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Los pueblos indígenas y la cuestión nacional: Valentin Sayhueque y la constitución del Estado en la Patagonia
Los pueblos indígenas y la cuestión nacional: Valentin Sayhueque y la constitución del Estado en la Patagonia
Los pueblos indígenas y la cuestión nacional: Valentin Sayhueque y la constitución del Estado en la Patagonia
Libro electrónico272 páginas4 horas

Los pueblos indígenas y la cuestión nacional: Valentin Sayhueque y la constitución del Estado en la Patagonia

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Caviasca propone un debate indispensable. En Los pueblos indígenas y la cuestión nacional, afronta en clave polémica una tensión constitutiva en la conformación de Argentina como Nación. Las tradiciones nacionalista-liberal, nacionalista-revisionista no menos que las que se desarrollaron con base en el legado que suele denominarse de "izquierda", y aun indigenista, se ven aquí interpeladas por un abordaje que no solo incorpora las nuevas conquistas de la investigación académica sino que, además, las enlaza de manera virtuosa con la tradición nacional, popular y revolucionaria.
Las fuentes aquí, también se revelan como un hallazgo y se leen de manera crítica y en contexto, como un modo indispensable de acercarnos a una mirada más certera y, entonces, más proyectiva. Porque el que tiene en sus manos no es solo un libro sobre nuestro pasado. Es un libro sobre nuestro futuro.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento15 ago 2021
ISBN9789874465498
Los pueblos indígenas y la cuestión nacional: Valentin Sayhueque y la constitución del Estado en la Patagonia

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    Los pueblos indígenas y la cuestión nacional - Guillermo Caviasca

    Sobre este libro

    Las enseñanzas de la historia son mandatos para el presente Caviasca propone un debate indispensable. En Los pueblos indígenas y la cuestión nacional, afronta en clave polémica una tensión constitutiva en la conformación de Argentina como Nación.

    Índice

    Sobre este libro

    Los pueblos indígenas y la cuestión nacional

    Introducción

    Estado y cuestión nacional

    Las fuentes cristianas y los indígenas del sur

    Los pueblos indígenas y el asentamiento cristiano en la Patagonia

    Tratados y políticas cristianas

    Extensión de los tratados

    Las leyes definitivas

    La Zanja de Alsina como estrategia

    Roca y la imposición unilateral. Sigue el debate

    Valentín Sayhueque: ubicación socio-histórica

    Una breve genealogía de la jefatura de Las Manzanas

    Sayhueque, Calfucurá y la transición del rosismo al liberalismo

    Sayhueque a través de las fuentes

    Sayhueque como el cacique más importante de toda la región

    Los últimos años hasta la homogenización compulsiva

    La ofensiva militar y el fin de las tribus autónomas

    Las jefaturas como formaciones sociales en transformación

    Algunas reflexiones finales complementarias

    Mapas

    Bibliografía

    Publicaciones periódicas

    Instituciones

    En Internet

    © Punto de Encuentro 2019

    Av. de Mayo 1110

    Ciudad Autónoma de Buenos Aires, República Argentina

    (54-11) 4382-1630

    www.puntoed.com.ar

    Cuidado de la edición: Carlos Zeta

    Diseño: Cristina Angelini

    Conversión a epub: Daniel Maldonado

    Queda hecho el depósito que establece la ley 11.723.

    Libro de edición argentina.

    No se permite la reproducción total o parcial, el almacenamiento, el alquiler, la transmisión o la transformación de este libro en cualquier forma o por cualquier medio, sea electrónico o mecánico, mediante fotocopias, digitalización u otros métodos, sin el permiso previo y escrito de la editorial.

    Guillermo Caviasca

    Los pueblos indígenas y la cuestión nacional

    Valentín Sayhueque y la construcción del Estado en la Patagonia

    2019

    Colección de Historia y Pensamiento Latinoamericano

    Introducción

    Nación sin pasado es un término en sí contradictorio. Lo que hace a una nación es el pasado, lo que justifica a una nación ante las otras es el pasado, y los historiadores son las personas que lo producen1

    --

    La nación, o el Estado-nación, es la forma moderna de organización de las comunidades humanas más determinante en los últimos siglos. Sin embargo, más allá que el formato institucional es en apariencia similar en todos países, cada Estado-nación tuvo una génesis distinta. Tan distinta en algunos casos que hace a su mayor o menor éxito y estabilidad como envase de la población de la región geográfica en cuestión. Para nuestro país, la Argentina, el proceso particular de generación de la nacionalidad y las estructuras estatales que la organizan es relativamente reciente y cuenta con particularidades específicas. La definición del conjunto del territorio y la identidad de la población es un tema aún en consolidación (o su contrario). La Patagonia es un lugar muy rico para abordar esta cuestión por ser el último en incorporarse plenamente a la Argentina y por estar en discusión la naturaleza de su pasado y de su integración.

