Hacía finales de los años cincuenta, el filósofo y profesor español exiliado en México, José Gaos, propone a sus alumnos reflexionar sobre el vínculo entre la filosofía y la vida, a lo cual su ahora reconocido discípulo Luis Villoro Toranzo responde que no hay relación, son dos órdenes distintos y responden a lógicas diferentes porque el quehacer de la filosofía es desconectarse.
Al paso del tiempo Villero, exiliado como su maestro, fue cambiando de opinión hasta considerar que la filosofía responde a vivencias muy concretas y que éstas son una carga de emotividad que le da fuerza al razonamiento:
“Mientras más intensa ha sido una experiencia, con mayor fuerza nos va a estimular a reflexionar sobre ella para