que Despierta

    La Reunión de los Sueños

    El Hogar de los Sueños

    Las Vacaciones de los Sueños

    El Sueño de la Fiebre

    La Boda de los Sueños

    Fragmentos de Sueños: Historias de la Serie de los Sueños

    Caja de Sueños: la colección de la Serie de los Sueños (libros 1-5)

    Secuencia de Sueños (Los Misterios de la Doctora de los Sueños, libros 1-3)

    Las Aventuras de Jane Barnaby

    Quien lo Encuentra

    Se Lo Queda

    La Guardiana de su Hermano

    Caja con Las Aventuras de Jane Barnaby

    Bienvenidos al Romance

    Buscando a Dori

    Y disponibles en Audiolibros:

    Estudiante de los Sueños

    Doctora de los Sueños

    Niña de los Sueños

    La Familia de los Sueños

    El Sueño que Despierta

    La Reunión de los Sueños

    El Hogar de los Sueños

    Las Vacaciones de los Sueños

    El Sueño de la Fiebre

    La Boda de los Sueños

    La Excelente Aventura de Betty & Howard

    Secuencia de Sueños (los Misterios de la Doctora de los Sueños, libros 1-3)

    Quien lo Encuentra

    Se lo Queda

    La Guardiana de su Hermano

    Caja con Las Aventuras de Jane Barnaby

    Buscando a Dori

    ––––––––

    Todo disponible en:

    www.amazon.com

    y

    www.jjdibenedetto.com

    Copyright del Texto © 2013-2018 James J. DiBenedetto

    ––––––––

    Todos los Derechos Reservados

    ––––––––

    Este libro contiene material protegido por Leyes Internacionales y Federales y Tratados sobre Derechos de Autor.  Cualquier reimpresión o uso de este material sin autorización está prohibido.  Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de ninguna forma ni por ningún medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopias, grabaciones, o mediante cualquier sistema de almacenamiento y recuperación de información sin la autorización expresa y escrita del autor.

    Para John, Mary, Alfred y Sarah

    Tabla de Contenidos

    Nota del Autor

    Prólogo: Un Simple Giro del Destino

    (Marzo 20-21, 1998)

    Uno: El Nuevo Mundo

    (Agosto 23-24, 1998)

    Dos: Volviéndome Loca

    (Agosto 24-25, 1998)

    Tres: A Salvo

    (Agosto 25, 1998)

    Cuatro: La Mejor Defensa

    (Agosto 25-26, 1998)

    Cinco: Paso a Paso

    (Agosto 26, 1998)

    Seis: Siga Adelante, Doctora

    (Agosto 26-27, 1998)

    Siete: La Edad de la Inocencia

    (Agosto 27-28, 1998)

    Ocho: Siendo Humana

    (Agosto 28-29, 1998)

    Nueve: El Veredicto

    (Agosto 29-31, 1998)

    Diez: La Doctora de la Mafia

    (Agosto 31-Septiembre 2, 1998)

    Once: Los Suegros

    (Septiembre 2, 1998)

    Doce: La Fea Verdad

    (Septiembre 3-4, 1998)

    Trece: Rebecca

    (Septiembre 4-5, 1998)

    Catorce: Confesiones Verdaderas

    (Septiembre 5-6, 1998)

    Quince: Hagamos El Amor

    (Septiembre 6-7, 1998)

    Diecisiete: Espacio Para Uno Más

    (Septiembre 7, 1998)

    Epílogo: La Chica del Adiós

    (Octubre 11-13, 1998)

    Reconocimientos

    Sobre el Autor

    Sobre la Cubierta

    Nota del Autor

    Este ha sido, por mucho, el libro más difícil de escribir de todos los Misterios de la Detective de los Sueños.  En realidad no me agradó hacer pasar a Sara por un infierno, pero estoy orgulloso de cómo resultó el libro, y espero que lo disfruten.

    La historia tiene lugar en el otoño de 1998.  De alguna manera, es mucho más difícil de lo que pudiera parecer escribir de manera exacta sobre los pequeños detalles de la vida de hace dos décadas.  Por ejemplo, los teléfonos celulares hicieron su primera aparición de la serie en este libro, y honestamente no puedo decirles cuándo se volvieron omnipresentes.  Ni siquiera puedo recordar cuándo tuve mi primer celular – pudo haber sido en 1995, o pudo ser tan tarde como 1999.  Me esforcé en tratar que este tipo de cosas fueran correctas, ¡y espero haberlo logrado!

