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Laitale
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Libro electrónico337 páginas7 horas

Laitale

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Confundida y con el cuerpo hecho pedazos Ellian despierta sin saber en dnde est o cmo lleg ah.
Su escasa memoria apenas le permite recordar su nombre y una ligera aproximacin a la fecha en la que se encontraba. La cual no podra ni remotamente imaginar.
El primo de su rescatador, Dylan, le dice que donde est no es la Tierra y que los rasgos de las personas nativas de Laitale difiere slo en los ojos. A pesar de la incredulidad de Ellian, al ver que los ojos de l son igual que los de ella, Dylan le revela que l tambin era de la Tierra.
Ellian confundida, asustada y temerosa intenta sobrevivir en un mundo totalmente distinto, lleno de bellezas naturales, seres hermosos y una forma de vida utpica que va ms all del entendimiento humano.
Noche tras noche las pesadillas asechan a Ellian intentando advertirle de un peligro aun mayor del que ella se espera.
Encontrando el amor incondicional de un hombre y de su familia ella se cree capaz de enfrentar cualquier cosa para salvar a tan hermoso lugar de las asquerosas garras del mal que la asecha.
Llevndola as a cometer el acto ms valeroso e insensato que jams se crey capaz de hacer.
Su aventura se convierte en un viaje de auto reflexin sobre quines somos y nuestro lugar en el universo, las indestructibles conexiones entre un ser y otro y la manera tan irracional y hermosa en la que el universo acta algunas veces.
IdiomaEspañol
EditorialPalibrio
Fecha de lanzamiento28 jul 2012
ISBN9781463324322
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    Laitale - Ana Morales

    L A I TA L E

    Copyright © 2012 por Ana Morales.

    Número de Control de la Biblioteca del Congreso de EE. UU.:         2012905968

    Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.

    Las opiniones expresadas en este trabajo son exclusivas del autor y no reflejan necesariamente las opiniones del editor. La editorial se exime de cualquier responsabilidad derivada de las mismas.

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    Palibrio

    1663 Liberty Drive

    Suite 200

    Bloomington, IN 47403

    Llamadas desde los EE.UU. 877.407.5847

    Llamadas internacionales +1.812.671.9757

    Fax: +1.812.355.1576

    ventas@palibrio.com

    401741

    ÍNDICE

    PREFACIO

    Capítulo 1    DOLOR

    Capítulo 2    HOSPITAL

    Capítulo 3    EL EDÉN

    Capítulo 4    LUBAIA

    Capítulo 5    LOS CEREZOS

    Capítulo 6    TRANS-FUSIÓN

    Capítulo 7    RECUERDOS

    CAPÍTULO 8    EL BOSQUE BLANCO

    CAPÍTULO 9    EL ÚLTIMO RECUERDO

    CAPÍTULO 10    AUSENCIA DE COLOR

    CAPÍTULO 11    DESPEDIDA

    CAPÍTULO 12    LA VERDAD

    CAPÍTULO 13    UN SÓLO SER

    CAPÍTULO 14    DAÑOS IRREVERSIBLES

    CAPÍTULO 15    ADIÓS LAITALE

    ÚLTIMO CAPÍTULO    CARTA DE EVAN A ELLIAN

    EPÍLOGO

    "El mundo está en las manos de aquéllos

    que tienen el valor de

    soñar y que se atreven

    a correr el riesgo de vivir sus sueños"…

    -anónimo

    LAITALE

    PREFACIO

    Y hasta ese momento fue que lo comprendí todo; el universo es sabio y el destino no comete el mismo error dos veces.

    Ya estaba decidido.

    Miré a mi alrededor evaluando la situación una vez más. Y aterrada pero decidida, tomé aire profundamente.

    Caminé, dejando atrás los alaridos de la gente que ahora amaba y deseaba fervientemente proteger de aquel destino fatídico. Y me dirigí directo a la bestia que se alzaba frente a nosotros.