    El objetivo de este ensayo es discutir la cuestión de los pueblos indígenas y su relación con el Estado nacional durante su formación en el siglo XIX. Nos centraremos en la región nor-patagónica. Definimos a priori que los pueblos indígenas son parte de esa construcción, no entes externos, ajenos u obstáculos para la misma. Los consideramos actores de las llamadas guerras civiles con sus intereses y como parte de los agrupamientos que, a lo largo del siglo, se enfrentaron en las luchas que se desarrollaron por definir las características que tendría la nación argentina: en lo social, en su estructura institucional, en su estructura económica, en su identidad, en su inserción en el mercado mundial y en su relación con los demás países. Los diferentes pueblos indígenas, como parte de ese espacio geopolítico que sería la Argentina, fueron actores en estas luchas y su presencia marcó durante décadas una de las cuestiones más importantes de nuestro país (aún vigente): ¿cómo y con quiénes explotar económicamente los territorios pampeanos y hacer efectiva la soberanía en los patagónicos?

    Tomaremos como referencia principal la jefatura de Valentín Sayhueque Gran cacique del País de las Manzanas por ser el más importante actor indígena de la región en las décadas previas a la campaña de Roca. Utilizaremos las fuentes emanadas de la correspondencia, de los tratados que se realizaron entre las autoridades criollas y las indígenas, las memorias de viajeros, militares y enviados del gobierno argentino.

    Para la zona encontramos como fuente inicial las relaciones de Gerónimo Luis de Cabrera, hacendado cordobés, y de Juan de Puelles y Aguirre, en su búsqueda de los Césares de 1620-1621. La dejada por el capitán Juan Fernández, descubridor del lago Nahuel Huapi, a través del Memorial de Don Diego Flores de León. Los testimonios de los jesuitas, asentados en el lago Nahuel Huapi desde mediados del siglo XVII hasta la desaparición de la misión durante el siglo siguiente en 1717, son de mayor valor ya que cuentan con una descripción de las costumbres, la lengua, las relaciones entre grupos indígenas y de sus formas de vida. Allí se cortan las referencias hasta que en 1780 comienza el poblamiento de la costa atlántica de la Patagonia (de la que solo sobrevivió Carmen de Patagones). De esta experiencia es el diario de Basilio Villarino el que nos trae referencias a los pueblos de la zona y su forma de vida y organización. A partir de estas fundaciones las fuentes coloniales comienzan a registrar los avatares de los asentamientos patagónicos, aunque las referencias a la zona cordillerana son pocos. Hasta la jefatura de Sayhueque las referencias al País de las Manzanas son indirectas, pero a partir de ella y en coincidencia con el periodo pos rosista, las fuentes van en aumento y son directas (sin ser tantas como las que se relacionan con los pueblos asentados en las cercanías de la frontera). Referiremos a las numerosas investigaciones de especialistas en la cuestión de las poblaciones indígenas del sur que han florecido, especialmente, desde la década de 1980. Estas últimas las tomaremos como orientación y base complementaria de recopilación de datos empíricos para replantear algunas de sus hipótesis y, a partir de sus trabajos, ver otros puntos de vista que aporten a la tesis que postulamos.2 Nuestra atención está puesta en cómo se construye una nación y un Estado en un territorio con tradiciones previas diversas, no homogéneas, débiles o recientes. O sea abordamos el tema específico en relación a los pueblos indígenas de nuestro país desde la perspectiva de la cuestión nacional argentina. Lo haremos para una parte de la extensa región ubicada al sur de la Ciudad de Buenos Aires, donde encontramos que las poblaciones aborígenes son formaciones sociales en condiciones de debilidad y poca densidad3 y en la que existía una presencia hispánica débil o nula.

