CUANDO LA TEMPESTAD TE DESAFÍA
Después de haberme atado y desatado las zapatillas unas seis veces, nos reunimos bajo el arco que marca el comienzo oficial de la Miwok 100. Somos unos cuatrocientos corredores, agolpados y aguardando el momento de partir. El director de la carrera se sube a una silla en medio de tímidos aplausos, que revelan que todavía no tenemos el ánimo adecuado.
“Faltan 20 segundos para salir”, nos dice. “¡Intentad divertiros! ¿Preparados para la cuenta atrás? Diez, nueve, ocho... tres, dos, uno, ¡vamos!”. Y así comienza la aventura. Mi misión principal, por lo menos al principio, es la de preservar mi cuerpo. Me esperan casi el doble de kilómetros respecto a cualquier distancia que haya corrido antes, por lo que no sé muy bien qué me aguarda. Cualquier cosa podría salirse de lo planeado, podrían entrarme calambres o, simplemente, bloquearme. Por eso, al principio, empiezo casi caminando, incluso en los tramos ligeramente en bajada. Avanzamos mayoritariamente en fila sobre la célebre Dipsea Trail y nuestros frontales crean una larga línea de luces que se aferran a lo largo de la montaña. A mi alrededor, la gente habla, y se saludan entre ellos: “Jack, ¿eres tú? ¿Cómo estás, tío?”. Yo sigo concentrado. Ahora el sendero comienza a subir, en su mayor parte a través de escalones tallados sobre la colina. Es casi de día cuando llegamos a la
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