Tu Botica Sagrada
Por Alba Ambert
4.5/5
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La segunda parte del libro te ofrece maneras prácticas de trabajar con la naturaleza, esto es, métodos espirituales de meditar, reflexionar, orar mientras preparas tinturas, elíxires y esencias para beneficio propio y de otros. También incluye los otros preparativos espirituales esenciales para este trabajo, como meditaciones de iniciación y preparación energética del área a trabajarse, sea este un jardín, finca o tiestos en la casa. Al preparar una botica sagrada a través de esta práctica espiritual, te unes de lleno a la naturaleza y de manera co-creativa estableces un vínculo inquebrantable con el Todo de la existencia.
La tercera parte del libro es la parte práctica que te ofrece paso por paso las técnicas para preparar esencias florales, elíxires de cuarzos y conchas marinas y tinturas de plantas medicinales.
Alba Ambert
Desde tus transformación espiritual hace muchos años, Alba se desempaña como maestra y consejera espiritual, recibiendo visiones místicas frecuentes relacionadas a los planos elevados de Luz y su impacto en la Tierra. Es la autora de Los siete pilares de la evolución espiritual, Tu espacio sagrado, Un sendero de Luz y Tu botica sagrada. Cada año ofrece retiros para despertar la llama de la iluminación sagrada en cada corazón. Para información más detallada sobre el Sendero Paramita, favor de visitar: www.senderoparamita.org.
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Comentarios para Tu Botica Sagrada
17 clasificaciones3 comentarios
- Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Gracias!!!!! Me pareció muy interesante, logré aclarar muchas dudas. Visitaré el sitio web.
- Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Un libro excepcional para mi gusto.
Lo recomiendo ampliamente a todos aquellos cuya vocación es ayudar a los seres humanos y que quieran crecer espiritualmente. - Calificación: 5 de 5 estrellas5/5gracias
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Tu Botica Sagrada - Alba Ambert
natural.
Primera parte
1
La Tierra y nosotros
Estamos profundamente conectados a la Tierra a todos los niveles de nuestro ser. La Tierra nos provee lo que necesitamos para la existencia física como el aire, la nutrición y el alojo, entre muchos otros. También nos ofrece la energía vibracional requerida para sostener nuestra fuerza vital. Hoy día estamos más conscientes del impacto de la Tierra sobre nuestros estados mentales y emocionales. En numerosos trabajos investigativos se ha demostrado que una relación positiva con la naturaleza promueve la salud mental y emocional. Además, nuestra conexión potente con la Tierra nos ayuda a evolucionar espiritualmente. Esta conexión profunda con la Tierra ha sido constatada científicamente en la resonancia descubierta entre los campos electromagnéticos del corazón humano y de la Tierra. Cuando estamos conscientes de la profundid de esta conexión, nuestros corazones se abren y sentimos biofilia, esto es, amor por todos los organismos vivientes. Estando conscientes de este amor nos mantenemos atentos a todas las criaturas en la existencia y nos esforzamos por caminar tiernamente sobre la Tierra. Entendemos que nuestra alma está arraigada dentro del alma de la Tierra. Nos movemos a un estado de compasión incondicional por todos los seres vivientes y por la Tierra misma. Reconocemos que la Tierra nos ha dado vida, una regalo inmensurable.
Anima Mundi: La Tierra consciente
Nuestros antepasados reconocieron siempre el alma de la Tierra, relacionándose con ella como el ser consciente que es. A esta consciencia le llamaron anima mundi, el alma del mundo. Los místicos antiguos proponen que un espíritu puro impregna la Tierra. Este espíritu es una esencia divina que da vida. Es la energía primaria que penetra todo lo existente en la naturaleza. Este espíritu consciente es eterno e infinito. Los miembros de pueblos originarios también ven a la Tierra como la gran Madre que es el origen de todo en la naturaleza. Por esto ellos mantienen una relación de sagrada reverencia hacia la Tierra manteniendo una postura de amor y respeto hacia toda vida, incluyendo los reinos animal, vegetal y mineral.
La Tierra está dotada de una consciencia que le permite sentir y emitir sus energías vitales hacia todos los que habitan en ella. Esta consciencia, llamada alma cósmica o, como hemos dicho, anima mundi es parte de la esencia eterna, la fuente vital de todo lo que es. Es el quinto elemento, llamado Espíritu, que unifica y armoniza todo en la existencia física. El alma de la Tierra está inextricablemente unida al Creador, es parte de la Luz del Creador. Como nuestras almas son también destellos divinos, partes de la Luz del Creador, concluimos que nuestras almas y el alma de la Tierra son una. Cada alma individual, entonces, está constituida por la misma sustancia divina que el anima mundi.
