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En grado de tentativa: Poesía reunida, I y II
En grado de tentativa: Poesía reunida, I y II
En grado de tentativa: Poesía reunida, I y II
Libro electrónico2128 páginas14 horas

En grado de tentativa: Poesía reunida, I y II

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En grado de tentativa. Poesía reunida reúne en dos tomos -el primero prologado por Christian Peña y el segundo por Hernán Bravo Varela- cuatro décadas de trayectoria literaria de Francisco Hernández. En estas páginas se encuentran desde poemarios como Antojo de trampa, pasando por Mi vida con la perra hasta Odioso caballo, el último libro publicado del autor; se incluyen también poemas y coplas inéditos.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento1 ago 2017
ISBN9786071650863
En grado de tentativa: Poesía reunida, I y II

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    En grado de tentativa - Francisco Hernández

    EN GRADO DE TENTATIVA

    POESÍA REUNIDA

    VOLS. I Y II

    EN GRADO DE TENTATIVA

    POESÍA REUNIDA

    En grado de tentativa

    POESÍA REUNIDA

    VOLUMEN I

    FRANCISCO HERNÁNDEZ

    POESÍA

    Primera edición, 2016

    Primera edición electrónica, 2017

    El autor es creador emérito del Sistema Nacional de Creadores de Arte.

    Diseño de la colección: León Muñoz Santini

    Imagen de portada: Marcos Castro. Cortesía Galería Arróniz Arte Contemporáneo

    D. R. © 2016, Almadía

    Monterrey, 153; 06700 Ciudad de México

    Tel. (55) 5264-1423

    nformacion@almadia.com.mx

    D. R. © 2016, Fondo de Cultura Económica

    Carretera Picacho-Ajusco, 227; 14738 Ciudad de México

    Comentarios:

    editorial@fondodeculturaeconomica.com

    Tel. (55) 5227-4672

    Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra, sea cual fuere el medio. Todos los contenidos que se incluyen tales como características tipográficas y de diagramación, textos, gráficos, logotipos, iconos, imágenes, etc., son propiedad exclusiva del Fondo de Cultura Económica y están protegidos por las leyes mexicanas e internacionales del copyright o derecho de autor.

    ISBN 978-607-16-5086-3 (ePub)

    Hecho en México - Made in Mexico

    SUMARIO

    Dramatis personae, por Christian Peña

    POESÍA REUNIDA [1974-1994]

    Gritar es cosa de mudos (1974)

    Portarretratos (1976)

    Cuerpo disperso (1978)

    Textos criminales (1980)

    Mar de fondo (1982)

    Oscura coincidencia (1984)

    En las pupilas del que regresa (1990)

    Moneda de tres caras

    [1996-2003]

    Última voluntad (1996)

    Mascarón de prosa (1997)

    Antojo de trampa (1999)

    Soledad al cubo (2001)

    Óptica la ilusión (2002)

    Diario invento (2003)

    Índice general

    A mi nieta Sofía Hernández Sibaja

    Corro al jardín que está detrás de la casa.

    Subo al peral cubierto de nieve

    Y ensayo el aullido de los lobos

    VASKO POPA

    DRAMATIS PERSONAE

    CHRISTIAN PEÑA

    En un ensayo dedicado a su compatriota W. B. Yeats, el poeta irlandés Seamus Heaney señala:

    Al leer a Yeats, nos encontramos bajo el influjo de una voz que ofrece simultáneamente expansión y contención […] La expansión obedece a la confianza de que la mente ocupa el lugar que le corresponde y dentro de ella cabe imaginar grandes distancias y recorrerlas a voluntad. La contención está presente por la sensación de que una fuerte presión emocional e intelectual topa contra límites formales y hace fuerza dentro de ellos.

    Creo que la expansión y la contención son características primordiales en la poesía de Francisco Hernández. La expansión es el viaje al centro de sí mismo que deriva no en la autentificación de la voz, sino en el andar interminable y colmado de preguntas, propio de la extranjería. Durante ese viaje, Hernández ha descrito con señas particulares y ficticias al sinfín de personajes que forman parte de su drama y que, más allá de ser una galería de retratos, son las notas de una bitácora hallada en el corazón de las tinieblas, el álbum de lo familiar puesto en negativos, el dramatis personae de su memoria. El poeta emprende este peregrinar, pidiendo referencias, preguntando direcciones, calles y nombres en diferentes lenguas, quizá para encontrar el camino de vuelta a su eje, aunque, lo sabe de antemano, eso no sucederá: es el precio de errar en busca de la palabra. La contención, por otra parte, está presente en la manera en que ahonda en la lengua hasta encontrar la sonora oscuridad del hueso, hasta dar con las heridas profundas de la superficie, el escalofrío de lo cotidiano. En la presión emocional e intelectual que la mirada de Hernández ejerce sobre las cosas más a mano se concentra el asombro y lo terrible en contadas palabras, se realiza un ajuste de cuentas con lo que creemos conocido.

    La poesía de Francisco Hernández ocupa desde hace tiempo un lugar insustituible en nuestra tradición. Desde los comienzos de su obra — que, por ahora y con En grado de tentativa, suma más de una veintena de libros— podemos atisbar obsesiones que serán exploraciones a fondo a través de los años y las páginas. Elaborar un registro detallado de dichas obsesiones supone una tarea interminable; sin embargo, quisiera detenerme en algunas que considero esenciales. La enfermedad, por ejemplo, ha acompañado a Hernández desde sus primeros poemas y alcanza una temperatura altísima en el libro Mar de fondo, publicado en 1982, abriendo paso a la fiebre y al delirio. Mar de fondo cuenta la historia de un hombre postrado en la cama como en una balsa a la deriva, mientras atestigua cómo el río y el tiempo crecen y ahogan el recuerdo de un pueblo a su paso (La cama es un esquife que flota sin gobierno, un féretro / que chocará en segundos contra un iceberg). Debido al tono y ritmo de la prosa, esa cama nos recuerda por instantes la cama en la que Juan Carlos Onetti escribió su relato El pozo, postrado y afiebrado en un cuarto de dos por dos. En el cuarto donde Hernández padece las dimensiones del infierno, el poeta plantea la atmósfera de sed y terrible belleza que estará presente en gran parte de su obra:

    Cierro los ojos. Me arrastra el sopor hacia los territorios de la fiebre y, mecánicamente, limpio mis dedos pegajosos de semen en la trama del mosquitero.

    Oigo a lo lejos el mundo de mi madre, su andar entre las brasas, su diálogo con el rencor que le acompaña: hablan de mi padre, de la mujer que tiene, de su risa, que suena como tromba de flores pisoteadas.

    Con el silencio fijo en el vacío pienso en los tigres de Mompracem, en las redondeces de Paura, en un jonrón con tres hombres en base.

    Afuera está la herida pero no quiero salir a su encuentro: debo continuar enfermo siempre, sin tener que bajar a tierra, sin enfrentarme a nada ni a nadie, ni siquiera a las piernas de Paura ni a un campo de beisbol ni a la luna llena del espejo.

    Hoy, apunto en el cuaderno de bitácora, empieza el fasto de los grandes viajes.

    Y el ave Roc emerge a los pies de mi lecho.

