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La década en que cambió la migración.: Enfoque binacional del bienestar de los migrantes mexicanos en Estados Unidos y México
La década en que cambió la migración.: Enfoque binacional del bienestar de los migrantes mexicanos en Estados Unidos y México
La década en que cambió la migración.: Enfoque binacional del bienestar de los migrantes mexicanos en Estados Unidos y México
Libro electrónico532 páginas6 horas

La década en que cambió la migración.: Enfoque binacional del bienestar de los migrantes mexicanos en Estados Unidos y México

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Este libro no es una antología ni una recopilación. Cada capítulo fue escrito para contribuir a la construcción del panorama demográfico, social y económico de los millones de personas que ha ido a Estados Unidos y, en muchos casos, han vuelto a México. Es el resultado de discusiones y reuniones binacionales desarrolladas durante varios años,
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento17 feb 2022
ISBN9786075643274
La década en que cambió la migración.: Enfoque binacional del bienestar de los migrantes mexicanos en Estados Unidos y México

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    La década en que cambió la migración. - Claudia Masferrer

    portadaLA DÉCADA EN QUE CAMBIÓ LA MIGRACIÓN / ENFOQUE BINACIONAL DEL BIENESTAR DE LOS MIGRANTES MEXICANOS EN ESTADOS UNIDOS Y MÉXICOCENTRO DE ESTUDIOS DEMOGRÁFICOS, URBANOS Y AMBIENTALESLA DÉCADA EN QUE CAMBIÓ LA MIGRACIÓN: ENFOQUE BINACIONAL DEL BIENESTAR DE LOS MIGRANTES MEXICANOS EN ESTADOS UNIDOS Y MÉXICO / coordinadores Agustín Escobar Latapí, Claudia Masferrer / EL COLEGIO DE MÉXICO - CIESAS325.20972 D2911 / La década en que cambió la migración : enfoque binacional del bienestar de los migrantes mexicanos en Estados Unidos y México / coordinadores Agustín Escobar Latapí, Claudia Masferrer. – 1a ed. – Ciudad de México, México : El Colegio de México, Centro de Estudios Demográficos, Urbanos y Ambientales : Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, 2021.

    Primera edición impresa: 2021

    Primera edición digital: 2022

    DR © El Colegio de México, A.C.

    Carretera Picacho-Ajusco 20

    Ampliación Fuentes del Pedregal

    Alcaldía Tlalpan

    14110, Ciudad de México, México

    www.colmex.mx

    D.R. © Centro de Investigaciones y Estudios

    Superiores en Antropología Social (CIESAS)

    Juárez núm. 87, Colonia Tlalpan

    Alcaldía Tlalpan

    14000, Ciudad de México, México

    www.ciesas.edu.mx

    ISBN impreso: 978-607-564-289-5 (COLMEX)

    ISBN impreso: 978-607-486-616-2 (CIESAS)

    ISBN digital: 978-607-564-327-4

    Hecho en México

    ÍNDICE

    Prefacio

    Agustín Escobar Latapí y Claudia Masferrer

    Introducción

    Agustín Escobar Latapí y Claudia Masferrer

    1. Dinámicas demográficas de la migración mexicana en ambos lados de la frontera

    Claudia Masferrer, Carla Pederzini,

    Jeffrey S. Passel y Gretchen Livingston

    2. Migración México-Estados Unidos: economía, trabajo y desarrollo

    Jesús Arroyo, Salvador Berumen,

    Philip Martin y Pia Orrenius

    3. Bienestar educativo para los hijos de inmigrantes mexicanos en Estados Unidos y en México

    Silvia Giorguli, Bryant Jensen, Frank Bean,

    Susan Brown, Adam Sawyer y Víctor Zúñiga

    4. Vulnerabilidad de la salud de los migrantes en el proceso migratorio: implicaciones para las políticas de salud en México y Estados Unidos

    V. Nelly Salgado de Snyder, Fernando Riosmena,

    Miguel Ángel González-Block y Rebeca Wong

    5. Vivir en un clima de inseguridad y temor: riesgos crecientes en entornos de migración mexicana

    Néstor Rodríguez

    6. Violencia y migración internacional en México: evidencias a nivel municipal

    Liliana Meza González

    7. Los programas y servicios sociales mexicanos y la migración de ida y vuelta

    Israel Banegas, Graciela Teruel y Agustín Escobar Latapí

    Prefacio

    LA SITUACIÓN POLÍTICA en torno a la migración en los últimos años ha sido marcada por el aumento de los discursos xenófobos, racistas y antiinmigrantes a lo ancho del globo terráqueo. México y Estados Unidos no son la excepción. Muchos de estos discursos se han traducido en prácticas más duras en contra de las poblaciones migrantes, en políticas de contención en las fronteras y en una reducción de programas de apoyo a aquellos en estado de vulnerabilidad, que se traducen en mayor miedo e incertidumbre en la vida cotidiana de los migrantes. El análisis de la coyuntura en el fenómeno migratorio a menudo moldea las discusiones académicas y políticas al buscar comprender las prácticas, las políticas y el contexto político que marcan la pauta del momento.

