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Pacto Farc-Santos
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Pacto Farc-Santos

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Pacto, Farc-Santos subtitulado Efectos geopolíticos y geoestratégicos de un error histórico, recopila y analiza los aspectos más resaltantes de las conversaciones de paz realizadas en La Habana Cuba durante el lapso 2012-2016, entre los delegados del gobierno colombiano y algunos cabecillas de las Farc.

El pacto Farc-Santos firmado dos veces por el presidente Juan Manuel Santos y el terrorista Rodrigo Londoño alias Timochenco, es uno de los grandes errores geopolíticos en el manejo de los objetivos e intereses nacionales, a lo largo de la historia colombiana.

Aunque el supuesto propósito de lo pactado era subsanar los errores crónicos del manejo político administrativo para erradicar la violencia crónica en la vida política colombiana, las imposiciones de los terroristas y las claudicaciones del gobierno colombiano, abrieron el boquete para que la violencia siga.

Santos había prometido que si perdía el plebiscito renunciaría a seguir ejerciendo la presidencia y que respetaría la voluntad del pueblo colombiano, pero no cumplió ninguna de las dos promesas.

A lo largo de la obra el autor demuestra que al gravitar alrededor de un plan estratégico, llevado a la práctica mediante la combinación de todas las formas de lucha, plan al cual no han renunciado las Farc, este grupo terrorista está inmerso en una guerra integral contra Colombia, que desde su óptica solamente terminará cuando los comunistas armados y desarmados gobiernen a Colombia.

Para el efecto, Pacto Farc-Santos, efectos geopolíticos y geoestratégicos de un error histórico analiza parte por parte las estratagemas de las Farc, mediante las cuales obtuvieron desde el inicio de las conversaciones la ventaja política, impusieron la iniciativa estratégica, anularon la capacidad operacional del Estado y lograron un empate táctico de sumatoria cero, que les garantizo, elaborar y manejar la agenda de conversaciones, manipular los ritmos e imponer el tiempo de cada etapa.

Con sólidos argumentos contrastados con el pensamiento estratégico de Sun Tzu, Karl von Clausewitz, Napoleón Bonaparte, Federico el Grande, y los principios básicos universales de defensa nacional, geopolítica, estrategia y táctica, además de los principios internacionales de las técnicas de negociación, confrontados con cada una de las etapas del proceso.

Después presentar múltiples reflexiones en torno a estos temas, el autor concluye que fiel a la nefasta tradición de la dirigencia política colombiana, el presidente Juan Manuel Santos sobrepuso su vanidoso deseo de ser distinguido con el Premio Nobel de Paz, actuó con miopía geopolítica en las negociaciones de paz con las Farc en Cuba y abrió el boquete para nuevas violencias en el país, porque se legitimó el narcotráfico dejado a expensas de las Farc, al dividir el futuro del país entre el Heartland o corazón del país en manos de las élites tradicionales y el Hinterland o periferia controlado por los terroristas en los campos social, político, económico y cultural, conseguido con argucias por las Farc que impusieron sus puntos de vista frente a los cuales el gobierno Santos claudicó.

Es una obra ideal para estudiar los errores que no se pueden cometer en una negociación política, e inclusive se pueden hacer analogías aplicables a todo tipo de negociación, con base en la proyección geopolítica, la importancia geoestratégica de las dos partes sentadas en la mesa.

Dadas las anteriores razones, este es un texto recomendado para lectores en general o para quienes por su labor investigan en temas de historia, geopolítica, estrategia, defensa nacional, inteligencia militar, terrorismo, técnicas de negociación, conflicto colombiano y ciencias políticas.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento21 ago 2017
ISBN9781370654260
Pacto Farc-Santos
Autor

Luis Alberto Villamarin Pulido

Luis Alberto Villamarín Pulido, natural de Fusagasugá - Cundinamarca, coronel retirado del Ejército colombiano, con 25 años de experiencia militar (1977-2002), más de la mitad de ellos dedicado a las operaciones de combate contra grupos narcoterroristas en Colombia, y después de su retiro del servicio activo, profuso investigador de temas relacionados con la geopolítica del Medio Oriente, el Asia Meridional y el continente americano; el terrorismo internacional islámico y comunista, historia y proyección estratégica de grupos islamistas como Al Qaeda, Isis, Hizbolá, el conflicto árabe israelí y la Primavera Árabe, así como la amenaza nuclear del régimen chiita de Teherán.Sus obras Narcoterrorismo la guerra del nuevo siglo, Conexión Al Qaeda, Primavera Árabe: Radiografía geopolítica del Medio Oriente, ISIS: la máquina del terror yihadista, el Proyecto Nuclear de Irán y Martes de Horror (atentados terroristas del 9-11), son referentes para el estudio, conocimiento de la complejidad política, geopolítica y geoestratégica del convulso Medio Oriente.Algunas de sus obras han sido traducidas a inglés, francés, alemán, portugués y polaco. Su libro En el Infierno traducido a inglés como In Hell, es base para una película en Hollywood-California, y los demás textos son utilizados como material de estudio en diversas universidades del mundo.

