Rapa Nui. El colonialismo republicano chileno cuestionado (1902-1905)
Por Rolf Foerster
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En 1895, el Estado arrendó la isla a un empresario porteño (Enrique Merlet), quien posteriormente se asoció con la empresa angloescocesa Williamson Balfour, creándose en 1903 la Compañía Explotadora de Isla de Pascua. Su instalación transformó a la isla en una estancia ganadera, despojando a los rapanui de sus tierras (los redujo a los confines de Hanga Roa) y los obligó a convertirse en sus trabajadores. De este modo, el Estado de Chile cubrió su colonialismo bajo el ropaje de una empresa moderna que explotó sin contemplación la tierra (llegó a tener 60 mil ovejas y varios miles de vacunos en solo 16 mil hectáreas) y a su población.
Este proceso fue denunciado a la prensa y al parlamento por voces provenientes de la propia isla —como la del esposo de la viuda del rey Riroroko y de los deportados en 1902— y muestra a una sociedad civil chilena sensible a la explotación, pero al mismo tiempo incapaz de reconocer su colonialismo.
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Rapa Nui. El colonialismo republicano chileno cuestionado (1902-1905) - Rolf Foerster
171).
Introducción
Al actual debate sobre el colonialismo republicano de Chile¹ traemos una recopilación de documentos que permiten vislumbrar las resistencias de los rapanui a las imposiciones del colonialismo de hace un siglo. La opinión pública poco o casi nada conoce de los avatares de la historia de Isla de Pascua a partir de la Anexión que el Estado de Chile efectuó con el pueblo rapanui a fines del siglo XIX, eclipsada por los misterios
de los moais y por el imaginario de las islas alejadas en los confines del Océano Pacífico. La compilación que presentamos ilumina una parte de lo que ha sido la agencia política rapanui y el complejo vínculo entre dicho pueblo, el Estado y la Compañía Explotadora de Isla de Pascua (en adelante CEDIP), poniendo en evidencia una trama que marca su devenir hasta la década de 1950. La lectura de lo que hemos llamado las voces
, que nos permiten escuchar las primeras impugnaciones al colonialismo de Estado imperante en la primera década del siglo pasado, colocará al lector de cara a episodios conmovedores y a la vez interpeladores a las maneras de comprender la relación de Chile con sus pueblos originarios.
A partir de una exhaustiva investigación de prensa es posible sostener que los rumores y noticias que circulaban sobre Isla de Pascua –nuestra lejana posesión
colonial–, a fines del siglo XIX y en los primeros años del XX, eran escandalosas. El Estado había emprendido una colonización, a través Pedro Pablo Toro, hermano de Policarpo Toro, que había fracasado a los cuatro años de implementada (1888-1892). Así, en 1895 el Estado optó por arrendar la Isla, por 20 años, a la Compañía Merlet (con sede en Valparaíso) y traspasó a ella sus funciones civilizatorias
. A fines de 1903 la firma anglo escocesa Williamson Walfour pasó a transformarse en la propietaria de la Compañía, dándose como nombre CEDIP.² De esa manera, según las informaciones que llegaban desde Rapa Nui, el fruto del proyecto nacional asumido por la Compañía, aparecía invertido: no había paz ni progreso, sino explotación, expoliación, miseria y degradación, pero también sublevaciones y revueltas
de los canacas
.³ Estos daños afectaban asimismo a los pocos chilenos continentales que trabajaban como empleados en la empresa. El centro del mal se focalizó, desde la prensa, en una persona, que representaba tanto a la Compañía Merlet como al Estado de Chile: el joven porteño Horacio Cooper.⁴
La campaña periodística tuvo como voceros a dos diarios, uno que se editaba en Santiago y Valparaíso (El Chileno) y el otro solo en Valparaíso (La Unión). El clima social estaba agitado y una fuerte crisis económica avivaba el descontento popular; recordemos que la Huelga Portuaria
en Valparaíso, de mayo de 1903 convirtió a la ciudad en un campo de batalla
(50 muertos): …desde los cerros las grandes turbas de pobladores descendieron al plan e incendiaron edificios y realizaron saqueos
. La sensibilidad social a favor de los desposeídos y maltratados, cobraba en estos medios de prensa una gran difusión (un ejemplo de ello es la campaña contra los azotes como modalidad habitual de castigo).
Es así como El Chileno (de Santiago⁵), el 6 de julio, dio a conocer el testimonio de Manuel Vega, ex empleado de la Compañía, casado con Verónica Mahute, viuda del rey Riroroko, asesinado a fines del siglo XIX en Valparaíso. Este vínculo entre Manuel, un chileno y Verónica, una pascuense, descansa en la vieja política polinésica de alianza, y transforma una vez más a un extranjero
en la voz rapanui
.⁶ Los titulares eran fuertes e impactantes: La Isla de Pascua. En Plena Barbarie. Régimen de Terror y de Hambre. Incendios, Sitios, Robo de Mujeres. Revelaciones Sensacionales. Lo que dice Manuel Vega
.
