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Enciclopedia mundial de gatos
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Enciclopedia mundial de gatos

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«He estudiado mucho a los filósofos y a los gatos. La sabiduría de los gatos es infinitamente superior.» (Hippolyte Taine)
Tan fascinante como sus parientes felinos salvajes, el gato es fiel a su reputación... pero aún es algo más.
Esto es lo que esta enciclopedia ilustrada con más de 600 fotografías le propone descubrir.
En este libro único encontrará, en más de 70 fichas, las razas felinas reconocidas por el LOOF (Libro Oficial de Orígenes Felinos) y todo lo que debe saber sobre:
* su historia;
* los cruces posibles entre razas;
* su carácter y educación;
* las normas de nutrición e higiene;
* las urgencias veterinarias.
Y, para permitirle asegurar el bienestar de su animal y mejorar su relación con él, esta obra le enseñará a interpretar:
* su mirada;
* sus posturas y la posición de las patas;
* el porte de la cabeza y la cola;
* su voz, maullidos, ronroneos...
Clara y práctica, esta auténtica biblia sobre el mundo del gato le ofrece los mejores consejos para que le pueda prodigar los cuidados indispensables para su bienestar.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento10 may 2019
ISBN9781644617168
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    Enciclopedia mundial de gatos - B. Brunetti

    Razas

    INTRODUCCION

    Definir el gato es casi imposible: cariñoso con las personas que ama y feroz con sus presas; perezoso y dormilón, pero a la vez rápido e implacable; desbordante de amor y al mismo tiempo individualista y celoso de su independencia; esta doble y misteriosa naturaleza ha suscitado fascinación desde siempre y ha contribuido a alimentar una venerable leyenda.

    Desde hace ya mucho tiempo, en los países anglosajones se concede una gran importancia al gato, si bien el aprecio por estos animales está muy acendrado en todas partes, tal como lo demuestran las numerosas asociaciones felinas y las exposiciones monográficas que suelen celebrarse periódicamente. De hecho, cada vez hay más libros y revistas especializadas, y la imagen del gato se ha convertido en una de las más socorridas para los fabricantes de juguetes.

    Aunque durante muchos años ha permanecido a la sombra del perro como animal de compañía, en la actualidad el gato está conquistando un lugar importante en nuestras casas, ya que es un compañero alegre, silencioso, limpio, independiente, juguetón y tranquilo. Tiene pocas necesidades y da poco trabajo; en todas las casas hay espacio suficiente para él, y sólo necesita una bandeja con arena absorbente para resolver el problema de las necesidades fisiológicas.

    A todo ello cabe añadir que el gato come poco, que hace compañía a las personas que pasan mucho tiempo en casa y que, además, soporta las ausencias del dueño.

    Sin embargo, adoptar un gato no debe tomarse a la ligera. Antes de hacerlo, hay que tener en cuenta si puede garantizarse la satisfacción de todas sus necesidades.

    Este libro pretende ser una ayuda para todas aquellas personas que deseen conocer mejor el mundo de los gatos. En él se darán unas nociones básicas y se sugerirán las indicaciones necesarias para elegir entre todas las razas que, no lo olvidemos, están en constante evolución.

    ORÍGENES E HISTORIA

    Tiene el aire de quien se las sabe todas. Y, ciertamente, el gato cuenta tras de sí con una notable historia, una historia que ha pasado por una larga evolución que lo ha conducido a ser tenido como una divinidad por parte de los antiguos egipcios y que lo ha obligado a sufrir terribles persecuciones durante la Edad Media, para llegar, por último, entre finales del siglo XVII y principios del XVIII, a una rehabilitación que lo llevará a ser considerado un animal de compañía, apreciado por su belleza y por su carácter astuto e independiente, a veces tan misterioso y fascinante como para ser incluido en los cuentos y en las fábulas infantiles.

    Orígenes

    Si buscamos los orígenes del gato deberemos retroceder hasta sus antepasados más remotos: los Miácidos. Estos vivieron en el periodo del Paleoceno (hace sesenta millones de años), eran de dimensiones bastante reducidas pero poseían una estructura que los convertía en formidables predadores: a partir de ellos se desarrollaron todas las especies carnívoras.

