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Me casé, ¿y ahora?
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Me casé, ¿y ahora?
Libro electrónico335 páginas4 horas

Me casé, ¿y ahora?

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Una linda historia de amor, donde dos personas hacen todo al revés, empezando por el matrimonio para después encontrar el amor. 

“Tal vez te sorprendas al descubrir que en algunas situaciones, las nuevas experiencias pueden convertirse en lo mejor que existe y que muchas veces no son lo que esperamos y sí algo más profundo. Aprendí que cuando valen la pena, las experiencias pueden ser útiles y necesarias. De esa forma, incluso si piensas que estás dando un mal paso, puede ser que en realidad sea el paso más correcto de tu vida.”

Cléo es una joven escritora, llena de sueños, que vive una vida perfecta con su prometido, una vida en la que todo está en su lugar. Pero ella quiere casarse y para eso termina aceptando una condición inusitada: un trato donde ambos deben estar un mes separados para adquirir experiencias nuevas.

Es así como ella termina en Las Vegas con sus amigas, incluso contra su voluntad, para su “despedida de soltera extendida”. Su único deseo es hacer pasar el tiempo lo más rápido posible para volver a su relación. Sin embargo, los planes de Cléo peligran cuando conoce a Douglas, un chico alto, de cabello negro y con la sonrisa más bonita que haya visto en su vida.

La vida de Cléo cambia radicalmente cuando despierta, tras una noche de fiesta, y descubre que está casada con Douglas. No recuerda cómo pasó todo y ahora necesita correr contra el tiempo para conseguir el divorcio y volver a casa a tiempo para recuperar su relación con John. No obstante, las cosas ya no son como antes. Cléo y Douglas vivirán grandes aventuras mientras esperan por el divorcio. Enfrascados en los nuevos sentimientos que surgen de esta relación, necesitarán elegir entre olvidar el pasado y permitirse vivir este amor u olvidar la aventura y regresar a sus vidas.

Douglas sabe lo que quiere, pero Cléo tiene miedo de permitir este cambio en su vida. “Me casé ¿Y ahora?” es una novela sorprendente, donde la realidad no es exactamente lo que parece ser.

Embárcate tú también en esta deliciosa aventura por Las Vegas. 

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento1 sept 2017
ISBN9781507187586
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    Me casé, ¿y ahora? - Tatiana Amaral

    I

    Veinte días antes

    ––––––––

    -  Ven, Cléo. Vamos a cantar.

    Jessye me gritaba junto a la máquina de karaoke. Yo sólo moví la cabeza, negando, apoyada en la barra del bar donde aún se organizaban para atender a sus clientes, mientras yo bebía a sorbos mi jugo de naranja artificial.

    -  No tiene caso sin ti. Tu voz es más bonita. – Puse los ojos en blanco y le di la espalda a mis amigas reafirmando mi falta de voluntad para participar de su diversión.

    Me llamo Cléo, tengo 25 años, soy columnista de un diario y escribo sobre la vida y sobre los sentimientos. Me gradué de Periodismo con una especialidad en Literatura. Escribir siempre fue mi sueño. Salí de la universidad con un empleo, lo que fue muy importante para mi independencia financiera. Tuve la suerte de ver cómo los artículos que escribía le gustaban a la población norteamericana.

    Soy brasileña, pero vivo en América del Norte desde hace siete años, cuando me aceptaron en una de las mejores universidades de California. Desde entonces, los Estados Unidos de América han sido mi hogar. Aún me siento triste por haber decidido vivir lejos de mi familia y de mi tierra natal que tanto amo, pero la realidad es que estoy aquí y no tengo planes de volver.

    Estoy comprometida, o sea, fue por causa de esta relación que dejé todo en busca de una nueva vida al lado de Jonathan. Hasta hoy me pregunto cómo consiguió convencerme. John también es brasileño y tenemos la misma edad, él es economista. Hace poco consiguió un trabajo en una empresa grande, lo que para él es motivo de orgullo. Claro que comparto ese sentimiento, pero...