    Partimos de las categorías formación económico-social y Estado-nación dentro de la perspectiva del materialismo histórico. Asumimos, siguiendo a Eric Wolf,4 que en el contacto entre poblaciones agrícolas, sedentarias, urbanas y poblaciones nómades, seminómadas, cazadoras y/o pastoras se produce una tensión. Las poblaciones agrícola-ganaderas urbanas, con un desarrollo tecnológico, político y productivo mayor, se asientan y tienden a dominar las zonas más productivas de la tierra y/o centros clave en la comunicación. Son una atracción para las poblaciones pastoras que en general obtienen el grano y los productos artesanales por intercambio con los sedentarios, aunque periódicamente atacan buscando apropiarse de parte del excedente de los sedentarios. Los avatares de la articulación de una economía política de simbiosis versus otra de guerra es una de las preguntas iniciales de Wolf, y es muy pertinente a nuestro caso.

    Estado y cuestión nacional

    ¿Cuáles serían lo criterios para definir una nación? Subjetivos: por asunción de los que deciden ser parte de ella, o por valores de los que un individuo es portador mas allá de donde se encuentre geográficamente (un judío debería ser israelí en cualquier lugar del mundo, es la tesis sionista actual para los judíos que no viven en Palestina, pero también es aplicable más moderadamente a la nacionalidad de descendientes de europeos en nuestro continente). U objetivos: lengua, territorio, tradición, juridicidad, mercado. Si bien podemos adscribir a una combinación, ya que una visión extrema puede dar lugar a expresiones ridículas de voluntarismo o rigideces que no dan cuenta de la realidad. Señala Eric Hobsbawn como contraejemplo por el ridículo que si lo único que se necesita para ser, para crear o para volver a crear una nación es la voluntad de serlo: si un número suficiente de habitantes de la isla de Wight [pequeña isla del sur de Inglaterra] quisiera ser una nación ‘wigthtiana’, habría una. Sin embargo criterios objetivos extremadamente rígidos, tienden a forzar la realidad de las sociedades humanas que de por sí son diversas y cambian con el tiempo. Para nuestro caso, la Nación Argentina: un territorio, una lengua, una religión, una juridicidad, una tradición, hasta una configuración étnica, ha sido atribuida en forma más o menos homogénea a todo el territorio. Sin dudas ha sido la ideología oficial desde la Conquista del desierto y dificulta la comprensión de la historia argentina y de los componentes de la nación. En realidad el ocultamiento de los diversos aportes que permanentemente fluyen en una nación es parte de una dictadura con la que una elite ejerce la hegemonía y homogeniza la nación a su imagen y semejanza, o la diversifica si le es útil con objetivos segregacionistas.

    Según Hobsbawn

    La cuestión nacional, como la llamaban los marxistas de antaño, se encuentra situada en el punto de intersección de la política, la tecnología y la transformación social. Las naciones existen no solo en función de determinada clase de estado territorial o de la aspiración a crearlo —en términos generales, el estado ciudadano de la Revolución francesa—, sino también en el contexto de determinada etapa del desarrollo tecnológico y económico.5

    O sea, Hobsbawn delimita el tema nacional a nuestra época y a un estadio de desarrollo de las sociedades humanas, lo acota a la estructura del Estado-nación. Más adelante el historiador inglés afirma que la ‘conciencia nacional’ se desarrolla desigualmente entre los agrupamientos sociales y las regiones de un país. Desde esta perspectiva podemos pensar tiempos y formas distintas en que clases, regiones o (en este caso) tribus indígenas que se enfrentan al desafío de la cuestión nacional, reconstituyen la conciencia de sí mismas en la era de los Estados-nación, rechazan o se asumen parte, y son incorporadas a, o marginadas de, un colectivo nacional.

    ¿Existió una nacionalidad argentina en disputa con una o varias nacionalidades indígenas? Pueden existir naciones sin Estado, Estados-nación y Estados plurinacionales o con una nación dominante y otras en su interior; pueden existir pueblos cuya conciencia colectiva no es nacional, sino tribal o local. Creemos imposible hablar de una conciencia nacional indígena y aun de naciones indígenas, aunque sí es posible ver pueblos indígenas en un proceso de transformación dialécticamente relacionado con la formación del Estado criollo. Tampoco es posible hablar de una nación Argentina, sin embargo sí es posible y correcto ver que la elite criolla tenía uno (o varios) proyectos de nación y de Estado. Como también que vastas capas de las clases populares se imaginaban parte de algo, fueran las provincias, la nación o ambas. El modelo de Estado-nación con una lengua, una tradición, una cultura, una única forma de organización política, jurídica y militar, es el que se fue creando en nuestra región a partir de la independencia, es el modelo de las revoluciones burguesas, de la modernidad. Pero fue un proyecto en disputa con otros y, aún dentro de una cosmovisión moderna, convivieron proyectos distintos. Además, en su versión triunfante, su capacidad fue insuficiente para subordinar a todos los colectivos sociales que habitaban la amplia región que teóricamente le correspondía unificar, hasta la década de 1880.

