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Poblaciones en movimiento: Etnificación de la ciudad, redes e integración
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Poblaciones en movimiento: Etnificación de la ciudad, redes e integración
Libro electrónico404 páginas5 horas

Poblaciones en movimiento: Etnificación de la ciudad, redes e integración

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El presente volumen ofrece una exploración que incluye desde las metrópolis del Cono Sur hasta México y Madrid, intentando comprender el papel de las rutas, las dislocaciones y re-territorializaciones en la sociedad contemporánea. Desde allí surgen evidencias que tensionan los mecanismos y supuestos a través de los cuales se ha pensado la cultura y también la etnografía, cobrando especial centralidad el movimiento de personas, objetos e imaginarios en un contexto mundial de expansión capitalista, que en ningún caso ha logrado diluir lo étnico en la planicie sistémica, ni borrado la necesaria incrustación social ante la fantasía economicista.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento18 nov 2019
ISBN9789569320699
Poblaciones en movimiento: Etnificación de la ciudad, redes e integración

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    Poblaciones en movimiento - Walter Imilan

    COLECCIÓN ANTROPOLOGÍA


    POBLACIONES EN MOVIMIENTO: ETNIFICACIÓN DE LA CIUDAD, REDES E INTEGRACIÓN

    POBLACIONES EN MOVIMIENTO

    Etnificación de la ciudad, redes

    e integración

    Walter Imilan

    Alejandro Garcés

    Daisy Margarit

    EDITORES

    Poblaciones en movimiento

    Etnificación de la ciudad, redes e integración

    Walter Imilan

    Alejandro Garcés

    Daisy Margarit

    Editores


    Ediciones Universidad Alberto Hurtado

    Alameda 1869 - Santiago de Chile

    mgarciam@uahurtado.cl – 56-02-28897726

    www.uahurtado.cl


    ISBN libro impreso: 978-956-9320-69-9

    ISBN libro digital: 978-956-9320-70-5

    Registro de propiedad intelectual No 236.156

    Estos textos fueron sometidos al sistema de referato ciego

    Dirección Colección Antropología

    Koenraad de Munter

    Dirección editorial

    Alejandra Stevenson Valdés

    Editora ejecutiva

    Beatriz García-Huidobro

    Diseño de colección y portada

    Gabriel Valdés

    Diagramación interior

    Gloria Barrios

    Imagen de portada: fotografía de Guillermo Lorca.

    Diagramación digital: ebooks Patagonia

    www.ebookspatagonia.com

    info@ebookspatagonia.com

    Con las debidas licencias. Todos los derechos reservados. Bajo las sanciones establecidas en las leyes, queda rigurosamente prohibida, sin autorización escrita de los titulares del copyright, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, así como la distribución de ejemplares mediante alquiler o préstamos públicos.

    Índice general

    Agradecimientos

    Presentación

    Movimiento de personas, movimiento de cosas

    Juan C. Skewes

    Introducción

    Flujos migratorios, redes y etnificaciones urbanas

    Walter Imilan, Alejandro Garcés H. y Daisy Margarit S.

    TRANSNACIONALISMO Y REDES MIGRATORIAS

    Perspectiva transnacional en los estudios migratorios. Revisión del concepto y nuevos alcances para la investigación

    Carolina Stefoni

    En desplazamiento: itinerarios migratorios de los capoeiristas brasileños de Madrid

    Menara Lube Guizardi

    ) en los chinos de España

    Jorge Moraga R.

    La integración en la ciudad de L’hospitalet de Llobregat: el caso del colectivo ecuatoriano

    Daisy Margarit S.

    ESPACIOS DE INTEGRACIÓN DE FLUJOS INTRARREGIONALES

    Comercio ambulante, agencia estatal y migración: crónica de un conflicto en Santiago de Chile

    Alejandro Garcés H.