    En cuanto a qué más estaba ocurriendo en el mundo en el otoño de 1998:

    Armagedón y Salvando al Soldado Ryan fueron las dos películas más exitosas del año, y Shakespeare Enamorado ganó como Mejor Película.

    My Heart Will Go On de Celine Dion fue la canción más exitosa del año.

    Dawson’s Creek, Sexo y la Ciudad y Will & Grace todas se estrenaron en televisión, mientras que Seinfeld y Murphy Brown salieron del aire.

    En política, el escándalo de Mónica Lewinsky salía en los periódicos y en los noticieros nocturnos casi todos los días.

    Nació Jaden Smith (hijo de Will Smith y Jada Pinkett-Smith); Frank Sinatra falleció.

    ––––––––

    No debes tener miedo de sueños un poquito más grandes, cariño.

    Sr. Eames, en El Origen

    Prólogo: Un Simple Giro del Destino

    (Marzo 20-21, 1998)

    Estoy terminando con Grace Sorrentino.  Está en la habitación 221, al igual que cada vez que viene.  Y, al igual que en sus últimas visitas, está muy bien.  ─Tus exámenes de laboratorio están perfectos Grace, ─le digo, y ella me brinda una sonrisa tímida.

    ─¿Pero igual necesito mis inyecciones?

    ─Buen intento, ─le sonrío de vuelta. ─Pero no hagas como si no lo supieras. ─Grace se encogió de hombros; supongo que tenía que intentarlo.  Pero es una niña inteligente, y comprende que siempre necesitará de sus inyecciones de insulina.  Estoy a punto de enviarla a su casa.  Uno de los empleados de su padre – uno nuevo esta semana – está esperando impacientemente para llevarla de regreso, pero entonces dudo.  No quiero dejar que se vaya sin evaluar su estado mental.  ─Déjame hacerte una pregunta más. ¿Estás durmiendo mejor?  ¿O todavía tienes pesadillas?

    ─Algunas veces, ─dice Grace, su sonrisa se desvanece. ─Pero menos.  Mi padre dice, que cuando tenga una pesadilla y me despierte, debo recordar que mi madre está en el Cielo ahora, y que me está observando.  El dijo, ─aprieta la cara concentrada, de la misma forma que Lizzie lo hace algunas veces, ─que mi madre quiere que la recuerde, pero no quiere que, – uh, que viva sola cada día.

    No puedo evitarlo; imagino a Lizzie recibiendo las noticias que Grace recibió hace seis meses.  Puedo ver a mi hija intentando ser valiente, Brian intentando consolarla.  Yo – no, tengo que detenerme.  Grace está aquí, necesita que me concentre en ella.

    ─Pienso que tu padre tiene toda la razón, ─le digo, dándole un abrazo. ─¿Y sabes qué más pienso? ─No lo sabe. ─Pienso que eres una damita muy valiente.  Y puedes decirle que yo dije eso. ─Le despeino el cabello y le beso la frente; tal vez no sea mi lugar hacer eso, pero necesita que alguien lo haga, y ¿quién más va a hacerlo?

    Ella me devuelve el abrazo. ─Se lo diré, Dra. Sara.

    ─Hazlo, ─le respondo, alzándola de la cama y colocándola en el suelo. ─Está lista para irse, ─le digo a su escolta – ni siquiera me dijo su nombre. ─Dígale al Sr. Sorrentino que ella está bien, y que siga haciendo lo que está haciendo con ella. ─El hombre asintió comprendiendo, tomó la mano de Grace y la guió fuera de la habitación.

    Yo los sigo, los acompaño hasta el ascensor.  Luego me dirijo de vuelta a la oficina de Laurie para decirle cómo fue la visita de Grace. ─Es una niña fuerte, ─dice Laurie cuando termino.

    ─Creo que va a estar bien.  Yo – yo no sé si yo lo hubiera estado a su edad. ─No sé si lo estaría ahora, si de repente perdiera a mi madre en un accidente vehicular, como Grace perdió la suya el otoño pasado.  Y entonces por un momento, me pregunto qué sería de Lizzie – y los gemelos – si yo me fuera de esa manera.  De repente, sin advertencia de ningún tipo.  Y qué sería de Brian.  Él estaría...

    No quiero pensar en eso.  Sé cómo me sentiría si yo – Dios, ni siquiera puedo pensar en eso.  Tengo que concentrarme.  Estábamos hablando de Grace. ─Sin embargo, me preocupo por su padre.