    Francisco Hernández encarna en varios de sus libros, ya sea en pequeñas o grandes dosis, la figura, no del poeta maldito, sino del hombre enfermo. El poeta maldito abraza —y en ocasiones propicia— escenas de una vida extrema donde cada caída tiene dimensiones épicas, donde cada derrota es un himno de gloria entonado a coro por todo un estadio. El hombre enfermo, en cambio, sobrelleva su condición y busca discretamente un alivio sin testigos ni ovaciones, un malestar puesto sobre la página como un testimonio y no como bandera. La fiebre y el delirio padecidos en Mar de fondo son los primeros síntomas en la poesía de Hernández; más adelante, la depresión y la epilepsia (Mi vida con la perra y La isla de las breves ausencias) serán el mal de raíz. La memoria es también un padecimiento en sus versos. Dicho por él mismo: Sólo con medio cerebro se recuerda. La otra mitad no duele. No es una casualidad que Hernández lleve tatuada en el antebrazo izquierdo la inscripción Poesía: lo cura. La poesía como enfermedad y sanación. Pienso en una frase atribuida a sir William Osler, la cual pone el acento sobre el tatuaje que suele asomarse sutilmente bajo la manga de la camisa de Hernández: No preguntes qué enfermedad tiene una persona, sino a qué persona elige una enfermedad. Poesía: lo cura, la tinta sobre la piel, el grabado en la piedra, el juego de palabras que va en serio, el eslogan aforístico; la poética, vamos. Así de puntual. Así de firmado con sangre:

    HASTA QUE EL VERSO QUEDE

    Quitar la carne, toda,

    hasta que el verso quede

    con la sonora oscuridad del hueso.

    Y al hueso desbastarlo, pulirlo, aguzarlo

    hasta que se convierta en aguja tan fina,

    que atraviese la lengua sin dolencia

    aunque la sangre obstruya la garganta.

    El origen, el pueblo natal y la muerte son también obsesiones que llevan al poeta a transitar por el desvelo y su respectiva carga de somníferos. Pero hay una figura que se relaciona con todos estos temas y que, al tocarlos, hecha sombra y luz sobre ellos; una presencia que atraviesa de polo a polo el cerebro del poeta y a la que intenta descifrar, retratar, dibujar con los ojos cerrados en el muro de sus lamentaciones. Me refiero al padre. El padre es la primera cara en la moneda poética de Francisco Hernández. El padre: el cazador y la sombra, el fantasma con bifocales y el caballo odioso. El padre: los errores y la negación como herencia.

    EL CAZADOR

    Ibas a la montaña en busca de jaguares,

    tapires o faisanes.

    Siempre te acompañaba la mujer de otro.

    En mis sueños te veía raudo por la playa,

    eludiendo tenazas de cangrejos azules.

    Ahora caminarás desnudo por la noche sin término.

    Ojalá te encuentres con los ojos

    de todos los animales que mataste.

    Faustino Hernández Valencia, el padre, nació en 1911 y murió en 1984. Fue dentista y quien lo acercó a los libros. Tal vez cuando Francisco era niño contemplaba con asombro y miedo los instrumentos dispuestos sobre la mesa: el espejo bucal, el taladro, el eyector de saliva; el material quirúrgico con el que su padre aliviaba y causaba dolor. El trabajo del dentista era procurar una sonrisa saludable a sus pacientes. El trabajo del padre era ahogar los gritos. La carcajada oscura; el humor negro también característico del poeta. ¿Sabemos nosotros algo de extraer muelas sin anestesia? ¿Sabemos algo de esos oficios — escribir y tapar caries— que se aprenden sin ir a la escuela, así, por la mera observación, hasta llevarlos a la maestría? ¿Sabemos algo de empezar imitando a García Lorca y a Neruda o limpiando la vasija de los escupitajos? ¿Sabemos algo sobre dejar durante la noche un diente bajo la almohada y encontrar a la mañana siguiente la foto de un muerto? ¿Sabemos qué se hace con un padre que eclipsa el mundo con su sombra? ¿Sabemos qué se hace con un padre que se pone bata blanca para ir de cacería?, ¿sabemos cómo se quita esa sangre?, ¿cómo no parecernos a él?, ¿sabemos qué se hace con su ropa cuando ha muerto? En Odioso caballo, el libro más reciente de Hernández, se lee:

    La dentadura de mi padre

    avanza hasta donde duermo.

    Sube a mi cuello de postura infantil,

    para después morderlo sin hacer caso

    de mi grito.

    Manchada por gotas de sangre,

    la cuna es una paila hirviendo.

    Mi madre regresa y la dentadura

    se sumerge otra vez en su vaso de agua.

    Fragmentos de Bartók, tocados

    por Keith Jarret,

    salen de una cajita de música.

    Mi madre se despide. Primero me persigna.

    Después acaricia mi calvicie prematura.

    En las pupilas del que regresa —preámbulo fundamental para la escritura de Moneda de tres caras—es un poemario en el que se desarrolla con precisión y terror el tema del padre descrito anteriormente, además de ser el lugar de los primeros avistamientos de retratos literarios escritos por Francisco Hernández. Allí, Silvia Plath mete la cabeza en el horno para huir del invierno, Roberto Juarroz camina por la playa de la mano de Roberto Juarroz, y Ramón López Velarde, de pie y en sueños frente al océano, Vive otra vez la angustia que sintiera en la pila bautismal. Allí también aparece otro personaje de su drama, un lugar que tiene nombre y rostro, San Andrés Tuxtla; obsesión descrita desde sus primeros versos (Por el ombligo transparente) y personaje principal en más de uno de sus poemas (Cuaderno de un retorno al pueblo natal, al interior de Imán para fantasmas). Hernández siempre volverá a ese lugar que lo vio morir; siempre vivirá una suerte de Retorno maléfico para reencontrarse con la casa derruida donde pasó la infancia, con el río que ahoga los sueños de las mujeres, con el jardín de su madre:

    ¿Quién regresa ahora que vuelvo retornado?

    ¿A dónde regreso? ¿No es cada vuelta al punto de partida

    una isla rodeada de redundancias por todas partes? […]

    Descubro a mi madre con su piel ya enferma

    y una sola palabra suya pone en movimiento

    aquel lenguaje repleto de cáscaras jugosas

    y de ceremonias donde el descorazonado era el viento.

    Pero ni ella puede ayudarme a reconocer

    el miedo de quien vuelve.

    Faustino Hernández Valencia, San Andrés, la enfermedad…, así, pues, antes incluso de decirnos que su libro capital era una moneda de tres caras, en la obra poética de Hernández ya había otras tantas girando en el aire.

    La trilogía germánica que conforma Moneda de tres caras exhibe una propuesta estilística donde el poema largo de corte narrativo desencadena un orbe de seres reales y ficticios para dar pie a la poesía que experimenta con la experiencia. Lo sabemos: en De cómo Robert Schumann fue vencido por los demonios, Habla Scardanelli y Cuaderno de Borneo están delineados con carbón algunos de los momentos de la vida de Robert Schumann, Friedrich Hölderlin y Georg Trakl, está retratada la historia de su genio; sin embargo, debo decirlo, cada una de estas caras es también una cruz: la música y la melancolía, el tormento amoroso del alter ego, el hambre de una isla más allá del destierro. Moneda de tres caras es también las tres cruces que Francisco Hernández acuñó a conciencia. La cruz en el sentido más coloquial de la palabra; el muerto que se nos sube, el costal de heridas y huesos que acarreamos de una página a otra; el odioso caballo que cargamos, tal y como el guerrero Hatakeyama Shigetada, dibujado por Hokusai. ¿Nacimos para echarnos caballos a la espalda?, sigue preguntándose el poeta casi veinte años después de la publicación del libro. El dramatis personae que Hernández evidencia en Moneda de tres caras no es un listado de personajes con biografías extremas, sino la afinidad azarosa —fáustica en varios casos— entre el poeta y ellos. No se trata aquí del retrato o la biografía, no se trata de los acentos sobre la tragedia ni del apunte culterano: se trata de ser afectado e infectado por la palabra, la música o el trazo de alguien más, se trata de tatuarse la obra de alguien más en los huesos y, entonces sí, aceptada la afrenta, aceptado el duelo, tomárselo personal y escribir. Se trata de personajes personales, por llamarlos de algún modo. Guillermo Rousset Banda apunta en el prólogo a Personae de Ezra Pound: Las paráfrasis y versiones, que no traducciones, de Pound son personas, poesía de caracteres: mediante la auténtica fusión con el personaje, recreación de cierta situación o cierto estado de ánimo, adopción intencionada de cierta perspectiva peculiar para exponer un carácter. La traducción de un sufrimiento parecido al suyo, la adopción de un temperamento y la aproximación a una obra puesta sobre el microscopio (La poesía es un método de análisis, un instrumento de investigación, apuntó Jorge Cuesta) son algunas de las herramientas con las que Hernández acuña su moneda.