    Donde fueras, haz lo que vieras. Integración de migrantes en el Chile contemporáneo

    Florencia Jensen

    Jóvenes bolivianos/as en la ciudad de Buenos Aires. La socialización laboral en el ámbito familiar y los usos de la identificación nacional

    Mariana Beheran

    ETNIFICACIÓN INDÍGENA DE LA CIUDAD

    Más allá de las regiones de refugio y la deculturación. Inmigración, comercio y apropiación cultural oaxaqueña en la periferia de Ciudad de México

    Nicolás Gissi B.

    Experiencia warriache: espacios, performances e identidades mapuche en Santiago

    Walter Imilan

    Autores y autoras

    Presentación

    Movimiento de personas, movimiento de cosas

    Juan C. Skewes

    Las culturas se constituyen a partir de las demás culturas. Esta vieja constatación de la antropología culturalista de los mediados del siglo veinte plantea una mirada más modesta, menos gloriosa y más cotidiana de los procesos históricos a través de los que se ensamblan los repertorios que sirven a los seres humanos para reproducirse y sobrevivir. Se vive de prestado. La búsqueda de los orígenes y de la pureza de la cultura pierde su sentido: nada pertenece a donde ahora se encuentra, nada garantiza que lo que está ahí seguirá allí. Nada certifica el origen de las cosas salvo, quizás, cuando se trata de proclamar propiedad sobre ellas.

    La vida de los pueblos encarna dos movimientos relativamente simples: por una parte, el de las cosas a través de las personas y el de las personas a través de las cosas, y, por la otra, el de la apropiación de las cosas por las personas y el de las personas por las cosas (como habitualmente lo hacen las bacterias y los virus). No obstante, los desplazamientos de personas y cosas y su heterogénea combinación en paisajes emergentes no siempre son inocuos. La esclavitud es la expresión más onerosa de tales desplazamientos: millones de personas fueron forzadas a atravesar el Atlántico, viendo amputados sus vínculos con sus semejantes y con la naturaleza tal como si fueran sus brazos y piernas.

    Con el advenimiento del capitalismo y la formación de los mercados regionales y mundiales las amputaciones se multiplican, separando tanto a las materias primas de los paisajes a que pertenecen como a la fuerza de trabajo del ser humano que le da origen. Trabajo y naturaleza desaparecen de la vista de un consumidor. Y con ello también se extinguen los derechos de las personas y de la naturaleza que posibilitan la existencia de bienes etiquetados con los valores del mercado. En este contexto, para una parte importante de la población, la migración erosiona derechos.

    Los estudios de los procesos migratorios, como los propuestos en este libro, entrañan no solo la constatación acerca de la existencia de flujos de personas y cosas entre lugares del mundo sino que también la visibilización de las urdiembres en que se inscriben aquellos procesos y los derechos y dignidades que en ello se ponen en juego.

    La antropología permaneció algún tiempo apoltronada por efecto de la Guerra Fría. Los países existieron como si siempre hubiesen sido de esa manera. Los límites estaban claros y el posicionamiento recíproco de las personas era relativamente estable y previsible. La mirada etnográfica se constituyó en este período en espacios que fueron vistos como relativamente inmóviles: a cualquier investigador o investigadora de la época se pedía que delimitara geográficamente su territorio de estudio, presumiéndose que lo que allí ocurría era allí causado.