    Más tarde, en el Oligoceno (hace unos treinta y cuatro millones de años) aparecieron, entre los carnívoros, los Félidos. Se caracterizaban principalmente por un cráneo esférico, arcos cigomáticos fuertes y pronunciados (debido a los potentes músculos masticadores), articulaciones mandibulares con movimiento vertical (en vez de lateral como en los herbívoros), capacidad para caminar sobre los dedos (llamados digitígrados), uñas retráctiles y pupilas que, en presencia de luz, se convierten en rendijas verticales.

    Entre los Félidos se diferenciaron primero los Eusmilus, grandes felinos lentos pero dotados de fuertes caninos en forma de sable, y los Pseudailurus, enormes gatos ágiles y flexibles, muy similares a los Félidos actuales. Un buen ejemplo de los Pseudailurus es el Smilodon (del griego; significa «diente de cuchillo»), que se remonta a veintitrés millones de años y cuyos restos fósiles se han encontrado a centenares en un yacimiento de alquitrán de Rancho La Brea en California.

    El Smilodon es, por así decirlo, el primer miembro de la familia de los gatos modernos dotado de un tamaño similar al de un tigre, con extremidades algo gruesas y formidables caninos en forma de sable.

    Entre el Smilodon y el género Felis, tal como lo conocemos en la actualidad, transcurrió muchísimo tiempo; en el Neozoico, hace 1,8 millones de años, apareció el auténtico progenitor de los gatos modernos, el Felis lunensis, del que procede el Felis silvestris. Una posterior y más clara distinción se produjo durante el Pleistoceno (hace unos seiscientos mil años) cuando, debido al proceso evolutivo, los Felis se diferenciaron de la familia de los Panthera (que incluye el león, el tigre, el leopardo y el jaguar) y de la de los Acynonix (de la que forma parte el guepardo) adquiriendo una identidad más precisa.

    Al difundirse rápidamente hace veinte mil años, el Felis silvestris dio origen a cuatro especies felinas: el gato montés europeo (Felis silvestris silvestris), robusto y con un denso pelaje, el gato montés africano (Felis silvestris lybica), domesticable, el gato montés asiático (Felis silvestris ornata) y el gato del desierto (Felis margarita).

    El Felis silvestris silvestris debía de ser un animal absolutamente salvaje e inaccesible; por tanto, nuestro actual gato doméstico, el Felis silvestris catus, desciende del cruce entre el gato montés africano y el asiático que vivía en Irán y en India, y que, según parece, se relacionaba más fácilmente con el hombre.

    Precisamente resulta difícil datar el momento en el que el gato, o al menos uno de estos felinos, se domesticó. Seguramente, debido a su carácter salvaje y a su necesidad de libertad, se incorporó tarde a la casa del hombre: efectivamente, las pinturas rupestres no lo representan nunca, aunque los animales fuesen uno de los temas predilectos.

    En compensación, en muchas civilizaciones históricas, el gato ha personificado alguna de las divinidades, mientras que en otras ha sido asociado a los conceptos de fertilidad y de fecundidad o se ha convertido en símbolo, positivo o negativo, de la sensualidad.

    Por este motivo, y no sólo por su elegancia y su belleza, su imagen ha sido uno de los temas preferidos en amuletos y joyas.

    El Antiguo Egipto y el gato

    Los primeros hallazgos de restos de animales similares a nuestro gato doméstico se realizaron en la isla de Chipre y están datados en seis mil años. Pero debemos subrayar que el periodo histórico del que se conocen más testimonios del gato en el arte y en la sociedad fue la época egipcia, más concretamente hacia 2130 a. de C.

    En Egipto el gato llevaba originalmente una vida silvestre a orillas del delta del Nilo, alimentándose de pájaros, ratones y serpientes. Pero pronto los egipcios se dieron cuenta de que este felino podía convertirse en un aliado muy útil para el exterminio de los ratones, que, coincidiendo con los periódicos desbordamientos del Nilo, invadían todos los años los campos y los graneros. Por este motivo comenzó a ser domesticado e idolatrado, adorado como emblema y como personificación de los dioses. En particular, encarnaba al dios Osiris, que, cuando no quería ser reconocido, se transformaba en gato, y sobre todo a la diosa Bastet, que tenía cuerpo de mujer y cabeza de gata.

    No existía hombre o mujer que no poseyese un amuleto de la diosa Bastet, protectora de la casa y de la fertilidad, guardiana de la salud y personificación misma de la luz y del calor. Naturalmente era la divinidad más amada por todo el pueblo.

