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Mis ganas de volar
Mis ganas de volar
Mis ganas de volar
Libro electrónico251 páginas5 horas

Mis ganas de volar

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Tus ganas de vivir siempre van por delante y el futuro solo es una meta más en tu camino. Necesitas disfrutar de la libertad que te regala saber que no hay red que te salve, porque no la necesitas, porque no te tienes que sentir atado a nada ni a nadie, jamás, y la felicidad siempre ha estado en el mismo lugar: en ti.
Disfruta de tus ganas de vivir, saca de cada tropiezo una enseñanza y transforma cada herida en tu fortaleza. Valora siempre lo que tienes y, por favor, nunca escatimes en sueños y en la ilusión que nace de ti, día a día, para seguir creyendo en ellos con todas tus fuerzas.
No es cuestión de suerte, confía en el tiempo y elige tu camino sin dejar que sean otros los que decidan por ti. Nunca olvides tus alas porque tienes la libertad de vivir como te dé la gana.
Desde ese preciso momento será cuando lo entiendas todo. Tus ganas de volar serán quienes te den ese pequeño impulso que a menudo necesitas.
Cierra los ojos y no tengas miedo a las alturas.
El viaje está a punto de comenzar.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento28 may 2021
ISBN9788412364194
Mis ganas de volar
Autor

Daniel Velarde Ruiz

Una simple locura, el día menos pensado, se convierte en uno de los sueños de mi vida. Ahora ese mismo sueño es mi realidad. Sigo escribiendo lo que siento y de vez en cuando me da por presentarme a concursos y meterme en nuevos proyectos. La familia sigue creciendo y yo pensaba eso de que «no hay dos sin tres», pero después de Motivos para sonreír volví a sentir la bonita llamada de mi baúl. Esta vez vuelvo a recurrir a él porque lo necesito. Dentro de estas páginas puedes encontrar lo mejor de El baúl de los sentimientos perdidos y de Me encontraré: Manual para despertar la vida plena, a modo de continuación. Al final es un bonito viaje que te atrapa desde el principio y que sigue su curso. Tú, querido lector, que te encuentras leyendo estas líneas, eres uno de los principales culpables de que todo esto siga hacia delante y cobre sentido. Como en anteriores ocasiones, y como me sucederá siempre, aún me cuesta creer que todo esto sea real, pero bueno, esta vez he descubierto que toda esa magia es real y que siempre ha estado escondida en mis ganas de volar. Prepara de nuevo la mejor de tus sonrisas, corre carrerilla y no tengas miedo porque ni te imaginas la sensación que va a recorrer todo tu cuerpo cuando alces la vista y sean tus ganas de volar y tu ilusión las que pesen más que tus miedos, y te mantengan en movimiento.

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    Mis ganas de volar - Daniel Velarde Ruiz

    Prólogo

    Querido lector:

    No es fácil enfrentarse a una página en blanco, igual que no lo es enfrentarse a la vida. Daniel se enfrenta a ambos con la valentía del que vive una vida tan intensamente como le es posible. Haciendo que cada minuto cuente por tres, cada día por diez, incluso los años se miden de forma diferente.

    Tiene tantas ganas de vivir que el futuro solo es una meta más en su camino, en sus ganas de volar, de disfrutar de la libertad que te regala saber que no hay red que te salve porque no la necesitas.

    Puedes ver este libro como uno más… o como uno que se sale del camino marcado por otros. Algo único, algo diferente.

    Disfruta de sus ganas de vivir, aprende de sus tropiezos y sana con él tus heridas. No escatimes en sueños, por favor. Son lo que nos hace seguir siempre en movimiento.

    Eso hace Daniel, elegir su camino y su suerte, sin dejar que sean otros los que decidan por él. Deja que te guíe, pero no olvides tus alas. Eres libre de vivir como te dé la gana.

    Alejandro Ordoñez – Por escribir

    Tampoco es hoy

    Hoy todo es distinto, el aire está cargado, hace calor y es agobiante.

    Todo está nublado, todo es diferente, los minutos se convierten en horas y así pasa el día; y se me hace eterno.

    Y me pongo música porque no quiero escuchar el silencio, porque con el silencio aparecen los pensamientos y me oigo a mí mismo; y no, hoy no quiero.

