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Cosecha de Mujeres: El safari mexicano
Cosecha de Mujeres: El safari mexicano
Cosecha de Mujeres: El safari mexicano
Libro electrónico374 páginas7 horas

Cosecha de Mujeres: El safari mexicano

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Explosive book revealing what is behind the notorious murders of girls and women in Juarez, Mexico. The author's extensive and dangerous investigation revealed that high-level corruption, drug-trafficking, and jurisdictional barriers protected the killers. The author was featured in the acclaimed films "Border Echoes/Ecos de Una Mujer" by Lorena

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento3 may 2021
ISBN9780977799237
Cosecha de Mujeres: El safari mexicano
Autor

Diana Washington Valdez

Diana Washington Valdez is an international investigative reporter who received numerous awards and recognitions for her work. She has reported on topics such as government corruption, drug-trafficking, the military, health, immigration, and high-profile crimes.

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    Preciso, brutal y honesto. Diana Washington realizó un largo camino cronológico con importantes fuentes para poder relatar este libro increíble e imperdible, todo para conocer un poco (o mucho) de la historia de feminicidios en Juárez, Estados del la frontera y su avanzar por México, Latinoamérica y Estados Unidos.

Vista previa del libro

Cosecha de Mujeres - Diana Washington Valdez

1

Cosecha de Mujeres

El safari mexicano

Diana Washington Valdez

2

Copyright © 2005, 2021, Diana Washington Valdez

Segunda Edición Digital

Todos los derechos reservados

Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita

de la editorial, bajo las sanciones establecidas en las leyes,

la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier

medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el

tratamiento informático, y la distribución de ejemplares

de ella mediante alquiler o préstamo público.

COSECHA DE MUJERES

El safari mexicano

Editorial: Peace at the Border

Peace at the Border

1700 Northside Drive

Suite A7 PMB 2395

Atlanta, Georgia 30318

www.borderechoes.com

Publicado en castellano como Cosecha de Mujeres: Safari

en el desierto mexicano, 2005, por Océano de México, CDMX

(ISBN: 970-651-988-20), y Océano de España, Barcelona

(ISBN: 84-494-2719-3). Publicado en ingles como

The Killing Fields: Harvest of Women, 2006, por Peace at the Border,

Los Angeles (ISBN: 978-0-6151-4008-7).

Impreso en Estados Unidos/Printed in the United States

ISBN: 13: 978-0-9777992-3-7

ISBN: 978-0-9777992-3-7

Conoce más sobre los temas de este libro

El blog de la autora Diana Washington Valdez contiene fotografías y material adicional relacionada a su investigación.

El documental Border Echoes/Ecos de una frontera" de Lorena Méndez-Quiroga, disponible en DVD, www.borderechoes.com

El documental Soles Negros de Julien Elie, (4) Soleils noirs | Facebook

Podcast de iHeart: "Olvidadas: Las muertas de Juárez", Rossana Fuentes Berain y Sandra Romandia, ‎Olvidadas: las muertas de Juárez on Apple Podcasts

3

Cosecha de Mujeres

El safari mexicano

La verdad sobre los asesinatos de mujeres

en Juárez, México, 1993-2006

Diana Washington Valdez

Peace at the Border

Atlanta, Georgia

4

Para J.C. Emanuel,

y para todas las

estrellitas que se

apagaron

5

Sumario

Prólogo Safari Fronterizo Atrocidades La muerte de un abogado El cartel de la droga El cártel de los policías Sospechosos El FBI – Parte 1 El FBI: Parte 2 Modus operandi Más allá de Juárez El Pacto Poema: Las muertas de Ciudad Juárez Epílogo Notas Fuentes de información Anexo - Victimas

6

Por la opresión de los pobres,

por el gemido de los menesterosos,

ahora me levantaré, dice el Señor.

Salmos 12:5

7

Prólogo

La saña con que las mataban fue lo que me llamó la atención al principio. Ese día de invierno, en febrero de 1999, me estuve hasta la madrugada leyendo una serie de relatos que describían muerte por muerte. Así comenzó todo. Pese a las afirmaciones de las autoridades, estos crimines no tenían nada de normal y ya eran demasiados. Desde 1993, jovencitas, incluso niñas de solo 12 años, eran violadas, estranguladas y mutiladas. Durante los años 1993 y 2006, más de cuatrocientas mujeres han sido asesinadas y una cantidad indeterminada de ellas permanece en calidad de desaparecidas. No había precedente para estos crímenes contra mujeres en esta Ciudad Juárez.