    Pero las sociedades nunca permanecieron inmóviles. Aprisionadas por la costra institucional del Estado, las poblaciones no solo merodearon sino que masivamente trocaron sus rumbos ante la indiferencia pública. Irlanda se despobló, la euforia aurífera llevó a miles de personas al oeste norteamericano, arrebatando con ella la vida a las últimas sociedades recolectoras de lo que hoy es California, mientras que en las guaneras de Perú quedan atrapados como esclavos chinos y rapa nui. El cambio de siglo sorprendió a croatas en la Patagonia, italianos y españoles moviéndose al Nuevo Mundo, y a palestinos, sirios y libaneses procurando fortuna en el Brasil. A pesar de la divisoria intercontinental, el movimiento no cesó. El tránsito se hizo difícil para los sami y casi imposible para los inuit en las áreas circumpolares árticas pero no así para los trabajadores yugoeslavos que estacionalmente llegaban a Europa Central mientras los italianos lo hacían hacia los países nórdicos. La Patagonia siguió siendo testigo del movimiento circular de chilotes que, a lo largo del siglo, se movilizaron entre el archipiélago y las estancias ganaderas; en Neuquén se multiplicaban las y los chilenos y en las cordilleras trasandinas lo hacen los mapuche para quienes aquel vasto territorio era, como para los aymara en la triple frontera del norte del país, su territorio, mientras que los bolivianos buscaban alternativas en Sao Paulo y Buenos Aires. En fin, la historia de los seres humanos no ha cesado en sus movimientos. La tónica del período, empero, era la de una antropología sedentaria.

    La sensibilidad disciplinar se transforma con el advenimiento de una nueva etapa de la larga historia del capitalismo en la que las contradicciones se profundizan: por una parte, mientras el capital se desplaza sin trabas por el mundo a fin de alcanzar su máxima rentabilidad, la fuerza de trabajo lo hace con todas las trabas necesarias para disminuir su valor, hasta alcanzar el mínimo requerido para su reproducción. De la otra, el capital no puede prescindir de la fuerza de trabajo que posibilita su propia continuidad. Extensas áreas de centros urbanos históricos, patrimoniales, universitarios y financieros se valorizan expulsando a la población local que condenada al tugurio facilita la gentrificación a la que se asocia: un Palo Alto, con todo el glamour de la Universidad de Stanford, no puede existir sin un Palo Alto Este, donde se producen dieciocho veces más homicidios y sesenta veces más violaciones: la distancia que separa a ambas ciudades es de apenas diez mil metros.

    El encarecimiento del suelo y la necesidad de servicios domésticos producen un desbalance imposible de resolver para quienes transitan apoyados solo en su fuerza de trabajo. Trabajo y residencia no son viables en un mismo lugar y las estrategias para surcar aguas involucran pasaportes que son culturales y medidas policiales que son de contención. ¿Bajo qué formas se hace aceptable el transeúnte a los ojos de los residentes? ¿Cuáles son las claves culturales que le permitirán finalmente ingresar a su lugar de trabajo para volver ocho, diez o más horas después a su barriada?

    Las dos desigualdades principales de fines del siglo veinte, se entrecruzan: el desposeimiento de los medios de vida y la ausencia del reconocimiento. Una y otra se refuerzan: ¿Quién mejor que los inmigrantes pueden hacer el trabajo sucio? ¿Acaso importa su pobreza si es un ecuatoriano en Barcelona? La estratificación social se etnifica en la misma medida en que la fuerza de trabajo migra y, dependiendo de las características de tales migraciones, a cada quien le corresponderá lo suyo en el lugar de destino: la gerencia de una empresa transnacional o el lavaplatos de un restaurante periférico.

    El tránsito hacia una antropología del movimiento se corresponde con el desplome del ilusorio sedentarismo global. La Plaza de la Amistad, en el límite de Tijuana y San Diego, con un monolito erguido en la divisoria, se construyó en 1973, siendo lugar de reunión festiva para familias mexicanas y norteamericanas. A comienzos de los noventa, el monolito fue rodeado por una reja a través de la que, ciudadanos de uno y otro lado, solo pueden tocarse bajo la mirada atenta de las camionetas verdiblancas de la Policía Federal de Inmigración. El desplome no fue menor y la antropología, como toda disciplina no pudo sino atenerse a las condiciones que el período imponía. Ya no se habló de comunidad sino que de movilidad, de etnografía multisituada más que de etnografía y de itinerarios transculturales más que de tradiciones culturales. La antropología se hizo móvil.

