Rompeolas. Poesía reunida
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Rompeolas. Poesía reunida - Angelina Muñiz-Huberman
2004.
VILANO AL VIENTO
Poemas del amor y del exilio
[1982]
Vilano al viento. Poemas del amor y del exilio, UNAM, México, 1982, 71 pp.
(Cuadernos de Poesía).
I
DEL AMOR
A Alberto
GÉNESIS
El molde del amor se ha roto
Cada amanecer rompeolas
La creación en el fuego
La tierra recibiendo la semilla
Todo fructifica
El agua corre
Atrás quedaron tinieblas y caos
La primera forma
La primera sombra
El primer sonido
El primer oído
La primera boca
La primera palabra
Volver al paraíso
No, no volver al paraíso
Recobrarlo cada día
Inventarlo
Repetirlo
Rehacerlo
Recogerlo
Entregarlo
La Edad de Oro
El Mito
Tu boca en mi boca
Tu semen en mi cuerpo
Nueva vida circulando por los vasos
Vasos comunicantes
Nace la tierra cada amanecer
Tierra húmeda
Tierra madre
Los cuatro elementos
Perfecta conjunción
Amor fragmentado y rehecho
Cada amanecer el Génesis
CAMINANTE I
Frente al mar, al atardecer,
el viento agita tus cabellos.
Las olas llegan hasta tus pies,
atrás, a tu espalda, la eterna roca inmutable.
En tu mano, todo el mundo.
En tu corazón, todo el mundo.
En tu cabeza, todo el mundo.
Por los caminos de la tierra
has ido dejando sonrisas y palabras.
Caminante que bajo el árbol
recibes a todos los caminantes.
Caminante que regalas tu pan y tu agua.
Caminante que con amor
elevas cada día más
la escala del amor.
Que has desbrozado selvas,
que has andado y desandado desiertos,
que las estrellas
han señalado tu rumbo
cuando todo parecía perdido.
Que, en noches de vela,
el cielo te ha acompañado
y has hablado con el silencio
y con el viento y con la lluvia.
Tu mano se hundió
muchas veces en la tierra
y, a veces, sembraste
la semilla del sustento,
y, a veces, hallaste
la piedra del recuerdo.
Todos los soles
y todos los mares
se han tamizado en tu piel.
Sigues por los caminos, caminante,
leyendo los mensajes,
descifrando las claves,
preguntando al árbol,
contestando al río.
Tus palabras y tus sonrisas,
por toda la tierra,
van quedando entre las manos de Dios.
CAMINANTE II
Del intrincado camino de la vida
entre dolor y dolor
me fue dada
la presencia tuya.
Don caído del cielo
y elevado de la tierra.
Chispa de estrella,
espuma de mar,
dura arista de roca.
Llegaste de otros cielos,
tomaste forma y sonrisa
para penar por los caminos de Dios.
Sufres cada día
el sufrimiento de los demás,
y redimes en cuerpo y alma
el olvido y el llanto
de quienes no tienen ya qué llorar.
Cada palabra es bálsamo,
tus manos, remedio,
el color de tus ojos, reflejo de otra esfera
y tu pensar, blanco renacer en equilibrio.
Caminante de muy lejos,
navegante de mares ignotos,
¿qué brújula te trajo a mí?
¿qué imán?
¿qué viento o qué marea?
Recorres:
altos pasos en la montaña,
maleza y ortigas,
Encuentras:
flor inesperada en punta pétrea,
fósil testigo sorprendido.
O en el fondo del mar,
corales y peces se te dejan contemplar
entre corrientes y luces azules.
En el tronco rugoso
posas tu mano suave
y briznas de hierba
son frescura y adorno.
Lo que miras lo transformas
y cobra vida lo inanimado
y recobra sentido lo animado.
¿Qué huella marcan tus pasos
que el polvo del desierto
no la borra?
¿Qué sonido tienen tus palabras
que no se silencian?
