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¿Volver a casa?: Migrantes de retorno en América Latina. Debates, tendencias y experiencias divergentes
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Libro electrónico766 páginas7 horas

¿Volver a casa?: Migrantes de retorno en América Latina. Debates, tendencias y experiencias divergentes

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Esta obra tiene un doble propósito. Primero, contribuir a la comprensión de las experiencias divergentes de relocalización de los migrantes, de las modalidades y los significados que adquirió volver a casa en América Latina a partir de 2008, punto de inflexión hacia una recesión económica que ha tenido efectos nodales sobre la dinámica de los flujo
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento21 oct 2020
ISBN9786075641980
¿Volver a casa?: Migrantes de retorno en América Latina. Debates, tendencias y experiencias divergentes

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    ¿Volver a casa? - Liliana Rivera Sánchez

    Amorrortu.

    DEL ANÁLISIS, LAS EXPERIENCIAS Y LAS MODALIDADES DE VOLVER A CASA EN AMÉRICA LATINA

    UNA INTRODUCCIÓN A LOS ESTUDIOS SOBRE RETORNO MIGRATORIO Y DEPORTACIONES

    Liliana Rivera Sánchez*

    PREÁMBULO

    Para un migrante¹ que ha vivido una parte sustantiva de su vida en otro país, ¿qué significa regresar al país de origen? ¿Quiénes son esos migrantes que hoy regresan al país del cual salieron a buscarse la vida? ¿En qué condiciones vuelven y qué desafíos enfrentan? ¿Cómo se acomodan las piezas del rompecabezas vital al volver a casa? Es decir, ¿cómo se relocalizan los migrantes en las familias, los barrios, las localidades y los países? Esos lugares que a veces son idealizados y añorados en la distancia y que, en algunos casos, suelen volverse ajenos y hostiles cuando se regresa a ellos. En el transcurrir de esta ausencia, los cambios han precipitado transformaciones, las que son evidentes no sólo en el migrante que ha experimentado la movilidad y el contacto con otros universos simbólicos, en sociedades caracterizadas por la presencia de personas procedentes de diversas latitudes, con variados credos religiosos, otros hábitos, valores y códigos culturales; también, los cambios se manifiestan en los familiares hayan o no emigrado, además de en los lugares de referencia social.

    A partir de tales interrogantes, este libro pretende discurrir, a lo largo de sus capítulos, en torno al significado e implicaciones del proceso de retorno y a la experiencia de relocalización de los migrantes en América Latina, es decir, pretende contribuir a explicar cómo se vive la experiencia contemporánea de post-retorno migratorio y qué implicaciones tiene en las sociedades latinoamericanas.

    Así pues, el propósito de esta obra es doble. Primero, contribuir a la construcción de un mapa de ruta para comprender, de manera directa, las experiencias divergentes de relocalización de los migrantes, las modalidades y significados que adquiere volver a casa en América Latina a partir de 2008,² a punto de inflexión hacia una recesión económica que tuvo efectos notables sobre los mercados laborales e inmobiliarios a escala global, y que se manifestaron inmediatamente en los países receptores de inmigrantes y en la dinámica de los flujos migratorios (Glick Schiller y Salazar, 2013). Segundo, explicar y analizar los efectos y las dinámicas diferenciadas de volver a casa en los diversos países de la región latinoamericana, en un momento histórico signado por el control de las migraciones y el cierre de las fronteras nacionales (Golash-Boza, 2016)

    Uno de los propósitos centrales de las investigaciones que se realizaron inmediatamente después de la crisis económica global de 2008, en diversas ciudades de América Latina, tuvo como objetivo convergente comprender qué factores intervenían y cómo se acomodaban las piezas vitales y contextuales para que los migrantes regresaran a estas localidades urbanas, que no en todos los casos eran los lugares de origen o estadía previa a emigrar a un destino internacional (Rivera, 2011; Masferrer y Roberts, 2012; Masferrer, 2014); luego, qué ocurría con estos migrantes una vez que volvían, después de vivir y trabajar por periodos, a veces largos, en Estados Unidos o en algún otro país, particularmente de Europa (Massey y Riosmena, 2010; Hamann y Zúñiga, 2011; Jones, 2011; Bocagni, 2011; Schramm, 2011). En especial, uno de los intereses centrales fue dar cuenta de los factores intervinientes y cómo funcionaban, para explicar por qué y cómo los migrantes decidían quemar las naves una vez que volvían al país, o re-emigrar al país del cual habían retornado, o bien a otro destino internacional (Rivera, 2013).

    No obstante, desde entonces la migración de retorno a los países de América Latina se ha precipitado a un ritmo más acelerado de lo previsto (Parella y Petroff, 2013). Las experiencias contemporáneas de post-retorno no se dirimen solamente entre establecerse o volver a migrar, tampoco los motivos para retornar se clasifican exclusivamente entre los de carácter voluntario e involuntario, sino también como forzado o menos forzado, y en diversos estudios se ha registrado la compleja combinación de múltiples motivos para volver, pero también para establecerse una vez que vuelven, tanto por las condiciones económicas de los mercados laborales y las de inseguridad y violencia en los diversos países de acogida, como por los cambios experimentados durante el tiempo de ausencia, a la vez que por la implementación de políticas migratorias que constriñen la movilidad y clasifican a los migrantes (Golash-Boza, 2014; Bolognani, 2016; Albicker y Velasco, 2016; De Hass, Natter y Vezzoli, 2016). Aún más, por la emergencia de políticas de seguridad nacional al interior de los países mayormente receptores de migrantes, como ha sido evidente, al menos durante los últimos 15 años, tanto en Estados Unidos como en algunos países de Europa (Holland, 2014; Dingeman-Cerda, 2017).

    Así, desde los albores de la crisis internacional que iniciara a finales de 2007 y estallara en 2008, se detonó una fructífera producción académica relacionada con la experiencia migratoria de volver al país de origen en América Latina, y en otros países que originalmente eran vistos fundamentalmente como expulsores de migrantes; éste también es el caso de algunos países de África y Asia (Musette, 2007; Biao, Yeoh y Toyota, 2013). En esta obra que el lector tiene en sus manos, se incluyen contribuciones de investigadores de diversas instituciones y países de América Latina y España, con quienes en su mayoría compartimos, durante una década, debates e intercambios en torno a las recientes y aceleradas transformaciones de las movilidades globales y sus efectos societales.

    Por ello, este libro constituye también una oportunidad de balance académico, justo en el filo de lo que se vislumbra como el cierre de una etapa migratoria y la apertura de un nuevo ciclo en la dinámica de las migraciones globales (Golash-Boza, 2015). De este modo, la obra apuesta a contribuir desde América Latina, con una lectura acerca del cierre de esta etapa, marcada por un régimen de las migraciones y las movilidades internacionales; pero particularmente en una nueva fase de exacerbación de los discursos de las ultraderechas nacionalistas, y a veces también xenófobas. Es así que este libro podría ser también una obra esencial, hacia una nueva era donde el estudio del retorno se centre principalmente en el de las deportaciones y las expulsiones de migrantes (Bibler-Coutin, 2015; Price y Breese, 2016).