    La ilusión antropológica, empero, nunca fue total ni tan prolongada en el tiempo. Los antiguos difusionistas y los particularistas históricos sabían que había que preguntar en los alrededores. En la segunda mitad del siglo veinte, tanto los antropólogos y antropólogas del norte como del sur exploraron la movilidad de los pueblos a partir de una concepción más general de las relaciones entre los pueblos. En 1956, Julian Steward y algunos de sus discípulos como Sidney Mintz, Elena Padilla y Eric Wolf, explicaban que la vida de trabajadores del azúcar y del campo en Puerto Rico respondía a imperativos de un orden más general, incluyendo las migraciones forzadas asociadas a la producción azucarera. En el sur, rumbo hacia Argentina, Juan Francisco Marsal, en Hacer la América. Biografía de un emigrante (1969) daba cuenta de la travesía a que fueron forzados los republicanos españoles tras la instauración de la dictadura de Francisco Franco. En Chile, Carlos Munizaga, en Estructuras Transicionales en la Migración de los Araucanos de hoy a la Ciudad de Santiago de Chile (1961), invitaba a ver con mayor atención los flujos migratorios mapuche hacia el mundo urbano y a detectar las estructuras transicionales que se asociaban a tales flujos. En México, Larissa Adler Lomnitz hacía lo propio en Cómo sobreviven los marginados (1975), explorando las redes sociales que se asociaban a las migraciones rural-urbanas.

    Las obras de Marsal, Munizaga y Lomnitz pueden concebirse, entre muchas otras, como el precedente necesario al libro con que se inicia la Colección de Antropología de Ediciones Alberto Hurtado. La parte primera del libro, El transnacionalismo y las redes migratorias, encuentra, en efecto, un importante precedente en la obra de Marsal. La casi veintena de ediciones de Como sobreviven los marginados constituye el preámbulo necesario a la segunda parte, Espacios de integración de flujos intrarregionales, y la Etnificación indígena de la ciudad tiene en el trabajo de Munizaga un importante precedente.

    Las contribuciones compiladas en este texto, Poblaciones en movimiento-Etnificación de la ciudad, redes e integración, dan un giro importante en relación a sus precedentes. Inmersos en un contexto de flujos transnacionales de una inmediatez alucinante, los textos exploran los múltiples rostros de un fenómeno que, en el contexto de la compresión temporo-espacial, se vuelve huidizo y difícil de precisar. El marco teórico inicial, propuesto por Stefoni, es un compañero de ruta necesario e inevitable para la lectura. Limitado, como ella misma sugiere, por la ausencia de la academia latinoamericana en la reflexión teórica, pero rico en cuanto a los matices y dificultades que la migración plantea al pensamiento de las ciencias sociales.

    Lo que sigue a las reflexiones iniciales es el despliegue de experiencias de investigadores predominantemente jóvenes en territorios que pudieran haber sido impensables hace un par de décadas atrás. En cierto modo, esta proliferación temática y conceptual importa el tránsito de las nuevas generaciones hacia las arenas globales del conocimiento. La posibilidad de indagar en la experiencia madrileña del capoeira brasileño, de los inmigrantes de Zhejiang o del Ecuador, es novedoso para los temas a que se habituó la academia nacional. Al mismo tiempo, la obra permite a su lector situarse en la experiencia reciente de las poblaciones peruana y argentina inmigradas en Santiago y de la población boliviana asentada en Buenos Aires. En su tercera parte, el libro ilumina los procesos de etnificación en contextos urbanos tanto en México como en Chile.

    Toda obra se inmiscuye en conversaciones que trascienden a sus épocas. Es interesante cómo estas Poblaciones en movimiento… invitan a repensar los procesos migratorios y hacerse cargo de ellos en futuras investigaciones. Es evidente que para desplegar la mirada académica latinoamericana sobre un tema como la migración no basta con que las y los autores sean latinoamericanos. Es necesario hacerse cargo de una larga tradición de pensamiento que incluye desde elementos míticopoéticos, como los encarnados en la figura de Joaquín Murieta (o Murrieta, según sea la tradición desde donde se le estudie), hasta las tensiones y contradicciones que la literatura expresa acerca de un continente formado sobre la base de procesos migratorios.

