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Nouvah: La Leyenda De Los Valka Inmalli
Nouvah: La Leyenda De Los Valka Inmalli
Nouvah: La Leyenda De Los Valka Inmalli
Libro electrónico236 páginas3 horas

Nouvah: La Leyenda De Los Valka Inmalli

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Información de este libro electrónico

"Cuando fracasan las negociaciones por el dominio del planeta Trianna, entre los seres de Leyenda conocidos como los Valka Inmalli y el Imperio Dros Eridians, raza oscura acostumbrada a reclamar por la fuerza los territorios que desea, la guerra es inevitable. Sin embargo, debido al alto grado de sofisticación de los armamentos de ambas civilizaciones, una guerra directa en cualquiera de los territorios reclamados conllevaría su total destrucción. En base a los acuerdos imperiales establecidos para estos casos, un planeta menor es seleccionado como campo de batalla por el sistema OSVS ubicado en el planeta neutral Ontar. La Joven Valka Nouvah es enviada en su primera encomienda de este tipo para establecer los contactos primarios con el planeta seleccionado para esta batalla, previo al envió de la flota de guerra Valka. Sin embargo, ante su total desconcierto y contraviniendo la ordenanza primaria de no involucrarse con la posible vida nativa del planeta, descubre que hay más en ese lugar de lo que originalmente les informaron y ahora se encuentra en una encrucijada donde deberá decidir entre cumplir con su misión tal y como se espera de ella o tratar de interceder ante su pueblo en pro del tercer planeta del sistema solar."

IdiomaEspañol
EditorialGRP
Fecha de lanzamiento1 jun 2015
ISBN9786079665975
Nouvah: La Leyenda De Los Valka Inmalli

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    Nouvah - Carlos Felipe Pier Rios

    Nouvah

    © CARLOS FELIPE PIER RIOS

    Primera edición: 2015

    Todos los derechos conforme a la ley

    Responsable de la edición: Rodrigo Porrúa del Villar

    Diseño editorial: Grupo Rodrigo Porrúa

    Corrección ortotipográfica y de estilo: Graciela de la Luz Frisbie y Rodriguez / Rodolfo Perea Monroy

    Ilustración de portada e interiores: Gonzalo Gabriel Muñoz Morales

    Caracteristicas tipográficas y de edición:

    © Grupo Rodrigo Porrúa Ediciones

    Rio Tiber N. 99, interior 103 C.P. 06500

    Col. Cuauhtémoc, Del. Cuauhtémoc

    México, Distrito Federal

    (55) 6638 6857

    5293 0170

    direccion@rodrigoporrua.com

    Impreso en México - Printed in Mexico

    ISBN: 978-607-96659-7-5

    Prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio sin autorización escrita

    del titular de los derechos patrimoniales.

    Nouvah

    Carl Pier

    A mi familia.

    La Leyenda de los Valka Inmalli

    Libro I

    Nouvah

    Índice

    La Grieta

    Búsqueda

    Nouvah

    Bitterroot

    Reencuentro

    Revelación

    Avalods

    El Concejo de Osbeth

    Acasiah

    Despliegue

    Iriah de Ibral

    OSVS

    Leyendas

    Zilh

    Un Nuevo equipo

    La Tradición

    En las Montañas

    Defensa

    Atlántico Norte

    Ataque

    Evolución

    La Grieta

    El lugar por el que corría estaba frío y húmedo, la escasa luz que se filtraba por entre las ramas de los árboles, apenas me servía para ver lo suficiente y no tropezar.

    No tenía sentido lo que mis ojos veían, porque por más que corría, no encontraba el campamento o a alguno de mis compañeros de excursión. Pero tal fue la confusión que se generó al momento en que el oso atacó, que lo más seguro es que haya equivocado la dirección al salir huyendo.

    La desesperación me llevaba al límite de mi resistencia, porque al mismo tiempo que oía el chapoteo de mis pasos en el lodo, no dejaba de escuchar el escalofriante gruñido del oso tras de mí.