    En esta introducción se optó por mostrar variadas entradas analíticas a los estudios migratorios de retorno/post-retorno, y presentar algunos de los debates centrales que manifiestan la complejidad del retorno migratorio, sus dificultades de abordaje, así como las trayectorias divergentes que toman los migrantes que regresan a algún país en América Latina, relacionadas con las experiencias de post-retorno, post-deportaciones y con las relocalizaciones de los migrantes, como se les denomina según la tradición académica en la que se inscriba la investigación (Rivera, 2015; Prunier, 2017).

    En suma, así como ha cambiado durante las últimas dos décadas el perfil demográfico de quienes se dirigen hacia destinos internacionales en América Latina, también ha cambiado el perfil de quienes retornan y las modalidades de relocalización respecto de las décadas previas, migrantes que se distinguían por volver y traer consigo dinero, haber acumulado importantes capitales tanto económicos como sociales, y desarrollado, a partir de ellos, diversos emprendimientos que generaban estatus, reconocimiento social y recursos económicos significativos (Massey, Durand y Pren, 2016; Durand, 2004; Durand y Massey, 2003; Espinosa, 1998).

    Finalmente, este capítulo tiene como objetivo principal introducir al lector en algunos de los principales debates relacionados con el retorno migratorio y sus modalidades de abordaje en América Latina. Consta de cuatro secciones. En la primera parte se presentan las perspectivas y las aproximaciones analíticas desde las que se ha abordado el estudio del retorno en el campo de las migraciones internacionales; para ello se desarrollan breves apuntes sobre las implicaciones analíticas que impone la elección de un lente y una concepción específica del proceso migratorio, y luego, del retorno como parte esencial de este proceso. En la segunda parte se reseñan algunos de los estudios sobre retorno y post-retorno a países de América Latina, tomando como un punto de inflexión la crisis económica de 2008. Además, se realizan observaciones contrastadas entre los estudios efectuados antes y después de este momento, para dar cuenta de los cambios acontecidos en las experiencias de regreso a los países de origen en este continente, el contexto en el que tales desplazamientos y experiencias tienen lugar y sus modalidades de abordaje.

    Por último, en una tercera parte se desarrollan algunas notas sobre los estudios recientes relacionados con las deportaciones realizadas en lo que va de este siglo, hacia países de la región latinoamericana, para mostrar algunas aproximaciones analíticas, y en particular para subrayar esta experiencia de volver a casa como un tipo de migración forzada, específicamente como retorno forzado; es decir, cómo las modalidades de regreso tienen efectos sobre las experiencias post-retorno a los países de origen, los contextos en los cuales ocurre y las formas como las políticas de migración y control fronterizo, así como las de seguridad nacional, funcionan a manera de dispositivos de control social de los migrantes y, consecuentemente, modelan la dinámica de las movilidades contemporáneas en el continente.

    En la parte final de este capítulo introductorio se presenta la estructura del libro, entre apartados y capítulos, y finalmente se concluye con una breve nota de agradecimiento.

    LOS ESTUDIOS SOBRE RETORNO MIGRATORIO. BREVES NOTAS SOBRE LAS PERSPECTIVAS Y LAS APROXIMACIONES TEÓRICAS

    La migración de retorno fue estudiada comúnmente como la última etapa del proceso migratorio. Su estudio se asoció, con la relación entre migración y desarrollo, tanto en los estudios de la migración interna como en los de las migraciones internacionales; asimismo, se volvió una generalización de sentido común la sentencia de que los migrantes retornados podrían ser actores sociales de cambio en los lugares a los cuales regresaban. De hecho, se asumió, hasta finales del siglo XX, que los migrantes procedentes de destinos internacionales que retornaban a su país de origen lo hacían particularmente a la localidad desde donde emprendieron el desplazamiento internacional, hacia las llamadas localidades de origen en el campo de estudio de las migraciones (Levitt, 2001; Papail, 2002; Cassarino, 2004; Durand, 2004 y 2005). Estos planteamientos llevaron a considerar que el retorno constituye una parte del proceso migratorio, es decir la conclusión del proyecto del migrante, y entonces, a asumirlo automáticamente como un regreso a la localidad de origen, regreso que se asocia a uno de carácter permanente y, generalmente, definitivo, para reinsertarse en la dinámica local y volver al terruño.

    Desde los estudios pioneros de las migraciones internacionales, el retorno se consideró parte del proceso migratorio y como tal fue abordado en los estudios clásicos de este campo. Por ejemplo, es referido en las Leyes de Ravenstein (1885 y 1889), en las cuales se propone explicar las dinámicas de los flujos poblacionales entre regiones y países, los ritmos y las modalidades que adquirieron los movimientos de personas en la lógica de intercambio trabajo/capital entre países. Estos principios axiomáticos que se constituyeron como leyes generales fueron centrales para la constitución de un campo de estudio de las migraciones en la década de los sesenta del siglo veinte; específicamente, fueron incorporados en los presupuestos básicos para explicar la ocurrencia de las migraciones desde el enfoque de la economía neoclásica.

    En términos generales, el retorno de los migrantes laborales fue explicado desde cinco perspectivas teóricas, con sus variantes al interior, las cuales han tenido como propósito central dar cuenta, sobre todo, del inicio del proceso migratorio, por lo que si bien no fueron elaboradas para entender las consecuencias de la migración de retorno, han sido el referente para explicar la lógica de la migración de retorno; es decir, desde esas perspectivas se responde básicamente a las siguientes preguntas: por qué se emigra, cuáles son las motivaciones y los incentivos para hacerlo; por lo tanto, no se elaboran argumentos específicos ni se establecen supuestos para explicar el retorno y sus consecuencias como una etapa particular de este proceso, sino que se infiere, a partir de tales preguntas y respuestas, cuáles podrían ser las variables explicativas del regreso como otro evento en el proceso migratorio.

    La perspectiva neoclásica y la llamada New Economics of Labour Migration explicaron la migración como parte de las decisiones racionales, económicas, que toman los individuos para maximizar su beneficio. Así, ambas perspectivas se basan particularmente en el presupuesto de la disparidad salarial como el motor que conduce a tomar la decisión de emigrar (Todaro, 1969). La perspectiva neoclásica explica, desde esta lógica, el retorno como una consecuencia de la experiencia de fracaso del migrante, o bien como una resultante de las expectativas sobre el capital humano, que no fue apreciado en la dimensión esperada (Cassarino, 2004 y 2008; Durand, 2004). Mientras, la Nueva Economía de la migración laboral supone que no se trató de un fracaso de los individuos que tomaron la decisión de emigrar, ni de una falla en el cálculo realizado sobre su capital humano, sino, por el contrario, el retorno se explica como la conclusión de las metas económicas que el migrante —conjuntamente con los demás miembros de su familia— se fijó como objetivo y luego valoró en el momento de tomar la decisión de emigrar, de alguno de los miembros de la familia.