El espíritu de la Tierra es su consciencia que es un palpitar en constante flujo, en movimiento perpetuo. Es el fundamento mismo de la existencia, una existencia que esparce su vibración hacia todas partes. En esta vibración transmite, percibe y recoge –en un proceso vital de ir y venir– lo que está impreso eternamente en lo que podríamos llamar la Mente de Dios.
La consciencia de la Tierra es uno de los múltiples aspectos de la Luz que es la sustancia primaria que lo contiene todo. Esta Luz que le da vida a la Tierra es el Amor del Creador que lo es todo. La existencia entera, desde los múltiples universos hasta los organismos microscópicos, son compuestos por este Amor y la Tierra no es excepción. Como ser consciente, la Tierra late con este Amor, el Amor de la Luz, y logra transmitirle este Amor a todos sus habitantes.
El sufrimiento de la Tierra – Nuestro sufrimiento
Desafortunadamente, muchos de nosotros estamos tan enajenados de nuestro ambiente natural que somos incapaces de sentir este Amor. Hemos logrado como especie hacer todo en nuestro poder por desconectarnos de la Tierra, del mundo de la naturaleza que es a fin de cuentas nuestro mundo también. Como resultado de nuestro sentir de separación de la Tierra, de la naturaleza, sufrimos episodios de angustia, culpabilidad y enajenación. Debido a nuestro sentido de separación, hemos logrado crear y sostener una crisis ambiental sin precedentes que no sólo tiene efectos devastadores en el mundo de hoy, sino que el daño ambiental que creamos será nuestro legado ruinoso para generaciones futuras. Profundamente atrapados en un estado ecocidal, estamos destruyendo el hogar a donde vivimos y, por ende, a nosotros mismos. En lugar de amar la Tierra y deleitarnos en las bellezas naturales, estamos decididos a dañar irreversiblemente nuestro ambiente.
Como no es posible mantenernos sanos mientras destruimos la Tierras, estamos viendo los efectos de una locura colectiva en nuestras vidas repletas de estrés y en la ira, depresión, agresividad que nos aflige y que observamos en otros. Nuestra enfermedad sicológica está conectada a nuestra relación dañina con la naturaleza. A un nivel muy profundo somos uno con la Tierra y su maltrato se manifiesta como sufrimiento dentro de nosotros mismos. Sentimos el sufrimiento de la Tierra, sentimos su dolor e inconscientemente este dolor se convierte en nuestro dolor, en nuestro propio sufrimiento. Este dolor se transforma en negación, sentimiento de culpabilidad, enajenación, duelo y, en algunos de nosotros, una compasión profunda que nos mueve a actuar a favor de la Tierra y todos sus habitantes.
El entendimiento de que el sufrimiento de la Tierra nos afecta a nosotros mismos es esencial si vamos a escapar esta crisis ambiental con algún grado de sanidad y alguna noción de cómo poder superarla. Es importante entender esto y transmitirle este entendimiento a otros. Necesitamos ayudar a aquellos que sufren como consecuencia del sufrimiento de la Tierra. Pero primero, necesitamos nosotros mismos estar conscientes de la interconexión entre nuestro sentido de ser y nuestro mundo natural. Y necesitamos comenzar a disolver las barreras emocionales y mentales que nos hacen sentirnos separados de la naturaleza, de la Tierra. También necesitamos entender que este enajenamiento nos permite ver a la Tierra como un ser que no siente, sin consciencia que puede ser abusada y explotada sin consecuencias. Con este entendimiento las barreras que existen entre nosotros y la naturaleza se vuelven más permeables, logramos darnos cuenta de que somos parte de la Tierra y que al destruir a la Tierra nos destruimos nosotros mismos. Logramos entender la conexión vital entre los seres vivientes y llegar a un estado de armonía con todo en el entorno. Logramos un sentido del ser propio y del mundo ecológicamente armonizado que nos permite trascender el falso sentido de separación del ambiente natural.