    —¡Rayos! —grité. ¿Por qué tenía que haberme seguido a mí de entre tantas personas?... No es que le deseara mal a nadie, pero esto no era justo.

    Mi corazón se agitaba con fuerza y cada vez me costaba más trabajo respirar. Sin importar cuánto aire jalaba, sentía que no era suficiente y mi jadeo se hizo lastimoso.

    Mientras corría, descendí por una pronunciada pendiente, donde las ramas bajas de los árboles me golpearon el rostro y los brazos en mi loca carrera.

    El sonido del trote del animal se situaba muy cerca de mí.

    Sin reducir la velocidad zigzagueé entre los árboles para tratar de despistarlo y aunque sabía que era una idea absurda, no dejaba de hacerlo conservando una mínima esperanza de sobrevivir. No me atrevía a voltear a mirarlo; seguramente si lo hacía, me quedaría paralizado y el oso acabaría por alcanzarme. Tampoco podía sacar la lámpara de mano de la pequeña mochila que tenía sujeta a mi espalda y cada vez había menos luz iluminando el laberinto de troncos, ramas y arbustos a mi alrededor... sólo corría por instinto.

    La pendiente se hacía más pronunciada y la tierra estaba resbalosa y encharcada por la ligera pero constante lluvia que caía. En mi huida, tropecé cayendo hacia el frente, pero de manera milagrosa, con la misma inercia giré sobre mi cuerpo y me levanté para seguir corriendo. Nunca creí tener ese tipo de habilidades, sin duda la adrenalina estaba al máximo en mí.

    El rugido del oso sonó terriblemente cerca y de inmediato un escalofrió recorrió toda mi espalda hasta anidarse en la base misma de mi cuello, erizando hasta los cabellos más cortos de mi nuca. Contraje mi espalda y mis hombros sin dejar de correr, esperando en cualquier momento sentir el zarpazo del animal que cortaría mi carrera... y mi vida. Pero no sucedió. ¿Acaso el gigantesco oso estaba jugando conmigo antes de poner fin a mi huida?

    El terreno se aplanó un largo tramo, y como a unos cincuenta metros pude ver como el bosque se hacía menos denso y más iluminado, aún había reflejos de los últimos rayos del sol y también podía escuchar un leve rumor de agua frente a mí.

    Una chispa de esperanza me invadió en ese momento, inyectándome nueva fuerza por lo que aceleré lo más que pude jadeando con desesperación.

    Un enorme tronco tirado en el camino me impedía ver más adelante, sólo podía escuchar el sonido del agua que se hacía más intenso mientras me acercaba.

    Corrí tan rápido que por un momento creí haberme alejado del oso, pero cuando más confiado me sentía, lo escuché rugir tan fuerte que no pude evitar voltear mientras brincaba a la parte alta del tronco caído, con la intención de ponerlo de por medio.

    Un grito de pánico salió de mi garganta al verlo, era enorme, dos veces mi tamaño y estaba tan cerca de mí que casi podía olerlo.

    Automáticamente fijé mis ojos en sus fauces, los grandes colmillos del animal eran aterradores.

    El oso rugió ferozmente una vez más, al tiempo que me lanzaba su pesada garra. Escuché el sonido de mi impermeable y mi mochila desgarrándose en mi espalda, pero el oso no alcanzó a lastimarme o a detenerme porque con el vuelo que llevaba, ya había puesto mi pie derecho sobre la parte superior del tronco caído frente a mí. Con desesperación, giré mi cabeza hacia el frente para impulsarme en el tronco y terminar de brincarlo y fue en ese momento cuando sentí un enorme vacío en la parte baja del estómago. Mis ojos se abrieron al máximo al ver cómo después del tronco la tierra se terminaba. No pude detener mi salto y no había nada a lo que pudiera sujetarme, por lo que en una fracción de segundo empecé a caer. Era como si mi estómago subiera a mi pecho y luego a mi garganta en una indescriptible y abrumadora sensación de sorpresa y pánico, al sentir que la vida se te va mientras caes y no puedes hacer nada, más que gritar.