    En consecuencia, en Egipto se prohibió la exportación de gatos, a los que se consideraba divinos y que por ningún motivo podían dejar el país. Con el advenimiento de la dinastía de los Ptolomeos primero y la abolición de los cultos paganos impulsada por Teodosio, el gato perdió su papel divino y su posición privilegiada: se le alimentaba con peces del Nilo y, a su muerte, se le embalsamaba y momificaba.

    Egipto, por medio del arte, nos legó una imagen mágica del gato representada en preciosos frescos, pero sobre todo esculpida en espléndidas y «modernísimas» estatuas de líneas estilizadas.

    El gato en la antigua Grecia

    Se narra que, en el periodo en el que Egipto vetaba la exportación de gatos, alguien (quizá mercaderes macedonios y fenicios) consiguió sacar de contrabando algunas parejas y las llevó a Grecia, donde, hasta aquel momento, sólo se utilizaban comadrejas para cazar roedores. Muy pronto los gatos las sustituyeron (entre otras cosas porque, a diferencia de aquellas, no atacaban a otros animales de los corrales) y comenzaron a ser considerados adecuados animales de compañía.

    Son testimonio ilustre de la presencia del gato en Grecia algunas citas incluidas en textos de Herodoto, de Aristófanes y de Calímaco.

    En el arte, la decoración pictórica de un jarrón y de un bajorrelieve de la batalla de Maratón (siglo V a. de C.) representó a un gato enfrentándose a un perro.

    Durante el Imperio romano

    La presencia del gato en la antigua Roma no fue contemporánea de su aparición en Grecia, sino que se manifestó muchos años después. Durante el imperio, de acuerdo con la cultura del momento, se apreciaban y admiraban sobre todo los animales de grandes dimensiones dotados de agresividad, en tanto que símbolos de poder.

    Para los romanos el gato constituía principalmente un medio eficaz para defender los almacenes de alimentos y los graneros; a pesar de ser poco valorado por su independencia, conoció una gran difusión gracias a la política expansionista del imperio. Por otra parte, el desarrollo de la agricultura hizo necesaria la presencia de animales capaces de afrontar la amenaza de los roedores. Incluso en la Galia y en Gran Bretaña se han encontrado pequeñas estatuas que dan testimonio de la difusión del gato.

    Edad Media

    Los sapos, las serpientes, los ratones y los gatos fueron algunos de los animales proscritos durante la Edad Media. Considerado maléfico, instrumento y manifestación del demonio, el gato fue perseguido y exterminado. El advenimiento del primer cristianismo, caracterizado por la dicotomía bien-mal, no le facilitó la vida: sus movimientos, considerados lascivos, el hecho de cazar preferentemente de noche y su independencia lo convirtieron en el animal más perseguido. Eran señaladas como brujas las mujeres que los cuidaban o que simplemente poseían uno negro, encarnación de Belcebú. Su exterminio, que llevó casi a provocar su extinción, condujo a la proliferación de ratones y ratas, con la consiguiente difusión de graves epidemias, como la de la peste, en toda Europa.

    Sólo hacia el final de ese periodo oscuro asistimos a la aparición, también en las artes figurativas y en los frescos, de imágenes de gatos retratados en un ambiente familiar. En la pintura religiosa, en cambio, no se acostumbraba a incluir imágenes que representasen al gato precisamente por el hecho de que la cultura de la época consideraba que mantenía un estrecho contacto con el Maligno.

    El Renacimiento y el gato

    Durante el primer Renacimiento, periodo en el que la cultura estaba todavía influenciada por la Edad Media, el gato comenzó a hacer acto de presencia, si bien marginalmente, en algunos cuadros en los que se le representaba solo, nunca cerca del hombre.

    En este momento histórico, la difusión de enfermedades y epidemias condujo a una progresiva revalorización de los gatos domésticos al comenzar a apreciar, cuando menos, su habilidad para la caza.

    A finales del Renacimiento el profundo cambio cultural llevó a una general estimación por los animales; además, se favoreció el estudio científico, con lo que se ampliaron los conocimientos acerca de su función y comportamiento. De este modo el gato entró a formar parte de la vida familiar no sólo como animal útil, sino también de compañía. Incluso monasterios y conventos se vieron obligados a tener al menos una pareja para eliminar los ratones.

    Finalmente, en el arte fue cada vez más representado en cuadros de tema familiar, que destacaban su proximidad al hombre.