    Capítulo 1

    DOLOR

    No sabía exactamente dónde me encontraba, o si estaba muerta, lo cierto era que ni el infierno ni el cielo podrían ser tan dolorosos.

    Pronto logré -no sin máximo esfuerzo- abrir los ojos, la tenue luz que pasaba entre las hojas de los árboles me cegó por unos instantes. Mi cuerpo yacía en la tierra fría y húmeda. Mis ojos recorrieron aquel lúgubre lugar, no me era para nada familiar, estaba en un bosque –de eso no cabía duda- pero había algo en el aire que hacía estremecerme; olía a madera calcinada, el aroma se arremolinaba en mi garganta amargamente, ramas secas y torcidas se inclinaban hacia mí.

    El cielo era de color grisáceo poblado de nubes oscuras y hoscas, apenas se filtraban débiles haces de luz.

    Miles de piedritas se clavaban en mi espalda y uno que otro insecto se subía a mi cuerpo. Hubiera querido poder salir corriendo de ahí, pero en cuanto intenté girar sobre mi cuerpo para ponerme de pie, un sonido ensordecedor llenó el aire del bosque, escuché cómo las criaturas pequeñas corrían para esconderse.

    Mi grito de dolor seguro las había espantado.

    La pesadumbre que embargaba mi cuerpo era insoportable, una punzada aguda y penetrante presionaba mis pulmones cada vez que aspiraba, pero el dolor de mi pierna hacía parecer al punzante malestar de mis costillas sólo un cosquilleo.

    Pronto mi vista se empezó a nublar, me costaba trabajo pensar, estaba segura de que perdería la conciencia nuevamente, luché con todas mis fuerzas para que no fuera así, la conmoción era desmedida, pero, ¿Cuántas posibilidades tenía de sobrevivir ahí? ¿En estas condiciones? No me atreví a pensar en la respuesta.

    Mi mente iba y venía, vagaba en falsos y temerosos pensamientos. En un silencio infinito.

    Mis pupilas se dilataban conforme la oscuridad iba tragándome de entre los árboles, que ahora parecían más grandes y amenazadores, no sabría decir cuánto tiempo permanecí ahí inmóvil. Agonizante. Y totalmente desesperada, podía sentir cómo el frío iba haciendo de las suyas sobre mi mal herido cuerpo.

    ¿Cómo llegué aquí? ¿Qué fue lo que me pasó?

    De alguna manera u otra logré pasar la noche.

    Pero no sin haber dejado estragos, una helada y brillante capa de nieve cubría mi cuerpo inmóvil. La luz del nuevo día me resultaba un poco reconfortante, pero no lo suficiente para sentirme…Viva.

    Una y otra vez forcé mi mente a recordar cómo es que había llegado hasta ese lugar, y qué es lo que me había pasado. Me dolía cada partícula de mi ser. Las lágrimas incluso eran dolorosas, la sal escocía mis heridas. ¿Qué le ocurría a mi memoria?

    "Ha de ser el shock lo que me impide recordar" me decía a mí misma en un intento vano por tranquilizarme.

    El tiempo no era piadoso conmigo, casi había perdido sentido. El sol volvía a extinguirse. Intenté gritar pero el alarido se ahogó en mi garganta, el esfuerzo al tomar más aire del necesario producía un chasquido proveniente de mi torso.

    Analizando el entorno y mi estado, me formé dos opciones, pero ninguna era en absoluto convincente, aunque el juicio, de cualquier forma, no tenía cabida en esta circunstancia. La primera: Moverme como fuese, a algún punto visible en el que alguien pudiera ayudarme. Y la segunda y no más factible; dejar que el tiempo me consumiera esperando que por lo menos, me diera una muerte rápida.

    Una vez en mi mente no fue difícil tomar la primera opción, no iba a rendirme, se necesitaría de algo más para hacerme flaquear.

    El dolor era tan constante que casi lograba ignorarlo. Las sombras de la noche estaban ya al acecho y tenía que hacer algo lo más pronto posible, no resistiría otra larga noche de temblequees sin mencionar el silencio sepulcral y estremecedor.