    En consecuencia, Stark (1991) considera que el retorno es justamente un resultado lógico que fue previsto en el cálculo realizado al emprender el desplazamiento, lo que implica un desenlace exitoso del proyecto migratorio; es decir, supone que el cierre del círculo, en tanto regreso al lugar de origen, indica que el inmigrante, por un lado, probablemente ha realizado ahorros, y por el otro, que ha enviado recursos económicos a su familia en el transcurso de su estancia migratoria en un destino internacional. Los dos aspectos anteriores contribuyen, así, tanto a diversificar las fuentes de ingreso del hogar como a inyectarle dinamismo a la economía local, tanto en el país de origen como en el de destino. En esa línea de reflexión, Taylor (1996) sugiere que el migrante, cuando retorna, no sólo ha consumado sus metas como migrante y las de su familia, sino que con su decisión de regresar ha adquirido habilidades, acumulado capitales y conocimiento que puede potenciar en su nuevo lugar de inserción; de este modo, el hecho de que el migrante realice esta consideración y la misma sea considerada por otros emigrantes y familiares como una decisión racional, es decir como de cálculo medios-fines, podría incrementar las probabilidades de retorno de otros emigrantes.

    No obstante que ambas perspectivas ofrecen motivaciones económicas tanto para emigrar a un destino internacional como para retornar al país de origen, no incluyen en su modelo para explicar el fracaso o bien el éxito —como señala Cassarino (2004: 257)—del regreso de los migrantes, cuales son las condiciones específicas, tanto institucionales como macroestructurales, del contexto de regreso de la región de origen/retorno. Esto es, las consideraciones para retornar y su visión de inserción se centran en las condiciones y características del individuo y el hogar, y eventualmente consideran también las posibilidades reales de una mejor reinserción laboral debido a las habilidades y destrezas adquiridas en el lugar de destino de la migración. Así, a partir de las condiciones y características antes enunciadas, se explica tanto el comportamiento del migrante como el funcionamiento de los mercados de trabajo a partir de una visión individualista. Esta perspectiva analítica inspiró durante décadas la tesis del push and pull que dominó durante largo tiempo los estudios migratorios y que aún se evidencia como predominante en varias disciplinas para explicar la lógica de las movilidades humanas y las relaciones entre orígenes y destinos de las migraciones (Gandini, Lozano y Gaspar, 2015).

    Como contraparte, el enfoque estructural sobre la migración de retorno introduce el contexto como una variable relevante a considerar, fundamentalmente el contexto institucional y el socioeconómico del país de origen/retorno, los llamados factores situacionales y estructurales que condicionan el resultado del retorno y las motivaciones para tomar la decisión de regresar. Así, se sugiere que en la medida en que el acto de volver implica una readaptación a otro ambiente, también podría conducir a una re-emigración en caso de que tal ajuste no se consiguiera, o bien al establecimiento permanente, en el caso opuesto; de tal manera que los factores contextuales ejerzan un papel central, no sólo las habilidades adquiridas y el dinero ahorrado por el migrante para retornar.

    Así, desde este enfoque, la migración de retorno no sólo tiene efectos multiplicadores de desarrollo, dado que está mediada precisamente por las condiciones diferenciales de los mercados y las dinámicas sociales/institucionales de los contextos; esto es, la relación asimétrica entre los países de origen y destino podría imponerse también al retornar, y entonces no ofrecerle al migrante las condiciones suficientes para una movilidad social ascendente, ni siquiera, quizá, para una readaptación o reajuste de expectativas sociales. Esto presupone que no existe un proceso de intercambio de recursos permanente entre ambos países (Singer, 1975); por lo mismo, pareciera que el inmigrante, durante el tiempo de estadía en un destino internacional, se mantiene desconectado del ambiente social ligado a la sociedad de origen/retorno, lo que implica no reconocer la circulación y la movilización de recursos entre estos lugares (de origen, recepción y retorno) (Durand, 2004).

    En suma, desde el enfoque estructural —y desde sus diversas vertientes teóricas—, se proponen, en términos generales, las siguientes variables básicas para estudiar el retorno: el tiempo de estancia como inmigrante, la escolaridad, la experiencia laboral, las habilidades adquiridas, el capital acumulado y las características de los contextos institucional y social del país de origen.

    Por otra parte, desde la perspectiva de redes sociales, se tiene como supuesto que existe tal movilización de recursos, tanto económicos como sociales, y que precisamente mediante las redes sociales y de los vínculos que se mantienen entre las sociedades de origen y destino es como se vuelve realizable el retorno. Las estructuras sociales sobre las que descansan las redes y su constante intercambio conforman ciertos capitales que son útiles tanto para emigrar como para retornar. No obstante, no todos los migrantes tienen acceso homogéneo a tal capital, ni siquiera a insertarse por igual en las redes; además, las posibilidades y condiciones del retorno también son heterogéneas y dependerán de los recursos disponibles, el acceso a capitales y, por supuesto, de las posiciones de los actores en los campos sociales (Bourdieu, 1990).

    Dos consideraciones analíticas son relevantes en la perspectiva de redes para identificar las unidades de análisis: primera, los individuos como actores sociales involucrados en redes de relaciones, y segunda, la relevancia de tener en cuenta que tales redes conforman diversos tipos de agregados, o bien organizaciones, y luego, que éstas plantean a su vez diferentes niveles de involucramiento, orientación y estrategias de relación (Cassarino, 2004 y 2008).

    Finalmente, la perspectiva de redes plantea estudiar a los retornados no como un agregado o un grupo homogéneo, sino como individuos insertos en redes de relaciones que influyen también sobre sus acciones y decisiones, de tal modo que la movilización de recursos a través de las redes sociales no sólo es de recursos tangibles, sino también de recursos intangibles, como puede ser, por ejemplo el capital social (Durand, 2004; Cassarino, 2004). Es decir, desde la perspectiva de redes resulta relevante estudiar las relaciones entre los retornados y los inmigrantes que no retornan, pero también de manera paralela dan cuenta de la movilización de recursos que ocurre a través de las redes que atraviesan las fronteras y que pueden vincular a migrantes y no migrantes (Cassarino, 2004 y 2008; Durand y Massey, 2003).

    Así, Durand (2004) propone que la teoría del capital social puede explicar también las probabilidades del retorno, al igual que ha explicado la salida acumulada de migrantes de un lugar de origen hacia un mismo lugar de destino. Es decir, la teoría de la causalidad acumulativa (Massey, Goldring y Durand, 1994) llevada al contexto de retorno podría significar que a mayor experiencia acumulada de retorno en la familia, la comunidad y el país de origen, mayores posibilidades de que se dé el retorno a nivel personal (Durand, 2004: 110).

