Horrores y misterios alrededor del mundo
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Horrores y misterios alrededor del mundo - Mario García Cantú
Primera Edición 2018
ISBN: 978-607-9374-80-8
© 2017, Mario Fernando García Cantú.
© 2017, Par Tres Editores, S.A. de C.V.
Fray José de la Coruña 243, colonia Quintas del Marqués,
Código Postal 76047, Santiago de Querétaro, Querétaro.
www.par-tres.com
direccioneditorial@par-tres.com
Diseño de portada
© Carlos María Rodríguez Arana Favela.
Se prohíbe la reproducción parcial o total de esta obra, por cualquier medio, sin la anuencia por escrito de los titulares de los derechos correspondientes.
Mario García, nace el 24 de Abril de 1973, desde muy joven sintió el gusto por las historias de fantasía y ficción. También tuvo una inclinación por lo macabro y lo sobrenatural, aunque fue una relación amor-odio por aquello que se oculta en la oscuridad.
Ha tenido encuentros con lo inexplicable, y su deseo de ir más allá de lo conocido se ha incrementado con los años.
Le gusta cuestionar su existencia, y de aquello que lo rodea; imaginar otras realidades, otras vidas y otras circunstancias.
Ha tenido una vida interesante, con más trabajos que Homero Simpson y contacto con gente de todo tipo, lo que le ha dado una visión del mundo muy especial.
"Amo y soy amado, por mi esposa, mi familia y algunos pequeños y peludos seres que conviven conmigo.
Actualmente vivo en Tequisquiapan, aunque sólo el tiempo dirá si aquí estaré por mucho tiempo".
Mario García
Dedicado a mi amada esposa
y a todos los que tuvieron fe en mi.
Se crea o no en lo sobrenatural, el mundo está lleno de misterios y leyendas que acompañan al hombre desde las cavernas; y aún el ser humano más prosaico no puede dejar de disfrutar con una buena historia de fantasmas.
La presente antología contiene historias cuyo trasfondo es esa región que existe más allá del velo que cubre lo mundano. Fantasmas, demonios y criaturas sin nombre que acechan al ser desprevenido quien vive de manera confortable dentro de un universo regido por leyes imperturbables e inviolables, y que por lo tanto, está totalmente indefenso ante las fuerzas que escapan de su comprensión o de su rutinaria manera de ver el mundo.
Lo horrible
Desde que era niño me fascinaron las historias de miedo. Mientras que a muchos de mis amigos y compañeros les causaban pesadillas, a mí me divertían. Fantasmas, demonios, asesinos enmascarados, nada era lo suficientemente aterrador como para hacerme cubrir mi rostro con una manta o evitar escuchar el final. También era muy joven cuando decidí que quería ser escritor.
Comencé escribiendo pequeños relatos para mis amigos, y después me atreví a enviar algunos a varias revistas. Tuve un éxito moderado y eso me animó a seguir escribiendo y a considerarlo como mi modo de vida. Sin embargo, escribir un pequeño cuento de miedo en una revista es muy distinto a querer escribir una compleja historia de terror y que alguien quiera publicarla; mucho menos leerla.
Acepté muchos trabajos mediocres con el único fin de llegar a fin de mes; trabajos que además me permitían algunas horas para dedicar a mis historias. Pero una a una, todas eran rechazadas con el mismo argumento: «No da miedo». ¿Y cómo demonios pueden dar miedo? En una era donde los vampiros son galanes adolecentes y los asesinos enmascarados son más admirados que temidos, ¿qué podría yo ofrecer que realmente pudiera inspirar angustia en un lector?
Empecé leyendo a los maestros del horror para inspirarme. Sin embargo, lejos de ayudar, me frustré. Sí, en su momento el trabajo de estos genios causó pesadillas a más de uno, pero ya no más. Sus monstruos cósmicos, sus payasos sobrenaturales y sus demonios sadomasoquistas habían dejado de causar miedo, y cualquier intento de modernizarlos se podría tomar como un plagio.