En torno a este mismo suceso, el diario La Unión publicó días después, dos artículos del joven (ex) marino, periodista e intelectual Luis Ross Mujica,⁷ denunciando la situación de explotación a que estaba sometida la población canaca
. Luis Ross formaba parte de la tripulación del quinto viaje de instrucción de la Baquedano, y estuvo en Rapa Nui en enero del 1903.⁸ Regresó al continente, debido a una enfermedad, en una goleta de la Compañía, lo que le permitió, como señala, permanecer durante muchos días
en la Isla. Se trata de un testigo
que pudo observar directamente la situación colonial que allí se desplegaba (como veremos más adelante: el dolor de las familias de quienes fueron deportados por el capitán Basilio Rojas, por desobedecer las normas coloniales).
Cuatro días más tarde La Unión se aprestó a divulgar el testimonio de Manuel Vega, con comentarios del diario, a través de cinco artículos (los días 14, 15, 16, 17 y 18 de julio de 1903). El impacto de la lectura de las declaraciones de Ross lo motivaron, como el mismo sostiene, a sumarse a las denuncias abiertas por éste.⁹ El leitmotiv de ambas posturas era develar al lector cómo los rapanui vivían en una economía de la abundancia y por ello no tenían ninguna necesidad de trabajar para la Compañía. Desde allí se desprendía que el proyecto colonial perseguía que los rapanui trabajaran de forma incondicional para la empresa, creando condiciones económicas (la expoliación de la tierra y los animales, como la quema de los sembrados), y culturales: doblegarlos a la condición colonial (la renuncia a su soberanía, a sus autoridades, a sus símbolos nacionales
, entre otras cosas.). Y precisamente ese fue el plan que llevó adelante Cooper, logrando la reducción de la población a Hanga Roa, aunque no su capitulación cultural.
No faltaron los comentarios de prensa a las denuncias de Vega, y es así como de forma simultánea El Chileno de Santiago publicó tres artículos (el 14 de julio y el 20 de Julio) relacionados con sus testimonios. En dos de ellos se aprecia una crítica acerada e irónica, tratando al subdelegado Cooper como el Nerón de Pascua
, y el otro, firmado por Lutrin, emprende contra la civilización chilena
:
"Tiene Chile una isla que se llama de Pascua. Cualquiera pensará que los pascuanos, pascuences o pascuinos viven bailando, cantando, en fiesta perpetua, alegres, en fin, como unas pascuas.
Así era antes, cuando la civilización chilena no había alumbrado con sus fulgores la remota isla. Pero una vez quiso el Gobierno llevar allá su benéfica acción, encarnada en un Gobernador. Llegó, pues, el representante de la autoridad y para no desmentir la tradición de la madre patria, se entregó a toda clase de barbaridades".
Días más tarde, el 27 de julio de 1903, se darán a conocer las revelaciones de Nicolás Timona en El Chileno de Santiago. Timona fue uno de los cuatro rapanui deportados al continente en 1902 por el comandante del buque escuela Baquedano, a mando del capitán de navío Basilio Rojas¹⁰, y a través de su testimonio se escuchan las noticias fatales que asolaron a sus camaradas de infortunio: pude presenciar la muerte de mis compañeros, Tito y Ruperto. Murieron de pena. No probaron alimento durante todo el camino
.
Su información de primera mano involucraba directamente a Basilio Rojas y la actuación de la Armada en Pascua. Sin duda esta responsabilidad estuvo tras la publicación de un artículo del 24 de agosto de 1903 titulado: La Isla de Pascua. Su régimen político
en cuyo primer párrafo se señala:
"A consecuencia de la campaña iniciada por El Chileno de Valparaíso, sobre los abusos que se cometían en la Isla de Pascua, el capitán de navío don Basilio Rojas, comandante de la corbetaGeneral Baquedano, al ancla en Hanga Roa, expidió el siguiente bando, que organiza el régimen político de aquella desgraciada Isla".
El Chileno reprodujo a continuación el bando, fechándolo el 27 julio de 1903. Los lectores y la ciudadanía se pudieron haber formado la opinión, o al menos deducir, que gracias a esta campaña de prensa la Armada había rectificado su intervención en la Isla imponiendo un orden justo. Pero, lamentablemente, el bando no es de ese año sino de 1902 y corresponde al emitido por Basilio Rojas quien ratificó a Horacio Cooper, y con ello legitimó el sistema colonial imperante, continuando con la política de las deportaciones de los rapanui que resistían el injusto orden impuesto. Más aún, se sabe que cuando Rojas dejó la Isla "A los días… Merlet incendió las plantaciones de los kanakas y metió a los animales para que talaran lo que el fuego había respetado… no contento con esto Merlet quitó a los pascuenses 200 caballos y yeguas, sin contar las crías, y los llevó a Mataveri; los mató y les sacó las pieles y las grasas, y se las llevó al continente, él mismo, en la goleta de que era dueño, llamada Exod." (Estella 149). Y precisamente, ese panorama desolador será el que enfrentará Julio Ross en enero de 1903.