    El desafío de reencontrar no solo las fuentes latinoamericanas sino que las vinculaciones con la extensa producción contemporánea en el tema de las migraciones permanece como una tarea pendiente, incluyendo el abordaje de su genealogía. No está de más recordar que autores profusamente citados en estas temáticas, como Manuel Castels y Alejandro Portes, tuvieron una temprana presencia académica estudiando a los pobladores urbanos en Chile y su relación con los procesos políticos y migratorios de la época.

    En estos diálogos con la migración, conviene adentrarse en el mundo de las sociedades receptoras. La mirada centrada en los migrantes mantiene el lente antropológico inclinado hacia los grupos desfavorecidos. Sin embargo, la migración es un negocio para algunos, como se señala al inicio de esta presentación: hay operadores de la migración, enganchadores, infraestructuras, redes internacionales, operaciones inmobiliarias, puestas al servicio de ese negocio, que reclaman atención académica a objeto de mejor comprender los procesos vividos por los grupos migrantes.

    La recomposición de los paisajes por la vía de las migraciones es esperanzadora. Los mismos habitantes de San Diego están pensando que tal vez sería mejor no tener una reja que los separara de sus vecinos de Tijuana y que, entre ambas poblaciones, pueden hacer de la región un mejor espacio para la vida humana. En el mismo México, los retornados de Estados Unidos, están reorganizando la vida local al modo como los exiliados chilenos trajeron consigo vientos renovados a los horizontes artístico-culturales del país. El movimiento hace bien a los pueblos aunque a veces sus clases dirigentes, por conveniencias mezquinas, prefirieran que no lo hubiera. El concepto mismo de migración invita a revisitar la idea de sedentarismo y volver a indagar acerca de la condición inevitable que se impone a las poblaciones humanas de desplazarse para permanecer y de permanecer para desplazarse.

    La propuesta de este libro, junto con agrupar a un grupo de investigadores e investigadoras jóvenes, permite visibilizar las urdiembres sociales y culturales que escapan al sentido común que solo ve etiquetas donde la etnografía es capaz de discernir las siluetas que tales etiquetas han ocultado. Pero hay más, la antropología tiene que ser opinante y no solo por afán de serlo sino porque en ese afán están imbricados los derechos, las posibilidades y las suertes de muchas gentes, personas que –en los escenarios de flujo– no siempre encuentran acogida ni reconocimiento. Visibilizar es, en cierto modo, reclamar derechos y dignidades pero también es reconocer y hacerse parte de herencias que provienen de voces y cuerpos considerados por el sentido común como ajenos, usables, prescindibles, extraños, como lo suelen ser los cuerpos migrantes.

    Una antropología que habla es una antropología que hace diferencia, una antropología escrita es testimonio y fuente a la que, de tiempo en tiempo, entre olas xenofóbicas y folclorizantes, es menester volver. Los acentos no pueden colocarse solo en las vulnerabilidades que el contacto cultural entraña para sus participantes; también merece ser puesto en la riqueza que ellos acarrean. Es preciso acopiar a partir de tradiciones que superan a cualquier sociedad en particular y que dicen relación con lo que es ajeno a las costumbres, a los valores, a los hábitos y a los pensamientos propios. Es aspirar a la mirada que permite reconocer lo ajeno en el corazón mismo de lo propio.

    Agradecimientos

    El presente volumen ha sido posible en el marco del proyecto Migraciones, capital social y desarrollo humano en América Latina. El papel del capital de los migrantes en el desarrollo humano de las sociedades latinoamericanas (2010-2013), promovido y coordinado por el Centro Coordinador de la Investigación de la Federación Internacional de Universidades Católicas (CCI-FIUC) y que ha contado con la asesoría científica de la Dra. Aparicio Gómez del Instituto Universitario de Investigación Ortega y Gasset de Madrid (España).

