Revolucionarios y parlamentarios: La cultura política del Partido Obrero Socialista, 1912-1922
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Revolucionarios y parlamentarios - Jorge Navarro López
2005).
Capítulo I
La «estrategia de diferenciación», 1912-1915
Los socialistas perseguían y ansiaban diferenciarse. ¿Por qué esta intención de establecer, aclarar y exaltar diferencias con otros grupos? El proceso llevado a cabo por los obreros que fundaron el POS en Tarapacá a mediados de 1912, no implicó solamente definir a los trabajadores socialistas como «uno» de los grupos involucradas en la lucha contra la sociedad capitalista. Porque de ser así, ¿no bastaría con definirse «en positivo»? ¿Por qué, entonces, compararse con un «otro»? ¿Por qué levantarse como sujeto desde ese acto de oposición?
Este problema no se explica sólo por la operación típica de la construcción de identidad, es decir, el acto de contrastación con un «otro» que otorga sentido y unidad. Aunque, sin duda, hay mucho de esto, en este caso la explicación es más compleja y está relacionada con el espacio político en el cual se desenvolvían los socialistas. Por lo tanto, tiene que ver con la construcción de la cultura política que llevaron a cabo estos militantes.
El acto de oposición al cual hacemos mención se entiende cuando situamos a los socialistas en la sociedad del Chile de principios del siglo xx. A esta exigencia de lógica histórica, debemos sumarle las características propias del espacio político de aquella época. De esta manera, obtenemos el marco de la disputa por la hegemonía del espacio político y social que se propusieron los militantes socialistas.
Es claro que, dadas sus características y aspiraciones sociales, el espacio de la disputa hegemónica propuesta por los socialistas se encontraba al interior de la clase obrera. Para esto, identificaron a sus adversarios en las organizaciones o grupos políticos que tenían influencia y mayor arraigo entre los trabajadores: el PD y los anarquistas. En este nivel, la batalla por la hegemonía política entre los trabajadores organizados fue clara y se dio con ahínco, tanto en el plano ideológico (o «doctrinario», como gustaban llamarlo en aquella época) como en el de las organizaciones obreras.
Pero como la propuesta política de los socialistas contenía la aspiración de una ruptura con el sistema capitalista y, además, una crítica radical al sistema político liberal que existía en Chile a comienzos del siglo xx, el POS tuvo que batallar también en otra esfera. Nos referimos al papel que le cabía a las organizaciones obreras al interior del sistema político del Régimen Parlamentario. Para entrar en este debate, los socialistas difundieron una valoración positiva de la democracia y de los medios políticos de representación. Esta noción se articuló discursivamente con la finalidad de someter a la crítica las acciones de los demás partidos políticos y de posicionar entre los trabajadores la legitimidad de la participación política formal. A ese despliegue discursivo lo denominaremos en este trabajo «regeneración del sistema democrático». La mayoría de las veces, la noción de la regeneración del sistema democrático se desplegó para desacreditar a los demócratas, pero de igual manera contenía un alcance mayor, es decir, posicionar legítimamente a los obreros en el sistema político. Por ello es relevante integrar este fenómeno al análisis, ya que de no hacerlo no se lograría dimensionar históricamente la construcción de la cultura política de los socialistas (y, luego, de los comunistas) y sus posteriores consecuencias, debido a que es aquí donde se desarrolla la disputa de la hegemonía política con los sectores dominantes.
El primer nivel enunciado es fundamental, debido a la posición que ocupaban en las organizaciones populares los dos rivales políticos de los socialistas. A pesar de perseguir la representación de los sectores populares, los demócratas y los anarquistas se encontraban en las antípodas de la esfera política nacional. Los demócratas, por un lado, eran la expresión de la «política» al interior de las organizaciones populares: un partido que declaraba representar y canalizar los intereses populares en las instituciones estatales. Debido a esa opción, el PD se sumergió en las prácticas propias de los partidos políticos del período: alianzas que desconocían las diferencias ideológicas con fines electorales y participación en el cohecho¹. Y por otro lado, se encontraban los anarquistas, que eran la manifestación más clara de la «anti-política»: rechazo total a los medios políticos y con una propuesta de enfrentamiento directo con los capitalistas y el Estado, a los que veían estrechamente identificados².
