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La Espada de Sangre
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La Espada de Sangre
Libro electrónico549 páginas8 horas

La Espada de Sangre

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Blood Sword (La Espada de Sangre) por Terry W. Ervin II

El Rey Nigromante ha sido derrotado y las fuerzas restantes de su ejército están en retirada. Pero una nueva amenaza marcha hacia el Reino de Keesee, prometiendo destrucción.

Explorando a lo largo de la frontera oeste, Flank Hawk y La Gran Hechicera Seelain descubren a un ejército reunirse, el ejército de Fendra Jolain, La Diosa de la Sanación. Debilitados y fatigados por la batalla, Keesee y sus aliados no podrán detener el poderoso ejército de Fendra Jolain, de hombres y bestias reunidos contra ellos.

Solo existe una esperanza de sobrevivir: Recuperar la Espada de Sangre del inmortal Coronel del Oeste y traer su siniestra fuerza al campo de batalla.

Para lograr este fin, Flank Hawk acompaña a la Gran Hechicera Seelain mientras ella lidera una misión a través de tierra y mar. Juntos encuentran nuevos aliados y confrontan nuevos enemigos, mientras aprenden que la guerra que está devastando Keesee es parte de un conflicto mucho mayor, cuyas raíces tiene su origen en la Caída de la Primera Civilización.

Si la Espada de Sangre puede ser obtenida, debe ser rápido. Cada día que pasa significa más muertes para los defensores de Keesee. Cada día que pasa es un día más cerca a la derrota absoluta. Incluso si Flank Hawk puede entregar la Espada de Sangre en las manos del Rey Tobias a tiempo, ¿Acaso será suficiente la magia de la malévola espada?

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento3 mar 2018
ISBN9781547519781
La Espada de Sangre

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    La Espada de Sangre - Terry W. Ervin II

    Blood Sword (La Espada de Sangre) por Terry W. Ervin II

    El Rey Nigromante ha sido derrotado y las fuerzas restantes de su ejército están en retirada. Pero una nueva amenaza marcha hacia el Reino de Keesee, prometiendo destrucción.

    Explorando a lo largo de la frontera oeste, Flank Hawk y La Gran Hechicera Seelain descubren a un ejército reunirse, el ejército de Fendra Jolain, La Diosa de la Sanación. Debilitados y fatigados por la batalla, Keesee y sus aliados no podrán detener el poderoso ejército de Fendra Jolain, de hombres y bestias reunidos contra ellos.

    Solo existe una esperanza de sobrevivir: Recuperar la Espada de Sangre del inmortal Coronel del Oeste y traer su siniestra fuerza al campo de batalla.

    Para lograr este fin, Flank Hawk acompaña a la Gran Hechicera Seelain mientras ella lidera una misión a través de tierra y mar. Juntos encuentran nuevos aliados y confrontan nuevos enemigos, mientras aprenden que la guerra que está devastando Keesee es parte de un conflicto mucho mayor, cuyas raíces tiene su origen en la Caída de la Primera Civilización.

    Si la Espada de Sangre puede ser obtenida, debe ser rápido. Cada día que pasa significa más muertes para los defensores de Keesee. Cada día que pasa es un día más cerca a la derrota absoluta. Incluso si Flank Hawk puede entregar la Espada de Sangre en las manos del Rey Tobias a tiempo, ¿Acaso será suficiente la magia de la malévola espada?

    Elogios para Terry W. Ervin II y Blood Sword (La Espada de Sangre)

    ¡La Espada de Sangre es una tremenda entrega en una de las más irresistibles e inventivas sagas de fantasía que he leído en años!

    -Stephen Zimmer, autor de la serie Fires in Eden (Fuegos en Eden) y The Rising Dawn Saga (La saga del Amanecer Creciente).

    La Espada de Sangre continua las aventuras de Flank Hawk, en la cual Ervin crea un detallado y único mundo post-apocalíptico donde la magia funciona, pero tecnología antigua de la Primera Civilización—nuestro mundo—aún existe. Los estarás animando mientras se enfrentan a grifones, ángeles caídos, gárgolas, y otras cosas peores, en una divertida, maravillosa aventura, llena de acción, de principio a fin.

    -David Forbes, autor de la Osserian Saga

    Un digno sucesor de la novela original, llena de acción y entretenimiento.

    -Jim Bernheimer, autor de la serie Dead Eye (Ojo Muerto) y Confessions of a D-List Supervillan (Confesiones de un Supervillano de la lista D)

    Una clásica y épica fantasía con abundantes giros originales. No la querrás dejar de leer, incluso si ya llegaste al fin.

    -David Debord, autor de The Silver Serpent and Keeper of the Mists (La Serpiente Plateada y el Guardián de las Neblinas)

    ¡Sujétense! ¡Ervin tiene la magia!

    -C. Dean Andersson, autor de la trilogía Bloodsong (Canción de Sangre)

    Una curiosa mezcla de fantasía épica, novela de suspenso tecno-moderna y acción-aventura sin parar.

    Erica Hayes, autora de Shadowfae Chronicles (Crónicas de Shadowfae)

    ¡Cómpralo o anótalo en esa larga lista de cosas que te arrepientes de no hacer!

    Stephen Hines, autor de Hocus Focus

    Blood Sword (La Espada de Sangre) por Terry W. Ervin II

    Copyright (Derechos de Autor) 2011 por Terry W. Ervin II

    Publicado por Gryphonwood Press en Smashwords

    Este libro es un trabajo de ficción. Los personajes, lugares y eventos son productos de la imaginación del autor, o son usados ficticiamente.