    Este libro ofrece un análisis de la década en que cambió la migración, es decir, de 2000 a 2010. Se sitúa en un plazo mayor que el de la coyuntura, pero al mismo tiempo en uno que da sentido a ésta. A partir de una mirada binacional del bienestar de la población migrante mexicana en ambos lados de la frontera, acordada por académicos de ambos países, se enfoca en las dimensiones demográficas, de empleo, educación, salud, violencia, miedo e inseguridad; y se complementa con un análisis sobre el acceso a programas sociales en México. Volcar la mirada a esos años y a ese cambio es imprescindible para comprender la nueva dinámica de la migración mexicana; para poner en contexto los ataques a los migrantes mexicanos, que hacen caso omiso de los cambios en la realidad; para pronosticar lo que sucederá con la población mexicana de Estados Unidos, que ha dejado de rejuvenecerse por migración; y para aquilatar la necesidad de políticas efectivas para el retorno y la reincorporación de los migrantes mexicanos y sus hijos.

    La migración mexicana actual y el papel de México en la migración global son más complejos que nunca. Para abordar con profundidad el tema del cambio en la migración mexicana se han dejado de lado otros fenómenos y otras complejidades: nuestro estudio no presenta un análisis detallado, por ejemplo, del aumento de la migración centroamericana y de solicitantes de asilo y refugio, de las reacciones de contención por parte de las administraciones del presidente Donald Trump y del presidente Andrés Manuel López Obrador, o de algunos esfuerzos estatales de endurecimiento y las discusiones en la Suprema Corte de Estados Unidos por revocar la Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (Deferred Action for Childhood Arrivals, DACA). El mismo grupo de autores que ahora presenta este estudio ya abordó el fenómeno de la migración centroamericana hacia México y Estados Unidos, en el esfuerzo llamado Diálogo Centro-Norteamericano sobre Migración, o Canamid (por su nombre en inglés: Central America-North America Migration Dialogue). Los resultados del mismo han sido publicados ampliamente y están disponibles en canamid.org. Sin duda, México se encuentra hoy en el vórtice de un flujo de personas de relevancia global, que será necesario esclarecer con nuevos estudios.

    Este grupo de investigadores fue convocado para explicar la situación de la población migrante mexicana en ambos lados de la frontera en un contexto donde los estudios de migración de retorno e inmigración a México no contenían una mirada binacional. Tampoco se volcaban los estudios migratorios de nuestros países a los procesos de integración. La integración se vuelve crucial cuando, en Estados Unidos, la población mexicana deja de migrar. Lo que suceda con las nuevas generaciones de descendientes de mexicanos será crucial para su futuro económico, social y político, en mucho mayor medida que lo que suceda con el flujo de mexicanos. Plantearnos la integración de los migrantes de retorno también es imprescindible. En consistencia con posiciones pasadas mexicanas, procede cuestionarnos cómo recibimos a los inmigrantes centroamericanos, pero también cómo reintegramos a los migrantes de origen mexicano. Por otra parte, desde la revolución y la cristiada no nos habíamos cuestionado el papel de la violencia en la partida y el retorno de mexicanos. A partir de la década que aquí se estudia, es imprescindible comprender las violencias y su impacto. Por una parte, en el éxodo mexicano pesan la violencia y la criminalidad; por otra, en Estados Unidos esa misma población vive en el temor y el miedo por ser injustamente criminalizada.

    La situación específica de la migración mexicana seguirá cambiando, y todo indica que el futuro será más complejo aún. Si bien este libro no pronostica el futuro de la migración, no sería descabellado que la emigración mexicana vuelva a crecer, si las condiciones en México se deterioran.

