Los Cuentos De Pedro Poxté
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Carlos Palacios Caravantes
Nació en la Ciudad de Guatemala. Ejerció como contador en diferentes empresas y empleado bancario. Realizó estudios de Economía, Auditoria y Ciencias Políticas en la Universidad de San Carlos. Emigró como voluntario asilado político a España y Francia, realizando estudios en el INODEP (Instituto Ecuménico para el Desarrollo de los Pueblos) fundado y dirigido por Paulo Freire y estudios en el Collége Coopérative de Paris. Columnista del periódico La Nación (Región de Waterloo, Ontario), fundador y director de la Revista Enfoques, fundador y director del Programa Destellos de América, trasmitido en la Radio Universidad de Waterloo. Comentarista político invitado por el Programa Viaje Musical, trasmitido en la Radio Comunitaria CKFM de Kitchener, durante 5 años en Ontario Canadá.
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Los Cuentos De Pedro Poxté - Carlos Palacios Caravantes
Copyright © 2016 por Carlos Palacios Caravantes.
Número de Control de la Biblioteca del Congreso de EE. UU.: 2015919717
ISBN: Tapa Dura 978-1-5065-0990-7
Tapa Blanda 978-1-5065-0989-1
Libro Electrónico 978-1-5065-0988-4
Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.
Esta es una obra de ficción. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Todos los personajes, nombres, hechos, organizaciones y diálogos en esta novela son o bien producto de la imaginación del autor o han sido utilizados en esta obra de manera ficticia.
Fecha de revisión: 08/03/2016
Palibrio
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Bloomington, IN 47403
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Desde otro país al +1.812.671.9757
Fax: 01.812.355.1576
709548
Índice
Nota del autor
Anita
Sed
La guillotina
Perla
El Cadejo Blanco
Mil Colores
Manos
La visita
El Sueño de Sultán
Yonni
La Fe puede Salvarte
Sexo y Racismo
Helena
El Patojo
Nudos
La Tormenta
En el Hospital
Lascivia
El sobreviviente
Nota del autor
La presente publicación es una recopilación de cuentos, muchos de los cuales han permanecido engavetados por el temor y prejuicio del autor a la aceptación de los lectores, finalmente llegó a la conclusión de publicarla para denunciar las injusticias que cometen seculares elites de poder en contubernio con el ejercito, y hoy, amalgamados con el narcotráfico y muchas otras formas de corrupción que alienan a sus víctimas y las mantienen en la ignorancia, la pobreza y la marginalización. Victimas que deben cobrar conciencia y ubicuidad dentro de la sociedad y salvaje época que nos tocó vivir, creyendo que con esta modesta publicación aportará un granito de arena a nuestra conciencia social, más que un aporte a la literatura de ostracismo y multiculturalismo de un hombre que añora a su país, lo ama y lo defiende, al mismo tiempo que ama y agradece al país que finalmente le abrió las puertas junto con su familia, Canadá.
Creo sinceramente, que esta y otras modestas producciones, casi todas inéditas, no hubieran cobrado forma editorial, de no ser por el destierro, por lo que aprovecho para manifestar mi más profundo respeto, a aquellos escritores y periodistas que abordan los problemas nacionales con la fuerza de su pluma y obviamente exponiendo su integridad física y la de su familia, en un país tan convulso, tan bello, lleno de gente noble apabullada por un sistema asfixiante.
Los avatares de la vida, me han llevado a residir en otros países, y no podría dejar de expresar mis agradecimientos al pueblo español y al pueblo francés que me brindaron su calor en los momentos más difíciles de mi existencia. Mi reconocimiento y mi cariño al pueblo mexicano, secular refugio de guatemaltecos. Mi admiración, respeto y amor a Canadá, un país singular de respeto, tolerancia, amistad y realización personal. Un país que gracias a su sistema de salud, me ha brindado su asistencia y prolongado bienestar. Canadá, viva muestra del multiculturalismo y de su convivencia pacífica.
Desde México y Canadá, he podido dedicar parte de mi tiempo, a escribir, cuando solo me consumía la lectura, surge la necesidad de la expresión personal. De esa cuenta, el lector encontrará, algunas historias con escenario de esos países y la mezcla de costumbres y creencias de Guatemala.
Carlos Palacios Caravantes
Anita
Era el mes de agosto, las temperaturas alcanzaban más de treinta grados centígrados, era un calor sofocante. Las calles parecían cansadas y ni los chuchos¹ ladraban. Las noches eran pegajosas y largas.
Al alba, que hería sus acuosos ojos, con el rostro descompuesto y con las ropas arrugadas, la Lorna, volvía a su barraca forrada de nylon y cartones, allá por los barrancos del Tuerto, barrio marginal de la ciudad.
Hoy volvía, como todas las noches que partía para su trabajo de puta ambulante. Dejaba a su pequeña hija de apenas tres meses de nacida, acomodada entre perrajes y pesadas almohadas, y su pacha² llena de agua de plátano, por si despertaba.
