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ANSAKI DEVOUT
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Libro electrónico247 páginas3 horas

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Información de este libro electrónico

En el mundo actual de corrupción política y universal, donde poderes nefastos y a menudo oficiales están trabajando para cambiar la naturaleza física y mental de los niños. Se están creando guerras ilegales para mejorar financieramente a unos pocos y, como resultado, millones de personas están muriendo. Y

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento1 may 2024
ISBN9781838093976
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    ANSAKI DEVOUT - Paul Ogarra

    Dedicación

    A la sagrada memoria de las decenas de miles de niños de Palestina asesinados vil y brutalmente por ciertos líderes mundiales en busquedada de beneficio personal y con pleno conocimiento de que estaban asesinando a niños pequeños.

    En la segura creencia de que el Buen Dios mantiene sus almas inmaculadas en el descanso eterno.

    A todas aquellas personas valiosas que preservan nuestros valores como seres humanos morales, a menudo en detrimento de sus carreras, empleos, medios de vida y la pérdida de sus vidas. Frente a una nueva generación de malvados criminales internacionales que disfrutan de la tranquilidad y abusan constantemente de una seguridad por la que la humanidad ha luchado y logrado a lo largo de los siglos.

    A mi madre y mi padre quienes me enseñaron qué es el amor y acerca de Dios.

    Capitulos

    Dedicación

    Capitulos

    Capítulo Uno: Benahavís

    Capítulo Dos: Delaisandra

    Capítulo Tres: El Senador

    Capítulo Cuatro: La concentración

    Capítulo Cinco: La mansión

    Capítulo Seis: La Morgue

    Capítulo Siete: El Misivo

    Capítulo Ocho: Ansaki Primer Comunicado de prensa

    Capítulo Nueve: Los Viejos

    Capítulo Diez: Ismael

    Capítulo Once: El Rooftop Bar.

    Capitulo Doce: Ansaki Segundo comunicado

    de prensa

    Capitulo Trece: Cuartel de la policia Nacional

    Capitulo Catorce: Doctor Alarico O’Donovan de Medinacheli.

    Capitulo Quince: Doctors of Love.

    Capítulo Deiciseis: Via Rafah a Gaza.

    Capítulo Diecisiete: Gaza

    Capítulo Dieciocho: Tel Aviv

    Capítulo Diecinueve: Qualandia

    Capítulo Veinte: Alarico iza la bandera

    Capítulo Veinte Y Uno: El hijo pródigo

    Capítulo Veinte Y Dos: Yihad

    Capítulo Veinte Y Tres: Cóin

    Capítulo Veinte Y Cuatro: La Santa Inquisición

    Capítulo Veinte Y Cinco: Interrogación.

    Capítulo Veinte Y Seis: Sidi Hamou

    Capítulo Veinte Y Siete: La Virgen

    Capítulo Uno:

    Benahavís

    Me acompañó a mi asiento una chica elegante, una acomodadora, con un elegante uniforme corporativo. El lugar de la conferencia era un hotel de lujo situado en una ciudad balneario en las colinas detrás de Marbella, atravesada por un río. Aparqué la moto junto a los escalones de la entrada para no perderla de vista.

    Conferencia de Brujas y Naturopatía. ¿Es aquí? Me miraron extrañados desde detrás del mostrador de recepción. Debía de parecerles imbécil, allí de pie, vestido con mis habituales pantalones hippies nepaleses, los amarillos brillantes con estrellas flotantes y esas cosas. Se me quedaron mirando de la forma que sólo los casposos de la Costa del Sol pueden dominar, una especie de "A ver este tio, Jaja, una mirada disimulada, una sonrisa muda entre ellos, ¿Guiri?". de nuevo tácitamente. Algunos de ellos vinieron hacia mí desde los alrededores del vestíbulo, hasta que me vi rodeado por su indumentaria corporativa a juego, del mismo color para chicos y chicas. Levanté la voz una octava o dos o seis, ya que nadie parecía responder.