Una de las víctimas, Gladys Janeth Fierro, de 12 años, fue secuestrada en mayo de 1993, y al poco tiempo la encontraron muerta. Sufrió abuso sexual y fue estrangulada. En septiembre de 1995, el cadáver de otra estudiante, Silvia Rivera Morales, de 17 años, fue localizado en un terreno, al sur del Aeropuerto Internacional de Ciudad Juárez. Su seno derecho había sido cortado y el izquierdo mordisqueado por dentadura humana. Eso les hicieron a otras víctimas en ese mismo año en el Lote Bravo, uno de los predios en disputa, en propiedad de familias influyentes.

Sagrario González, de 17 años, quien trabajo como obrera en una maquiladora, desapareció el 6 de abril de 1998 al salir de su trabajo. Después de varios días, su cuerpo fue encontrado en una zona baldía situada al este de la fábrica donde trabajaba. Las autoridades establecieron que la joven fue ultrajada, estrangulada y apuñalada. En 1996, otras ocho víctimas fueron localizadas en una región desértica de Juárez, conocida como Lomas de Poleo, cerca de Sunland Park, Nuevo México, Estados Unidos, ciudad vecina de El Paso, Texas.

El hallazgo de estos cadáveres en las tierras conocidas como Lote Bravo y Lomas de Poleo se incluyó en los expedientes analizados por los perfiladores de criminales del FBI durante su visita a Juárez, en marzo de 1999. Los expertos de Estados Unidos fueron enviados a la frontera después de que el Presidente mexicano Ernesto Zedillo, y el Presidente estadounidense, Bill Clinton, abordaron el caso de los crímenes contra mujeres en Juárez durante su encuentro en la ciudad de Mérida, Yucatán, en febrero de 1999. Sin embargo, cinco años después, los asesinatos de mujeres en Juárez de nuevo fueron tema de dialogo entre los dos nuevos mandatarios, George W. Bush y Vicente Fox.

Según declaraciones de funcionarios mexicanos, se grabó un gran triángulo en las espaldas de algunas de las víctimas, mediante un cuchillo o algún otro instrumento cortante. En Asia, un triángulo es vinculado con los políticos de ultraderecha. También ha sido utilizado por algunas sociedades y logias secretas, incluso hasta por los nazis, y por una alianza de narcotraficantes en la región del triángulo dorado de Chihuahua, Durango y Sinaloa.

Me resultaron muy inquietantes los relatos que leí esa noche de 1999. Aunque no todos los crimines estaban relacionados entre sí, en los hechos todos ellos mostraban una extrema violencia. En apariencia, las víctimas eran escogidas y sus secuestros estaban muy bien organizados. Las mujeres desaparecían en la zona centro, a plena luz de día, sin que nadie oyera u observara algún detalle en particular. Al principio, creía que esos crimines eran obra de un par de depravados asesinos bajo protección policíaca gracias a sus vínculos con los bajos fondos. Había indicios de ello. Después tuve conocimiento de que existía algo mucho más turbio y complejo detrás de esta cosecha de muerte. Al parecer, los criminales eran hombres poderosos que gozaban de influencia en las más elevadas esferas del gobierno mexicano. Pero los investigadores mexicanos, quienes sabían que esto hombres escogían a sus víctimas entre miembros de familias muy pobres, nada hicieron para frenarlos. Una antropóloga de Brasil, Rita Segato, describió a esta agrupación y a sus cómplices como una cofradía que se valía de estas muertes para demarcar su territorio y sellar un pacto de silencio, mientras que una socióloga de Juárez, Julia Monárrez Fragoso, califico estos asesinatos como feminicidios y les atribuyo tinte sexual. Homicidas en serie, pandillas salvajes y puchadores de droga también se consideraron responsables, pero lograron eludir su responsabilidad en los asesinatos de las mujeres de Juárez.