También tenemos la responsabilidad de transmitirles este entendimiento a nuestros hijos y nietos. Los niños nacen con el recuerdo del reino de Luz de donde han venido antes de entrar a la materia física. Cada bebé nace en unión con todo, con una capacidad inherente de disfrutar del mundo natural como una extensión de su ser. Los niños disfrutan de caminar descalzos sobre la hierba mojada, de sobarle la lana a un perro, de observar el aleteo de las mariposas. Su sistema neurológico aún no se ha limitado debido a programaciones culturales y sociales y pueden percibir claramente los cuerpos energéticos incluyendo auras en personas, animales y plantas. Pueden ver ángeles y devas. Con el tiempo y el adoctrinamiento social que ocurre a través del sistema escolar, los medios, la socialización y otros este sentido de unión con la naturaleza desaparece y los niños caen en la dualidad distintiva de los seres humanos adultos. El convencernos de que somos seres separados es algo que ocurre a medida que nuestro ego se fortalece y creamos una realidad falsa. Los niños, sin embargo, no sienten esta separación del Todo hasta más tarde en su desarrollo. Nos toca mantener este sentido de Unión con el Todo y la reciprocidad natural que existe entre los niños y la naturaleza.
El nuevo campo de la ecosicología intenta traer a la humanidad una perspectiva de co-existencia positiva con la naturaleza a través de la ecoterapia. En esta terapia contemporánea se consideran los aspectos ecológicos de la salud mental y se reconoce el ser ecológico,
esto es, ese aspecto de nuestro ser que está conectado con todos los seres vivientes y que se identifica con ellos. Cuando una persona muestra señales de enajenamiento debido a su falso sentido de separación de la naturaleza y su falta de identificación con ella, la terapia basada en la ecosicología lo ayuda a cerrar la brecha que existe entre el ser humano y la naturaleza expandiendo su ser a tal punto que se identifique con todos los seres en la existencia.
Aunque la ecosicología es un paso importante para este sentido de unión con el Todo, considero que necesitamos una solución espiritual a la falta de conexión profunda que sostenemos con la Tierra. Hace falta incorporar el sentido de lo sagrado en nuestro haber cotidiano. Hace falta reconocer en nuestros corazones que verdaderamente somos Uno con el Creador y con todo lo que existe y en esta unión aceptar que cuando le hacemos daño a un árbol o un animal o a la Tierra misma, nos hacemos daño nosotros mismo. El sufrimiento de la Tierra es nuestro propio sufrimiento.
La Tierra y nosotros somos uno
Nuestra condición disociada y desvinculada que nos provoca creer falsamente que estamos separados de la naturaleza, separados de la Tierra, encuentra su remedio en una práctica espiritual en la cual reconocemos que el mundo natural es un ser sagrado. Al reconocer la santidad de la Tierra y todo el mundo natural, sentimos un profundo respeto y nuestros corazones se abren a esta realidad, la verdadera realidad. Al estar conscientes que el mundo natural entero es sagrado y merece nuestro respeto más profundo, reconocemos lo sagrado en nosotros mismos ya que somos parte de esa naturaleza.
Cuando intentamos llenar nuestra soledad y vacío y buscar la felicidad en productos innecesarios, sustancias adictivas, interés obsesivo en gente famosa y actividades que no nos hacen bien, sufrimos. Pero nuestro sufrimiento va más allá de un sufrimiento personal, ya que con el materialismo en que caemos al intentar subsanar el dolor con compras y actividades inanes, perpetuamos el dolor de la Tierra. Esto es así porque el materialmismo desfrenado provoca más explotación de la naturaleza.
En lugar de caer en el desorden del materialismo necesitamos entender que al estar en unión con todo, no estamos solos. Que nuestras vidas están llenas de la energía divina que le da vida a todo en la existencia. Los científicos han descubierto algo que místicos han sabido hace más de cinco mil años. Existe un campo de energía que conecta a la materia física, los seres humanos y todo en la existencia y continuamente afecta a todo y todos. Todos emanamos de y existimos en este campo. Es un campo cuántico compuesto por partículas interactuando entre sí y transmitiendo información de una a la otra hasta el punto que no hay comienzo ni fin entre nuestros cuerpos y todo lo existente. En otras palabras, no hay nada allá afuera.
Verdaderamente somos Uno.
La física cuántica revela que somos uno con el universo y el todo. Estamos unidos por una energía creativa, vibrante. No estamos separados de nada en la existencia, sino que estamos entrelazados en esa energía que lo es todo. En este campo energético, todo es energía en potencia y contiene dentro de sí todas las posibilidades.
