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El Ávila -Un Museo Viviente Segunda Parte
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El Ávila -Un Museo Viviente Segunda Parte
Libro electrónico252 páginas1 hora

El Ávila -Un Museo Viviente Segunda Parte

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En este trabajo, el Profesor Bruno Manara nos hará un recorrido por el Ávila para hablarnos de su historia, mostrarnos unos sitios de interés y la variada flora de los distintos ambientes de nuestro Parque Nacional capitalino. De paso, nos enseñará varios animales que viven en el Parque, y también nos hablará de la tragedia de 1999, como recordatorio de que existen unas leyes naturales inexorables. En esta primera parte: Excursión Botánica.

Documentar toda la información de este libro exigió muchos años de búsqueda. En efecto las plantas que aquí se reúnen en pocas páginas crecen en ambientes muy disímiles entre sí, y su floración dura solo pocas semanas, en distintas épocas del año.

Además, los animales silvestres no suelen estar dispuestos a posar ante una cámara.

De todos modos, esperamos que en conjunto el trabajo dé una visión del Ávila que sea del agrado del lector.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento3 mar 2014
ISBN9781310410475
El Ávila -Un Museo Viviente Segunda Parte
Autor

Bruno Manara

Habitante del jardín, y del herbario, dueño de lápiz y cámara, ilustrador de plantas, botánico sin estudios formales, profesor de dibujo técnico, maestro de latín y griego, investigador de la cultura popular, todo eso es Bruno Manara, este italiano nacido en Verona en 1939 y enraizado en Venezuela a mediados de los 50. Está contento de lo que es. A Bruno Manara su gusto por la naturaleza y el dibujo le vienen de siempre. Su padre, un campesino, sería su primer maestro. “Marcas la línea centra primero, después haces así, el contorno”. Luego vendría el contacto con otros maestros, Julián Steyermark en primerísimo lugar. Cuando Bruno Manara, estudiante entonces del Pedagógico de Caracas, se acercara al Jardín Botánico allá en 193 con la simple intención de dibujar unas plantas –ya había dibujado todas las que encontró en los jardines de Santa Mónica– no tenía la menor sospecha de que ocuparía la posición dejada por Julián Steyermark, botánico y pintor. Fue Augusto Braun, jardinero jefe, quien se lo propuso. Y fue Tobías Lasser, el director, quien le incorporó a la tarea, no sin una observación: “aquí no trabajamos con colores, hay que trabajar con tinta china”. Steyermark le pondría en contacto con libros sobre a flora de Centroamérica. A partir de allí comenzaría a desarrollar su propio estilo. “Procuro hacer un trabajo lo más claro posible, lo más limpio posible. No tanta línea, tanto rayado para darle sombra. No me gusta así. Simplemente un dibujo. Me guié mucho por el del señor Dunsterville que hizo el libro Las Orquídeas de Venezuela”. Dunsterville había sido presidente de Shell en Venezuela hasta 1956. Una vez jubilado, se dedicó a viajar por el país buscando orquídeas para luego cultivarlas en su orquidiario de El Hatillo y para dibujarlas. Otro de los guías de Bruno Manara sería Ernesto Foldats con quien trabajó tres años para los cinco volúmenes de la obra sobre las orquídeas de Venezuela.

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    El Ávila -Un Museo Viviente Segunda Parte - Bruno Manara

    EL ÁVILA

    Un Museo Viviente

    Bruno Manara

    ***

    El Ávila

    Un Museo Viviente

    Bruno Manara

    Distribuido por The Little French

    Fotografías Bruno Manara, Winfried Meier y José Montaigne

    Texto Bruno Manara

    Concepto Gráfico y Diagramación Carlos Pérez Cárdenas

    Coordinador Pasquale Giannelli

    Edición Dora Paulina Nicholls

    Copyright 2012 Asociación Civil Ecológica Palmeros de Chacao

    Smashwords, License Notes

    Este ebook es para el disfrute personal sólo. Este ebook no puede ser revendidos o regalado a otras personas. Si quieres compartir este libro con otra persona, adquiera una copia adicional para cada persona con quien va a compartirlo. Si usted está leyendo este libro y no lo ha comprado o no lo ha comprado para su uso exclusivo, entonces por favor devolverlo a thelittlefrenchebooks@gmail.com y comprar su propia copia. Muchas gracias por el respeto a la ardua labor de este autor.