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    Pacto Farc-Santos - Luis Alberto Villamarin Pulido

    INDICE

    Radiografía del Pacto Farc Santos

    Paz y Plan Estratégico de las Farc

    Temas de la Agenda

    Visualización geopolítica y geoestratégica del pacto Farc-Santos

    Cronología del Pacto Farc-Santos

    Breve Biografía del Autor

    Bibliografía

    Otras Obras del Autor

    RADIOGRAFIA DEL PACTO FARC-SANTOS

    La geopolítica y la geoestrategia son tan antiguas como las organizaciones humanas. Ambas existen desde cuando las comunidades nómadas trashumaban en busca de alimentos y refugios, como consecuencia de los efectos climáticos y la inadecuada explotación de los suelos, pero tomaron mayor forma, cuando grupos de seres humanos se asentaron para explotar los recursos naturales y dominar espacios geográficos que identificaron como propios. Sin embargo, solo hasta finales de la Primera Guerra Mundial, la geopolítica y la geoestrategia comenzaron a catalogarse como ciencias sociales.

    Según el Diccionario de la Real Academia Española, geopolítica significa estudio de los condicionamientos geográficos de la política, y, geoestrategia significa estrategia basada en el conocimiento y análisis de las condiciones geográficas de una región.

    Con base en las definiciones anteriores, en términos reales y prácticos, la geopolítica y la geoestrategia inciden en la capacidad integral de los Estados para influir sobre los vecindarios, para formular su política interna y para integrar bloques políticos, económicos, culturales o sociales. En consecuencia, Estado cuyos dirigentes políticos carezcan de visión geopolítica, tienden a vivir en el caos o a desaparecer, porque la geopolítica y la geoestrategia son entes vivos y activos.

    Desde esa óptica, la guerra y la paz hacen parte de la geopolítica de los Estados, pues ambos fenómenos sociales se relacionan con la historia, la geografía y la capacidad de inteligencia estratégica de las fuerzas de seguridad, encargadas de identificar amenazas y agresiones reales o potenciales contra la integridad del Estado, la nación y la paz de los pueblos.

    Vistas dichas consideraciones y llevada a cabo la analogía respectiva, es evidente que la agresión armada del Partido Comunista Colombiano por medio de las Farc contra la institucionalidad, la integridad territorial y la soberanía nacional, es un proceso de guerra revolucionaria, que se consolida con elementos geopolíticos y geoestratégicos, a los cuales no se les ha dado valoración adecuada, debido al desconocimiento de la dirigencia política de los conceptos esenciales de la geopolítica para la defensa nacional, y a la ignorancia funcional de los altos mandos militares, en el funcionamiento de la mal orientada política gubernativa en Colombia, que en 200 años de vida republicana, no ha articulado el poder civil con el concepto integral de la defensa nacional. Dicho divorcio ha resultado nefasto para la proyección geopolítica de Colombia.

    Al evaluar hechos concretos, la conflictiva historia de Colombia ratifica que los dirigentes políticos civiles desconocen la integralidad de la defensa nacional y en reciprocidad los mandos militares no entienden, por qué funciona el estilo de política con visos de politiquería e inadecuado manejo de la cosa pública, como lo han hecho durante dos siglos ininterrumpidos, las élites que han ocupado cargos gubernamentales en Colombia y creen tener un derecho hereditario para rotarse el mismo.

    Tan cruda realidad ocurre porque el Estado colombiano carece de objetivos nacionales; los altos cargos públicos son ocupados por amiguismo y no por capacidades profesionales; la corrupción e ineptitud han sido signos característicos de casi todos los gobernantes; perviven prevenciones contra los militares para que no se preparen como estadistas, pero, estos tampoco hacen el esfuerzo por estudiar estos temas; y se desoye la necesidad de integrar la nación como ente pluricultural, multiétnico y diverso.

    Todo eso, además de otras debilidades estructurales del Estado, que confluyen en miopía político-estratégica para formular proyectos a largo plazo alrededor de objetivos nacionales; miopía que se refleja en inexistente concepción del valor geopolítico de Colombia, correlacionado con su privilegiada posición geoestratégica en el planeta.

    Desde la aparición de las Farc como grupo terrorista de orientación marxista-leninista y brazo armado del Partido Comunista Colombiano, que pretende tomar el poder político central por medio de la combinación de todas las formas de lucha, los cabecillas del Secretariado y los cómplices políticos desarmados, han tenido inconclusas conversaciones de paz o aproximaciones calculadas, para ganar tiempo sin ceder en nada, con los gobiernos de Julio César Turbay, Belisario Betancur, Virgilio Barco, César Gaviria, Ernesto Samper, Andrés Pastrana, Álvaro Uribe y Juan Manuel Santos.

