Cuando el alma se enamora
Por David Ramírez
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Hay veces que cuando una persona ya ha hecho su trabajo aquí en la tierra, llega el momento de irse; eso fue lo que le pasó a mi amada esposa. Acepté, a pesar de que me duele en el alma, su partida, pero si me pongo a pensar que estuve planeando toda una vida de darle las 24 horas de mi tiempo y disfrutar, se me hace un nudo en este pobre corazó
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Cuando el alma se enamora - David Ramírez
Cuando el alma se enamora
David Ramírez
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Publicado por Ibukku
www.ibukku.com
Diseño y maquetación: Índigo Estudio Gráfico
Copyright © 2020 David Ramírez
ISBN Paperback: 978-1-64086-643-0
ISBN eBook: 978-1-64086-644-7
EN MEMORIA DE MI ESPOSA IRMA RAMÍREZ
Antes de empezar esta historia tengo que decir muchas cosas, pero solo hablaré las más importantes: Mi romance comenzó encontrando al amor de mi vida; yo tenía 39 años y ella 31 años, y ambos veníamos de haber tenido un primer matrimonio; quiero decir: si ayudas a alguien, te pagan mal; si dices la verdad, no te creen; pero uno tiene que seguir siempre sus principios, no podemos volvernos malos o cambiar nuestra actitud debido a estos inconvenientes de la vida.
Los dos tuvimos tropiezos en nuestras vidas, pero aquí lo bueno: Yo creo en Dios, aunque mucha gente diga lo contrario; por eso te digo esto: Dios, con sus manos, hizo tu alma y te mandó a la Tierra, que es este planeta. Cuando eres pequeño no piensas hasta que tienes uso de la razón y es allí cuando tienes el libre albedrío para elegir; dices: Oh, yo no creo en Dios
, cosa que viene siendo muy tarde, porque Dios te creó allá y te envió a este planeta. Todo esto te lo digo porque cuatro días antes de conocer a la que era mi esposa, tenía a tres personas que conocer antes que a ella, y por una razón u otra no se logró con ellas, pero sí con la mujer que Dios había separado especialmente para mí; ¿cómo no voy a creer en Él? También quiero decir que a la mujer siempre hay que cuidarla, es lo más hermoso que Dios puso al hombre; una compañera para cuidar de ella y protegerla, para amarla como si fuera parte de tu propio cuerpo, para darle tiempo de tu tiempo aunque no te alcance, porque es lo que más desea una mujer para no sentirse sola y triste. Muchos dicen que los ancianos se mueren de tristeza porque nadie los recuerda a esa edad, pero yo digo que cualquier persona puede morir de tristeza o soledad si uno las deja sin atención.
También es de ayuda que si la esposa de uno puede estudiar y trabajar, la apoyemos con amor y confianza, porque en estos tiempos los dos necesitan ayuda para seguir adelante. Volviendo a mi historia, fue en un mes de noviembre cuando escuché su dulce e inolvidable voz; mi corazón empezó a palpitar cada vez más y con más fuerza. Hay que señalar que ella también tenía tres citas con gente diferente, pero ella me eligió, luego hablamos, hicimos bromas y nos reímos, como si hubiéramos estado esperando muchos años para volvernos a encontrar. Ella me dijo que ella tenía ojos jisos (cambian de color) , yo le dije que mi piel era como la canela. Comenzó este amor que nos envolvió, estoy imaginándome a una mujer muy especial para mí que tiene el rostro de una niña angelical; su ternura me contagiaba al hablar, llena de alegría y radiante, porque su corazón brilla más que el mismo sol. Sí, ella es dulce y tierna cuando mira. Recuerdo también que la primera vez que me invitó a su casa fue en un cumpleaños de su hijo; ese día yo trabajaba en Los Ángeles, California. No sé cómo, pero acabé mi trabajo, le compré un pastel grande de cumpleaños y me fui a Riverside, lugar donde ellos vivían. Llegué a las siete de la noche y recuerdo que ella estaba afuera, esperándome. Fue cuando la vi por primera vez; sentí que yo y mi alma estábamos llorando de felicidad, dentro de todo mi ser. Unos minutos después me sequé las lágrimas, le di la mano y un beso en la mejilla. Entramos en su casa y su familia se me quedaba mirando mientras comía; esa noche comimos mole y yo en realidad nunca lo había comido, así que solo me comí el pollito. Después de eso vino la tan esperada primera cita; la invité a comer a un restaurante cerca de su casa porque ella tenía que estar de vuelta a las 8 de la noche a más tardar. La segunda cita fue una sorpresa, yo vivía en Los Ángeles y ella vivía en Riverside, y sin decirle nada la llevé a las montañas de Big Bear. Allá arriba había nieve, pero yo no lo sabía, hasta que un policía nos detuvo porque si queríamos seguir adelante teníamos que ponerle cadenas a las llantas, motivo por el cual tuvimos que regresar, pero allí cerca había un restaurante de Mc Donald’s y allí nos metimos a comer, pero resulta que toda la gente que entraba y salía se le quedaba mirando a mi esposa porque ella tenía una falda corta en ese momento; lo gracioso era que ella era la única que se sentía