    Actualmente sabemos que el grupo más voluminoso de extranjeros en México está formado por estadounidenses, en su mayoría familiares de mexicanos que regresaron; y que el grupo de inmigrantes más grande en Estados Unidos está formado por la población mexicana. Este esfuerzo se adelantó en su momento al concebir la mirada binacional para estudiar diferentes dimensiones del bienestar de estas poblaciones. Muchos seguimos creyendo en la posibilidad de que esta población compartida tenga una mejor calidad de vida, que se integre a la sociedad de acogida, que fomente la comprensión mutua y que contribuya a la cohesión social. Para algunos, el atrevimiento de formular recomendaciones de política pública que nos planteamos parecería ingenuo sabiendo lo que ha ocurrido con la politización de la migración y el clima antiinmigrante en Estados Unidos, la falta de programas de regularización para población indocumentada, las medidas de control en los lugares de trabajo y el recorte a presupuestos de gasto social en Estados Unidos que limitaron el acceso a salud y educación a poblaciones migrantes, así como el aumento de las detenciones y deportaciones a México, aunado a un aumento de separación familiar, la falta de programas y políticas de reintegración en México, y la criminalización de la migración en ambos lados de la frontera. Sin embargo, el ejercicio del pensamiento minucioso de las recomendaciones de política sigue siendo clave para repensar cómo mejorar el bienestar de estas poblaciones. Si bien la realidad parece caminar en sentido contrario, las recomendaciones son más vigentes y necesarias que nunca. Es indispensable formular explícitamente cómo es posible llegar a un futuro de bienestar para esta población, para que ella a su vez contribuya al bienestar general de ambas sociedades.

    Agustín Escobar Latapí

    Claudia Masferrer

    Ciudad de México

    Marzo de 2020

    Introducción

    Agustín Escobar Latapí

    Claudia Masferrer

    ESTE LIBRO OFRECE un análisis amplio y profundo de los cambios producidos en la migración entre México y Estados Unidos durante la primera década del siglo XXI, y de las condiciones de vida y bienestar de los migrantes. En ese periodo, los flujos migratorios de México hacia Estados Unidos, que habían crecido sin parar desde la década de 1960, cayeron sustancialmente. Algunos, además, cambiaron de sentido. Aun hoy, a más de diez años del cambio, en 2019 la migración de México hacia Estados Unidos se mantiene en niveles bajos. Por el contrario, en términos de los flujos recientes, México es por primera vez en mucho tiempo un país de inmigración. En otras palabras, esta década representó un punto de inflexión en los flujos migratorios. Este libro profundiza en dicho cambio y ofrece un análisis de la incorporación económica y social de los migrantes mexicanos en Estados Unidos y en México. Es preciso comprender lo sucedido para entender qué factores fortalecen y cuáles minan las condiciones de vida de la población afectada por las migraciones, buscar su bienestar con las mejores herramientas posibles y fortalecer su capacidad de contribuir al bienestar binacional.

    Mientras que en los primeros años de este siglo (2000-2006), México perdía cada año (y Estados Unidos ganaba) una población de alrededor de medio millón de personas nacidas en México, a partir de 2007 México gana (y Estados Unidos pierde) alrededor de 100 000 personas anualmente, entre mexicanos retornados, familiares suyos y otros, provenientes de Estados Unidos. Este cambio es responsable de muchos otros: la población total de nacidos en México que vivían en Estados Unidos llegó a su máximo en 2007, con 12.8 millones de personas, en su mayoría indocumentadas. En 2018, la población mexicana de Estados Unidos había descendido en un millón. Por otra parte, la paulatina legalización de esa población ha hecho que, por primera vez en mucho tiempo, sea en su mayoría migrante regular (Gonzalez-Barrera, 2015; Passel y Cohn, 2018). Por otro lado, el mucho menor flujo total de México hacia Estados Unidos ha significado que la inmensa mayoría del mismo quepa dentro de los canales legales previstos para el mismo, en términos de visas de turista, visas de trabajo temporales, autorizaciones de residencia y permisos de trabajo previstos por el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). La migración indocumentada no ha dejado de existir, pero es mucho menor que hasta 2007. El hecho de que la migración mexicana hacia Estados Unidos se canalice por vías legales es un hecho inédito que no ocurría desde principios de la década de 1970. No hay, en términos objetivos actuales, un problema migratorio mexicano en Estados Unidos.

    Dado que la inmigración indocumentada mexicana era la mayor de todas, el hecho de que haya caído tan drásticamente cambia el panorama total de los flujos irregulares. Aunque los mexicanos todavía constituyen el mayor grupo nacional entre todos los indocumentados, la mayor parte de la migración indocumentada de cualquier país hacia Estados Unidos se explica por la llegada aérea de personas con visas de turista o temporales, que posteriormente no sale del país. Ante ese movimiento, los muros son absolutamente inútiles en la práctica, aunque políticamente sean armas letales.