    Lo insólito es que hasta la fecha de escribir este libro (año 2017), no existen estudios serios y consistentes de alguna entidad del Estado colombiano, para analizar los aciertos y desaciertos de esos procesos de paz, o de las aproximaciones para conversar con los grupos terroristas. Es tan evidente esa ignorancia que 67 años después de que Juan de la Cruz Varela iniciara la construcción de mini-estados paralelos dentro del Estado en el Páramo de Sumapaz, los cabecillas de las Farc conservan la misma línea política, y los dirigentes políticos de hoy siguen como los de esa época, sin entender la visión geopolítica e integral de la revolución comunista, para la toma del poder en Colombia.

    Por ende, tampoco hay estrategias claras. Los gobernantes de turno llegan a las mesas de conversaciones con los terroristas, a improvisar con arrogantes funcionarios que se tornan en expertos en el tema de la noche a la mañana. Mientras tanto, los comunistas armados y desarmados desarrollan proyectos preconcebidos con objetivos definidos en torno a la toma del poder, para implantar en Colombia una dictadura marxista-leninista similar a la cubana, sin importar el tiempo y los medios que requieran para el efecto, pues cada paso dado es un salto cualitativo, al que hay aferrarse para seguir avanzando, para cumplir con su destino de clase proletaria, no para cambiar los objetivos de su Plan Estratégico.

    El 1° de marzo de 2008, las Fuerzas Militares de Colombia propinaron a las Farc un contundente golpe táctico de trascendentales alcances político-estratégicos. Mediante un sorpresivo bombardeo aéreo en la selva de Sucumbíos dentro de territorio ecuatoriano, fue dado de baja el cabecilla terrorista Raúl Reyes en un campamento clandestino, donde se refugiaba con la complicidad de Rafael Correa, para la época presidente del vecino país.

    Durante el registro del área efectuado por las tropas que desembarcaron en el lugar, fueron incautados tres computadores, nueve dispositivos electrónicos y la agenda personal de Raúl Reyes. Al decir de Tirofijo, ocho años más tarde ratificado por Pastor Alape, allí el enemigo descubrió todos los secretos de las Farc.

    Entre muchos aspectos esclarecidos en los archivos electrónicos de Raúl Reyes, quedó al descubierto que los gobiernos izquierdistas de ese momento en Ecuador, Venezuela, Bolivia, Argentina, Brasil, Paraguay, Nicaragua y Cuba conspiraban alrededor de un complot estructural contra Colombia, en asocio con el Foro de Sao Paulo, los partidos comunistas de varios países del mundo, algunas organizaciones sociales asentadas en las mismas zonas de influencia de las Farc, reconocidos narcotraficantes, y personajes izquierdistas conocidos en los círculos políticos del país y de otras latitudes, incluidos algunos dirigentes izquierdistas del Partido Demócrata de Estados Unidos.

    La publicación de algunos de los documentos electrónicos incautados a Raúl Reyes desató una tormenta diplomática. El mandatario venezolano Hugo Chávez vociferó en la sede de la asamblea nacional venezolana, que las Farc y el Eln no eran terroristas, desafiante envió tropas a la frontera binacional con Colombia, e instigó a Rafael Correa, para que rompiera relaciones diplomáticas, e irrespetara a Colombia, mediante fingida dignidad de vitrina, por una supuesta agresión armada de tropas colombianas contra Ecuador como nación.

    El propósito de las histriónicas reacciones de Correa y Chávez, era desviar la atención del grave comprometimiento de ambos mandatarios izquierdistas con las Farc, grupo armado catalogado como organización terrorista por casi todos los gobiernos del planeta.

    En ese momento Chávez estaba comprometido a entregar 230 millones de dólares a los terroristas, para que consiguieran misiles tierra-aire y otras armas de alto poder requeridas en su Plan Estratégico, para nivelar la capacidad de combate con las Fuerzas Militares colombianas. Y Correa estaba abriendo importantes espacios políticos a las Farc en Ecuador, debido a que los terroristas le habían apoyado con 400.000 dólares para su reciente campaña presidencial, además de tener a varios funcionarios en permanente coordinación político-organizativa con Raúl Reyes y los demás narcotraficantes asentados en la frontera colombo-ecuatoriana.

    En menos de una semana después de la caída de Reyes, un escolta asesinó al cabecilla Iván Ríos en zona rural del departamento de Caldas y como prueba fehaciente del homicidio, llevó ante las autoridades judiciales, la mano derecha del delincuente abatido. Veinte días después murió Tirofijo a causa de un paro cardiaco. Cuatro meses más tarde, el 2 de julio de 2008, el Ejército rescató mediante la Operación Jaque en la selva del Guaviare a tres contratistas estadounidenses, once militares y policías, y una excandidata presidencial.

