Heredad: Antología provisional (1956-1978)
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Heredad - Abigael Bohórquez
Página legal
El Colegio de Sonora
Rectora: Catalina A. Denman
Instituto Sonorense de Cultura
Director General: Fernando Tapia Grijalva
Edición:
Inés Martínez de Castro
Diseño de portada:
Argelia Juárez
Formación:
Orfilia Arvizu Trujillo
ISBN: 968-6755-53-5
ISBN: 978-607-8576-20-3 (Epub)
Segunda edición
D.R. © 2005, El Colegio de Sonora
Obregón 54, Centro
Hermosillo, Sonora, México
C. P. 83000
http://www.colson.edu.mx
publicaciones@colson.edu.mx
D.R. © 2005, Instituto Sonorense de Cultura
Obregón 58, Centro
Hermosillo, Sonora, México
C. P. 83000
Edición en formato digital:
Ave Editorial (www.aveeditorial.com)
Hecho en México / Made in Mexico
Presentación
La cultura es un ingenio para entender las formas en que el hombre interacciona con otros hombres y con la naturaleza. Pensar al ser humano sin la naturaleza es renunciar a su voluntad de intervención, a su antigua vocación por encontrar resonancias de su origen y destino en las geografías del planeta. Por ello, la poética del desierto siempre tiene lugar para aquellas personas que trazan portentosas culturas y magníficas ciudades en la vastedad de esos yermos paraísos. Una vez que apacienta su manada en esa arena silenciosa y reverberante, comprende que ahí está la vida y la muerte. Reconoce que la desolación y el abandono reinante no es sólo geofísico, sino simbólico y por ello da cuenta en el arte y la literatura, en la palabra y la imagen, en su percepción del mundo de la vida.
La intensidad que las culturas del desierto poseen radica en que el entorno condiciona la experiencia de sus habitantes. Entre las nervaduras calientes de sus atajos y veredas resuenan todavía los cardales himnos que sus moradores levantaron a esa naturaleza que, paradójica, es espejo de grandezas y miserias, de prodigios y ruinas, de extravío y lucidez, de oasis y de infiernos aún debajo de las piedras. El reverbero de las culturas del desierto es, a fin de cuentas, la conjunción de la erizada naturaleza, el desarrollo civilizatorio y las voces internas que pueblan al hombre desde siempre. Por ello, yacer en el desierto también es un viejo sueño que los hombres viven porque buscan sumergirse en la antigua danza de la vida que es el arte: pintar, cantar, escribir, bailar, ejecutar, inventar sueños y olvidar sombras.
Entre las almenas perpetuas bajo un sol de sal, florece la esperanza y el desierto es entonces el venero de las culturas y el arte. El desierto aparece incorporado a la literatura, a la pintura y, para acabar pronto, a la memoria artística de cualquier civilización sea egipcia, peruana, ecuatoriana, árabe, marroquí, argelina o mexicana. Toda hispanoamérica sabe del desierto que, en natural contraste con el mar y la montaña, levanta, muy al norte de México, no sólo magníficas culturas sino también presencias como Heredad. Antología provisional (1956-1978) de Abigael Bohórquez que está templado por el simún, el barro y la historia siempre matria.
También para el artista -terrenal al fin- es imposible pasar de largo frente a las intoxicaciones del paisaje que el desierto produce: un mundo miserable, desolado y resplandeciente, un mundo vacío que no está vacío de ningún modo, un mundo que está ausente y está presente. Esa es la paradoja que el desierto otorga al arte: ser todo y nada, sombra y luz, muerte y vida, amanecer y oscuridad, estancia y destierro, vértigo y arena, infierno y paraíso, calor y frío, ausencia y presencia por la espaciosa sequedad fermentada, silenciosa y lumínica. Cuando el poeta caborquense se escucha a sí mismo, entonces se sabe parte prohibida de la tierra: fuego, arena, soledad. Soy el que sabe de cierto: el desierto
. Cuando se sabe esfinge y sal carga con su estirpe por todas los partes. Cuando uno se reconoce desierto es hora de recordar al poeta Abigael Bohórquez que desertísimo nació de estos territorios:
Por eso, visceralmente,
puedo decir estas palabras sacratísimas
con su sabor antiguo, ejidal y purísimo,
—Adela, parece que te escucho—
chicharra, bichicori, chora, calichi, péchita, mochomo,
cholla, cachora, churea, chilicote,
chapo, sopichi, cohupeta, bichi,
apupuchi, chiriqui, cuitlacochi,
subterráneos imanes, dígitas soledades, sombra casi luz sólida,
oh, desierto, oh, inmensidad, oh espacio
de las girasoladas quemaduras,
oh, Tú, poesía, profundísimo hueco, carne viva,
ahora estás conmigo.
