Asalto a la base militar de las Delicias Arrasador ataque de las Farc en 1996
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La trágica noche del 30 de agosto de 1996, 415 terroristas del Bloque Sur de las Farc atacaron por sorpresa y arrasaron la base militar de Las Delicias, ubicada a orillas del Río Caquetá. Después de 17 horas de fieros combates, 28 militares perdieron la vida, 60 fueron secuestrados y 15 quedaron heridos de gravedad.
El improvisado cuartel era un sencillo conjunto de kioscos, construido al estilo maloca indígena, y habitado por una compañía de infantería del batallón de Selva N° 49, que cumplía misiones antinarcóticos, sin los criterios tácticos y técnicos inherentes a una fortificación militar.
Su precaria protección estaba constituida por una línea perimétrica de rudimentarias trincheras construidas con madera y tierra. Esta realidad, refleja el olvido de los sucesivos gobiernos colombianos, por el bienestar y dotación bélica de los de héroes inéditos, que defienden hasta con sus vidas, la soberanía, la integridad y la institucionalidad del país. Y, que además son la única representación estatal, donde los demás ministerios y agencias oficiales brillan por su ausencia.
Igual que sucede con toda crisis, el demoledor asalto a la base militar de Las Delicias sacó a flote graves realidades. Olvidado en medio de la manigua amazónica, este puesto militar carecía de refugios construidos en concreto reforzado, túneles de protección, enmallados exteriores, reflectores, y de un plan de barreras consistente.
En este caso concreto, origen humilde y escasos recursos económicos, es el común denominador entre los 28 militares muertos y los 60 secuestrados en Las Delicias. Allí no pereció ningún hijo de familias de estratos cuatro, cinco o seis.
Tampoco, perecieron, ni fueron heridos, ni cayeron secuestrados, familiares de los sabihondos estrategas de escritorio; ni de los improductivos negociadores de paz, ni de los congresistas, ni de los diputados, ni de los gobernadores, ni de los ministros, ni de los embajadores, ni de los directores de institutos, ni de los columnistas de opinión, que saben más de la guerra, que los mismos militares, que la padecen para subsanar los errores políticos de ellos.
Luis Alberto Villamarin Pulido
Luis Alberto Villamarín Pulido, natural de Fusagasugá - Cundinamarca, coronel retirado del Ejército colombiano, con 25 años de experiencia militar (1977-2002), más de la mitad de ellos dedicado a las operaciones de combate contra grupos narcoterroristas en Colombia, y después de su retiro del servicio activo, profuso investigador de temas relacionados con la geopolítica del Medio Oriente, el Asia Meridional y el continente americano; el terrorismo internacional islámico y comunista, historia y proyección estratégica de grupos islamistas como Al Qaeda, Isis, Hizbolá, el conflicto árabe israelí y la Primavera Árabe, así como la amenaza nuclear del régimen chiita de Teherán.Sus obras Narcoterrorismo la guerra del nuevo siglo, Conexión Al Qaeda, Primavera Árabe: Radiografía geopolítica del Medio Oriente, ISIS: la máquina del terror yihadista, el Proyecto Nuclear de Irán y Martes de Horror (atentados terroristas del 9-11), son referentes para el estudio, conocimiento de la complejidad política, geopolítica y geoestratégica del convulso Medio Oriente.Algunas de sus obras han sido traducidas a inglés, francés, alemán, portugués y polaco. Su libro En el Infierno traducido a inglés como In Hell, es base para una película en Hollywood-California, y los demás textos son utilizados como material de estudio en diversas universidades del mundo.
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Asalto a la base militar de las Delicias Arrasador ataque de las Farc en 1996 - Luis Alberto Villamarin Pulido
Asalto a la base militar de las Delicias
Arrasador ataque de las Farc en 1996
Coronel Luis Alberto Villamarín Pulido
Ediciones LAVP
www.luisvillamarin.co
Asalto a la base militar de las Delicias
Arrasador ataque de las Farc en 1996
© Luis Alberto Villamarín Pulido
© Ediciones LAVP
Tel 9082624010
New York USA
www.luisvillamarin.com
Email:
lualvipu@hotmail.com, lualvipu@latinmail.com
info@luisvillamarin.com, lualvipu@gmail.com
Primera edición 1997
Actualización a marzo de 2020
ISBN: 9780463109335
Sin autorización escrita del autor, no se podrá reproducir este libro ni parcial ni totalmente, ni en ninguna de las formas químicas, físicas, reprográficas, gráficas, de audio, video, impresas o electrónicas. Todos los derechos reservados. Hecho el depósito de ley en Colombia.