El Heraldo, septiembre de 1903
Hagamos un pequeño paréntesis para precisar la relevancia del citado bando de Basilio Rojas.¹¹ En primer lugar, la política del Estado había sido, desde que traspasó a Merlet sus deberes coloniales
, el que todos los revoltosos
o subversivos del orden
, fueran deportados al continente. En segundo lugar, el bando es un documento político fundamental para la historia de los vínculos entre el pueblo rapanui, la Compañía y el Estado chileno. Por un lado, intenta poner fin una situación donde la soberanía y la autoridad chilenas no estaban claramente constituidas, justamente por la presencia de símbolos soberanos rapanui (puntos 1º, 2º, 3º y 8º). De allí entonces surgió la prohibición de no izar otra bandera que no sea chilena; la transformación del subdelegado Cooper en la autoridad superior y representante del Gobierno de Chile
; la sustitución del rey por un jefe o cacique que los vigile y represente
y que ellos nombrarán
–especificando que al elegir como jefe en esa instancia a Juan Tepano– [este] no podrá ser destituido ni reemplazado por otro sin el permiso del Subdelegado
. Por otra parte, el bando establece que los rapanui no tienen tierra propia sino la cedida por el Gobierno (4º), las que sólo alcanzan a mil hectáreas, que no podrán introducirse ni destruir las cercas de unos a otros, que les sirven de deslinde, ni las correspondientes al arrendatario señor Merlet
; y (6º) si traspasan esos límites, deben hacerlo con previa autorización del Subdelegado Marítimo. Por último, las relaciones de trabajo de la Compañía no son forzados
, no obstante, se exceptúan los de rodeos, trasquila, etc., en que cada familia debe proporcionar un personal, previo convenio del jornal diario. El o los naturales que se resistieren a estos trabajos, que aconsejaren o impidieran de palabra u obra que otros concurrieran a ellos, serán castigados como cabeza de motín
(5º). Cerremos el paréntsis.
Otros diarios, al parecer, no se hicieron eco de esta campaña de denuncias (no hemos encontrado ninguna mención en El Mercurio de Valparaíso ni en el de Santiago, como tampoco en El Ferrocarril), empero la revista porteña Lo Nuevo (1903) reseñó parte de las aristas de esta cruzada en la opinión pública:
"La Isla de Pascua. Profunda indignación han causado en la opinión pública honrada, los artículos en El Chileno y en La Unión, referentes a las horribles crueldades y crímenes incalificables, cometidos por los señores Merlet y por su administrador, en la Isla de Pascua. Tan infames han sido esos actos de barbarie, que la misma prensa burguesa ha tenido que reprobarlas con energía, señalando con el debido ridículo el triste remitido publicado por esos señores en que –sin desvanecer cargo alguno– se limitan a calumniar estúpidamente a uno de los numerosos denunciantes, el joven Ross Mujica. Este joven –había dicho un señor cirujano de la Armada– declaraba renunciar su puesto en la Marina, protestando que sus estudios sociológicos le habían incapacitado para seguir transigiendo con la grosera y corrompida institución del Militarismo, con todas las vilezas e injusticias que ella encierra. Luego, agregaba ese digno representante de la ciencia oficial, (pagada a tanto por metro y a gusto del patrón o consumidor) estimo… que se trata de un caso de histerismo…
¡Bravo, bravo señor cirujano! Ud. se ha comportado dignamente; ha comprendido bien, no ‘el honor de la profesión’, al menos el espíritu de la Ordenanza; ¡ha sabido, agradar a sus superiores!...
Auguramos a Ud. una brillante carrera, dentro y fuera de la Marina de Chile!
Mientras tanto ¿qué piensan hacer las autoridades para poner remedio a la serie de abusos que día a día se cometen con varios centenares de nuestro semejantes en aquel lejano trozo del territorio nacional?
A los demás denuncios, publicados en la prensa diaria, podemos agregar el de otro histérico, el joven Eulogio Celis, que ha sido guardia militar a bordo del Baquedano y nos asegura haber presenciado la abyecta miseria que ya en 1901 reinaba entre los desgraciados habitantes a quienes Cooper, Merlet y demás criminales han robado o quemado los medios de subsistencia para obligarlos a trabajar en sus faenas y todavía los azotes que se aplicaban a aquellos que, ni aun con esas sabias medidas, querían dejarse explotar como dóciles bestias de carga!
Mientras el Gobierno de Chile no organiza en aquel territorio ni la más elemental administración de justicia; mientras sus representantes no hacen otra cosa que enriquecerse explotando, robando, flagelando y asesinando a los pacíficos habitantes, salta a la vista que su anexión arbitraria de aquella pequeña perla del océano, carece de justificativo aun dentro de la elástica moral de las llamadas naciones cultas, y equivale a un simple acto de piratería cualquiera: lo cual quiere decir que aun por motivos de prudencia, convendría establecer allí otro orden de cosas, más en armonía con los relativos adelantos alcanzados por nuestra ‘civilización’".
¿Cuál es el triste remitido
, que menciona Lo Nuevo? Se trata nada menos que de la carta