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Rapa Nui. La sociedad de Amigos de Isla de Pascua: Documentos de una impugnación nacionalista (1946-1953)
Rapa Nui. La sociedad de Amigos de Isla de Pascua: Documentos de una impugnación nacionalista (1946-1953)
Rapa Nui. La sociedad de Amigos de Isla de Pascua: Documentos de una impugnación nacionalista (1946-1953)
Libro electrónico537 páginas11 horas

Rapa Nui. La sociedad de Amigos de Isla de Pascua: Documentos de una impugnación nacionalista (1946-1953)

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Los diversos avatares de nuestra colonia en la Polinesia -Isla de Pascua- fueron siempre foco de interés para la opinión pública. En las primeras décadas del siglo XX la prensa informaba de los viajes del buque escuela de la Armada o de las naves que arrendaba anualmente la Compañía Explotadora de la Isla de Pascua, apoyando activamente a los rapanui contra sus “opresores” y defendiendo su patrimonio contra las expediciones científicas europeas.


Sin embargo, las denuncias de la prensa no abordaban al colonialismo chileno en Rapa Nui. A fines de la década de 1940 se produjo algo inesperado en las relaciones del país con “nuestra lejana posesión en la Polinesia”: un sector de la sociedad civil porteña —y posteriormente de la santiaguina— creó la Sociedad de Amigos de Isla de Pascua (SADIP), institución que debía actuar en los asuntos de Rapa Nui considerando que estaba abandonada y al arbitrio de una compañía extranjera.


Este libro relata el proceso de instalación de dicha Sociedad y su posterior fisura interna, reconstruyendo, en parte, su accionar político y filantrópico en lo que llamamos un colonialismo paternal y nacional que persiguió “liberar” a los rapanui (y a Chile) de la presencia extranjera. Sus relatos fueron construidos sobre la base de documentos que aquí se reproducen.


Anhelamos que esta obra aporte al conocimiento de la historia y de los conflictos interculturales chilenos. Que contribuya a develar cómo, bajo el ropaje del nacionalismo y de la geopolítica en el Pacífico, se ha corrido un tupido velo sobre nuestro colonialismo en Rapa Nui. Los antecedentes que presentamos permiten forjarse una fundada idea de lo complejo que ha sido ese colonialismo. Esta densidad es una cuestión crucial para las actuales negociaciones de “descolonización” entre los representantes de los clanes (honui) y el Estado de Chile.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento10 ene 2019
ISBN9789563246933
Rapa Nui. La sociedad de Amigos de Isla de Pascua: Documentos de una impugnación nacionalista (1946-1953)

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    Rapa Nui. La sociedad de Amigos de Isla de Pascua - Sonia Montecinos

    anexo

    PRESENTACIÓN

    En el año 2015 Editorial Catalonia publicó Rapa Nui. El colonialismo republicano chileno cuestionado (1902-1905), editado por Rolf Foerster, colocando a disposición del amplio público —y también del especializado— un conjunto de documentos que ponen de manifiesto las vicisitudes de la política colonial chilena en Isla de Pascua, así como su impugnación en los albores del siglo XX. Hoy día brindamos otro pliegue de la saga histórica que ha marcado las relaciones entre Chile y su lejana posesión en la Polinesia. Si en el libro anterior se pueden conocer los vínculos políticos entre la comunidad, la Compañía Explotadora de Isla de Pascua y el Estado, en este apreciaremos que a mediados del siglo XX emergió un nuevo actor: la sociedad civil representada por organizaciones filantrópicas y por la opinión pública. De este modo, fueron cuatro actores los que interactuaron para marcar el devenir del periodo que trataremos, siendo la Sociedad de Amigos de Isla de Pascua central en lo que denominamos la impugnación nacionalista, cuya utopía era hacer de Rapa Nui el núcleo de la Polinesia chilena, y de su territorio, una despensa tropical para el país.

    En la primera parte de este libro realizamos un recorrido por la instalación de esta Sociedad y su posterior fisura interna, reconstruyendo, en parte, su accionar político, filantrópico y sus semblantes de lo que llamamos un colonialismo paternal y nacional que persiguió liberar a los rapanui (y a Chile) de la presencia extranjera representada por la Compañía Explotadora de Isla de Pascua. En la segunda parte se puede seguir documentalmente el proceso acaecido, los discursos y las respuestas a las demandas de la Sociedad. Estos documentos forman parte de su acervo y los hemos ido recuperando de diversos archivos para construir el corpus de relatos que presentamos¹.

    Anhelamos que este libro se constituya en un aporte al conocimiento de la historia y de los conflictos interculturales chilenos. Asmismo, esperamos que contribuya a develar cómo, bajo el ropaje del nacionalismo y de la geopolítica en el Pacífico, se ha corrido un tupido velo sobre nuestro colonialismo en Rapa Nui. Los antecedentes que presentamos permiten forjarse una idea más compleja de lo que ha sido ese colonialismo, su densidad, toda vez que su peso y gravitación, es una cuestión crucial para las actuales negociaciones de descolonización entre los representantes de los clanes (hōnui) y el Estado de Chile.