    "¿Es o no es, Pichita?". Utilizar el dialecto local disipa inmediatamente la idea de que el sujeto es un extranjero desinformado. Pichita significa algo como pequeñito pene en la jerga gaditana, un término cariñoso como todo lo de Cádiz, o gaditano. Pues bien, lo de pichita podría interpretarse aquí como un desafío a su desvergonzado caspoteo. Pero insisti con un reclamo de fama al que no tenía derecho. "Soy yo, Rico, el Rey del Cáñamo", usando los dos idiomas para despistarles. Con gestos ampulosos y amplios, presenté mi invitación, muy arrugada por el viaje en moto, pero con el impresionante nombre y título de Dr. Alarico O'Donovan de Medinacheli. Bueno, se pusieron nerviosos y empezaron a llamarme doctor y señor, y entonces una acomodadora jefe, a la que debían de haber llamado, se acercó taconeando y me llevó a la nube que me habían asignado para esperar el espectáculo.

    ¿De verdad eres el Rey del Cáñamo?, preguntó con una gran sonrisa.

    Noooo, claro que no, pero fuimos juntos a la escuela, he visitado su cueva y me arrestaron con él una vez, pero todos se lo creyeron, dije, y empecé a reírme y ella empezó a reírse y una de sus amigas, otra acomodadora se acercó y empezó a reírse también, y la gente empezó a mirar. Había cientos de ellos en esta gran fiesta, en este hotel increíblemente elegante llamado Villa Yo que se, y mi invitación era real.

    Después del espectáculo, iremos todos a uno de mis campos y nos echaremos unas risas, dije con ligereza. Puedes traer a todo el mundo. Se van a morir de risa y colocarse sólo del pestazo a Maria.

    Me miraron asintiendo y preguntándose. Debían de estar alucinando sobre cómo pensaba yo que esta conferencia de gente de negocios, de aspecto realmente clasica, me seguiría en moto con mis pantalones amarillos chillones, la careta Free Julian Assange y la camiseta de Palestina. Bueno, a decir verdad, me sentí bastante mortificado al ver la concurrencia de esta tarde. Esperaba un montón de gente interesada en un estilo de vida y de negocios alternativos.

    No son de los tuyos, dijo.

    Es sólo la ropa, respondí con una sonrisa. Cada vez me gustaba más. ¿Qué tal si me desnudo? Entonces todos estaremos bien.

    Nonononono, tartamudeó cuando empecé a bajarme los pantalones amarillos. Así que me los subí de un tirón.

    Más tarde entonces, dije con un guiño. Es una cita. Entonces, ella sonriendo me empujó hacia atrás en mi asiento y se marchó.

    Miré a mi alrededor con la esperanza de descubrir algúnos tipos de los enrollados con el tema de la hierbas sanadoras y ese mundillo , alguien como los lugareños mayores que había conocido a lo largo de los años en los pueblos de detrás de la Costa, Coín y Alhaurín, que solían recolectar sus propias hierbas, sus manzanillas y jaras. Un anciano de Coín, El Chumpero como solían llamarle; era curandero, un sanador, que solía recolectar y atender a mucha gente con sus Uñas de gato, Ortigas salvajes y todo tipo de hierbas. Mi padre solía hablar de salir al campo con él la noche de San Juan, el solsticio de verano. Era la época del año con más luz e ideal para la recolección de plantas medicinales. Los días son más largos y la luz del sol se transforma en la sangre vital, los ingredientes principales de las plantas, y como consecuencia potencia sus propiedades curativas.

    Mi padre y mi tío encontraron una vez un saco de un material parecido a la arpillera, en la chimenea, en un saliente oculto de una casa de campo en ruinas en la zona de Alozaina. Habían encontrado una manzanilla dulce dorada. En el interior del saco había un tosco trozo de cartulina que identificaba el contenido como recogido En el menguante de San Juan en el año Del Señor 1930. Este rico tesoro había permanecido allí incluso durante los años asesinos de la sangrienta Guerra Civil española. Rico, porque mi padre nos preparaba a todos té con él añadiéndole la miel que uno de los amigos de El Chumpero le había vendido muchos años antes. Pues bien, mi padre decía que la noche de San Juan era una noche mágica. Él y el viejo recogían hierbas, y la vieja preparaba un caldero, lo ponía sobre una hoguera, y cuando los hombres volvían, echaban las hierbas en el caldo hirviendo.