    Los ojos de Laurie se abrieron. ─¿Estás preocupada por él?

    Sí.  Supongo que sí lo estoy. ─Yo sé lo que él es, Laurie.  Pero sigue siendo un ser humano.  No fue solo la madre de Grace quien murió, también era su esposa. ─Sin importar lo que él pensara de ella – y yo vi su opinión sobre ella el año pasado – aún así debió ser un fuerte golpe.  Aunque a él no le importara ella para nada – lo que no creo, a pesar de lo que viera en sus sueños – Grace la amaba.  Y él ama a Grace. ─También es difícil para él.  Y – sin importar lo que él sea, lo que haya hecho, lo has visto con Grace.  Ves lo dedicado que está a ella.  No desearía para nadie lo que ellos están pasando.

    ─Supongo que tienes razón, ─dijo Laurie, no muy convencida.  Ella no sabe que a Paul Sorrentino le queda al menos una parte de su conciencia.  Ella no sabe que, justo antes de Navidad el año pasado, entré en su casa, lo miré a los ojos y lo hice que me escuchara.  No puedo culparla por no ver otro lado de él. ─Pero suficiente sobre él, hay algo más de lo que tenemos que hablar.

    Eso suena de mal agüero. ─¿Qué sucede?

    Sus ojos brillaron, tal vez no sea tan malo después de todo. ─¿Recuerdas a Tom Carter?  Lo conociste en aquella conferencia, el invierno pasado. ─Lo recuerdo.  Es un investigador del Instituto Nacional de Salud, en Washington, DC. ─Fue él quien me dijo sobre esto.

    ─¿Sobre qué?

    Laurie me lo dice. Esto es la oficina de pediatría del Dr. Ronald Nedrick, quien se está retirando de la práctica y está vendiendo su consultorio – ubicado en el área de DC.  Y, para mi asombro, ella quiere comprarlo.  Me lo dice todo, y estoy asombrada.  No puedo creer que estemos teniendo esta conversación.  Durante meses me ha estado pidiendo que me quede en el hospital después que termine mi residencia en Junio.  Y ahora ella está intentando convencerme de iniciar la práctica privada con ella.

    ─¿Por cuánto está vendiendo? ─Solo tenemos un par de miles de dólares en el banco; no hay forma de que esto pueda funcionar.

    ─$450,000.  Es un buen negocio.  La oficina está completamente equipada, la renovó hace apenas tres años.  Y heredaríamos todos sus pacientes.  No tendríamos que comenzar de cero.  ¿Quién sabe cuándo tendremos otra oportunidad como esta? ─No puedo recordar la última vez que la vi tan emocionada.

    Detesto lanzarle agua fría, pero, por más que me encantaría hacerlo, es imposible.  Si lo hiciéramos cincuenta-cincuenta, yo tendría que reunir $225,000.  Pero eso ni siquiera es el mayor obstáculo.

    No podemos simplemente mudarnos a Washington.  Brian y yo tenemos aquí nuestras vidas.  Nuestras familias están aquí.  El preescolar de Lizzie, ella tiene amigos.  No puedo desarraigar todo eso.  Sería lo más egoísta que puedo imaginar.  Ya Brian se ha sacrificado mucho por mí, ¿cómo puedo siquiera pensar en pedirle algo más?

    ─Eso es mucho dinero, ─le digo, intentando no sonar demasiado despectiva, intentando pretender que en realidad lo estoy considerando.

    Laurie me ha conocido por tres años; no la engaño ni por un segundo. ─Sé que suena abrumador.  Solo piénsalo.  Consúltalo con la almohada, veamos cómo te sientes mañana.  Eso es todo lo que te pido.

    No voy a querer mudarme lejos de mis padres – ni siquiera de la madre de Brian – mañana más que hoy. ─Lo haré, ─le digo. ─De verdad, ─añado, aunque sé que ella no me cree.

    ***

    Laurie me conoce mejor de lo que pensaba.  Estuve evaluando las posibilidades en el trayecto a casa.  Washington solo estaba a dos horas de distancia en tren.  Eso no era nada.  Podríamos habilitar una habitación adicional para que Mamá – o Helen, supongo – puedan quedarse a pasar la noche cuando quieran ver a sus nietos.  Y el padre de Brian es un genio financiero; él podría ayudarnos a calcular cómo pagar mi parte de la práctica.  En cuanto a Lizzie, comenzaría a hacer nuevos amigos antes de desempacar.