    Empezamos nuestro noviazgo cuando teníamos 15 años. Sí, son diez años de relación. John fue mi primer novio, mi primer amor, mi primer todo. Así como yo lo fui para él. El primero y el único... hasta ahora... Bueno, el sueño de vivir en Estados Unidos era de mi prometido; yo sólo lo seguí. Vine a parar a Las Vegas, la Ciudad del Pecado, con mis tres mejores amigas: Jessye, Sandy y Hilary. Jessye y Sandy también son periodistas, a pesar de que estudiamos en años diferentes, y Sandy es dentista. Sandy y Jessye son amigas desde niñas, por eso nos volvimos amigas también.

    Jessye es algo así como una super hermana. Habla mucho, es muy divertida y extrovertida. Ella es quien nos convence de cometer locuras como este viaje a Las Vegas. Es alta, delgada, pelirroja y tiene ojos verdes. Una combinación perfecta para un rostro tan bien diseñado. Podría tener éxito como modelo, pero a pesar de estar satisfecha con su belleza, mi amiga disfruta de ser periodista, incluso siendo sólo la chica del clima en un noticiero y estando consciente de que no consiguió el empleo por su capacidad profesional sino por su bella imagen delante de las cámaras.

    Sandy es totalmente lo opuesto a Jessye. Es tímida, tierna y romántica. Habla poco, pero le sigue el juego en todas sus locuras a nuestra amiga, creo que es así como le demuestra su amistad. Ella es algo bonito de ver, es decir, no es alta ni delgada, tiene cabello castaño, liso y pesado que cae en línea recta hasta los hombros y que tiene movimiento propio en todo momento. Su rostro es fino con un mentón bien diseñado. Sus ojos son del mismo color de su cabello, castaño oscuro. Su fisonomía expresa exactamente lo que ella es: romántica.

    Hilary es la más parecida a mí. No nos gusta exagerar pero tampoco somos tímidas. Somos racionales, a pesar de dejarnos llevar por las emociones algunas veces. Creemos en el amor, pero concordamos en que el respeto y la amistad son primero.

    Hilary es rubia, tiene ojos azules y un cuerpo fantástico, pero nunca está satisfecha consigo misma. Por ejemplo con su nariz, que ya se operó dos veces desde que yo la conocí además de aumentarse el busto y hacerse una lipo. Sumado a eso, entrena obsesivamente. Aunque nada de eso le impide ser una persona increíble.

    Quizá se pregunten qué estábamos haciendo en Las Vegas. Es una larga historia, pero la verdad es que después de diez años de noviazgo, tres de los cuales vivimos juntos, John y yo decidimos formalizar nuestra unión. Debo admitir que fue un poco por presión mía.

    En Estados Unidos, vivir juntos no significa estar casados por lo que sólo estábamos comprometidos y compartíamos un departamento. Yo quería casarme, tener el vestido de novia y todo lo demás.

    John estuvo de acuerdo en hacerlo oficial con una condición: que pasáramos un mes separados. Sí, separados. No nos hablaríamos ni nos veríamos. No habría una relación ni fidelidad ni compañerismo. Simplemente seríamos solteros, completamente libres por un mes.

    ¿La razón? A pesar de estar seguro de su amor por mí, él creía que no habíamos vivido otras experiencias. Siempre habíamos sido sólo él y yo, todo el tiempo; y eso, según él, no era saludable en un noviazgo.

    Yo nunca sentí que me faltaran otras experiencias, para mí siempre fue suficiente. Sin embargo, esa fue su condición para casarnos y, después de una semana de llorar y otra más de intentar ser lo más racional posible, decidí aceptar.

    Claro que mis amigas no estaban de acuerdo con mi decisión. Por el contrario, creían que era absurdo. Por eso nos fuimos a Las Vegas. Ellas pensaban que si él tenía el derecho de disfrutar de la vida un mes y de vivir nuevas experiencias, yo también debería hacerlo.

    ¿Qué pensaba yo? Sólo quería encerrarme en mi habitación y dormir ese mes completo hasta que todo volviera a la normalidad, pero claramente ellas no iban a permitir que eso pasara.

    Al día siguiente, gracias a que decidí aceptar su propuesta, John se mudó con uno de sus amigos. El mismo amigo que lo arrastraba a las fiestas, lo que siempre causaba peleas y desacuerdos entre nosotros dos. Creo que ese chico fue el principal motivo de esta separación temporal.