    Este ebook está autorizado solamente para su entretenimiento personal. Este ebook no podrá volverse a vender u obsequiar a otras personas. Si usted desea compartir este libro con otra persona, por favor compre una copia adicional para cada lector. Si usted está leyendo este libro y no lo ha comprado, o si no fue comprado para su uso personal, por favor regréselo a Smashwords y compre su propia copia. Gracias por respetar el arduo trabajo de este autor.

    Capítulo 1

    Ya vienen, dije mientras pasaba el telescopio a la Gran Hechicera Seelain. Muchos oficiales y estrategas militares se han burlado de la predicción del Príncipe Reveron. Ellos dijeron que sería un desperdicio de recursos militares el vigilar los pasajes a través de las montañas Pyrenees. Es por eso que la Gran Hechicera Seelain se ofreció como voluntaria y me trajo con ella.

    La Hechicera Seelain se asomó al borde de la línea de árboles atrofiados que nos ocultaban de los enemigos, debajo de nosotros. Ella levanta el dispositivo telescópico de bronce hacia su ojo derecho y lo enfoca hacia la cavidad del angosto valle. El Príncipe Reveron acertó, ya vienen.

    Nos acurrucamos en el aislado punto de observación, a una corta distancia de nuestro campamento. Ya estaba a punto de anochecer y las montañas pronto cubrirían la luz del sol.

    Ellos se adentrarán en el valle para acampar. Comenté. Donde se ensancha cerca del manantial.

    La Gran Hechicera Seelain me regresa el telescopio. Estoy de acuerdo, Flank Hawk. Ella abre su morral y saca un libro con cobertura de cuero y un lápiz. Partiremos tan pronto el sol se ponga. Hasta entonces analizaremos y contaremos las fuerzas que Fendra Jolain ha enviado contra nosotros. La Hechicera Seelain no intento ocultar su odio por la Diosa de la Sanación mientras murmura su nombre.

    La gran hechicera vestía una chaqueta de piel de ciervo y pantalones y una blusa azul-cielo. Su blanca, casi translúcida cabellera estaba atada en dos largas trenzas. No estaba seguro cuál era su edad exacta, pero ella tenía al menos treinta veranos. Y en nuestros viajes, he descubierto un par de cosas acerca de ella que no muchos conocen, como las oleadas de magia que surgen de su cuerpo cuando se enfada. Como el guardia personal asignado a la prometida del Príncipe Reveron, he sentido esos piquetes de energía elemental más de una vez.

    Evité mirar sus ojos azul-cielo. En parte porque el ojo izquierdo permanecía en un tono más oscuro que el derecho, siempre recordándome de cómo una vez casi fracaso como su guardia designado. Más aun ahora, ya que estaban entrecerrados. Estaba formulando un plan—sin duda alguna, tramando una manera de disuadir al príncipe de ir a confrontar al enemigo.

    Palabras como disuadir y tramar no eran palabras que normalmente usaría. Eran palabras que el Príncipe Reveron diría a las objeciones de la Gran Hechicera Seelain cuando discutían abiertamente sobre él, dirigiendo misiones militares y campañas.

    De todos modos, yo no quería ser parte del plan de la gran hechicera. En vez de eso, me acerqué al borde de la línea de árboles y me enfoqué en mirar a través del telescopio hacia el valle, buscando algo que decir para quizás distraer a la hechicera de su ira.

    Los de reconocimiento regresaron, Comenté, apuntando hacia atrás a lo largo del camino que lleva hacia la amplia extensión oriental del valle. Solo regresó la mitad. Cuento a tres montados sobre cabras.

    Enfócate en las fuerzas entrantes, Flank Hawk.

    Asentí con la cabeza, sabiendo que ella tenía su lápiz listo para escribir números y unidades. La verdad era, que yo no quería contar. Los números entrando en el valle eran fuerzas de vanguardia, una pequeña fracción de lo que la Diosa de la Sanación había enviado, marchando contra Keesee.

    Un oficial en armadura, portando una capa roja y blanca, los colores de Fendra Jolain, yace sentado a horcajadas sobre un caballo de guerra gris. Él saca un mapa de una alforja y lo examina antes de dirigir a un grupo de infantería hacia la pendiente que no estaba lejos del desgastado camino. Después de marchar sobre un afloramiento de rocas de granito y luego de una breve discusión, los soldados pisotearon algo de maleza a un lado antes de usar sus lanzas y hombros para hacer rodar una roca apaisada.

    Una cueva. Mencioné.

    Uno de los soldados se agacha para entrar en la fisura oscura, seguido por un segundo. Ambos emergen en menos de un minuto jalando una gran caja de madera y dos sacos rellenos.

    Lograron conseguir provisiones durante su ruta.

    Me moví a mi derecha mientras la Hechicera Seelain se acerca a mí. Eso no está bien, ella responde.

    Asentí y expresé mi preocupación. Debieron haber planeado esta marcha por al menos un año, si no más.

    La Hechicera Seelain me frunció el ceño. Ellos marchan solo por una razón, Flank Hawk. Llamémosla por lo que es. Una invasión.

    Asentí. Invasión. Y eso significa que ellos han explorado este valle a fondo antes de almacenar provisiones.