    Ahora bien, desde la perspectiva transnacional y más tarde también desde la perspectiva global de las migraciones, se ha asumido que el retorno es una fase del proceso migratorio inscrita en la dinámica sistémica y compleja del mismo proceso, el cual incluye relaciones económicas, sociales y culturales entre las sociedades de origen y destino, mediadas por un constante intercambio de recursos, esto es, la circulación de dinero, bienes, ideas, información y valores (Levitt, 2001). Uno de los supuestos básicos descansa sobre la sentencia de que, se mantienen relaciones estrechas y constantes entre migrantes y no migrantes mediante prácticas transnacionales y las distintas formas de involucramiento entre las personas localizadas en diversas latitudes pero unidas por vínculos sociales (Basch et al., 1994; Guarnizo, 1997). Lo anterior significa que existen formas de ser y formas de pertenecer a campos sociales transnacionales; esto implica, fundamentalmente, diferentes grados de involucramiento en prácticas transnacionales, con posibilidades diferenciadas para movilizar recursos entre estos espacios (Levitt y Glick Schiller, 2004; Glick-Schiller, 2005).

    En la lógica de la propuesta antes referida, el retorno debe ser estudiado considerando las características, modalidades y prácticas de involucramiento entre los lugares de origen y los de destino, pero además teniendo en cuenta la intersección entre el ambiente social y las estructuras institucionales de ambas sociedades.

    En suma, el retorno aparece, desde la perspectiva transnacional, como la contraparte de los estudios sobre los procesos de integración/incorporación en las sociedades destino, como una pieza de la experiencia vital que se produce al atravesar diversos tipos de fronteras, de experimentar procesos de fronterización, además de circular constantemente por diferentes lugares, lo cual constituye parte de la experiencia de las movilidades entre sociedades desiguales en esta etapa específica del funcionamiento del sistema capitalista global (Glick-Schiller, 2005 y 2007; Glick Schiller y Salazar, 2013).

    En la siguiente sección se recuperarán algunos elementos de las perspectivas antes revisadas, con el propósito de mostrar el tipo de investigaciones realizadas a partir de estas aproximaciones analíticas.

    MODALIDADES DE ESTUDIOS SOBRE RETORNO Y POST-RETORNO EN AMÉRICA LATINA. ENTRE EL ANTES Y DESPUÉS DE LA CRISIS DE 2008

    Durante la década de los noventa, cuando la mayor parte de los estudios en el campo de las migraciones estaban dedicados a analizar los nuevos flujos de migrantes, y su intensificación a partir de la segunda mitad de esa década, los cambios en los patrones migratorios no sólo desde América Latina hacia Estados Unidos, sino también hacia Europa, sobre todo hacia España, Italia, el Reino Unido y los Países Bajos (Herrera y Ramírez, eds., 2008; Levine ed., 2008), el interés por estudiar a los migrantes de retorno fue escaso y se centró fundamentalmente en explicar, una vez más, por qué volvían a su país de origen. Esto es, dieron cuenta, por un lado, de su intención de regresar cuando aún se localizaban en los lugares de destino de las migraciones laborales/globales (Bastia, 2011), y por el otro, de cuáles habían sido sus motivaciones para volver cuando ya estaban en el lugar de origen/retorno (Fokkema, 2011; Hunter, 2010; Constant y Massey, 2002).

    Estos cuestionamientos (por qué regresan y cuál es su probabilidad de hacerlo) se convirtieron también en piezas relevantes para las investigaciones acerca del papel de las remesas económicas en el lugar de origen/retorno, y en este contexto también lo fueron para la actualización del debate en torno al nexo migración y desarrollo, así como para fortalecer la apuesta en los migrantes de retorno como agentes detonadores del desarrollo regional/nacional (Herrera y Eguiguren, 2014; Sinatti y Horst, 2014; Delgado-Wise y Márquez, 2007)

    Durante las últimas tres décadas, los estudios sobre el retorno de los migrantes se inspiraron en diversos estudios que se convirtieron en referentes ineludibles del tema migratorio, como es el caso de la obra de Cerase (1974), un texto sobre migrantes italianos retornados. La idea central no fue ya averiguar los motivos del regreso a Italia, sino interpretar/explicar cómo se conformaban las experiencias de estos inmigrantes al momento de regresar al lugar de origen, y de recuperar como premisa la sentencia de que la intersección de los contextos (origen/retorno-destino internacional) define las oportunidades y luego éstas modelan las experiencias de post-retorno (Massey, Alarcón et al., 1987; Carling, 2004; Papail, 2005; Orrego y Martínez, 2015).

    Este modelo explicativo para entender la variabilidad de las experiencias de post-retorno, derivado de la obra de Cerase (1974), fue pionero en el uso de tipologías como un recurso metodológico para agrupar y sistematizar diversos tipos de experiencias al volver al lugar de origen, incluyendo los contextos y las estructuras de oportunidades como factores explicativos nodales, e incorporando la temporalidad como una variable explicativa. Esta propuesta fue importante como un modelo analítico para la realización de estudios posteriores (Carling, 2004; Bhatt y Roberts, 2012), como lo fue también la obra de Gmelch (1980) para definir quiénes son inmigrantes de retorno versus quiénes son migrantes circulares, o turistas en su propia tierra, algo que se volvió una referencia para los estudios acerca de las expectativas de retorno o las probabilidades de retornar, en este subcampo de estudio sobre la migración de vuelta a casa (Lindstrom,1996; Zahniser, 1999).

    De la década de los ochenta destaca la obra de Fawcet (1989), una de las mayormente referidas y debatidas en este tema. El autor logra combinar, en una propuesta, una mirada desde las micro-decisiones, a escala individual, con un enfoque ligado a la función que cumplen las redes familiares y comunitarias en los sistemas migratorios, a escala meso-. De este modo, la decisión de retornar podría ser interpretada como una consecuencia de las interconexiones entre lugares vinculados con un mismo sistema migratorio, nuevamente la vuelta al tema de las motivaciones para tomar la decisión de regresar al país de origen como una condición que permitiría explicar la variabilidad de las experiencias de post-retorno (D’Aubeterre, 2012; D’Aubeterre y Rivermar, eds., 2014).

    En términos generales, las experiencias de post-retorno migratorio se han estudiado desde dos aspectos, ambos referidos a la metodología de los estudios de caso, la mayoría puestos a prueba en la modalidad de estudio de caso único:

    a) la primera perspectiva se propone explicar las diferencias en las experiencias de los migrantes una vez que regresan a su país de origen, a partir de considerar su relación entre las condiciones socioeconómicas actuales respecto de las que tenían justo en el momento de retornar (Horst, 2007); esto es, subyace el supuesto de que no es posible comprender las experiencias de post-retorno sin entender las condiciones de vida que el migrante tenía en la sociedad de destino migratorio (Van Houte y Davids, 2008). En esta misma línea podrían agruparse algunos de los estudios que se han realizado en torno al papel que desempeña el capital humano desarrollado durante la estancia migratoria internacional y cómo éste se traduce en modalidades de reinserción en el país de retorno (Hagan y Wassink, 2016; Prieto, Pellegrino y Koolhaas, 2015; Ramírez-García y Lozano, 2015).