    En cuanto a mí, como era de esperarse me quedé en casa, llorando durante días. Y fue así que escribí el artículo más deprimente de todos los que he escrito. El que fue, irónicamente, el más elogiado. A la gente le gusta leer sobre el sufrimiento, sobre todo si es amoroso. Grande  sorpresa. Por lo menos puedo estar segura de que escribiré así por mucho tiempo.

    Pasados tres días llegó la primera noticia: vieron a mi prometido en un bar acompañado de una rubia. Era una cualquiera como me dijeron, pero dentro de mí estaba segura de que no lo era. A John le gustaba la belleza y yo era la mayor prueba de eso.

    Con 1.70 m de altura, podía seguir una dieta con disciplina, sí, porque aquí hacer dieta siempre es un gran sacrificio. Sólo así conseguía mantener mis 65 kg muy bien distribuidos. Mi cabello negro era largo desde que tenía 10 años. John  amaba el cabello largo, por eso mi decisión de mantenerlo así. Pero lo que más me gusta de mí misma son mis grandes ojos color verde esmeralda. ¡Son realmente lindos!

    No es necesario describir cuánto me dolió recibir aquella noticia, aunque hubiera aceptado que tuviéramos nuevas experiencias - y que él saliera con otra mujer contaba como una nueva experiencia - tendría que aguantarme. Fue así que, tras muchas lágrimas, mis amigas me convencieron de embarcarnos en ese viaje de locura.

    Llegamos a Las Vegas un día antes del día del karaoke. Estábamos ansiosas y sedientas por diversión, por lo que nos aventuramos a ir a un casino. ¡Confieso que me fascinó! Reí mucho, gané algo de dinero y perdí mucho más. No importa, sólo estaba gastando un poco de lo que había ahorrado para la boda.

    Las Vegas es una ciudad que nunca duerme y siempre hay algo que hacer sea de día o de noche, sólo hay que elegir. Entramos en otro hotel casino con el objetivo de conocer los más importantes de la ciudad, como buenas turistas. Aunque esa no era nuestra única razón, también queríamos ver los leones expuestos en el lugar y que eran una belleza. Después fuimos a probar suerte en las máquinas alucinantes que nos hacen gastar sin parar.

    Gastamos nuestro tiempo abarcando el máximo terreno posible de la ciudad en el primer día. Cuando cayó la noche estábamos exhaustas, pero de igual forma nos cambiamos de ropa y volvimos al Strip a buscar más aventuras. Y las encontramos.

    Hilary y yo nos arriesgamos a subirnos a una montaña rusa que estaba dentro del hotel y que se veía desde afuera. Sandy y Jessye no tuvieron el valor de acompañarnos. Fue muy divertido a pesar de que nos mareamos bastante porque habíamos bebido un poco más de lo que estábamos acostumbradas.

    En Las Vegas hace calor, un calor sofocante. Incluso con el potente aire acondicionado dentro de los casinos se podía sentir el calor de afuera. Lo cual nos obligaba a beber... mucho.

    Cuando íbamos de regreso al hotel - después de varias bebidas que nos dejaron tambaleándonos y mucho más alegres de lo que realmente estábamos - vimos una pequeña tienda con un letrero de neón que decía Madame Madeleine. La idea de entrar fue de Jessye, como era de suponerse. Entramos y desde el inicio todo nos pareció muy gracioso. Nos atendió un chico delgado, calvo y muy alto, vestido con ropa holgada blanca, que nos trató cortésmente.

    Nos llevó a una sala reservada donde nos recibió la tal Madame, disfrazada con una túnica púrpura brillante, con un gorro del mismo color y con su bola de cristal. Mientras ella se concentraba, nosotros la mirábamos divertidas.

    -  Veo lágrimas y tristeza - sentí una presión en el pecho, pero después entendí que una mujer buscando a una adivina siempre era una presa fácil. ¿Qué más podría saber ella? - No te preocupes,  niña - La Madame abrió los ojos mirándome fijamente. Me quedé atónita. No cabía duda de que se dirigía directamente a mí - Veo también una boda en tu futuro, algo muy cercano y también mucha felicidad.

    Fue imposible evitar sonreír y sentirme aliviada. Incluso sabiendo que no era más que una charlatana, me sentí esperanzada. Al final del día, yo realmente quería casarme y deseaba desesperadamente tener mi felicidad de vuelta.