    Podía hacerse.  Excepto que todavía no le he pedido a Brian que lo hagamos.  Yo sé que él podría encontrar un nuevo trabajo allá con facilidad, pero en realidad le encanta donde está ahora.  Y su hermano apenas se mudó de regreso hace un año.  Brian todavía tiene que recuperar los veinte años que se perdió de compartir con él, y no podrá hacerlo si nos mudamos a cien millas de distancia.

    Ya habrán otras oportunidades para unirme a una práctica privada, o incluso comenzar la mía desde cero.

    Lo que sería increíblemente difícil.  Construir una reputación y conseguir pacientes puede tomar años, y no hay garantía de que sea buena en eso.  No tengo dudas sobre mis habilidades como médico, ¿pero como empresaria?  En realidad no tengo idea de si tengo algún talento para eso.

    Estoy tan perdida en mis pensamientos que cuando estaciono el auto y entro al ascensor, presiono el botón del piso equivocado no una, sino dos veces.  Me alegra que ninguno de mis pacientes – o sus familiares – pueda verme ahora.  No se sentirían muy confiados al ver que su doctora ni siquiera puede recordar en qué piso vive.

    Finalmente lo hago bien, pero todavía estoy completamente preocupada cuando cruzo la puerta.  Lizzie me saca de mi preocupación; corre hacia mí.  ─¡Mami!  ¡Papi no se siente bien!  ¡Tienes que hacer que se sienta mejor! ─Está preocupada, pero esta reacción está cerca de lo normal en su escala de emociones.  Si de verdad estuviera alterada, habría lágrimas, su voz sería mucho más aguda, y estaría aferrada con fuerza a mi pierna.  Ella ha visto bastante conmigo en el hospital para saber lo que es serio y lo que no lo es, y esto definitivamente no lo es.

    Aún así, Brian casi nunca se enferma, así que Lizzie tiene razón de preocuparse un poco, y me toma del brazo con ambas manos y me empuja hacia la habitación.  Mientras me lleva, miro las cunas.  Los gemelos están dormidos, afortunadamente Lizzie no los ha despertado.

    Brian está acostado en nuestra cama.  Puedo ver desde diez pies de distancia que su respiración y su color son normales.  Mientras me acerco a él, lo que en realidad parece es extremadamente estresado.  Sus ojos están cerrados, pero me doy cuenta que no está dormido. ─Lizzie, Papi va a estar bien.  Voy a atenderlo.  Creo que puedo hacerlo sola – ¿por qué no vas a jugar a tu habitación, solo por unos minutos, y yo te aviso cuando Papi se sienta mejor, está bien?

    Ella asiente y se dirige a su habitación.  Me saco los zapatos, dejo caer mi abrigo en el suelo y subo a la cama. ─Hey, ─digo suavemente, pasando mi mano por el cabello de Brian. ─Lizzie está muy preocupada.

    Lentamente se voltea hacia mí, pasa su brazo por mi cintura. ─Es solo un dolor de cabeza.

    ─No me vengas con eso, ─me burlé. ─Tú sabes tan bien como yo que a ti no solo te dan dolores de cabeza.  ¿Algún problema? ¿Sucedió algo en el trabajo? ─Él hace una mueca; definitivamente se relaciona con el trabajo. ─Sea lo que sea que sucediera, sabes que puedes decírmelo. ─Él nunca me oculta las cosas; debe ser algo malo.

    Me aprieta contra él, pero no me mira. ─No iba a decírtelo.  Me dije a mí mismo que no diría nada, es solo que...

    Y sin embargo no puede ser algo demasiado horrible.  No es como si pudiera mantener en secreto que perdió su trabajo o algo igualmente horrible, y ni lo intentaría. ─Ahora tienes que decírmelo, ─le digo juguetona.  Pero no logro animarlo; todavía se ve miserable.

    No responde enseguida, y yo no lo presiono.  Ya me lo dirá, solo tiene que aclarar las cosas dentro de su cabeza primero. ─Es que no es posible, ─dice finalmente. ─Debía haber dicho que no en ese mismo instante y olvidarme de eso inmediatamente, en lugar de obsesionarme con eso toda la noche.

    Es obvio, ¿cierto?  Quieren transferirlo.

