Arritmias
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Arritmias - Angelina Muñiz-Huberman
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1. Adolfo Castañón
Alfonso Reyes. El libro de las jitanjáforas y otros papeles. Selección, prólogo y notas
2. José Balza
Red de Autores. Ensayos y ejercicios de literatura hispanoamericana
3. Arturo Souto Alabarce
Cuentos a deshora
4. Emilio Uranga
Análisis del ser del mexicano y otros escritos sobre la filosofía de lo mexicano (1949-1952).
Selección, prólogo y notas de Guillermo Hurtado
5. Armida de la Vara.
La creciente y otras narraciones
6. Rodolfo Usigli
Obliteración y dos conversaciones con George Bernard Shaw
7. Saúl Yurkievich
Del arte pictórico al arte verbal
8. Pedro Henriquez Ureña
En la orilla: gustos y colores
9. José Kozer
Una huella destartalada
10. Angelina Muñiz-Huberman
Arritmias
Los derechos exclusivos de la edición quedan reservados para todos los países de habla hispana.
Prohibida la reproducción parcial o total, por cualquier medio conocido o por conocerse, sin el consentimiento por escrito de los legítimos titulares de los derechos.
Angelina Muñiz-Huberman
Miembro Artístico del Sistema Nacional de Creadores de Arte
Este libro se realizó con el apoyo del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes a través del Sistema Nacional de Creadores de Arte, 2010-2013
.
Primera edición en papel: noviembre de 2015
D.R. © Angelina Muñiz-Huberman
De la presente edición:
© Bonilla Artigas Editores, S.A. de C.V., 2015
Cerro Tres Marías número 354
Col. Campestre Churubusco, C.P. 04200
México, D.F.
editorial@libreriabonilla.com.mx
www.libreriabonilla.com.mx
ISBN: 978-607-8348-69-5
ISBN edición ePub: 978-607-8450-42-8
Responsables en los procesos editoriales:
Cuidado de la edición: Bonilla Artigas Editores
Diseño editorial: Saúl Marcos Castillejos
Diseño de portada: Teresita Rodríguez Love
Hecho en México
Contenido
Despropósito
Paseo por el siglo XX
Arritmias
Vagabundo
Angelus novus
Palacios y castillos
El tanquista y Gerda Taro
Robert Capa y su mirada
Chim y la detenida danza de la muerte
La maleta en el exilio
Esperanza cumplida
El barco sin puerto
Ludwik y las vías del tren
Reflexiones incrédulas
No saber que se sabe
Microcosmos
El reverso del tiempo
Padre, madre (ausente) e hija
Cuñado
El Caballero de Saint-Georges
Las entrañas y la piel
Con Georges Perec
Incendio a bordo
Inclasificable o brevedades
Coser y cantar
Tribulaciones de unos antiguos huesos
La paloma de Winfried Georg Sebald
Historias recontadas
Juan Sinalma
Insólito triálogo Arendt-Weil-Zambrano
Irremediable
He escrito
Sobre la autora
A Alberto, más que nunca.
Despropósito
En época de fragmentación los libros se deshojan. Se convierten en objetos raros. Extraños. Un borrador de la incertidumbre . Algo que no es definitivo sobre algo incierto. ¿No podría ser más vago? ¿Más ambiguo? ¿Más relativo?
Sí. Todo eso y más. Lo definido, lo contundente y lo absoluto estorban. Los cuentos de hadas habrán de ser imprevisibles. Lo que importa es una nueva especie de ensayo novelesco o trunco. De poema áspero. De cuentos incontables. De íntima universalidad. Ni siquiera de contrarios encontrados. Ni de armonización de opuestos. Tal vez se trate de una teología negativa.
–¿De una teología negativa? ¿A la manera de Maimónides?
–Puede ser: no lo había pensado así. Pero, como de Dios no se puede enunciar lo afirmativo porque lo sobrepasa, más vale emplear lo negativo. Decir lo que no se es. Porque lo que se es, es demasiado limitado, demasiado pequeño. El no es mucho más imaginativo: la prohibición conduce a la indagación.
–Claro: eso fue lo que pasó con el árbol paradisiaco.
–Ya vas entendiéndome.
Pues bien, sí. Este libro dialogará con todos los yoes, que podrían ser todos los túes. No habrá reglas: sólo libertad y soltura. ¿De acuerdo? De acuerdo.
Algunos rasgos serán apocalípticos: el fin y el fracaso de la manera de vivir y pensar de los habitantes de este que llamamos nuestro planeta. Fragmentos, rupturas, errores, guerras, matanzas, intolerancias serán exageraciones ciertas: frente al arte (y esa otra forma de arte que es el misticismo), hasta ahora, la única tabla de salvación dentro del caos. Concesión otorgada. A veces hay que exagerar para rectificar, ajustar y mejorar la visión.
Libro desohajable, perdido. Extraño. Diferente. ¿Raro? Que podría no ser tan raro: sino común: simplemente el reflejo de las interioridades que nos da miedo exhibir.