    ESCRIBE SCARDANELLI

    Prohíbe al llanto diluir la fuerza de los deseos más íntimos. Trae contigo tijeras para cortar de raíz hasta el otoño si es preciso.

    Le he ordenado a mi lengua convertirse en río para que en sus ondas sumerjas tu cabello. Le he dicho transfórmate en montaña para subir a ella y en esquila, con el fin de escucharla antes de los sermones.

    Si una serpiente te rodea los tobillos, no imagines el vértigo de la caída: es mi lengua.

    Cuando el banquero Gontard te dé un lienzo que se anude a tu cuello, no creas en la liberación por asfixia: es mi lengua.

    Impide la presencia de la duda. Corta esa prolongación rosada si te oprime también el pensamiento.

    Córtala, písala, muérdela. Arrójala sin miedo a la gavilla de poetas callejeros.

    No importa. Porque a mi voz, al no ser músculo de agradable temperatura, no podrás silenciarla ni en la más jubilosa de tus ensoñaciones. ¿Por qué habrías de privarme de alabanzas?

    Deja a Scardanelli lo único sagrado que los dioses le dieron.

    Mi lengua tiene vida propia.

    Después de muerto he de seguir cantando.

    La presente recopilación de la obra de Francisco Hernández, En grado de tentativa, permite comprobar que la moneda que el poeta lanzó hace ya más de veinte años tiene una sola cara y una sola cruz: Hernández mismo. Dicho de otro modo, cada vez que el poeta arroja la moneda al aire, ésta cae de canto. Francisco Hernández no es sus personajes, pero sus personajes sí son él. Ésa es su cara, la real e imaginaria. Como en El hacedor, de Borges, el poeta se propone la tarea de dibujar el mundo. A lo largo de los años puebla un espacio con imágenes de provincia, de reinos, de montañas, de bahías, de naves, de islas, de peces, de habitaciones, de instrumentos, de astros, de caballos y de personas. Poco antes de morir, descubre que ese paciente laberinto de líneas traza la imagen de su cara.

    Francisco Hernández sabe que la voz es una vieja promesa de la poesía. La voz como la verdad del poeta, como esa olla de oro encontrada bajo un puente, esa moneda de cambio para entrar al Olimpo, esa voz, esa manera de contar el mundo anteponiendo al yo sobre todas las cosas es una broma gastada. No, en poesía no hay voz, sólo ecos; resonancias de una lengua amada o repudiada hasta el cansancio. No hay voz, no hay yo; apenas las facciones imprecisas de hombres que se sobreponen al silencio y, en ocasiones, lo atenúan con un balbuceo hermoso aprendido en el insomnio y la desesperación, rumiado en la ansiedad de nombrar lo irreconocible e irreconciliable. Balbucear, que no decir; interrogar, que no afirmar; tendencia a enmudecer, como lo definió Celan. La poesía de Hernández es un eco en las generaciones de poetas que le preceden. Su estilo es cercano al de un altoparlante con distintas salidas de audio, cada una con un filtro distinto. Octavio Paz dijo alguna vez sobre Jaime Sabines que solía tocar dos o tres cuerdas de una manera extraordinaria. Tratándose de Francisco Hernández, pienso que no sólo toca más de un cuerda, sino más de un instrumento; ocupa más de un lugar y se mete en la piel de más de un individuo al momento de escribir sus poemas, de hacer su música. En palabras de Bernardo Soares: Mi alma es una orquesta oculta: no sé qué instrumento tañe o rechina, cuerdas y harpas, timbales y tambores, dentro de mí. Sólo me reconozco como sinfonía.

    Establecer un presunto dramatis personae que delinee los múltiples personajes que aparecen y reaparecen en la obra de Francisco Hernández es una idea a la que no puedo resistirme. Estoy seguro de que cada lector encontrará los que le sean más afines o inesperados durante el viaje a través de sus páginas. Sirva, pues, este pequeño ejercicio como la introducción antes de que el telón suba y comience la obra:

    DRAMATIS PERSONAE

    Estos personajes personales, entre otros, son los que se dan cita en la obra del poeta; Vidas imaginarias, las nombró Marcel Schowb; Vidas minúsculas, las llamó Pierre Michon; monedas de la cara, les dice Francisco Hernández. En la autobiografía de Yeats, en los papeles dispersos que decidió reunir y publicar, precisamente, con el título Dramatis personae, el poeta irlandés escribió: Toda mi vida he estado obsesionado con la idea de que el poeta debe conocer todas las clases de hombres como si fueran él mismo, que debe conjugar la mayor realización personal posible con el mayor conocimiento posible de la palabra y circunstancias del mundo. Francisco Hernández encarna la idea que obsesionaba a Yeats. Su poesía es también la autobiografía de un hombre habitado por muchos otros hombres; no exalta una voz, sino que traza sutilmente la infinidad de ecos que conforman su existencia: la memorable puesta en escena que lleva por nombre Francisco Hernández.

    CHRISTIAN PEÑA

    Ciudad de México, 30 de marzo de 2016

    POESÍA REUNIDA

     [1974-1994] 

    A Rosabertha, Edgar y Omar,

    nuevamente como antiguamente.

    Contra toda verdad he de quererte,

    equilibrio infernal. Nací desnudo:

    sólo contigo venceré a la muerte.

    ERNESTO MEJÍA SÁNCHEZ,

    La poesía

    Gritar es cosa de mudos

    [1974]

    Con su casco abollado de general prusiano viene mi hijo por la tierra pateando su esperanza, durmiendo sus crespones, volando aves sin alas, adoptando hormigas, eructando canciones, amasando su miedo, naufragando crepúsculos, destripando corceles, violando líquenes, lavando luciferes, cavando su amor viene y yo no tengo nada que decirle:

    GRITAR ES COSA DE MUDOS

    Carajo, esto es el acabóse.

    Aunque ignoro si sea el momento exacto

    —uno nunca sabe

    cuándo cerrar la boca o cuándo unas palabras graves

    nacerán en la frente— pero a dar curso vengo

    a todo lo que se está ahogando dentro y fuera de mí:

    las escamas infantiles,

    el sabor de miseria,

    la impasible visión de los espejos.

    Bajo el viento abro el tercer postigo.

    Veo cómo las hojas se espuman y se esfuman;

    veo caballos del alba pasar a tumbos

    sobre el lomo del río;

    niños sin frazadas; árboles huecos

    que cayeron del cielo;

    gritos hundidos dentro de sí mismos: los veo ser

    descubiertos

    por luciérnagas y alertados por un perro de aguas

    que conoce años ha la suerte de los náufragos.

    ¿Y?

    Ahora yo, oteando tu cadáver a última hora

    vestido con ropa limpia, oigo el triste silbato

    que me obliga a bajar apresuradamente de la cubierta

    para oler el aceite que te untaron en las orejas.

    En tu garganta hay címbalos,

    peces que no conocían la superficie del mar.

    Y ahora yo el desterrado lluevo sobre los cirios,

    doy vueltas y vueltas a tu cuerpo sin sangre

    y me detengo.

    Como si entrara a una librería desconocida

    hojeo tus párpados en busca de la última palabra

    cuyo significado te dolía.

    ¿Quién se cortó la lengua ante el espejo?

    ¿Quién no desea comprar una sombrilla

    si ya han anunciado la tormenta de mierda?

    Sin responder a los crespones

    que la nostalgia anuda a mis zapatos

    y que cada mañana que se pudre veo,

    voy al encuentro del viejo español que hace estallar

    el iris de las niñas cuando tose o habla.

    Mis huesos, sin otra cosa que calor,

    se van agazapando en las esquinas.

    Mis cabellos cuelgan de la levadura

    de los árboles, mis duelos se nutren en el plato

    del vagabundo y llego ante él sin vísceras.

    Con el pellejo temblando como gelatina

    me empotra en la pared: lo escucho.