    ¿Qué más podría ser?  ¿Qué más podría darle su jefe como elección que lo alterara tanto?  Debe ser una transferencia que él quiere – de lo contrario no sería una elección complicada.  Y encima de todo, tal vez involucre también un ascenso con un aumento de sueldo.

    Me río.  Ahora él me mira, y tiene una expresión amarga.  Sus pensamientos están escritos en su frente – ¿Por qué me estoy riendo de él?  ¿Acaso no me doy cuenta que él está todo devastado?  Sin embargo eso me hace reír más fuerte.

    ¿Cuáles son las probabilidades de que le ofrezcan tomar a su familia y mudarse el mismo día que me lo ofrecen a mí?  Es una tremenda coincidencia, y después de todo lo que hemos pasado, desde el primer momento en que nos conocimos, no creo en coincidencias.  ¿Y cuáles son las probabilidades de que yo pueda adivinar adónde lo quieren transferir?

    ─Algo, ─digo, luchando por controlar mi risa y hacer salir las palabras, ─Dios, cuando escuches esto – algo me ocurrió hoy en el trabajo, también, ─finalmente me las arreglo para hablar.  Su rostro cambia de amargo a confundido. ─¿Quieres adivinar qué sucedió, y yo adivinaré lo que te ocurrió a ti?

    Solo por un instante, se me queda mirando, sus engranajes mentales girando como locos.  Entonces lo comprende.  Su rostro se ilumina.  Puedo ver que su dolor de cabeza desaparece de inmediato.  La risa brota de él como una explosión. ─¡Tienes que estar bromeando!

    Su risa me hace comenzar a reír de nuevo, y nos dejamos llevar.  Ninguno de los dos puede hablar por un rato.  Cuando finalmente nos calmamos lo suficiente para formar palabras, solo tengo una cosa que decir: ¿Washington?

    Él comienza a reír de nuevo, dando vueltas y casi cayendo de la cama.  Le toma uno o dos minutos controlarse.  Finalmente, dice, ─Cuando asistía a la Escuela Dominical, el Padre Michael acostumbraba decirnos que Dios siempre estaba enviando mensajes, si tan solo prestáramos suficiente atención para escucharlo.  Creo que acabamos de recibir  uno, ¿no te parece?

    No quise preguntarle, y él no quiso preguntarme.  Pero creo que Brian tiene razón – olvídate de preguntar, se nos ha dicho de manera bastante clara adónde debemos ir.

    Uno: El Nuevo Mundo

    (Agosto 23-24, 1998)

    Desde el día que regresé a casa y Brian y yo nos dimos cuenta que a ambos nos habían propuesto transferirnos de nuestros trabajos –y ambos al mismo lugar – todo en mi vida se ha sentido irreal.

    Fue hace cinco meses, y eso suena como mucho tiempo, pero en realidad no lo fue.  No con todas las cosas que teníamos que hacer.  Parece que fue ayer cuando Brian y yo estábamos sentados con mis padres en la sala y les dimos la noticia.  Eso debió volverlo real, pero no fue así.  Había toda una lista de cosas que debían sentirse reales:

    Empacar todo en nuestro apartamento.

    Enfrentar a los padres de Brian, contándoles nuestros planes.

    Ayudar a mis padres a empacar, después que decidieron vender la casa y comprar un apartamento en Washington para estar cerca de sus nietos.

    Vaciar mi antigua habitación.

    Estar en el patio trasero de la casa, intentando sin éxito contener las lágrimas mientras le decía adiós una última vez a Lumpy.

    Consolar a Lizzie durante las aparentemente interminables horas de llanto por todos los amigos que no volvería a ver.

    Firmar los documentos del préstamo, comprometiéndome por $160,000.

    Escribir el primer cheque mensual por $2,114.78, sabiendo que escribiría 239 más de esos.

    La mudanza en sí.

    Nada de eso se sintió tan real como este momento: colgar mis diplomas en mi nueva oficina.  Es sorprendente que nada hasta ahora me causara tanta impresión como martillar algunos clavos en la pared.

    Parece un poco ridículo colgar todos estos diplomas y certificados.  Pero el Dr. Morgan, uno de mis profesores favoritos en la escuela de medicina, me dijo que los pacientes cuentan con eso. ─Ellos también piensan que es ridículo, ─dijo, ─pero si no los ven, comienzan a hacerse preguntas, ¿por qué mi doctor no tiene una pared llena de credenciales como otros médicos?  ¿Tal vez no tiene tantos?  ¿Quizás esté menos calificado de lo que quiere que yo crea? ─He visto suficiente evidencia en los últimos tres años para saber que tiene razón.