    Introducción

    Los diversos avatares de nuestra colonia en Polinesia, Isla de Pascua, fueron siempre foco de interés para la opinión pública porteña y santiaguina. Año tras año, la prensa no solo informaba de los viajes del buque-escuela de la Armada (Baquedano, Lautaro, Presidente Pinto) o de las naves que arrendaba anualmente la Compañía Explotadora de la Isla de Pascua (en adelante, CEDIP), sino que también fue sensible y activa apoyando a los rapanui contra sus opresores en los años 1904-1905 y 1914-1917 y defendiendo su patrimonio contra las expediciones científicas europeas, como en el caso de la belga-francesa de 1934-1935. 

    Fueron denuncias contra la explotación y los abusos, pero nunca contra el colonialismo chileno en Rapa Nui; incluso, se podría decir que servían para enmascarar ese vínculo, lo que se expresa de manera patente post Segunda Guerra Mundial. A fines de la década de 1940 se produjo algo inesperado en las relaciones del país con nuestra lejana posesión en la Polinesia: un sector de la sociedad civil porteña —y posteriormente de la santiaguina— creó la Sociedad de Amigos de Isla de Pascua (en adelante, SADIP), institución que debía actuar en los asuntos de Rapa Nui considerando que estaba abandonada y al arbitrio de una compañía extranjera. Como veremos, esta valoración se enmarcó en un nacionalismo que incluía a su otro extremo, la Antártida, y que excluyó a aquellos grupos que, supuestamente, cuestionaban la unidad de Chile (los comunistas, como quinta columna)².

    En la isla existían, desde 1914³, tres actores que estaban en constante negociación: la comunidad rapanui, la CEDIP y la Armada⁴. ¿A qué apuntó, entonces, esta emergencia de un cuarto actor, que no solo dejó al descubierto una serie de carencias —como el aumento del mal de Hansen (lepra) y los vínculos esclavistas—, sino también la incapacidad para resolverlas? Lo que no podían hacer esos tres actores, ¿debía realizarlo la sociedad civil, la nación chilena? Y, si esto era así, ¿qué debía hacer la sociedad civil? ¿Cuál sería su aporte? 

    Es notable el grado de convocatoria y adhesión que tuvo la iniciativa de crear la SADIP y el enorme poder que adquirió (tuvo más de dos mil integrantes, entre ellos, el presidente González Videla y su esposa), evidenciando un compromiso de la nación con su isla y sus habitantes. ¿Tuvo que ver esto con las faltas observadas y procesadas-narradas por la prensa? Sin duda, pero asimismo marcó el comienzo de las diferencias que emergerán en el seno de la SADIP, su división y sus conflictos internos (expresado en el binomio Valparaíso v/s Santiago), que dejan traslucir dos formas de comprender las tareas de los amigos

    El gran problema que resolver fue: ¿la lepra o la esclavitud de sus habitantes? La emergencia de la SADIP es fruto de una constatación realizada por el sistema médico que se hizo pública: el mal de Hansen, en vez de disminuir, aumentaba de tal forma que amenazaba la sobrevivencia de la comunidad. La enfermedad era, además, una afrenta para el país. Pero también eran una ofensa las condiciones internas a que estaban sujetos los rapanui: la ley 3.220 (de 1917) los dejaba sometidos a las autoridades navales (privados, por tanto, de sus derechos ciudadanos) y objetos de una mala explotación por parte de la Compañía. Sin embargo, otra doble finalidad nacionalista se perfilaba: la isla estaba en manos de una empresa extranjera y los rapanui mostraban un déficit de nacionalismo (desde ahí se comprende la urgencia de implementar el servicio militar y de mejorar el sistema educativo, así como de insertar a Rapa Nui en el juego de la caridad nacional y lograr por esas vías el amor a Chile). Ligado a lo anterior  subyacía un ideal: el proyecto de que la isla podía producir, en manos chilenas, un conjunto de productos tropicales que el país no obtenía sino por importación. Este sueño de transformarla en la gran productora de café, de plátanos, de piñas y de caña de azúcar fue una constante (sobre todo para la SADIP de Santiago).

    La colectas provinciales y nacionales fueron una de las formas en que ambas SADIP consiguieron recursos para enfrentar las "carencias en la salud y la educación. Otras fueron las donaciones de particulares y empresas. Una tercera, las cuotas de los socios. Con ello se producía una solidaridad del país con los habitantes de la Isla de Pascua, la cual ya en Valparaíso era visible desde la década de 1910 con las campañas promovidas por la Armada y la Iglesia. Como veremos, la figura emblemática de este tipo de ayuda fue el fundador de la SADIP, Humberto Molina Luco (un filántropo de bajo perfil público). 

    Paralelamente a esta caridad se realizaban conferencias, exposiciones y seminarios sobre Isla de Pascua, mostrando su realidad (a través de filmaciones hechas por miembros de la SADIP o por los jóvenes fugados cantando en su lengua)⁵ y con ello generando propuestas para resolver los temas candentes. En esta línea se destacó la SADIP de Santiago, con un directorio diversificado y ligado a los altos mandos militares (Daniel Camus, médico de la Armada, el coronel de Ejército Carlos Adaro Didier y el general Gregorio Rodríguez Tascón) y a los medios periodísticos ( Ojeda, Herrera, Bunster). Podríamos decir que la SADIP fue una institución única que, semejándose a los cientos de sociedades existentes en la época, se diferenció de ellas por ser una agrupación de la elite que convocó, en determinadas ocasiones, a la comunidad nacional para ejercer una caridad encabezada, como dijimos, por la  poderosa figura de Humberto Molina Luco. 