    Asimismo, en este conjunto de estudios se encuentran también las investigaciones que consideran los márgenes de posibilidad que ha tenido el migrante para tomar la decisión de regresar, sin mayores presiones que su propio discernimiento como factor central para desarrollar también agencia social durante su experiencia de post-retorno (Bhatt y Roberts, 2012), lo que Cassarino habría de nombrar como la preparación para regresar, la cual se asume que ocurre, según el autor, en condiciones de migración no forzada, en su acepción de migración voluntaria y planeada (Cassarino, 2008: 26; Cassarino, 2014).

    b) La segunda propuesta consiste en explicar las diferencias en la experiencia de post-retorno a partir de interpretar la experiencia subjetiva de los migrantes retornados. En algunos de los estudios realizados hacia finales de la década de los noventa, se intersecta con las reflexiones que, desde la perspectiva transnacional de las migraciones, se han considerado sobre la migración de retorno.

    Desde esta visión de los procesos, el resultado del retorno y la experiencia post-retorno están relacionados con el tipo de prácticas transnacionales desarrolladas antes de regresar al país de origen y luego a las prácticas transnacionales que se realicen durante la experiencia post-retorno en el lugar de nueva inserción (Horst, 2007), suponiendo que en esta experiencia de acomodamiento se expresarán las dinámicas de las prácticas transnacionales y el efecto de las redes de contacto mantenidas durante la estancia como inmigrante (Van Meeteren, Engbersen et al., 2014; Fuller-Iglesias, 2015). Así, desde la perspectiva transnacional se considera que, el retorno migratorio puede ocurrir incluso a un tercer lugar que no necesariamente es el de origen,³ y sumar, por ejemplo, el retorno a un lugar de tránsito previo a la experiencia internacional, como una escala en el trayecto de vida como inmigrante, y como otro lugar de retorno que también podría ser el lugar de salida hacia un destino internacional (Rivera 2007 y 2008; Rivera y Lozano, 2006).

    Sin duda, se reconoce que a partir de estas dos grandes modalidades se agrupan diversas aproximaciones investigativas que dan cuenta de las experiencias de post-retorno migratorio y que coinciden en los supuestos de partida; aquí se reseñan o se citan algunas de ellas para dar cuenta de los cambios ocurridos en este tipo de estudios, previos a la crisis económica global que iniciara a finales de 2007, comparativamente con los estudios realizados posteriormente y que se consideran como otra generación de investigaciones realizadas en el marco de una etapa de retorno económico forzado, en algunos casos, o al menos no voluntario en el sentido de preparado, planeado y decidido directamente por el individuo y su familia (Cassarino, 2014), en tanto se considera que, en condiciones de precariedad económica y/o laboral, los migrantes se acogerán a otras formas de empleo caracterizadas por la subcontratación, el trabajo temporal o bien la informalidad (Castles, 2013), pero también por la presión que representa el estatus legal precario (Goldring y Landolt, 2011), no sólo en el aspecto simbólico, sino también en cuanto a la presión psicosocial y legal debido al endurecimiento de políticas que criminalizan a los migrantes, no sólo en las regiones de las fronteras geopolíticas, sino también en las ciudades donde son obligados, o conminados, en contra de su voluntad y sin reconocimiento informado, a abandonar el país, independientemente del número de años que tengan residiendo en él (Golash-Boza y Hondagneu-Sotelo, 2013; Roberts, Menjívar y Rodríguez, 2017).

    Específicamente, en esta modalidad de experiencias derivadas de las migraciones de retorno forzado se ubica la producción más reciente y significativa sobre deportaciones y retorno no-intencionado a algunos países de América Latina; pero fundamentalmente en este texto interesa más subrayar que la deportación, como proceso de expulsión, da cuenta de las implicaciones en la fase de post-deportación como una experiencia de regreso al país de origen, de posible búsqueda de integración/inserción en los países de origen y los efectos que esta experiencia produce sobre las ciudades, las personas, las familias y los vínculos sociales (Golash-Boza y Hondagneu-Sotelo, 2013; Brotherton y Barrios, 2009) .

    LOS ESTUDIOS SOBRE POST-DEPORTACIONES EN AMÉRICA LATINA Y SU CONTEXTO

    Algunas contribuciones de esta bibliografía sobre deportados latinoamericanos introducen al debate sobre retorno migratorio una perspectiva de la diferenciación social para situar los casos de las deportaciones de migrantes según su nacionalidad, sexo, raza y condición social, además de estatus migratorio, en el marco del funcionamiento de los regímenes de las movilidades globales contemporáneas. Las movilidades actuales se diversifican y complejizan por el proceso incremental de reforzamiento de las políticas migratorias, la aplicación de políticas de seguridad nacional y la militarización de las fronteras nacionales (Chacón, 2013). A la par, los estudios actuales sobre los retornados forzados se vuelven investigaciones notablemente interdisciplinarias, lo que contribuye a la consideración de otras dimensiones analíticas en los estudios del campo de las migraciones internacionales (Dowling e Inda, eds., 2013; Bolognani, 2016; Buckinx y Filindra, 2015; Lenard, 2015).

    Específicamente por medio de las páginas de este libro interesa reflexionar no sólo acerca de las experiencias de post-retorno migratorio, sino también es sumamente relevante introducir el debate sobre las experiencias de post-deportación en América Latina, para destacar los efectos específicos y/o diferenciados que estos procesos generan sobre la vida de las personas y las familias en nuestras sociedades (Coraza y Arriola, 2017), a la vez que subrayar la necesidad de un lente analítico que observe y analice a cabalidad las modalidades de regreso y los efectos de volver e insertarse, derivados de estas experiencias de retorno no deseado por los migrantes (Price y Breese, 2016).

    Esto es, si bien las deportaciones regularmente se ejercen contra criminales, hoy el campo de los estudios migratorios se ha intersectado analíticamente con los de criminología (Dingeman y Rumbaut, 2010; Hiemstra, 2016), pues las deportaciones, y genéricamente las remociones de migrantes latinoamericanos parecen no responder necesariamente a esta lógica.⁴ De acuerdo con Price y Breese (2016), entre los años 2000 y 2013 se incrementó en gran medida el porcentaje de migrantes latinoamericanos que no tenían cargos criminales y que, no obstante, fueron deportados de Estados Unidos. El cargo o falta principal fue no contar con documentos migratorios; por ejemplo, del año 2000 al 2013, en el caso de los migrantes guatemaltecos, el incremento en la expedición de órdenes de remoción sin cargos criminales fue de 74.3%, para hondureños 70.6%, para migrantes de El Salvador 63.2%. En suma, 61% de los migrantes latinoamericanos que fueron deportados entre 2000 y 2013 no tenían cargos criminales, sino fundamentalmente cargos considerados como no violentos, o no mayores en términos criminales (Department of Homeland Security, 2014. Véase también Price y Breese, 2016: 370), y la mayoría de estas deportaciones se llevaron a cabo en los estados de Texas, California, Florida y Nueva York, donde precisamente radica el mayor porcentaje de migrantes latinoamericanos indocumentados (Rosemblun y McCabe, 2014). Adicionalmente, es relevante señalar que del total de inmigrantes sin documentos en Estados Unidos, dos terceras partes son latinos; y de éstos, el grupo mayoritario es de mexicanos, aunque del total de deportaciones entre 2001 y 2016, más de 90% eran latinos. La información previa demuestra el proceso de selectividad por origen nacional, ejercida mediante las deportaciones de migrantes. Finalmente, de acuerdo al Pew Research Center (2017), entre 2001 y 2015 un alto número de inmigrantes deportados de Estados Unidos no tenía ningún cargo criminal (60 por ciento).⁵