La biografía de Abigael Bohórquez es accidentada, extensa y apasionante. Nace en la ciudad de Caborca, Sonora, México, el 12 de marzo de 1936 y muere en Hermosillo en noviembre de 1995. Bohóquez fue poeta, dramaturgo, actor, promotor cultural, editor, director de revistas, funcionario de cultura, periodista y director de teatro. Publicó 12 libros de poesía y dejó inéditas una gran cantidad de piezas teatrales. Lo que si queda claro es que su vida se corresponde con su obra, toda vez que fue un activo escritor y poeta que vivió con intensidad y trashumancia, con alegría y dolor, con beligerancia y humildad, cada uno de sus momentos existenciales. Su figura personal y artística es inseparable. El desarrollo de la obra literaria de Abigael Bohórquez es evidencia de sus diversas etapas de aprendizaje y formación, así como de su evolución y enfoques. La primera etapa comprende desde sus inicios como poeta hasta 1981 cuando publica Heredad, Antología provisonal (1956-1978). La segunda etapa de Bohórquez parte de 1982 hasta su muerte en 1995, misma que se refleja en la publicación, en 1990, de Poesía en Limpio, 1979-1989.
Este libro que el Instituto Sonorense de Cultura y El Colegio de Sonora reeditan es fundamental para entender la trayectoria de Abigael Bohórquez. Por ello, también se conserva el prólogo de Carlos Eduardo Turón que señala, en su primera edición, aspectos centrales que contiene este título. Es preciso anotar que este libro reúne un grupo de poemas que pertenecen a siete de sus libros publicados (Fe de Bautismo, 1960; acta de confirmación, 1969; canción de amor y muerte por Rubén Jaramillo y otros poemas civiles, 1967; las amarras terrestres, 1969; Memoria en la alta milpa, 1975; Digo lo que amo, 1976; Desierto mayor, 1980) en poco menos de un período de treinta años. Es significativo que no incluyera en esta antología su libro de juventud: Ensayos poéticos (México, 1955) ya que en éste encontramos los primeros pasos formales del poeta, así como sus influencias iniciales. En Heredad aparecen cinco ejes ordenadores: poemas civiles (héroes y la patria), el amor (maternal y enamoramiento y erotismo), la poesía (el objeto y el oficio), la muerte (familia y personajes) y la soledad (interna y externa). Cada uno de estos ejes aparece en los siete libros antologados que, significativamente, lleva el subtítulo de antología provisional.
En este libro, la atalaya poética de Bohórquez para ocuparse del mundo es no sólo un Abigael Bohórquez adolescente sino que muestra la evolución de voz hasta ser el poeta-cosmos y, para explicarse a sí mismo, su intuición artística se finca en la deliberación (libertad de vida y de expresión) y la inspiración (la necesidad de la poesía) generando así un discurso poético cuya cualidad principal es la pluralidad de sentidos (polisemia). En el prólogo de Heredad, Carlos Eduardo Turón, escribe que la obra de Abigael Bohórquez resulta contradictoria
por lo que confirma lo ya dicho: las contradicciones en la obra de Bohórquez provienen, precisamente, de esa pluralidad de sentidos, percepciones y experiencias del poeta mismo; su naturaleza tanto de pensamiento estético como de percepción artística radica en la complejidad como forma de vivir el mundo.
El lenguaje poético en Heredad tiene la característica del movimiento. La sensación de movimiento se refleja a partir de versos polimétricos de ritmo acusado o en verso breve y regular, con ligeras variaciones de ritmo. Significativamente, Abigael Bohórquez se inscribe en la tradición poética española ya que los poetas que más se han distinguido en el buen uso del ritmo suelen ser también grandes maestros del lenguaje. El vers libre (es decir, polimétrico) es empleado por Bohórquez sin menospreciar las formas clásicas como el soneto (Apuntes para la biografía de una mariposa, viejas postales que en corazón se hallan). En Heredad, Bohórquez exhibe un gran contraste entre la amplitud de su léxico -donde caben palabras populares, formas dialectales, arcaísmos, neologismos y el vocabulario técnico de los oficios- y la perfección académica de muchos autores clásicos en lengua española. Este estilo -innovador dentro de la poesía sonorense- es la base de sus transposiciones gramaticales, de sus imágenes y metáforas. La poesía de Abigael Bohórquez refleja a un poeta linguísticamente receptivo y sensitivo, conocedor y educado en la lengua materna, es decir, arcaizante. Su concepción poética está profundamente arraigada en la tradición idiomática y ello explica el significativo sustento y recurrencia del orden linguístico en su obra. Simultáneamente, también es un poeta que aporta formas y ritmos individuales a la poesía norteña en lo general y sonorense en lo particular, revelándose así con un finísimo instinto de la tradición de la lengua castellana, mexicana, norteña y sonorense.
Esta atención al lenguaje le conferirá a los poemas de Heredad una sólida y, al mismo tiempo, desigual estructura. Para ello, Bohórquez busca un lenguaje a un tiempo femenino y viril, esto es andrógino, porque su conciencia idiomática, siempre alerta, le confiere belleza no sólo lingüística, sino gramatical. Fiel a la tradición romántica, el lenguaje en Bohórquez es, simultáneamente, conocedor y hostil a la gramática, y esta