    ***

    Índice general

    Primera parte: EL ÁREA DE ESTUDIO

    Retrospectiva geológica de Venezuela

    El Ávila: parque nacional

    Las Cumbres de la Cordillera

    Segunda parte: EXCURSIÓN BOTÁNICA

    Investigación de campo

    Bosques tropófilos o caducifolios

    Sabanas inferiores

    Selvas nubladas

    Subpáramo

    Tercera parte: ASPECTOS ZOOLÓGICOS

    Algunos animales del Ávila

    Cuarta parte: RECORDEMOS EL FUTURO

    Una severa lección de vida

    Glosario

    Bibliografía

    Segunda Parte

    EXCURSIÓN BOTÁNICA PARTE

    Investigación de campo

    El Hermano Ginés (1955) lamentaba que el hombre promedio de ciudad suele llevar una vida contra natura, o al menos al margen de ella. En efecto, dice, vive como un extraño en su propia patria, ya que desde niño conoce el manejo del teléfono o de la televisión, pero nada sabe de las plantas, de los animales, del paisaje ni de la tierra que le da sustento. Es el caso, sin embargo, que el macizo del Ávila ofrece a los caraqueños unas ventajas innegables para remediar esta situación. Aquí –recalca–tenemos, en un área relativamente pequeña, gran parte de las formaciones ecológicas observables en el país. En la vertiente norte y a baja altitud, la zona xerófila megatérmica del espinar del Caribe; en la vertiente meridional, las colinas de las faldas del Ávila, formaciones secundarias de sabana; subiendo un poco por ambos lados y siguiendo los cañadotes, tenemos la selva veranera decidua; en el piso inmediatamente superior, lo que todavía se ha escapado de la labor del hacha muestra la selva nublada con sus características lianas y epífitas y su enorme multiplicidad de formas de vida. Por último, en la cima se encuentran formaciones subparameras con los típicos frailejones arbustivos. Todo ello significa que en un día de excursión al Ávila se puede enseñar al visitante casi toda Venezuela compilada como en un jardín botánico, puesto allí especialmente por el Creador para estudio y deleite de los habitantes de Caracas"²¹.

    Entre la vegetación sin hojas por el verano, se destacan los copeyes (Clusia rósea), cuyo follaje ofrece abrigo a los animales del bosque, y además, el más pequeño quiripití (Clusia mínor) y la carne asada (Roupala montana).

    21 Editorial. Rev. del Col. de Ing. de Vzla., Nº 232, julio 1955

    En las páginas que siguen nos proponemos recorrer los ambientes mencionados por el reconocido científico lasallista y demostrar por qué se define el Ávila como museo al aire libre. A tal fin, llamaremos la atención sobre las plantas más características de cada ambiente que visitemos, y al final reuniremos lo más que podamos de los animales que pueblan nuestro Parque Nacional especialmente en la vertiente sur, que es la más trajinada por los visitantes locales. Por esto, las cosas que digamos podrán ser apreciadas por cualquier excursionista que tenga interés en la Naturaleza y ojos para ver, ya que podrán ser observadas desde algún punto de los caminos que recorren nuestro Parque Nacional capitalino, bien en tendido que cada planta tiene su propia época de floración, que en general dura un par de meses.

    El copey (Clusia rósea) florece entre septiembre y octubre.

    Los frutos del quiripití (Clusia mínor) como en todos los copeyes se abren como una estrella.

    Por último, señalamos que, de cada especie presentada, daremos el nombre popular y su correspondiente nombre científico, pero lamentando que de varias plantas de selva no se conoce cómo se llamaban en la vieja Caracas. En cuanto a los nombres populares que daremos de muchas plantas de la parte superior del Ávila, son los mismos que reciben en los páramos andinos.

    Bosques tropófilos o caducifolios

    Para comenzar recuérdese que, de toda la vegetación del Ávila, la que crece en la parte inferior en general es la misma que existe en otras partes de tierras bajas y templadas de Venezuela.

    Ahora bien, si empezamos a subir al cerro desde la capital, entraremos pronto en una zona de bosques bajos y enmarañados, cuya vegetación es conocida como tropófila, es decir, adaptada a los cambios climáticos de lluvia y sequía. En efecto, casi todas las plantas de esta zona son cafucifolias, porque en verano quedan sin hojas, a fin de evitar la pérdida de humedad. Existen, sin embargo, notables excepciones, como la carne asada (Roupala montana), el quiripití (Clusia mínor), y en particular el copey (Clusia rósea), cuya anchurosa copa forma una gran mancha de verde, que contrasta con el tono gris de toda la vegetación circundante. A su sombra consiguen generoso abrigo muchas aves y animales del bosque.

    La carne asada (Roupala montana) florece en los meses de verano.

    Aquí, según la época del año, se destacarán solitarios, por su intenso colorido, algunos árboles y bejucos en plena floración. En los sitios inferiores y especialmente en hondonadas húmedas, los corpulentos bucares rojos (Erythrina poeppigiana), sin hojas entre diciembre y marzo, se cubren de millares de flores anaranjadas, que suministrarán alimento a una legión de insectos que comerán las flores, y también a muchas aves, en particular a los azulejos, que comerán a los insectos que se comen las flores, hasta que finalmente las guacharacas, además de comerse las flores, también comerán las vainitas antes de que maduren. Si a esto añadimos la enorme cantidad de flores que se caen por efecto de la brisa u otras circunstancias, podremos apreciar que al final serán muy pocos los resultados que coronan los esfuerzos que año tras año hace un bucare para reproducirse. Sus flores, además, se solían comer en almíbar como dulce.

    El bucare (Erythrina poeppigiana) florece entre diciembre y marzo.

    Es otro árbol de sitios húmedos junto a las quebradas el cachimbo o lanillo (Bombacopsis trinitensis), que en los meses de verano produce flores blancas con muchos es tambres y de hasta 10 cm de diámetro, y luego un fruto puntiagudo marrón de 10-12 cm de largo, parecido al de la ceiba, que al madurar también se desintegra y deja libres las semillas, envueltas en una mota de lana.

    El cachimbo o lanillo (Bombacopsis trinitensis) pertenece a la familia de la ceiba.

    En algunos puntos más secos, entre enero y febrero se destacará como una mancha amarilla el bototo o carnestolendo (Cochlospermum vitifolium). Sus frutos, al madurar, se abrirán como estrellas para dejar libres las semillas, envueltas en un copo de lana que les servirá

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