Asalto a la base militar de las Delicias 1996
Nota del autor
Capítulo I: Plan Estratégico de las Farc y preparación del asalto
Capítulo II: Compañía C
del éxito al fracaso
Capítulo III: El drama de 17 horas infernales
Capítulo IV: la Pesadilla, 288 días secuestrados
Capítulo V: El espectáculo de la liberación
Bibliografía
Breve biografía del autor
Obras del autor
Nota del autor
La trágica noche del 30 de agosto de 1996, 415 terroristas del Bloque Sur de las Farc atacaron por sorpresa y arrasaron la base militar de Las Delicias, ubicada a orillas del Río Caquetá. Después de 17 horas de fieros combates, 28 militares perdieron la vida, 60 fueron secuestrados y 15 quedaron heridos de gravedad.
El improvisado cuartel era un sencillo conjunto de kioscos, construido al estilo maloca indígena, y habitado por una compañía de infantería del batallón de Selva N° 49, que cumplía misiones antinarcóticos, sin los criterios tácticos y técnicos inherentes a una fortificación militar.
Su precaria protección estaba constituida por una línea perimétrica de rudimentarias trincheras construidas con madera y tierra. Esta realidad, refleja el olvido de los sucesivos gobiernos colombianos, por el bienestar y dotación bélica de los de héroes inéditos, que defienden hasta con sus vidas, la soberanía, la integridad y la institucionalidad del país. Y, que además son la única representación estatal, donde los demás ministerios y agencias oficiales brillan por su ausencia.
Igual que sucede con toda crisis, el demoledor asalto a la base militar de Las Delicias sacó a flote graves realidades. Olvidado en medio de la manigua amazónica, este puesto militar carecía de refugios construidos en concreto reforzado, túneles de protección, enmallados exteriores, reflectores, y de un plan de barreras consistente.
Tampoco poseía alarmas electrónicas, ni detectores visuales con rayos infrarrojos, ni cámaras de seguridad, ni trampas contra agresores potenciales, ni campos minados para encauzar ataques enemigos; porque estos aditamentos de seguridad militar en áreas de combate, cuestan dinero, y el gasto militar siempre ha sido visto con prevención por los dirigentes políticos, sin importar que es el imprescindible soporte para la inversión social que conduce a la paz y la tranquilidad.
Desde el nacimiento de Colombia como república independiente, el Ejército Nacional ha estado comprometido en buscar la esquiva paz. Para ello, ha enfrentado una guerra tan absurda como desigual, consecuencia de la latente corrupción administrativa en todos los rincones del país, la ineptitud, y la indiferencia de los dirigentes políticos a lo largo de la vida republicana.
En contraste, hay mezquindad de la dirigencia política y de la misma población colombiana, para reconocer que con sangre, sudor y lágrimas, los soldados han sostenido el Estado de Derecho y evitado la hecatombe de la institucionalidad, a pesar de acumular más de 50 años de ausencia de estrategias integrales para resolver el conflicto contra las Farc.
Un detenido examen del asunto, refleja que ni el Estado colombiano, ni los críticos de oficio, han concretado esfuerzos proporcionales a la necesidad, para dotar bien a las tropas, sin importar si están cerca o lejos del centro de gravedad estratégico del país, dedicadas a buscar la paz y la concordia política entre los colombianos.
Por el contrario, en ambos estamentos, abunan insensatos ponzoñosos que torpedean las asignaciones presupuestales, pero que a menudo son los mismos que con mil triquiñuelas o eluden el servicio militar, o el pago de impuestos, o ambas cosas; y además, no izan la bandera en las festividades patrias.
Año tras año, la aprobación del presupuesto para la defensa nacional genera controversia y críticas de todas las vertientes. Y cuando ya están aprobados los rubros, surgen recortes que afectan los programas de compras de equipos y entrenamiento, que para colmo de males, ya vienen de sufrir reducciones anteriores, durante el periodo de estudio previo a la asignación de los recursos.
A pesar de las limitaciones presupuestales, las tropas combaten contra el narcotráfico, la guerrilla, la delincuencia común, y otros agentes generadores de violencia, a menudo apadrinados por deshonestos dirigentes políticos, incrustados en las instituciones, sostenidas y protegidas por los soldados.