    En términos relativos, sin embargo, el cambio es más fuerte en México: de ser un país de emigración, si se analizan sólo los flujos, México se volvió un país de inmigración neta y de transmigración desde 2007. Sucede así por los mexicanos que retornan, pero sobre todo porque la inmensa mayoría del flujo Estados Unidos-México es un movimiento de familias. Con las familias llegan, sobre todo, hijos y cónyuges nacidos en Estados Unidos (Masferrer, Hamilton y Denier, 2019), aunque también otros. ¿México está preparado para este flujo? ¿Es necesario prepararse y tener políticas para él, o basta con que cada quien se incorpore a México a partir de sus propias redes y sus propios parientes? ¿Qué sucede con las condiciones de salud de los retornados, con su inserción laboral en México? ¿Podría México promover a estos migrantes en condiciones que les permitan desarrollarse más y vivir mejor, al mismo tiempo que contribuyan a un mejor futuro para el país? Todos estos cambios se detallan en este libro, y los autores de ambos países coincidimos en que México sí está obligado a poner en práctica acciones que faciliten su integración, además de que esas prácticas pueden potenciar el desarrollo nacional.

    ¿Qué explica esta nueva situación? En primer lugar, el aumento de los flujos de Estados Unidos hacia México por el incremento de migrantes que regresaron, ya sea por motivaciones económicas, familiares o de salud, por ser deportados, o porque la deportación de algún miembro de la familia motivó el retorno de todo un hogar. Por otro, la desaceleración de la emigración desde México, es decir, la caída de los flujos hacia el Norte. Por último, la paulatina obtención de residencia permanente por parte de mexicanos en Estados Unidos.

    ¿Cuál sería el panorama si la migración no hubiera cambiado? En 2018 habría cuatro millones más de mexicanos en Estados Unidos (es decir, alrededor de 16 millones), y diez millones de indocumentados mexicanos, en vez de seis. El impacto en México sería mayor: no sólo serían cuatro millones menos, sino que, como las tasas de migración son más altas en zonas rurales, la escasez de adultos jóvenes hubiera impedido el desarrollo de la agricultura; el número anual de nacimientos sería sustancialmente menor (puesto que parten sobre todo jóvenes en edad reproductiva), y el despoblamiento rural sería un tema sobresaliente en México.

    Aunque los flujos han variado de manera importante, la diáspora mexicana en Estados Unidos es aún la mayor del mundo. La población nacida en México en ese país suma casi 12 millones de personas, y la que posee raíces en México en una o dos generaciones anteriores suma alrededor de 40 millones. Esa población también cambia: la disminución del movimiento de mexicanos sí la afecta. Se alarga su antigüedad de estancia en Estados Unidos: se estima que, para 2015, la mitad de la población indocumentada mexicana de Estados Unidos había vivido en ese país casi 15 años, mientras que en 2007 la mediana de la duración de la residencia entre la población irregular era de 8.6 años (Passel y Cohn, 2018). Su edad media también se ha incrementado; está envejeciendo porque se suman a ella menos jóvenes recién llegados. Cabe esperar también que la cantidad de nacimientos de hijos de mexicanos en Estados Unidos descienda paulatinamente, conforme la población migrante envejezca. Si las tendencias migratorias persisten, podría suponerse también que la escolaridad de los hijos de mexicanos, que ha sido de las más bajas en Estados Unidos, se incremente. La escolaridad es fuertemente afectada por el estatus migratorio de los padres, como se explica en el capítulo 3 sobre educación.

    Una población de inmigrantes crecientemente regular debería conducir a mejores resultados escolares entre sus descendientes. Por último, se ha debatido de manera intensa desde la década de 1990 cuál era el impacto del gran influjo de nuevos migrantes sobre los salarios y el bienestar de la población ya establecida en ese país. Aunque las investigaciones difieren en la estimación del impacto sobre la población en general, concuerdan en que los grandes flujos disminuían los salarios de los mexicanos ya establecidos que laboraban en las mismas industrias y puestos que los recién llegados. Por tanto, con menos inmigración mexicana, cabría suponer que se incremente el salario de los mexicanos establecidos, siempre y cuando no se produzcan políticas que profundicen su incorporación segmentada (Portes, 2007), o su permanencia en la pobreza y en una situación precaria en cuanto a derechos.

    Por otra parte, la disminución reciente no conlleva en estos años la disminución de la población de origen mexicano, sino por el contrario, su crecimiento, a partir de la creación de familias, muchas veces mixtas por su lugar de nacimiento, su origen étnico, o su estatus legal, mixto o irregular. De manera natural, con el asentamiento de migrantes mexicanos que forman uniones, tienen hijos y crean familias, aumentó el número de estadounidenses nacidos de padre o madre mexicanos. Con el tamaño de la población mexicana indocumentada creció también el volumen de familias con miembros con estatus regular e irregular, así como ciudadanos estadounidenses, mexicanos, y con doble nacionalidad. Esta población de origen mexicano, que en la actualidad es de aproximadamente 40 millones, crecerá con el tiempo si permanece en ese país.