    En vista de la seguidilla de golpes tácticos con profundas consecuencias políticas, sicológicas, y estratégicas sobre los terroristas de base, Alfonso Cano implementó el Plan Renacer, cuyas directrices fueron trazadas en la Novena Conferencia de las Farc en marzo de 2007:

    (a) Regresar a la guerra de guerrillas, (b) Incrementar la presencia de Milicias Bolivarianas, Partido Comunista Clandestino y Movimiento Bolivariano Clandestino sobre los emporios cocaleros en el Litoral Pacífico, las fronteras, el Nudo de Paramillo, el Bajo Cauca y el Magdalena Medio. (c) incrementar el uso de minas antipersona. (d) aumentar el boleteo, el secuestro y las extorsiones, ampliar la presión geopolítica y geoeconómica sobre la minería ilegal, y buscar a toda costa conversar de paz con el gobierno de turno, no para desmovilizar a las Farc sino para ganar tiempo y espacio en concordancia con el Plan Estratégico.

    Obsesionado con neutralizar a todos los cabecillas de las Farc, el presidente Álvaro Uribe Vélez, mantuvo la presión militar contra todas las estructuras de las Farc, conservó la iniciativa político-estratégica del Estado, impulsó la ofensiva táctica y desenmascaró el complot internacional que se tejía contra Colombia.

    Sin embargo, sobrevinieron varios errores nacidos de las consuetudinarias disputas por el poder y las cuotas burocráticas que corroboran la miopía geopolítica de la dirigencia política, jurídica y legislativa colombiana, que sigue sin racionalizar que la agresión comunista pretende suplantar a esas élites e implantar cabildos, legislaciones y tribunales marxistas-leninistas en todo el territorio nacional.

    En medio de esas pugnas politiqueras ajenas a la proyección geopolítica y el fortalecimiento geoestratégico de Colombia, la Corte Suprema de Justicia se convirtió en un partido de oposición al gobierno nacional, porque funcionarios de la administración Uribe instalaron escuchas ilegales en los recintos de los magistrados.

    En evidente venganza por estos hechos, los magistrados de la Corte Suprema de Justicia negaron validez a las pruebas halladas en los computadores y dispositivos electrónicos de Raúl Reyes, con el argumento que se había perdido la cadena de custodia, pues el Ejército colombiano ha debido entregar los computadores al gobierno ecuatoriano, para que este los enviara por vía diplomática a la justicia colombiana. Algo similar a la moraleja de la fábula del poeta Rafael Pombo: Como el ratón se robaba el queso, la solución era poner al gato a cuidar al queso y al ratón

    Producto de su apasionamiento revanchista contra el presidente Uribe, los ilustres magistrados que tomaron esa cuestionable decisión, pensaron primero en ellos y no en la defensa nacional, ni en la proyección geopolítica de país, y de paso, permitieron que todos los cómplices de las Farc comprometidos en esos hallazgos, se burlaran de los colombianos. No obstante, en operaciones posteriores las Fuerzas Militares y la policía colombianas, incautaron más computadores a otros cabecillas de las Farc abatidos en diversas operaciones.

    En esos computadores estaban los mismos datos de los encontrados en los dispositivos personales de Raúl Reyes, pero como para entonces ya el nuevo presidente colombiano Juan Manuel Santos estaba empecinado en su Premio Nobel de Paz, y contaba con un fiscal general de su misma línea procedimental, nunca se utilizaron esas pruebas para judicializar a los cómplices nacionales e internacionales de las Farc, o para intervenir todos los multimillonarios bienes del grupo narcoterrorista, con lo cual se hubiera bloqueado su Plan Estratégico.

    La elección en 2010 y la reelección en 2014 como presidente de la república de Juan Manuel Santos, estuvieron salpicadas por una serie de cuestionamientos, que incluyen ingresos de dineros no reportados por su campaña electoral a la autoridad competente, provenientes de la cuestionada por corrupción en todo el continente firma brasileña de construcción Odebrecht, y, denuncias de la oposición por supuestos ingresos de 12 millones de dólares entregados por narcotraficantes en 2010.

    A eso se sumó la documentada fama de desleal y tramposo que adquirió el mandatario colombiano Juan Manuel Santos, al traicionar a su jefe político y antecesor Álvaro Uribe; manipular a las Fuerzas Militares a los antojos de su conveniencia egocéntrica; mentir de manera sistemática a los colombianos en todos los aspectos cruciales de su gobierno; decir que el burdo presidente venezolano Hugo Chávez era su mejor nuevo mejor amigo; e iniciar en contubernio con su hermano Enrique Santos unas azarosas e inciertas negociaciones de paz, con las Farc, con el desaforado deseo personal de conseguir para sí, el Premio Nóbel de Paz, mediante la manipulación de todos los funcionarios oficiales y el derroche de dineros públicos, que fueran necesarios para alcanzar esta meta.

