El Ávila -Un Museo Viviente
Por Bruno Manara
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En este trabajo, el Profesor Bruno Manara nos hará un recorrido por el Ávila para hablarnos de su historia, mostrarnos unos sitios de interés y la variada flora de los distintos ambientes de nuestro Parque Nacional capitalino. De paso, nos enseñará varios animales que viven en el Parque, y también nos hablará de la tragedia de 1999, como recordatorio de que existen unas leyes naturales inexorables. En esta primera parte: El Área de Estudio.
Documentar toda la información de este libro exigió muchos años de búsqueda. En efecto las plantas que aquí se reúnen en pocas páginas crecen en ambientes muy disímiles entre sí, y su floración dura solo pocas semanas, en distintas épocas del año.
Además, los animales silvestres no suelen estar dispuestos a posar ante una cámara.
De todos modos, esperamos que en conjunto el trabajo dé una visión del Ávila que sea del agrado del lector.
Bruno Manara
Habitante del jardín, y del herbario, dueño de lápiz y cámara, ilustrador de plantas, botánico sin estudios formales, profesor de dibujo técnico, maestro de latín y griego, investigador de la cultura popular, todo eso es Bruno Manara, este italiano nacido en Verona en 1939 y enraizado en Venezuela a mediados de los 50. Está contento de lo que es. A Bruno Manara su gusto por la naturaleza y el dibujo le vienen de siempre. Su padre, un campesino, sería su primer maestro. “Marcas la línea centra primero, después haces así, el contorno”. Luego vendría el contacto con otros maestros, Julián Steyermark en primerísimo lugar. Cuando Bruno Manara, estudiante entonces del Pedagógico de Caracas, se acercara al Jardín Botánico allá en 193 con la simple intención de dibujar unas plantas –ya había dibujado todas las que encontró en los jardines de Santa Mónica– no tenía la menor sospecha de que ocuparía la posición dejada por Julián Steyermark, botánico y pintor. Fue Augusto Braun, jardinero jefe, quien se lo propuso. Y fue Tobías Lasser, el director, quien le incorporó a la tarea, no sin una observación: “aquí no trabajamos con colores, hay que trabajar con tinta china”. Steyermark le pondría en contacto con libros sobre a flora de Centroamérica. A partir de allí comenzaría a desarrollar su propio estilo. “Procuro hacer un trabajo lo más claro posible, lo más limpio posible. No tanta línea, tanto rayado para darle sombra. No me gusta así. Simplemente un dibujo. Me guié mucho por el del señor Dunsterville que hizo el libro Las Orquídeas de Venezuela”. Dunsterville había sido presidente de Shell en Venezuela hasta 1956. Una vez jubilado, se dedicó a viajar por el país buscando orquídeas para luego cultivarlas en su orquidiario de El Hatillo y para dibujarlas. Otro de los guías de Bruno Manara sería Ernesto Foldats con quien trabajó tres años para los cinco volúmenes de la obra sobre las orquídeas de Venezuela.
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El Ávila -Un Museo Viviente - Bruno Manara
El Ávila
Un Museo Viviente
Bruno Manara
Distribuido por The Little French
Fotografías Bruno Manara, Winfried Meier y José Montaigne
Texto Bruno Manara
Concepto Gráfico y Diagramación Carlos Pérez Cárdenas
Coordinación Pasquale Giannelli
Edición Dora Paulina Nicholls
Copyright 2012 Asociación Civil Ecológica Palmeros de Chacao
Smashwords Edition, License Notes
Este ebook es para el disfrute personal sólo. Este ebook no puede ser revendidos o regalado a otras personas. Si quieres compartir este libro con otra persona, adquiera una copia adicional para cada persona con quien va a compartirlo. Si usted está leyendo este libro y no lo ha comprado o no lo ha comprado para su uso exclusivo, entonces por favor devolverlo a thelittlefrenchebooks@gmail.com y comprar su propia copia. Muchas gracias por el respeto a la ardua labor de este autor.
***
Índice general
Primera parte: EL ÁREA DE ESTUDIO
Retrospectiva geológica de Venezuela
El Ávila: parque nacional
Las Cumbres de la Cordillera
Segunda parte: EXCURSIÓN BOTÁNICA
Investigación de campo
Bosques tropófilos o caducifolios
Sabanas inferiores
Selvas nubladas
Subpáramo
Tercera parte: ASPECTOS ZOOLÓGICOS
Algunos animales del Ávila
Cuarta parte: RECORDEMOS EL FUTURO
Una severa lección de vida
Glosario
Bibliografía
Prólogo
Cuando Alejandro de Humboldt buscaba en Caracas a alguien que lo guiara al Pico Oriental de la Silla, no encontró a nadie que supiera orientarlo porque, como dice, entonces ni siquiera los cazadores subían hasta las cumbres de la cordillera.
Es que cuando Humboldt, la ciudad era muy pequeña y estaba rodeada de haciendas y cultivos. Además, nadie entendía por qué tomarse tanto trabajo para subir a las cumbres a hacer unas mediciones altimétricas o meteorológicas y recoger muestras de plantas silvestres. Sin embargo, en las alturas avileñas el gran científico alemán se dio cuenta de que la vegetación, aunque constaba de plantas que veía por primera vez, tenía para él un aire familiar; en efecto, su aspecto le recordaba las plantas que crecían en los Alpes europeos. Ese de talle le permitió formular los principios de una ciencia nueva: la Geografía de las Plantas o Fitogeografía, que estudia por qué plantas de sitios muy distantes entre sí presentan rasgos parecidos. Estos asuntos, sin embargo, no interesaban a los caraqueños de entonces, tanto más cuando durante la Guerra de la Independencia eran muy otras sus preocupaciones, y las alturas avileñas, si acaso, solo podían interesar como escondite ante las persecuciones de los realistas.
Pasó el tiempo, y Juan Antonio Pérez Bonalde, de regreso a la patria tras varios años de ausencia, al vislumbrar los familiares techos rojos desde una vuelta del Camino de los Españoles, prorrumpió en la emotiva exclamación:
¡Caracas allí está! Vedla tendida
a las faldas del Ávila empinado
odalisca rendida
a los pies del Sultán enamorado.
Estas palabras hicieron vibrar la fibra romántica de los poetas y escritores caraqueños, los cuales se dieron cuenta de que, al hablar de Caracas, era inevitable referirse también a su Montaña, con la cual estaba unida en un vínculo de amor. De resultas, se dedicaron a estudiar sus formas, la variabilidad de sus colores y sus empinadas cumbres, ora estacándose nítidas contra el cielo azul, ora envueltas en gasas de neblinas o arropadas por nubes tempestuosas, mientras otros se hacían eco de la conseja popular de que la Silla es un volcán apagado; pero de todas formas, la Montaña fue siempre el telón de fondo que ambientaba la vida caraqueña, y un elemento esencial de la literatura costumbrista.
Comenzó el siglo XX, y con los nuevos aires de modernidad el Ávila tomó para muchos escritores locales un valor simbólico, como en el caso de Manuel Díaz Rodríguez, quien hizo del Ávila un prototipo personal, cuando escribió:
Como tú, que al tumulto de los mares
impones el silencio de la altura,
se alza la impavidez de mi bravura
encima de un tumulto de jaguares.
Además,