    Sin embargo, esa población también es afectada por otras medidas, en particular por las crecientes restricciones de acceso a bienes públicos y servicios sociales, como se explica en este libro. En Estados Unidos, la afecta la menor propensión a gozar de seguro médico y prestaciones laborales, como se muestra en el capítulo 2, o la mínima documentación necesaria, tal como la inscripción en la seguridad social y las licencias de conducir. En México, aunque la mayoría parece tener acceso a servicios y programas sociales, también hay barreras en esto (capítulo 7).

    La población mexicana de Estados Unidos, y la que ha vuelto a México con o sin hijos nacidos allá, trabaja, vive, lucha, busca y aprovecha oportunidades para su bienestar en un contexto de restricciones. Para lograr el bienestar de esa población, y su aportación a sus familias y a ambos países, es necesario resolver estas barreras.

    El cambio observado en los últimos años estimula dos tipos de estudios. El primero se refiere a lo que sucede con los migrantes mismos y su calidad de vida en los dos países: ¿han variado sus empleos, su acceso a la educación, a la salud, al trabajo y al ingreso, a los programas sociales, y su percepción de seguridad o inseguridad? Cada uno de los capítulos de este libro explora estos temas. El segundo consiste en ahondar en los factores de cambio. Las condiciones de la migración en el mundo, y de recepción de los migrantes en los países de destino, se han deteriorado. Después de explicar quiénes somos los autores y qué sentido tiene este estudio en términos de las ciencias sociales binacionales, en esta introducción abordamos algunas de las discusiones globales en torno a la migración y su potencial para explicar el cambio que hemos observado.

    UNA COMUNIDAD BINACIONAL DE INVESTIGACIÓN

    Este libro no es una antología, ni una recopilación de otros trabajos. Cada capítulo fue escrito para contribuir a construir un panorama demográfico, social y económico de este grupo de millones de personas, y es producto de reuniones de discusión binacionales desarrolladas por varios años. Así, seguimos el ejemplo del Estudio binacional sobre migración México-Estados Unidos (1997 y 1998), convocado por ambos gobiernos en 1995. El equipo, de 20 investigadores y un coordinador por cada país, se dio a la tarea de llegar a acuerdos en cada tema a partir de enfoques, datos y formas de trabajo diferentes. En aquella primera ocasión partimos de la desconfianza mutua. Después de dos años de discusiones y trabajo conjunto, convinimos en haber construido un grupo poseedor de un bien escaso y valioso: una perspectiva y una forma de trabajo muy por encima de nuestras diferencias iniciales, sin eliminarlas; y un esquema de trabajo para discutir diferencias de manera constructiva y para acordar la más precisa y rigurosa visión binacional de los hechos relacionados con la migración. Este libro retoma dicho esquema.

    Tal vez igualmente valioso, en ese momento, resultó descubrir que México y Estados Unidos estaban profunda e íntimamente imbricados, y que nuestras poblaciones migrantes y no migrantes estaban construyendo una realidad social que sobrepasa la frontera, como afirma Andrew Selee en Vanishing Frontiers (Selee, 2018). No estábamos de acuerdo, entre nosotros, sobre las bondades del TLCAN. Sin embargo, el estudio nos convenció de que hay una unidad social real entre México y Estados Unidos, a pesar de los conflictos y las diferencias.

    Por esta razón, si bien posteriormente los dos gobiernos no volvieron a convocar al equipo, una parte amplia del mismo decidió reunirse a partir de 2004 para retomar el estudio, actualizarlo y darlo a conocer en ambos países. Mexico-U.S. Migration Management. A Binational Approach, o La gestión de la migración México-Estados Unidos. Un enfoque binacional, fue publicado en 2008 en ambos países con la lógica del primer estudio: cada capítulo fue construido y acordado por un equipo de especialistas, con la mejor evidencia y los mejores estudios disponibles hasta la fecha en ambos países. Ese libro ofrece una perspectiva binacional amplia del fenómeno migratorio México-Estados Unidos. La ausencia de los dos gobiernos como convocantes y patrocinadores hizo más difícil emprender y mantener los trabajos del equipo durante dos años. A cambio, obtuvimos independencia de la visión y de los intereses gubernamentales. Agradecemos a la Fundación Hewlett haber apoyado ese esfuerzo.