    En la elección y reelección presidencial de Juan Manuel Santos se suman varios factores negativos de miopía político-estratégica del pueblo colombiano y sus dirigentes, con la obvia consecuencia de la ignorancia colectiva en asuntos de defensa nacional y geopolítica, los cuales son consuetudinarios y reiterativos a lo largo de la historia republicana del país.

    El primer responsable de que Santos haya llegado a ser presidente, es Álvaro Uribe Vélez, quien en el periodo histórico que inició a cosechar resonantes éxitos tácticos derivados de la efectividad de la Estrategia de Seguridad Democrática desarrollada por las tropas y no por que hubiera genialidades o acertada dirección de los ministros de defensa de turno, en lugar de nombrar a un ministro de defensa militar activo o en retiro, por el contrario, para contar con el concepto favorable del diario El Tiempo de propiedad de la familia Santos para una eventual segunda reelección uribista (2010-2014), Uribe nombró como Ministro de Defensa a Juan Manuel Santos, quien además de un fugaz paso como Ministro de Comercio y un desempeño liviano en el Ministerio de Hacienda, carecía de experiencia en cargos públicos y nunca ejerció cargos de elección popular.

    Cuando la Corte Constitucional negó la pretensión reeleccionista de Uribe, con argucias ladinas Juan Manuel Santos se auto posesionó como sucesor de Uribe, en contubernio con dirigentes muy limitados en visión geopolítica y carentes de concepción estratégica, pero con amplitud politiquera que florecían silvestres en el partido de la U. Para buena estrella de Santos, más de 9.000.000 de colombianos que ansiaban continuidad efectiva, eficiente y eficaz de la estrategia de Seguridad Democrática, depositaron su voto de confianza en Santos, frente a candidatos de muy bajo perfil, muy pocas opciones y escasas capacidades. Los componentes de la suerte santista se alinearon. Por lo tanto, no ganó el mejor candidato porque no había tal, sino el que a los ojos de los colombianos resultaba el menos mediocre.

    Aunque en campaña electoral Santos había prometido continuar el combate frontal contra las Farc, e inclusive ir a Venezuela a sacar los cabecillas de sus guaridas, de la cuáles Uribe Vélez señaló las coordenadas exactas antes de dejar la presidencia, resultó muy breve la luna de miel de Santos con su jefe Uribe y con los colombianos en general, pues a los pocos meses de haberse posesionado Santos se convirtió en el mejor amigo de Correa, Chávez, Lula y la dictadura cubana; además de que comenzó a filtrarse la información, que sin ninguna previsión estratégica o geopolítica, su gobierno adelantaba conversaciones clandestinas con las Farc, para buscar un pacto de paz.

    Surgieron fuertes reacciones de diferentes sectores nacionales para recordar a Santos que las Farc buscaban oxigenarse con los diálogos, que siempre han mentido, que la meta de los comunistas es buscar la toma del poder; que si negocian no es para renunciar a sus planes y objetivos sino para sacar ventajas estratégicas; que hay una grave amenaza geopolítica regional sobre el país, ─amenaza que el mismo conoció en los computadores de Raúl Reyes─ cuando era ministro de Defensa; que las liberaciones a cuenta-gotas de los secuestrados que aún quedaban en poder de las Farc, era una estratagema publicitaria de los terrorista, etc.

    Mientras tanto, no por su iniciativa ni porque Santos poseyera alguna auto-atribuida genialidad estratégica, el gobierno de Estados Unidos impuso la línea de conducta de seguir apoyando contundentes operaciones tácticas con inteligencia satelital y capacitación especializada a equipos de reconocimiento táctico sobre objetivos de alto valor, cuyos resultados se reflejaron en bajas de cabecillas e intensas fumigaciones sobre los cultivos de coca que financian las estructuras armadas, políticas y propagandísticas de las Farc.

    Aunque las Farc sufrieron los contundentes efectos de la Operación Camaleón con la sorpresiva liberación del general Luis Mendieta y el asesinato a sangre fría del cabo José Libio Martínez después de 12 años de cautiverio, los terroristas liberaron a los últimos secuestrados en su poder, debido a que dieron frutos los primeros contactos clandestinos de Enrique Santos con los cabecillas para concretar una agenda de conversaciones y facilitar la resurrección política de las Farc.

    Pero, por imposición de las Farc, su difusora internacional y persona comprometida en los hallazgos de los computadores de Reyes, la exsenadora Piedad Córdoba obró como mediadora humanitaria en casi todos los espectáculos publicitarios para liberar a los militares y policías que quedaban en poder de los terroristas.