    Es interesante pensar la propuesta de Ernest Gellner6 sobre la nación Ruritana mediante la cual crea un tipo ideal para ejemplificar la génesis de un nacionalismo. Allí aparece un pueblo campesino asentado en una región de un Estado más grande, en realidad un imperio multiétnico.7 Pueblo que tiene una lengua diferente a la mayoritaria. Algunos de sus miembros, más educados, ven en su origen un límite para su progreso. Aunque Gellner señala que en su hipótesis existe la opción para estos intelectuales de incorporarse plenamente a la cultura hegemónica, una parte sustancial de esa elite local no lo hace. Esa elite local comienza un proceso de creación, recreación y re significación de las tradiciones campesinas en clave nacional, la definición precisa del idioma, su difusión y creación de una literatura escrita, etc. Desde allí apela a la masa de su región original, ya no como campesinos oprimidos para que se revelen contra sus señores (forma de revuelta campesina tradicional), sino como pueblo-nación para que luche por tener un Estado propio. El éxito o fracaso de ese proceso estaría determinado por condiciones particulares de cada caso, y sobre todo por las condiciones de pobreza y explotación de la masa, que pasan a ser comprendidas como explotación nacional. La creación de la nación Ruritana partiría de esas condiciones históricas e ideológicas creadas o activadas por esta elite cultural y letrada.8

    Gellner rescata que La discusión acerca del Estado puede iniciarse con la célebre definición que Max Weber diera de él, como el agente que detenta el monopolio de la violencia legítima dentro de la sociedad. Esta definición es básica en lo que hace al Estado moderno. La fuerza legítima9 solo puede ser ejercida por el Estado. No es casualidad que sea admitido que fue en torno a 1880 cuando el Estado argentino tomó forma definitiva, y que esta fecha da cuenta de la eliminación de todas las formas de organización de la violencia alternativas al ejército nacional: las lanzas indígenas, guardias provinciales, montoneras o el ejército de la Provincia de Buenos Aires (desde ahora PBA).10

    También podemos tomar para analizar este tema el aporte gramsciano que relaciona coerción-consenso como par dialéctico antagónico, pero complementario. Gellner (y también lo retoma Hobsbawn en el libro que mencionamos arriba) lo incorpora de esta forma

    No cabe duda de que la voluntad o aquiescencia constituye un factor muy importante en la formación de los grupos, ya sean estos grandes o pequeños. La especie humana siempre se ha organizado en grupos de todos tamaños y formas, unas veces claramente definidos y otras de una forma un tanto vaga, en ocasiones netamente diferenciados entre sí y en otros superpuestos o interrelacionados (…). Sin embargo, en la formación y mantenimiento de los grupos se dan dos agentes genéricos o catalizadores claramente fundamentales: por un lado, la voluntad, la adhesión voluntaria y la identificación, la lealtad y la solidaridad, y, por otro, el temor, la opresión y la coacción.11

    Las tribus indígenas del sur, siguiendo la clasificación de Martha Bechis12 eran jefaturas segmentales que basaban su liderazgo en autoridad. La investigadora discrimina entre autoridad y poder; siendo la primera una relación en la que el liderazgo se debe relegitimar permanentemente a partir de acciones o beneficios que otorguen consenso de los seguidores y/o aliados. Mientras que el poder emana de una función o cargo, que existe más allá de la persona y sus acciones, y otorga una capacidad de disciplinamiento ejercida sea por medios burocráticos, tradición, religión o militares. Un líder cristiano obtenía el poder que emanaba del cargo de (por ejemplo) jefe en Patagones, más allá de sus atributos personales y de que las políticas desplegadas por él generaran simpatía o no. Mientras que un cacique ampliaba su autoridad desde su segmento (una, más o menos, pequeña tribu) mediante el éxito de sus acciones. Veremos, analizando su evolución a lo largo del tiempo, cómo los grandes cacicazgos basados en elementos de autoridad parecen avanzar, o intentan pasar conscientemente, desde estructuras consensuales y provisorias hacia estructuras más estables. Pero a pesar de ello no adquieren poder, no constituyen Estados o protoestados (como sucedió con diversas jefaturas africanas insertas en el sistema de la trata de esclavos) ni disponen de una base económica mínima, cosa que sí detentan desde sus inicios las estructuras criollas.

