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Rompeolas. Poesía reunida
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Libro electrónico703 páginas6 horas

Rompeolas. Poesía reunida

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Información de este libro electrónico

Rompeolas es una reflexión sobre la identidad, la memoria, la soledad, la pérdida y el amor, temas recurrentes en la poesía de Angelina Muñiz-Huberman tratados a partir de su singular visión como extranjera de todo lugar. Su obra, como un todo, señala el vacío siempre presente en todas sus acciones y muestra el pensamiento del exiliado. Es en la poesía donde la autora se encuentra finalmente a sí misma y explota su identidad individual y el conflicto que surge de ésta al intentar relacionarse con un todo que le es ajeno. A los poemarios ya consagrados como Vilano al viento (1982), El ojo de la creación (1992), La sal en el rostro (1998), La tregua de la inocencia (2003) y La pausa figurada (2006), el FCE tiene el honor de agregar uno inédito, Romepolas, que da nombre al libro.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento3 dic 2012
ISBN9786071612564
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    Rompeolas. Poesía reunida - Angelina Muñiz-Huberman

    2004.

    VILANO AL VIENTO

    Poemas del amor y del exilio

    [1982]

    Vilano al viento. Poemas del amor y del exilio, UNAM, México, 1982, 71 pp.

    (Cuadernos de Poesía).

    I          

    DEL AMOR

    A Alberto

    GÉNESIS

    El molde del amor se ha roto

    Cada amanecer rompeolas

    La creación en el fuego

    La tierra recibiendo la semilla

    Todo fructifica

    El agua corre

    Atrás quedaron tinieblas y caos

    La primera forma

    La primera sombra

    El primer sonido

    El primer oído

    La primera boca

    La primera palabra

    Volver al paraíso

    No, no volver al paraíso

    Recobrarlo cada día

    Inventarlo

    Repetirlo

    Rehacerlo

    Recogerlo

    Entregarlo

    La Edad de Oro

    El Mito

    Tu boca en mi boca

    Tu semen en mi cuerpo

    Nueva vida circulando por los vasos

    Vasos comunicantes

    Nace la tierra cada amanecer

    Tierra húmeda

    Tierra madre

    Los cuatro elementos

    Perfecta conjunción

    Amor fragmentado y rehecho

    Cada amanecer el Génesis

    CAMINANTE I

    Frente al mar, al atardecer,

    el viento agita tus cabellos.

    Las olas llegan hasta tus pies,

    atrás, a tu espalda, la eterna roca inmutable.

    En tu mano, todo el mundo.

    En tu corazón, todo el mundo.

    En tu cabeza, todo el mundo.

    Por los caminos de la tierra

    has ido dejando sonrisas y palabras.

    Caminante que bajo el árbol

    recibes a todos los caminantes.

    Caminante que regalas tu pan y tu agua.

    Caminante que con amor

    elevas cada día más

    la escala del amor.

    Que has desbrozado selvas,

    que has andado y desandado desiertos,

    que las estrellas

    han señalado tu rumbo

    cuando todo parecía perdido.

    Que, en noches de vela,

    el cielo te ha acompañado

    y has hablado con el silencio

    y con el viento y con la lluvia.

    Tu mano se hundió

    muchas veces en la tierra

    y, a veces, sembraste

    la semilla del sustento,

    y, a veces, hallaste

    la piedra del recuerdo.

    Todos los soles

    y todos los mares

    se han tamizado en tu piel.

    Sigues por los caminos, caminante,

    leyendo los mensajes,

    descifrando las claves,

    preguntando al árbol,

    contestando al río.

    Tus palabras y tus sonrisas,

    por toda la tierra,

    van quedando entre las manos de Dios.

    CAMINANTE II

    Del intrincado camino de la vida

    entre dolor y dolor

    me fue dada

    la presencia tuya.

    Don caído del cielo

    y elevado de la tierra.

    Chispa de estrella,

    espuma de mar,

    dura arista de roca.

    Llegaste de otros cielos,

    tomaste forma y sonrisa

    para penar por los caminos de Dios.

    Sufres cada día

    el sufrimiento de los demás,

    y redimes en cuerpo y alma

    el olvido y el llanto

    de quienes no tienen ya qué llorar.

    Cada palabra es bálsamo,

    tus manos, remedio,

    el color de tus ojos, reflejo de otra esfera

    y tu pensar, blanco renacer en equilibrio.

    Caminante de muy lejos,

    navegante de mares ignotos,

    ¿qué brújula te trajo a mí?

    ¿qué imán?

    ¿qué viento o qué marea?