Los crímenes que convirtieron a esta ciudad fronteriza en la capital mundial de los asesinatos de mujeres no comenzaron de la noche a la mañana. Tuvieron sus inicios en la guerra sucia de México, cuando apenas iniciaba una extraordinaria red de capos del narcotráfico, empresarios, militares, policías y funcionarios corruptos. Y estas muertes estaban surgiendo en otros lugares de México y Centroamérica. El terror y la desenfrenada violencia vinculada al cartel de drogas de los Carrillo Fuentes fueron de gran utilidad para encubrir a poderosos juniors, a quienes un funcionario federal atribuyo la comisión de estos asesinatos para proteger sus intereses financieros. Por muchos años, los sospechosos permanecían ocultos. Pero al final, el velo fue descubierto y esto provoco una serie de amenazas. En el año 2004, tres policías mexicanos me enviaron un mensaje de advertencia para que detuviera y abandonara mi investigación. Otra fuente mexicana me revelo que los juniors estaban preocupados; no quieren que sus nombres sean divulgados.

A finales de 2003, después de que La Jornada, de la ciudad de México, publicara breves extractos del manuscrito de este libro, unos colaboradores y yo empezamos a recibir extrañas llamadas telefónicas con ruidos de fondo, que semejaban un serrucho eléctrico y la voz de un niño suplicando mami, no. Un agente federal de Estados Unidos también recibió llamadas similares, las cuales fueron rastreadas hasta México. Otra fuente federal, de México, nos alertó de la intención de un funcionario del gobierno para emprender la Operación Desaparición, un plan dirigido contra Sergio González Rodríguez, un periodista y autor de la Ciudad de México. Este plan fue diseñado después de que un influyente ciudadano se quejara de que algunos de nosotros nos estábamos acercando demasiado.

Las autoridades mexicanas no cuentan con ninguna prueba en contra de los sospechosos ya encarcelados y que afrontan acusaciones de participar en una cadena de crimines en serie, que incluye al egipcio Abel Latif Sharif Sharif. Los feminicidios se han extendido hasta la Ciudad de Chihuahua, la capital del estado de Chihuahua, a unos trescientos ochenta kilómetros al sur de Juárez. Cynthia Kiecker, una ciudadana de Minnesota, Estados Unidos, y su esposo, Ulises Perzabal, un ciudadano mexicano, fueron acusados del asesinato de una joven en la ciudad capital, en el año 2003. El Departamento de Estado de Estados Unidos cree que Kiecker y Perzabal fueron torturados para obligarlos a firmar confesiones falsas.

Desde el principio, las amenazas y las intimidaciones han formado parte de la odisea en Juárez. El FBI ha visto frustrados sus esfuerzos en la colaboración. Expertos van y vienen sin que las cosas cambien. Organismos internacionales, como Amnistía Internacional, Naciones Unidas y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, se han manifestado en vano contra el gobierno mexicano. Sin embargo, retroceder solo beneficiaría a los asesinos. A menos que se haga algo para impedirlas, estas muertes continuaran. Sin una importante intervención internacional, una segunda década de muertes promete ser peor aún que la primera. Este libro fue escrito porque hay vidas en juego.

8

Safari Fronterizo

1

Ciudad Juárez. Olga Alicia Carrillo Pérez era el centro de la vida de Irma, su madre. La joven tenía 20 años cuando desapareció, la noche del 10 de agosto de 1995, en la zona centro de la ciudad. Trabajaba como dependiente en una tienda de calzado y ahorraba dinero para su escuela. Su desaparición y asesinato destilaban intriga. El egipcio Abdel Latif Sharif Sharif fue acusado de su muerte, pero la familia de ella nunca estuvo conforme con la versión de que el asesino ya estaba en la cárcel.

Anita, una amiga de Olga Carrillo, fue una de las últimas personas que la vio con vida. El día de la desaparición de Olga, Anita la llevo en auto a la sede del Partido Acción Nacional (PAN), ubicado en la avenida 16 de Septiembre y Cinco de Mayo. Carrillo se había sumado a las juventudes panistas justamente cuando el ascenso al poder de este partido político represento un rompimiento con el viejo sistema que alguna vez dominara el Partido Revolucionario (PRI). Miembros del ocupaban la gobernatura del estado de Chihuahua, los puestos clave en la policía, así como el gobierno del municipio de Juárez. Francisco Barrio Terrazas era el gobernador, Francisco Molina Ruiz era el procurador general de justicia y Ramon Galindo sería el nuevo alcalde. PAN detentaban la gubernatura del Estado de Chihuahua, los puestos claves en la policía, así como el gobierno del Municipio de Juárez. Francisco Barrio era el Gobernador, Francisco Molina Ruiz era el Procurador General de Justicia y Ramón Galindo sería el nuevo alcalde.

