RUMORE, RUMORE
stoy seguro de que no podría vivir si tuviese conocimiento de todo lo que se dice de mí. Y no será porque no pueda aceptar mi propia mismidad, sino porque no podría dar crédito a tantas fabulaciones y delirios creativos que suelen circular. Del estilo rumoral al estilo tumoral, que el rumor es tumor, y no tiene habitualmente cura ni perdón cuando mentiras son. Hay grados avanzados en chafarrinadas, infundios y filfas, y hasta máster nacional en filología del bulo hispánico. Hay peritos en chismes e ingenieros en enredos. Hay aspirantes anuales al premio nacional de la mentira y del churrete, que debería otorgarlo solemnemente el Ministerio de la Verdad. Hay rumores que matan y rumores que que, de ser finalmente cierto, cubrirían sus aspiraciones como juntaletras.
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