    Recorres:

    altos pasos en la montaña,

    maleza y ortigas,

    Encuentras:

    flor inesperada en punta pétrea,

    fósil testigo sorprendido.

    O en el fondo del mar,

    corales y peces se te dejan contemplar

    entre corrientes y luces azules.

    En el tronco rugoso

    posas tu mano suave

    y briznas de hierba

    son frescura y adorno.

    Lo que miras lo transformas

    y cobra vida lo inanimado

    y recobra sentido lo animado.

    ¿Qué huella marcan tus pasos

    que el polvo del desierto

    no la borra?

    ¿Qué sonido tienen tus palabras

    que no se silencian?

    El milagro de tu presencia

    se repite, sol y luna,

    en el milagro de tu encuentro.

    LA VIDA MARINERA I

    Barcos, olas, espuma y peces.

    Nítido cielo azul

    sin una nube.

    Viento suave

    que riza la superficie.

    Quisieras estar

    a bordo de esa nave

    hacia quién sabe

    qué lugar.

    Junto a los marineros,

    uno más,

    Junto a los pescadores,

    uno más.

    Te agobia

    la montaña

    y la tierra continua,

    el techo sólido

    y el piso blando.

    Por eso

    le ríes al mar

    y te embarcas,

    pasajero leve,

    sin volver la cabeza atrás.

    Ligero de equipaje,

    como buen marinero,

    sólo firme

    en la tabla vacilante,

    cuando todo el horizonte

    es mar-cielo,

    cuando sólo queda

    agua y más agua por camino.

    Arrías la vela

    y tiras de la soga.

    Ni un ancla que te ate.

    Libre,

    totalmente libre,

    a solas en la inmensidad,

    contigo en el vasto fin sin fin.

    Donde nada más

    lo esencial cuenta.

    Fuera lo vano,

    y lo pequeño,

    y lo inútil,

    y lo informe.

    Inmerso en la ola eterna

    gotas de espuma salpican tu frente.

    Eres tú y el mar

    como si fueras tú y Dios.

    Como si fueras

    tú y Dios,

    en medio del mar,

    tocando la inmensidad.

    Monólogos de cristales de luz.

    Voces de adentro.

    Voces de arriba

    y voces del fondo.

    Se te revela la verdad

    por instantes estrellados

    en fugaces gotas

    que apenas depositadas

    se evaporan.

    Y sabes que se te ha revelado

    la verdad

    Pero luego no puedes repetirla.

    La verdad no tiene palabras,

    como la belleza,

    como el amor,

    como Dios,

    como tú.

    Marinero en medio del mundo,

    en lejano barco aventurero,

    a solas en tu soledad,

    entero en tu integridad,

    qué pocos entienden

    que el mar lo llevas contigo

    y cada mañana te embarcas

    hacia círculos y abismos

    salvando tu horizonte marino

    en la palma de tu mano

    con el agua desbordándose

    por entre tus dedos

    de marinero atezado,

    de pescador curtido.

    Marinero en medio del sol

    que entornas los ojos

    para resistir el reflejo espejado.

    Marinero en medio del aire,

    tanto aire para respirar

    que colma tu pulmón

    y ensancha tu pecho.

    Marinero en medio del mar,

    Marinero en medio de ti,

    Marinero en medio de Dios.

    LA VIDA MARINERA II

    Como marinero regresaste.

    Diste la vuelta al mundo

    en busca sólo tú sabes de qué.

    Pero regresaste,

    como marinero.

    Y yo aquí, esperándote.

    Ya sin contar los días,

    porque días fueron todo el tiempo.

    Fiel puerto

    y barco que llega.

    Ola que toca la arena.

    Sólo porque sabía de tu regreso

    pude esperar.

    Porque la tierra es redonda

    y habías de volver a pasar.

    Fiel puerto te aguardaba,

    punto en donde habías de descansar.

    Porque los barcos van

    de puerto en puerto

    y vuelven a pasar.

    En medio del mar

    ni sé en qué pensabas

    ni qué momento

    del sol te alumbraba.

    Porque amas tu barco

    y el agua que lo lleva a flote

    buscas también

    el resguardo del puerto.

    Y fiel puerto te aguardaba.

    No sé con qué viento luchaste,

    ni si la tormenta te agotó.

    Traerás en tu rostro

    nuevas marcas de la intemperie

    y espuma y sal en tu pelo.

    Vendrás a mí,

    después de todo, fiel puerto

    y buen cuidado para tu barco.

    Sí vendrás.

    Pero desde que entres por la puerta

    ya estarás pensando

    en el día en que habrás de partir.

