Raz de marea: Obra poética (1975-1992)
Por José Luis Rivas
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Raz de marea - José Luis Rivas
ADVERTENCIA
Este volumen reúne, con la sola excepción de Luz de mar abierto,* el conjunto de la obra poética de José Luis Rivas, desde 1975 hasta 1992. Aquí han sido recogidos, integrándolos en secciones, algunos materiales inéditos y textos que habían aparecido en diferentes revistas y suplementos literarios del país.
México, 1992
Para
ALBERTINA y para JUAN
Dársena del adiós, pámpanos y tormentas…
SILVIA OCAMPO
I
ECCE PUER
[1975-1981]
…fresca de risa
[1981]
ornamentoCON vuelo ligero,
grácil,
va sorteando
espinas de rosal por el codillo
de una rama,
y como prendedor
se posa,
nuncio de mayo,
una libélula morada.
LAS muchachas esparcían el estío de sus menstruos
por los rincones de aquellas cuatro paredes levantadas
con barro y zacate
y la casa se apretujaba
de bestias y alimañas atroces,
y el espacio sin luz
se hinchaba
poco a poco
con el aroma del hueledenoche.
Y el pensamiento esbozaba,
estrujaba
y volvía
a dibujar
la abrupta silueta del insomne …
¡EN LOS techos afilan sus picos las aves de lluvia!
Sus agujas obcecadas bajan en menudos
sorbos por el canalón …
¡Y una sed,
ávida de estrías,
muere
ahíta
en el desgañitadero
de los tordos!
¡LLOVÍA a cántaros de cal y un olor a leche de ordeño
bajaba de las dehesas del alba!
¡Pero he aquí que serpientes sigilosas escurrían
por las verdecidas zanjas!
Yo, dormido en un mar de felpa,
me enteraba de cuanto afuera sucedía
sin tener que asomarme
porque el granero
no tenía puertas.
En el patio, lo sé,
las pollas disputaban a los gallos
una lombriz
sacada de algún charco.
De los hornos d e barro,
las negras humaredas se trenzaban
como lianas
sinuosas
al amor de las brumas
y los hombres abrían con zapapicos,
en una falda del cerro,
mínima cascada
que se abatía
haciendo chasquear
sus raudales
de ramas pequeñas,
plumas lavadas
y enérgicas pezuñas.
PORQUE carretas pesarosas
haladas por bueyes
lanzan al extravío
de una remota esquina
el maniatado gato
de su pregón
o lo arrojan al río
dentro de un saco muy ceñido
(a una de cuyas puntas
se amarra
precavidamente
el designio final
de la plomada) .
¡Pero he aquí
que el gato tal
(siempre por ensalmo)
vuelve a casa
ileso
el mismo día!
Y las carretas,
envueltas
en el pesado vapor
de la infancia,
clavan la vista
en el rugoso suelo,
queriendo adivinar
(¡sólo adivinar!)
la línea inicial
del aciago enigma
a cuyo margen
dóciles
se encaminan …
Y con un pregón
(¿o con un maullido?)
cercenan
la lúcida cabeza
del insomne.
ERA aquel tiempo que se sacude las enseñanzas
no deseadas, ¡plumaje inquieto al que hostiga una
brizna de zacate!
Y los horarios podían ser frutos tardíos,
llamaradas u hogueras insalvables…
Pero no importaban,
y como no teníamos tiempo
para pensar en ellos,
bajo una andanada fresca de risa
perecían
como las hojas del puan
bajo la lluvia.
Ecce puer
[1975-1977]
ornamentoASÍ que apunta el alba,
movedizo
irisado
asomando a los claros
de la barda de adobes
(entre la madreselva de fragante encaje)
reparte su saludo
el picaflor.
Para Manuel y Elia
ALBOR de nupcias.
Por la montaña un mirlo
muy lento, cruza…
Maitines
CIMA del puan…
presidiendo la misa:
¡un cardenal!
TROMPO
Para Emilio Hinojosa Carrión
SI EL cordel
con maña lo despide:
corazón ovillado
que se deshace en vértigo.
La cebolla de madera
se desfleca sin fin
hacia un lecho de amor
mientras zumban las alas
de invisible libélula.
Repuesto ya del vértigo
que te arrebata
como a un trompo,
iah corazón que danzas
serenísimo
antes de enloquecer,
caer borracho
de la palma de la mano
y ganar otra vez
el quicio de la puerta!
DETRÁS del monte,
ya en picada, rabea
el papalote.
Muda invernal
OJOS de niño
calan tu piel: montaña
bajo estola de armiño.
ROMPE la marejada
en el ancón: el trueno
escampa en la resaca.
ENTRE las rojas ascuas
mi corazón
se muda en salamandra.
BOTÍN
A José de la Colina
DELANTE de tus ojos
tuerce el arroyo
soflama azul
en ademán de sierpe
y en tu bolsa
de colegial
late un doral cautivo.
UN sapo salta…
Tirado de la lengua,
el charco chasca.