    Me entusiasmé tanto con sus palabras que no logré prestar más atención a lo que ella le decía a mis amigas. Me perdí en mis pensamientos, imaginando como sería cuando todo terminara. Quedaban sólo veinte días para que el plazo terminara y entonces tendría a John de nuevo, de la forma que anhelaba: casada y feliz.

    Volví al hotel, absorta en mis pensamientos. Antes de dormir todavía pensé solo diecinueve días más y entonces: boda y felicidad. Había decidido tomar todo como una despedida de soltera extendida, por eso necesitaba animarme para disfrutar los largos siete días al lado de mis amigas.

    No sabía lo que me esperaba.

    II

    Diecinueve días antes

    -  ¡Oye! ¿Spice Girl? Te estamos esperando - Hilary me llamó por el micrófono. Tuve que reírme.

    -  Canten ustedes, yo estoy cansada. - Estaba prácticamente diciendo que sí, iban a cantar nuestra canción Spice up your life, no podía perdérmelo.

    -  ¡Cléo! - me llamó Sandy, guiñando con sus ojos brillantes que siempre me convencían de hacer lo que ella quería.

    Solté una carcajada y fui con ellas, dejando mi cajita de jugo en la barra. Debo admitir que era muy divertido cuando bromeábamos así. No cantábamos para nada bien, éramos muy poco afinadas y, muchas veces, perdíamos el ritmo pero en compensación nos reíamos mucho. Así fue esta vez también. Sin público, sin audiencia y con muchas ganas de reírnos.

    Sólo cuando terminamos nos dimos cuenta de su presencia. Cuatro chicos lindos, a primera vista, parecían acercarse a nosotros con pasos decididos sabiendo que llamaban la atención. Jessye fue la primera en darse cuenta.

    -  Mmm. Cuatro y cuatro. ¿Qué les parece? - Miré hacia atrás, con curiosidad, y entonces lo vi.

    Alto, fuerte pero no demasiado, cabello negro con un corte al estilo Top Gun hacia un lado y ligeramente alborotado. Sus jeans quedaban justos al cuerpo, lo que le sentaba bien. Había algo en él que transmitía seguridad, tal vez su forma de caminar o de mirar, lo importante era que parecía el tipo de hombre que sabe lo que quiere y que no titubea en hacer todo para conseguirlo. ¡Era sexy! No podía negarlo.

    Sus ojos me fulminaron, me perdí en ellos hasta percibir lo que estaba haciendo, entonces desvié la mirada sintiéndome ridícula.

    Sus amigos no se quedaban atrás. Uno era rubio y fuerte, muy fuerte. Otro era rubio también, de un tono más claro que el primero, con piel bronceada, delgado y con un cuerpo definido, supuse al juzgar por su ropa. El tercero tenía cabello castaño, cuerpo normal, ni gordo ni flaco, ni fuerte ni frágil. Era un chico común.

    -  Hola - dijo el rubio fuerte dejando clara su intención con respecto a nuestro grupo, era el típico galán -¿Podemos cantar también? - Su sonrisa era muy bonita y él lo sabía. Sí, justo confirmó que era del tipo conquistador. Exactamente como le gustaban a Jessye.

    -  ¡Claro! - La misma Jessye respondió, regresándole la sonrisa. Yo sabía que, de una forma u otra, ella iba a terminar con él. Eso no me gustaba del todo, por eso me alejé del grupo y regresé a la barra.

    Sandy me acompañó. Ella era muy tímida para exponerse así. Sólo sonreímos una a la otra. Nos conocíamos muy bien para entender que no queríamos ser parte de la conversación. Estaba cansada y mareada para discutir con Jessye por el hecho de no estar interesada en conocer gente nueva. Ella no entendía. Yo sólo quería pasar el tiempo mientras John volvía a casa.

    Jessye y Hilary se quedaron junto a los chicos mientras ellos cantaban. Fred Mercury, ¡buena elección! Me quedé observando lo armónicos que eran. Lo que resaltaba cuán malas éramos nosotras como cantantes. El de cabello oscuro tenía una linda voz, a pesar de no parecer muy entusiasmado de cantar. Vi algo muy familiar en él.