    Tras unos segundos, el golpe en el agua puso fin al grito que pegué en mi caída. La sensación de vacío que llenaba mi pecho desapareció al sumergirme en el agua, pero rápidamente fue reemplazada por desesperación y un naciente dolor en mis pulmones, por la urgente necesidad de respirar. Con todas mis fuerzas pataleé esperando estar avanzando en la dirección correcta. El agua estaba fría, turbia y arremolinada y no podía ver casi nada. Luché tratando de salir a la superficie y cuando mis pulmones estaban a punto de reventar, logré sacar la cabeza del agua y tomar una desesperada bocanada de aire no sin dejar de tragar agua involuntariamente y toser para expulsarla. Manoteé para mantenerme a flote mientras mi vista se aclaraba y aunque ya no quedaba mucha luz vi a mi derecha una pequeña cascada que alimentaba la fosa en la que había caído, me di cuenta que apenas había librado la base de roca que la rodeaba. Arriba, los rugidos del oso se hicieron más intensos, y alcancé a ver su cabeza y sus patas apoyadas en el gran tronco por el que había saltado. Sin recuperarme del todo, vi como el enorme tronco que estaba en equilibrio al borde de la fosa, resbalaba por el peso del animal y caía directamente sobre mí arrastrando consigo una gran cantidad de tierra y piedras.

    —¡No! —grité y me sumergí lo más hondo que pude para evitar que me cayera encima. Sentí un terrible dolor en la espalda cuando una roca me golpeó de lleno… de no ser por mi mochila, hubiera sido peor —pensé— mientras manoteaba buscando alejarme del lodo y las piedras que bajaban a mis lados amenazantes.

    Sumergirme estaba resultando más fácil de lo que esperaba... de hecho, demasiado fácil... sentí la vibración ocasionada por la caída del pesado tronco al contacto con la roca del borde de la fosa. Afortunadamente no llegó a caer al agua porque habría sido un problema esquivarlo y evitar que me arrastrara con él. El aire empezaba a faltarme y traté de subir a la superficie, pero me estaba costando demasiado trabajo lograrlo, la mochila al igual que mi ropa y mis botas de montaña estaban siendo un lastre para mí, y la corriente que generaba la cascada también me afectaba. Antes de que pudiera despojarme del peso extra que traía en mi cuerpo, la base más profunda de la fosa crujió de tal forma, que aún bajo el agua la pude escuchar, volví mis ojos hacia ahí, y vi que se formaba una enorme grieta en la pared. De inmediato sentí una fuerte corriente jalándome hacia ella. Sin más control de mi cuerpo que el de tratar de protegerme la cabeza de los golpes, pasé a través de la abertura. Todo intento de resistir a su fuerza era inútil, pronto empecé a sofocarme y a sentirme exhausto.

    ... No más esfuerzo... No más lucha... —pensé— mientras me dejaba llevar por la corriente y me perdía por completo en la oscuridad de la grieta bajo el agua.

    Búsqueda

    —Brise, vuelve acá —me llamaron mis compañeros al verme correr rumbo al bosque.

    —¡Sólo han pasado tres días! —grité y seguí corriendo sin reprimir las lágrimas que brotaban de mis ojos.

    —Dan está vivo —dije al tiempo que aminoraba la velocidad de mis pasos y me recargaba junto al tronco caído de un viejo y mohoso árbol. Me sentía desfallecer. Poco a poco fui deslizando mi espalda sobre su corteza hasta quedar sentada en el suelo poniendo los brazos cruzados sobre mis rodillas y escondiendo mi rostro entre ellos.

    —Dan está vivo, yo sé que sí —seguía repitiendo una y otra vez mientras lloraba desconsolada.

    Nath y Susan llegaron pronto a mi lado, seguidos por dos oficiales que participaban en el grupo de búsqueda que se formó tras la desaparición de mi novio, Dan Ekhar.