    Estoy de acuerdo. Dijo la Hechicera Seelain. Un habitante local o un guía familiarizado con el territorio debió haberlos guiado directamente a la cueva. Le lanzó una mirada a su pálido bastón que descansa sobre una rama muerta. Rara es una misión digna que carezca cierto nivel de riesgo. Ella recorrió con la mirada el cielo y la ladera. El hecho permanece, mi amigo mercenario, no podremos partir sin ser notados hasta después del anochecer. Enfócate en la misión.

    Ella era una hechicera de aire—una muy poderosa, segura de sus habilidades. Pero se me había encargado la tarea de mantenerla a salvo. Entendió, Gran Hechicera, dije mientras comenzaba a contar tropas y unidades.

    Ella se hace para atrás y se mantiene al alcance de su bastón y escribe mientras hablo.

    Una vanguardia de veinte jinetes ligeros seguido por una compañía de soldados de infantería, mezclados con quizás una docena de arqueros. Un momento más tarde añadí. Tres amos de las bestias, cada uno con una descomunal jauría de perros de guerra. Bestias musculosas, carentes de temor, los caninos tenían mandíbulas que podrían apresar la pierna, o el cuello de un hombre, como una trampa de hierro.

    Entonces mi corazón se llenó de pesar. Entrando en mi visión era la primera de varias tribus de mercenarios, todas del tamaño de compañías, provenientes del Continente del Sur. Vestían armaduras de cuero endurecido, con pieles exóticas y plumas coloridas. He oído sobre tales mercenarios. Ellos son feroces y astutos. Mantuve mi voz tranquila. Cuatro compañías de mercenarios Malgerianos, distintas tribus, supuse, basado en los patrones de color de sus plumas y forma de marchar, llevan atlatls con jabalinas y mazas con picas.

    Estaba contando caballería ligera adicional entrando en el valle cuando la Gran Hechicera Seelain me susurró bruscamente, Flank Hawk, permanece quieto.

    Me congelé, resistiendo la urgencia de mirar atrás, o arriba, o cualquier otro lado. Si la Hechicera Seelain daba una orden, era porque había una buena razón. Aun así, cerré mi ojo derecho mientras abría mi izquierdo para escapar del alcance limitado del telescopio.

    La Hechicera Seelain susurró, Arriba, desde el este. Bestias elementales. Ella se detuvo por un momento. Grifones.

    Los arboles atrofiados nos ocultaban de los ojos debajo de nosotros y en la ladera, pero éramos visibles entre los arboles directamente desde arriba. Podría ser que fueran salvajes. Pero lo dudaba, especialmente porque se aproximaban a un ejército. Y si el valle era su terreno de anidación, la Gran Hechicera Seelain los hubiera detectado antes de ahora. Nuestras monturas también lo hubieran hecho.

    Un chillido como de un halcón suena desde muy arriba. Segundos más tarde, una silueta pasa rápido, justo sobre la línea de árboles. No tan grande como un dragón, pero lo suficientemente grande. Un segundo grifón responde con un llamado desgarrador mientras se precipita en un giro sobre el valle, devuelta hacia nosotros.

    La Gran Hechicera Seelain se aferra a su bastón. Nos descubrieron.

    Capítulo 2

    Gran Hechicera, dije, mientras me ponía mi casco de acero y alistaba mi ballesta. Las monturas. ¡Vaya a ensillarlas! Eché un vistazo pasando a la Hechicera Seelain hacia mi lanza de jabalíes que estaba debajo de unas ramas de pino de tierra.

    Flank Hawk, ella dijo, mientras sostenía su bastón y preparaba un hechizo.

    Me acerqué a la gran hechicera. ¡Haga lo que digo! Un tercer y cuarto grifón anuncian su presencia con chillidos desgarradores que hacen eco en todo el valle. Perros de guerra ladran, sedientos de sangre, hacen que aumente mi urgencia. Sus habilidades con los guivernos sobrepasan las mías. Seleccioné una de mis saetas rojas y di la espalda a la hechicera mientras exploraba el cielo. "Yo la seguiré."

    Ramas se torcían y rompían mientras ella corría a través de los árboles, hacia nuestro campamento a un cuarto de milla de aquí.

    Estaba preparado para sacrificarme y así darle a la Hechicera Seelain tiempo suficiente para escapar, de ser necesario.

    Seis de las bestias aladas se agrupaban en lo alto, sobre el centro del valle. La más pequeña pondría en vergüenza a un toro. Un hombre—un amo de las bestias—yace sentado a horcajadas sobre la más grande y apunta con su lanza, dándole nuestra posición a los enemigos debajo de nosotros.

    Nunca había visto a un grifón, pero sabía de ellos. La cabeza de un águila, alas y patas talonadas con el cuerpo musculoso de un león. Estaban infusionados con el espíritu de un elemental de aire, haciéndolos rápidos y muy agiles, y haciéndolos más peligrosos que nuestras monturas de guivernos, las cuales los grifones eran predadores de estas. Se decía que los híbridos león-águila eran menos diestros en el suelo. Aun así, mi pechera y gambesón no podrían soportar el poder de los talones y picos de un grifón. Y cinco de ellos, dirigidos por órdenes a través de pensamientos de sus amos humanos, iban en picada. Tres se precipitaban sobre mi mientras dos circulan de lejos, a mi derecha.

    No había razón para preocuparse por los soldados y los perros de guerra que buscaban un camino hacia la ladera. Ellos llegarían mucho después de que esta batalla se haya resuelto. La Gran Hechicera Seelain escaparía, o ambos yaceríamos muertos.

    Me acerque más allá de la línea de árboles, a cuatro pies de la orilla de la saliente, asegurándome que el amo de las bestias me viera.