Como las temperaturas eran muy calurosas, solía dejarla vestida únicamente con su pequeño pañal. No tuvo el corazón de regalarla. Pensaba que educaría a Anita en una buena escuela y le daría todas las cosas que necesitara y los más caros juguetes. Algún día sería maestra o secretaria.
Pensaba que podría ahorrar algún dinero para cuando necesitara cubrir esos gastos. Creía que dejaría las drogas y el trago, para proteger aquella víctima inocente producto de la violación de su tío Rocael, quien para deshacerse del problema, la conectó con un padrote³ del que tuvo que huir y trabajar como puta independiente.
Al volver de su cotidiana forma de ganarse la vida, encontró la puerta de lepa⁴ como siempre, con el oxidado candado que protegía su vivienda. Puesto el candado y una tranca de refuerzo. Buscó en el fondo de su bolsa, un pequeño monedero donde guardaba su preciada llave.
Quitó el candado. Entró a su elemental morada, y encendió un foco, porque la luz del día que se iniciaba, era aun muy débil para iluminar su cuarto.
Buscó afanosamente a su hijita. Y su macabra sorpresa fue que encontró en su lugar una espantosa bola negra de hormigas, que pululaban velozmente entre sí ante los estertores mortales de la pequeña quien apenas emitía débiles quejidos y vanamente luchaba por vivir.
Emitió un grito de terror, invocó a Dios y pidió ayuda a los vecinos... que acudieron tan pronto como pudieron y le ayudaban a quitarse los miles de hormigas que la habían alcanzado al tratar de salvar a su hija Anita.
El pánico y descontrol fue tan grande que unos decían que era obra del diablo por puta, otros que era una maldición y alguna vieja declaró que era brujería. Solo don Esteban, trataba de salvar a la niña envuelta en cientos de miles de hormigas. Les echo agua, que por la escases tal vez fue insuficiente y la maldita bola de hormigas no disminuía.
Apareció don Guillermo, y dijo: yo tengo alcohol y volvió precipitadamente para dejarlo caer sobre el cuerpo convulsionante de la pequeña, el alcohol era tan poco que otros derramaron guaro y otras bebidas alcohólicas, finalmente Don pablo sacó un depósito de gasolina y lo roció sobre la bola negra de hormigas que se movía con fuerza ante los estertores mortales de Anita.
Un desconocido, gritó está sufriendo mucho y lanzó un fósforo que inmediatamente elevó desmesuradas llamas que empezaban a incendiar la covacha. Con la taciturna aprobación de la Lorna, se inflamó rápidamente la montaña de hormigas que devoraban a la pequeña Anita.
La bola de fuego que consumía a Anita y a las hormigas, hizo reaccionar a Lorna, quien violentamente se lanzó a las llamas como queriendo abrazar a su hijita y las dos terminaron abrasadas entre flamas, gritos, estertores y la aceptación social de un incidente más.
Fin
Sed
Ante el sordo tañer de las campanas, las asustadas palomas surcaron los cielos anunciando una lúgubre paz por un deceso infantil, apenas cortejado por la madre, el padre borracho y el auxilio del cura de la aldea, bajo aquel tórrido sol de junio, que calentaba como brasas las baldosas del atrio de la iglesia, de la aldea Sakeuc, localizada en las suaves faldas de las montañas que derivan de las Sierra de las Minas.
Era su primera común ilusión. Fue sin proponérselo, el generador de fantasías alegrías y mil frustrados planes. Desde antes que naciera el patojo⁵ el Macario dejó de chupar⁶. Quiso ser el ejemplo para el niño que se gestaba. Su mujer, la María ensanchó su felicidad junto con su voluminosa panza, ante la sabia decisión de su marido. Ya no lo buscaría nunca más en la cantina de San Miguel, la aldea más cercana, olorosa a trementina y a meados añejados del cercano excusado. Ya no lo vería más baboso y embrocado sobre las mesas surcadas de polilla. Ya no tendría que soportar más las miradas burlonas de las putas que lo habían despojado del jornal. Ya no soportaría más las bromas abusivas y el manoseo semi-casual de sus compañeros de trabajo. Ya su rancho se vería colmado de buenos trastos y podrían ahorrar para las cosas del patojo, que en un par de meses vería la luz del sol.
`Las cosas habían cambiado. El Macario y la María navegaban en un mar de ilusiones. Esperaban ansiosos el fruto de su amor. Si nacía varón se llamaría José, como el padre de ella. Si nacía hembra se llamaría Guadalupe como la madre de él.
Ella tejía calcetines de lana y cosía con sus hábiles manos, camisitas y pañales de manta de los sacos de azúcar que compraba en el mercado. El se dio a la tarea de hacer una cama mediana con barandales para evitar que se cayera. Ambos gozaban de sus comunes secretos y ahorraban para el bautizo la comida y el guaro⁷