El día que Carrillo no llegó a su casa, tenía planeado asistir a una junta con la juventud panista a las 19.30 en el edificio de ese partido. Después de que la joven no regreso, su madre, otros de sus parientes y amigos la buscaron con desesperación. Imprimieron volantes con su fotografía y los pegaron en los postes y bardas de la ciudad. Hablaron con todo aquel que pudiera haber tenido contacto con la joven, desde sus supervisores en el trabajo hasta los chóferes de transporte público de pasajeros. Galindo, quien estaba por ocupar el cargo de alcalde, había organizado un viaje de retiro para los jóvenes panistas a la sierra de Chihuahua. Después de la desaparición de Carrillo, Galindo prohibió a los jóvenes que colaboraran en los esfuerzos realizados para localizarla. Pérez dijo presentir que algo muy malo estaba ocurriendo el día en que su hija no llegó a la casa. En esa época, Pérez buscaba trabajo extra porque deseaba que su ingresara a la universidad en que la joven tenía puestas sus esperanzas.

Pero un mes después, el 10 de septiembre, según la policía el cuerpo de la joven mujer fue descubierto en Lote Bravo, un predio localizado al sur, en los límites de la ciudad, en donde ese mismo año se encontraron también los cuerpos de otras adolescentes. Este horrible descubrimiento conmocionó a la comunidad. De acuerdo con el médico forense, el seno derecho de la joven fue cortado de tajo y su seno izquierdo estaba literalmente arrancado a mordidas. Se le apuñalo en varias ocasiones, su cuello estaba fracturado y había señales de que fue violada. La policía mencionó que el cuerpo vestía pantalón de mezclilla azul con una etiqueta Lee, chaleco rojo, zapatos y calcetines. Otras víctimas localizadas en el mismo desierto sufrieron heridas semejantes. Los detalles de la muerte de su hija llenaron a Pérez de rabia y dolor. Menciono que las autoridades, al principio, creían que el cadáver pertenecía a Carrillo, pero después me dijeron que estaba entre las víctimas de Lomas de Poleo y no entre las halladas en el Lote Bravo. Este tipo de confusiones son frecuentes en las investigaciones de los crímenes en serie en Juárez.

Ya no puedo llorar. He llorado todo lo que podía, pero el dolor ahí se queda, comentó Irma, en su casa de Ciudad Juárez.

¿Cómo puede alguien matar a una joven de esta manera? No está bien. No fue justo lo que le hicieron a mi Olga.

Cuando la conocí, Pérez vivía en la misma casa que compartía con su hija en uno de los viejos barrios del centro de Juárez. Como medio de subsistencia, vendía hamburguesas y refrescos en un puesto frente a su casa. Los rascacielos del centro de El Paso, Texas eran visibles desde su calle. Vivía como a tres kilómetros de la frontera. Completaba sus ingresos con la venta de ropa usada y trabajando como empleada doméstica en Juárez y El Paso. Ella era una mujer de voz enérgica cuyo lenguaje crudo, de barrio, apenas escondía la pena y el coraje que la consumían. No estaba del todo convencida de que el cuerpo que le entregaron perteneciera realmente a su hija. Un académico de Juárez, quien logró revisar los archivos del caso, comentó que a Carrillo se le identifico plenamente mediante una prueba de acido desoxirribonucleico (ADN), realizada por una universidad de Texas. Aun así, Pérez no se convenció.

¿Cómo puede tratarse de ella, cuando todo lo que me entregaron fue un costal de huesos? Me dijeron simplemente: esta es su hija - expresó Pérez. No ha estado muerta tanto tiempo como para que se descompusiera. Creo que las autoridades me han ocultado un montón de cosas acerca de la muerte de mi hija".

En una entrevista posterior, la madre perdió el control y lloró al relatar el encuentro que tuvo con una joven que tenía un parecido extraordinario con su hija.