De remate, los medios de comunicación publican los comentarios, a veces mordaces y desconsiderados escritos por estrategas de escritorio, cuya única vivencia de la guerra— excepto aquellos que tienen cercanía política o sentimental con los terroristas— ocurre cada vez que posan frente a un computador, un micrófono o una cámara de video, para elucubrar o despotricar de algo que no conocen, pero de lo cual hasta pontifican.
Cuestionan la eficiencia operacional de las unidades militares frente a la cantidad de presupuesto asignado, pero nunca reconocen limitaciones de personal y dotaciones, que padecen las tropas por el desgastador efecto de la guerra. Tampoco solucionan el problema, porque desconocen o ignoran los alcances de la estrategia enemiga.
Estos opinadores de lo que desconocen, editorializan, sin detenerse debido a tanta mediocridad, el soldado guerrea hasta entregar su vida en defensa de los compatriotas incluidos esos criticones, como ocurrió con los 28 héroes de la base militar de Las Delicias.
Hay una lógica absurda. Se exige eficacia a un Ejército mal pago, mal dotado, vilipendiado, y, sin respaldo político o jurídico de quienes lo conciben como un mal necesario y no como su guardián. Al mismo tiempo, presionado por las constantes denuncias de presuntas violaciones a los derechos humanos, blanco predilecto de la corrosiva propaganda comunista.
En este caso concreto, origen humilde y escasos recursos económicos, es el común denominador entre los 28 militares muertos y los 60 secuestrados en Las Delicias. Allí no pereció ningún hijo de familias de estratos cuatro, cinco o seis.
Tampoco, perecieron, ni fueron heridos, ni cayeron secuestrados, familiares de los sabihondos estrategas de escritorio; ni de los improductivos negociadores de paz, ni de los congresistas, ni de los diputados, ni de los gobernadores, ni de los ministros, ni de los embajadores, ni de los directores de institutos, ni de los columnistas de opinión, que saben más de la guerra, que los mismos militares, que la padecen para subsanar los errores políticos de ellos.
En contraste, el deseo colectivo de victoria es patético. Toda la sociedad colombiana, quiere que los militares ganen la guerra contra el terrorismo comunista, pero a la vez solo quiere, que sean los hijos de los campesinos y de los estratos uno, dos y tres, quienes pongan el pecho.
Para los estratos altos, el servicio militar es una pérdida de tiempo. Y si por algún motivo sus hijos son incorporados a las filas castrenses, los reacios al Ejército, pero amigos de politiqueros, hacen todo lo posible, para que sea en el Batallón Colombia No. 3 en El Sinaí, con el deseo que ganen dólares y conozcan esa parte del mundo por cuenta del erario público.
Ninguno de ellos quiere que sus hijos vayan como soldados de la patria a combatir contra las Farc al Caquetá, el Putumayo, Magdalena Medio, el Urabá, el Sur del Tolima, el Nordeste Antioqueño, el Arauca, el Meta, el Guaviare, o el Sumapaz. Eso que lo hagan los colombianos que no tienen posibilidades de estudiar y si pueden perder tiempo.
Asalto a la base militar de las Delicias-1996, es un texto vibrante, escrito a partir de los relatos de los sobrevivientes al sangriento ataque a la base de las Delicias. Es un resumen autocrítico y secuencial de los hechos que condujeron al desenlace de la asimétrica batalla. Por añadidura, esboza asuntos puntuales del Plan Estratégico de las Farc.
Este relato refleja de manera objetiva la indiferencia crónica de la dirigencia política frente al conflicto armado, la insuficiente dotación de las Fuerzas Militares para combatir contra una agrupación terrorista boyante en recursos, el subdesarrollo de los llamados Territorios Nacionales y los alcances del narcotráfico en la guerra interna.
Los dramáticos testimonios del subteniente Iván Fernando Torres Yate, el sargento Lucas Pérez García, y de los cabos Daniel Humberto Suárez Torres, Martín Ricardo Nausil Daza, Omar Eduardo Angulo Beltrán, Juan Carlos Bernal Toloza y César Augusto Bueno Beltrán, reflejan sinceridad, sensatez, espíritu crítico constructivo y objetividad, para compendiar la dramática experiencia padecida, algo hasta esa fecha, sin antecedentes en el prolongado conflicto colombiano.