    De la Ilustración a la actualidad

    Durante el Siglo de las Luces —periodo histórico en el que la razón y la racionalidad triunfaron— fueron arrinconadas las supersticiones, los fanatismos religiosos y las creencias populares. De esta manera, la Ilustración permitió al gato reconquistar la libertad y, entre finales del siglo XVII y principios del XVIII, este creció numéricamente en toda Europa difundiéndose rápidamente entre las familias.

    Pero el «siglo del gato» —si queremos llamarlo así— fue el siglo XIX. Durante el Romanticismo se convirtió en emblema de los escritores de la época. La nueva corriente literaria influyó no poco en los sentimientos de la gente, que abandonaron de esta manera los últimos prejuicios por el animal y comenzaron a apreciarlo no sólo por su excelente habilidad para cazar, sino también por la belleza y la elegancia de sus movimientos, hasta el punto de organizar en el año 1871, en el Palacio de Cristal de Londres, la primera exposición felina. En pocos años nacieron las primeras asociaciones felinas acompañando la rápida difusión en toda Europa y en América de las muestras de gatos.

    El primer conflicto mundial supuso un freno y las razas reconocidas desaparecieron casi por completo. La recuperación experimentada entre 1920 y 1938 se vio nuevamente interrumpida por la segunda guerra mundial. Por último, tras la posguerra se renovó el interés por nuestros amigos con un amplio y prolongado trabajo de censo y reconstrucción de las razas.

    EL GATO HOY

    Nunca se ha hablado y se ha escrito tanto de gatos como ahora. Estos animales son protagonistas de cómics, libros, películas, musicales, campañas publicitarias... En el mundo occidental se invierten grandes cantidades de dinero en la compra, la alimentación, la higiene, el cuidado y en diversiones para gatos. Muchos poetas, escritores, artistas o políticos han declarado su afición a estos animales.

    El ser humano actual es muy diferente al de hace miles de años, que debía luchar a diario para sobrevivir, vivía de la caza y la recolección, y era a la vez depredador y presa. El gato, en cambio, ha sido siempre el mismo, un cazador salvaje y, a la vez, un huésped al que cuidamos en nuestra casa, que nos da la ocasión de revivir memorias ancestrales desde la comodidad de nuestra vida civilizada.

    Mediante la manipulación genética hemos introducido grandes modificaciones en los perros, en los caballos, en los cerdos, en las gallinas, en los tomates, en las fresas, en el maíz... Pero el gato no ha sufrido cambios radicales. Pese a que las variedades se han multiplicado en los últimos años, con la realización de mantos muy diferenciados en cuanto a colores, texturas y tipos somáticos, su naturaleza sustancial permanece inalterada y sigue siendo muy similar a la del gato salvaje africano, su principal antepasado.

    Las texturas y los colores del manto del gato han evolucionado mucho en los últimos años...

    ... si bien su naturaleza sigue siendo muy similar a la del gato salvaje africano

    Una razón que explica la creciente difusión del gato como animal doméstico debe buscarse en los cambios en nuestro estilo de vida. Durante siglos el hombre ha considerado al perro un animal útil para la caza y para la vigilancia de las propiedades. El gato no fue nunca de gran utilidad hasta que el ser humano no se dedicó a la agricultura y tuvo que conservar los víveres. Los primeros signos de domesticación del perro se remontan a doce mil años atrás, y los del gato, a seis mil, aunque la mayor parte de los vestigios fechados con garantías son de hace cuatro mil años. En aquella época el gato empezó a ser apreciado por sus dotes de cazador de roedores. Todavía hoy, en las granjas de todo el mundo este animal desempeña la función de exterminador de alimañas, si bien es cierto que su papel principal es el de animal de compañía.

    En este sentido, dos son las razones principales que nos inducen a preferir a un gato como animal de compañía.

    Una primera razón es de orden logístico y práctico: actualmente la mayor parte de las personas viven en pisos, pequeños o grandes, y los más afortunados, en casas unifamiliares en barrios residenciales; por otro lado, las obligaciones laborales obligan a estar fuera de casa durante casi todo el día. Entonces, tanto el lugar en donde vivimos como la falta de tiempo dificultan la vida con un perro, pero permiten la convivencia con un gato, sobre todo si habita en casa. El gato es extraordinariamente adaptable: puede residir sin problemas con su dueño en un piso pequeño en la ciudad, en un palacio lujoso, en una granja o en un clima cálido o frío, y tolera que lo dejen solo durante muchas horas, muchas más que un perro.