    Desde la otra orilla del problema, Juan Manuel Santos también aspiraba a hacer su show personal en pos del Premio Nóbel de Paz. En noviembre de 2011, como consecuencia de la coordinación con Hugo Chávez, el presidente Santos asistió a una cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), en la cual reafirmó el deseo de hacer la paz con los terroristas, permitió la presencia de dos cabecillas de la Farc cerca del lugar de la reunión internacional y como ya sabía lo que iba a suceder, toleró que en ese escenario se presentaran videos con mensajes de paz los cabecillas de las Farc y el Eln que vivían a sus anchas en Venezuela.

    Para esa época, ya Santos había demostrado tener inclinaciones por atornillarse en el poder por un periodo presidencial más (2014-2018) y proyectarse a largo tiempo como eventual Secretario General de la ONU. Para avanzar en sus deseos, Santos coordinó con su escudero el senador Roy Barreras, presentar un proyecto de ley denominado Marco Legal para la Paz, que fue cuestionado por coincidir con la mala costumbre colombiana de creer que todos los problemas estructurales se solucionan con una ley; por el desconocimiento del gobierno y del congreso del Plan Estratégico de las Farc y por la evidente manipulación que los terroristas darían a este tema, en lo que conviniera a sus planes.

    Pese a las críticas y advertencias de los especialistas en el tema, Santos se salió con la suya y con el apoyo de congresistas carentes de credibilidad y de ética, logró la aprobación de la ley del marco legal para la paz, que recibió la respuesta de las Farc, que eso se trataba de un ofrecimiento unilateral del gobierno, que ellos analizarían pero que la solución a los problemas del país llegará, cuando los terroristas sean quienes gobiernen, previo paso por un gobierno de transición hacia el socialismo del siglo XXI.

    Producto de su estrechez mental geopolítica, ni Santos ni la canciller María Ángela Holguín protestaron por el sorpresivo anuncio de Chávez en la CELAC. Por el contrario hablaron de concretar un acuerdo humanitario para que los terroristas liberaran a los militares y policías secuestrados, se comprometieron con Chávez a extraditar a Estados Unidos a un narcotraficante colombiano, y eludieron exigir al mandatario venezolano que enviara a Colombia al terrorista Julián Conrado, más conocido como el cantante de las Farc, quien se encontraba detenido en ese país, pero no era enviado a Bogotá, con la poco creíble disculpa que padecía graves problemas de salud.

    Con el anuncio de Chávez en la cumbre de la CELAC, quedó sellado un pacto subrepticio entre los dos mandatarios para que Iván Márquez, Timochenco y Granda continuaran viviendo a sus anchas en Venezuela, conspirando contra la institucionalidad colombiana y promoviendo el narcoterrorismo comunista, mientras la canciller Holguín y los embajadores hacían lobby en otros países para legitimar el proyecto a mediano plazo, de utilizar personas y recursos del Estado colombiano, para concretar el Premio Nóbel de Paz a favor de Juan Manuel Santos.

    Para el efecto, por partida múltiple la Cumbre de la OEA en Cartagena celebrada en abril de 2012, cayó como anillo al dedo a Obama, a Santos, a las Farc y a los mandatarios comunistas del continente. Además de favorecer a los medios de comunicación atados al gobierno Santos, mediante contratos de pauta publicitaria, llamados en términos la mermelada para señalar la corrupción derivada del despilfarro de dineros públicos.

    Barack Obama utilizó la Sexta Cumbre de las Américas para lanzar su campaña presidencial reeleccionista (2013-2017), con la aparición en medio de todos los mandatarios latinoamericanos, apadrinando la paz en Colombia y anunciando la apertura política de la Casa Blanca para revisar las relaciones diplomáticas y comerciales con Cuba. En contraprestación, Obama intercedió para que una de las revistas tradicionales de Estados Unidos, pusiera la foto de Santos en la portada de la publicación y lo calificara de estadista, algo que no coincide con la verdad del desempeño gubernamental de Santos.

    Ante las críticas fundamentadas por el boato y el despilfarro en la cumbre de Cartagena, que incluyó costosos regalos a las esposas de los mandatarios invitados, atenciones a todo dar a los periodistas extranjeros y nacionales para que publicaran cientos de crónicas a favor de Santos, y contratos de publicidad con familiares del Secretario General de la Presidencia de la República, la canciller María Ángela Holguín, dijo que no criticaran nada, pues lo presupuestado era gastar 125 millones de dólares, y solamente se gastaron 98.

    Pocos meses después, la señora Holguín volvió a exteriorizar sandeces, cuando afirmó que ante la espuria demanda de Nicaragua para usurpar mar territorial colombiano, la CIJ fallaría de manera salomónica. De remate, producido el torvo y desfavorable fallo, la canciller Holguín dijo que Colombia solo había perdido un poco de mar (75.000 km²).