El texto que está leyendo, resume el Drama de quienes combatieron durante 17 horas infernales de desigual ataque; la Pesadilla de 288 días que permanecieron secuestrados; y el estoicismo de las víctimas para soportar el Espectáculo de la liberación, articulado por la debilidad e ingobernabilidad del presidente Ernesto Samper, las Farc, la Iglesia Católica y la Cruz Roja Internacional.
De remate, los luctuosos hechos en Las Delicias Putumayo, coincidieron con la época más cruda de la crisis de gobernabilidad que afrontó durante cuatro años (1994-1998), el cuestionado presidente Ernesto Samper Pizano, atado a ceder y con muy poco espacio de maniobra política, derivada de la persistente sindicación de haber recibido dineros del Cartel de Cali para financiar su campaña presidencial.
Que la sangre derramada por quienes ofrendaron sus vidas en el violento combate para defender la base militar de Las Delicias y la tragedia de los sesenta militares secuestrados, sirva de punto de reflexión a todos los colombianos, para comprender y respaldar el combate por preservar la institucionalidad, la soberanía y la integridad nacionales, que a diario libran los héroes anónimos, verdaderos personajes del siglo XX en el país.
Coronel Luis Alberto Villamarín Pulido
Autor de la obra
Capítulo I
Plan Estratégico de las Farc y preparación del asalto
—Camaradas: Encaramar un guerrillero con una ametralladora en un árbol, es poner un blanco fácil para la fusilería enemiga. Explíquenme mejor eso— aseveró Tirofijo.
—Atacaremos cuando los soldados estén dormidos. Primero los comandos de la Teófilo Forero que fueron entrenados por Iván Vargas, eliminarán a los guardias. Enseguida los artilleros lanzarán los cilindros, las bombas y las granadas— aclaró presuroso Fabián Ramírez, bebió un sorbo de café y prosiguió:
—Los primeros sobrevivientes dispararán sin precisar de donde son atacados. Aturdidos por las explosiones; confundidos por las sombras de la noche, y emproblemados por los muertos o heridos que caigan en la primera arremetida fariana, los soldados quedarán ex puestos por todos los sectores. Ese será el momento indicado para aferrarlos al terreno—
—Desde el árbol, el ametrallador barrerá con cortinas de fuego todo lo que se mueva dentro de la base, pues tendrá la ventaja de disparar de arriba hacia abajo con amplia observación sobre el objetivo— complementó Pedro Martínez cabecilla del Frente 48, mientras sostenía la mano izquierda recargada contra un frondoso árbol selvático.
—Cualquier sobreviviente una explosión cercana, sea ileso o herido, demora 45 segundos para recuperarse y ubicarse. Basados en este principio, de entrada, lanzaremos muchas bombas sobre el objetivo. Varias explosiones seguidas atolondrarán a los soldados. Algunos se entregarán, porque quedarán atrapados en la sin salida. El éxito dependerá de la sorpresa, porque los cogemos dormidos— complementó Joaquín Gómez.
—¿Cuál es el punto más crítico del objetivo táctico-militar y en qué momento se define el curso del combate?— indagó Tirofijo.
—Alcanzaremos la ventaja total, cuando derribemos las antenas de comunicaciones y destruyamos la planta eléctrica utilizada para recargar las baterías. Aislados del mundo exterior, los soldados sentirán angustia, presión sicológica y experimentarán una especie de abandono por parte de sus superiores y compañeros—añadió el mocho César.
—Los comandantes se sentirán desmotivados por la falta de refuerzos, pues para comunicarse con La Tagua, Leticia o Bogotá, necesitarán antenas altas con cables templados y baterías disponibles. Así salven los radios del bombardeo inicial, no tendrán contacto con sus superiores, pues el volumen de fuego fariano les impedirá reinstalar las antenas y operar la planta eléctrica— complementó Rolando Romero.
—¿A cuántos prisioneros de guerra, calculan echarle mano
?—preguntó Tirofijo.