Libro que muestra (mas no demuestra) la gama de los subjetivismos, tuyos, míos, nuestros. Suyos, no sé, esa tercera persona ausente: a la que no le veo la cara y no sé lo que piensa, que tal vez no exista. Útil tercera persona: a ella le atribuimos, anónimamente, mis y tus hipocresías, horrores e ignorancias. (Se dice. Se dice. Se dice. Dicen. Dicen. Dicen).
–Oye, ¿no estarás hablando de un libro de ética?
–¿De qué?
–De ética o de algo parecido.
–Eso es: de algo parecido.
Rarezas, exageraciones y otras exquisiteces enarbolarán la defensa de los oprimidos, es decir, de los perseguidos por la razón, la lógica y la congruencia. (Me salvé). (Te salvaste).
Querido lector, existes.
Había una vez este libro.
Que no existiría sin ti.
Querido lector.
Te doy la oportunidad de existir, querido lector.
Como tú me la das a mí.
Adelante.
Paseo por el siglo XX
A Adolfo Castañón
Si el siglo XX fue el siglo del desencanto, como lo llamé, el XXI es el de la absoluta estupidez. De la delirante inutilidad. De la trepidante destrucción. De la simplificación mental. De la total pereza y, por lo tanto, impericia. Del echarse repantigado en un sillón. De subir los pies sobre la mesa. Del trogloditismo. De la amnesia. Mas no de la magnesia. De la revolución internáutica electrónica. Todo al alcance del teclado y del dedo obediente. Una loa al dedo obediente sin más. Que habrá de cambiar de aspecto y borrará su individual huella por una colectiva.
Sucedió en el semivivible siglo XX que se perpetúa en el XXI. Porque todo va a la mitad. Todo es medio medio. Medio-ocre. Que el ocre es un color medio medio. Color mediocre. Las esperanzas caen. Todo se diluye. Se simplifica. O se complica si no se entra en el electronismo. El aparatito entre los dedos. Y los ojos, pobres ojos maltratados. ¡Socorro! La virtualidad imparable. El reino de la trivialidad.
Ideas, pensamientos, facturas,
programas, definiciones, museos,
universidades, archivos, bibliotecas,
historias clínicas, radiografías, tomografías,
traspalabrismos,
abismos de todo tipo,
a la intemperie, al rayo y trueno,
tempestades intempestivas,
sin punto ni coma,
o punto y coma dislocados,
intimidad al descubierto,
sin vergüenza, sin pudor,
nada queda, nada permanece,
obscenidades, pornografías,
insultos, difamaciones,
vómitos, enervaciones,
drogas, alcoholes y adicciones
todo lo humano me es propio.
¿Volverá algún día la promesa del arco iris?
¿El toque al alba y el eco en la montaña?
¿El dulce correr de las aguas del río?
¿La puesta del sol tras del cristal de la ventana?
¿El sonido de la escala musical?
¿El beso de paz?
¿El ritmo del tambor?
¿La fragancia de la rosa?
¿El sabor de la naranja?
¿La sencilla vida de fray Luis?
¿O sólo será la campana del duelo?
Nadie sabe adónde van 100 años. Y tampoco importa. Me sorprende quien sí sabe. ¿Por qué unos saben y otros no? La extraña pregunta de la nadería. El cesto de la basura reúne todos los papeles desperdiciados. Se tambalean las ciudades, también drogadas y vomitivas. Las calles escupen, los pies pisan desperdicios. Los grotescos edificios crecen y se multiplican. Mi casa se ha hundido ante el paisaje borrado. Nadie recuerda los jardines y los parques. Es el reino del asfalto y del concreto. Los animales huyen. Sólo los humanos permanecen: ¿hasta cuándo?
Las historias escaparon, se escabulleron. Ya no hay qué contar. Si levantas una piedra no esconde misterios. Si contemplas un muro se desmorona. No crujen las hojas de otoño bajo los pies. La lluvia es inmisericorde. El pavimento es deleznable. El cielo ya no protege: las nubes han huido. A veces, aún adivino un fragmento de luna atemorizada, mientras las estrellas se difuminan. Los espejos no reflejan. ¿Qué iban a reflejar si el vacío es total?
Sólo quedaron las historias antiguas, pero nadie las recuerda y es como si no quedaran. Las actuales no son historias. Ahistorias sin tiempo ni espacio. Descomposición absoluta.
Nada es lo que es. Ni música, ni pintura, ni letras, ni palabras. Ni un ápice. Ni esto. Nada.
¿Cómo vivir en semejante vacío?
Inventar de nuevo. Que se repita la Creación por tercera vez, a ver si pueden corregirse los errores. ¿Habrá aprendido Dios?
Tanto que amé el siglo XX, el que me había dado el ser. Pensé que me había tocado la mejor de las épocas. Empecé escuchando las historias de mis padres, lo que me contaban de sus vidas, de su infancia, de sus sorpresas ante lo nuevo a