    Debí hacer uso de toda mi concentración para mitigar el dolor, pasarlo a segundo, si era posible a tercer plano. Tal vez no sería algo que no hubiese hecho antes – una especie de acto reflejo, como pestañear- pero eso era lo que ahora me preocupaba, el antes. No podía recordar qué me había pasado, o de dónde era, o cómo había llegado ahí.

    Hice a un lado el sentimiento temeroso. No lo necesitaría en ese momento.

    Cuidadosamente estiré un brazo sintiendo bajo la palma de mi mano la tierra húmeda. En eso estaba cuando, uno de mis dedos topó justo con lo que quería. Un trozo de madera, una rama. La miré, parecía resistente -sólo por si acaso- la puse en mi boca por debajo de la lengua, no hubiese sido doloroso si mis labios no hubieran estado sellados por la sangre coagulada; respiré profundo sin importarme el tañer de mis costillas, y en un sólo movimiento rápido giré mi cuerpo hasta estar completamente boca-abajo, la rama se partió dentro de mi boca en miles de fragmentos dejando un extraño sabor almizclado, de sangre y madera. Me quedé inmóvil, llevando mi concentración al tope, luchando por no desmoronarme del dolor.

    Pero eso no era nada en comparación con lo que me esperaba, el mover mis piernas y brazos en sincronización para arrastrarme, fue un reto aún más grande. No sabría describir con exactitud lo que sentía en ese momento, algo con lo que comenzaba a dudar si quedarme ahí, o arrastrarme hacia ningún lugar. Pero no fue así, soporté todo sin queja alguna, mi prioridad era salir viva de ahí.

    La pierna izquierda no me respondía como debía, claramente estaba partida en pedazos. Podía sentir cómo pasaban las rocas bajo de mí, las sentía chocar contra mis fofas costillas – si es que así se les podía llamar aún-. A cada paso dejaba un sangriento rastro y mis fuerzas se debilitaban.

    En algún momento de mi lucha por sobrevivir, vi entre los árboles una especie de casa, su estructura no me era familiar, en un principio creí era un cerrito.

    Podría vivir alguien ahí. Tomé todo el aire que pude y grité lo más fuerte que me dieron mis pulmones, una, dos veces. Los alaridos me marearon, y recosté mi rostro sobre el suelo, derrotada. No hubo respuesta a mi grito. Mis fuerzas amainaban.

    Dejé que mi mente vagara sin descanso de un lugar impreciso a otro, sin poner especial atención a lo que me rodeaba.

    Mis esperanzas se fueron con el último rayo de luz, ahora la espesa noche se posaba sobre de mí, como si fuera a aplastarme.

    Negro, sin sombras, no había luna…

    El sonido de un jadeo, me sacó de la espesura de mi inconsciencia, el sonido se hacía más fuerte y cercano. Un efluvio tibio movió mis cabellos, me quedé aún más inmóvil. Sus pisadas eran suaves sobre la tierra, apenas audibles.

    El aullido lastimero del animal hizo que se me crispara todo el cuerpo. Ya podía ver venir la primera mordida, o ¿Habría más? Pero en vez de eso el animal acercó su hocico a mi cara, yo cerré los ojos fuertemente e intenté disminuir mi fatigosa respiración.

    Sentí cómo algo húmedo y frío empujó suavemente mi mejilla, me quedé estática, no respiré quien sabe por cuánto tiempo. Cuando estuve segura de que no sucedía nada decidí abrir lentamente los ojos. El lobo estaba recostado a unos centímetros de distancia de mi cuerpo, su pelaje era suave y brilloso, gris con blanco, las orejas negras, era grande.

    Su cabeza giró hacia mí lentamente, sin sorprenderse de que lo miraba, sus ojos me miraban pasivos con una sobre inteligencia que no podía conocer. Pronto se puso de pie y con su gran hocico movió mi mano que estaba cerca de él.