    ¿Qué relevancia tuvo la SADIP en la historia de los vínculos entre Chile y Rapa Nui? Esta es una de las cuestiones centrales que queremos resolver en este texto. La hipótesis que nos guía es que no se puede explicar el fin de la CEDIP (con la consecuente nacionalización de la isla) y la derogación de la ley 3.220 (que dejaba a la ínsula y a los rapanui bajo la administración y la autoridad de la Armada) sin tener en consideración el rol jugado por esta sociedad. Nos separamos, por ello, de las narrativas históricas de muchos autores (Fischer [2005], Porteous [1981], Seelenfreund et. al. [2004], José Miguel Ramírez [2011], Delsing [2017]) que no han ponderado adecuadamente el papel e injerencia de la SADIP, ya sea por falta de documentación o por otorgar más protagonismo a otros actores del escenario colonial.

    Es importante advertir que la SADIP, tanto de Valparaíso como de Santiago, nunca cuestionó la dimensión colonial del Estado de Chile en Isla de Pascua ni bregó por desmantelar el Estado y sus instituciones disciplinarias; al contrario, sostuvo la tesis de su abandono, siendo la lepra su mejor expresión. Esto derivó en que se convirtiera en la gran promotora del nacionalismo chileno en Rapa Nui: mejorar la escuela y el aprendizaje del castellano, favorecer el servicio militar, la migración hacia Chile, etc. Esta actitud nacionalista estuvo impregnada del indigenismo de la época, y así la SADIP entendió que la cultura rapanui y sus múltiples manifestaciones folklóricas debían valorarse y potenciarse, en la medida que eran un patrimonio de la nación chilena (y también fuente de riqueza turísticas, como se sostendrá desde fines de la década de 1950).

    Otro elemento para tener en consideración: Isla de Pascua permaneció como un asunto ajeno al sistema partidario. No hubo figuras políticas ligadas a su promoción o problemática; la única excepción fue el diputado y senador liberal Raúl Marín Balmaceda (1907-1957)⁷. En cambio, como veremos, fue una cuestión que concernía profundamente a las instituciones del Estado.

    1

     La nueva valoración de Isla de Pascua

    Un cambio significativo en la geopolítica internacional se produjo cuando finalizó la Segunda Guerra Mundial. Una de las expresiones más conocidas de esta transformación fue la denominada Guerra Fría, que construyó un mundo bipolar, con un tercer mundo que debía optar para su desarrollo entre las alternativas que ofrecía uno u otro extremo. El concepto de progreso, eso sí, fue común a ambos. En ese contexto, la Antártida e Isla de Pascua adquirieron un nuevo valor para el Estado de Chile. Esta modificación a nivel mundial es visible no solo por la emergencia de las Naciones Unidas, sino también a través de las políticas de descolonización en África, Asia y Oceanía. En Chile el cambio se reflejó en la participación activa del país en esas iniciativas internacionales y en la valoración del territorio por las elites militar⁸ y académica y por el Poder Ejecutivo. 

    En agosto de 1946 el Boletín del Instituto Nacional⁹ publicó un artículo reseña de Juan Uribe Echeverría sobre la obra de Stephen Chauvet; allí se señalaba que …con escasos días de intervalo, una serie de actos y publicaciones ha solicitado la curiosidad nacional sobre la Isla de Pascua. Los actos aludidos eran una conferencia de Carlos Charlin Ojeda en la Universidad de Chile¹⁰ y una exposición de objetos rapanui en el Ministerio de Educación. La referencia a las publicaciones se relacionaba con el libro de Chauvet La Isla de Pascua (Editorial Zig-Zag, 1946, con prólogo de Manuel Rojas), con un artículo de Charlín sobre folklore pascuense en la revista Atenea, con un cuento del escritor Guillermo Valenzuela Donoso titulado El sueño de Pacomio¹¹, y con el folleto de Humberto Fuenzalida y Grete Mostney que acompañaba a la exposición del Ministerio¹². Por nuestra parte, podemos añadir a esa lista el N.º 22 de la revista de la Dirección General de Información y Cultura, Antártica (octubre de 1946), dedicada casi por completo a la isla, con artículos de Roberto Gerstmann: La Isla de Pascua, reportaje fotográfico de R.G.; Naftalí Agrella: La isla de los antepasados de piedra; Elgueta Vallejos: Nuestras islas del gran océano y nosotros; y Guillermo Valenzuela Donoso: Rapa Nui, la isla del olvido.