    -  Parece triste - expresó Sandy a mi lado al notar que yo lo miraba. Dijo exactamente lo que yo estaba pensando.

    -  Sí.

    -  Jessye no va a dejar que nos libremos de ellos. - La miré de reojo y vi su sonrisa de satisfacción. Yo era la única que no compartía el humor de mis amigas.

    -  ¿No quieres?

    -  ¿Tú sí?

    Miré de nuevo al chico de cabello negro. ¡Era lindo! Como si hubiera escuchado mis pensamientos, se dio la vuelta en dirección a mí y nuestros ojos se encontraron otra vez. Una mezcla de agonía y de ansiedad revoloteaba en mi estómago. Sentí el aire preso en mis pulmones. Era una reacción un poco extraña, por lo que desvié la mirada, volviendo a prestarle atención a mi amiga. .

    Observamos a los seis cantar dos canciones más, cada vez más integrados y entusiasmados para finalmente parar y comenzar a platicar de forma animosa. Se acercaron a nosotras dos sin dejar de conversar. Jessye estaba definitivamente decidida a tener algo con el chico rubio y fuerte. ¡Rayos! Tendría que soportar que me quisiera emparejar con uno de ellos. Estaba segura de que haría eso.

    -  Ellas son nuestras amigas, Sandy y Cléo - nos presentó Hilary.

    -  ¿Cléo? - El chico rubio y bronceado parecía interesado.

    -  Sí.

    -  Un nombre diferente, pero bonito. - Sonreí sintiéndome un poco incómoda por la forma en que me miraba y sonreía. Aparentemente no había un interés real en mí como mujer, lo que, de cierta forma, era un alivio. -Soy Michael, ellos son Bill, Juan y Douglas. - señaló al chico rubio por el que Jessye estaba encantada, al de cabello castaño con apariencia latina y al del trasero bonito.

    Douglas -Repetí mentalmente. Entonces el del trasero bonito tenía nombre. Me reí de mis propios pensamientos, pero me limité a sonreírles. Douglas era un nombre tan bonito cuanto su dueño y su trasero. Me mordí los labios intentando no reír. John me mataría sólo de imaginar mis pensamientos con respecto al trasero de alguien.

    De acuerdo. Esta era una nueva experiencia: considerar bonito el trasero de otro hombre. Y él no era siquiera alguien famoso, actor de películas o cualquier cosa que permite a las mujeres tales pensamientos. Esos estaban permitidos, a fin de cuentas, ¿quién nunca pensó en cierto actor maravilloso mientras estaba con su pareja?

    Me reí sarcásticamente. Era una forma de pagarle a John lo que me estaba haciendo.

    -  ¿Están en Las Vegas por algún motivo en especial? - Dijo el que había identificado como Juan, interrumpiendo mi divagación.

    Su acento era fuerte. Latino, sin duda alguna.

    -  Estamos en una despedida de soltera extendida - Jessye soltó una carcajada al informarle sobre nuestra condición.

    -  ¿Cómo? - preguntó Bill animado.

    -  ¡Ah! ¡Olvida eso! - me apresuré a decir.

    -  Sí, olvídalo - bromeó Hilary, dejándome más tranquila. Era complicado admitir nuestros motivos para estar ahí. - ¿Quieren tomar algo?

    -  ¡Claro! - exclamó Juan, entusiasmado.

    Nos sentamos en una mesa grande, pero no lo suficiente para ocho personas. Estábamos muy apretados, pegados unos con otros, para alegría de Jessye que no se cansaba de entablar conversación con Bill. Hilary también conversaba con él, disputando su atención con nuestra amiga. Eso no es bueno, pensé incómoda.

    Douglas, el chico de cabello y ojos negros, dueño del trasero interesante, no decía nada. Sentado a mi lado, solamente intentaba seguir la conversación de todos, al igual que yo lo hacía, o intentaba hacerlo. Pude percibir que Sandy respondía algunas preguntas que Juan le hacía directamente a ella de vez en cuando. "Eso tampoco es bueno", me moví intentando no preocuparme mucho por el rumbo de las cosas.