    Sin pensarlo y habiendo disipado cualquier temor levanté la mano y la posé sobre su lomo, era suave, tal como se veía, dejé caer mi mano sin vida, y él se movió hacia atrás. El lobo inclinó la cabeza, y proclamó un aullido hacia el cielo, su llamado no fue como el anterior, me pareció que esta vez estuviera avisando a alguien sobre lo que había descubierto. Yo estaba totalmente pasmada, por lo que divagaba entre que fuera verdad o una alucinación.

    Él se volvió a sentar retirado de mí y de vez en cuando me miraba de soslayo.

    La adrenalina abandonó mi cuerpo y el agotamiento empezó a hacer efecto una vez más. Cerré los ojos por unos instantes, cuando, de pronto el suelo se desvaneció debajo de mí, creí que sólo era un efecto más del abatimiento, por lo que no me apresuré a abrir los ojos, pero para mi sorpresa estaba boca arriba y había una silueta junto a mí. Me alarmé, quise hacerme a un lado, pero no había nada debajo de mí, mas que un par de grandes brazos. Empecé a sentir el vaivén de un paso apresurado, traté de enfocar mis ojos hacia lo que me cargaba pero era inútil la penumbra no me mostraba más que su silueta, miré hacia abajo y apenas pude vislumbrar la presencia del lobo que estaba conmigo. Estaba preocupada y a la vez aliviada de que alguien me encontrara, me daba esperanzas frágiles.

    La persona que me cargaba no habló en ningún momento y yo no tuve el valor suficiente para hacerlo. Luchaba por mantenerme alerta, pero estaba más allá de la extenuación. Se me cerraron los ojos y caí en una inconsciencia aún mayor que cualquier otra.

    Olía a ¿Eucalipto, azahar, amoniaco? Ouch, lastimaba mi nariz y quemaba hasta la garganta hacia los pulmones, no pude evitar toser y eso fue una mala idea el dolor estaba regresando pero con menos intensidad.

    La superficie en la que estaba era suave y se amoldaba a mi cuerpo. Abrí los ojos, sobre mí ya no se alzaban aquellos árboles amenazadores, en su lugar había unas vigas de madera, las paredes eran lisas de color café rojizo, tal vez eran de adobe. Hacía frío pero no como antes, mi cuerpo estaba cubierto con una cálida colcha café, todo era muy monocromático. A mi izquierda había una pequeña ventana que daba hacia el bosque donde supuse me encontraba antes. Desde esta perspectiva ya no parecía tan ceñudo. El cielo estaba muy nublado, por lo que no sabía decir si era muy temprano o si ya iba a anochecer.

    Me comenzaba a relajar, pero no lo suficiente como para no dar un respingo cuando escuché el crujir de la puerta que se encontraba enfrente de mí.

    Por donde habían dejado apenas un pequeño espacio abierto, un par de ojos se asomaron y me miraron detenidamente, mi pobre corazón se detuvo, yo no sabía qué hacer, miles de preguntas me pasaron por la cabeza.

    Estaba temerosa, y no tenía ni la más remota idea de dónde me encontraba. ¿Qué les contestaría cuando me preguntaran qué me había pasado?

    Él se dio cuenta que lo estaba mirando y volviendo la vista atrás, dijo algo en un idioma distinto, sonaba como alemán pero sin esa dura dicción, la pronunciación fue suave como el francés.

    -¿Qué?- Mi voz sonó temblorosa y ronca, apenas la reconocí. El joven abrió la puerta lentamente y me examinó con mesura, de pies a cabeza deteniéndose con suma curiosidad en mis facciones y ojos. Lo miré de igual manera; era alto, su piel era morena clara, casi como la mía, su cabello café oscuro medio largo le caía sobre la cara, sin taparle sus ojazos grises. Estaba segura que no tenía más de 23 años, de complexión delgada, pero no escuálido, no se veía peligroso.

    Él se acercó a mí con cautela, para no asustarme.

