Expediente LORCA
La muerte no solo nos quita cuanto somos y tenemos, sino también cuanto podríamos llegar a ser y tener. En el caso de un artista joven y prolífico, nos hurta además una obra que habría sido patrimonio de toda la humanidad. Cuando Lorca (1898-1936) murió con 38 años, estaba alcanzando la plenitud artística, y a esas alturas de su vida había compuesto nueve libros de versos y doce obras teatrales. Estremece pensar en el legado que nos hubiera transmitido de haberse prolongado su vida 30 o 40 años más, como la de muchos de sus compañeros de generación.
DE UNA GENERACIÓN BRILLANTE
Hijo de un comerciante granadino con buen pasar, demostró desde la infancia una capacidad imaginativa fuera de lo común y una sensibilidad literaria que perfeccionó leyendo incansablemente. Para todos era obvio que el brillante muchacho estaba destinado a ocupar un puesto relevante entre la élite intelectual de su tiempo. Y tal cosa no era fácil, porque la competencia resultaba abrumadora. Se estaba gestando una nueva promoción literaria que cuajaría coincidiendo con la juventud de Lorca, a la que iba a conocerse en adelante como Generación del 27. Además, continuaba viva y activa otra gran
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