    El celular de Douglas vibró dos veces, sin sonido. Sólo lo percibí porque él lo tomó y miró la pantalla decidiendo ignorar las llamadas. Extraño. Cada vez que tomaba esa decisión, podía notar que parecía más triste y también más molesto, pues tomaba su vaso y daba un gran trago. Problemas con mujeres, seguramente. ¿Qué más podría ser?

    Después de la primera hora juntos, Douglas pidió permiso y se levantó de la mesa. Fue hasta la barra, donde había algunas personas, y comenzó a usar su celular.  Deduje que enviaba y recibía mensajes de texto. ¿Por qué me interesaba tanto lo que él hacía? ¿Por qué tanta curiosidad sobre lo que le pasaba a un desconocido?

    -  Él está pasando por un momento complicado - señaló Juan a mi lado, como respondiendo a mis preguntas silenciosas.

    -  Lo imaginé. - Me dio vergüenza haber sido descubierta, delante de mis amigas, sobre mi interés.

    -  Su novia lo engañó - relevó Bill abiertamente. - Después de cuatro años dedicándose a esa relación, a ella se le ocurre salir con eso. ¡Él estaba muy mal! Por eso estamos aquí. Como buenos amigos, estamos intentando ayudarle a recuperarse. No estoy seguro de que sea una batalla perdida.

    Entonces es eso.- Entendí inmediatamente por qué tenía la sensación de familiaridad. Ambos estábamos en la misma fosa. Sufriendo por los mismos motivos, pero en circunstancias completamente diferentes. ¡Claro! A él lo habían engañado, lo que era horrible, mientras que mi prometido y yo sólo estábamos tomando un tiempo para después, finalmente, poder casarnos. Lo que era aceptable.

    -  ¿Cómo? - Hilary me bajó de mi nube.

    -  Él está loco por la ex novia, que está desesperada rogando por una segunda oportunidad. Dice que fue un error, que está arrepentida y que lo ama. Douglas está muy lastimado, pero... - Por su cara entendí que él no estaba de acuerdo con la decisión de su amigo.

    -  Y tú crees que él va a regresar con ella - Jessye afirmó, buscando su atención.

    -  Infelizmente, sí.

    -  Ellos tenían una relación perfecta. Era amor de verdad, por lo menos eso creíamos. Planeaban casarse, pero entonces él descubrió la traición y todo terminó - Michael concluyó la historia que estaba contando Bill.

    -  ¡Qué triste! - suspiró Sandy, mirándome sugestivamente.

    Ella era una romántica incurable y claro que pensó que aquello nos hacía iguales, por eso quien sabe y... Lo que ella no sabía era que yo no me sentía como él. No había desilusión amorosa, ¿o sí? Yo no quería pensar así. John sólo tenía miedo de descubrir que dejó algo atrás. Tenía sentido lo que él me propuso.

    -  Qué extraño. Si ella lo ama, ¿por qué se metió con otra persona?

    Hilary se quedó pensativa, mientras tanto percibí muy bien cómo sus ojos me miraban, sugiriendo que John había hecho lo mismo. ¡Demonios! Ella nunca entendería que lo que estaba pasando fue decidido de común acuerdo y que, si nos estábamos dando un tiempo, no existía una relación o sea, él podía meterse con quien quisiera, así como yo, a pesar de los pesares.

    -  ¿Quién puede entender lo que pasa por la cabeza de una mujer? – bromeó Juan y todos comenzaron a reírse y a filosofar.

    Me sentí especialmente herida por los comentarios de mis amigas que parecían provocarme con cada una de sus reflexiones y risas cínicas. Desvié mi atención para lo que realmente importaba más que cualquier otra cosa en ese momento para mí, pues continuaba cautivada por lo que le pasaba a Douglas.

    Un corazón rodo, como el mío. Yo, por lo menos tendría un final feliz. Regresaría con John y nos casaríamos. Douglas también podría volver con su novia, pero ¿conseguiría ser feliz?

    Después de un tiempo, el hombre que robaba mi atención regresó a la mesa, sin justificarse y antes de tomar asiento intercambió una mirada de complicidad con Bill. Me dio mucha curiosidad saber lo que pasaba por su mente. ¿Qué pensaba él de todo eso? ¿Cómo estaba reaccionando? ¿Qué esperaba de ahí en adelante? Y, principalmente, ¿sería capaz

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