ESCARBAS de rodillas
al pie del hormiguero
(ese pastel
de tierra que esponjaste
con unas gotas de limón
por levadura).
Una vez exhumado
y puesto en pie de nuevo
el soldadito plúmbeo
enfrenta solitario con su máuser
una legión de hormigas …
DON DE RESBALAR
ES LA lluvia, ya suelta, lo que miras desmelenarse por la enrejada ventana de madera.
Todo en el patio es blando: se alarga o se ahonda, contagiado de vuelo en remolino o de caída serpenteante.
En el corredor, una niña morena hace girar su chal, tomándolo de una punta. Sus muñecas se doblan con dulzura: oleadas de vértigo, ráfagas de esparcido jaspe.
Un limpio desgranarse de las tejas al caño y, luego, al canalón.
Corro de cuentas por las zanjas; cintas, arillos, fluentes cañamazos.
El moho se retiñe; se hinchan los arcos de madera.
La caudalosa lluvia y su desembocadura estricta en el pico de los cántaros; greda roja donde el cerro se duele de sus heridas.
Rápidos, sucesivos goterones acribillan de nuevo la tierra cálida. En mezcla, polvo y vaho se elevan a tenor de los impactos, del corredizo pespunte de los picos de agua entre una y otra teja.
Aves de luz cenicienta vuelan por la claridad marchita, apenas fúnebre. Un espacio en clausura.
Salir entonces a la calle sembrada de charcos. Los pies desnudos halados por tirante impaciencia, don de resbalar por los taludes…
Los blancos pantalones, arrollados arriba de la rodilla, que toman el color caqui fragante del tepetate húmedo.
Los truenos restallando su rebenque sobre crudos lomos rugientes. La cortina fundida a su espesura, en nupcias hacia lo compacto.
Asombrosa tapia, vano anhelo ante la reja.
San Isidro Labrador,
quita el agua, pon el sol…
II
TIERRA NATIVA
[1982]
A mi padre
Al fin y al cabo cada quien es como es su
tierra y su aire.
Cada quien es como el cielo es bajo o alto,
el aire pesado o claro
y cada quien es según haya o no viento allí.
Es eso que los hace y lo mismo las artes que ellos hacen
y el trabajo que hacen y la manera en que comen
y la manera en que beben
y la manera en que aprenden y todo.
GERTRUDE STEIN
I. La estación de los muertos
ornamentoThere’s no exit, none,
No place to corre to, and you’ll end where you are,
Deep in the centre of the endless maze.
EDWIN MUIR
TAMBIÉN enero es un mes cruel; esparce
con su hisopo fúnebres escarchas, la fusta
de sus ráfagas flagela
los brotes primerizos de las plantas, luye
las ataduras del paisaje,
que se desploma como un féretro marchito;
enquista las pasiones
y amortaja con la escayola de sus vendas rígidas
el cadáver de la inquietud.
Sinon l’enfance, qu’y avait-il alors qu’il n’y a plus?…
Aquel domingo
de camino a La Magdalena
vimos
desde el auto de Andrés
cómo el sol trasmutaba en oro
el tapiz de la nieve
que cubría las faldas del Ajusco.
No se me ocurre nada acerca del invierno…
De niños, los dos íbamos de paseo todas las tardes por la ribera.
A mitad del camino hacíamos alto;
nos arrollábamos los pantalones arriba de la rodilla
y, ya descalzos,
nos metíamos en la ciénaga
a cortar juncos, lirios acuáticos y carrizos;
y a desguindar los nidos de las aves silvestres.
Caminábamos luego un tramo igual,
aproximadamente,
hasta avistar la antigua fábrica de tejas y ladrillos.
Esa vez volvíamos muy tarde;
las bandadas de tordos nos sobrevolaban
cuando oímos surgir al otro lado de los herbazales
un cacareo obsceno y repentino
Nos detuvimos en seguida,
y sigilosos volvimos al pantano.
Según nuestra costumbre,
antes de entrar en la espesura fresca de los tules,
nos descalzamos.
Aunque el lodo nos daba a la rodilla,
nos fuimos internando paso a paso
hasta ponernos a cubierto tras un macizo de espadañas.
Separamos con tiento
aquella palizada de cilindros de seda,
y entonces vimos
un par de gallaretas retozando en el fango .
Bajo los rayos últimos del sol
la hembra deslizaba su sombrío plumaje;
la cola recogida y casi en línea con el lomo ceniciento.
El macho la seguía muy de cerca, batiendo el cieno con sus alas poderosas.
Cuando lograba emparejarse,
y estaba a punto de aferrarla con el pico,
la hembra con un ágil giro se escurría …
El macho comenzaba luego a nadar en círculos
cada vez más ceñidos;
la cola enhiesta, el cuello tenso como un arco,
y la cresta, abultada, parecía larga y sin aliño.
U no tras otro los rechazos se siguieron,
hasta que el macho, exhausto y aburrido,
se olvidó de su presa,
mientras la hembra se ocultaba airosa en medio de los juncos …
Al tiempo de acosarla el macho profería un grito
obsceno y