    De tal forma que a la pared van todos los documentos enmarcados: mis dos diplomas, universidad y escuela de medicina; los certificados de que completé cada uno de mis tres años de residencia, junto con el reconocimiento de que durante el tercer año fui la Jefa de Residentes.

    He reservado el más importante de todos:  mi premio como la Mejor Mamá del todo el Ancho Mundo, por Siempre.  Tiene las impresiones de las manos de Lizzie, Steffy y Ben, y la firma de Brian debajo de ellas, solo para hacerlo oficial.  Fue el regalo de Navidad que recibí de Lizzie el año pasado, concienzudamente elaborado con rotuladores y enmarcado profesionalmente por Brian.

    Si ejerciera otra especialidad, tal vez lo pensaría dos veces antes de colgarlo en mi oficina donde los pacientes lo verán.  En realidad, probablemente lo haría de todas formas, pero si estuviera evaluando pacientes cardíacos o que padecen cáncer, al menos consideraría cómo reaccionarían ellos.  Como pediatra, sin embargo, parece completamente apropiado tenerlo colgado orgullosamente junto a mis otros logros.

    Laurie estuvo aquí ayer para arreglar su oficina; está justo al lado de la mía.  No estaba segura de colocar nuestros nombres en las puertas, pero ella ya lo hizo.  Va a tomarme un tiempo acostumbrarme a pensar en ella como mi igual en lugar de la doctora a cargo.  Pero está justo allí en las puertas.  Las placas con nuestros nombres son del mismo tamaño y todo. Dra. Laurie P. Kensington, MD en la suya, y Dra. Sara K. Alderson, MD en la mía.  No hay forma de decir quién es más antigua que la otra, quién está a cargo – y así es exactamente como ella lo quería.

    Todo está colgado, las fotos enmarcadas de Brian y los niños están estratégicamente colocadas en mi escritorio, todo se ve listo para mañana.  Estoy segura de que olvidé algo, pero hoy ya he revisado mi lista de pendientes una docena de veces, y si salté u olvidé algo, no voy a recordarlo de repente en este momento.

    Camino por el pasillo, paso por el cuarto de almacenamiento frente a mi oficina, sigo más allá de las salas de exámenes del mismo lado, hasta la sala de espera.  Todo se ve brillante y nuevo.  Pintamos de nuevo toda la oficina, se hizo limpiar con vapor la alfombra, contratamos una empresa de limpieza para dejar pulcra cada pulgada.  Ya está todo listo para mañana, nuestro primer día.  Espero estar lista también.

    ***

    La distancia de mi casa al trabajo es de unos cien pies.  La nueva oficina está en la planta baja de un edificio de apartamentos, el mismo edificio donde estamos viviendo.  Abro la puerta del apartamento 831, y lo primero que veo es a Brian sentado en el suelo, jugando con Ben y Steffy.  Todos tienen pequeños aviones moldeados de metal en sus manos, los gemelos se persiguen mutuamente mientras su padre se sienta en el medio haciendo sonidos ─¡vroom! ─para acompañarlos.

    ─¿Dónde está Lizzie?

    ─Tu madre se la llevó abajo a la piscina, ─responde Brian.  Una de las muy buenas cosas que tiene el nuevo hogar es la piscina detrás del edificio.  Por sí misma, proporciona distracción para que Lizzie pueda olvidar cuánto extraña a sus amigos de Philadelphia.  Pero como ha ido tan seguido, ya conoce lo que parece son la mayoría de los niños del edificio tan solo en las tres semanas que tenemos aquí, y ya tiene varios amigos nuevos.  Tendrá incluso más amigos cuando comience en primer grado en un par de semanas.

    Brian ya tiene trabajando dos semanas; de hecho su compañía tiene oficinas en el Pentágono, así que hacia allá se dirige todos los días.  La distancia para él no es mucho más larga que la mía; son diez minutos caminando desde aquí, ni siquiera vale la pena llevar el auto.

    Parece que Brian se está divirtiendo con los gemelos, así que entro a la habitación y me cambio por un traje de baño.  Iré a la piscina para ver cómo está Lizzie, y tal vez nadar un poco.  Sin embargo, antes de poder ponerme ropa sobre el traje de baño, Brian entra a la habitación y silba en mi dirección.  Eso nunca, jamás, pasará de moda.