    Sólo su nombre retuerce mi ocio y me reanima.

    Pero yo, siempre yo por debajo de todo,

    sigo pensando que gritar es cosa de mudos

    y que escuchar es intercambiar ecos

    con barcos fantasmas o con muertos

    que han perdido la esperanza de vengarse.

    POR EL OMBLIGO TRANSPARENTE

    Regreso porque entre tanto

    se me olvida mucho.

    Porque ya nada vive fresco debajo de mis párpados

    y los nombres acostumbrados

    se me diluyen en la lengua.

    Porque es necesario volver a caminar por el dorso

    de mi padre el anciano; dormir con los oídos abiertos

    para cristalizar los ligeros tumbos del río,

    el paso de los caballos sobre las piedras huecas,

    la vaguedad del ciclón bajo la puerta cerrada.

    Vuelvo para sentir el mareo del mar y a comprobar

    que nunca finaliza.

    Regreso a ver zopilotes girar sobre mi cabeza

    recién cortada, mientras despiden su hedor

    a contadores públicos.

    Regreso a ver gente de corazón verde.

    A beber aguardiente bajo las alas de los árboles,

    a estrechar la mano del amigo muerto, a zambullirme

    en el único lodo que me reconoce,

    a fumar tristeza cuando

    una hilera de peces luminosos me pone al tanto

    de los días que vienen.

    Vuelvo a buscar el ombligo transparente donde la criada

    colgaba mis camisas,

    vuelvo por la última parte soleada de mi ojo,

    vengo a hacer el amor y a deshacerlo,

    a reconstruirme con minuciosidad, a repararme,

    porque ante la esperanza de la muerte

    y el zumbido de la tormenta

    sólo se puede ser útil cuando se está completo

    o extraviado.

    ÁNGELA O DEMONIO

    Para Jaime Turrent

    ángela davis

    militante

    27 años

    de dónde sacaste ese sombrero de las alas anchas ensortijado

    capucha de cornilargo sin el fierro del amo

    de dónde de qué tam-tam raptaste

    tus chinos que juegan al tobogán

    indistinta indiscriminadamente

    con las palabras pesadas de

    kant

    proudhon

    drumgo

    clutchette

    y las del capital y las de todo lo demás que

    asimilaste lejos de donde los negros

    son el principal blanco en movimiento

    ángela davis

    tu nombre me sabe a birmingham

    a pastel de ciruelas dinamitado dentro del horno

    ángela davis

    discípula de marcuse el loco y del garrote

    pantera con cuerpo de filósofa

    me da pena confesar que hasta hoy te amo locamente

    a través de los alcaldes de watts

    de las prostitutas de woolworth

    a pesar de tu infancia prodigiosa

    y de los barrotes de papel

    que te fatigan

    ángela davis

    hoy te escribo esta carta

    con mi lengua herida apoyada

    en tus hombros de cantera

    ah si las palabras se deformaran

    al escribirlas como cuando las gritas

    te juro que no hay ningún blanco

    cualquiera que sea la parte del mundo

    donde el huracán haya barrido su cuerpo destrozado

    que te ame como yo ángela o demonio

    lo triste es que para nada servirán

    tus teorías condenadas o las mías tan cobardes

    como gatos de rico

    falsas y mugrosas como los detergentes

    en que mis compañeros purifican su espíritu

    ángela power

    black davis

    de una vez por todas subiré a tus ojos achicados

    no sé si por el llanto o por la oscuridad

    o por el amor de dios muerto a balazos

    allí flotando esperaré

    el cambio de guardia de tus lágrimas

    allí esperaré el día del juicio

    acompañado por mi propia pantera

    ella me ayudará a recorrer tu cuerpo

    que tiene capacidad

    para un millón de almas

    adiós

    amada

    bomba

    hermana

    soledad

    es la hora del ángelus

    y me da tristeza

    no poder acostarme contigo

    A PABLO NERUDA

    Pensando en los linderos

    de mi amante amarilla,

    arañando su ágil superficie

    con mis manos de minero incapaz,

    me entero de que tu voz de tren

    ha reventado en la estación llorosa

    de los cobres.

    Voy a cerrar tus párpados

    para sentir tu savia de llamas diminutas.

    Voy a entreabrir tu boca

    para escuchar el mar lejano.

    En las horas terribles que nos cercan

    sabré de tu aletear de viudo

    y comenzaré a buscar en mi tristeza

    las insistencias

    de tu materia fértil.

    Joven y Pablo y Neftalí correoso,

    tu amor de vuelo limpio

    nos nutre ahora

    desde otra latitud aún más cercana.

    CETUS

    Quizás en el momento

    en que el amor no cubra,

    el sol ya silenciado se desdoble

    sobre las aguas emplumadas que te brotan

    por dentro.

    Quizás de un solo golpe de tus lobos marinos

    me recojas la frente y la bandera,

    o muerdas mi diente unicorniado

    con el viento de los chorros de espuma.

    Quizás al descubrirte botar entre las sábanas

    sin previo catalejo ni ojos avizores,

    mi lengua de piel roja, por tatuada amorosa,

    se entumezca para después remar

    de orilla a orilla.

    Tal vez mi arpón se desvíe de tus lomos

    o penetre sin fuerza o se resbale,

    quizás tu coletazo no me alcance.

    Yo he jurado atraparte bajo la luz del faro,

    fumar la pipa de la paz con tus huesos

    y sin lugar a brumas, liquidarte.

    ESTACIÓN DE ATOCHA, 13:00 P.M.

    desde la sala estrecha

    el tren hace su boquete al cielo

    ladrillos diminutos se ven franqueados

    por panes enmohecidos

    pero bajo la umbría caminan esposados

    dialectos y el ronquido profundo de los pitos

    triste el sueño que se arrastra por los caminos

    triste el recogedor de basura que por segundos

    me encarcela en su ballena de lata

    campanadas de humo sobresaltan mis fiestas silenciosas

    pisadas de cerveza secan al sol mis labios

    una niña rosada que fue anciana en la guerra

    come patatas suspira

    y se ríe de mi cara de sobrio

    por mi cabeza de naranja el tren

    por mi lenta mirada de maquinista el pablo

    el duende vigoroso de callejas y escudillas

    el gran cuerpo visual de manos mitológicas

    ¡vedlo arrastrar sus testículos de chivo!

    ¡vedlo saltar entre los huecos horizontes

    y sobre la rabia bufa del ventero!

    con largas rectas vías la mujer teje a su pequeño

    un gorro para la lluvia

    los moros mascan burlones la sequía

    SÍMIL

    de una calabaza negra

    sale el insomnio:

    es la parte nocturna

    de la soledad

    PECHO DE OLAS, CONSTELACIÓN DE GRUPAS

    pozo de aguas negras

    donde abrevar el ansia

                      aerolito muerto de sed

                      en gota suelta

    manto de agua

    que te sale al paso

             pecho de olas

             donde nutrir mis zarpas

    constelación de grupas

    tus grutas despobladas

                              amor que no te tengo

                              y que me sacia

    ahogado en el acecho

    de tu escama

    pez vampiro

    chupo tu agua

    tu sudor

    tu estancia

    LOS SIGNOS DE LA BRÚJULA

    A Ezra Pound

    Alguien le ha regalado una isla

    al viejo pastor de ojos curtidos.

    Quizá con este último presente

    — no por eso el más hospitalario —,

    quede lleno hasta el techo

    su sombrero de fieltro

    y su bastón

    encuentre mediodía en que apoyarse.

    La agonía frente al mar

    siempre es dichosa.

    El tifón orienta los signos de la brújula.

    Hay brisas

    y cantares

    para escuchar

    rastros de naves,

    para cortar la sal que preserva al silencio

    y el antiguo engaño de los pelícanos,

    que nada guardan en el pico abultado.

    El vaho de los perros se queda en las cornisas

    de las catacumbas.

    La marea es parte de los movimientos

    que no pueden calcarte.