—Según cálculos moderados apañaremos entre 15 y 20 militares, con énfasis en los coman-dantes. Hemos previsto una comisión para el cuido de los retenidos. Vamos a encaletar economía cerca del objetivo para alimentar a los prisioneros, pero que la carguen ellos—
—¿Cuántas unidades tiene en total el bloque sur y cuantas pelearán en el copamiento?—
—En la actualidad, tenemos 830 combatientes de los frentes 14, 15, 32, 48, 49 y las compañías móviles. De estos, 250 (30%) se quedarán con los milicianos dedicados a la organización de las marchas contra el glifosato; 165 (20%) permanecerán en asistencia político-ideológica de las masas en las zonas de operaciones de cada frente. Y, 415 (50%) atacarán las Delicias. Tendremos ventaja de casi 4 a 1, pues en la base permanecen más o menos 110 unidades enemigas— aclaró Joaquín Gómez—
—El Secretariado en pleno acordó lanzar la ofensiva sincronizada a nivel nacional, el 30 de agosto venidero. Habrá cerca de 30 acciones en diferentes partes del país con el fin de distraer la atención del enemigo, que tarde se dará cuenta del golpe maestro: Ataque arrasador a Las Delicias y presión política con las marchas contra el glifosato en Guaviare y Caquetá. Lo esencial es sacar ventaja estratégica con esta acción— aseveró Tirofijo, ante al atento mutismo de sus contertulios. Luego agregó:
—Acorralado, el gobierno de Samper aceptará las condiciones impuestas por las Farc para liberar a los prisioneros. Con tropas amarradas al control de las marchas, habrá pocas unidades para perseguir la guerrillerada que realice la acción—
—Pero si la presión militar del enemigo es muy fuerte y cambia el escenario táctico, previa autorización del Secretariado, tocará pasar a todos los prisioneros aquí a esta selva ecuatoriana, hasta cuándo se den condiciones de seguridad para devolverlos a Colombia. Debe quedar muy claro, que ninguna unidad fariana puede combatir contra las Fuerzas Armadas ecuatorianas, a menos que ya no quede otra opción—
—No pierdan de vista, que después de la ofensiva fariana el enemigo lanzará su contraofensiva, y que la seguridad del desplazamiento de los retenidos para negociar su liberación, dependerá de la habilidad que tengamos para distraer o desviar el ímpetu de la persecución enemiga—
—Terminado el ataque— replicó Rolando Romero— dejaremos destacamentos en contacto para detener con emboscadas y hostigamientos el avance del Ejército oficial, reuniremos los prisioneros de guerra en uno o varios campamentos cercanos a este, y los mandos nos agruparemos aquí en territorio ecuatoriano, para hacer la autocrítica de la operación—
—Refinen bien todo y prevean muchos más de los cálculos normales, pues las situaciones de guerra son siempre imprevisibles. Hagan muchos ensayos, sin escatimar detalles. El objetivo es una compañía de infantería completa. Su volumen de fuego es alto, por lo tanto, si colgamos la seguridad, o actuamos a la ligera, también nos pueden causar muchas bajas. Nunca se debe subestimar al enemigo— respondió Tirofijo.
—Hemos ensamblado suficientes artefactos explosivos, para desmoralizar a los soldados, causarles muchas bajas y destruir su atrincheramiento. Hay suficientes artilleros entrenados para operar los morteros— interpeló el nicaragüense alias José o el gringo, encargado de la fabricación de armas artesanales.
—Al combate llevaremos 312 fusiles, 6 ametralladoras, 03 lanzagranadas, 03 che 60 , 02 morteros de 60 mm, 18 rockets, 600 bombas, 183 granadas de mano M-79, 160 granadas de che 60, 56 granadas para morteros de 60 mm, 10 granadas de fusil 7.62, 05 granadas antitanques, 74 armas cortas, 62.800 tiros para fusil, 3700 tiros para armas cortas, 74 radios de 2 mts., 14 radios HF, 3 cámaras de filmación, dos escáner (sic) para interceptar radio-comunicación. A manera de ejemplo, en lo referente a fusiles, vamos con ventaja de 3 a 1— puntualizó el mocho César cabecilla del Frente 15, al finalizar la lectura de un documento que contenía tales cifras. Luego añadió:
—Las bombas fueron fabricadas acorde con las instrucciones del Secretariado. Rellenamos recipientes plásticos de cinco galones, con TNT, brea, metralla y ex crementos humanos… También hay suficiente parque disponible para reamunicionar las oleadas de ataques—
—La fuerza atacante es numerosa, pero la defensora se encuentra fortificada en una posición fija. Para que haya éxito y mínimas bajas farianas, el ataque exige muchas coordinaciones en los puntos de reunión iniciales, en la toma del dispositivo y en el relevo escalonado de las unidades atacantes—anotó Tirofijo.
—Así está previsto. El primer ataque sobre el objetivo principal, lo lanzan las Fuerzas Especiales de la Teófilo y los escogidos del 32. Luego los relevan el 14 y el 15, y después el 48 y el 49. El ciclo se repite las veces que sea necesario— aclaró Fabián Ramírez.