    Así, el estudio de los efectos de la post-deportación en los países de retorno demanda aproximaciones interdisciplinarias que den cuenta de las imbricaciones entre discriminación, exclusión social, falta de acceso al sistema de justicia, y la recurrencia de no-debidos procesos, con el propósito de analizarlas como un tipo específico de movilidad forzada, corolario del proceso de criminalización y estigmatización de los migrantes sin documentos en Estados Unidos y en otros países del continente europeo, como aparecen en algunos estudios realizados en el Reino Unido y en Francia (Lenard, 2015; De Bree, Davids y De Haas, 2010), e incluso trabajos sobre migrantes que, siendo residentes permanentes, y algunos de ellos en proceso de obtener la ciudadanía, han sido removidos a sus lugares de origen, donde muchas veces no tienen un referente social sólido por el hecho de haber pasado la mayor parte de su vida en un país distinto al de su país de nacimiento (Kanstroom, 2012; Miller, 2012; Brotherton y Barrios, 2011).

    El incremento de las deportaciones está directamente relacionado con los cambios en las leyes migratorias de Estados Unidos desde 1996, y con las de seguridad nacional desde 2001 (Dowling e Inda, 2013; Gibney, 2013). Estos cambios legislativos que continuaron reforzándose a lo largo de la última década no sólo regularon el acceso de los migrantes a través de las fronteras, sino que funcionaron como mecanismos de control social de migrantes al interior del país (De Genova, 2013), traducidas en leyes o programas como el Policies for the Apprehension, Detention and Removal of Undocumented Immigrants y Secure Communities, así como en la creación del Department of Homeland Security.

    En resumen, puede decirse que estos cambios en las leyes migratorias y de seguridad nacional generaron un proceso de transformación de ciertos delitos o faltas a la ley, que antes no eran considerados delitos criminales, a felonías mayores; es decir, las faltas administrativas pasaron a ser consideradas delitos criminales que, por sí mismos o bien por razones de acumulación, en el sentido de sumar varios cargos menores, pasaron a tomarse como cargos criminales; esta concepción incluso fue aplicada de manera retroactiva a los migrantes sin documentos en Estados Unidos, una vez que eran sorprendidos cometiendo una falta de tránsito o cualquier otra, incluido el hecho de no contar con documentos migratorios o, en algunos casos, con licencia para conducir un vehículo automotor (Chacón, 2013).

    Como consecuencia de lo anterior, las penalizaciones que corresponden a cargos reclasificados por estos delitos llevaron, por un lado, a hacer aplicable la remoción de la persona inculpada y al inicio de procesos de deportación por esos cargos (Shuster y Majidi, 2015; Bibler-Coutin, 2015; Golash-Boza, 2016). Por otro lado, esta reclasificación incrementó la condición de ilegalidad y deportabilidad de los migrantes (De Genova, 2014), y luego, en el periodo de la recesión, detonada en 2008, contribuyeron a incrementar la incertidumbre y la precariedad laboral, además de a generar fuertes procesos de exclusión y estigmatización de los migrantes indocumentados, quienes fueron clasificados como criminales; esto es, pasaron de illegal immigrants a criminal aliens (Menjívar y Kanstroom, 2014).

    Durante la crisis económica global que afectó no sólo a Estados Unidos sino también a los países mayormente industrializados en general, los trabajadores migrantes sin documentos y los nuevos migrantes fueron orillados a tomar empleos aún más inseguros, mal pagados, con pago en efectivo, en condiciones de alta explotación, lo mismo que a someterse a reducciones drásticas de sus jornadas (empleo de tiempo parcial, temporal e informal) o directamente al desempleo; en suma, esta situación económica condujo a incrementar la vulnerabilidad de los trabajadores migrantes, ya de por sí creciente en estos mercados de trabajo altamente segmentados (Goldring y Landolt, 2011; Castles, 2013).

    Así, autores como Golash-Boza y Hondagneu-Sotelo (2013) aseguran que entre 1997 y 2013 las deportaciones de Estados Unidos fueron altamente selectivas, no sólo por nacionalidad. Entre latinos se ejerció un proceso de remoción por raza y por sexo; de hecho, en los datos del Department of Homeland Security, en el 2012 Yearbook of Immigration Statistics se observa que los cinco países con mayor número de personas devueltas son, en orden descendente, México, Guatemala, Honduras, El Salvador y la República Dominicana; entre los deportados de estas nacionalidades, más de 90% fueron hombres, y en algunos casos, como el de El Salvador, alcanzaron más de 95% (Golash-Boza y Hondagneu-Sotelo, 2013: 282).

    En este contexto, los estudios sobre deportaciones han contribuido a comprender cómo este proceso de remoción, o el solo hecho de considerarse deportable, funciona efectivamente como un mecanismo de control migratorio, y también de control social; pero a la vez como un mecanismo para tener fuerza de trabajo disponible, a bajo costo por la vulnerabilidad que genera la indocumentación y el terror que produce la posibilidad de ser expulsado (De Genova, 2010; Golash-Boza, 2015).

    Entonces, en este contexto de hostilidad contra los migrantes se generan otras desigualdades sociales o se agudizan algunas formas presentes, con efectos sobre las dinámicas familiares, no sólo por la separación de las familias cuando uno de sus miembros es deportado, sino al interior de éstas cuando se trata de familias integradas por miembros con estatus migratorio mixto (unos con y otros sin documentos migratorios, de distinto tipo, como visas temporales), o bien cuando unos han calificado para formar parte del programa de Acción Diferida (DACA, por sus siglas en inglés), por ejemplo. Este programa ha funcionado también como un dispositivo para clasificar a los migrantes, entre quienes podían calificar para entrar al programa y los que no, por tener en su record personal algún cargo registrado, para entonces ser considerado o reclasificado como criminal (en 2012), aun cuando el solicitante, por ejemplo, reuniera los demás requisitos de ingreso, como haber arribado siendo aún niño, hablar inglés y haberse socializado en instituciones educativas estadounidenses, haber pagado impuestos, entre otros. Las consecuencias de la aplicación de estas reglas son estudiadas también como otra forma de exclusión social de los migrantes y sus familias (Debry, 2014; González, Heredia y Negrón, 2014; Dingeman y Rumbaut, 2010), como una forma de acumulación de incertidumbre en un escenario donde se suman otras políticas de contención social (Feldman, Geisley, Menon, eds. 2011) y se mantienen las vidas de estos migrantes en una especie de limbo legal (Gonzales, 2018).