Los socialistas, en cambio, no desdeñaban ni del enfrentamiento directo (como la huelga, a la cual dirigían muchos de sus esfuerzos organizacionales) ni de los medios políticos (formación de un partido y participación en las elecciones). No obstante este posicionamiento intermedio en la estrategia política que desarrollaban los sectores populares organizados, no basta para aventurar una definición de los socialistas como el punto medio entre la acción directa y la inserción sistémica, ni menos como la opción moderada (una especie de «centro» político popular) entre dos vías de politización popular contrarias³. Esta opción llevó al POS a desarrollar una estrategia que le permitiera posicionarse y diferenciarse tanto del rechazo de los medios políticos como de la aceptación de la forma oligárquica de hacer política. Para enfrentar este desafío, los socialistas desplegaron al interior del movimiento obrero lo que denominamos como «estrategia de diferenciación». Esta estrategia le permitió al POS diferenciarse de demócratas y anarquistas, a través de enfrentamientos ideológicos y políticos que alcanzaron distintos niveles en función de las particularidades locales del movimiento obrero.
1. La disputa de la hegemonía política en terreno ajeno
La disputa hegemónica en la politización de los sectores populares era uno de los desafíos que enfrentaron los socialistas. El otro se desarrolló en un terreno ajeno, casi restringido para las organizaciones populares de comienzos del siglo xx: el sistema político institucional. Una de las implicancias directas de la constitución de un partido obrero como el POS fue la inserción de los socialistas en el sistema de representación democrática. La participación en los medios políticos formales no era del todo extraña para los militantes socialistas, por lo menos para el grupo fundador que arrastraba una larga militancia demócrata. De cualquier manera, la participación en la institucionalidad política no aseguraba inmediatamente la posibilidad de incidir en ella, debido a las características oligárquicas de la sociedad chilena de la época.
El triunfo de las tropas chilenas en la Guerra del Pacífico (1879-1884) produjo modificaciones fundamentales en la estructura económica y social del país, debido al aumento de las rentas generadas por la exportación de minerales (principalmente, del salitre) que dejó en una posición secundaria a los recursos obtenidos por la agricultura, mermando así el poder de la oligarquía terrateniente. A pesar de estas transformaciones, el poder político continuó en manos de la oligarquía. No obstante, posterior a la Guerra Civil de 1891, el poder estatal tendió a diluirse en el Parlamento, lo que significó en la práctica un fraccionamiento político de este grupo⁴. Es decir, si bien la «sociedad civil» se expandió, permitiendo así que otros partidos y grupos lograran representarse en el Parlamento (como los demócratas), el carácter oligárquico de la sociedad y del sistema político chileno permaneció⁵.
El sistema y el actuar político del Régimen Parlamentario (1891-1925) estaban caracterizados por la constante exclusión de los intereses y actores populares. En el transcurso de este período la oligarquía desarrolló su acción política en el Estado, el cual le sirvió de plataforma para garantizar y reproducir sus intereses económicos y sociales de manera exclusiva. El Estado se convertía así en un «actor social», con actividades que iban más allá de las características represivas o lucrativas imprimidas por la oligarquía⁶. Comprendido así, es relevante para nuestro análisis insertar las iniciativas llevadas a cabo por los militantes del POS para «entrar en relación» con el Estado, puesto que es en este período donde se incuba y se instala la irrupción al sistema político de otros actores sociales, disputando así las prácticas políticas, administrativas y legales, monopolizadas por la oligarquía⁷.
Como puede deducirse, los socialistas formaban parte de esos «otros actores». Es durante el Régimen Parlamentario donde «la subjetividad del pueblo trabajador comienza a romper la dura forma del sentido común impuesto por la cultura oligárquica y van surgiendo en su seno como producto de las contradicciones sociales […] los gérmenes de diversas culturas políticas». Este «pueblo trabajador» (al cual pertenecían los socialistas) fue desarrollando una sociabilidad política que se vio favorecida por una paulatina transformación en la política oligárquica: de la coacción al consenso organizado, permitiendo así la disputa de la «hegemonía civil»⁸. En este marco, la política desarrollada por los trabajadores socialistas asume un carácter «contra-hegemónico», sustentado en una particular forma de práctica política