Los pueblos palafíticos de la Ciénaga grande de Santa Marta: Estudios sobre eficiencia instrumental del Estado y pluralismo jurídico de facto
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Los pueblos palafíticos de la Ciénaga grande de Santa Marta - Juan Pablo Sarmiento Erazo
pueblo.
INTRODUCCIÓN
Trojas de Cataca, Nueva Venecia y Buenavista son asentamientos humanos que han emergido de un proceso de colonización lento y progresivo (Aguilera, 2011, p. 13). Con todo, es a partir del siglo XX cuando la actividad humana se hace más notable y los asentamientos se expanden.¹ Los estudios ambientales y económicos muestran que la producción agrícola —centrada en el cultivo de banano por la United Fruit Company a inicios del siglo XX y la expansión de zonas ganaderas y agrícolas entre 1930 y 1940— consolidó la colonización de la zona pantanosa desde 1955. No obstante, los proyectos nacionales, como la construcción de la vía de Barranquilla a la Ciénaga, y vías carreteables entre Medialuna-Pivijay-Salamanca y Palermo-Sitionuevo, así como la explotación de los bosques de manglar, ocasionaron la reducción del cuerpo lagunar en 65 %, disminuyeron significativamente la producción pesquera y provocaron que la población creciera en medio de una gran pobreza, que, a la vez, produjo mayor degradación ambiental, acentuada por residuos agroquímicos utilizados en zonas aledañas a la Ciénaga (Aguilera, 2011, p. 14).
En efecto, Trojas de Cataca, Nueva Venecia y Buenavista pueden describirse como asentamientos humanos que han emergido de un proceso de colonización más o menos reciente. Aunque existen estudios que dan cuenta de un poblamiento precolombino, que se extendió desde la isla de Salamanca en Los Jagueyes (362 d. C.) y Tasajeras (1077 d. C.) a la región centro oriental de la Ciénaga Grande, en Mina de Oro (487 d. C.) y Loma de López, en la margen izquierda del caño San Joaquín (1032 d. C.), es solo hasta el siglo XIX cuando se puede dar cuenta de un poblamiento definitivo. De acuerdo con el estudio citado, la ciénaga se pobló inicialmente por campamentos temporales de pescadores, pero fue con posterioridad cuando la población se asentó definitivamente y construyó sus viviendas sobre estacas clavadas en el fondo de las ciénagas, que sobresalían por encima del nivel del agua. El más antiguo de estos asentamientos es Nueva Venecia, que se originó en 1847 (Aguilera, 2011, p. 13).
En la actualidad, se puede hablar de varios asentamientos palafíticos, a saber, Buena Vista, Santa Rita, Media Luna, Candelaria, Tasajera, Pueblo Viejo, Trojas de Cataca y Nueva Venecia. Empero, los asentamientos más antiguos son Buena Vista y Nueva Venecia; este último tiene la población más numerosa y cuenta con iglesia, inspección de policía, escuela primaria, tienda, botica, gallera y cantinas con billares (Aguilera, 2011, p. 5).²
La situación ambiental parecería centrar los esfuerzos administrativos y las políticas públicas regionales y nacionales. La Corporación Autónoma Regional del Magdalena ha financiado proyectos de inversión para la recuperación de los bosques de manglar, con recursos de regalías y de la sobretasa ambiental
creada por la Ley 981 de 2005, modificada por la Ley 1718 de 2014.³ De acuerdo con documentos de la Corporación, 10 % de los recursos de esta sobretasa se invertiría en proyectos socioproductivos para los pescadores de la ciénaga (Aguilera, 2011, p. 19).⁴
Con todo, las necesidades particulares de la población parecen pasar desapercibidas y quedar permanentemente insatisfechas. De acuerdo con el censo de población de 2005, 57.5 % de la población de Nueva Venecia, 31.4 % de la población de Buenavista y 18.7 % de los habitantes de Trojas de Cataca son analfabetos (Aguilera, 2011, pp. 24 y 26).⁵ En los tres pueblos palafíticos citados, solo existen escuelas de primaria. A esta condición se le suma la precaria situación de saneamiento básico, en la medida en que no hay servicio de aseo, los residuos líquidos y sólidos son ubicados cerca del agua superficial y las actividades agrícolas cercanas a la ciénaga producen enfermedades infecciones respiratorias agudas y enfermedades diarreicas agudas. Según los datos de la Gobernación del Magdalena, citados por Aguilera (2011, pp. 27 y 36), 75.7 % de la población no tiene ninguna afiliación al servicio de salud, 0.6 % pertenecía al régimen contributivo y 23.5 % pertenecía al régimen subsidiado en 2009. El 92 % de la población recibe menos de US$400 al mes, y de este grupo, 50 % recibe menos de US$250.