El otro día me encontré a alguien en la calle que se parecía tanto a mi Olga, que le dije que fuera a mi casa a ver el retrato de mi hija en la pared de la sala. Estaba asombrada de ver cómo se parecía a ella. La abracé imaginando que era Olga Alicia.

Pérez comentó que Rogelio Loya, un funcionario del municipio de Juárez y miembro del PAN fue la única persona que se ofreció a ayudarla a localizar a su hija después de que fue reportada su desaparición. Convenció a la policía de salir y buscar a la joven perdida, pero su ayuda no duró mucho.

Su familia pidió que ya no lo llamáramos porque había recibido amenazas de muerte al querer ayudarnos. Hasta la fecha, no sé por qué se le amenazó, dijo Pérez. Él no me comentó nada. La madre de Rogelio estaba muy inquieta cuando nos llamó y pidió que lo dejáramos en paz. En el año del 2003, Loya se desempeñaba como regidor durante la administración del alcalde Jesús Alfredo Delgado.

Al igual que otras chicas de su edad, Carrillo soñaba con vivir una novela de amor con un apuesto pretendiente. Su madre recordó que la joven estaba prendada de Luis Arenal, un joven que comenzaba a descollar en las juventudes panistas. La chica salió con el regidor un par de semanas, pero Arenal le destrozó el corazón al dar por terminada su relación. La policía interrogó a este líder político al ser de las ultimas personas que vieron con vida a Olga Alicia Carrillo Pérez en la junta del 10 de agosto. Pero las autoridades no lo acusaron de nada y lo declararon libre de toda sospecha.

El espionaje

En 1999, llamé a Irma Pérez para revisar los detalles de mi pasada entrevista. Había mucha estática en la línea del teléfono que parecía aumentar mientras más hablábamos. La llamada se cortó bruscamente, justo en el momento en que le pedí que me deletreara el nombre de Luis Arenal. No me fue posible comunicarme con ella en los siguientes tres días y ella estuvo imposibilitada de efectuar llamadas desde su teléfono por más de una semana. La interceptación del teléfono no tenía que ver con Arenal, sino con el hecho de que, cuatro años después de la desaparición de Carrillo, alguien continuó monitoreando los encuentros de Irma Pérez con desconocidos.

En México no es raro que una tercera persona escuche y grabe las conversaciones telefónicas. El gobierno (o las mafias) lo hace, sin una orden judicial.iii Es tan obvio que hay ocasiones en que se pueden escuchar los bips cada quince segundos que ocurren cuando el equipo no sofisticado es usado para grabar conversaciones telefónicas remotas. Después de esta experiencia con Irma, y por su propia seguridad, creí prudente mejor continuar cualquier plática o conversación personalmente con ella acerca del caso su hija.

En el libro Drugs and Democracy in Latin America, los autores Laurie Freeman y Jorge Luis Sierra nos informan que el ejército mexicano tuvo la capacidad y recursos suficientes para llevar a cabo el espionaje en el estado de Chihuahua.

La misión de ejercito era valerse de cualquier medio para obtener información de grupos armados, actividades subversivas, presencia injustificada de extranjeros, organizaciones varias, proselitismo por parte de sacerdotes o líderes de sectas religiosas, grupos ecológicos, propaganda política y acciones de pandillas delictivas. Para sustentar esta afirmación, los autores citaron un documento del año 2000 elaborado por la secretaria de la Defensa Nacional, llamado Orden General del 33 Batallón de Infantería. En efecto, según ese documento, al ejército se le dio la facultad para hacer espionaje político. Otra parte, el conserje del edificio sede del PAN dijo que la última vez que vio a Olga Carrillo Pérez fue cuando la joven caminaba por la parte posterior del inmueble, después de salir de la junta, pero el hombre se negó a comentar si esa noche noto algo extraño. Detrás del local del PAN, hay un canal, y al otro lado un edificio que es utilizado por el partido para cursos de adiestramiento. Irma Pérez explicó que el edificio auxiliar del partido fue clausurado tiempo después de que se localizó el cuerpo su hija. A corta distancia del edificio del partido, en la calle Zaragoza y Cinco de Mayo, se encuentra el Instituto de Estudios Computacionales, una escuela privada donde se imparten clases de computación y cuya actividad es de secundaria abierta. En diciembre del 2003, dos adolescentes acusaron a un hombre de atraerlas hacia la escuela y violarlas ahí mismo. Varias jóvenes desaparecidas y muertas en Juárez y Chihuahua, un año antes, tuvieron vínculos con las escuelas ECCO que reclutaba gente joven para sus clases, en ambas poblaciones.

