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Escucha Chile Radio Moscú
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Libro electrónico139 páginas9 horas

Escucha Chile Radio Moscú

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Durante sus años de exilio en la Unión Soviética, José Miguel Varas (Premio Nacional de Literatura 2006) entró en un forzado y largo paréntesis que lo mantuvo alejado de la ficción para concentrarse como nunca antes en su trabajo como periodista y locutor radial, aceptando dirigir el programa de noticias Escucha Chile, de Radio Moscú. Su objetivo: romper la censura y el aislamiento mediante el cual la dictadura de Pinochet pretendió gobernar Chile durante 17 años.
IdiomaEspañol
EditorialLOM Ediciones
Fecha de lanzamiento1 mar 2018
Escucha Chile Radio Moscú

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    Escucha Chile Radio Moscú - José Miguel Varas

    José Miguel Varas

    Escucha Chile

    Radio Moscú.

    LOM PALABRA DE LA LENGUA YÁMANA QUE SIGNIFICA SOL

    © LOM Ediciones

    Primera edición, 2012

    ISBN: 978-956-00-0380-5

    Diseño, Composición y Diagramación

    LOM Ediciones. Concha y Toro 23, Santiago

    Fono: (56-2) 2 860 6800

    www.lom.cl

    lom@lom.cl

    Un trabajador infatigable

    Por Leonardo Cáceres C. (*)

    Aunque se ha hablado y escrito mucho sobre José Miguel Varas, en especial sobre su obra literaria reconocida con el Premio Nacional de Literatura y otros numerosos galardones, creo que ha quedado en la penumbra su trabajo como periodista y uno de sus más importantes aportes a Chile y los chilenos: su lucha permanente por la democracia y contra la dictadura de Pinochet. José Miguel fue sobre todo periodista y como tal, se dedicó a esa profesión con la tenacidad y apasionamiento que lo caracterizaron en su vida.

    Este libro, que recoge algunos de sus comentarios leídos por él mismo en Radio Moscú, en el mítico programa Escucha Chile, hace algo de justicia a esta parte de su vida. Hay comentarios sobre la dictadura y los atropellos que esta ejerció a los derechos humanos, sobre la resistencia de los chilenos y la conducta heroica de miles y miles de compatriotas que supieron encontrar la manera de enfrentarse al fascismo, y sobre la cultura y su desarrollo aun bajo las difíciles condiciones impuestas por el régimen militar.

    Varas fue un cronista de su tiempo. Cuando fue necesario colgar la pluma literaria lo hizo sin dudar un instante y nunca, aun cuando ya estaba consagrado como escritor, novelista y cuentista de gran relevancia en Chile y reconocido por la crítica especializada, dejó de profundizar en todo lo que podía servir para el mejoramiento y consolidación de la democracia en nuestro país, ni de condenar sin vacilaciones lo que iba contra ello. Fue periodista, corresponsal en el extranjero, director del diario El Siglo, conductor y rostro de los noticiarios de Canal 9 de TV de la Universidad de Chile y director del canal 7 (estatal). Pero lo más significativo de su tarea periodística fue su trabajo en Radio Moscú y, específicamente, en el programa Escucha Chile que transmitió esa emisora desde 1973 hasta 1991. En ello empleó a fondo su admirable buena memoria, su trato cálido y amable, su ecuanimidad y paciencia y, sobre todo, su inagotable capacidad de trabajo. Todos quienes trabajaron en algún momento cerca de él señalan esta cualidad, a veces hasta con un leve rasgo de envidia.

    Aunque vivió en Moscú como corresponsal de El Siglo entre 1969 y 1970, el período más prolongado fue durante su exilio. Llegó a la capital soviética tras el golpe de Pinochet, en enero de 1974, y comenzó de inmediato a trabajar en el espacio que había inaugurado Volodia Teitelboim en septiembre de 1973, y que pasó a llamarse Escucha Chile, con el aporte de la voz de la locutora soviética Katia Olevskaia. En sus crónicas aquí reunidas se conserva una gran actualidad y hasta se revelan hechos o situaciones no conocidos o ya casi olvidados. Vale la pena leer estos comentarios y revivir situaciones y hechos ocurridos en Chile para que nunca más se repitan.