    Primeramente, el abeto a mi espalda era escasamente más alto que yo y ofrecía poca protección. La bestia de alas doradas sabia esto y vino hacia mí en línea recta. El amo de las bestias que la monta, miraba desde la distancia.

    Los ojos verdes de la líder se fijan en mí. Talones frontales flexionados. Se nivela y se acerca tan rápido como cualquier dragón. Solo un disparo de suerte hacia un ojo o una arteria en el cuello podrían derrotar a la bestia. De lo contrario, mi saeta, cubierta de resina de fireweed, no le sería más que una molestia.

    Retrocedí varios pasos hacia el árbol, calculando la aproximación del grifón líder. Tenía solo segundos para actuar. El líder mantuvo sus talones frontales cerca de su pico abierto para arrasar todo a su paso. La cola del segundo se inclinó hacia abajo levemente con los talones posteriores flexionados ampliamente—para atrapar. El tercero los seguía a cincuenta yardas desde atrás.

    Grité mi mejor desafío de dragón negro gutural. Sapo Callejero, mi mentor, se hubiera carcajeado, pero tuvo el efecto deseado. El grifón líder respondió con su propio llamado a mi reto. Volví a gritar, pero en vez de defender mi terreno caí sobre mi espalda antes de que me alcancé. Sus alas cortan las copas de los árboles y su pico se cerró de golpe.

    Justo cuando golpeo el suelo, jalo el gatillo de mi ballesta. La saeta perfora profundamente la entrepierna desprotegida del grifón. Alzó el vuelo, chillando en sorpresa, seguido por dolor. Arrojé a un lado mi ballesta y rodé a la derecha hasta que golpeé el tronco del pino más cercano. Me aferré firmemente a las raíces. Ramas se rompieron y quebraron mientras el tronco del árbol se sacudía. Talones rasgan la placa posterior de mi espalda, pero carece de fuerza y fallan en atraparme.

    Arrastrándome hacia adelante, me pongo de rodillas y desenvaino mi espada corta de amplia hoja. El sonido de aleteos suena detrás de mí, terminando en ramas rompiéndose y un pum mientras el tercer grifón aterriza. Me volteo y me acerco al mismo tiempo que el grifón se avecina a través de los abetos. El olor de carroña-amarga proveniente de su aliento, llena el aire. Esquivo hacia la derecha y clavo mi espada en la carne musculosa donde las plumas y la piel se unen. La bestia se encabritó antes de que yo pudiera sacar mi espada y me golpeó hacia un lado, dejando huecos en mi pechera. Rodé con el golpe, ramas hacían lenta mi caída. Con su pico el grifón saco mi espada de su hombro. Me moví precipitadamente a través de los arboles hasta mi lanza, evadiendo pico y talones mientras el grifón se arrojaba tras de mí.

    Tomé mi lanza mientras corría y me lanzo a través de los árboles. Los grifones son animales de manadas. Ellos trabajan juntos para cazar presas aún sin la guía de un amo de las bestias. Dos de los tres grifones cazadores estaban heridos. No mortalmente, pero lo suficiente para retrasarlos. Lo suficiente para llegar a la saliente donde estaba nuestro campamento y monturas, tengo que sobrevivir una carrera cuesta arriba a través de una expansión de altos pinos blancos que ofrecían muy poca protección. Aun así, tengo que hacer lo que sea para distraer y debilitar a los grifones que me cazan, y esperar que Seelain se encargara de cualquiera que lograra pasar—sin contar los dos que estaban volando en círculos más adelante.

    Seguí adelante, subiendo la empinada a través de los arboles mientras el grifón herido por mi espada me persigue saltando como ardilla. Me estaba alcanzado a medida que los arboles se volvían más altos y estaban más separados unos de otros, dándoles más espacio para maniobrar. Poniendo en ventaja a la bestia.

    Hice sonar un estridente llamado de dragón negro para mantener la atención de los amos de las bestias en mí y para hacerle saber a Seelain que aún estaba con vida y luchando. Me aparté de un árbol y corrí a la izquierda. El grifón herido por mi espada salta más adelante a mi izquierda, acercándose, tratando de llevarme a la derecha. Cerca del campamento habíamos colocado una rudimentaria trampa de cable que podría herir más o lisiar uno de mis adversarios.

    El grifón con la herida de espada se había acercado cerca de quince yardas. Doblé a la derecha y me deslicé a través de un grupo de pinos adultos creciendo juntos. Eso interrumpió el impulso de mi perseguidor. En vez de escalar hacia el campamento, continué hacia la derecha y bajé hacia una formación de árboles creciendo en líneas paralelas con ocho pies de separación entre ellos. Cinco pinos de troco grueso se expanden por diez yardas, puestos a través de una línea similar de seis.

    Mi perseguidor iba a toda velocidad nuevamente, alcanzándome. Pero con suerte tengo tiempo para ejecutar mi plan. El grifón con la herida de espada chilla mientras corro a través de los arboles alineados. Era menos de diez yardas. Giro y pongo la base de mi lanza contra el terreno rocoso y elevo la punta de acero, apuntándola al pecho de mi perseguidor. La bestia venia demasiado rápido para detenerse y los arboles bloquearían cualquier intento de maniobrar a la izquierda o a la derecha.