    Dos años después de esta euforia por el tema rapanui aparece la Revista Geográfica de Chile Terra Australis. Su directorio unió personalidades como el general de Ejército Ramón Cañas Montalva, el destacado indigenista Alejandro Lipschutz, la arqueóloga Grete Mostny y Carlos Charlín. Por último, no se puede dejar de mencionar, en su directorio, al nacionalista Carlos Keller. En la presentación este señala: 

    TERRA AUSTRALIS será el Sésamo misterioso, que se abrirá para mostrar las bellezas esotéricas de la lejana Rapa Nui, inspiradora del romántico Pierre Loti, mostrando las sagradas laderas del Rano Raraku con sus arcaicos y ciclópeos Moai-Ma’ea. Viajará por las exuberantes tierras de Juan Fernández… Presentará una nítida visión de las tierras privilegiadas en que viviera nuestra raza autóctona, enérgica y sufrida… Recorrerá las tierras australes, en que fugaces alacalufes y yahaganes, rápidos como las ondas, circulan por los canales en sus canoas de cuero, ocultándose a las indiscretas miradas entre las lianas y copihues de selvas impenetrables… Las lejanas regiones antárticas, de gélida blancura… En síntesis, TERRA AUSTRALIS tendrá la misión de trocar nuestra tibieza para apreciar los problemas de esta Patria, por el cariño ferveroso a esta tierra geográficamente bella, étnicamente grande, históricamente gloriosa y trascedente en su destino.

    Otras dos figuras de intelectuales relevantes fueron las de Ramón Cañas Montalva y Gregorio Rodríguez Tascón -quien fue presidente de la SADIP en los años cincuenta-, ambos del Ejército, pero con poderosas redes en el ámbito de la política y en el mundo académico¹³. En mayo de 1947, en El Economista, dieron a conocer sus inquietudes:

    EL EJÉRCITO SE PREOCUPA DE ISLA DE PASCUA. 

    El abandono culpable y altamente lesivo al interés nacional en que se tiene a Pascua, entregada por un contrato leonino a una compañía extranjera, ha determinado que el Ejército entrara a preocuparse del asunto.

    En efecto, el tema ha sido ya debatido en las tribunas de estudio de nuestra institución armada y el Instituto Geográfico Militar, en su primera Exposición Cartográfica Nacional, dedicó importantes estudios y confeccionó mapas y maquetas sobre Rapa Nui, bajo la dirección del general Sr. Ramón Cañas Montalva, el cultísimo y prestigioso hombre de armas a quien se deben importantes iniciativas de alto sentido patriótico.

    La preparación del material relativo a Isla de Pascua estuvo a cargo del distinguido escritor y técnico en Cartografía y Estadísticas, señor Carlos Charlín Ojeda, quien ha visitado la Isla de Pascua en varias oportunidades.

    Exposición Cartográfica Nacional en el Instituto Geográfico Militar, abril de 1947¹⁴

    Rodríguez y Cañas, teóricos y maestros de la geopolítica en Chile, fundieron conceptualmente a las dos regiones extremas bajo la idea de representar a Chile como una gran potencia del Pacífico del Sur. Esta valoración estuvo ligada a la posibilidad de unir vía área a ambos territorios, ubicados a gran distancia y separados del continente por  aguas saladas. La idea se hizo realidad en 1947-1951: la Antártida por el comandante Enrique Byers en febrero de 1947, y la Isla de Pascua por el comandante Parragué en enero de 1951.

    Pero, la intelectualidad abocada a esta geopolítica enfrentaba un problema: ¿cómo hacer que estos territorios, separados por miles de millas marinas, formaran parte del territorio nacional? Pensadores y escritores de la época, como Gabriela Mistral, fueron claros en revelar que el vínculo que nos anudaba a Rapa Nui era una casualidad pintoresca¹⁵; no así la Antártida, a quien Chile [l]a ha hurgado y trajinado, no a lo pirata ni a lo descubridor que otea y deja, que toma y suelta, sino en ruta sabida, en explotación pequeña y constante y en una convivencia que daría para libros de muchos Conrads o Sven Hedins del océano¹⁶. Entonces, ¿cómo transformar una casualidad pintoresca, arbitraria, en una relación necesaria con Rapa Nui y sus habitantes? Si nos valemos de esta distinción, el problema pasaba por seguir la ruta emprendida con la Antártida: Un país. Como cualquier otro ente vivo, defiende mar e islas próximas celando su propio cuerpo de la manotada extraña y ávida. Y la lección la hemos aprendido de la vieja Europa, muy alerta a todos los peligros de la codicia internacionales. En el mismo diario donde escribió Gabriela estos pensamientos, se denuncia y advierte respecto de las pretensiones norteamericanas sobre islas del Pacífico y el interés de Australia de construir un aeropuerto en la isla.