En el corregimiento de Nueva Venecia, existe un puesto de salud, el cual había sido inicialmente una casa palafítica corriente, donada por un habitante. Hasta el 22 de noviembre de 2000, la Alcaldía de Sitionuevo asignaba un médico que llegaba los lunes por la mañana y se iba los viernes por la tarde; pero por los hechos violentos de 2000 y 2004, el servicio se presta por las enfermeras auxiliares que son locales del pueblo y que fueron capacitadas en respuesta a la ausencia de un médico permanente. En la actualidad, este puesto se utiliza cuando llegan las brigadas de salud, lo cual, según los testimonios de los habitantes, son cada 4 o 6 meses (Carreño, 2012, p. 45).
En estadísticas más generales sobre la ecorregión⁶ de la Ciénaga Grande de Santa Marta, se concluyó que las unidades económicas dedicadas a los servicios representan 32 % de la actividad económica. Los servicios en la ecorregión están relacionados principalmente con hoteles y restaurantes (39.3 %); también son frecuentes los servicios de telecomunicaciones (14.1 %), enseñanza (8.6 %), actividades de esparcimiento (8.2 %), servicios sociales y de salud (7.0 %) y actividades de asociaciones (6.9 %) (Vilardy y González, 2011, p. 45).⁷
El acceso a la vivienda también se encuentra limitado. Las viviendas se levantan sobre el agua en pilotes de mangle, no tienen servicio de agua y alcantarillado y algunas de ellas cuentan con servicios de luz. Por supuesto, las condiciones de empleo no son mejores; el censo realizado por la Gobernación del Magdalena y las alcaldías municipales, en 2008, señalan que 27.1 % de la población en edad para trabajar está empleada, 22 % estudia y 18 % se dedica a labores domésticas, mientras 32.8 % de la población no tenía trabajo alguno, aunque dentro de este grupo, solo 1.5 % estaba buscando empleo.
La historia de la Ciénaga Grande de Santa Marta también está marcada por un amplio camino de sangre y violencia. En efecto, ha sido un territorio disputado de forma violenta y ha sido el lugar de varias masacres (Carreño, 2012, p. 57). La primer masacre ocurrió el 10 de febrero de 2000 en la cabaña El Hobo y Trojas de Cataca, donde trece pescadores fueron asesinados (Aguilera, 2011, p. 21). Esta masacre devastó a esta población, pues produjo el desplazamiento masivo de todos sus habitantes. En la actualidad, solo residen veinte familias, quienes se disputan un territorio diminuto con ganaderos y agricultores de la zona, que desvían las fuentes de agua dulce para sus cultivos y cría de animales; lo que queda de la iglesia, la inspección de policía y la junta de acción comunal solo recuerdan la crueldad y las consecuencias demoledoras de la violencia. Esta masacre se ha explicado por una posible venganza en contra de una familia de este pueblo, pues la mayoría de los asesinados eran familiares (Carreño, 2012, p. 57).⁸
La segunda masacre se produjo el 22 de noviembre de 2000, en el corregimiento de Nueva Venecia. Este asentamiento fue víctima de un ataque armado por parte del Bloque Norte de las Autodefensas Unidas de Colombia,⁹ dirigido por el paramilitar, hoy desmovilizado, Rodrigo Tovar Pupo, alias Jorge 40. El número de víctimas es incierto, pero se estima que hubo entre 38 y 60 habitantes asesinados. El motivo, según declaraciones de algunos paramilitares desmovilizados, es que algunos habitantes de Nueva Venecia y Sitionuevo habían sido señalados como colaboradores o prestado servicios y bienes a la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional (Centro Nacional de Memoria Histórica [CNMH], 2014, p. 28).¹⁰ El CNMH estima que fueron 37 los habitantes asesinados y que la masacre fue realizada en represalia por el secuestro de nueve personas en la Ciénaga del Torno, perpetrado por el Ejército de Liberación Nacional en Barranquilla el 6 de junio de 1999 (CNMH, 2013, p. 42).
No todas las víctimas de la masacre del 22 de noviembre eran objetivo del ataque violento por parte de los grupos armados. El grupo de paramilitares (entre doce y quince hombres armados) tenía una lista de seis individuos, pero en el recorrido hacia Nueva Venecia habían tomado algunas lanchas de los pescadores y los llevaron por la fuerza entre canales y pasajes de la Ciénaga para llegar a la población de Nueva Venecia. En ese trayecto, fueron asesinando a las personas que encontraban a su paso, entre ellos, a ocho pescadores del corregimiento de Buena Vista. Las declaraciones del paramilitar desmovilizado, Richard Faura Martínez, revelan la crueldad de la masacre y permiten evidenciar por qué razón el número de individuos asesinados es incierto, pues narra que en este recorrido amarraban objetos pesados a los cuerpos de las víctimas para que sus cuerpos no fueran hallados (CNMH, 2014, pp. 29 y 34).
El día de la masacre los paramilitares sacaron de sus casas a trece pescadores frente a la plaza de la iglesia, único lugar en tierra firme en el corregimiento de Nueva Venecia, y ejecutaron a cada uno de ellos. Uno a uno fueron asesinados, mientras el resto de la población se dirigía a las zonas menos profundas, donde las lanchas no podían pasar (figura 1) (CNMH, 2014, p. 32).