    A pesar de su hombro ensangrentado y de no ser capaz de abrir sus alas, el grifón evitó mi maniobra saltando sobre el alcance de mi lanza de jabalí, ramas se rompen y tuercen contra sus alas cerradas. Empujo mi lanza hacia arriba—demasiado lento para darle al pecho desprotegido del grifón. Cae al suelo, favoreciendo su hombro izquierdo herido. Me lanzo contra el grifón mientras sus garras se aferran al terreno lleno de raíces y el tronco de un pino robusto. Eso le permite detenerse, girar y lanzarse hacia mí a través de la lluvia de astillas que caían por las ramas rotas de arriba.

    Esquivo a la izquierda. Sus talones atrapan mi pie y atraviesan mi armadura. Me arrodillo firmemente y apuñalo la carne con mi lanza, la hoja atravesando costillas mientras la bestia se acerca.

    La herida que mi adversario me hizo me hace sentir un fuerte dolor sobre mi pierna derecha. Me pongo de pie y mantengo mi lanza firme mientras la bestia gira. Parece sorprendida por hacerle frente. Mi única otra opción era correr de nuevo. La herida solamente me demoraría un poco, pero iría directamente hacia una emboscada.

    El grifón favoreció su hombro herido, y su sangrado de tres pies de largo lo hizo desconfiar de mi mordida. Eso estaba bien para mí. Cuanto más tiempo tarde el trio en derrotarme, le daba a la Gran Hechicera Seelain una mejor oportunidad de escapar. Y eso era lo único que contaba ahora. No podía fallar. El rey se había burlado de su elección de mí sobre uno de sus soldados elite de infiltración. Le probare que ella tenía razón y él estaba equivocado.

    Las astillas habían dejado de caer mientras me hacía para atrás hacia una brecha estrecha entre dos árboles en una línea de cinco. El olor de mi sudor, el aliento agrio de la bestia y nuestra sangre llenan el aire. Los ojos del grifón se mueven entre mi mirada y la punta llena de sangre de mi lanza mientras el goteo de mi propia sangre comienza a llenar mi bota.

    Me coloqué en medio de los dos árboles que estaban juntos y fingí un ataque. Da un zarpazo hacia mi lanza en un esfuerzo para arrojarla a un lado incluso cuando la retiro. Se detiene para emitir un estridente llamado staccato. Llamando ayuda.

    Una turbulenta perturbación en las ramas de arriba atrapa mi atención y la de mi adversario. El sonido de viento, pero no por el aleteo de alas.

    Un torbellino de polvo tamaño endemoniado reúne piñones y astillas mientras desciende a través de los árboles y engulle la cabeza del grifón. El pequeño espíritu elemental comienza a disiparse en el instante que entra en contacto con la bestia. Aun así, el grifón estaba ciego temporalmente y tomo ventaja de la ayuda enviada por la Hechicera Seelain. Mientras corcoveaba, pico mordiendo y talones arañando a través del vacilante elemental, clavo mi lanza en lo profundo de la garganta de la bestia, hasta las cuchillas de los lados y luego la saqué dejando salir un chorro de sangre de la arteria.

    Me aleje de mi adversario mortalmente herido mientras cae al suelo en sorpresa. Exploro los arboles por más grifones. No veo a ninguno, miro mi gambesón cubierto de sangre, y trato de decidir si debería curar mi herida. El grito de batalla de otro grifón que venía a toda velocidad hacia mí a través de los arboles contesta mi pregunta.

    Este adversario es varias veces más alto que el ahora muerto grifón. Un tum a cuarenta yardas a mi derecha anuncia la llegada de otro grifón—es aquel a quien le dispare con mi ballesta. Se mueve a través de la ladera lentamente, pero con igual determinación que su compañero de manada que estaba a solo treinta yardas de mí.

    Incluso con una pierna lastimada, evadir a dos grifones por más de un minuto o dos sería imposible. Retrocedí, hasta poner mi espalda contra un árbol desarraigado que se apoya sobre otro árbol pequeño. Detrás de los coníferos yace un pequeño afloramiento de rocas de granito. No más ayuda vendría de la Gran Hechicera Seelain, pero mi resistencia podría conseguirle otros treinta segundos.

    ¡Vamos! Grite. ¿Quién quiere un poco de acero frio?

    Me rodean, el grande a mi izquierda, el herido por mi ballesta a mi derecha, cada uno retándome a voltear la espalda al otro, o hacer una temeraria carrera hacia el frente en medio de ellos. Sabía cuál era mi blanco, el herido por mi ballesta. Era más pequeño y acechaba con duda, la resina de fireweed debe arder en su entrepierna. Pero no me comprometería hasta estar en rango de atacar. Solamente tendré una oportunidad de atacar antes de ser derribado por detrás. Y con una buena cantidad de suerte, quizá la Hechicera Seelain tendrá a un grifón menos que enfrentar.

    Me prepare, cambiando mi mirada de un grifón a otro. Tenía que hacer mi ataque en el instante antes de que pareja de grifones se abalancen sobre mí. De pronto detuvieron su avance—y retrocedieron un paso, luego otro. El grande miró hacia arriba e hizo un graznido gutural.

    Algo estaba sucediendo que yo no estaba al tanto. Ambas bestias retrocedieron, agitando sus plumas y alas en un despliegue de amenaza antes de girar e irse saltando. Tan pronto como llegaron a una distancia apropiada, ellos saltan hacia el aire y toman vuelo.

    El amo de las bestias debió haberlos llamado. Su blanco se había vuelto la Gran Hechicera Seelain. ¿Habrá ella tomado vuelo? ¿O acaso ella estaba aún en tierra, enfrentándose al amo de las bestias y sus otros tres grifones?