El conserje del PAN no era la única persona que tenía miedo de hablar acerca del caso de Olga Carrillo Pérez, y nadie más parecía saber, con seguridad, si la joven salió con vida de esos edificios. Anita, la antigua supervisora de la joven, quien la había llevado a la junta del PAN el 10 de agosto, también se negó a hablar. Es más, se reservó la identidad de un importante hombre de edad, probablemente un abogado, quien tenía el hábito de detenerse y platicar con la joven en El Vaquero, la zapatería en donde Anita y ella trabajaban. Irma Pérez comentó que Anita estaba tan temerosa, que se negó a revelarse la identidad del hombre para que la policía lo interrogara. La hija de Irma Pérez también trabajaba para el despacho de un abogado en el centro de Juárez, pero Irma expresó que el misterioso visitante no pertenecía a ese bufete de abogados. Por casualidad, Olga Carrillo Pérez ya había renunciado a su trabajo en la zapatería de la Avenida Tecnológico 1610, pero el día de su desaparición sus jefes le habían solicitado su ayuda para trabajar en el negocio por última vez.

Investigación cortada

Irma Pérez recalcó cómo prácticamente arrastró a la policía para interrogar a los ex compañeros de su hija en la zapatería. Pero los agentes judiciales se probaron varios pares de botas y bromearon con las empleadas de la tienda. En lo que a mí me consta, hasta ahí llegó la investigación, expresó Irma. Al principio, me aseguraron que Sharif asesinó a mi hija. Después, la policía señaló que Sharif pagó a la pandilla de Los Rebeldes para matarla. Y a la mayoría de las familias, lo que más nos duele y lastima es la forma en que la policía intentó destrozar la reputación de nuestras hijas. Declararon a la prensa que ellas llevaban una doble vida, que eran vagas o prostitutas. Conozco a mi hija y ella no era ninguna de esas cosas.

Otra víctima localizada en el Lote Bravo, cerca del cadáver de Olga Carrillo Pérez, en 1995, fue identificada como Silvia Elena Rivera, de 17 años. Su madre, Ramona Morales, participó en la Conferencia Crímenes de la Maquiladora de 2003 en la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA), llevada a cabo desde el 31 de octubre hasta el 2 de noviembre. La conferencia binacional, organizada por Alicia Gaspar de Alba y copatrocinada por Amnistía Internacional, logró reunir a expertos, activistas, periodistas y madres de víctimas, para abordar el tema de la mortal década 1993 al 2003 en esta ciudad fronteriza.

Los participantes en la conferencia me comunicaron que el actor norteamericano Nicolas Cage y otras estrellas de Hollywood donaron fondos para cubrir los gastos de las madres asistentes a la conferencia. Ramona Morales comentó que su hija Silvia fue vista por última vez el 11 de julio de 1995, cuando se dirigía a la escuela preparatoria Iberoamericana. Al igual que Olga Carrillo Pérez, Silvia fue estrangulada, violada y mutilada. Su cadáver fue encontrado el 2 de septiembre de 1995, con su seno derecho cercenado y el otro arrancado por mordidas. Ramona Morales dijo que su esposo, Ángel Rivera, perdió la voluntad de vivir luego de enterarse de los detalles de la terrible muerte de su hija. Fue él quien identificó su cuerpo y estoy segura de que él falleció a causa de esa pena tan grande, expresó Ramona.