    El asunto, no obstante, fue teóricamente resuelto por Benjamín Subercaseaux: Isla de Pascua formaba parte constitutiva de nuestra loca geografía (recordemos que su libro contó con el prólogo de Gabriela Mistral). En tanto, y en cercanía con su idea, los estudiosos de la geopolítica, en especial Gregorio Rodríguez, encararon también la inclusión bajo la óptica de la geografía, con la resultante natural de la situación que tiene Chile en la Pacífico Sud: La soberanía de Chile sobre la Isla de Pascua, que aparece en este relato como consecuencia de la acción de un marino [Policarpo Toro] que poseía lo que llamaríamos hoy ‘criterio geopolítico’, es en realidad la resultante natural de la situación que tiene Chile en el Pacífico Sud. Desde el puerto de Valparaíso partieron en el siglo pasado la mayor parte de las expediciones a la Polinesia. Su marina mercante ejercía un intenso tráfico en estas regiones, hasta el punto de constituir el peso chileno moneda corriente en Tahití. La visión que tuvo Policarpo Toro al propiciar la anexión a la soberanía corresponde pues al destino que por su geografía estaba reservado a esta isla (1951:69)¹⁷. En su conferencia de 1950: …si miramos el mapa de Chile vemos que nuestros ríos, nuestras montañas, nuestra población, todo nuestro país parece vaciarse hacia el oeste, iniciando que quizás hacia el Pacífico tendremos que derivar algún día (1950:17), "…tenemos en la Isla de Pascua y en nuestras posesiones antárticas los puntos de apoyo necesarios para hacer del Pacífico meridional un mare nostrum (1950:25). O también por la 5.º ley del crecimiento de los Estados formulada por Ratzel: En su crecimiento los Estados tratan de absorber áreas de gran valor; así, en esta edad aérea que estamos viviendo lo tiene para Estados Unidos de N.A. las islas Hawái, Midway, Guam, las Aleutianas; debiera tenerlo para Chile su Isla de Pascua" (1950:5). 

    De este modo, la intelectualidad de ese periodo tuvo claridad de que la situación isleña bajo el dominio de la CEDIP no estaba a la altura de los nuevos requerimientos soberanos. En febrero de 1947 el periodista Lautaro Ojeda inició una campaña por la nacionalización de la Isla de Pascua con una carta a los presidentes de la República, del Senado y de la Cámara de Diputados, donde les solicitó la caducidad del contrato, vinculando esta petición con lo que se gestaba en la Antártida:

    El Estado de Chile, históricamente, ha dedicado una atención preferente a perfeccionar sus títulos sobre sus dominios continentales, los adyacentes y los de ultramar y sobre los cuales la ocupación o su legítimo traslado le conferían la calidad de propietario para acreditar su soberanía […].

    En estos mismos instantes se encuentra en la Antártida una expedición oficial chilena refrendando los justos títulos de su soberanía sobre esos territorios y flamea allí la bandera nacional, frente a las de cuatro otras potencias que creen tener derecho sobre otras —no las mismas— zonas circundantes al Polo Sur.

    El desarrollo de los medios de comunicación y transporte aéreos, los nuevos usos que la reciente guerra reveló con respecto a muchos minerales, como el uranio; los avances de la técnica que habilitan para luchar con fortuna sobre elementos naturales que, en el pasado, fueron mortalmente hostiles, todo ello ha contribuido a que en esta era de paz las comunidades civilizadas muestren un interés extraordinario por explorar y crear derechos sobre territorios abandonados y que hoy asumen una importancia vital, ya sea en el campo económico como en el bélico. A propósito de Antártida, mucho se ha disertado sobre este renovado y muy activo interés mundial.

    Pues bien, Excmo. Señor, análogo interés y codicia están despertando las islas de los grandes mares y por esto en las Naciones Unidas se han estado desarrollando debates que revelan el profundo interés que las potencias tienen por ellas. Discusiones sobre mandato de las islas del Pacífico han amenazado con quebrantar seriamente la buena armonía entre esas potencias.

    Chile tiene en el océano Pacífico, en una ubicación de alto valor estratégico, la Isla de Pascua, situada a más de 2.000 millas de la costa chilena. Esta isla ha sido motivo de actos y negociaciones que en más de una oportunidad han hecho peligrar los legítimos títulos que Chile tiene sobre ella.

    2

     La Sociedad de Amigos de Isla de Pascua y sus dos semblantes

    2.1.- La SADIP de Valparaíso

    La SADIP nació en un buque de la Armada, en el transporte Angamos. A mediados de diciembre de 1946 el navío realizó un viaje directo a Isla de Pascua, que, según carta del comandante en jefe de la Armada (Vicente Merino Bielich) al ministro de Defensa Nacional, fechada el 13 de noviembre, debía llevar víveres y otros elementos y traerá productos de la isla por cuenta de la Compañía Explotadora, a lo cual añadía: a bordo de dicha nave irá una Comisión para inspeccionar la isla y verificar el cumplimiento del contrato por parte de la Compañía Explotadora, de acuerdo con el D/S. N.º 196, de 13 de febrero de 1936, que le concedió el arrendamiento, y constatar las condiciones de vida de los isleños, estado sanitario, necesidades, etc.. Además, estimaba que habría conveniencia de que fuera personal técnico del Ministerio de Agricultura, de Salubridad y de Educación, para imponerse de las necesidades y tomar las medidas para mejorar las condiciones de vida de los isleños que se aprecia que están actualmente en condiciones de abandono; asimismo, irá una Comisión de la Fuerza Aérea para efectuar los estudios para una cancha de aterrizaje. La Armada envía médico, dentista y técnico en radio y todos van a cargo de un jefe dependiente de la C. en J. de la Ira. Zona Naval, quien informa después de todo los observado en la isla¹⁸.

    Los miembros de Comisión y del personal técnico eran: 

    Delegado de la Armada, capitán de Fragata, Sr. Hernán Searle.

    Representante de la Junta de Auxilio Escolar y de instituciones de Beneficencia, Sr. Humberto Molina Luco¹⁹.

    Inspector providencial de Educación de Valparaíso, Sr. Aurelio Valderrama.