A continuación, me avoqué al mundo paranormal: casas embrujadas, sesiones de ouija, avistamientos de criaturas extrañas, etc. Todo ello genial para despertar el interés de algunos, pero ninguna de estas historias inspiraba un temor real, más allá de un brinco en el asiento o un leve escalofrío. A estas alturas yo estaba dispuesto a escribir la historia más terrorífica que pudiera imaginar y nada de esto me era útil. Tampoco las historias genuinas de asesinos seriales y sanguinarios me eran útiles. Sus matanzas generaban más morbo y repulsión que verdadero terror.
Y fue entonces que me adentré en un mundo que no creí que existía. En principio no eran más que leyendas y rumores, pero como dicen siempre, detrás de cada leyenda y cada rumor, se esconde una verdad. Fue difícil ir distinguiendo lo real de lo inventado. En algunos casos, la verdad parecía demasiado fantástica y lo falso terriblemente creíble. Tuve que caminar con un pie apoyado en el mito, y otro en la realidad, y hubo ocasiones en que no sabía exactamente cual estaba dónde.
Lo que fui descubriendo poco a poco llenó mi cabeza de temores que hasta entonces desconocía. Era un miedo que iba más allá del sencillo recelo a lo desconocido, algo que superaba por mucho al básico miedo al dolor o incluso a la muerte.
Debí parar en aquel entonces. Los mitos que había descubierto eran inspiración suficiente para crear los más espeluznantes cuentos escritos. Narraciones que opacarían las más impresionantes obras de terror de cualquier medio. Pero ya estaba obsesionado. Me encontraba enfrentándome a mi repulsión por las cosas que iba descubriendo, y mi fascinación por ellas.
Ahora, en este momento, me encuentro terminando de escribir estas líneas con una pistola a mi lado, cargada y lista para usarse. Llegué al final de mi búsqueda y fue el peor error de mi vida. Hay un límite para lo que la mente humana es capaz de soportar, y yo lo he cruzado. Ahora mis noches son de insomnio y terror. Me cuesta cerrar los ojos, pues de inmediato mis sueños se convierten en pesadillas. Y mis vigilias no son mejores; mis oídos transforman cualquier sonido en amenazas susurradas, mis ojos transfiguran la más inocente imagen en horrores permanentes, y lo peor, mi cerebro imagina constantemente acechantes invisibles que me persiguen por doquier.
No puedo más, y espero que mi familia y amigos me perdonen por lo que voy a hacer, pero hay cosas que una vez conocidas, no pueden ser olvidadas o ignoradas. Busqué el máximo horror que existe, y lo encontré: pero a pesar de todo, jamás esperé que la historia más horripilante del universo, fuera tan real… ¡y estuviera tan cerca de mí!
Un ruido en la noche
Cuando llegó a su departamento, ya era tarde. El sol se había ocultado hacía más de una hora, se sentía cansado, de mal humor. Había tenido un día difícil en la oficina y para colmo de males, la teleconferencia con los socios extranjeros se había alargado más de la cuenta.
«Claro, para ellos, es apenas medio día», pensó con amargura, recordando que a la mañana siguiente debería madrugar para terminar a tiempo el reporte que tenía asignado.
Se fue a la cama sin cenar y concilió el sueño rápidamente. Apenas habrían transcurrido un par de horas cuando lo despertó un fuerte retumbar. A sus embotados sentidos le pareció que algo se había derrumbado, e instintivamente se aproximó a la ventana para observar. Afuera todo era normal. Los transeúntes nocturnos caminaban indiferentes, mientras que vehículos de todo tipo recorrían las calles con naturalidad. Decidió que simplemente lo había soñado y regresó a la cama, pero antes de pegar el ojo, lo levantó un nuevo sonido. Se trataba de un martilleo constante y molesto.
Enfadado por los eventos del día, salió de su departamento dispuesto a escarmentar al inconsciente que realizaba reparaciones a esa hora de la noche. Aguzó el oído, intentando identificar el origen, pero el ruido parecía provenir de todas partes. Un momento después, más personas salían de sus hogares. Por su apariencia y actitud, todas habían sido despertadas bruscamente, y al igual que él, buscaban descargar su descontento con alguien.
