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Una boda para toda la vida
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Libro electrónico113 páginas1 hora

Una boda para toda la vida

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Información de este libro electrónico

Shelby siempre había soñado con casarse por amor… y, en cierto sentido, así había sido, aunque Troy Jacobs fuera un perfecto desconocido, un vaquero a quien le había propuesto matrimonio en una cafetería. ¡Pero la hija de un predicador no podía tener un hijo sin estar casada!
Troy nunca pensó en casarse, así de simple. Sin embargo, Shelby Cannon estaba desesperada y asustada. Solo necesitaba un certificado de matrimonio. Entonces, ¿por qué se empeñaba en seguir protegiéndola? ¿No sería que él también se había casado accidentalmente por amor… después de todo?
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento30 ago 2018
ISBN9788491886655
Una boda para toda la vida
Autor

Peggy Moreland

A blind date while in college served as the beginning of a romance that has lasted 25 years for Peggy Moreland — though Peggy will be quick to tell you that she was the only blind one on the date, since her future husband sneaked into the office building where she worked and checked her out prior to asking her out! For a woman who lived in the same house and the same town for the first 23 years of her life, Peggy has done a lot of hopping around since that blind date and subsequent marriage. Her husband's promotions and transfers have required 11 moves over the years, but those "extended vacations" as Peggy likes to refer to them, have provided her with a wealth of ideas and settings for the stories she writes for Silhouette. Though she's written for Silhouette since 1989, Peggy actually began her writing career in 1987 with the publication of a ghostwritten story for Norman Vincent Peale's inspirational Guideposts magazine. While exciting, that foray into nonfiction proved to her that her heart belongs in romantic fiction where there is always a happy ending. A native Texan and a woman with a deep appreciation and affection for the country life, Peggy enjoys writing books set in small towns and on ranches, and works diligently to create characters unique, but true, to those settings. In 1997 she published her first miniseries, Trouble in Texas, and in 1998 introduced her second miniseries, Texas Brides. In October 1999, Peggy joined Silhouette authors Dixie Browning, Caroline Cross, Metsy Hingle, and Cindy Gerard in a continuity series entitled The Texas Cattleman's Club. Peggy's contribution to the series was Billionaire Bridegroom. This was followed by her third series, Texas Grooms  in the summer of 2000. A second invitation to contribute to a continuity series resulted in Groom of Fortune, in December 2000. When not writing, Peggy enjoys spending time at the farm riding her quarter horse, Lo-Jump, and competing in local barrel-racing competitions. In 1997 she fulfilled a lifelong dream by competing in her first rodeo and brought home two silver championship buckles, one for Champion Barrel Racer, and a second for All-Around Cowgirl. Peggy loves hear from readers. If you would like to contact her, email her at: peggy@peggymoreland.com or write to her at P.O. Box 2453, Round Rock, TX 78680-2453. You may visit her web site at: www.eclectics.com/peggymoreland.

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    Una boda para toda la vida - Peggy Moreland

    Editado por Harlequin Ibérica.

    Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

    Núñez de Balboa, 56

    28001 Madrid

    © 2000 Peggy Bozeman Morse

    © 2018 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

    Una boda para toda la vida, n.º 1040 - septiembre 2018

    Título original: In Name Only

    Publicada originalmente por Silhouette® Books.

    Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.

    Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

    Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

    ® Harlequin, Harlequin Deseo y logotipo Harlequin son marcas registradas propiedad de Harlequin Enterprises Limited.

    ® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.

    Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

    Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited.

    Todos los derechos están reservados.

    I.S.B.N.:978-84-9188-665-5

    Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

    Índice

    Créditos

    Índice

    Capítulo Uno

    Capítulo Dos

    Capítulo Tres

    Capítulo Cuatro

    Capítulo Cinco

    Capítulo Seis

    Capítulo Siete

    Capítulo Ocho

    Capítulo Nueve

    Capítulo Diez

    Si te ha gustado este libro…

    Capítulo Uno

    Un gato negro cruzó la puerta de la cafetería justo delante de Troy Jacobs, que se quedó parado mirando cómo el animal desaparecía. Sabía que los gatos negros daban mala suerte y que debería dar media vuelta, pero no creía que la suya pudiera empeorar, así que decidió seguir su camino.

    Abrió la puerta y se encontró de bruces con los hermanos Corley, que se iban.

    Saludó a los vaqueros levantando el sombrero.

    –Qué mala suerte lo del novillo de hoy. Nunca había visto a ninguno que se escapara tan rápido. No te ha dado tiempo ni a reaccionar –dijo Rudy dándole una palmada en el hombro.

    –Sí, últimamente me tocan a mí todos los raros –asintió Troy.

    –Sí, pero ya cambiará tu suerte. Es una mala racha, pero no puede durar siempre –sonrió Rudy.

    Troy intentó devolverle la sonrisa. Llevaba tres meses sin ganar dinero, gastándose el que tenía.

    –Eso espero –suspiró– porque, si no, me voy a arruinar y tendré que vender mi caballo.

    –Si llegas a eso, llámame. Siempre me ha gustado Danny Boy. Es el caballo con más corazón de por aquí –contestó Rudy inclinando el sombrero en señal de despedida–. Hasta luego, Troy.

    –Hasta luego.