    Entonces miro alrededor y solo veo ruido, sí, lo veo, pero apenas logro escucharlo.

    Coches, sin más; gente andando, jaleo por todos lados; y hoy no, hoy es el típico día de «me quedo en mi cama y que le den a todo lo demás», pero me he levantado y me he encontrado con todo esto.

    Qué remedio, y aparecen las mismas preguntas de siempre.

    ¿Cuánto durará esto?

    ¿Por qué siempre a mí?

    ¿De verdad me lo merezco?

    ¿Y mañana más y mejor?

    Bueno, en este caso peor. Porque busco el sentido, el sinsentido de esta vida, de nada, o de todo esto, no sé ya.

    Lo peor de todo es que cada vez me resulta más sencillo disimular, salir con la mejor sonrisa y afrontar el día a día con todas las energías, aunque por las noches las lágrimas sigan cayendo por inercia.

    Egoísta

    ¿Vivimos por y para los demás?

    ¿Por qué nos dejamos siempre para lo último?

    ¿Ellos se implican tanto en nosotros?

    Llevo tiempo queriendo escribir sobre este tema y por fin ha llegado el momento, necesitaba hacerlo.

    Pienso que está bien preocuparse por los nuestros, sí, que respondamos ante la gente que queremos, que sepan que pueden contar con nosotros, estando ahí cuando nos necesitan…; claro, eso es lo normal.

    Son muchas las veces que podemos estar distantes por ocupaciones o falta de tiempo, intentamos sacar tiempo hasta de donde no lo hay, y lo que pasa es que no nos damos cuenta de que, con un pequeño gesto, una breve visita, una simple llamada o incluso un mensaje de WhatsApp, podrían ser más que suficiente, pero hay veces en las que esto nunca es suficiente y ahora explicaré por qué.

    Durante mucho tiempo he vivido «por y para», preocupado e involucrado de todo lo que me rodeaba: familia, amigos, conocidos…, estando sumergido en las propias aguas estancadas de cada uno, intentando filtrarlas y asomándome para después salir a la superficie; y eso no, pero por entonces no era demasiado consciente de las posibles consecuencias.

    Cuando conseguía asomar la cabeza, volvía a sumergirme hasta lo más hondo, impulsándome después para recuperar solo el aliento. A muchos de nosotros nos sucede y, con seguridad, leyendo todo esto os veréis reflejados. Es un instinto difícil de evitar, ya que proviene de nuestra propia naturaleza. Queremos arreglar el mundo, pero este mundo a veces pone poco de su parte y resulta más que imposible.

    Te involucras en los asuntos de otros hasta el punto en el que empieza a afectarte.

    Y aquí es, entonces, cuando de verdad te empiezas a dar cuenta de que hay un problema. Cuando no somos capaces de desconectar, cuando lo instalamos en la memoria de nuestro cerebro, como si de un archivo propio se tratase, y dejamos menos espacio de almacenamiento para lo nuestro.

    Esto termina siendo para nosotros un gran desgaste. Y más si estas personas pasan de pedir una ayuda determinada a directamente acapararnos por completo, pretendiendo que en todo momento estemos al servicio de sus necesidades, aconsejando o resolviendo, haciéndonos partícipes de sus asuntos, incluso cuando estos salen mal.

    Pero seguramente nosotros, con nuestra actitud, también tengamos gran parte de la culpa por haber dado pie y confianza al respecto.

    Hay veces en las que pueden verte capaz y con fuerzas, pero hay otras en las que son totalmente conscientes de que te afecta, bien porque te sensibilizas demasiado o porque saben que quizás tú tengas tus propias preocupaciones y pueden no ser precisamente pocas; aun así, continúan adelante.

    Aquí es cuando empiezo a darme cuenta de que el hecho de comenzar a evadirme no sería ser egoísta por mi parte (siendo así como lo sentía), sino una actitud que debería empezar a tomar por mí mismo, ya que a ellos parece resultarles indiferente. Esta es la conclusión a la que he llegado después de comprobar que las situaciones te pueden absorber hasta tal punto de acabar haciéndote pedazos por una sobrecarga de problemas, mientras ellos siguen enteros. Saturándote así por un exceso de preocupaciones y quedándote sin fuerzas para afrontar las de uno mismo.