    En este proyecto ha participado la Universidad Alberto Hurtado (Chile), Pontificia Universidad Católica del Perú, Pontificia Universidad Católica del Ecuador, Fundación Universitaria Luis Amigo (FUNLAM) de Medellín (Colombia) y Universidad Rafael Landívar (Guatemala).

    FIUC - IFCU

    Fédération Internationale des Universités Catholiques

    International Federation of Catholic Universities

    Federación Internacional de Universidades Católicas

    Introducción

    Flujos migratorios, redes y etnificaciones urbanas

    Walter Imilan, Alejandro Garcés H. y Daisy Margarit S.

    Las poblaciones siempre han estado en movimiento. Trashumancia, migraciones translocales e internacionales, y más recientemente, lo que conocemos como desplazamientos transnacionales, expresan la condición nómada de las sociedades humanas. En estos movimientos, junto a las personas se desplazan ideas, cosas, prácticas sociales, creencias y un amplio conjunto de elementos que denominamos cultura. Entonces, tomar atención sobre poblaciones en movimiento implica observar también como las culturas se mueven.

    El movimiento de poblaciones implica el traslado de prácticas, valores y creencias que, no necesariamente, se mantienen fieles a sí mismas desde un punto a otro en una geografía. Se suele plantear que las comunidades re-territorializan sus culturas, es evidente que en muchas situaciones así parece ocurrir, no obstante, esta re-territorialización es más que una variación de las formas originales. Todo nuevo espacio exige adaptaciones y variaciones, tal como sucede, por ejemplo, cuando cualquiera de nosotros se muda de vivienda. En este caso, es probable que algunos muebles serán adaptados, cambiarán su función, o incluso tendrán que ser desechados en virtud de las posibilidades que brinda la nueva edificación. La adaptación a un nuevo contexto promueve siempre soluciones creativas y decisiones tácticas. Sin embargo, observar comparativamente a una población en su lugar de origen y en el de destino no es suficiente para comprender las implicancias de la movilidad. Sin duda, los procesos de re-territorialización siempre resultan más complejos.

    Tradicionalmente hemos pensando en la cultura como producto del desarrollo de una población anclada a un lugar. En estos términos, Clifford (1997) nos recuerda que vemos, como analistas, la necesidad de enraizar a las sociedades, de observarlas y describirlas desde y en sus posiciones inmóviles, estrechamente vinculadas a un lugar. Bajo el postulado que las raíces siempre preceden a las rutas, siguiendo a Clifford, habríamos minusvalorado el desplazamiento como experiencia social en sí misma y, en consecuencia, en su importancia en la formación de las culturas. En un registro similar y complementando lo anterior, Ingold (2007) sugiere que los sujetos y colectivos no experimentan el movimiento como un acto de transportar de un lugar a otro sus percepciones, valoraciones y significaciones, esperando con ansias llegar un punto de destino para re-anclarlas. Más bien, el movimiento en sí mismo dispone a experiencias de cambios, reproducciones y reformulaciones. La cultura se transforma a través del continuo del movimiento.

    Partiendo de esta hipótesis, todo proceso de construcción de identidad y de estrategias de inserción de un colectivo migrante en una sociedad de destino es más que el producto de una selección de prácticas y estrategias, que, desde un repertorio cultural, se han transportado desde el lugar de origen. Podríamos decir que una vez en movimiento, las raíces de una población se multiplican, es decir, son los vínculos y adscripciones las que se tornan múltiples, tomando direcciones diversas. Los puntos de inicio y de llegada se hacen difusos, lo que emerge es una suerte de trama rizomática en que los sujetos y sus colectivos adquieren vida social.