    Cierra la puerta, dejándola solo un poquito entreabierta para que podamos escuchar a los gemelos, entonces me toma en sus brazos.  Nuestros labios se unen, y todos los pensamientos sobre la piscina, y todo lo demás, son olvidados...

    Vuelvo a la realidad súbitamente. ─¡Mami! ─Bajo la mirada para ver a Ben aferrado a mi pierna, y Steffy a la de Brian.

    ─¡Papi vamos! ─exige ella.

    ─Parece que el deber te llama, ─suspiro.  Con tres hijos, estamos acostumbrados a las interrupciones.

    ─Volveremos a...

    ─Oh, sí, así será, ─digo de acuerdo. ─Tan pronto como los niños estén dormidos esta noche. ¿De acuerdo? ─También estamos acostumbrados a aprovechar las oportunidades cuando se presentan.

    ***

    Sara está en la sala de trabajo del segundo piso en el ala este del hospital.  Ha pasado un año y medio desde la última vez que esto ocurrió, pero la sensación es inolvidable; está en el sueño de otra persona.  ¿Pero de quién?

    Colin Jackson, el año pasado fue su residente de primer año y ahora, en su tercer año, es Jefe de Residentes, está solo, revisando un montón de expedientes de los pacientes.  Mientras Sara lo observa, se da cuenta que el sueño no es de él.  Está confundida; no hay nadie más en la sala.

    Pero su confusión se despeja un momento después cuando la puerta se abre de golpe y una cara familiar aparece en ella: Paul Sorrentino, con su pequeña niña a su lado.  Grace Sorrentino, ocho años, se ve demasiado pálida, mientras que los ojos de su padre están rojos y señala a Colin amenazadoramente.

    Es el sueño de Paul, Sara está segura.  Le gruñe al pobre Colin, ─¿Para qué diablos le estoy pagando? ¡Gracie está cada vez peor!  ¡Quiero de vuelta a su antigua doctora, la Dra. Alderson!  Ella cuidaba bien a Gracie.  Dígame adónde se fue ella, ¿entiende?

    Colin se levanta, un poco nervioso, y le responde a Paul. ─Ella se fue para hacer práctica privada.  Ahora está en Washington, DC.

    ─¡La quiero de vuelta!  ¡Grace la necesita! ─grita Paul.  Mientras lo escucha, los años de entrenamiento médico de Sara se imponen.  No puede evitar observar que él no luce bien.  Su piel se aprecia un poco amarillenta, y también en las esquinas de sus ojos.  Y está segura de que se ve más delgado de como ella lo recuerda...

    ***

    Me despierto, y mi primer pensamiento consciente es: ‘Espero que no trate de buscarme,’  Pero ¿quién?  ¿Quién sería...?

    Todo me llega de golpe.  Soñé con Paul, Paul Sorrentino.  Me estaba buscando.  Estaba molesto porque me había mudado – porque ya no soy la doctora de su hija.  ¿Pero por qué tendría que molestarle ahora?  Le dije desde Mayo que me mudaría.  Para cuando Laurie y yo le presentamos al nuevo equipo del Hospital de Niños en Julio, justo antes de mudarnos, parecía estar bien con la noticia.

    Brian se está estirando para despertarse, y tengo que decírselo.  Aparte del hecho de que necesito compartir esto, necesita saberlo en caso de que Paul apareciera tocando a nuestra puerta en el futuro próximo.  No es que sea difícil para él encontrarme.

    Tiene una sonrisa en el rostro mientras se sienta, justo como yo cuando me quedé dormida.  Pero desaparece en el instante que me mira.

    Es gracioso.  Si fuéramos cualquier otra pareja, probablemente supondría que estoy nerviosa por mi primer día en un nuevo trabajo, o preocupada por nuestras finanzas, o por cómo le irá a Lizzie en primer grado o un centenar más de cosas mundanas.  Pero no nosotros.  No necesito decir ni una sola palabra para que él sepa exactamente qué sucede.

    Pasa un brazo a mí alrededor, me abraza contra él. ─¿Qué soñaste?

    ***

    En realidad no estoy preocupada porque Paul Sorrentino venga a buscarme.  Él solo quiere lo mejor para su hija, y pronto verá que el nuevo equipo en el Hospital de Niños puede cuidar de Grace tan bien como Laurie y yo.