    En años posteriores, cuando aparecí en escena y a medida que crecía, mi vida siempre estuvo teñida de la maravilla de todo aquello, de la magia. Llegué a comprender el encanto de esta noche, la noche de Janot, de las brujas, de San Juan. La noche en que se abrieron las puertas de los dos reinos, la división entre el reino físico y el de los espíritus.

    Comenzó la conferencia, y pronto me di cuenta de que no era en absoluto una reunión de personas relacionadas con las brujas y la naturopatía, sino una gigantesca reunión al estilo Tupperware para promocionar diferentes líneas de vitaminas y remedios herbales patentados. Recordé los problemas que había tenido para conseguir semillas de la garra del diablo, un antiinflamatorio natural y maravilloso que crecía silvestre en el desierto de Namibia y que los nativos habían utilizado con fines medicinales durante miles de años. Quería cultivar un campo de ella y ponerla gratuitamente a disposición de toda la generación mayor y su artritis, pero por más que lo intentaba parecía imposible encontrar semillas. Muchas especies habían empezado a desaparecer.

    Era un misterio total hasta que me enteré de los programas de esterilización de plantas que estaban llevando a cabo varias multinacionales. Lo habían hecho con los alimentos básicos, trigo, cebada, maíz y demás. Crearon una variedad modificada genéticamente y la introdujeron entre los agricultores pobres de Pakistán y la India. La nueva y maravillosa versión estaba fácilmente disponible y a precios de regalo. A través de todo un ejército de vendedores y la cooperación de un ministerio ignorante o corrupto, se introdujeron las nuevas y maravillosas semillas de alimentos básicos. Los frutos de las nuevas plantas fueron magníficos y las ventas se dispararon. Los agricultores estaban encantados, y abandonaron su paternal cuidado de las plántulas de cosecha en cosecha, para confiar exclusivamente en las nuevas semillas modificadas genéticamente. Todo era de color de rosa en el jardín.

    Y entonces los precios se dispararon, y muchos agricultores se vieron abocados a la bancarrota. Algunos se ahorcaron. Y para empeorar las cosas, se introdujeron leyes sobre semillas y el suministro mundial de alimentos cayó poco a poco bajo el dominio de dudosas multinacionales. No me había dado cuenta antes de que había empresas multinacionales implicadas hasta en la agricultura, y entonces caí en la cuenta: estaban las Ba..., las Co..., las ChemC..., las Limag..., y otras. Los agricultores ya no podían plantar las semillas que preferían. Esta especie de toma de poder insidiosa empezó a extenderse a todo lo que crecía y era consumido por la humanidad. Querían controlarlo todo, todo.

    Y aquí estaba yo, en primera fila de una reunión de nuevos reclutas a ser distribuidores de vitaminas y otros productos naturales envasados. En un descanso de la presentación, salté al escenario. Por suerte, no estaba muy alto.

    Soy el rey del cáñamo, grité. Decidieron seguirme la corriente como parte del espectáculo, porque una luz me iluminó y un micrófono colgante se cernió sobre mí. Seguramente pensaron que sería mejor que un corredor desnudo espontaneo. El público debía de estar aburridísimo, porque hice dos o tres reverencias, inclinandome un poco y empezaron a aplaudir.

    "La noche mágica de San Juan y sus rituales implican el uso de esas hierbas santas o sagradas que la naturaleza nos regala con mano tan libre y que son una fuente maravillosa de remedios y curas. Hypericum perforatum, grité, agitando los brazos, y aplaudieron. Verbena y Salvia officinalis", grité, gritaron y los organizadores empezaron a tocar un tambor por los altavoces. Artemisa, Achillea, Ruscus, coreé, y ellos repitieron.