    Ya estaré pensando

    en el día en que habrás de partir.

    Por eso, no cerrarás la puerta

    ni la ventana,

    para ver desde dentro

    el mar y tu barco.

    A mí, sólo me quedará

    aprenderte de memoria

    y juntar recuerdo con recuerdo

    para irlos luego, desgranando

    uno a uno,

    en ese largo tiempo

    que tarda un barco

    en volver a pasar

    de puerto en puerto.

    2          

    DEL EXILIO

    DESPUÉS DE LA GUERRA

    Lloro por Dios equivocado,

    que hizo la flor dulce

    y el fruto de dolor.

    Lloro por Dios y su error,

    homo crudelis,

    hombre perdido

    que engaña y miente

    que mata y traiciona

    que inventó la máquina

    y el acero y el ruido.

    Lloro por Dios olvidado

    desoído, maltratado

    en medio del camino

    sin nada qué hacer

    aburrido, detestado

    seguro solamente de sus yerros

    de su artificio imperfecto

    del pecado de la creación

    de las esferas desarmónicas

    de los tanques que rugen

    de los pueblos martirizados

    de los ojos que odian

    de fray Luis errado

    de sí mismo sellado

    del lenguaje sin sentido

    de la palabra necia

    del oído sordo,

    atrás ya toda ilusión

    toda esperanza, toda bondad

    sin nada qué hacer

    en medio del camino

    Edipo sin encrucijada

    obsoleto, vencido, sin remedio

    con la multiplicación de sus errores

    y sus manos que no los borran.

    Ya mudo, ya ciego

    ya horrorizado y ya en calma.

    El monstruo que echó a andar

    no pudo pararlo,

    quiso así pagar su inmensa vanidad

    pecar de impotencia

    y no volver a aparecer.

    Quienes claman por él,

    eco del eco del silencio reciben.

    Y por más que quieran volver a inventarlo

    no saben cómo.

    Moisés ya no está aquí.

    El desierto está lleno de cadáveres.

    Arena y piedra en los cementerios.

    Las luces se apagan.

    Las estrellas no se encienden.

    El mundo ya no da vueltas.

    Sol y luna se confunden.

    El hombre ya no mata.

    ¿Dónde está el Tornero?

    ¿Dónde está el Relojero?

    En medio del camino,

    sentado, sin hacer nada,

    de todo cuidado olvidado.

    DESPUÉS DE LA MUERTE

    Después de la muerte no quedó nada

    Para nosotros era tarde

    No tañía la campana

    No vibraba el cristal

    El dolor no dejaba de doler.

    Antes de que él muriera

    fuimos muriendo

    por mares y caminos.

    Él murió en su tierra,

    toda la tierra lo cubre.

    Nuestra sed era de polvo,

    arena que barre el viento

    apenas cubre huesos y pesares.

    Su muerte no puede ni siquiera

    abarcar sus muertes.

    Que ya no vea ni oiga

    ni el sol lo caliente

    ni la lluvia lo empape

    no importa para nosotros

    ¿acaso volveremos a oír y a ver,

    a sentir el sol o a temblar?

    Quien nos quitó la tierra de los pies

    muy bien sabía lo que hacía.

    Por los horizontes del mundo

    nuestros pasos se fueron apagando,

    ni huellas, ni ecos, ni saliva quedaron.

    ¿A qué hablar?, silencio en el desierto.

    Cuántos gritos en oídos sordos

    Cuántas voces eco del eco

    Cuántas muertes antes de tiempo,

    mientras la suya se prolongaba

    y se regocijaba y se arrastraba

    sobre nuestras heridas

    sobre nuestras llagas,

    nunca cerradas

    nunca olvidadas.

    Que lo entierren en el Valle de los Caídos

    tampoco importa ya.

    De los cementerios de arena y agua

    no podrán nuestros esqueletos

    pisar sus gusanos

    machacar sus huesos

    triturar despojos de su carne.

    Quedamos solos, después de todo.

    Sentados a la orilla del camino

    todavía esperando

    todavía esperando.

    EL LARGO CAMINO

    Lanzar un grito

    aquí

           y

            allá.

    Un dolor que duele

    El campesino muerto

    El guerrero olvidado

    El amor que no llega.

                 El exilio

        Siempre el exilio

                 En el centro

                 el exilio.

    Los cadáveres desparramados

    No hay sangre en los niños

    Caen las gotas,

    gotas por todas partes.

    Son demasiadas

    y no hay quien las recoja

    (Gotas de sangre que se escapa)

    Tu oficio es caminante

    ¿Lo

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