    Para presionar a Santos a iniciar las conversaciones de paz, reafirmar la miopía geopolítica colombiana y la ausencia de políticas concretas de fronteras y demostrar que Hugo Chávez era esencial como mediador en el proceso, con la complicidad de las fuerzas armadas venezolanas, el 20 de mayo de 2012, en horas de la noche 100 terroristas de la cuadrilla 59 de las Farc ingresaron desde Venezuela a Colombia y atacaron por sorpresa la base militar de Majayura.

    En el sorpresivo y demoledor ataque murieron 12 soldados y nueve quedaron heridos. Los terroristas se replegaron hacia territorio venezolano, donde fueron protegidos por el ejército de ese país, para evitar la persecución en caliente, o que las Fuerzas Militares colombianas realizaran alguna operación similar a la que condujo a la muerte de Raúl Reyes en Ecuador.

    Cínico Chávez afirmó que había movido dos brigadas de infantería hacia la frontera para perseguir a los atacantes, y Juan Manuel Santos ratificó lo dicho por Chávez, pero el tiempo transcurrió sin que fuera detenido o abatido ninguno de los terroristas que atacaron la base militar de Majayura. Mientras que la visión geopolítica cubana de incrustarse en todo Suramérica por medio de los petrodólares venezolanos y la retórica anti-capitalista del caudillismo chavista, lo más visible como estadista y la visión geopolítica de Santos acerca de Colombia para contrarrestar esa estrategia de la dictadura castrista, reconocida adversaria ideológica de Colombia, se resumía en su inocultable deseo de ser galardonado con el Premio Nóbel de Paz.

    Dentro de ese escenario con posiciones tan excluyentes para Colombia pero incluyentes para el Plan Estratégico de las Farc, en confabulación con Chávez, Timochenco e Iván Márquez, el 26 de agosto de 2012, el periodista Jorge Enrique Botero de la cadena Telesur de Venezuela, quien a menudo es portador propagandista de noticias del grupo terrorista, publicó la información que el gobierno Santos iniciaría conversaciones de paz con las Farc.

    El 4 de septiembre de 2012, Juan Manuel Santos dio detalles acerca del inicio de las conversaciones con las Farc, pero fiel a su costumbre de no decir la verdad, aseguró que sería un proceso de meses, no de años. Cinco años después con ingente derroche de los recursos públicos, las Farc impusieron todas las condiciones exigidas desde el principio en un extenso documento de 310 páginas, sin haber entregado las armas, sin haber devuelto a los menores, ni entregado sus propiedades, ni desenmascarado a los cómplices internacionales, ni renunciado al narcotráfico.

    Otro anuncio de Santos, que ese día generó resquemores, fue que los gobiernos proterroristas de Venezuela y Cuba obrarían como mediadores y facilitadores de las conversaciones, y que los encuentros de sus delegados con los cabecillas de las Farc serían una vez más en La Habana, algo equivalente a poner el gato a cuidar el queso y el ratón.

    Mientras las Farc llevaron a la mesa de conversaciones a terroristas estructurados durante varias décadas en su proyecto integral de la combinación de formas de lucha marxistas-leninistas y con experiencia en conversaciones anteriores, Santos repitió la nefasta experiencia de sus antecesores, al nombrar para tan serio encargo a politiqueros ansiosos de ocupar futuros cargos estatales, que para colmo de males desconocen el Plan Estratégico de los terroristas y carecen de visión geopolítica.

    Lo más obvio es que así como los comunistas desarmados constituyen órganos de consulta permanentes para las Farc, el gobierno Santos debería haber contado con la prolongada experiencia de muchos militares de la reserva activa, quienes por el conocimiento del Plan Estratégico de las Farc hubieran asesorado a los negociadores del gobierno, para no caer en las trampas de los terroristas y además hubieran elaborado estudios analíticos de procesos anteriores, para conocer al adversario y tener claridad cómo enfocar la estrategia gubernamental en la mesa de conversaciones.

    Pero, la decisión de Santos fue diferente. A dedo escogió sus negociadores que a la postre se convirtieron en convidados de piedra en La Habana, donde estuvieron dedicados a escuchar y acatar todo lo que imponían los terroristas. En lugar de seleccionar un comité militar de asesoría, escogió a dedo al general Jorge Enrique Mora Rangel, como representante de las Fuerzas Militares y al general Oscar Naranjo Trujillo, como representante de la policía en la mesa de conversaciones en Cuba.

    Ninguno de los dos generales mencionados llegó a desempeñar tan alta responsabilidad por selección entre las Fuerzas Militares o de Policía. No hubo ningún procedimiento democrático para nombrarlos. Simplemente fueron escogidos a gusto del presidente Santos, argumentado que los recomendaron los generales retirados de las Fuerzas Armadas, como si los demás oficiales o suboficiales, no tuvieran el derecho y el conocimiento, para aportar candidatos e ideas, para llegar a la mesa con planes concretos y no a servir de idiotas útiles de las Farc, como en efecto ocurrió.