    -Mi nombre es Dylan Laupner ¿El tuyo es Lenna?- Habló pronunciando cada palabra con extrema lentitud, procurando que entendiera. Sacudí la cabeza confundida, ese nombre, no era mío, pero, lo había escuchado antes, ¿Dónde?…

    -Ellian…Smith- me asombré de oír mi propio nombre salir de mi voz. Una ola de confusión cruzó por nuestros rostros.

    Tosí por acto reflejo, el olor seguía quemándome la nariz, él se inclinó hacia el piso y tomó una pequeña vasija de cristal, abrió la ventana y la echó fuera. El aire que entró era gélido por lo que no dudó en volverla a cerrar. Giró sobre sí mismo, hacia mí.

    -Ellian. Estás en mi casa. Te encontramos hace un par de días en el bosque, estabas sola, y muy mal herida ¿Recuerdas qué fue lo que te pasó?- Su voz era amable, la curiosidad gritaba desde sus ojos.

    Le negué con la cabeza. Era obvio que el recordar mi nombre había sido mera suerte o algún acto involuntario. Sin embargo el nombre de Lenna seguía revoloteando con menos intensidad en mi azorada cabeza, acompañada de imágenes confusas.

    -¿No recuerdas absolutamente nada? ¿De dónde vienes? ¿Algún pariente al que le podamos comunicar? ¿Algo? – Insistió.

    -No-

    -Está bien - suspiró rendido -en ése caso te quedaras aquí hasta que te recuperes ¿De acuerdo? –una media sonrisa amable cruzó su rostro. – Imagino que tendrás sed. Te traeré algo de beber.-

    Se deslizó por la puerta y se fue. Claro que tenía la garganta más que seca, sentía que la lengua se me caería, pero sentía náuseas no sabía si sería capaz de retener algo en el estómago.

    Un par de voces llamaron mi atención, venían desde algún lugar de la casa no muy lejano, al principio no pude entender nada de lo que decían, parecían hablar algún idioma extraño, el mismo que había escuchado del joven. ¿Cómo dijo que se llamaba? Poco después se les unió esa voz conocida, el muchacho que estaba conmigo se unió a la conversación. Agudicé el oído para escuchar lo que decían, ahora que él formaba parte de la plática podía entenderles. Hablaban en mi mismo idioma.

    Ella no es de aquí y lo sabes Dylan, no es benéfico tenerla aquí, podría ser peligroso dijo una voz grave de alguien mayor. ¿Peligroso?

    Ella no es peligrosa repuso el joven.

    ¡¿Tú qué sabes?! Espetó un hombre "El estado en que la encontré… parecía, como si acabara de pelear con un oso o algo por el estilo, no obstante algunos moretones que tiene no son de un encuentro con algún animal salvaje, parecen golpes, de alguien, como si la hubiesen aventado de algún risco muy alto". La voz era ronca, belicosa.

    Pero no hay ninguna montaña cerca en kilómetros añadió otro, su voz no era ronca como la de los demás, era más aguda casi como la de un niño.

    Tengo aún más razón. Tal vez ella no tuvo oportunidad alguna de defenderse, se ve tan frágil, está completamente confundida. No creo que sea peligrosa. ¿Atacada? ¿Yo? ¿Cómo? ¿Por quién? ¡¿Por qué no recuerdo nada?! ¿Tú qué dices Galia?

    Pienso que Dylan tiene razón. Conocemos a su especie, ya no representa ningún peligro para nosotros. Podrá ser distinta, pero su energía, es pura, está claro que no está aquí para dañar la voz delgada y femenina habló, no entendía de lo que hablaban pero sus palabras me hicieron estremecer.

    Los humanos están resguardados en la isla desde… aquel acontecimiento, no deberían permitirles vagar así nada más graznó la voz amenazante.

    Sirhan no perdona la vida a los forasteros Acier. Dime, ¿Qué ha hecho él cuando la encontró? No hubo respuesta a su retadora pregunta, en su lugar unas pisoteadas se alejaron del lugar. Quería pararme, tal vez salir huyendo, pero mis laceres me frenaban. ¿Qué tan bueno o malo podría ser todo esto?