    La historia en sus variantes más simples nos presenta una serie de campañas militares desde las que podemos observar la construcción del Estado. La creencia de que el Estado-nación puede reducirse a la acumulación de poder coercitivo en forma determinante opera fuertemente en el plano de las ideas, pero creemos —siguiendo a Pierre Bourdieu— que eso es una simplificación. El sociólogo francés relaciona su crítica con el reduccionismo marxista que simplifica la formación del Estado como conclusión de la acumulación de poder económico por la burguesía y su brazo militar. Propone la alternativa de la acumulación y concentración de poderes en varios campos, por diferentes estamentos que confluyen en el surgimiento del Estado moderno. O sea el Estado se forma en los campos económico, militar, en el plano ideológico, en el de las concepciones y prácticas jurídicas, en el de los rituales, etc. Confluyen en la nueva función del Estado-nación y en su asunción y naturalización por las masas/pueblo.13

    La formación del Estado argentino y especialmente en las tierras pampeanas y nor-patagónicas, aparece ante nosotros como posterior a una campaña militar que desaloja a los salvajes y funda desde cero las instituciones modernas y la economía capitalista. Antes no aparece nada. Sin embargo esto no es así. Las instituciones que existieron en la región se formaron en relación con las comunidades indígenas, en conflicto y/o en cooperación; y los diversos pueblos indígenas surgieron y desarrollaron una economía integrada al conjunto criollo de ambos lados de la cordillera. Subordinada, en gran parte parasitaria, pero en una relación capilar con la política y la economía de la zona. Por lo tanto el Estado que ocupó el territorio no avanzó sobre una formación social ajena, sino sobre un espacio territorial, conflictivo y/o anómalo, pero integrado por múltiples lazos.

    Indudablemente ninguna de las ideas de nación que se barajan en torno a los pueblos aborígenes da cuenta de lo que se suele llamar naciones en el campo político, académico o diplomático. Es que en tanto naciones concebidas desde la idea de que debían tener un grado de unidad económica y estructura organizativa estable, inclusive de un pasado, no existieron. ¿Cuándo se formó la etnia ranquel?, ¿o los manzaneros? El proceso de formación de la fuerza indígena de Calfucurá de las Salinas Grandes se puede rastrear solo hasta la década de 1830. Algunas etnias tenían una raíz más antigua, pero ¿no fueron todas brutalmente afectadas por la presencia española primero y de los criollos después? De ese contacto, en nuestra región, surgieron sociedades nuevas, agrupamientos tribales nuevos, y etnias nuevas, y estaban en pleno proceso de desarrollo en el momento de su destrucción como tales. Para aplicar la categoría nación hay que pensar que el concepto debería abarcar a grupos étnicos amplios y laxos, y tal cosa no sería conveniente para que tal categoría sirviera para algo.

    Es posible que el concepto de etnogénesis14 nos ayude a comprender esta cuestión. Es el proceso mediante el cual un grupo humano adquiere características distintivas, culturales y socio-políticas. Puede darse por diversas razones, pero en nuestro caso sería clara la influencia de la migración, el mestizaje, el asentamiento en una región nueva o la transformación de los colectivos humanos de esa región a causa de la migración, la guerra o el contacto sobre-determinante con un colectivo más complejo y denso (el mundo criollo). De esta forma nuevas etnias surgen como respuesta a un contexto radicalmente nuevo. O como forma de creación y apropiación de un pasado mítico o real pero que no necesariamente es propio en términos de continuidad histórica, o étnica. Podemos encontrar una complementariedad en nuestro trabajo entre etnogénesis con la idea de invención. Así manzaneros, ranqueles, salineros, etc., son etnias nuevas, en formación, distintas aunque vinculadas. Así también podemos explicar las políticas diferentes seguidas por cada grupo indígena. No hay una sola y amplia

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