    Tome la rápida decisión de revisar mi pierna herida. Jalando hacia arriba el desgarrado gambesón, examiné la rasgadura superficial que un talón había infligido justo debajo de la rodilla. Mi armadura y el cuero cortado de mi bota habían absorbido la mayoría del impacto. Había un moretón, y aún estaba sangrando. Hago a un lado la noción de usar el único hechizo de curación que conozco. Podría detener la mayoría del sangrado, pero la herida volvería a sangrar una vez que comience a correr. Aun así, si continúo sangrando, estaría demasiado débil incluso si llegara con la Hechicera Seelain a tiempo. Lo he visto pasar, a mercenarios ignorando tratar sus heridas para lamentarlo más tarde—si sobreviven.

    No podía usar el puñal de mi bota—estaba recubierto con resina de fireweed. Así que, corté torpemente un trozo de tela del forro de la pierna izquierda del pantalón de mi armadura usando la hoja de mi lanza. El algodón estaba empapado en sangre y estaba resbaladizo, pero logré atarlo alrededor de mi herida y con un fuerte nudo. Sangró al momento de mover mi pierna, pero no fue mucho.

    El esfuerzo había toma más de un minuto, una eternidad en combate. Tomo mi lanza y corro cuesta arriba, siguiendo el tramo hasta nuestro campamento. Arriba a través de los árboles, vislumbré grifones en lo alto. Sus llamados que hacen eco y un profundo chirrido estruendoso—el grito de un guiverno amenazado—sonó también. Colina abajo surgió el sonido de perros de guerra en cacería. Solo espero que la Hechicera Seelain haya ensillado mi montura. Wick respondía bien a mis ordenes de vuelo, pero no era siempre muy cooperativo en tierra. Y con grifones en el cielo y perros no muy lejos de mí, el guiverno estaría asustado y nervioso. Así seria, si Wick está aún con vida.

    Corrí cuesta arriba, haciendo gestos de dolor cada vez que me apoyo en mi pierna izquierda. La trampa de cable permaneció intacta. Ojalá un perro de guerra hubiera sufrido un golpe de la rama con picos que la rudimentaria trampa habría dado.

    Establecimos el campamento debajo de una estrecha saliente de rocas y arboles ralos. Wick se había acurrucado, presionándose contra el muro de roca, su cobertura de plumas funciona para ocultarlo a pesar de la presencia de una montura de cuero.

    Guivernos son grandes bestias que en su mayoría se parecen a un cruce entre un buitre gigante y un dragón negro. Excepto por sus ojos, picos como de buitres y las colas con púas de las hembras, una fina cobertura de plumas que cambian de verde oscuro a varios tonos de marrón y gris hasta llegar a negro para ocultar a los carroñeros nocturnos como si fueran camaleones.

    La silla de montar que se extiende a las alas de murciélago de Wick, frustran los intentos de permanecer oculto a todos excepto al más casual de los observadores. Yacía en el suelo a diez yardas de mi montura un grifón. Sangre salía de sus ojos vidriosos, la nariz de su pico y boca y también de donde suponía que están sus orejas si las encontrara. La bestia caída de seguro fue víctima de la magia de la Gran Hechicera Seelain. Aun así, su pecho se movía con dificultad.

    Tranquilo, Wick, dije mientras me acercaba al grifón. Con un arponazo rápido de mi lanza hacia la garganta me aseguro de que la bestia jamás se recupere para volar contra las fuerzas de Keesee. Miro hacia el cielo mientras limpio la sangre de mi lanza con el pelaje del grifón. Debemos ser veloces, Wick. Como si fuera un fiel sabueso, espero que el sonido de mi voz, llena de confianza, le diera también un poco de esta a mi montura. No le explique la difícil situación de la Hechicera Seelain en el cielo. Mi ansiedad podría reflejarse en mis palabras. Guardo mi lanza en su funda antes de deshacer la trenza de cuero y el cable de acero atados juntos que van desde la cola de Wick hasta una de sus patas con garras desafiladas. Era un método poco común pero efectivo para mantener un guiverno macho de tomar vuelo mientras esta desatendido, en especial cuando se le habla.

    Mantuve mis acciones tranquilas y deliberadas para evitar emocionar a mi montura más de lo que sus grandes ojos mostraban estar. Tranquilo, Wick, dije mientras subía a la silla y acomodaba mis botas en los estribos antes de acomodarme y tomar las riendas de cuero firmemente sobre mis muslos. El color de mi montura cambio a pizarra gris y emitió un murmullo retumbado desde su garganta, diciéndome que se encuentra inquieto. Le insisto que pase sobre el grifón muerto para que llegue a campo abierto.

    Guivernos machos no son indefensos. Fuertes con reflejos rápidos y picos peligrosos, son capaces de cuidar de sí mismos. Pero a diferencia de sus contrapartes hembras dominantes que están armadas con púas venenosas en la punta de sus colas, los machos evitan el combate cuando sea posible—en especial contra grifones.

    Me inclino hacia adelante y entierro el lado de hierro de los estribos a los lados de Wick. Arriba, le urgí.

    Wick miró hacia el cielo. Su mirada encontró los refuerzos de cinco grifones alrededor de la Hechicera Seelain y su montura, fingiendo ataques, probando sus defensas mientras el amo de las bestias sentado a horcajadas en su montura circulaba a una corta distancia en el cielo.

    Mi montura estira su cuello para voltear a verme.

    Golpeo con fuerza sus lados con los estribos. Estos no eran largos ni particularmente filosos, pero enviaron el mensaje, aun así. ¡Arriba!