    Aún así, verlo soñar conmigo no es algo que disfrute en realidad.  Él dijo, en el sueño, ─¡La quiero de vuelta! ─y mientras repito el sueño en mi mente, no creo que solo me quisiera de vuelta como la doctora de Grace.  Cuando pasé por todo aquello con los sueños la última vez, hace casi dos años, recuerdo preguntarme en un momento dado si estaba coqueteando conmigo.  Él era un hombre casado, pero su esposa se fue hace un año.

    No.  Eso era una locura.  Solo está preocupado por su hija.  Eso es todo.  Me digo eso a mí misma un par de veces más, y para cuando me doy un baño y me visto y bajo a mi oficina, casi he sacado a Paul y el sueño de mi mente.

    Lizzie baja a la oficina conmigo.  Laurie y yo hablamos sobre eso, y, como dijo Laurie, ─ella se comportaba bien en el hospital, no veo por qué causaría ningún problema en nuestra práctica. ─De todas formas, solo será por un par de semanas hasta que comience el colegio.

    Son las ocho cuando inserto la llave en la puerta, pero ya está abierto, aunque no abrimos hasta las nueve.  Llamo en voz alta, ─¿Quién está allí?

    ─¿Sara?  ¡Gracias a Dios!  Necesito hablar contigo, ─responde mi Mamá.  Entro y allí está ella, sentada detrás del escritorio de recepción.  Se ve agotada, como si no hubiera dormido nada anoche...

    Oh, Dios.  No fui solo yo, ¿cierto?

    Lizzie puede ver tan bien como yo lo mal que luce Mamá. ─Abuela, ¿qué pasa?

    ─No dormí bien, eso es todo, ─le dice Mamá. ─¿Por qué no vas a la sala de descanso?  Traje pasteles, y creo que hay jugo en el refrigerador. ─Soborno con comida – el último recurso de una madre (o abuela) desesperada.  Lizzie me mira y yo asiento mi aprobación.  Ella se va; eso nos compra cinco minutos.

    ─Mamá, ¿tuviste un sueño anoche? ─En realidad no necesito preguntarle.

    ─¿Cómo hiciste para superar esto? ─Ahora estoy preocupada. ─¿Cómo puedes vivir con lo que ves? ─Mis propios ojos me miran de vuelta, llenos de miedo y misterio.  Es exactamente lo que vi en el espejo, especialmente la primera vez que tuve los sueños en la universidad.

    Tomo asiento en una de las sillas de colores alegres y muy cómodas en la sala de espera. ─¿Qué viste?

    ─En realidad no fue malo.  No como algunas de las cosas que me has comentado, ─suspira. ─Pero yo – yo no quiero ver eso.  No está bien. ─Se estremece.  ¿Fue algo sobre Papá?  Ninguna de las veces que he tenido los sueños,  he visto a ninguno de mis padres, por lo cual estoy muy agradecida.  No digo nada; dejo que ella se recupere y me diga lo que vio a su propio ritmo.

    ─Vi a Kat, ─dice, finalmente. ─Ella estaba – uh, estaba en nuestra casa, nuestra antigua casa.  Se sentía miserable.  Parecía que había estado llorando por horas.  Iba por todas las habitaciones buscándonos.  A mí.  Estaba muy alterada, hablaba consigo misma.  Decía que nosotros – que yo la había abandonado.  Seguía diciendo que la había dejado sola, justo cuando más me necesitaba.

    Kat estaba muy molesta por nuestra mudanza.  Ella es mi madrina, y mejor amiga de mi Mamá, y en realidad no tiene muchas personas aparte de nosotros que sean cercanas.  El sueño pareciera que tratara de lo que yo esperaría que ella estuviera sintiendo.  Pero no tuve que verlo.  Con razón Mamá se siente tan miserable.  Tal vez ya se sentía como si estuviera abandonando a Kat, y entonces descubrir que Kat de verdad se siente así debe doler.

    No puedo recordar algún momento en que Mamá necesitara ayuda, y yo hubiera tenido las respuestas.  Pero supongo que tenía que suceder tarde o temprano. ─Lo siento, ─le digo. ─Sé lo difícil que es, Mamá. ─Definitivamente he visto cosas que no debería haber visto, cosas que las personas que estaban teniendo esos sueños se hubieran sentido completamente avergonzadas si supieran que yo los estaba viendo.

    Pero también hay cosas que nunca he visto.  No quiero decirle la verdad a Mamá.  Con todos los sueños que he tenido, con todas las cosas terribles que he visto, cosas que no le desearía ni a mi peor enemigo, nunca he visto a alguien

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1