Historia de un niño… sin historia!
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De una forma u otra, el niño ha sido propiedad de los mayores, y a través de este pensamiento explotaron en desmedro de esa inocencia las diferentes historias de esa niñez postergada y sumida casi a la esclavitud.
En el siglo pasado, la sociedad se ha enfrentado a sus fantasmas del medioevo, y como una deuda por saldar, replanteo la situación de las infancias con la obligación de reparar los estragos que en el pasado había cometido.
Pero algunos errores se siguen repitiendo actualmente, y la simple declamación no es suficiente para acallar el sufriente llanto de nuestro niño, Pedro, y de tantos otros Pedros que en el mundo claman por su inclusión.
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Comentarios para Historia de un niño… sin historia!
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- Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Entretenida lectura, reflexiva sobre nuestras realidades. Recomiendo leerla, invita a la charla, al debate. Interesante lectura para jóvenes y no tan jóvenes. La recomendaría a los docentes de literatura para los adolescentes.
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Historia de un niño… sin historia! - Claudio Omar Saffer
Introducción
C:\Users\Claudio\Downloads\cap 1.jpgTal vez la niñez no sea solo una etapa de la vida. Probablemente represente diferentes sensaciones y sentimientos para cada ser que inicia su camino.
Pero aunque así lo sea, significará en cada individuo una manera de forjar su futuro de vida; corta o larga llevará la impronta de esos primeros años, de esas primeras experiencias que harán de aquellos futuros inciertos un desafío por recorrer; aun cuando el presente se muestre con desdén, y trate de apagar toda llama de esperanza y progreso.
¿Será la niñez un castigo? ¿Será, tal vez la bendición de permitir al individuo ignorar la mezquindad que forma al mundo que lo rodea?
Pues habrá de ser todo, y al mismo tiempo será nada.
Arrullará los sueños de los pequeños, rodeados de ángeles y hadas buenas. Pero será también ese fantasma oscuro que se escurrirá entre frazadas roídas que apenas calientan cuerpos desnutridos e indefensos.
Podremos hablar, quizá imaginar, e incluso legislar y ordenar; que las infancias no sean destruidas, que se las proteja del daño mismo que la adultez imprime al hombre quitándole inocencia y credulidad divina. Pero nos será imposible permitir a ese niño que sea niño mientras exista una sociedad ocupada y preocupada por no hacer nada por él.
Solo la declamación, y nada más que ella, resultará insuficiente para cobijar ese pequeño cuerpo indefenso, cubierto de harapos y miserias; de sufrimientos ajenos y condenas sin sentido donde una justicia, lo más injusta posible; habrá de ser la que muchas veces le marque el camino a la plenitud
de su ser.
Capítulo I
La llegada
C:\Users\Claudio\Downloads\cap 1.jpgNació una fría tarde de invierno, allá por 1983, tiempos difíciles y complicados. Los que gobernaban no tenían poder y los que lo detentaban no eran los que iban a gobernar.
¿Cómo se llega a un mundo donde la muerte es la moneda corriente? ¿Cuál es el poder que permite atrocidades inimaginables y después juzga a quienes bajo sus órdenes las cometieron, mandando a los nuevos gobernantes a enjuiciar a los anteriores y quedando estos grupos de poder impunes?
Quizás no haya sido el mejor lugar, tal vez no fuera el mejor momento; pero fue así; un humilde hogar de un barrio relegado, privado de todo aquello que hace a lo indispensable de la humanidad.
Una madre joven, ignorante, decían; pobre, sola e indefensa. Es cierto que no era el primero de sus hijos, y mucho más que no sería el último.
La inequidad iba siempre acompañada de soledad, desamparo y otras atrocidades como golpes maltratos y abusos. Todo por un efímero momento de felicidad; una corta mentira que la sacara de esa realidad ingrata y aterradora.
Pero él no tenía la culpa, ni tampoco sus hermanos.
Alguien le puso un nombre; ¿habrán querido llamarlo así, lo habrá querido él? Nadie lo supo. Tampoco les importó. Era él, Juan o Pedro, o Miguel; qué más da, los destinos eran iguales, el sufrimiento peor.
Nació una fría tarde de invierno en una conmocionada sociedad, donde los valores estaban en boca de todos, aunque nadie los respetara, pero sí exigían que el otro los reverencie; obediencia y sumisión. Más aun si eras de una baja condición, negro
.
Sí, Negro
, como si el color de tu piel te condicionara a cumplir un