    La vida en Moscú no era fácil. A muchos chilenos de los que en algún momento vivimos en esa ciudad la cotidianeidad se nos hizo casi insoportable. El largo invierno de varios meses con nieve, temperaturas bajo cero, ropas desacostumbradas y comidas diferentes afectaron la salud y el ánimo de muchos. Varas sobrevivió a todo eso, aunque hay que destacar la importantísima colaboración y empuje de su esposa, Iris Largo Farías, y la presencia cálida de sus cuatro hijas. Iris recuerda hoy que alguna vez José Miguel dijo que en Moscú vivíamos, insertados en ese inmenso y a veces impenetrable medio soviético, como dentro de una burbuja en la que solo existían Chile, los chilenos que llegaban desde ‘el interior’, los hombres y mujeres que a diario luchaban contra la dictadura en nuestra patria.

    Aunque vivía en función de Chile, manteníamos un nexo constante con la sociedad soviética por las necesidades de la vida cotidiana, por los estudios de las cuatro hijas y por los grandes amigos rusos que nos brindaban su amistad. José Miguel trabajaba sin parar, aunque había turnos los días festivos y, a veces en las noches, él se iba a la radio a la hora que fuera si la situación en Chile se ponía complicada. Trabajaba impertérrito –recuerda Iris–, desmenuzando el devenir de la resistencia y los horrores que traían los medios informativos, apartando las emociones ante hechos desoladores como el asesinato de Marta Ugarte, el de nuestro querido Carmelo Soria, la desaparición de nuestro amigo y hermano Horacio Cepeda y tantos otros; las huelgas de hambre de los familiares de detenidos desparecidos; el drama de Lonquén, etc. En la radio trabajaba duro; ya en casa y más en las noches, a veces no podía ocultar la angustia que le producían aquellas noticias. El trabajo era colectivo, con el mismo empeño de todo el equipo, pero sin duda que la mayor carga la llevaba él aunque nunca lo dijo ni lo hizo notar; tampoco nunca le vi una actitud de jefe con respecto a sus colegas periodistas y locutores.

    Su esposa afirma que le asombraba su capacidad de trabajo y la facilidad de José Miguel para adaptarse al medio soviético con todas las complejidades inherentes. Y añade que en el hogar su ayuda era significativa: llevaba a las niñas más pequeñas al colegio en tranvía, en metro, en buses, en lo que fuera necesario; hacía colas para vender las botellas de vidrio (costumbre muy soviética en esos tiempos), parado sin chistar leyendo un libro o conversando con algún vecino. Llegaba muy contento con los 4 o 5 rublos que eso nos significaba. Participaba en reuniones de partido; viajaba por tareas de la radio: mítines de solidaridad en diversos países, muchas veces en su calidad de vicepresidente de la OIP, Organización Internacional de Periodistas.

    José Miguel tomaba notas en libretas de bolsillo y tecleaba con fuerza en las antiguas máquinas de escribir. Además, dedicaba parte no menor de su tiempo a estudiar, leer textos, documentos o libros, asistir a reuniones y, en especial, a recibir gente. José Miguel e Iris hicieron de su hogar el lugar de acogida para todo el que pasara por la capital soviética. Los jóvenes estudiantes visitaban su casa como si se tratara de la propia. Sus compañeros de la radio, del partido, y hasta las visitas que llegaban a ese país por pocos días, sintieron siempre la casa de los Varas como una parada indispensable. Este factor fue quizá el más importante para aliviar los dolores y las penas de toda la comunidad chilena en esa lejana y extranjera ciudad. Él fue capaz de generar una relación extraordinariamente comprometida –con la que no se podía fallar– con cada uno de los exiliados.