    Entonces levanté las dos manos con las palmas hacia fuera para detenerlos. De repente se hizo el silencio. Pude ver la mayoría de las caras, allí sentadas. Estaban en España, era un descanso para ellos, les regalaban unas vacaciones para que pudieran luego volver a sus lugares de origen y encargarse de vender el producto que fabricaba una pirámide en cuya cúspide se sentaba una multinacional corrupta que había robado el producto de la naturaleza, lo había esterilizado y lo había hecho suyo. Ese producto nunca volvería a regenerarse como la naturaleza había diseñado; sólo las multinacionales tenían ahora el poder de hacerlo, y todo por dinero, por beneficios, por poder. Me dejé llevar y dije muchas cosas a la gente reunida hasta que pude ver que los de seguridad se dirigían hacia mí.

    Esta gente está matando, esterilizando nuestro mundo vegetal. Son malvados y hay que detenerlos, grité. Un par de personas de seguridad del hotel, muy corpulentas, se acercaron. Huí de ellos gritando: Cultiven lo suyo propio, no compres su veneno. Entonces se me echó encima un grupo variopinto de mujeres muy agresivas y algunos hombres corpulentos, y eché a correr.

    Fue una pena. Me hubiera gustado charlar con aquella acomodadora, reírme de todo lo que había pasado. Así que conduje por la ciudad para matar el tiempo hasta que terminara el espectáculo. Era un lugar increíble. Conduje hasta donde el río bajaba, golpeando las rocas y serpenteando ligeramente. Aquí, el desfiladero de Angosturas, con sus largos cañones y sus múltiples pozas y desprendimientos de rocas, ofrecía aventuras a los miles de chavales de la zona que pasaban las tardes de verano haciendo barranquismo y disfrutando de sus delicias.

    Pero me dolía, me dolía mucho. Había sido un recordatorio de todo lo que estaba ocurriendo en el planeta. Los niños de Palestina no estaban jugando, divirtiéndose y aventurándose en piscinas de agua y rocas y en playas, sino que eran atacados a diario por matones o tropas de colonos israelíes, eran secuestrados y abandonados a languidecer en prisiones militares, desalojados de sus hogares junto con sus familias, bombardeados indiscriminadamente, cercados y privados de suministros y medicinas, y fusilados si se atrevían a levantar la voz en señal de protesta. Amigos de todo el mundo me enviaban fotos, o yo lo leía en Twitter o Facebook o en medios de prensa libres como C...punch. Ocurría a diario. En Yemen, cientos de miles de niños morían de hambre. Bombarderos sin escrúpulos de Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos, respaldados por Estados Unidos y Canadá, lanzaban bombas, todos en nombre de ganancias, sobre la ciudad de Saná. Y había muchos problemas por todas partes. El hombre de a pie estaba siendo jodido a diestro y siniestro, mientras que los súper ricos se salían con la suya, con las matanzas y destrozos que engendraban.

    Y la razón de que se convocaran tantas conferencias aquí, y que tantas empresas estadounidenses mostraran, de repente, un interés masivo por el sur de España, fue por un político estadounidense, uno de los realmente dudosos. Un gran impulsor de la industria energética y consejero delegado de esas mismas multinacionales agrícolas que están haciendo la guerra a las plantas del mundo. El mismo hombre, senador, dirigía todo tipo de comités para proteger el medio ambiente; hacía lo mismo en el mundo de la energía y era un miembro prominente del lobby pro-Israel. Este pais recibía 3.800 millones de dólares estadounidenses al año para financiar su genocidio contra el pobre pueblo palestino destruido, un pueblo que sufría y estaba clavado al suelo. Sí señor, este tipo estaba podrido. ¿Cómo puede ser dueño de enormes compañías petroleras y estar implicado, normalmente al mando, de consejos de gobierno creados específicamente para limitar el poder de las multi nacionales, y apoyar la guerra de Israel contra el inocente pueblo de Palestina, sus primos? Bueno, este mismo hombre, completo con su familia y, me imagino, un séquito masivo nos estaba visitando aquí en la Costa Del Sol.