    El libro que aquí se presenta, el tercero que producimos con esta metodología y este espíritu binacional, ahora apoyado por la Fundación MacArthur México, retoma el estado de la migración veinte años después del primer estudio y del lanzamiento del TLCAN.

    Nuestra pequeña comunidad de investigación se ha transformado. Ya en el segundo estudio se incorporaron varios investigadores e investigadoras jóvenes. En esta tercera edición contribuyen investigadores talentosos, jóvenes y ya reconocidos, de ambos países. Dicha comunidad se ha ampliado. La mayor parte de los autores ha mantenido su trabajo en equipos binacionales, como resulta natural dado el fenómeno binacional de la migración. El rasgo común más importante que nos une es que, a pesar de las diferencias en formación, enfoque y nacionalidad, es posible y deseable construir conocimiento a través de las fronteras. Hoy en día existen múltiples comunidades de conocimiento en diversos temas binacionales. Los capítulos de población y educación de este estudio son un buen ejemplo. Ambos equipos han producido múltiples y excelentes estudios binacionales o multinacionales sobre esos temas.

    FACTORES DEL CAMBIO

    El hecho central de este tercer estudio es el fuerte cambio en las tendencias migratorias: una sustancial reducción en la migración de México hacia Estados Unidos, aunada a un rápido crecimiento, en México, de la población de mexicanos retornados de Estados Unidos y de niños y jóvenes nacidos en el país del norte con el derecho a la doble ciudadanía. Decidimos realizar este estudio porque es imprescindible profundizar, detallar y comunicar ese hecho: que se ha producido una reducción sustancial de la emigración mexicana y un crecimiento sin precedentes modernos de la población migrante de retorno y sus descendientes en México. En los hechos, la migración mexicana irregular dejó de ser un problema para la política de inmigración de Estados Unidos. Hoy, si bien persiste un pequeño flujo indocumentado de México hacia Estados Unidos, la inmensa mayoría del flujo pasa por los canales institucionales, y el resultado de esto es el aumento de una población migrante en México, no en Estados Unidos. Sin embargo, ninguno de los dos países ha reaccionado a este sustancial cambio como debería. En Estados Unidos, el cambio debería manifestarse en una mucho mayor atención a otras formas de entrada (la aérea, que ahora es la mayor fuente de migrantes irregulares, que llegan con visa de turismo o temporal y se quedan) y a otros grupos poblacionales. En México, por medio de políticas eficaces que lograran la reincorporación de los migrantes de retorno y de sus familias, y el trato humanitario hacia los transmigrantes que huyen de Guatemala, El Salvador, Honduras y otros países (el más reciente es Venezuela). Como una comunidad de investigación que reconoce la importancia de acordar y reconocer hechos y tendencias en la realidad, creemos que es hora de que ambos gobiernos —o aún mejor, los tres gobiernos de América del Norte— pacten bases mínimas para una política migratoria que fomente el bienestar general en esta amplia región.

    En 1998, a partir del primer estudio, Martin, Escobar, Donato y López hicieron una predicción optimista: el TLCAN fomentaría el crecimiento del empleo en México. Esto, aunado a un menor crecimiento poblacional mexicano derivado de la caída en la fecundidad, llevaría a una situación de menor presión para emigrar. En algún momento, la mayor creación interna de empleos y el menor crecimiento de la fuerza laboral llevaría a menor emigración laboral. La conclusión se refería a la política migratoria: México y Estados Unidos necesitaban un acuerdo migratorio porque se trataba de administrar una década, o década y media, de alta migración, la cual caería conforme el empleo en México respondiera a las condiciones favorables del TLCAN. De ese modo, se haría realidad el dicho de Carlos Salinas, según el cual México exportaría jitomates, no pizcadores de jitomate. La migración mexicana hacia Estados Unidos cayó y el retorno se incrementó, después de 2008. Sin embargo, las condiciones en que esto sucedió fueron muy distintas a lo que se predecía: se produjo una gran crisis económica y del empleo en Estados Unidos que afectó los mercados financieros globales y aumentó la criminalización de la migración indocumentada. Además, el crecimiento poblacional no cayó tanto como se había previsto. En esta sección se profundiza en algunos factores relacionados con el cambio en la migración.

    1. Empleo, remesas y decisiones familiares

    A principios de la primera década del siglo XXI, algunos autores (Janssen y Escobar, 2008) notamos que la migración estaba dejando de representar, en general, el mecanismo de complementación sustancial de ingresos domésticos que había sido durante cincuenta años. Si éste era el caso, entonces uno de los principales motores de dicha migración estaba dejando de operar.