    Asimismo, en los países de expulsión se han realizado estudios sobre la vida en los centros de detención y prisión para inmigrantes, a la etapa de espera de un juicio, luego de analizar los mecanismos de castigo y confinamiento social, revelando así el encarcelamiento como una forma literal de coerción estatal. El propósito de estos estudios ha sido dar cuenta específicamente de cómo estos dispositivos operan en esta etapa del capitalismo global (Bosworth, 2013). Dichos estudios se realizan tanto en Estados Unidos como en España, Francia, Alemania e Inglaterra, y son considerados, en algunos casos, como instrumentos de bio-política, o bien como estudios de crimimmigration (Franko, 2013; Gibney, 2013a) o de bulimia social, como lo han referido Brotherton y Barrios (2011) en el caso de las investigaciones sobre deportados dominicanos.

    Desde los países que acogen a los deportados se han realizado algunos estudios sobre las experiencias de post-deportación, en los que se identifica cómo estos dispositivos que parecen propios de las sociedades receptoras de migrantes y expulsoras de los mismos, se trasladan y traslapan con otros etiquetamientos sociales, los cuales se imponen a quienes regresan a su país de origen por ser considerados de antemano como migrantes no exitosos, como criminales o bien como ilegales incluso en el país de donde son ciudadanos, o como inmigrantes en su propia tierra, rechazados por portar en sus cuerpos tatuajes o piercings, estigmatizados en el mercado de trabajo por tener información sobre derechos laborales y exigirlos (Rivera, 2016; Boehm, 2016), dando cuenta, en algunos casos, de procesos divergentes en las trayectorias de post-deportación; por ejemplo, en el caso de quienes son deportados a El Salvador (Dingeman-Cerda, 2017), haciendo referencia a un proceso de re integración segmentada que invita a la realización de estudios comparados entre experiencias en diversos países en la era de las deportaciones masivas y el incremento de la violencia en los países a los cuales regresan los migrantes (Roberts, Menjívar y Rodríguez, 2017; Sarabia, 2018).

    Asimismo, se han estudiado los casos de deportados en ciudades fronterizas, como lo hacen tanto París, Buenrostro y Pérez (2017), como Albicker y Velasco (2016), en la ciudad de Tijuana, para mostrar procesos de atrapamiento en las regiones fronterizas y la emergencia de otros actores en estos escenarios, donde la exclusión y la desigualdad se exacerban (Heyman, 2014). Otros estudios permiten identificar estrategias de resiliencia social de los migrantes, quienes buscan no sólo insertarse en los países a los que han sido deportados, sino reconstruir su vida a partir de conseguir un empleo en estos sitios (Anderson, 2018), desarrollando estrategias transnacionales de afrontamiento ante los estigmas de género, en este caso el estigma que pesa sobre los hombres jamaicanos que son dependientes cuando regresan a su país, frente al canon de una sociedad que dicta que deberían ser los proveedores (Golash-Boza, 2014).

    Hasta aquí se han reseñado de manera sucinta algunos de los más recientes estudios sobre experiencias de post-retorno y post-deportación a América Latina desde diversos países, en el contexto del retorno, las devoluciones y las expulsiones de migrantes contemporáneos ocurridas después de 2008. En la siguiente sección se presentarán los aportes que ofrece esta obra al lector, sin la intención de ser exhaustivo en la descripción de los contenidos, sino con el propósito de invitarlos a navegar a lo largo de las páginas de este libro.

    ESTRUCTURA Y APORTES DE LA OBRA

    La obra se divide en cuatro partes. La primera parte, Tendencias y perfiles contemporáneos de la migración de retorno a América Latina, consta de dos capítulos en los que se muestra el perfil demográfico y las oportunidades de reintegración de los migrantes que ofrecen los países de esta región. La segunda parte, De regreso a México, está integrada por seis capítulos que analizan diversas experiencias de post-retorno y post-deportaciones en varias regiones de México. La tercera sección se dedica a las experiencias De vuelta a Centroamérica; contiene dos capítulos en los que se abordan los casos de Guatemala y El Salvador. La cuarta sección, Circulación y regreso a Sudamérica, se compone de seis capítulos en los cuales se analizan desde diversas perspectivas, experiencias de post-retorno y reintegración a Bolivia, Ecuador, Perú, Uruguay y Brasil. A continuación se ofrece una breve reseña de cada sección, en la que se subrayan los contenidos y los aportes centrales por capítulo.

    PRIMERA PARTE. En el capítulo uno, titulado "El perfil sociodemográfico del retorno migratorio reciente. Diferencias y similitudes entre contextos de procedencia y de acogida en América Latina", se presentan los cambios y continuidades del contexto migratorio latinoamericano, tomando como periodo de observación 2005-2010 para situar la transformación de los perfiles y los contextos de salida de los retornados, y luego analizar el proceso de reintegración económica que ofrecen los contextos de recepción en los diversos países de América Latina. Se trata entonces de examinar los patrones de asentamiento post-retorno migratorio, el perfil sociodemográfico de los migrantes que regresan a la región, específicamente a ocho países. El objetivo consiste en estudiar comparativamente cómo los contextos de llegada en los países de acogida inciden en el desempeño de los retornados y, finalmente, identificar si existe algún patrón de inserción según el país de procedencia: Estados Unidos, España, o bien algún destino en América Latina.

    Así, en el capítulo uno se realiza un detallado análisis de las bases de datos censales disponibles para ocho países y se muestra cómo los distintos perfiles demográficos de quienes regresaron a los países de origen en América Latina, entre 2005 y 2010, están vinculados a la historia particular del proceso migratorio desde cada país y a la conformación histórica de los sistemas migratorios. Asimismo, las autoras identifican diferentes grupos de países según contexto socioeconómico/institucional y luego revisan la relación entre estas variables, para dar cuenta de la posible inserción laboral más o menos favorable de los retornados. Se trata de un análisis acucioso que integra cuidadosamente la dimensión territorial en la mayoría de los países incluidos en el estudio.

    En el capítulo dos, El retorno migratorio en el escenario post-crisis: una mirada a las tendencias recientes en México, se presentan los resultados de las tendencias del retorno de migrantes mexicanos de Estados Unidos a México, durante los años transcurridos del presente siglo. Para llevar a cabo este estudio se analizan los volúmenes y el perfil de la población retornada en la última década y media, específicamente en tres momentos (2000, 2010 y 2015), utilizando los datos de los dos últimos censos de población y vivienda y los de la Encuesta Intercensal de 2015. Finalmente, este capítulo indaga en las tendencias recientes relacionadas con el llamado retorno involuntario, para lo cual se parte de la premisa de que éste constituye una de las características, tanto cualitativa como cuantitativa que distingue el retorno contemporáneo de Estados Unidos a México.