Figura 1. Iglesia de Nueva Venecia, lugar donde fueron ejecutados los pescadores
El ataque del 22 de noviembre de 2000 en el corregimiento de Nueva Venecia y Trojas de Cataca de grupos armados ilegales de autodefensas
mermó su población y provocó la ocupación militar —temporalmente—¹¹ y de policía por parte del Estado. Es quizá por la anterior situación que la población total de los pueblos palafíticos se redujo significativamente, pasando de 3079 individuos en 1999 a 1996 en 2005, entre Buenavista, Nueva Venecia y Trojas de Cataca (Aguilera, 2011, p. 20).¹² La mayoría de pobladores se desplazaron a los municipios de Sitionuevo, Soledad, y a los distritos de Barranquilla y Santa Marta.
La tercera masacre tuvo lugar en diciembre de 2000 en la ciénaga de la Aguja, cuerpo lagunar que hace parte de la Ciénaga Grande de Santa Marta, donde cuatro pescadores fueron asesinados. No obstante, esta masacre no ha sido explicada hasta donde sabemos (CNMH, 2013, p. 42), e inclusive ha sido considerada como parte de la segunda masacre. Con todo, las demás investigaciones consultadas aseveran que la cantidad de muertos causada en 2000 oscila entre 45 y 117 pescadores (Aguilera, 2011, p. 21; Unidad Administrativa y Especial de Parques Nacionales Naturales, s. f.).
La cuarta masacre ocurrió el 15 de julio de 2004, cuando se cometió el homicidio de tres pescadores, por haber sido acusados de pertenecer a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia. En la actualidad, y luego de los ataques de 2000, la fuerza pública ha ocupado el territorio, con la intención exclusiva de protección a los eventuales ataques de grupos armados o bandas criminales, así como el control de posibles rutas de narcotráfico.
Dentro de la presente investigación, el 4 de abril 2014 se presentó solicitud a la Unidad para la Atención y Reparación Integral a las Víctimas sobre información completa del número de personas víctimas de las masacres antes señaladas de las poblaciones de Nueva Venecia, Buenavista y Trojas de Cataca (tabla 1).¹³
Tabla 1. Personas desplazadas, sitio solicitado
* Desplazados (20 de noviembre de 2002).
Fuente: Elaboración propia.
Los datos recaudados en el trabajo de campo permiten constatar que la población se desplazó, prácticamente en su totalidad, y que la causa de dicho desplazamiento fue la masacre de noviembre de 2000. Al consultar sobre el desplazamiento, encontramos que 97.5 % de los encuestados vivió fuera de Nueva Venecia en algún momento a causa de la masacre de 2000.¹⁴
Fuente: Elaboración propia según datos recaudados en las encuestas realizadas a la población.
Figura 2. Lugares hacia donde se desplazó la población de Nueva Venecia
En la figura 2 se evidencia que la mayoría de las familias permanecieron en la zona Caribe, en los departamentos del Magdalena y del Atlántico, y en dos casos migraron hacia Bogotá. Los destinos más frecuentes fueron Sitionuevo, municipio del departamento del Magdalena, con 41 % de la migración, y Soledad, municipio del departamento del Atlántico, con 30.8 %.
Como se mencionó, la mayoría de los pobladores se desplazaron a los municipios de Sitionuevo,¹⁵ Ciénaga, Pueblo Viejo,¹⁶ Fundación, Soledad, y a los distritos de Barranquilla y Santa Marta.¹⁷ Las cifras sobre desplazamiento forzado han descendido considerablemente en 2013. El departamento del Magdalena reportó 2023 víctimas; y los municipios de Sitionuevo y Pueblo Viejo, 16 y 30 víctimas, respectivamente, para ese mismo año.
Luego del desplazamiento, 98.7 % de los encuestados regresó a Nueva Venecia. Las personas encuestadas manifestaron que los motivos principales de su regreso a Nueva Venecia fueron la falta de oportunidades laborales y, por ende, la difícil situación económica en los sitios a los cuales se desplazaron; igualmente, manifestaron, como otros motivos, los familiares que dejaron en Nueva Venecia, el arraigo a la región y la cultura palafítica, la falta de costumbre de vivir en otro ambiente, las casas y los botes que quedaron en el pueblo, y la pesca que, para algunos de los encuestados, constituye su única actividad económica. La gran mayoría de los encuestados regresó dos años después de la masacre de 2000, y el resto fue retornando paulatinamente durante los últimos diez años.
Es posterior a estos hechos que el Estado ha hecho presencia, principalmente con la fuerza pública, ayuda humanitaria y, en pocos casos, reparación de víctimas. Empero, se trata de una parte del Estado, que no daría cuenta de las demás funciones político-jurídicas de la Administración. Así, se pretende realizar una aproximación sociojurídica a una zona de ineficacia