Otra participante en la conferencia de la UCLA, Norma Andrade, maestra de escuela primaria en Juárez enviudó casi de la misma manera. Su hija de 17 años, Lilia Alejandra García Andrade, fue asesinada de manera brutal en febrero del 2001. Conocí al padre de Lilia Alejandra antes de que contrajera el cáncer, enfermedad que llevo a la muerte en año 2003. Antes de su muerte, su familia apenas pudo cubrir los gastos de medicamentos para atenuar sus dolores. Los cónyuges de Ramona Morales y Norma Andrade eran hombres criados en la cultura machista de México, en la que se presiona a los hombres a mostrar su fuerza a cualquier precio. En ocasiones, esto se manifiesta en violencia doméstica, así como en la actitud generalizada mostrada por la policía que, con frecuencia, concede poca importancia a las denuncias de violencia intrafamiliar y asaltos de índole sexual. Los progenitores varones sienten haber fallado, de alguna manera, haber fallado en proteger a sus hijas y se culpan de sus muertes. Uno de ellos, el padre de una víctima asesinada en 1998, confeso haber suspendido las relaciones íntimas con su esposa desde que su hija fuera asesinada. El hombre no pudo superar la sensación de haberle fallado a su esposa.

Cerca del narco rancho

Adriana Torres Márquez, de 15, quien también fue asesinada con la misma saña que las demás jóvenes, había desaparecido seis meses antes de que sus restos fueran localizados en las afueras de la carretera a Casas Grandes, en los alrededores de la Granja Santa Elena, al sur de Juárez. Esta colonia semi rural se ubica en las cercanías de un rancho en donde agentes del FBI y agentes federales de México exhumaron los cadáveres de cinco hombres durante la investigación Plaza Sweep en 1999. Su madre, Berta Márquez, explicó que Adriana Torres fue vista por última vez el 8 de mayo, frente a la zapatería Tres Hermanos en la avenida Vicente Guerrero, por el rumbo de la catedral de Juárez. Por lo menos otras dos víctimas fueron vistas cuando se dirigían a una de las sucursales de esta zapatería en la zona centro, o bien, trabajaban en esos negocios.

El cuello de la jovencita sufrió fracturas durante su estrangulación. Expertos forenses revelaron que otras víctimas también tenían el cuello roto al ser estranguladas y especularon que sus atacantes las agredían así a efecto de obtener un mayor placer sexual. Los especialistas explicaron que la fractura de la nuca, en determinado punto de las vértebras cervicales, ocasiona convulsiones que es precisamente lo que los asesinos deseaban provocar. Las víctimas de los asesinatos sexuales encontradas a finales de 2003 sufrieron las mismas lesiones en el cuello. Francisco Minjares, jefe del Grupo Antisecuestros de la Procuraduría General de Justicia de Chihuahua, declaró en 1995 que los testigos vieron al egipcio Sharif acompañado de Adriana Torres la noche anterior a su desaparición, en un centro nocturno de Juárez. Pero sus familiares refutaron estas versiones oficiales y aseguraron que la adolescente permaneció toda la noche con ellos en la casa.

Minjares fue acribillado en la Ciudad de Chihuahua en año 2003. Un oficial federal de Estados Unidos comentó que el expolicía mexicano, que había concluido la investigación en contra de Sharif, estaba vinculado con los traficantes de droga, y que los investigadores norteamericanos lo consideraban uno de los más corruptos y asesinos policías en el estado de Chihuahua. Una de las misiones del asesinado exjefe policiaco, antes de abandonar la corporación en el 2002, era proporcionar protección a algunas de las familias más acaudaladas del estado. Según agentes norteamericanos, entre sus clientes se encontraba Valentín Fuentes Téllez, quien contrajo matrimonio con la hija de Lino Korrodi, ex tesorero de la campaña electoral del presidente Vicente Fox.

Surge un patrón en los crímenes

Elizabeth Castro García, de 17, es otra víctima asesinada en 1995, cuyo crimen se le atribuye a Sharif, fue vista por última vez. Un amigo la vio por última vez en la esquina de las avenidas Juárez y Vicente Guerrero, en el centro de la ciudad. Castro estudiaba en la escuela de computación ITEC de la avenida Francisco Villa, una calle adyacente a las vías del ferrocarril, y de la avenida Juárez. La desaparición de Castro García fue notificada el 14 de agosto de ese mismo año y su supuesto cadáver fue encontrado el 19 de agosto, por el kilómetro 20 de la carretera a Casas Grandes, al sur de Juárez. Un mismo patrón iba sobresaliendo en estos casos: Elizabeth Castro, Adriana Torres y otras jóvenes se desvanecían a plena luz del día en los lugares más poblados de la ciudad. La mayoría de las desapariciones de estas jóvenes ocurrieron por la tarde y en días hábiles. Estas

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