    Sin embargo, sin miedo, sin tarea, has de cabalgar

    sobre los dioses militantes

    con tu hacha en la mano,

    con el enebro en los pliegues de la bufanda;

    con la incansable zarigüeya al hombro

    has de buscar

    la vida torrentosa de los ahogados,

    el paladar letrina

    de fatuos detractores

    y una nueva,

    ruidosa

    ocupación

    a tu eco sin palabras.

    Ancestro de la ira, malamado Neptuno de la Tierra,

    tu nombre tañe,

    tañe,

    tañe,

    tañe por la tarde

    en oro brusco.

    APONTAMENTO

    Estoy en una pensión de Lisboa

    recordando Tabaquería.

    Anuncios luminosos respiran

    en las almenas de un castillo.

    Por el recuadro de la ventana

    el sol nocturno se desdobla

    para bruñir el gobelino todo silencio.

    Por el recuadro de lo pensado

    las estatuas verdosas

    sueltan puños de sal en ojos de turista.

    Al fondo, sin recuadro,

    monstruos creados por viejos navegantes

    pasan desflorando leyendas hacia el Barrio Alto.

    En el ventanal de mis oídos,

    el escape de los esclavos

    rumbo al cuartel de esclavos,

    el concierto de los mudos contra el aire

    y en la calle poblada como axila,

    el domingo que anuncia un exceso de producción

    en la obra del cadáver

    más requerido por España.

    Lisboa lisiada, nado en tu fado.

    Tanto tiempo inventándote

    para que naufragaras en la playa

    donde la ausencia emerge.

    Pessoa Fernando,

    tanto sueño buscándote

    para encontrarte al fin en cada esquina

    con tu cirrosis de dos pisos,

    el diario en cabestrillo

    y los ojos vueltos con tristeza

    hacia donde dos marineros

    se orinan entre sí.

    ACOTACIONES Y DEUDAS

    Para Juan Manuel Torres

    Hoy la tranquilidad ha vuelto por mi casa

    y ha sido azotada con benevolencia.

    Mi casa, mi renaciente fábrica de angustias,

    parece un largo cuerpo sin ventanas

    desde donde las pesadillas son botadas al mar

    sin escampavías, ni agua dulce, ni grumetes.

    En las paredes salitrosas, el silencio ojival

    pone a secar sus telarañas y sus herrumbrados

    motores de hélice; en el lecho del foso

    que la divide, niñas y niños ciegos juegan a respirar,

    a esconderse las lágrimas, a horadar

    el himen de la miseria

    con los filosos pelos de sus orejas.

    Quizá por mis continuas acotaciones y deudas

    me decapiten en la plaza principal de mi casa.

    (El sopor es del pueblo y el pueblo no

    está acostumbrado a soportar.)

    Así que el verdugo que ha cogido mi mano es verdadero,

    encapuchado trae el corazón y la piel es boca reseca

    de rumores y la luz se desnuda en pleno invierno

    y el cuello se me empluma de filos y mi casa,

    mi anciana casa desierta, es incendio que huye

    bajo el tropel del aire.

    Mi casa, señores, es un bajel encandilado

    con la peste a bordo.

    Su número no existe en las cartas de navegación,

    sus leones rampantes fueron blanco de monterías

    y hasta el momento de escribir estas líneas

    ningún guerrero o paje, delfín o capitán de fragata

    han visto su huella proyectarse.

    Luego, estoy a vuestro servicio.

    Al fin que ya sabéis dónde encontrarme.

    ACTO SEGUIDO

    "desde el fondo del océano

    una mirada dulce de peces boquiabiertos

    hará ondear tu herrumbrada cota de malla

    y los mechones resecos de tu cabello

    acto seguido

    plegarás tu desencanto y tus dudas

    verás cómo los lugares nunca antes visitados

    posan sobre tu tienda

    resultando harto conocidos

    y con pocos placeres que ofrecerte

    de las tabernas saldrán asesinos

    que llevan tu rostro incrustado sobre el suyo

    saldrá el perro que imita tu presuntuoso

    acento provinciano

    y la más noble de las rameras será crucificada

    por esgrimir tu aliento y venerarte

    sólo entonces

    comprenderás el sentido equivocado del verbo

    y la amargura de los vientos brumosos"

    Quien así hablaba era un niño pequeño,

    hermoso y turbio como jamás había visto.

    En el sitio donde debería estar su ojo derecho,

    una placa de oro resplandecía.

    De su ombligo colgaban un erizo y el pico roto

    de un pájaro marino.

    En su mano izquierda — cubierta por completo

    de suave vello negro— portaba un gran estandarte

    con la efigie de Antonius Block.

    Me dio la espalda de pronto, sin decir una palabra más.

    Corrió,

    corrió gritando entre los escombros

    por su inmensa desventura y la de todos nosotros

    y meó hacia el cielo una luminosidad vaga,

    como de alba lluviosa.

    De mis ojos, brotó la sangre infatigable

    de los solitarios.

    De mi cuerpo y alma,

    la sensación de que nada había acontecido

    y de que nada

    volvería a acontecer en el tiempo restante.

    SÍNTESIS

    Cada vez que era sometido

    al potro de torturas

    recordaba su infancia.

    No por la humillación y la impotencia,

    sino por la docilidad

    que nace del martirio.

    Cada vez que era sometido

    al triste invierno de los fosos

    recordaba su trayectoria en la tierra.

    No por la soledad y el hambre,

    sino por el sentido inútil de la esperanza.

    Portarretratos

    [1976]

    FADE IN

    Lo de menos era empezar

    con un autorretrato.

    Pero, francamente, no tengo cara

    para hacerlo.

    PARA EL ÁLBUM FAMILIAR

    Cuando yo muera,

    amor mío,

    dulce amada,

    júrame que sobre tu piel

    que palidece

    sólo se proyectarán

    películas

    de gangsters,

    de cowboys

    y de vampiros.

    POSTAL DE PARÍS

    Si tienes la suerte de haber leído

    a Hemingway cuando joven, luego él

    te acompañará, vayas adonde vayas,

    todo el resto de tu vida, ya que

    Hemingway es una fiesta que nos sigue.

    INSTRUCCIONES PARA PERDERSE DE VISTA

    I

    despierta cuando sientas

    que alguien tira de los anzuelos

    que se han enganchado

    a tus párpados

    II

    mira hacia la negrura

    con los ojos en blanco

    III

    corre de un labio a otro

    IV

    respira como la piel de tigre

    a punto de

    V

    arroja tus córneas contra el espejo

    y suelta una carcajada

    del tamaño de una lágrima

    EL QUE FUE

    La frustración de no poder realizar

    un retrato de Henri Michaux

    desapareció al leer esta frase

    del propio Michaux:

    Desde hace años he dejado de depender

    de mis rasgos. Ya no habito esos lugares.

    GRAFFITTI

    Ahora que estamos cada vez más hartos

    de mi sueño

    tienes el rostro de todas las mujeres que

    conozco de vista

    de los diálogos tuyos y míos que sin

    querer imaginamos

    cada martes cuando inventamos que estamos

    vivos cada lunes

    PATRICIO REDONDO

    va y viene con una palabra en la mano

    juega al ajedrez y tira las piezas

    cuando pierde

    se baña poco pero trabaja mucho

    con la ayuda de Platero

    da clases de aritmética

    las tormentas le recuerdan

    la guerra de España

    es cascada su voz

    su mano explosión en la cara

    a veces le tengo miedo

    pero no me avergüenzo

    temo también al río cuando crece

    y al ciclón

    patricio tiene el pelo blanco

    y la frente alta

    no toca la flauta

    pero todos lo seguimos

    a donde va

    EL SUEÑO Y LA VISIÓN

    Edgar Bruno despertó

    y dijo:

    soy niño

    y sé que nunca

    escribiré como Borges

    pero él está ciego

    y sé que nunca

    lo dejaron ser niño

    INSTANTÁNEAS

    considera:

    esto no es una orden pero un grano de azúcar

    se disuelve en tu lengua

    la oscuridad es amarilla por dentro

    el viento trae un cuchillo en la cintura

    la lluvia escupe

    tus senos diminutos nunca empiezan

    la flor que veo desaparece cuando la pienso

    sacio mi sed en balde

    tu cuerpo una mano vacía

    RETRATO DEL DESEOSO

    Lezama Lima liras

    fronterizo a Viñales

    y la ninfa candela

    que en sus labios pasea

    es el sol berbiquí

    de la noche altanera

    Lezama Lima frascos

    donde anidan perdices

    y su lúdico paso

    de animal constelado

    entrecana bigotes

    sobre ojeras feraces

    Lezama Lima cielos

    en su acuario fecundo

    y su limpia embestida

    de semental en celo

    desdobla las magnolias

    de los invernaderos

    Lezama Lima sueños

    con su lengua de esparto

    y al modelar la flama

    de su muerte secreta

    larga vida sin Dánae

    por su frente despierta

    POSTAL DE MADRID

    vino la muerte

    y se llevó los ojos de picasso

    decorados por él mismo

    era domingo

    las caras iban tristes

    y volvían interrogantes

    en toda españa flotaba

    una honda preocupación

    por los resultados del futbol

    SOLARIZACIÓN

    a las 2.15

    de la tarde

    después de 1, 2, 3, 4, 5, 6 tequilas

              el sol es

              un papalote

              de niño

              ebrio

    FATA MORGANA

    todo el placer consiste

    en ver tu rostro como un cuerpo

    como un brazo de mar abandonado

    en una calle pintada de blanco

    REVELACIÓN I

    niño

    hombre

    bosque

    pregunta

    qué es un cazador furtivo

    uno

    dos

    tres

    disparos

    dos

    dan

    en el blanco

    bosque

    REVELACIÓN II

    cierra dios

    su paraguas:

    amanece

    RADIOGRAFÍA

    este poema huele a esperma

    a sudor de negra

    a pantalón traído de la tintorería:

    al amanecer

    sabe a vodka con hielo

    a camarón gigante

    o simplemente a madres:

    es más ligero que el sexo de una hormiga

    pero no se puede amplificar

    ni humedecer

    dada su calidad de combustible

    TRANSPARENCIA

    aquella tarde

    ¿o fue un atardecer?

    el río se ahogó

    dentro

    de Virginia Woolf

    la volvió

    de pronto

    transparente

    ALTO CONTRASTE

    I

    de tus axilas brotan poemas ciegos

    de tus axilas brotan poemas ciegos

    como murciélagos de una cueva

    en el fondo del mar

    II

    bastará con mirarte

    para que tus pechos se agiganten

    y de ellos desciendan

    los elefantes de Aníbal

    para pisotearme

    B. B.

    brigitte

    bella brigitte

    flotas casi desnuda por Saint-Tropez

    con ardores de permanencia voluntaria

    te pegas a los sueños

    como insecto a la luz

    tu boca de mamá dora mis trigos

    tu aliento me oscurece

    pon tu mano de estrella en mi bragueta

    siente latir por ti mi corazón

    RECOPILACIÓN TARDÍA ANTE EL ESPEJO

    Para Antonio Castañeda

    como río que zumba entre la hondura

    como galope terso y subterráneo

    como vasto oleaje sepultado

    como silbo asediado por campanas

    como lagar sin pies y sin espuma

    como viento escanciado por follajes

    como rayo de sombra a contraluz

    como turpial ascendido por un tigre

    como batalla a muerte o sed feroz

    como rosa de escamas aterida

    como brasa que sufre entre los dedos

    como roja paloma invertebrada

    como lied que deambula por el huerto

    como en un frágil dédalo sombrío

    como si nadie oyera su gemido

    como aguda palabra desvalida

    como esplendente pez encuadernado

    como arcángel de niñas fugitivas

    como limpio estandarte de la ira

    como la piel acuosa del incendio o

    como río que zumba entre la hondura

    RETRATO HALLADO EN UNA BOTELLA

    nació en boston a principios de 1809

    desapareció en baltimore

    a finales de 1849

    se le busca por verter horror en el espíritu

    por llevar un puñal

    enterrado en la espalda

    por los 32 dientes de berenice

    por los ojos de annabel lee

    por conversar con momias por la casa de usher

    por la carta robada y el infundio del globo

    por incendiar ciudades en el fondo del mar

    por esconder un gato en el abrigo

    por su vasto corazón de poeta

    por haberle dado un sentido más puro

    a las palabras de la tribu

    PORNOGRAFÍA

    las lenguas se bifurcan

    en busca de resquicios

    las piernas se entrelazan

    y flotan en la sombra

    los pelos se destejen

    bajo una enredadera secreta

    los poros manan

    su espuma inconfundible

    la saliva reposa

    en los labios de la estatua

    desde la luz lejana

    la inercia nos contempla

    el ojo lucha entonces

    hasta horadar los cuerpos

    de memoria

    DAGUERROTIPO

    mi amor

    por ti

    es una

    e i

    a ó

    m r

    g

     c n

    i

    de pájaros

    muertos

    a pedradas

    Y PENSAR QUE PUDIERON

    (Fragmento encontrado en un

    libro de José Emilio Pacheco)

    la tarde era gris rata

    y López Velarde agonizaba

                      sin miedo de morir

    cuatro futuras glorias nacionales

    armados con violetas

                      llegaron presurosos

                      a filtrarse en su paz

    él ya no pudo hablar

    pero lloró diminutivamente

                      ante la ofrenda

    si en vez de flores

    hubieran llevado

                      la instamátic

                      de entonces

    hoy tendríamos

    una foto invaluable

                      aún no marchita

    ZOO

    Grrrrrrrrrrrrrrrrrr…

    Tú eres una mona desnuda

    cuando no estás vestida.

    Eres la más inteligente de las monas.

    Tu terso pelaje fraccionado

    es de color oscuro y habitualmente

    y contra la costumbre, te desplazas

    sobre dos de tus delgadas patas.

    Guffjj…grr.

    Para comer frutas y raíces utilizas

    tus manitas negras y cuando recibes demasiadas

    visitas te vuelves arisca, grrruñes,

    haces señas obscenas y la movilidad

    de tu expresión es menos comunicativa.

    Eres una hembra joven, codiciada por todos.

    Pronto tendrás tu primera cría y serás

    la grandiosa atracción de los domingos

    de algodón de azúcar y sol brillante.

    Yo soy un gorila albino

    que se ha enamorado de la inmensa

    libertad de tus ojos que evocan

    selvas cálidas y húmedas.

    LESBIA

    esta noche oh dulce lesbia mía

    no basta con sentir: por eso aparto

    las hebras de tu lacia cabellera

    y arrobado contemplo cómo esculpes

    el reptar de mi verga entre tus labios

    FADE OUT

    Cuando era niño

    yo quería ser

    un poeta maldito

    ¿tú a qué jugabas?

    Cuerpo disperso

     [1978] 

    DE LA JAULA VACÍA

    de la jaula vacía

    voló el canto

    el poema es un canario

    emplumado de palabras

    ¿cómo decir que el canto escapa

    de la jaula sólo para ser atrapado

    por el silencio?

    hasta que canta

    se hace visible

    el pájaro en la jaula

    el ojo es la jaula de una voz

    que se libera en la mirada

    el silencio

    es un canario aprisionado

    dentro de una palabra

    de una boca a otra

    escapa

    el canario de la lengua

    canta nueva york

    en su jaula de basura

    el canto de nueva york es el fuego

    los chorros de las mangueras

    son los barrotes que lo encierran

    central park

    canario verde

    que cree cantar

    en las arterias

    de una piedra de humo

    el canario no canta

    canta el canto

    el canto no termina

    cierra el canario su memoria

    jaula vacía

    canto enjaulado

    en la jaula vacía canta el silencio

    su sombra

    el canto mudo

    del canario

    en la gran jaula

    truena el canto emplumado

    del relámpago

    dentro del canto

    vuela el silencio en círculos

    como tigre enjaulado

    que se alimenta de canarios

    DESNUDEZ

    DESNUDEZ

    Hojas de acanto te cubren.