    Uno de los resultados más relevantes de este capítulo consiste en demostrar que la migración de retorno de la última década y media tiene un patrón predominantemente rural, en el caso de la población masculina, mientras que en el caso femenino la mayor participación se registra en ciudades con 100 mil habitantes o más. Asimismo, una tendencia notable identificada entre retornados es el patrón de asentamiento, el cual muestra que no necesariamente se regresa a las localidades de origen en el país, lo cual podría estar asociado a la búsqueda de mejores oportunidades de inserción socioeconómica.

    Asimismo, en este capítulo se exploran las tendencias y los perfiles de la migración de retorno no voluntaria, y se reflexiona en torno a tres tendencias que marcan secuencias temporales consecutivas: la primera, donde predominan las deportaciones con la categoría de no criminales, incluye principalmente capturas realizadas en la frontera México-Estados Unidos; la segunda, que muestra un aumento en la deportación de criminales, con la particular característica de una mayor proporción de aprehensiones en diversos lugares de Estados Unidos, consecuencia de la aplicación de una política más restrictiva contra la población migrante indocumentada. Por último, la tercera secuencia, que combina un incremento significativo en la remoción de inmigrantes no criminales con un decremento en la proporción de mexicanos que intentan cruzar la frontera.

    En suma, estos dos capítulos que integran la primera parte de este libro contribuyen a dibujar el mapa migratorio de retorno en América Latina. El primero ofrece un panorama de al menos ocho países de la región, y el segundo contribuye específicamente a delinear las tendencias recientes del retorno a México. Sin más, los siguientes apartados iluminarán esas tendencias y perfiles sobre la migración de retorno a partir de presentar estudios de caso sobre movilidades tanto sur-sur como norte-sur, así como las experiencias de los migrantes protagonistas del regreso a los diversos países en la región latinoamericana.

    SEGUNDA PARTE. En esta parte del libro, intitulada De regreso a México, se incluye un mosaico de experiencias relacionadas con volver al país desde Estados Unidos. En este apartado se expresa precisamente la heterogeneidad que conlleva la experiencia de volver, según condición de salida de Estados Unidos, el contexto de retorno, y cómo estas vivencias finalmente definen las modalidades de la experiencia tanto individual como social de post-retorno.

    En el capítulo tres, denominado Mercados de trabajo y reinserción laboral de deportados en Tijuana, Baja California, los autores analizan las oportunidades de inserción que tienen los recién deportados en la ciudad de Tijuana, como un contexto de retorno forzado. Para ello se estudian las condiciones de los mercados de trabajo y el perfil sociodemográfico de los deportados (específicamente en los ámbitos educativo y laboral), así como las formas de asistencia institucional y societal que podrían hacer de esta actividad —la de volver— una experiencia de retorno sustentable, luego de confrontar el trauma que produce la deportación.

    En este capítulo se hace uso de diversas fuentes, encuestas tanto sobre migración en la frontera norte como sobre empleo, industria y manufactura en esa ciudad fronteriza, así como de los datos provenientes de los censos de población y vivienda del Instituto Nacional de Estadística INEGI. De igual modo, se utilizan otras fuentes con las que los autores reconstruyen el entramado institucional que conforma la estructura de soporte social para los migrantes en la ciudad de Tijuana, como una ciudad fronteriza, tanto para quienes van en tránsito como para los que vuelven, luego de largas o cortas estancias en Estados Unidos, pero que demandan asistencia social.

    Asimismo, en una última sección de este capítulo se contrasta la construcción de un esquema de oportunidades con la vivencia de las personas deportadas en el momento en que se enfrentan al mercado laboral, reconociendo que si bien tienen algunas habilidades altamente apreciadas en el mercado fronterizo, tales como conocimientos de computación e inglés, existe una imagen prejuiciada respecto de quiénes son los deportados, la cual también podría abrir o cerrar puertas. Reconocen los autores que los deportados se han insertado en los call centers, pero también en la maquila y en el mercado informal. Finalmente, se ofrece un balance sobre el papel que han ejercido las organizaciones no gubernamentales en el trabajo de asistencia y soporte a los deportados en la ciudad, y se elaboran algunas líneas de reflexión sobre la viabilidad para impulsar un proyecto de retorno sustentable.

    En el capítulo cuatro, Familias mixtecas fracturadas por las deportaciones en Estados Unidos, se presenta un análisis relacional sobre las dinámicas familiares generadas en el contexto del incremento de las deportaciones de migrantes mexicanos indocumentados en Estados Unidos. Particularmente, en este capítulo se detalla cómo esta situación transforma la dinámica familiar, no sólo de quienes se quedan en aquél país, sino del deportado y sus familiares que radican en México. A partir de un extenso trabajo etnográfico realizado entre 2012 y 2016, y de la construcción de varios estudios de caso de familias de migrantes mixtecos radicados en California, la autora se aproxima al análisis de la reconfiguración familiar desde la antropología de las emociones, para lo cual describe y analiza detalladamente los efectos sobre la vida de mujeres y niños. Asimismo, en el capítulo se documenta ampliamente el proceso de precarización de la vida de estas familias con migrantes deportados, o bien de familias que aun sin tener necesariamente a un deportado entre sus miembros, viven con la amenaza de la deportabilidad, convirtiéndose entonces en un factor constante de tensión, miedo y fractura de las relaciones familiares en el seno de hogares con familias de estatus migratorio mixto en California. Así, este capítulo resulta indispensable para comprender los efectos de las políticas de contención migratoria y de control social, a partir de la vida cotidiana de las familias de migrantes mixtecos en el Valle de Santa María, California, en Estados Unidos.

    En el capítulo cinco, Del retorno forzado a la vida en la calle. La transición a la indigencia en una ciudad fronteriza del norte de México, se presenta un estudio sobre las experiencias de personas que fueron devueltas de manera forzada, desde la frontera México-Estados Unidos y que hoy viven en situación de indigencia en las calles de Tijuana. En este capítulo se condensan historias de deportados que ahora son indigentes, y se exploran los mecanismos que los llevaron a vivir en las calles; para esto, el autor adopta una perspectiva socioespacial que le permite aproximarse a los espacios recorridos, a las prácticas y las rutinas desarrolladas por estos sujetos que transitan por los espacios residuales de la ciudad. Así, se documenta tanto la circulación como las inmovilidades urbanas tejidas en una ciudad fronteriza. Finalmente, en este capítulo se reflexiona sobre los procesos de exclusión social y la exacerbación de las desigualdades en los márgenes urbanos, en las fronteras simbólicas y geográficas.

    En el capítulo seis, Experiencias de mujeres migrantes retornadas de Estados Unidos a la zona metropolitana de Guadalajara, se presentan y analizan las historias de mujeres migrantes que arriban a Guadalajara y su zona metropolitana. Especialmente, se abordan las vivencias de mujeres como migrantes en Estados Unidos, y luego su contraparte, como retornadas, entrelazando sus experiencia como una forma de mostrar su experiencia de

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