    El incremento de los movimientos de población en la actualidad ha impulsado un conjunto de nuevas perspectivas para su estudio, tal como el caso del transnacionalismo puntualizado por Levitt y Glick-Schiller (2004) o del llamado giro de la movilidad planteado por Urry (2007). Ambas miradas se presentan como herramientas para comprender el rol que juegan las rutas, las dislocaciones y re-territorializaciones en la construcción de la sociedad contemporánea y las producciones de identidades y sentidos de pertenencia individuales y colectivos. Desde este campo en consolidación surgen evidencias que nos obligan a poner en cuestión los mecanismos a través de los cuales la cultura contemporánea es producida.

    El presente libro es una compilación de investigaciones empíricas que se hacen parte en este campo de reflexiones. Los trabajos aquí presentados indagan a través de contextos y procesos diversos el significado de los movimientos contemporáneos de personas. Sean estos movimientos translocales o transnacionales, la hipótesis de trabajo del presente volumen plantea observar los movimientos de población como un proceso sostenido por redes interpersonales que administran y articulan recursos de inserción y de identidad. Como idea guía, planteamos que las redes que surgen en el proceso de migración –diversas, multiformes y múltiples– juegan un rol central en los escenarios en que se entretejen los factores económicos, políticos, culturales, sociales, entre otros y los factores subjetivos, que se construyen a partir de las aspiraciones, expectativas y valoraciones de los involucrados en este proceso (Goycoechea y Ramírez, 2003). Los trabajos aquí reunidos realizan exploraciones empíricas en este campo, si bien cada uno de ellos difieren en sus casos de estudio y modelos teóricos, comparten tres elementos, a saber: la perspectiva etnográfica, el foco sobre ciudades y el carácter urbano de las migraciones, y una mirada, que podríamos llamar desde las academias del sur.

    La perspectiva etnográfica, concebida en su sentido clásico es una indagación obstinada en explorar desde abajo, llámese desde la perspectiva de o con los sujetos. Es aquí donde se pueden visibilizar los sentidos, valoraciones y las tácticas que se despliegan en la vida cotidiana para la producción de los mundos sociales. Desde la mirada etnográfica es posible explorar cómo las poblaciones desarrollan prácticas y articulan discursos de diferenciación social, procesos de etnificación que muchas veces subvierten o resisten las políticas de asimilación de las diferencias.

    Reviste especial interés en estos procesos de diferenciación, las redes y capitales sociales que movilizan los sujetos para el desarrollo táctico de acciones de integración o diferenciación. Podemos considerar las redes como dispositivos de observación, tanto en su dimensión funcional como forma para acceder a determinados servicios, como es por ejemplo, el acceso a una vivienda o puesto de trabajo mediado por el miembro de una red, pero también, mirar en las redes para dar cuenta de la organización de la vida social en su conjunto.

    En segundo término, los textos aquí reunidos trabajan sobre espacios urbanos. Las grandes ciudades de la actualidad devienen en laboratorios para observar las transformaciones de la sociedad y la cultura. La territorialización de los movimientos de poblaciones implica refrescar la relación entre sociedad y espacio. Las ciudades en este sentido, dejan de ser solo un escenario, un telón de fondo donde se desarrollan los encuentros entre los sujetos. Más bien la ciudad se construye a partir de tales encuentros. De acuerdo a Lefebvre (1992), el espacio es el producto de tres momentos: lo vivido, imaginado y representado. Esto implica que las poblaciones son co-productoras del espacio urbano en que se re-territorializan. Ellas no solo se adecuan o viven de las estructuras físicas y materiales de la ciudad, también negocian con disposiciones políticas y de planificadores que intentan organizar el espacio, mientras que al mismo tiempo, generan prácticas de resistencia y apropiación. Todo esto estaría jugando un rol significativo en la producción del espacio de la ciudad contemporánea.