    La segunda razón para preferir a un gato está ligada a las exigencias afectivas, distintas en el transcurso de la vida y a las que este animal responde siempre con dulzura y reserva. Cuando somos niños necesitamos a alguien a quien confiarnos, que nos escuche con discreción. Cuando somos adultos no siempre tenemos la posibilidad, o las ganas, de formar una familia en la que se canalicen los afectos. A menudo estamos condicionados por el trabajo y la familia, que nos dejan muy poco tiempo para nosotros mismos. Y cuando llegamos a ancianos, nos sentimos muy solos. Pero el gato nos escucha sin juzgarnos, nos quiere siempre y puede cambiar a mejor nuestra vida, con una inversión de tiempo y dinero relativamente pequeña.

    ¿EN CASA O EN EL EXTERIOR?

    Los aficionados a los gatos se dividen en dos grandes grupos: los que creen que el animal tiene que estar siempre en casa, y los que piensan que debe tener la libertad de salir al aire libre y de pasear por donde quiera. A veces, detrás de la segunda opción se oculta el asco de tener dentro de casa la caseta higiénica del gato, pero las estadísticas son claras: un gato bien cuidado, correctamente alimentado y que habita sólo en casa tiene una esperanza de vida de quince a veinte años; uno que vive al aire libre dura una media de cuatro a cinco años. Los motivos de esta vida mucho más corta son múltiples:

    Peligros de la carretera: el gato puede ser atropellado por un vehículo y quedar gravemente herido o muerto; a veces, atraído por el calor del motor, se esconde bajo el capó y resulta herido cuando el conductor pone el coche en marcha.

    Perros agresivos: el gato puede ser víctima de perros que, por su propia naturaleza o alentados por propietarios irresponsables, son auténticos asesinos de estos felinos.

    Pesticidas y venenos varios: especialmente en el campo, pero también en los parques de las ciudades, el gato puede entrar en contacto con pesticidas agrícolas, molusquicidas, raticidas y otras sustancias venenosas, o puede envenenarse al morder animales que a su vez han ingerido estas sustancias.

    Enfermedades felinas: hay tres enfermedades letales para el gato. Estas son la leucemia felina (FeLV), la inmunodeficiencia felina (FIV) y la peritonitis felina infecciosa (FIP), que son muy contagiosas y que el animal sólo puede contraer a partir del contacto con otros gatos, sobre todo en peleas o apareándose. Es evidente que un gato que vive fuera de casa tiene muchas más probabilidades de contraer una de estas enfermedades, para las cuales (a excepción de la leucemia felina) no existe todavía una vacuna de eficacia probada.

    Personas: desgraciadamente los seres humanos son uno de los principales peligros para el gato. En el mejor de los casos pueden robarlo para quedarse con él, pero también pueden capturarlo con objetivos mucho menos benévolos: para destinarlo a la vivisección, para venderlo (si es de raza), para torturarlo en ritos satánicos, o simplemente para suprimirlo o maltratarlo por puro odio hacia los animales en general o hacia los gatos en particular.

    Los gatos que pueden salir libremente de casa corren más riesgo de ser víctimas de los peligros de la calle. Las estadísticas indican que cada año mueren muchos gatos atropellados. (Fotografía de Rodríguez Lo Savio)

    Con una inversión de tiempo y dinero pequeña, el gato puede cambiar nuestras vidas

    Prejuicios acerca del gato

    El gato sería todavía más popular como animal de compañía si no subsistieran algunos prejuicios, que derivan muchas veces de una absurda e impropia comparación con el perro.

    Muchos consideran que el gato es un animal frío e indiferente, que vive con nosotros sólo por la comida y la protección que le ofrece nuestra casa. Pero este animal, a su manera, también nos considera afectivamente. Es cierto que la comida que le damos le gusta, al igual que la tibieza de nuestras casas, los lugares cómodos en donde dormir y los juegos para divertirse. Pero nuestro felino también nos considera su familia y así lo demuestra: nos trae las presas que captura y nos «amasa» con las patas mientras ronronea, tratándonos como si fuéramos su madre. Cuando juega con nosotros, nos considera como un hermano de camada, y cuando nos «besa», nos trata como si fuéramos su cachorro.