    En primer lugar, aunque México recibía remesas sustanciales, tanto las remesas por migrante como las remesas como proporción del producto interno bruto (PIB), eran bajas en términos comparativos latinoamericanos. Las remesas, en 2004, equivalían a 3.5% del PIB. Sin embargo, nueve países latinoamericanos recibían, en 2003, más remesas de cada migrante en Estados Unidos que su PIB per cápita. México, sin embargo, sólo recibía 22% del PIB per cápita de cada migrante (Escobar, 2009). En otras palabras, la migración laboral internacional, para México, no representaba la colocación óptima de sus recursos laborales. Sin embargo, México como país no decide ni quiénes ni cuántos migrantes parten hacia Estados Unidos. Según la teoría clásica de la migración, deciden los migrantes mismos después de comparar sus ingresos locales con sus ingresos potenciales como migrantes. No obstante, esta teoría ha sido ampliamente superada. Según enfoques desarrollados en la década de 1980 (la nueva economía de la migración laboral), esta decisión corresponde a la familia, o al hogar. Aun en este caso, el cálculo para las familias ya no era tan favorable como lo pudo ser anteriormente.

    El argumento es el siguiente: la sobrevivencia doméstica es producto de la suma de los ingresos y los trabajos de sus miembros. La remesa enviada por un migrante desde Estados Unidos, que es una fracción del ingreso del migrante, es su contribución al ingreso familiar, mientras que los trabajadores que se quedan en México contribuyen con una mucho mayor proporción de su ingreso total, porque comparten casa y gasto. Aunque se gana mucho menos en México, la aportación doméstica del migrante puede rebasar el importe de la remesa. Entre los años 2000 y 2004, la remesa era inferior al salario ganado por los miembros del hogar en sus municipios, controlado por sexo, edad, condición étnica y escolaridad (el nivel escolar del migrante no se reporta en el censo: se estimó ese ingreso según el promedio de la escolaridad de los miembros del hogar).¹ Por lo tanto, la migración laboral, en promedio, no era una fuente de mayores ingresos para el hogar que el trabajo en México, en el municipio de residencia del hogar (Janssen y Escobar, 2008).

    Este análisis se basa en el enfoque teórico de la llamada nueva economía de la migración laboral (Stark y Bloom, 1985), según la cual la migración laboral se basa en dos premisas: 1) la unidad social que pone en marcha una estrategia de ingresos es el hogar, y no sólo el individuo, y la sobrevivencia que se asegura es la del hogar y la familia; y 2) la diversificación de ingresos que ofrece la migración suple la existencia de mercados de riesgo (y de seguros) en las comunidades de salida de los migrantes: al diversificar fuentes de ingreso, se ofrece seguridad a la unidad doméstica.

    Según esta teoría, los ingresos de la migración (remesas) no necesitan ser mayores que los locales, sino compensar los riesgos de los ingresos locales. En este sentido, si el ingreso neto de la migración, que es la remesa, es menor que un salario local, esto no necesariamente le quita sentido a la migración, siempre y cuando la remesa compense las variaciones de los ingresos locales. Los economistas que desarrollaron este enfoque en México (Taylor, 1992; Yúnez-Naude y Meléndez-Martínez, 2007) también encuentran que la migración laboral provoca procesos locales de mayor desigualdad, porque ciertos hogares incrementan sus ingresos por la vía de la migración, lo cual provoca un efecto de demostración y un incremento de las salidas desde la comunidad. Esto significa que, para varios análisis basados en este enfoque, sí se espera que la migración no sólo compense riesgos locales, sino incremente ingresos.

    El análisis de Janssen y Escobar (2008), sin embargo, se refiere a un solo año. No establece si la situación es resultado de una disminución de las remesas, o si por el contrario, los ingresos de las remesas ya habían sido antes de este nivel. Podría ser que, al analizarse la economía local o municipal en su conjunto, contar con un porcentaje significativo de la fuerza de trabajo en otros mercados de trabajo distantes le quite presión al empleo local, y por lo tanto la migración tenga como impacto un alza de los ingresos locales.

    Nótese que, si bien el censo no registra el monto de los gastos realizados por los hogares para migrar (el viaje, el pago al pollero o coyote, el tiempo que pasa desde que un migrante se va hasta que el hogar empieza a recibir remesas), en realidad las remesas no representan ingresos netos del hogar, por lo menos mientras se pagan las deudas contraídas para financiar la migración de un miembro. El ingreso neto del hogar por migrante es todavía menor.

