Décadas antes de la conquista de América, las Islas Canarias fueron escenario de pugnas entre distintos reinos (genoveses, aragoneses, castellanos y portugueses, principalmente), que ambicionaban la posesión del archipiélago, especialmente por motivos geoestratégicos. Estos enfrentamientos culminaron con la colonización del territorio insular por parte de la Corona de Castilla, en un proceso largo y difícil que se extendió desde 1402 (empezando por Lanzarote) hasta 1496 (toma de Tenerife).
Hasta entonces, en las islas habitaban pueblos aborígenes, que han pasado a la historia como los guanches. Presumiblemente, el término guanche procede de las voces guan (persona) y Chinet (nombre indígena de la isla de Tenerife), y se aplica, por extensión, a toda la comunidad prehispánica de Canarias. No faltan teorías, sin embargo, que atribuyen el origen de esta denominación a la palabra bereber acxes (hijo o joven). Los nativos canarios habían tenido contactos aislados con la población europea y árabe que recalaba en sus costas de forma puntual, pero mantenían intacta su forma de vida, su organización social y su cultura.
Concluida la toma de Tenerife en 1496 y, con ella, de todo el archipiélago, los indígenas de las islas comenzaron a sufrir las consecuencias de la política expansionista, internacionalista y colonizadora de Isabel la Católica y de su