    El presente volumen ofrece una exploración por espacios urbanos diversos, desde metrópolis del cono sur, pasando por México hasta Madrid. A partir de este extenso recorrido se iluminan algunas características distintivas de las ciudades iberoamericanas de la actualidad.

    Un tercer elemento compartido por los textos aquí reunidos dice relación con sus autorías. Son trabajos escritos desde América Latina. La creciente globalización de la academia a través de la estandarización de su producción, de sus objetos, métodos y tonos, re-escenifica antiguas querellas respecto al pensar local, especialmente en cuanto a la capacidad de poner atención en fenómenos localmente relevantes. En este sentido, la presente compilación es una exploración también de un lugar desde donde se mira.

    Etnificación de la ciudad

    El concepto de etnicidad no pertenece a las nociones fundantes de las ciencias sociales clásicas, no obstante, en las últimas décadas ha devenido en un campo cada vez más visitado para reflexionar sobre procesos de construcción de identidad.

    En América Latina el uso de la etnicidad se encuentra estrechamente vinculado a las sociedades indígenas. No obstante, la aparición del concepto y sus primeras aplicaciones se vinculan más a la descripción de situaciones de contacto entre sociedades tradicionales y modernas, especialmente en el espacio urbano.

    La primera difundida definición de etnicidad fue enunciada por Max Weber (2000), quién concebía a las comunidades étnicas como un grupo de personas que, basado en costumbres compartidas, una apariencia similar y una memoria sobre procesos históricos, reconocen un origen común. Weber, como analista de la modernidad, plantea que en virtud del desarrollo de la sociedad moderna y sus procesos de individualización, burocratización y prevalencia de la acción funcional, lo étnico tendería a desaparecer al interior de la sociedad urbana moderna. En efecto, la etnicidad –siguiendo a Weber (2010)– respondería a una adscripción de sociedades tradicionales, pre-modernas y no urbanas. Justamente es sobre este marco que se vuelcan las primeras aplicaciones empíricas del concepto, especialmente en investigaciones centradas en colectivos que han migrado desde sociedades tradicionales a sociedades modernas.

    Dentro de este primer conjunto de investigaciones se encuentra la prolífera Escuela de Chicago dirigida por R. E. Park en la década de 1930. Particularmente a principios del siglo pasado la ciudad de Chicago había experimentado un crecimiento vertiginoso de su población gracias a inmigrantes provenientes de Europa (cerca del 80% de su población en 1930). La ciudad se había constituido en un escenario privilegiado para observar las formas en que diferentes grupos se relacionaban entre sí. Los investigadores de esta Escuela tenían gran interés en dilucidar las capacidades de integración de colectivos específicos, tales como polacos e italianos, que mostraban una aparente resistencia a la integración a la sociedad estadounidense. Lo étnico aparece a través de la mantención de valores y patrones de comportamiento basado en las culturas de origen que tienen consecuencias negativas para la integración.

    El bien conocido modelo ecológico de la Escuela de Chicago¹ postula la asimilación como el último estadio en las relaciones de contacto entre un grupo migrante y la sociedad de acogida. La condición étnica es disuelta en este proceso, los migrantes son asimilados y transformados en americanos, finalmente, adoptan la cultura dominante marcada por los valores y normas de la población blanca y protestante. De esta forma, los migrantes no son más diferentes, devienen en iguales. En efecto, después de dos o tres generaciones, la etnicidad se hace irrelevante².

    Desde una posición similar, la llamada Escuela de Manchester aplicó la noción de etnicidad en ciudades mineras del centro de África, en la actual Zambia, con el objeto de leer, al igual que en Chicago, la prevalencia y rol que jugaba el tribalismo en ellas. El tribalismo para los ingleses coloniales es la prevalencia de prácticas y concepciones basadas en las culturas de origen por parte de población africana en los asentamientos de administración colonial. La hipótesis general es que las poblaciones migrantes se des-tribalizan en la medida que se integran a la ciudad dominada por el poder colonial británico. La disminución en la

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