El milagro de tu presencia
se repite, sol y luna,
en el milagro de tu encuentro.
LA VIDA MARINERA I
Barcos, olas, espuma y peces.
Nítido cielo azul
sin una nube.
Viento suave
que riza la superficie.
Quisieras estar
a bordo de esa nave
hacia quién sabe
qué lugar.
Junto a los marineros,
uno más,
Junto a los pescadores,
uno más.
Te agobia
la montaña
y la tierra continua,
el techo sólido
y el piso blando.
Por eso
le ríes al mar
y te embarcas,
pasajero leve,
sin volver la cabeza atrás.
Ligero de equipaje,
como buen marinero,
sólo firme
en la tabla vacilante,
cuando todo el horizonte
es mar-cielo,
cuando sólo queda
agua y más agua por camino.
Arrías la vela
y tiras de la soga.
Ni un ancla que te ate.
Libre,
totalmente libre,
a solas en la inmensidad,
contigo en el vasto fin sin fin.
Donde nada más
lo esencial cuenta.
Fuera lo vano,
y lo pequeño,
y lo inútil,
y lo informe.
Inmerso en la ola eterna
gotas de espuma salpican tu frente.
Eres tú y el mar
como si fueras tú y Dios.
Como si fueras
tú y Dios,
en medio del mar,
tocando la inmensidad.
Monólogos de cristales de luz.
Voces de adentro.
Voces de arriba
y voces del fondo.
Se te revela la verdad
por instantes estrellados
en fugaces gotas
que apenas depositadas
se evaporan.
Y sabes que se te ha revelado
la verdad
Pero luego no puedes repetirla.
La verdad no tiene palabras,
como la belleza,
como el amor,
como Dios,
como tú.
Marinero en medio del mundo,
en lejano barco aventurero,
a solas en tu soledad,
entero en tu integridad,
qué pocos entienden
que el mar lo llevas contigo
y cada mañana te embarcas
hacia círculos y abismos
salvando tu horizonte marino
en la palma de tu mano
con el agua desbordándose
por entre tus dedos
de marinero atezado,
de pescador curtido.
Marinero en medio del sol
que entornas los ojos
para resistir el reflejo espejado.
Marinero en medio del aire,
tanto aire para respirar
que colma tu pulmón
y ensancha tu pecho.
Marinero en medio del mar,
Marinero en medio de ti,
Marinero en medio de Dios.
LA VIDA MARINERA II
Como marinero regresaste.
Diste la vuelta al mundo
en busca sólo tú sabes de qué.
Pero regresaste,
como marinero.
Y yo aquí, esperándote.
Ya sin contar los días,
porque días fueron todo el tiempo.
Fiel puerto
y barco que llega.
Ola que toca la arena.
Sólo porque sabía de tu regreso
pude esperar.
Porque la tierra es redonda
y habías de volver a pasar.
Fiel puerto te aguardaba,
punto en donde habías de descansar.
Porque los barcos van
de puerto en puerto
y vuelven a pasar.
En medio del mar
ni sé en qué pensabas
ni qué momento
del sol te alumbraba.
Porque amas tu barco
y el agua que lo lleva a flote
buscas también
el resguardo del puerto.
Y fiel puerto te aguardaba.
No sé con qué viento luchaste,
ni si la tormenta te agotó.
Traerás en tu rostro
nuevas marcas de la intemperie
y espuma y sal en tu pelo.
Vendrás a mí,
después de todo, fiel puerto
y buen cuidado para tu barco.
Sí vendrás.
Pero desde que entres por la puerta
ya estarás pensando
en el día en que habrás de partir.
Ya estaré pensando
en el día en que habrás de partir.
Por eso, no cerrarás la puerta
ni la ventana,
para ver desde dentro
el mar y tu barco.