    Tu desnudez es lo contrario de una flor cerrada.

    De entre tus dientes brota una lenta

    emanación de yedra.

    De la última semilla que pronuncias

    Nace en silencio un roble de cien años.

    Sólo donde pisas vuelve a crecer la hierba.

    Solo, donde respiras, vuelve a soplar el aire.

    Hojas de acanto te cubren.

    Ojos de canto te descubren.

    MÚSICA DE MAHLER

    Para Ana María y Gabriel

    despierta

    el primer día del mundo

    se afilan las navajas

    del esqueleto

    se desangra

    la parte sumergida

    del témpano

    así no hay mar que valga

    ni fauna que florezca

    ni color definido

    para la piel desnuda

    silencio

    un viento blanco y duro

    estrella lo vertical

    del cementerio

    el agua conducida

    golpea con terquedad

    el corazón dormido

    silencio

    rojos chillantes

    dentro de caracolas

    linternas

    en la mano del fantasma

    crines de la victoria

    en boca de la luz

    silencio

    nada como tu claroscuro

    para la muerte o la inocencia

    silencio

    como si fuera

    el último día del mundo

    se hace polvo

    la mente de la música

    en mis manos

    LAS ÚLTIMAS PRESENCIAS DEL INVIERNO

    Faltan dos o tres ráfagas de viento

    para que la noche se derrumbe

    sobre el jardín y la acacia.

    El fresno gigantesco se contrae.

    Ha mordido su piel un ácido de sombra.

    El cielo de cemento abre sus piernas

    para darle cabida a tus relámpagos.

    Un cedro acaricia los muslos de un olivo.

    Las últimas presencias del invierno

    silban en la hojarasca su silencio.

    Llega la oscuridad completa después

    de las tres ráfagas.

    Sé que vas a pedirme que te ordeñe

    porque te has puesto tu vestido de novia.

    Abro la ventana, se apaga la bombilla

    y pasa volando un cuadro de Chagall.

    APUNTES PARA UN RETRATO

    DE FRANCIS BACON

    cara rosada redonda enmascarada

    de águila gris que emerge

    por el cuello nevado de la tortuga;

    ojos que han perdido de vista su mirada

    lluvia que cae al abismo de los paraguas

    y sobre el pelaje tríptico del Mono;

    aliento desgarrador de cerdas

    ceño recóndito que se intercala en el azogue

    de seis retratos insubordinados;

    sombras cruzan a la velocidad de la luz

    miradas se afeitan en el dorso del reflejo

    labios que a la pureza dan la espalda;

    pasos desangrados por los escalones

    gritos amanecidos con la boca cerrada

    dientes que trituran bocas escalones y pasos;

    águila gris

    nieve rosada

    cuello de llama

    que en pupilas se vela

    o se desenmascara

    PENSAMIENTOS CONGELADOS

    gárrulas mujeres eritreas

    cruzan las losas de florencia

    me escupe un macetón

    sus tulipanes rojos en casa de rodin

    —gracias

    (rilke limpia mi rostro

    con su pañuelo)

    brancusi es ahora una presencia

    de gorro blanco

    celebremos el escupitajo del cielo

    mi hijo con fiebre tiembla y sueña

    con un parque holandés

    de pensamientos congelados

    perla el sudor

    ostra la frente

    cae a puños el sol

                      sobre la puerta

    DOMINGO

    Me gustan los animales domésticos

    De la casa de fieras de tu alma.

    TRISTAN TZARA

    Además de ratas, hay niños en el parque.

    Yo quisiera como ellos estar bajo la claridad

    y correr de un muslo a otro sin previo itinerario.

    Pero estoy como las ratas, a la sombra,

    y cuando muerdo

    una rebanada de jicama muerdo una pequeña

    mariposa blanca.

    Por mi pelaje fluye la sangre mineral del bosque.

    Los pájaros me ven y levantan el vuelo de un bostezo.

    En el agua podrida del estanque las nubes son los restos

    de algún incendio recientemente naufragado.

    El calor es azul, como el domingo,

    y una gran gota de sudor

    cruza mi vientre recordándome el beso

    de una joven muerta.

    A lo lejos, los nauseabundos muros de Mixcoac

    son azotados por el mar.

    Estoy tan solo, que cualquiera diría que estás conmigo.

    Pasa un avión tan cerca,

    que se lleva tus últimas palabras.

    Pero aún así la ciudad es un miserable tragafuego

    que impide el vuelo de las corolas amarillas.

    ¿En qué páramos estarás diseminando tus orgasmos?

    Me río de quienes pasean a sus amantes y a sus perros

    porque yo no tengo perro ni amante que me ladre.

    Sudo miles de gotas de calor.

    ¿Caminaré al anochecer sobre las aguas frescas?

    Husmeo entre los caños y me encuentro con una niña

    que ha pasado toda su vida a la intemperie.

    Busco en tu mirada perdida y me encuentro

    con un sueño

    que se insola bajo la protección de tu memoria.

    Más allá de la línea del horizonte, alguien le venda el

    cráneo a la locura.

    La libélula escapa de mis labios y eso significa

    que ha llegado el momento de macerar

    la carne de la mosca.

    El amor es lo que estos niños felices desconocen.

    Lo contrario del amor es una realidad olvidada

    en lo más amoroso de nosotros mismos.

    Limpio mis uñas y mi rabo en la huella que dejan los

    que aman.

    Estoy tan solo, que cualquiera diría que regresaré

    a roer las entrañas de los animales domésticos

    de la casa de fieras de tu alma.

    Pero no.

    No regresaré nunca.

    Desde mi madriguera veo cómo el sol descubre los

    cristales de la tierra y cómo un pequeño de cabellera

    oscura le arranca los ojos a un gorrión.

    BAJO EL VOLCÁN

    ¿Qué hago aquí?

    ¿Qué hace esta mosca helada

    frente a mí

    como una muchacha desconocida?

    El cadáver del viento

    cuelga

    de las ramas del árbol.

    Las campanadas pasan

    en formación perfecta.

    No canta nadie.

    Nadie vuela tan alto

    como las hormigas.

    Lowry debería estar aquí,

    bajo el volcán,

    emborrachándose de tedio.

    El mar, el mezcal, los comisarios,

    no están más lejanos que tú.

    Lentamente, las hormigas

    van subiendo a mi cuerpo.

    Huele a cocina

    y a silencio hecho polvo.

    Al atravesar mi lengua,

    la luz me recuerda el sabor

    de tu sexo olvidado.

    Somos lo que sueña

    La Mujer Dormida.

    HACIA TU VULVALUZ

    escribo sobre tu ojo

    en blanco

    ves lo que miran

    mis palabras

    como erección

    de bosque subterráneo

    irrumpe

    con sus cantos cifrados

    un álamo

    en el centro

    de tu alcoba

    pira bajo tu sombra

    sacude nidos

    aguanoche

    hormigas

    te abrasa saviamente

    te penetra

    desvía su tronco

    hacia tu vulvaluz

    hachazo hendiendo

    la hendidura blanda

    dentada

    clorofílica

    o nudo irreanudable

    de vetas tetas vellos

    gritos verdes vergas

    ramas limbo lames

    gineceos

    jineteos

    sudas uñas

    gimes copas axilas

    llanto llano

    que es aire vaina fruto

    leña tallo

    maríntima corteza

    cortesana

    de frescos castaños

    muslos

    que aserrados

    se espigan

    por la calma humedad

    del sementerio:

    en un cerrar de ojos

    te ciegas

    me siegas

    y borras

    lo que escribo

    PENÚLTIMO HOMENAJE

    A JOSÉ LEZAMA LIMA

    ENTRE VOCES ULULANTES

    Y ANIMALES DE NIEVE

    PRIMERO

    Sobre restos de luz a la deriva, el mar deja caer cristales

    y la precisión lanceolada de sus horas.