    La última opción que me quedaba era usar el puñal de mi bota, pero no quería jugar esa carta hasta que fuera absolutamente necesario. Ladridos y gruñidos de perros que se acercaban convencieron a Wick de que el suelo no era un lugar donde querría estar, así que abrió sus alas y emprendió el vuelo. Guivernos no pueden igualar la gracia de un dragón. Ellos deben esforzarse mucho para estar en el cielo, especialmente con un jinete. Pero una vez están en el aire ellos pueden volar por horas.

    La danza aérea en lo alto parece derivar hacia el este mientras la Gran Hechicera Seelain busca escapar. La montura de Seelain, Ceniza Lunar, evade y gira, haciende y desciende, como un pato acosado intentando seguirle la pista y evadir a media docena de halcones—los cuales descienden y giran más como golondrinas de granero que como grandes aves cazadoras.

    Mi objetivo era colocarme encima del combate y usar la ventaja que la altura superior provee para romper la trampa aérea que atrapa a la Hechicera Seelain. El sol que se oculta en el oeste esconde mi montura y a mí mientras luchamos por alcanzar mayor altitud. Los esfuerzos del enemigo se enfocan en la Hechicera Seelain mientras ella mueve su bastón, frustrando ataques con ráfagas de viento o corrientes de aire leves que hacen caer a un grifón mientras otro llega a tomar su lugar. Ellos nunca le permitían la oportunidad para eliminar a uno de ellos antes de que se recuperada, nuevamente ascendiera y la atacara de nuevo, pico abierto y talones listos.

    Seelain y su montura trabajaban como uno solo, pero ambos se cansan rápidamente mientras Wick lucha por posicionarse sobre el combate. Peor aún, el amo de las bestias parecía ser un hechicero de alguna habilidad mientras veo como desvía al menos dos ataques que la Hechicera Seelain dirige hacia él.

    Mi ballesta podría permitirme herir o al menos distraer al amo de las bestias. Se había ido junto con mi espada. Mi lanza y mi puñal eran mis únicas armas y ninguna era útil a menos que me acercara lo suficiente. Wick jala las riendas mientras le instruyo que se vuelva. Íbamos a ir en picada sobre el enemigo. Quizás podría usar mi lanza como jabalina, lanzarla, o incluso arroyar a uno de los grifones de ser necesario.

    Wick lucha contra mí, renuente de girar e ir en picada. Era su instinto gritándole que huya. Tomé ambas riendas con mi mano izquierda, saqué mi puñal, y hundí la punta a media pulgada en el cuello de mi renuente montura. Wick tenía otros miedos innatos, como el de la cola con picas de una hembra dominante. La resina de fireweed picaba en su piel como lo haría el veneno de un guiverno hembra.

    Mi montura obedece y aletea hacia una en picada. Guardo mi puñal antes de sacar mi lanza de su funda. No es algo fácil de hacer con aire golpeando al pasar.

    Wick apunta hacia el amo de las bestias y su montura de grifón sin mi guía. Su instinto de terminar la batalla rápidamente era acertado, igual que su instinto de huir para sobrevivir también lo era. Apreté los dientes. Sacrificarme yo mismo era una cosa, pero sacrificar una montura tan lead me retorcía el estómago.

    Dos grifones se acercan a la Hechicera Seelain al mismo tiempo. Ella invoca un muro de aire y lo deja caer sobre el grifón más grande, golpeando a la bestia diez pies hacia abajo, dejándola momentáneamente aturdida. Pero Seelain ni Ceniza Lunar eran lo suficientemente rápidos para frustrar el segundo ataque. Talones como de águila cortan en la pierna y cola del guiverno. Ceniza Lunar chilla en dolor mientras se voltea por órdenes de Seelain para enfrentar a un tercer oponente.

    El amo de las bestias se percata de nosotros y nos apunta su bastón blanco de tres pies de largo y realiza un hechizo. Estaba muy lejos para arrojar mi lanza. El abrigo de plumas de Wick se vuelve blanco, el color de agresión mientras emite un grito de ataque, un sonido entre el graznido de un cuervo y el gruñido de un oso. Cualquiera que sea el hechizo que venga en nuestro camino, tendremos que pasarlo a la fuerza.

    La montura del amo de las bestias giró rápidamente y voló hacia abajo justo después de haber realizado el hechizo. Como un chasquido, como si fuera una vela de barco golpeada por una fuerte ráfaga de viento, un muro de aire nos saca de nuestro curso, lejos de nuestro blanco. Un grifón pequeño se acerca a nosotros. Wick gira de regreso hacia la barrera aérea y la atraviesa para enfrentar a su nuevo adversario de frente. Esto sorprende, pero no impresiona al grifón que venía con el pico abierto y con talones extendidos.

    El color de Wick permanece en blanco—él iba a enfrentar al grifón de frente. Aunque Wick era más grande y podía soportar el impacto mejor, era arriesgado. Un ala podría ser rota o el grifón podría clavarse y atacar la parte vulnerable debajo de Wick antes de despedazarla.

    Con lanza lista, en el último segundo, golpeo con mis piernas, usando los estribos y ordeno, ¡Abajo! En el mismo instante que grito, el grifón pasa a la izquierda para evitar un impacto de frente y atrapa el ala de Wick. Entonces el joven grifón intento alejarse incluso cuando Wick se inclinó hacia nuestro enemigo mientras iba en picada.