A mí, sólo me quedará
aprenderte de memoria
y juntar recuerdo con recuerdo
para irlos luego, desgranando
uno a uno,
en ese largo tiempo
que tarda un barco
en volver a pasar
de puerto en puerto.
2
DEL EXILIO
DESPUÉS DE LA GUERRA
Lloro por Dios equivocado,
que hizo la flor dulce
y el fruto de dolor.
Lloro por Dios y su error,
homo crudelis,
hombre perdido
que engaña y miente
que mata y traiciona
que inventó la máquina
y el acero y el ruido.
Lloro por Dios olvidado
desoído, maltratado
en medio del camino
sin nada qué hacer
aburrido, detestado
seguro solamente de sus yerros
de su artificio imperfecto
del pecado de la creación
de las esferas desarmónicas
de los tanques que rugen
de los pueblos martirizados
de los ojos que odian
de fray Luis errado
de sí mismo sellado
del lenguaje sin sentido
de la palabra necia
del oído sordo,
atrás ya toda ilusión
toda esperanza, toda bondad
sin nada qué hacer
en medio del camino
Edipo sin encrucijada
obsoleto, vencido, sin remedio
con la multiplicación de sus errores
y sus manos que no los borran.
Ya mudo, ya ciego
ya horrorizado y ya en calma.
El monstruo que echó a andar
no pudo pararlo,
quiso así pagar su inmensa vanidad
pecar de impotencia
y no volver a aparecer.
Quienes claman por él,
eco del eco del silencio reciben.
Y por más que quieran volver a inventarlo
no saben cómo.
Moisés ya no está aquí.
El desierto está lleno de cadáveres.
Arena y piedra en los cementerios.
Las luces se apagan.
Las estrellas no se encienden.
El mundo ya no da vueltas.
Sol y luna se confunden.
El hombre ya no mata.
¿Dónde está el Tornero?
¿Dónde está el Relojero?
En medio del camino,
sentado, sin hacer nada,
de todo cuidado olvidado.
DESPUÉS DE LA MUERTE
Después de la muerte no quedó nada
Para nosotros era tarde
No tañía la campana
No vibraba el cristal
El dolor no dejaba de doler.
Antes de que él muriera
fuimos muriendo
por mares y caminos.
Él murió en su tierra,
toda la tierra lo cubre.
Nuestra sed era de polvo,
arena que barre el viento
apenas cubre huesos y pesares.
Su muerte no puede ni siquiera
abarcar sus muertes.
Que ya no vea ni oiga
ni el sol lo caliente
ni la lluvia lo empape
no importa para nosotros
¿acaso volveremos a oír y a ver,
a sentir el sol o a temblar?
Quien nos quitó la tierra de los pies
muy bien sabía lo que hacía.
Por los horizontes del mundo
nuestros pasos se fueron apagando,
ni huellas, ni ecos, ni saliva quedaron.
¿A qué hablar?, silencio en el desierto.
Cuántos gritos en oídos sordos
Cuántas voces eco del eco
Cuántas muertes antes de tiempo,
mientras la suya se prolongaba
y se regocijaba y se arrastraba
sobre nuestras heridas
sobre nuestras llagas,
nunca cerradas
nunca olvidadas.
Que lo entierren en el Valle de los Caídos
tampoco importa ya.
De los cementerios de arena y agua
no podrán nuestros esqueletos
pisar sus gusanos
machacar sus huesos
triturar despojos de su carne.
Quedamos solos, después de todo.
Sentados a la orilla del camino
todavía esperando
todavía esperando.
EL LARGO CAMINO
Lanzar un grito
aquí
y
allá.
Un dolor que duele
El campesino muerto
El guerrero olvidado
El amor que no llega.
El exilio
Siempre el exilio
En el centro
el exilio.
Los cadáveres desparramados
No hay sangre en los niños
Caen las gotas,
gotas por todas partes.
Son demasiadas
y no hay quien las recoja
(Gotas de sangre que se escapa)
Tu oficio es caminante
¿Lo