    Poseía una insuperable facilidad para aprender idiomas, al extremo de que hablaba sin problemas inglés, italiano, francés, checo y algo de alemán, además del ruso que estudiaba con singular empeño. Ello, sumado a una gran capacidad de observación, le permitió vincularse y relacionarse con los más diversos representantes de la sociedad soviética.

    Una de las circunstancias que hacía difícil la vida para los chilenos era la característica de la sociedad moscovita cerrada y desconfiada hacia los extranjeros. Países que han sufrido largas épocas de guerra y escasez, víctimas también de prolongadas etapas de totalitarismo, como Alemania y Rusia, generaron ciudadanos reticentes a dejar entrar a extraños en sus casas y en su intimidad. Probablemente él ni siquiera se lo propuso, pero en poco tiempo superó muchas barreras, en gran parte reminiscencias del estalinismo. Llegó a ser una personalidad intelectual, política y humana destacada no solo en el ámbito de los chilenos, sino también en el medio soviético. Desde su llegada a la URSS cultivó contactos con personalidades de distintas esferas, principalmente del mundo de la cultura y la intelectualidad. Así, fue amigo entrañable del poeta Yevgueni Evtushenko; del agente, diplomático y experto latinoamericanista Iosif Grigulievich; del traductor y especialista en literatura Armand Hammer, descendiente del multimillonario del mismo nombre que fue amigo de Lenin y uno de los más destacados industriales del petróleo en Estados Unidos. Varas fue hasta su muerte amigo de ellos y de sus familias, además de otras personalidades del mundo del cine y la cultura en general. Era frecuente encontrar en su casa, siempre abierta a todos, a periodistas, a profesionales de la radio como Katia Olevskaia, la mítica locutora del programa Escucha Chile; a Kapitalina Kulakova, profesora de ruso; a la notable traductora al ruso de Neruda, García Márquez y otros escritores, Ella Braguinskaia, etc.

    Marcel Garcés, periodista chileno que durante un largo período, actuando en la clandestinidad, fue uno de los encargados de transmitir las noticias desde Chile a la Radio Moscú y, que desde 1980 vivió y trabajó junto a Varas en la capital soviética, destaca entre las cualidades del jefe de Escucha Chile su permanente humor serio, su capacidad de observación y de análisis de los hechos políticos y noticiosos. Garcés revela que tras vivir casi una década en Chile en permanente inseguridad, al llegar a Moscú junto con su familia se sintió por primera vez seguro y viviendo en un régimen de estabilidad. Sin embargo, hasta hoy Garcés recuerda la nieve, el frío, la soledad de Moscú, a la que se sumaban las fuertes normas de clandestinidad vigentes en ese entonces. José Miguel me esperaba en el aeropuerto cuando llegué a Moscú, relata Garcés. Él se convirtió en la gran referencia y el mayor apoyo para todos. En cierta forma encarnó la imagen paterna para muchos de nosotros.

    La mayoría de los chilenos que vivían en Moscú –excepto Varas, su familia y casi todos los periodistas– usaban nombres supuestos y no podían comunicarse libremente con sus familiares o amigos en Chile o en otros países. Para combatir la soledad, la distancia de la patria y hasta algunas depresiones, Iris y José Miguel tuvieron la idea de organizar alegres encuentros los días sábado en su casa, que culminaban en festivos bailes denominados cumbiaterapia: esto fue recibido y altamente apreciado por todos los chilenos.

    El programa Escucha Chile, en Radio Moscú, se convirtió bajo su dirección periodística en una radio chilena instalada a más de 14 mil kilómetros de Santiago. Fue capaz de organizar una red internacional de informantes que colaboraban sin ganar dinero, solo movidos por la solidaridad y el deseo de restaurar la democracia en Chile, y –lo más importante– que confiaban en él. Un importante dirigente comunista chileno, Orlando Millas, escribió en sus Memorias que José Miguel Varas le inyectó al programa su carácter y conformó las características periodísticas de la emisión.

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