    Y, al mismo tiempo, el gato necesita sus momentos de soledad, para pensar, meditar, soñar... en su próxima presa, en la comida que degustará o en el juguete con el que se divertirá. Quien vive con un gato sabe hasta qué punto puede ser sincero y constante su amor.

    Frecuentemente los detractores de los gatos esgrimen el argumento de que estos animales se acercan más fácilmente a quien no los ama, con lo cual demuestran su indiferencia al afecto. La verdad es que los gatos, ante los extraños, muestran una desconfianza sabia y fisiológica, aparentando asustarse cuando se acercan de forma demasiado directa. Y, paradójicamente, se aproximan con más facilidad a personas que les muestran indiferencia. Sin embargo, en pocos minutos el animal sabe reconocer quién tiene feeling con él y no tarda en buscar su compañía.

    Otro consabido tópico dice que los gatos son de los lugares, no de las personas. En realidad, este es un animal muy territorial, hasta el punto de que marca el territorio con orina y arañando los troncos de los árboles, los muebles y otros objetos de la casa. Y del mismo modo marca también al dueño: frota las mejillas contra sus piernas, su rostro, sus manos, y así define su propiedad. El gato ama tanto a su amo como a su territorio. Al ser un animal de costumbres, simplemente necesita un cierto tiempo para adaptarse a un nuevo ambiente, sin amar menos por ello a «su humano».

    Teniendo en cuenta lo que acabamos de decir, cuando haya que mudarse conviene tener presente que esta situación representa para el gato una situación de estrés y que es necesario afrontar el cambio de ambiente con paciencia y sensibilidad.

    MORFOLOGÍA Y FISIOLOGÍA

    RESUMEN DE MORFOLOGÍA GENERAL

    El gato europeo es de tipo mediolíneo, o semicobby, como se dice en la jerga de los criadores. Es de talla media o grande, tiene el cuerpo bastante alargado, pero fuerte y musculoso, con el pecho ancho, la cabeza redondeada, el hocico algo más largo que ancho y las mejillas desarrolladas. Las orejas son de tamaño medio, muy separadas, la cola flexible, las patas de longitud media, y la grupa y los muslos forman, en conjunto, una superficie convexa.

    MEDIDAS PRINCIPALES DEL GATO

    1. Estatura, altura hasta la cruz; 2. Longitud del cuerpo; 3. Perímetro del cuello; 4. Perímetro torácico; 5. Altura del pecho; 6. Profundidad del pecho; 7. Anchura del pecho; 8. Anchura de la pelvis; 9. Altura del hombro; 10. Altura del codo; 11. Hueco bajo el esternón; 12. Extremo de la nalga; 13. Extremo de la corva; 14. Extremo del corvejón; 15. Longitud de la cola

    Esqueleto

    Está formado por un total de 279 huesos, generalmente finos; en cambio, son elásticos y resistentes. Los gatos carecen prácticamente de clavícula, la cual se encuentra reducida a un vestigio óseo; esto les permite el movimiento libre de las extremidades anteriores, lo que contribuye, en gran medida, al denominado reflejo de enderezamiento.

    Cavidad oral

    Está limitada por los maxilares superior e inferior, ambos dotados de potentes músculos. Los dientes se caracterizan por la presencia de unos caninos muy largos, con unas raíces que miden el doble que la parte visible, unos incisivos pequeños con unas raíces mínimas, unos premolares adaptados para cortar y unos molares destinados a la masticación. El cachorro tiene veintiséis dientes, que aparecen dos semanas después del nacimiento; a los sietes u ocho meses estos son sustituidos por los treinta dientes definitivos del gato adulto:

    • seis incisivos, dos caninos, seis premolares y dos molares en el maxilar superior;

    • seis incisivos, dos caninos, cuatro premolares y dos molares en el maxilar inferior.

    Musculatura

    Los músculos son elásticos, capaces de desarrollar más velocidad que resistencia. Su contracción está regulada por un eficaz sistema nervioso central, mediante el cual el gato consigue ejecutar movimientos precisos y veloces, además de rápidos cambios de dirección.

    Patas

    Las patas delanteras terminan en cinco dedos, que forman la mano, mientras que las posteriores finalizan con cuatro, que constituyen el pie.

    Las extremidades son muy flexibles y elásticas, lo que propicia que sus movimientos sean silenciosos. Las uñas son retráctiles, curvas y largas, y están recogidas en una funda que las protege del deterioro. Son un arma veloz de gran precisión.