    Susan me abrazó anidándome con ternura entre sus brazos, mientras susurraba cosas lindas en mi oído tratando de calmarme, pero yo no podía dejar de llorar y repetir entre sollozos que Dan estaba vivo.

    —Por favor —supliqué—. No detengan la búsqueda, él está vivo y nos necesita.

    Recorrí las caras exhaustas de los oficiales y de mis amigos buscando más su apoyo que su consuelo pero nadie parecía estar de acuerdo conmigo.

    —Por favor.

    —Señorita —dijo uno de los oficiales—. Hemos buscado durante tres días, con helicópteros, voluntarios y apoyo canino. —El oficial dejó escapar un suspiro visiblemente frustrado tratando de convencerme de desistir—. Recorrimos varias veces el perímetro, cincuenta kilómetros a la redonda desde el lugar donde fue visto por última vez y...

    —Por favor —repetí con lágrimas en los ojos.

    —No hay forma de que haya ido más lejos en este tiempo —continuó el oficial—, y no hemos encontrado el mínimo rastro de él. Lo más probable es que…

    —¡¿Qué?!

    El oficial se quejó por el leve codazo que le dio el jefe Larney en las costillas.

    —Un día más, Brise —indicó el jefe mirándome con sus ojos negros llenos de preocupación y cansancio.

    —Lo buscaremos un día más —confirmó.

    Yo lo conocía desde pequeña por la relación que guardaba con mis padres, quienes trabajaban en la planeación de eventos culturales para la Universidad de Missoula.

    Tim Larney me había visto crecer y transformarme de una flaca y arrebatada chiquilla que corría todo el tiempo, a la alta y atlética universitaria, seleccionada del equipo de natación que era hoy.

    —Gracias —dije al ponerme de pie, sonriéndole agradecida, mientras me dirigí a él para abrazarlo.

    —Caray, Brise —comentó apartándome suavemente mientras me miraba con seriedad frunciendo el ceño—. Por favor entiende, sólo podremos buscarlo un día más. No me pidas más porque...

    Mi mano temblorosa se alzó entre nosotros.

    —Es todo lo que te pido —dije agradecida.

    Un profundo suspiro salió de su boca mientras se daba vuelta y caminaba hacia el puesto de control que había montado para organizar la búsqueda. Lo seguimos en silencio. Nath y Susan se acercaron rápidamente a mí y me abrazaron mientras caminábamos.

    Las montañas Bitterroot en el estado de Montana eran de imponente belleza, amplios bosques llenos de grandes pinos, hermosos lagos y paisajes maravillosos por doquier. Pero hoy, para mí toda esa belleza resultaba triste y sin color, la búsqueda durante los últimos días había sido ardua y agotadora, y aunque llegaban voluntarios de la ciudad de Missoula y de varias zonas del condado de Rivalli, todos estaban cansados y en sus miradas se podía ver perfectamente lo que yo no quería aceptar.

    Que Dan había muerto.

    Sacudí la cabeza bruscamente queriéndome arrancar las horribles imágenes en mi mente.

    —Tranquila, Brise —dijo Susan mientras retiraba el cabello de mi frente tiernamente—. Todo saldrá bien, mañana seguiremos buscándolo… aún podemos encontrarlo.

    —Gracias, Sue... de verdad aprecio que estés conmigo —dije sonriéndole suavemente aunque sólo pude curvear un poco mis labios mientras mis ojos se mantenían inexpresivos como perdidos en un mar repleto de los horribles pensamientos que me embargaban en este momento.

    —También gracias a ti —dije con sinceridad volteando hacia Nath, poniendo mi mano en su brazo con suavidad—. No podría soportarlo sin ustedes.

    Nath me sonrió sin poder disfrazar del todo la tristeza en sus ojos.

    —Dan también es nuestro amigo y no nos rendiremos hasta encontrarlo —dijo eso de tal manera, que no pudimos evitar fundirnos los tres en un abrazo fraternal.