    Inspector de Sanidad y profesor de la Universidad de Concepción, Dr. Hernán San Martín²⁰.

    Representante de la Cooperativa Interamericana de Salubridad, Sr. Ruperto Casanueva.

    Oficial de Estado mayor y profesor de la Academia de Guerra, mayor Sr. Gregorio Rodríguez T.

    Oficial técnico de Geodesia y Topografía del Instituto Militar, capitán Sr. J. Antonio Quezada U.

    Teniente 1.º de Aviación, Sr. Ernesto Miranda²¹.

    Ingeniero civil de la Dirección de Construcciones de la Fach, Sr. Carlos Giroz.

    Ingeniero agrónomo del Dpto. de Sanidad Vegetal de la Dirección General de Agricultura, Sr. Gabriel Olalquiaga Fauré²².

    Médico veterinario, Tte. Sr. Anacleto Arias.

    Escultor, profesor de Artes Plásticas, Sr. Manuel Banderas.

    Geólogo, Sr. Fritz Felbermayer.

    Topógrafo de la Fach, Sr. Leopoldo Silva.

    Capellán de la Armada, Tte. 2.º Sr. Miguel Gadieux.

    Artista fotógrafo, Sr. Roberto Gerstmann.

    Cameraman de la DIC, Sr. Hans Helfritz.

    Dibujante de la Sección Arquitectura de la 1.º Zona Naval, Sr. Héctor Manríquez.

    Periodista representante de la empresa Zig Zag, señora Henriette Morvan.

    Invitado por nuestro Gobierno integró esta comisión el arqueólogo y antropólogo, director del Museo Arqueológico de la Universidad de San Fco. Javier de Chuquisaca, Sucre, Bolivia, Sr. Leo Pucher.

    Además de los técnicos citados, efectuaban el crucero otras personas que, dentro de su papel estrictamente particular, pusieron un matiz de colorido y amenidad en esta jornada. Ellas fueron las distinguidas damas: Sra. Victoria Bombal, señoritas Juana Serrano y Diana Charlin y los señores: Almirante Edgardo von Schroeders, Carlos Daly, Manuel Romani y Carlos Charlin, el último de los cuales efectuaba su cuarto viaje a la lejana Rapa Nui, y que, por sus sólidos y variados conocimientos de la isla, fue el necesario informador de los diversos trabajos de las comisiones oficiales (1946:356-357)²³.

    Sin duda se trató de un viaje histórico, pues nunca había arribado a la isla un conjunto de personalidades de la elite chilena nada menos que con la misión de verificar un contrato y para imponerse de las necesidades y tomar las medidas para mejorar las condiciones de vida de los isleños que se aprecia que están actualmente en condiciones de abandono

    De este conjunto se destaca, entre otros, el ya mencionado Humberto Molina Luco²⁴, quien iba como representante de la Junta de Auxilio Escolar y de instituciones de beneficencia. Molina, como abogado fiscal, tenía una larga vinculación con los asuntos de la isla, al ser parte en la contienda contra la Compañía en la década de 1910 cuando esta intentó inscribir las tierras a su nombre. Además, era una figura pública destacada, a tal punto que cuando regresó al continente fue designado por el presidente como intendente de Valparaíso (el 9 de enero de 1947).

    Por su reconocida vida pública, al regresar, el 4 de enero, fue entrevistado por El Mercurio de Valparaíso. En el reportaje se informó: El señor Molina Luco viene gratamente impresionado de los pascuenses y transformado en uno de sus más ardientes defensores. Nos dijo que los pascuenses son gentes sencillas, buenísimas y sobre todo muy aseadas; sus casas, aunque pobres, son verdaderos espejos, tal es el orden y limpieza que allí reina; aman a su patria, y la mayor parte de las casas lucen escudos chilenos en sus puertas. En suma, son dignos de la mayor ayuda posible. Y añade: "…nos participó que a bordo del Angamosnació la idea de formar una entidad civil que se denominará Comité Pro Ayuda de los Pascuenses, organización cuyo principal cometido será el de llevar anualmente mayor cantidad de obsequios a los isleños y sus familias".

    La idea de beneficencia parece ser central en este primer momento de la creación de la SADIP. Al finalizar el mes de enero Molina reiteró, por la prensa, que convocará a una reunión de autoridades y miembros de algunas instituciones de bien público, con el objeto de constituir un comité de ayuda a los isleños de Pascua, organismo que tendrá por finalidad reunir fondos, ropas y víveres destinados a las familias pascuenses²⁵.

    La constitución de la SADIP fue noticia el 10 de mayo cuando El Mercurio de Valparaíso anunció que se "formó institución para dar a Isla de Pascua su valor nacional". Apreciamos que se produjo con esta sociedad un giro político a la beneficencia; se le otorgó una dimensión nacionalista que, además, indirectamente puso en cuestión a la Compañía anglo-escocesa: 

    El Intendente, señor Molina Luco, luego de agradecer a los asistentes la aceptación de la invitación que les había hecho, dio a conocer su iniciativa a favor de una sociedad que tome a su cargo la patriota y humanitaria tarea de conocer y dar a conocer la Isla de Pascua, para que adquiera la importancia nacional que tiene y sus habitantes también reciban los beneficios de la nacionalidad, ya que hoy están abandonados a su propia suerte.