    FISIOLOGÍA

    Vista

    El gato ve muy bien, incluso sin luz, gracias a la presencia del denominado tapetum lucidum, un estrato celular reflectante situado tras la retina. Las células que lo forman reflejan los rayos luminosos que no se perciben en un primer momento, y ayudan a que los conos y los bastones de la retina tengan la posibilidad de captarlos de nuevo. Por este motivo, los ojos de los gatos brillan en la oscuridad cuando una luz muy intensa incide en la pupila.

    El tapetum lucidum mejora un 40 % la eficiencia de la vista de este animal. La pupila, además, puede dilatarse tanto que, de noche, la vista del gato es cinco veces superior a la del hombre; por ello resulta equiparable a la de los animales nocturnos. Los conos del gato son tricromáticos, por lo que debería distinguir los colores azul, verde y rojo. Sin embargo, aunque no se ha demostrado de manera concluyente, parece que no diferencia bien el verde, pero sí el azul, el rojo y la escala de grises. Puede seguir perfectamente a una presa que se encuentra en movimiento, porque su ángulo de visión supera incluso los 180º, pero si esta permanece inmóvil, es posible que el gato no la perciba.

    Olfato

    Aunque en orden de importancia ocupa el tercer puesto como órgano sensorial, por detrás de la vista y el oído, el olfato es fundamental para el gato en la comunicación con sus semejantes, además de servirle para discriminar olores y distinguir incluso las más complejas combinaciones químicas.

    El hocico del gato dispone de numerosas glándulas especiales (glándulas de Bowman), muy similares a nuestras glándulas sudoríparas; se activan y producen una secreción sólo cuando resulta necesario. Esto explica por qué el hocico de los gatos está seco o húmedo: no depende de su estado de salud, sino del interés olfativo por su entorno. Si el animal tiene hambre o está alerta, su hocico se humedece; si está en reposo o haciendo la digestión, permanece seco.

    Un gato percibe los olores entre cincuenta y setenta veces mejor que nosotros. Esta capacidad reside, en primer lugar, en la posibilidad de activar las glándulas de Bowman; estas segregan una sustancia especial capaz de disolver las partículas de cualquier aroma, con lo que facilitan la percepción por parte de las terminaciones olfativas. Por otro lado, el órgano vomeronasal, que se encuentra situado en el interior del canal nasopalatino, permite al gato captar estímulos olfativos imperceptibles para nosotros.

    Oído

    El gato es uno de los animales con el oído más sensible. Dotado de una gran agudeza auditiva, es capaz de captar frecuencias de hasta 60 000 Hz (el hombre llega a 20 000 Hz) y distinguir una amplia gama de sonidos de muy baja intensidad.

    Sus pabellones auriculares pueden moverse de manera independiente, y captan las ondas sonoras dirigiéndolas al tímpano y amplificándolas con un efecto de resonancia cuando pasan por el conducto auditivo externo. El tímpano vibra y transmite el impulso a través del martillo, el yunque y el estribo, en el oído medio, hasta el oído interno, el cual está formado por el vestíbulo y la cóclea, donde se encuentra el nervio auditivo.

    Tacto

    Existen múltiples receptores táctiles en el gato, comenzando por las vibrisas. Se trata de unos pelos diferenciados e inervados cuya función, básicamente, es sentir y orientarse; están situados encima del hocico (a la altura de los bigotes), en las mejillas, el mentón, las cejas y la parte posterior de los carpos.

    También las almohadillas están provistas de receptores táctiles que permiten al gato percibir las vibraciones más débiles, y que utilizan durante la caza y el juego y al manipular la comida.

    Formidables receptores táctiles, las vibrisas son esenciales para el equilibrio y la orientación del gato. Del mismo modo, en las almohadillas están presentes unos receptores que le permiten percibir la más mínima vibración

    Gusto

    Como todos los mamíferos, el gato dispone en la cavidad oral y en la lengua de células gustativas que lo ayudan, mediante cinco tipos de receptores, a reconocer otros tantos sabores:

    • Dulce. Aunque lo percibe, el gato no reacciona a este sabor, incluso lo rechaza; además, parece que percibe ciertos edulcorantes como amargos.

    • Amargo. En cambio, la percepción del amargo es muy fuerte para el gato y por este motivo consigue evitar la ingesta de sustancias tóxicas, que a menudo tienen este sabor.

    • Ácido.

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