    En suma, aunque México recibía remesas sustanciales a principios del milenio, ni estas remesas eran proporcionales a la cantidad de trabajadores mexicanos en Estados Unidos, ni, en promedio, dichas remesas representaban para los hogares mayores ingresos que la permanencia del trabajador en la comunidad de origen. Podría ser, entonces, que la migración no fuera una solución económica para los hogares, incluso en los años del boom del empleo en Estados Unidos. Si no era entonces una solución, ¿por qué continuar con ella, particularmente si en los años de crisis posteriores a 2008 estas remesas per cápita disminuyeron más, y las condiciones de vida de los migrantes en sus comunidades en Estados Unidos empeoraron, como se describe en el capítulo 5 de este libro? Además, el empleo asalariado creció en las zonas rurales mexicanas, particularmente en el occidente y norte. El análisis mencionado implica que la decisión de dejar de migrar puede no haber sido tan difícil para los hogares en esas circunstancias.

    2. La crisis y el desempleo

    Según se muestra en este libro, durante los años de mayor migración laboral, al inicio del siglo XXI, los trabajadores mexicanos se dirigieron en gran medida hacia el sector de la construcción de Estados Unidos, en auge en ese entonces. En dichos empleos, eran comunes los salarios de veinte dólares por hora, con bonos adicionales por productividad y horas extras.

    A pesar de lo anterior, el incremento de la fuerza de trabajo en la construcción tuvo un revés rápido y drástico a partir de 2007. En Estados Unidos, el desempleo creció más entre los hispánicos migrantes que entre otros grupos. En un año, subió de 5.1 a 8%, y la tasa de empleo bajó de 67.5 a 64.7%. Algo similar sucedió entre los hispánicos nacidos en Estados Unidos y entre la población afroamericana (Passel y Cohn, 2009). En otras palabras, la escasez de empleos bien pagados provocó la migración de menos trabajadores. Aunque nuestro capítulo sobre empleo muestra que la recuperación del empleo fue lenta, dicha recuperación, no obstante, llegó. Pero la migración mexicana no se recuperó. Aun cuando se generaron más empleos, los mexicanos ya no volvieron a migrar en las cantidades observadas entre 2000 y 2006.

    Un antecedente significativo de la Gran Recesión ocurrió entre 2001 y 2002, cuando el crecimiento del empleo se aminoró en Estados Unidos. En esa ocasión, la migración neta anual de México al país del norte se redujo entre 30 y 40%, pero retomó su crecimiento tan pronto como el empleo se recuperó (Passel, 2008). Ésta había sido siempre la naturaleza de la migración laboral mexicana: seguía de cerca la dinámica del empleo estadounidense. Pero no sucedió así después de 2007.

    En resumen, aunque sin duda la crisis representó mayores dificultades para emplearse, y podría relacionarse con una menor migración en 2008-2010, la falta de recuperación de la migración laboral indica que otros factores también pesaron después de los peores años de la Gran Recesión. Basta señalar que otras poblaciones, notablemente la centroamericana, incrementaron de manera significativa su presencia en estos mercados de trabajo después de 2010. Sin dejar de lado que las condiciones laborales y los salarios de los migrantes de retorno y de los estadounidenses en México sufrieron deterioros importantes en todas las regiones del país (Denier y Masferrer, 2020).

    3. Criminalización en Estados Unidos; violencia y criminalidad en México

    Este factor engloba dos fenómenos: por una parte, se identifica, persigue y castiga al migrante. Se penaliza ser migrante en general, y migrante indocumentado en particular. En la mayoría de las órdenes de remoción voluntaria emitidas por un juez de Estados Unidos, se advierte que la reincidencia se castigará con cárcel obligatoria. La inmensa mayoría de los migrantes sabe esto, y es consciente del mayor riesgo de migrar sin documentos. Se puede decir que la criminalización opera a través del miedo: no necesariamente se castiga en los hechos a todos los migrantes, pero su vida se tiñe de angustia, de aislamiento, del estigma de pertenecer a poblaciones ilegales, del secreto de ser indocumentado. También, la migración indocumentada es cada vez un mayor negocio para organizaciones criminales en ambos países, lo que implica mayores riesgos y costos para migrar. En síntesis: se criminaliza ser migrante, además, migrar liga a los indocumentados con grupos criminales en ambos países, a los cuales debe pagarse rescate con frecuencia.

    El fenómeno es claramente observable en el crecimiento de la población carcelaria mexicana en Estados Unidos. Si bien este fenómeno se refleja poco en la población en cárceles federales, estatales y de condado. Pero está muy claro en el crecimiento del negocio privado de los centros de detención de migrantes, un negocio creciente, facilitado por financiamientos etiquetados para tal fin por el Congreso

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