    El directorio designado quedó integrado por las siguientes personas: presidente, Humberto Molina Luco; vicepresidente, Francisco de B. Echeverría; secretario, Rogelio Vera; tesorero, Federico Felbermayer; directores, María Rivera, Roberto Cabezas, Bernardo Riquelme, comandante del Regimiento Maipo y comandante de Marina, señor Castro. Como miembros honorarios, los altos jefes de la Armada y del Ejército y el obispo, monseñor Eugenin.

    A comienzo de junio fueron aprobados los estatutos de la Sociedad, bajo "la presidencia del intendente de la provincia, don Humberto Molina Luco, y con la asistencia del diputado señor Raúl Marín Balmaceda²⁶ y de numerosas personalidades. El acto se efectuó en la sala de despacho del intendente y su finalidad era discutir y aprobar los estatutos que han de significar la iniciación de los trámites de la personalidad jurídica que ha de permitir realizar la obra que sirve de objeto a esta institución. Los estatutos quedaron aprobados y fue designado el abogado señor Enrique Vicente²⁷ para tramitar la personalidad jurídica". 

    La prensa también precisó los objetivos de la Sociedad: …ocuparse de todo cuanto se relaciona con tratar de que la Compañía Explotadora —cuyo contrato vencerá el año 1958— cumpla sus obligaciones de hacer algunas instalaciones para fomentar la producción agrícola que ahora está reducida al maíz. Sin embargo, un asunto principal fue eliminar la lepra, con el fin de transformar a la isla en el paraíso del turismo y fuente de productos tropicales para el país: 

    Se trabajará por todos los medios de extirpar la lepra; de crear interés por la isla, en sus aspectos científicos, social y económico, hasta hacer de la isla un paraíso de turismo y una fuente de aprovisionamiento de frutas tropicales, tales como plátanos, piñas y otras.

    La Sociedad inaugurará una nueva manera de conseguir recursos, no del Estado ni de las empresas privadas, sino de la comunidad nacional, a través de recaudaciones públicas: El intendente tratará de obtener la autorización necesaria para efectuar una colecta para disponer de fondos con que ayudar, en primer lugar, a los enfermos de lepra, mejorándoles sus viviendas y su atención médica. Por cierto, el director de la SADIP nunca descartó el apoyo de instituciones como la Junta de Beneficencia²⁸ o del Estado, pero conocía sus límites. 

    La Sociedad obtuvo su personalidad jurídica a fines del año 1948²⁹; destaquemos los artículos principales:

    Art. 1º.- Se constituye en Valparaíso una institución que se denomina: SADIP.

    Art. 2º.- El domicilio de la Sociedad es la ciudad de Valparaíso.

    Art. 3º.- La Sociedad tiene por objeto:

    a.- Trabajar por todos los medios a su alcance para que se realice una cruzada que combata la lepra hasta la completa extinción del mal; y se mantenga el buen estado sanitario de la población.

    b.- Cooperar con la Armada Nacional, mientras exista el contrato de arrendamiento entre el fisco y la Compañía Explotadora de la Isla de Pascua, en todo cuanto signifique progreso de la isla y el bienestar de sus habitantes;

    c.- Reunir fondos por medio de colectas, subscripciones, etc., para proveer elementos de trabajo para los isleños;

    d.- Reunir ropas, medicamentos y otros medios de ayuda a los isleños más necesitados, principalmente los niños;

    e.- Instituir premios de estímulo a los hombres más laboriosos y a las mujeres cuyo hogar esté en mejores condiciones.

    f.- Traer al continente a las niñas y niños mejor cuidados y más preparados para continuar sus estudios o aprender algún oficio o profesión;

    g.- Organizar la traída y venta de los productos pascuenses, en el continente;

    h.- Fomentar los estudios e investigaciones científicas de todo lo relacionado con la arqueología, antropología, etnografía y el pasado histórico de la isla;

    i.- Colaborar en la conservación de los monumentos históricos y de todo lo que ayude a las investigaciones científicas sobre la isla;

    j.- Velar por que los isleños conserven sus antiguas costumbres folklóricas, especialmente su música, sus cantos y bailes y captarlos por medios de discos, películas, fotografías, etc., para darlos a conocer en el continente;

    k.- Llevar a la isla en los barcos de la Armada material instructivo sobre la patria chilena, para ser dado a conocer en conferencias y reuniones dedicadas a los isleños;

    l.- Exigir y fomentar la reforestación de la isla con base científica y cooperar en esta labor;

    ll.- Tratar de que todos los años, en los barcos que envíe la Armada, vaya un miembro de la SADIP a imponerse de que allí se realiza la obra planeada e informar de ella a la Institución, la que dará a esa visita la mayor publicidad.