Este descubrimiento describe perfectamente el espíritu primario del cual han hablado los místicos por milenios y al cual llamaron el Akasha. El Akasha es la sustancia primaria que lo contiene todo y es uno de los múltiples aspectos de la Luz. De acuerdo a los místicos antiguos y modernos, el Akasha contiene todo lo que se ha vivido, pensado, sentido, a través de los tiempos y más allá del tiempo. Dentro del Akasha puede tenerse acceso a los registros akáshicos que se han descrito metafóricamente como una biblioteca que contiene una colección de conocimiento místico codificado en el plano no físico de la existencia. Los registros contienen todo el conocimiento de la experiencia humana. Aquí se registra lo que cada persona ha dicho, hecho, pensado e intentado en sus vidas pasadas y presente. De acuerdo a enseñanzas espirituales, el estar consciente de los registros akáshicos acelera nuestra evolución espiritual, aumentando sustancialmente nuestras vibraciones personales.
El Akasha, el espíritu primario, el campo de energía del que hablan los ciéntificos es una vastedad infinita, un espacio infinito de donde todo surge. Es el principio de toda creación. Fuera de esta vastedad no hay nada ya que esta vastedad lo es todo. Esta vastedad es una consciencia infinita que contiene lo creado y lo que aún no se ha creado. Esta consciencia infinita es el Creador.
Ahora bien, dentro de esta vastedad nos conectamos, pero no como seres separados sino como Uno y emitimos la vibración de un mismo estado de consciencia. Así es que la Tierra y nosotros y todo en la existencia formamos un campo de resonancia que contiene energías de la más alta espiritualidad y elevada Luz. Se nos hace posible, entonces, comunicarnos en todo momento a través de esta energía primaria de unidad. Nosotros podemos comunicarnos con la Tierra, las flores, las plantas, los cuarzos y todo en la existencia y ellos pueden comunicarse con nosotros a través de esta red infinita de energía.
Vemos entonces que el universo está creado sobre una base de energía vibrante en constante movimiento, de potencial infinito. Dentro de este universo estamos todos, tanto las partículas de las estrellas como los átomos de las piedras. La percepción de separación del resto de la naturaleza es una ilusión, una realidad aparente pero no verdadera. Todos somos parte de la energía vasta que es el fundamento de la creación, una consciencia infinita que se mueve en constantes actos creativos para darle vida a más y más manifestaciones de su potencial. Esta energía infinita es el Creador y todos, sin excepción, somos una manifestación hermosa de Dios.
Nuestros desórdenes mentales, emocionales y espirituales se sanan cuando abrimos nuestros corazones a la verdad de nuestra existencia que es la unión con todo y la divinidad que existe en todo y todos. Y esta realización es, al fin de cuentas, la meta de nuestra vida. Hemos venido a la Tierra a cumplir con nuestra misión de unión, de sanar la herida de la separación del Creador (una supuesta separación que en la realidad del Creador nunca ocurrió). Hemos venido a despertar del sueño de la irrealidad a la realidad verdadera: Somos uno con el Creador, somos uno con la Tierra, con la naturaleza, con todo y todos. Y con este entendimiento espiritual es que podemos sanar nuestras heridas más profundas y lograr una vida de paz y Amor Puro. La naturaleza nos ofrece la manera de lograr esto. A continuación ofrezco un sendero espiritual basado en el amor a la naturaleza, recogiendo y utilizando los regalos que la naturaleza nos da, ofreciéndole de vuelta nuestro respeto y amor.
El Amor
La energía que subyace todo espacio, vibración, creación es el Amor del Creador. Este Amor se manifiesta en una hermosa Luz que siempre está presente, a tu disposición. El Amor es todo lo que existe, llamémosle Luz o energía o movimiento vibratorio. Esta es la energía creadora, la energía primaria que le da vida a todo y está compuesta enteramente por el Amor divino. Es la pulsación creativa del universo. Toda materia está creada en, por y con Amor. El Amor es la realidad más profunda de la existencia.
El Amor es la energía que causa el movimiento de los átomos, impulsa la vida hacia una mayor evolución e irradia su vitalidad en todo momento. Nuestros cuerpos han sido creados con Luz que es una manifestación del Amor divino y también la naturaleza en que habitamos está compuesta por esta Luz saturada de Amor. Todo en el universo y en la existencia entera está constituido, formado y transformado por esta Luz. La energía que fluye por el mundo natural es la Luz del Creador y le da vida a la existencia.
Así es que cuando hablamos de la Luz en este libro nos referimos a la manifestación del Amor del Creador. La Luz y el Amor son lo mismo. El Amor es la energía divina, infinita y vasta