    Había pasado mi juventud tuiteando, llevando carteles y vistiendo camisetas, y era una batalla contra un volcán que vomitaba por todos los rincones antes de que pudieras siquiera empezar a pensar en contrarrestar su poder. Estos tipos eran simplemente malvados, pero eran seres humanos y se les podía detener, independientemente de en cuántas cosas consiguieran meterse, de cuántas guerras empezaran, de cuánta gente mataran y de cuánto dinero robaran y poder asimilaran, siempre se les podría detener y crear una corriente en su contra. Sólo se necesitarían muchas agallas y perseverancia.

    Capítulo Dos:

    Delaisandra

    Estaba parcialmente tumbada al sol, con el resto de mí escondida bajo una gran sombrilla de playa. Pensaba en los chicos y en los hombres y en cómo, incluso ahora, no tenían ni la más remota idea de lo que era una chica. Y para colmo, nuestras múltiples sexualidades como mujeres, eran últimamente legales y estaban bien vistas, de modo que ellos, los hombres, desconocían más que nunca quiénes éramos en realidad.

    No era interés, sólo curiosidad. Había perdido el interés mucho antes de que los hombres y los niños empezaran a aburrirme. Parecia que mientras las mujeres parecían desarrollar psiques más fuertes e interesantes, el lado masculino parecía haberse marchitado.

    Una persona sin aura, sin mente, sin algo especial, y desde luego no me refiero a nada físico, se estaba convirtiendo rápidamente en una no-persona, una especie de zombi para mí. ¿A quien echar la culpa? Un poco de dilema, pero la gente se estaba volviendo tan igual que a veces, debido a la falta de gente real con la que mezclarse, uno podía creer que su cordura estaba amenazada.

    Debo confesar que tuve un breve periodo en el que me metí en probar las redes sociales, Twitter en particular. La palabra que me vino a la mente fue esponja: lo único que conseguía era provocarme algún que otro ataque de depresión, una enfermedad cuya existencia siempre había negado, y chuparme las horas inútilmente escribiendo mensajes que nadie leería jamás, simplemente porque los demás tuiteros estaban demasiado ocupados escribiendo sus propios tuits, o retuiteando artículos inanes que afortunadamente -digo afortunadamente porque aparte de algunos talentos, el contenido periodístico dejaba mucho que desear- nunca llegué a leer. Se había convertido en un mundo de twits tuiteros.

    Y en las ocasiones en que uno salía al mundo real, estaba lleno de consumidores zombificados pasando las vacaciones, intentando sin éxito librarse del estrés acumulado durante mucho tiempo, de modo que cuando no estaba en las colinas regando los árboles Jamun de mi abuelo, me escapaba a este club de playa, ignoraba el esnobismo de mis compañeros y simplemente me tumbaba a leer un buen libro.

    Los camareros y los vigilantes de la playa, fueran hombres o cualquier otra cosa, me adulaban simplemente porque tenía el aspecto de alguien que podía ser alguien, o estar con alguien. Marbella y sus espejismos estaban al final de la carretera, y los de la jet supuestamente venían en busca de sus iguales, cuando en realidad la verdadera haut monde escapaba al galope de todas esas vulgaridades. Por supuesto, yo tenía un trasero endemoniadamente dulce, del tipo de caderas estrechas y largas, y un hermoso rostro de querubín del que, en mis momentos narcisistas, me enamoraba profundamente. Afortunadamente, esos momentos eran raros, lo cual estaba bien, ya que despreciaba decididamente la raza de los selfies que habíamos creado con nuestra artificiosa alta tecnología. Sucedió que hoy fue uno de esos raros días en los que realmente me sentí increíble. Había languidecido con los espejos de los vestuarios palaciegos durante media mañana antes de aventurarme a salir a disfrutar las miradas envidiosas de la mísera competencia. Esa no soy yo en absoluto, no soy una competidora, pero parecía que mi encanto estaba jugando indebidamente con mis hormonas.

    ¿Puedo ofrecerle algo?

    Giré la cara hacia ella. Uno de los otros la había enviado a echar un vistazo. Se sonrojó, de forma muy apropiada. Mis sorprendentes ojos azules suelen tener ese efecto. Era joven, probablemente adolescente. Me burlé de ella.

    ¿Qué tienes para mí? Con esto yo

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