    La SADIP no quiso ser un actor ajeno, lejano, localizado en el continente, ni un simple cooperador de la Armada; pretendió, al contrario, tener su agencia interna en Rapa Nui, como se desprende de sus objetivos. Se puede vislumbrar que bajo el manto de erradicar la lepra persiguió influir en la totalidad de su desarrollo, en su economía, en la formación educacional, en las construcciones de género (el hombre laborioso y la mujer en el hogar) e incluso en su cultura: Velar por que los isleños conserven sus antiguas costumbres folklóricas, especialmente su música, sus cantos y bailes, como también captarlos por medios de discos, películas, fotografías, etc., para darlos a conocer en el continente (una suerte de rapanuización de la nación chilena). La apuesta de la SADIP revela un tipo de colonialismo de beneficencia que, por un lado, descansó en un etnocentrismo evidente (las escalas de valor en los estándares de lo que se considera mejor/peor; la producción y explotación comercial, entre otros) y en el androcentrismo: los binarismos de género y sus asociaciones. Por otro lado, el sustrato conceptual del abandono se percibe en la nueva estructura paternalista que ostenta la Sociedad: integrar a los rapanui al país desde los paradigmas de desarrollo dominantes y no desde sus propias economías, valorando la cultura solo desde lo que podría ser una explotación de lo folklórico y asumiendo la tesis geopolítica de la posesión (la isla en sí misma) desde un nuevo proceso de nacionalización. Pero, al mismo tiempo, su caridad no buscó simplemente la pasividad de los sujetos asistidos, sino apoyar lo que en esos momentos se entendía como agencia de la comunidad, entregando, como veremos más adelante, ayuda a los jóvenes que se fugaban de la isla, lo que se derivaba del punto f. de sus estatutos: Traer al continente a las niñas y niños mejor cuidados y más preparados para continuar sus estudios o aprender algún oficio o profesión.

    2.1.1.-Dos lecturas del abandono. Humberto Molina Luco y Manuel Banderas Demarchi.

    El diagnóstico o la perspectiva de Humberto Molina se puede entender mejor cuando se la contrasta con la del escultor y pintor Manuel Banderas Demarchi, otro de los viajeros del Angamos. Banderas formó parte de esa travesía en representación del Ministerio de Educación y elevó una voz de denuncia que recogió un sector de la prensa, en especial el diario Extra y el semanario El Economista, cuyo director, el joven periodista Lautaro Ojeda, tomó como emblema de impugnación. Así, inició una campaña contra la Compañía Explotadora de Isla de Pascua y su red de apoyo en el Estado. El tono de acusación quedó claramente graficado en el libro que publicó Banderas a su regreso: La esclavitud en Pascua. ¿Humberto Molina no vio nada que se pareciera o aproximara a un régimen como ese? Descubramos qué mirada construye  en su bitácora titulada Recuerdos de la Isla de Pascua, publicada por El Mercurio de Valparaíso en los meses de enero y febrero de 1947:³⁰

    …al desembarcar, un niño que estaba en el muelle nos dice, dirigiendo su mirada al Angamos: ese buque es de nosotros, y le contestamos que así es, y le preguntamos por qué dice que es de ellos y nos contesta en el acto: porque ese buque es de Chile y nosotros somos chilenos.

    Tuvimos la suerte de presenciar los exámenes de los alumnos de la Escuela Mixta N.º 72, que es la escuela que funciona en la isla, atendida por unas monjitas, y nos llamó la atención, en primer lugar, el aseo impecable de los niños, con su ropa blanca, blanca como la espuma.

    Los alumnos se desempeñaron en forma satisfactoria en sus exámenes, y así se los manifestó el jefe educacional que los presenció. Hay que reconocer que la labor de las personas que atienden la escuela es bastante difícil, porque algunos alumnos no dominan aún bien nuestro idioma.

    Se dio término a los exámenes con declamaciones y cantos patrióticos, que nos enternecieron y que nos hicieron derramar más de una lágrima. También los niños cantaron canciones de su región, canciones que son muy agradables al oído y que cautivan.

    Un día bajó un grupo de marineros, llevando una acordeón, la que pusieron a tocar; luego se formó un círculo y las pascuenses se entregaron a bailar con los marineros todos los bailes modernos, y recuerdo a varias niñas que bailaron a la perfección un tango.

    Después solicitó la acordeón una viejita pascuense y la tocó admirablemente, con maestría; lo hizo hablar, como se dice.

    Los días que está un buque en la rada de la Isla de Pascua son días de fiestas para los pascuenses, y cómo no serlo así si se considera que solo una vez al año reciben esta visita.

    A tal punto era idílica la imagen de los rapanui que los(as) lectores(as) podrían preguntarse si era necesario fundar la SADIP con sus objetivos de beneficencia. Una posible respuesta puede advertirse en este pasaje con que Molina Luco concluye su primer artículo: En otra ocasión daré a conocer otros recuerdos de esa lejana y misteriosa isla que atrae como atrae el imán al hierro, y a la cual uno desearía volver llevándole a sus habitantes bienestar y alegría, lo que se merecen porque son buenos, sencillos y cariñosos, y a los cuales tenemos desgraciadamente tan olvidados.

    Sujetos abandonados, olvidados, a los que hay que llevar bienestar y alegría, y una tierra de la cual es imposible sustraerse (¿una atracción fatal?). Molina, sin dramatizar la lepra, la abordó así:

    Fue criticado por algunos que lleváramos calzado para los niños, que ya estaban acostumbrados a andar descalzos, y, aparte del comentario duro que puede hacerse a esta observación, dejamos constancia que es de absoluta necesidad el uso del

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