    Las dos escogencias fueron desacertadas. Cuando Mora Rangel fue comandante del Ejército y durante un breve lapso comandante de las Fuerzas Militares, las tropas padecieron los más connotados fracasos operacionales contra las Farc. Su falta de neuronas y de carácter se tradujeron en la incapacidad para impedir que el entonces presidente Andrés Pastrana entregara medio país a las Farc y pusiera en nivel muy bajo la moral de las tropas.

    En el caso de Naranjo, escogió a una persona oportunista que nunca ejerció el mando de unidades operacionales en la Policía, que aprovechó su condición de hijo de otro general, para sacar provecho en diferentes cursos de preparación personal dentro y fuera del país, además de ser muy audaz para no contradecir al jefe, hasta lograr el cargo de vicepresidente de la república, sin tener ningún mérito diferente a ser amigo de Santos, y persona sin carácter ni visión geopolítica del futuro de Colombia.

    El 27 de octubre de 2012, la mesa de conversaciones se instaló en Noruega, para satisfacer la ambición personal de Santos de vincular los países nórdicos, en aras de continuar abonando camino para llegar a su Premio Nóbel de Paz, sin importar los resultados del acuerdo y lo que este pudiera afectar los intereses geopolíticos y geoestratégicos de Colombia. Lo importante era que se ajustara a sus propósitos personales.

    De manera sospechosa y coincidente que por desgracia convenía a Santos y a las Farc, el 19 de noviembre de 2012, día del inicio de las conversaciones La Habana Cuba, la Corte Internacional de Justicia de La Haya, profirió un espurio fallo a favor de las ilícitas pretensiones de Nicaragua sobre el mar territorial colombiano. A Santos le favorecía que ese fallo se publicara ese día, porque por tener la opinión pública engatusada con la supuesta paz, podría ocultar la grave realidad geopolítica y geoestratégica de la pérdida de un plumazo de 75.000 km² de mar territorial con enorme potencial geoeconómico y trascendencia geopolítica, para el por siempre olvidado Archipiélago de San Andrés y Providencia.

    Para las Farc el espurio fallo fue un éxito, porque satisfizo las ambiciones geopolíticas de su socio el terrorista desmovilizado Daniel Ortega en Nicaragua, y sentó como contraparte en la mesa de conversaciones a un gobierno carente de credibilidad y con muchos problemas simultáneos, que le impedirían concentrase a contrarrestar el Plan Estratégico de las Farc. Inclusive un año después los medios de comunicación publicaron copia de la carta de felicitación enviada por las Farc a Ortega, por los éxitos alcanzados en favor de la soberanía e independencia de la hermana República de Nicaragua y de la Patria Grande que es Nuestra América.

    Al inicio de las conversaciones en Oslo, Humberto De La Calle mandó a callar al general Mora y dijo a los periodistas que solo él estaba autorizado por el gobierno pata contestar las preguntas. Dócil y pensando más en los viáticos que le representarían la estadía en el equipo negociador, que en la proyección geopolítica de Colombia, Mora guardó silencio sumiso y soportó la humillación. Meses más tarde cuando eran evidentes las imposiciones de las Farc, De La Calle ordenó a Mora que dijera ante los micrófonos que no se aceptarían repúblicas independientes. Mora le hizo caso, pero finalmente las Farc se impusieron.

    En otra ocasión De La Calle aseguró ante los micrófonos que el Estado Colombiano no sería rehén del proceso. El paso del tiempo demostró que por culpa de Santos y su equipo negociador, el país terminó rehén del Plan Estratégico de las Farc y que Humberto De la Calle miente con la misma facilidad que su jefe Santos.

    El primer error garrafal de Santos y su equipo negociador con los terroristas en Cuba, fue no entender que las Farc están en guerra contra Colombia, y que para los comunistas armados y desarmados la negociación es un paso más hacia el logro de los objetivos superiores, no para suspender la guerra de clases, pues la única paz posible, será cuando las Farc ejerzan el poder absoluto, mediante una dictadura marxista-leninista similar a la cubana.

    Incluidos Mora y Naranjo Santos y sus delegados en Cuba, tampoco entendieron que los objetivos de la guerra son políticos y que la guerra revolucionaria que desarrollan las Farc es 70% u 80% política y 20% ó 30% armada. En ese sentido, las guerrillas comunistas subsisten por la base política que les proporciona apoyo logístico, de inteligencia y de solidaridad ideológica. Y las Farc construyen esa base política con Milicias Bolivarianas, Movimiento Clandestino Bolivariano y Partido Comunista Clandestino, además que el centro de gravedad del Plan Estratégico es el narcotráfico que les permite financiar sus crímenes.

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