    Troy miró alrededor en busca de una camarera. Hubiera preferido llegar un poco antes y haber podido cenar con los dos hermanos en vez de solo. Era muy tarde y solo quedaban un par de camioneros en la barra tomando café y una mujer sentada en la otra punta del salón. Troy se dio cuenta de que lo estaba mirando fijamente, pero ella bajó la vista cuando sus miradas se encontraron y se sonrojó.

    Troy pensó que era una mujer guapa. Rubia, de ojos azules, buen cuerpo. Si su amigo Pete estuviera allí ya se habría acercado a la mesa para entablar conversación. A Pete le encantaban las mujeres y parecía que a ellas les encantaba Pete.

    Troy se preguntó si debería intentar una de las tácticas de Pete para no cenar solo, pero descartó la posibilidad. Él no era Pete. Prefería cenar solo que arriesgarse a que lo rechazaron.

    Se sentó y agarró la carta, tras haber dejado el sombrero sobre la mesa de al lado.

    Odiaba comer solo, pero sus amigos, Pete y Clayton, no estaban para hacerle compañía. Pete le estaba guardando el rancho a Clayton mientras este corría detrás de su mujer para convencerla de que no lo dejara. A Troy le caía bien Rena y quería que se arreglaran aunque no podía evitar preguntarse cómo podía haber soportado durante tanto tiempo la indiferencia de su marido.

    –¿Qué te traigo, vaquero? –le preguntó una camarera boli en mano.

    –¿Qué me recomiendas? –sonrió Troy.

    –El asado está bueno y tiene guarnición de judías verdes, puré de patatas y pan de maíz.

    –Me parece bien. Y una taza de café, cuando puedas.

    –Muy bien –contestó ella dirigiéndose a la barra.

    Troy miró por la ventana. Desde allí se veía la autopista, por la que de vez en cuando pasaba algún camión de dieciocho ruedas. En el cristal, se reflejaba el interior de la cafetería. Vio a la camarera que colocaba el café en la bandeja e iba hacia la mesa. Se giró para hacerle sitio.

    –¿Has participado en el rodeo de hoy? –preguntó la camarera.

    –Sí.

    –¿Con toros?

    –No, no me subiría en uno ni por todo el oro del mundo.

    –Ya decía yo. Tú tienes buenos modales, no como los que se dedican a los toros.

    –Bueno, eso hay que agradecérselo a mi abuela, que me los inculcó desde que era pequeño.

    –¿A qué te dedicas en el rodeo?

    –A los novillos.

    –Creí que era igual de peligroso.

    –Yo creo que no. Si sabes montar bien a caballo y eres bueno con el lazo, tienes muchas posibilidades –contestó Troy agradeciendo el café y la compañía.

    –No me puedo imaginar bajándome del caballo y atando a ese animal con cuernos. Me daría miedo que me ensartara.

    –Ocurre de vez en cuando, pero mucho más a menudo con los toros.

    La camarera miró atrás y vio que los camioneros estaban esperando a que les cobrara.

    –Ahora mismo te traigo la comida –sonrió.

    –No hay prisa –contestó Troy.

    –La próxima vez que veas a tu abuela, le dices que te educó muy bien.

    Troy volvió a mirar por la ventana. Sí, le gustaría decírselo, pero ya no lo reconocía ni lo entendía. El Alzheimer había podido con ella. Siempre que iba a verla a la residencia, se preguntaba cómo la vida podía ser tan cruel con una mujer tan buena como ella. Había trabajado toda su vida y se había ocupado de Troy cuando murió su madre.

    Vio en el reflejo que la camarera le traía la cena y le sonrió apartando los dolorosos recuerdos de su abuela.

    –Gracias.

    –¿Quieres algo más?

    –No, gracias –contestó mirando la generosa ración que le había servido.

    La camarera se alejó y Troy se colocó la servilleta sobre las rodillas. Aquello olía maravillosamente. Cuando había dado buena cuenta de la mitad del plato, sintió una mirada. La mujer del otro lado de la cafetería lo estaba mirando desesperada. Le puso un poco nervioso, pero era muy guapa. Parecía delicada, femenina e inocente, como un angelito.

    Se limpió la boca con la esquina de la servilleta y la saludó con la cabeza, nervioso.

    No había dado más de dos mordiscos cuando vio una sombra sobre el plato. Levantó la mirada y se encontró con la mujer de pie junto a su mesa. De cerca, era todavía más guapa, pero parecía asustada.

    –Siento interrumpirlo –dijo apretando la correa del bolso entre sus manos–. ¿Le importaría que me sentara con usted un momento?

    –Claro que no –dijo mostrándole una silla.

    Ella se acomodó y esperó a que él se volviera a sentar.

    –Me llamo Shelby Cannon –le dijo tendiéndole la mano.

    Él se limpió la mano antes de estrechar la suya, que era pequeña.

    –Troy Jacobs, encantado de conocerla.

    Ella lo miró intensamente cuando sus dedos se rozaron y Troy se preguntó si habría sentido la misma descarga que él.

    –Señor Jacobs… –empezó ella retirando la mano.

    –Troy –sonrió.

    –Troy –repitió ella tomando aire y haciendo un esfuerzo por sonreír también–. Sé que puede parecerte raro que te haya abordado así, pero no tengo

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