    "No podemos exponernos a que la vean, no hasta que sepamos que hace aquí. Nosotros curaremos sus heridas. ¿Qué te ha dicho ella Dylan? Habló la primera voz.

    Sólo ha dicho su nombre, siquiera sabe dónde está. Está demasiado confundida, creo que el golpe que se dio en la cabeza le ha ocasionado amnesia temporal

    Intenta hacer que recobre la memoria, de ser posible no le menciones nada más refutó nuevamente el hombre.

    No creo que sea correcto ocultárselo dijo ¿Galia? Era fácil reconocerla al hablar ya que era la única voz femenina presente.

    Todos callaron finalmente. ¿Qué iban a ocultarme? Estaba comenzando a creer que hubiera sido mejor quedarme en el bosque. Unos pasos sigilosos se aproximaron a mi habitación, era Dylan.

    - ¿Cómo te sientes?- preguntó. Estaba tan confundida por la conversación que acababa de espiar que apenas pude hablar.

    -Duele-

    - Mi padre puede curarte, estarás bien en poco tiempo- era claro que veía mi alteración e intentaba tranquilizarme.

    -¿En dónde estoy?- mi voz era un hilo, y estaba confundida pero no era ninguna tonta.

    Había escuchado perfectamente lo que decían, y eso de que los humanos se refugiaban en una isla, no parecía tener indicios de algo bueno, ni…Normal.

    - En mi casa Ellian- afirmó nervioso, ofreciéndome un vaso con agua.

    -No me refiero a eso- lo miré con ojos llenos de terror, no tuve la presencia de fuerza necesaria para tomar el vaso. Mi cuerpo parecía más entumido que antes, casi no sentía nada. Eso me dejaba pensar con un poco de claridad, era bueno ya no tener un dolor constante.

    -Escuchaste ¿Cierto?- era una pregunta retórica- No tienes de que preocuparte, algunos de mi familia no tienen esa clase de tacto para tratar conversaciones delicadas.- Aun así, sabía que había algo que no concordaba, algo que me hacía sentir fuera de lugar. Después de un momento puso el vaso sobre una mesita junto a la cama.

    -¿Qué es lo que no me puedes decir?- Él vaciló, yo hice lo mismo, temía arrepentirme de haber preguntado en cuanto respondiera a mi pregunta imprudente, tonta e imprudente.

    -Será mejor decírtelo cuando hayas recuperado la memoria- lo pensé por un momento. Eso sería lo mejor. Pero deseaba saber la verdad, la necesitaba, por otro lado que diferencia había en enterarse ahora a esperar un momento que tal vez nunca llegaría. Recordé de nuevo el nombre con el que me había llamado cuando desperté. Si lo mencionaba de nuevo, quizá recordaría algo.

    - ¿Por qué me llamaste Lenna?-

    -Hace un par de días cuando te encontraron Acier y Sirhan en el bosque, era lo único que decías, repetías una y otra vez el nombre de Lenna. Creímos que así te llamabas, pero al parecer nos equivocamos.-

    Una lluvia de recuerdos nubló mi vista mucho antes de que terminara de hablar. Lenna. ¿Qué clase de accidente pudo ocurrirme? ¿Lenna? Surgieron imágenes dolorosas y confusas, no logré comprender ninguna.

    -No sé quién es. No…-

    -¿Recuerdas si alguien estaba contigo en el accidente?- negué con la cabeza. Frustrada. Mis ojos veían a la nada, la duda junto con el nombre de Lenna revoloteaban tomadas de la mano en mi mente, chocaban con muros invisibles que bloqueaban mis recuerdos.

    Regresé a mi endeble realidad, no tenía caso seguir intentándolo.

    -¿Quién es Sirhan y Acier?- pregunté para distraerme, además que ese nombre me había provocado curiosidad cuando fue mencionado.

    -Acier es un familiar. Sirhan es una especie de protector, ha estado en la

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