    Me agarré fuerte mientras mi lanza atraviesa las costillas del grifón, hundiéndola hasta las cuchillas de los lados. La sacudida resultante me levantó de la silla de montar. Por suerte las tiras de cuerpo soportaron. Mi espalda y hombros giraron mientras el grifón pasa sobre nosotros, ocasionando que mi agarre falle. La chillante bestia cae, llevándose mi lanza incrustada junto con ella. Wick gira para perseguir al grifón que estaba cayendo, incluso mientras escupía sangre y agitaba sus alas erráticamente, luchando por mantener altitud.

    Volví a ascender, buscando otro blanco. No tenía más armas más que mi puñal, pero la sangre de Wick estaba hirviendo, listo para enfrentarse a otro grifón.

    Un trueno sonó cerca. La Hechicera Seelain había logrado lanzar uno de sus devastadores hechizos. Ella destruye una esfera de aire que rodea al amo de las bestias y a su montura. El aire de los alrededores es succionado para llenar el espacio vacío, golpeando al objetivo como un golpe de martillo desde todos los lados.

    El amo de las bestias cae a un lado solamente las tiras de cuero son lo único que lo une a su silla de montar. Su bastón blanco se le escapa de sus manos, cayendo a través de la nube esparcida de plumas de grifón.

    Un chillante grifón arremete contra la Hechicera Seelain con imprudente abandono. El otro vuela para ayudar a su amo. Volteo a Wick para interceptar al grifón que iba en picada mientras la Hechicera Seelain se dirige hacia la montura del amo de las bestias que caía del cielo. Su montura, Ceniza Lunar, percibe el cambio en el curso de la batalla y su color cambia para hacerle honor a su nombre.

    El grifón que iba en picada se hizo a un lado, evitando colisionar con Wick, pero su maniobra lo saco de balance, dándole a Ceniza Lunar una oportunidad para llegar por la derecha. El grifón derribado paso a la izquierda de la Hechicera Seelain, dejándola libre para completar otro hechizo. Una rápida serie de sonidos fuertes, similares a los de maderos verdes quemándose en el fuego, sonaron alrededor del inconsciente amo de las bestias. Su cuerpo temblaba, incluso con un par de grifones amortiguan las contusiones aéreas para mantener al grifón moribundo, montura del amo, a flote.

    La Hechicera Seelain se hunde en su silla de montar, débil por su esfuerzo.

    ¡Debemos escapar ahora! Grite.

    Ella asiente mientras doy vuelta para ponerme a su lado. Wick y Ceniza Lunar aletean sus alas, esforzándose por ganar altura.

    Miro hacia atrás. Los grifones no nos perseguían. Al menos no por ahora. Ve por delante. Yo te sigo.

    La Hechicera Seelain se sienta derecho, un poco de su fuerza había regresado a ella al parecer. Ella apunta a mi armadura empapada en sangre.

    Una herida superficial, respondo mientras reviso una vez más los cielos detrás de nosotros. Gran Hechicera, vaya por delante.

    Ella asiente mientras va guiando hacia afuera del valle a través de un paso hacia otro valle, lleno de pinos y robles atrofiados cuyas raíces se aferran a las salientes rocosas. Volamos a lo largo de la vertiente norte, sesenta pies sobre los arboles a medida que las sombras del sol poniente se alargaban.

    Capítulo 3

    La Gran Hechicera Seelain debió haber notado mis esfuerzos por apretar el vendaje alrededor de mi pierna. O quizás era un deseo de examinar las heridas de Ceniza Lunar. Pero después de veinte minutos o menos de vuelo, ella nos dirigió hacia abajo, hacia un espeso meandro de robles.

    Durante nuestro corto vuelo he estado meditando que hacer. Mi herida había continuado sangrando y no podía detenerlo. Estaba alistándome para decirle a la Hechicera Seelain que aterrizáramos para que pudiera tratarla, ya que la continua hemorragia me debilitaría o me pasaría algo peor. Vuelo cerca de Ceniza Lunar para examinar las heridas de talón hechas en su cola y pierna. Eran largas pero superficiales y solamente chorrea un poco de sangre. Probablemente eran dolorosas, pero no eran lo suficiente malas para debilitar a una bestia del tamaño de un guiverno.

    Ahora, estaba demasiado oscuro para ver claramente, especialmente oculto dentro de los arboles recién hojeados. Me desmonto de Wick e intento ocultar mi cojera mientras me apresuro a tomar las riendas de la montura de la Hechicera Seelain. Con la urgencia de la batalla ya desaparecida, dolor comienza a recorrer mi pierna. Siendo un sanador renegado—un neófito—mis heridas sanan más rápido que la de otros mercenarios, pero sufro de dolor al igual que todos. Tenía la habilidad de lanzar un pequeño y sencillo hechizo. Eso era todo. Pero, si eso llegase a saberse, sería suficiente para costarme mi libertad.

    La Hechicera Seelain habló mientras desmontaba. Estas herido.

    Tenía que ser honesto, al menos en este punto. Lo estoy, Gran Hechicera. Posiblemente es más grave de lo que inicialmente pensé.

    Ella apunta hacia la base de un roble. Ahí, Flank Hawk. Siéntate y permíteme que la examine.

    Deberíamos tratar las heridas de nuestras monturas primero.

    Tonterías. Ya has evaluado las heridas de Ceniza Lunar. Yo ataré nuestras monturas. Tú, quítate la bota y la polaina. Me dio una vela corta y un estuche de metal de su silla de montar. No podemos arriesgarnos con un campamento, pero debemos ser capaces de ver.

    "Debemos partir pronto. Los grifones podrían estar

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