    —Son increíbles —tras unos segundos de confortarnos unos a otros, me alejé un poco de ellos secando las lágrimas en mis ojos, contemplando a mis amigos.

    Ella pequeña, muy linda y esbelta, de ojos verdes y pelo al hombro, café rojizo muy oscuro, siempre revuelto. Me fascinaba verla sonreír porque cada vez que lo hacía, unos lindos hoyuelos se marcaban en sus mejillas llenas de diminutas pequitas. Era una chica muy linda que hacía perfecta pareja con Nath que era alto, atlético, de cabello rubio muy corto y ojos de un suave tono azul. Siempre estaba sonriente y de buen humor y aún en este difícil momento por el que pasábamos, él trataba de aligerarnos la carga y hacernos reír con detalles tontos y ridículos aquí y allá.

    —¡Chicos! —gritó el Jefe más adelante en el campamento, dispersando de golpe mis pensamientos.

    Nos soltamos rápidamente y caminamos hacia él.

    —Uno de los grupos de búsqueda al oeste me dice que encontraron algo que probablemente pertenece a Dan.

    —¡Ah! —di un respingo y un corto grito se ahogó en mi garganta mientras ponía una mano sobre mi pecho.

    —¿Qué quieres decir con probablemente? —pregunté con los ojos casi desorbitados sintiendo pánico y un intenso dolor dentro de mí.

    El jefe me tranquilizó al ver la expresión de mi rostro.

    —No, Brise, no es lo que imaginas —dijo tomándome de los hombros—. No lo hemos encontrado a él, son sólo unos girones de un impermeable café oscuro y creen que puede ser el mismo que nos dijeron que traía puesto el día que salió de excursión.

    —¿Girones? —murmuré desfalleciente, mientras las imágenes de un oso desgarrando la piel de Dan volvían a mi mente. Sin aliento, me apoyé un poco de sus brazos. Repentinamente me sentí mareada.

    —Eso no es todo —continuó—, los muchachos que encontraron el trozo del impermeable confirman huellas humanas y de un oso de gran tamaño al borde de una fosa profunda, por lo que necesitaremos llamar al equipo de buceo de Missoula.

    Mis ojos se abrieron sin comprender lo que me decía.

    —Necesitamos buscar dentro de la fosa, Brise —dijo mirándome fijamente a los ojos—. Lo haremos mañana temprano.

    —Oh, Dan —dije sintiendo repentinamente que mis piernas se debilitaban mientras me volteaba con mis amigos quienes me apoyaron de inmediato.

    Estuve un rato sollozando en sus brazos mientras oí al jefe retirarse dando instrucciones.

    —Vamos a descansar —me pidió Nath.

    —Pero...

    —Vamos —insistió llevándome de la mano rumbo al campamento mientras Susan rodeaba mi cintura y me empujaba suavemente. Quise resistir pero estaba realmente agotada y me dejé llevar por mis amigos.

    —Comamos algo antes de dormir... ¿quieres?

    La expresión de Susan al mirarme era de total preocupación, así es que asentí y ella sonrió agradecida.

    No quería que se preocuparan por mí, necesitaba ser fuerte para lo que pudiera venir mañana.

    * * *

    La noche me pareció eterna, no pude dormir casi nada y estaba agotada. Recargué mi cabeza en la portezuela del helicóptero, mientras volamos rumbo a la zona de búsqueda y vi la magnificencia de las montañas Bitterroot al amanecer. El Jefe me había prometido que participaríamos, por eso no pudo negarse a llevarnos. Bueno, eso y que yo le había puesto en claro con toda la determinación de la que era capaz, que si no nos dejaba ir, nosotros iríamos caminando, no importando lo que tardáramos en llegar.

    Seguramente un chico perdido en el bosque era lo más que él podía tolerar por el momento.

    El sonido constante de las aspas de la nave me arrullaba. Cerré

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