    Espumas de sal habituadas al abandono trazan círculos

    semejantes a reinos más allá de la arena sin huellas.

    Al filo de la nada y el viento corre un espejismo tan

    claro, como la sombra de las gotas de lluvia que estalla

    en el sol.

    Hay bajeles humeantes en la piel de los tumbos.

    Alas que caen fulminadas por el amor terrestre

    de los peces.

    Un caracol se acerca a los sentidos y sólo se percibe la

    tristeza de oleajes en ruinas.

    El día y la noche desaparecen. La brisa deja de respirar.

    El mar, tranquilamente, se contrae, naufraga

    y se evapora.

    SEGUNDO

    Toda puerta se abre cuando escribimos dormidos.

    El sueño es la vida más pura que nos resta y es una luz

    de aceite que se empluma para interponerse entre

    nuestra fatalidad y el agua.

    Cuando despliega sus ojos majestuosos, dos filos

    le brotan en la espalda: si llueve, uno de ellos semeja

    incandescencia de voces maternales; si acompañados

    nos sorprende, el otro es una alegría súbita, como la flor

    imperfecta del relámpago.

    Las caricias rasgan los foques del sueño más profundo.

    No hay labio que no sueñe con el zarpazo

    de una lengua insomne.

    Por eso amor y dolor se agrandan con la noche y todas

    las puertas se cierran cuando despertamos.

    TERCERO

    A la merced del cierzo y del voraz jardín desmemoriado,

    crece la velintonia.

    Asombra su luz íntima varada en la corteza. Duele su

    voz ligera en medio de las brumas de un destierro sin

    alas. Su huella transparente se renueva en el muro.

    Sus límites de infancia medran sin término:

    musgo en el dedo cortado de la estatua.

    Como tormenta de cal finísima y primera, la nieve

    le separa del mundo.

    Pero hay señas de brazos que en el tronco perduran y en

    sus ojos azules se descubre el envés de la delicia.

    Su savia de palabras germina en la aridez del claustro.

    La soledad y el guiño de la muerte se alondran

    en sus ramas.

    CUARTO

    Cuando la pregunta ¿qué tal de resonancias? estalla en

    lo más incendiable del cañaveral, el cuerpo entra en las

    aguas bajo lluvia plateada de meteoros.

    Su descenso es una lentitud amarillenta y porosa,

    idéntica a la del fruto que cae de la rama a la tibieza

    dejada por el gato en la otomana de mimbre.

    El contorno de los moluscos resulta ligeramente atroz

    a esa hermosura, pero si una sola burbuja reconstruye

    o asfixia, llorar encuentra su preciso sentido bajo el agua.

    Entonces el recuerdo de la carne se pasea desnudo por

    la lengua, la brazada inmóvil cruza el túnel naranja de la

    espuma y el huracán de lo profundo aviva las hogueras

    que esperan por la voz y los labios del suicida.

    QUINTO

    La superficie del almohadón constante es un mar

    congelado donde se inscriben las erecciones de

    lo que soñamos.

    La vigilia es la casa inesperada de los ángeles. El sueño

    pertenece a quienes perfuman sus cuerpos bajo una

    llama tersa que no vino a buscarlos.

    Lo soñado despierta a sus caminos cuando nuestros

    cabellos rasgan la piel intocada de la caricia, la boca

    nunca succionada del beso.

    Lo que nos sueña es un floreo de sábanas de lino

    cristalizado por el sudor de las ingles, que son los

    portafaroles de las pesadillas.

    La mano que borra las huellas de la almohada sueña con

    los demonios bordados en el traspatio de

    la palma enemiga.

    La mano que se posa en el vello de la insomne fue

    lasitud antes que brillo milenario y se tiende hacia

    los oleajes que la desean para no tocar lo que se acitrona

    en el aire.

    SEXTO

    A Guillermo Fernández

    Nada le acerca tanto como el grito del pino en la

    montaña, como el vuelo distante que nunca se detiene

    en el tacto enjaulado por una mano blanca.

    Su piel es el reflejo donde la ausencia se contempla;

    es el viento que sangra en los racimos de la memoria; es

    un invierno que se derrama sobre los linderos del trópico

    como el verano sobre la flor podrida de la infancia.

    Nadie ha visto su rostro pero la luz se deslumbra con su

    cuerpo dormido.

    Nadie ha tocado las líneas de su espalda, pero la mirada

    lo busca en la sombra transparente de los ciegos.

    Su nombre se desvanece junto a la huella

    de los grumetes en la playa.

    Su corazón se pierde a borbotones entre los pasadizos

    de las mañanas florentinas.

    El recuerdo de su voz es un puente

    que corre bajo el agua y es un olvido

    inmenso que se clava donde la nada se disuelve.

    SÉPTIMO

    Sabes que no miras lo que ves, porque tus ojos son

    únicamente lo sombrío dejado por el vendaval en el

    mantel polvoso, en lo que tiene de abandono aquello

    que nos observa desde la visión.

    Lo que no ves resulta el combate nocturno que inicia la

    cigarra contra el girasol bajo el degüello de las granadas.

    Lo que sin ver te mira corre por la tersura del durazno

    acodándose en el pensamiento redondo de tu imagen.

    El ramo que te vigila desde su vaso sabe que has

    olvidado tu primer recuerdo entre los párpados

    translúcidos de la oscuridad completa.

    Tus manos están llenas de élitros para el silencio: giran

    sin recorrer los pétalos caídos y se detienen sobre el

    pequeño resplandor del fruto donde el cristal se astilla

    sin saberlo.

    ¿Miras así porque tu reflejo se aproxima a la hoja en

    blanco que es un sediento témpano de hielo?

    Callas así porque cuando se cierren los ojos de las

    cosas, no podrás contemplar tu repentina desaparición.

    Textos criminales

    [1980]

    EL HALLAZGO DEL CUERPO

    Estoy seguro.

    Ella sabía que aquella noche yo intentaría asesinarla. Sin embargo, su rostro no reflejaba ningún signo que pudiera parecer angustioso o terrible. Cenamos en silencio.

    Al terminar, subió a la recámara alegremente, como niña que se dirigiera al parque de diversiones. Terminé mi copa de coñac y la seguí. Trepé de dos en dos los 48 escalones de mármol hasta llegar al pasillo, lo recorrí sin hacer ruido y pronto me encontré ante la puerta abierta.

    Ahí estaba, esperando. Su sonrisa era una mezcla de ingenuidad y perfidia. Su opaca desnudez ahora brillaba como la luz de una linterna. En la sien derecha se había dibujado una estrella roja.

    Bajo la pequeñez de sus senos tenía adherido un diagrama de los usados en los campos de tiro. En la mesita de caoba, junto a la lámpara, un recipiente con líquido verdoso, una jeringa y un revólver. En la cabecera, ya preparada con su nudo corredizo, una gruesa cuerda y a su lado, sobre el almohadón, un hacha de carnicero y algunas piezas de mi instrumental quirúrgico.

    Me acerqué, devolviéndole la sonrisa. La tomé en mis brazos, crucé la habitación y la dejé caer por la ventana.

    poseerte en lo más enrojecido

    del amanecer

    es como soñar con un crimen

    y despertar

    con tu cuerpo cercenado

    en las manos

    si mi vida fuese un vampiro

    pequeño y aleteante

    lo sacaría de su féretro

    y lo pegaría a tu cuello

    para que lucieras

    eternamente pálida

    como el más bello monstruo

    de Tod Browning

    a mano armada

    y mientras recorro

    tu espalda

    con mis labios

    me asalta

    el pinche slogan

    que no podía

    escribir

    atravesada

    por un alfiler

    en tu vientre aletea

    una mariposa negra

    lanzo la palabra búmerang

    y no regresa

    tomo la palabra válium

    y no duermo

    invoco la palabra luzbel

    y no aparece

    aspiro la palabra oxígeno

    y me asfixio

    camino la palabra morgue

    y te recuerdo

    dibujo la palabra puente

    y se derrumba

    escribo

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