—Ya tengo una idea general con la información de la parte táctica, pero quiero saber: ¿cómo ha sido el acopio de inteligencia operativa para esta misión?, ¿Se han cumplido las directrices del nuevo modo de operar de las Farc, a partir de la penetración del objetivo y la concentración escalo-nada de fuerzas para el ataque?— preguntó el anciano cabecilla.
—Isaías Perdomo, segundo al mando del Frente 14 comenzó a desarrollar el programa de trabajo el 17 de diciembre del año pasado. Envió a Roberto, Darwin y Camilo, hasta la bocana del río Mecaya, para que se reunieran con Ramiro y Eulises, quienes los llevaron a trabajar en la finca de los milicianos Esteban, el perro, y su hijo, ubicada al norte de Las Delicias. Desde allí los tres compañeros adelantaron todas las labores de inteligencia— contestó Fabián Ramírez, y señaló con un lapicero los sitios nombrados, sobre un rústico gráfico elaborado a mano-alzada.
—Al poco tiempo— complementó Joaquín Gómez— el compañero Camilo, experto en pesca con anzuelo, ganó la confianza del capitán David Zambrano Zambrano comandante de la Compañía A
acantonada en Las Delicias. En menos de lo que suponíamos, mientras pescaban, el militar y el compañero sostuvieron largas y amenas charlas. Con suma rapidez conocimos todo el sistema de seguridad de la base y el estado anímico del enemigo—
—Parece que los soldados no están bien comandados y que ese oficial es flojo para el combate—agregó Fabián Ramírez—porque en una de las salidas a pescar, el capitán Zambrano comentó a Camilo:
—En caso de un ataque guerrillero, no voy a hacer matar a mis hombres—
—En total— añadió Joaquín Gómez—hemos invertido 56 millones de pesos, en gastos tales como la compra de explosivos aquí en el Ecuador, transporte de mate riales, motosierras para construir la réplica de la base, el combustible y hasta en invitaciones a algunos militares para comer y tomar cerveza en el caserío—
—¿Qué más inteligencia tienen sobre el objetivo?— preguntó Tirofijo, con vivo interés por estar entera do de todo el proceso de acopio de información, pero en particular para verificar que se cumplieran las nuevas di rectrices del Secretariado para ese tipo de acciones.
—Varias cosas— replicó Fabián Ramírez y se extendió en explicaciones:
—Los soldados pertenecen al batallón de Selva No. 49 con sede en La Tagua-Putumayo, adscrito al Ejército, pero en la actualidad, está bajo el mando operacional del Comando Unificado del Sur (CUS), a su vez, dependiente del Comando General de las Fuerzas Militares—
—La oficina del comandante del CUS, está en Leticia a más de 800 kilómetros de distancia de Las Delicias. Esto les dificulta el apoyo aéreo o terrestre, pues para coordinar cualquier refuerzo deben agotar unos pasos burocráticos de la cadena de mando Leticia-Bogotá y viceversa. Son tropas que parecieran estar abandonadas a su suerte, pues nunca ha venido un general a visitarlos, ni siquiera el coronel comandante del batallón que está en La Tagua—
—Roberto y Darwin aprovecharon que los militares recibieron órdenes de los mandos de Bogotá y Leticia, para integrarse con la población civil y comprar los productos agrícolas a los campe-sinos. Con esa fachada, los dos compañeros lograron entrar a la base a vender yucas, plátanos y gallinas, y consiguieron permiso para participar en campeonatos de fútbol con equipos de los soldados—
—Con suficiente tiempo, Roberto y Darwin filmaron un video detallado dentro de la base y sus alrededores. Procesada esa información, identificamos en el terreno las rutas de aproximación que nos favorecen, los ángulos muertos de las armas de tiro curvo del enemigo, y los puntos más críticos para quien defiende y quien ataca; que tipos de armas poseen las tropas, donde duermen los comandantes, etc—
—Con todos esos datos estamos dedicados a construir la réplica de la base de Las Delicias a orillas del río Suncillas, al occidente de Remolino del Caguán. Aquí tengo una copia del video editado y del informe de Roberto y Darwin. Si desea, puede verlos camarada Manuel— complementó Rolando Romero y le entregó el video-cassette, junto a un documento escrito a mano con estas anotaciones:
—El objetivo está ubicado de oriente a occidente, al bordo (sic) del río Caquetá y un filo angosto que lo rodea. Potrero por el oriente, el sur y