El obispo Juan de Palafox, en su Diálogo político del estado de Alemania y comparación de España con las demás naciones, reflejaba opiniones divergentes respecto al imperialismo hispano. En la obra, uno de los personajes, don Diego, expresa su malestar por el hecho de que todas las guerras se hagan contra los españoles, de manera que estos se ven en la obligación de gastar grandes cantidades de dinero. En cambio, el otro protagonista, don Francisco, se muestra bastante más optimista. España tiene problemas, pero no tantos como otras naciones, inmersas en devastadores conflictos civiles o sometidas a la ocupación de ejércitos foráneos: “Hállase ceñida España por los Pirineos, Mar Mediterráneo y Océano, más fácil a defenderse y conservarse de ajeno poder, cosa que no tiene Francia, abierta por todas partes; ni Italia, que tiene dentro fuerzas de afuera; ni Alemania, país abierto y llano. Y así están todas ellas ardiendo en guerras, cuando en España no hay tropa amiga ni enemiga que perturbe su paz”.
Don Francisco tiene claro que sus compatriotas son unos privilegiados si se los compara con el resto de europeos. Por eso, no duda en sostener que las verdaderas tragedias son las que sufren los demás países: “Aquellos son trabajos, don Diego, aquellas son calamidades y miserias”. Su interlocutor, en cambio, refleja un punto de vista más amargo: “Si Dios milagrosamente no vuelve por nosotros, yo lo doy todo por perdido”. Pero España, a su juicio, no puede depender siempre de milagros que Dios no está obligado a hacer. Don Francisco replica que hay que rezar, con fe en los