    Es difícil darnos cuenta de esto, y también sé, que más difícil es aún el mantenerse apartado.

    Aun siendo así, debemos intentarlo, debemos pensar un poco más en nosotros y primordialmente en «los nuestros», puesto que los demás no lo harán, ya que, lógicamente, no es su deber.

    Debemos siempre tenerlo presente porque todo en la vida tiene un límite y este se da cuando comenzamos a debilitarnos, perdiendo facultades y energías en lo propio, evitando que dependan de nosotros, pretendiendo que asumamos la total responsabilidad o haciéndonos sentir culpables de sus problemas o resultados; porque de ser así, si continuamos así, llegará un momento en el cual pasaremos «de ayudar a necesitar ser ayudados». Y quizás aquí no se impliquen con nosotros como esperamos.

    Así que no lo olvides: no merece la pena hacernos pedazos para que los demás permanezcan enteros.

    No son buenas noches

    Se escapan las palabras a mi entendimiento y las sonrisas se vuelven amargas, ya no hay sueños tras el espejo, ni aquella luz en la mirada.

    Llega la noche, al fin terminó el día y canta un reloj insoportable tictac, tictac…

    Pierdo la mirada tras los cristales de mi ventana, donde la luna se esconde bajo un cielo gris de octubre y todo permanece oscuro, demasiado oscuro.

    Una noche más sin estrellas, otro día sin un «te quiero» cara a cara que yo sienta realmente, y eso duele, pero no lo puedo evitar.

    Podría reír o tal vez llorar, pero se me escapan los motivos y no entiendo nada.

    Me pierdo como cada noche entre las sábanas, con un ojo medio abierto por si la ilusión quisiera regresar y la cabeza hecha un torbellino de pensamientos y sentimientos que no me van a dejar de perseguir.

    Duerme el mundo.

    Llora el cielo.

    Tic, tac, tic, tac…

    A veces el silencio no es miedo,

    es valentía.

    Sálvese quien pueda

    Ni pereza, ni vergüenza, dudar (muy de vez en cuando), ni miedo son buenos lemas para vivir. Sin embargo, muchas veces cometemos el error de tratar a las personas como si fueran cosas, como si solo fuesen personajes secundarios de nuestra película, como si ellos no pudieran opinar sobre si quieren entrar o salir de nuestras vidas.

    Nos equivocamos una vez más; y de qué manera.

    A veces necesitamos recordar que nosotros podemos abrir la puerta para que alguien entre en nuestras vidas, pero son ellos quienes tienen que decidir si quieren entrar o no.

    Y claro, eso no depende de ti ni de mí.

    Tú puedes vivir sin miedo, pero eso no garantizará nunca que los demás hagan lo mismo. Y lo que es más importante, no eres nadie para obligarlos a vivir como tú vives; ni a soñar lo que tú sueñas, ni a sentir lo que tú sientes; porque cada uno es dueño de su destino, pero nunca del de los demás.

    Hay que tenerlo claro, hay que tenerlo bien presente.

    Pero esa es la parte difícil, esa es la parte en la que cada uno tira de su hilo y todos corremos el peligro de salir heridos.

    ¡Sálvese quien pueda!

    Esperando(te)

    Hay gente parada en cualquier estación, gente que quiere que la saquen a bailar, chicos sentados mientras ven cómo llueve, esperando; y hay chicas enamoradas que quieren morirse de risa; y todos ellos igual, esperando.

    Todas aquellas estaciones llenas de declaraciones de amor, ramos de flores, caballos blancos…, mientras nosotros, esperamos.

    Bandejas con desayunos llenos del amor, gente que cierra los ojos y pide deseos (y yo te pido a ti). Hay canciones hechas para que las escuches y melodías que suenan por y para ti, hay puertas esperando a que las cerremos y vasos vacíos que nunca se terminan de llenar. Hay paradas de autobuses, con gente esperando, hay musas esperando a su poeta y también hay libros que todavía no están escritos porque están esperándote.

    La primavera se va porque llega el verano, el verano espera a que llegue el otoño y el invierno nieva hasta que aparece la

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