Tras los saludos de rigor y compartir su molestia con los vecinos, inquirieron sobre la naturaleza de aquel ruido. Finalmente, alguien indicó que parecía provenir de la parte baja del edificio. El grupo se puso en marcha, y a medida que descendían las escaleras, se les unieron más y más vecinos de otros pisos, hasta que prácticamente todo el edificio se reunió en la planta baja. Era obvio que el ruido se producía desde más abajo, quizá del sótano. Cuando un grupo regresó de verificar esto, informaron al resto que el sonido provenía de más abajo. Confundidos, los vecinos se preguntaron cómo era eso posible. Hubo quien sugirió que podría tratarse de trabajos dentro del drenaje profundo, pues no había una línea del metro cercana, así que se resolvió llamar a las autoridades y presentar una queja. Conformes, la mayoría de los vecinos regresaron a sus respectivos apartamentos a tratar de descansar pese el incesante golpeteo.
Volvió a su cama y se recostó, resignado a no dormir y preguntándose si acaso podría reportarse enfermo por la mañana. Ignoraba cuánto tiempo llevaba así, cuando de nuevo se escuchó un gran impacto. En esta ocasión estaba seguro de haberlo escuchado y además, muy cercano. De nuevo se asomó por la ventana. Las calles se encontraban casi vacías, y sólo unos pocos vehículos seguían transitando. Pero aún así, nadie parecía haberse percatado del ruido.
Movido por la curiosidad y un mal presentimiento, salió al pasillo de nueva cuenta. Varios de sus vecinos asomaban entre las puertas, todos con aspecto de preocupación en los rostros, y preguntándose entre sí respecto al origen de aquel estruendo. En esta ocasión, nadie se atrevió a mencionar una causa posible. Entonces alguien hizo notar que el martilleo había cesado y ahora todo estaba en silencio.
Repentinamente, se escucharon gritos, seguidos por golpes y un gran tumulto. Un pánico creciente se apoderó de los presentes. Se miraron entre ellos, inseguros de qué hacer o decir. Alguien ingresó a su departamento y un momento después, gritó que las líneas telefónicas estaban muertas. Peor aún, los sonidos de gritos horrorizados y de objetos siendo destruidos se iban intensificando, hasta que comprendieron que el causante estaba subiendo. Víctima del miedo, la gente regresó a sus hogares y comenzó a atrincherarse en el interior.
Él lo hizo, pero rápidamente cambió de idea. Se dio cuenta de que lo que fuese, estaba ingresando por la fuerza y nada lo detendría.
Subió por las escaleras hasta llegar al tejado y se ocultó dentro de un tinaco. Desde el interior de su escondite, podía oír los gritos y ruidos de violencia cada vez con mayor fuerza. Fuese lo que fuese, no perdonaba a nada ni a nadie. Por fin, la puerta que accedía al techo del edificio fue aporreada brutalmente hasta que se abrió. Después de eso, ¡nada!
Aguardó por horas, tiritando de frío, pero no sucedió otra cosa. Con el corazón acelerado por el miedo, abandonó su refugio para examinar a su alrededor. Aún estaba oscuro, correspondiendo a algún momento de la madrugada. Las luces del edificio estaban apagadas, y debió guiarse con la poca iluminación que llegaba desde la calle. Cada paso que daba, lo hacía convencido de que en cualquier momento algún ente oculto saltaría sobre él. Se sentía abandonado y desprotegido; vulnerable ante un enemigo que no podía ver. Por fin llegó a la puerta. Ésta había sido prácticamente despedazada, y su mente se llenó de imágenes acerca de monstruosidades, capaces de semejante daño.
Descendió por las escaleras, atento a la más mínima señal de peligro, aunque ignorante sobre lo que podría hacer frente al causante de aquella destrucción.
Sin tener un plan mejor, regresó a su apartamento, encontrándolo arrasado como todos los demás. La puerta se balanceaba sobre sus goznes, partida en dos, y el en interior todo se veía revuelto. Curiosamente, su teléfono, radio, celular y televisor habían sido reducidos a piezas inservibles, pero nada más estaba dañado. Un desagradable olor a podrido, el cuál atraía imágenes sobre sepulturas y camposantos, lo impregnaba todo. Buscó entre los escombros artículos útiles, se cambió las ropas húmedas por secas y salió al pasillo por última vez. Todo era oscuridad y silencio. A ambos lados, las habitaciones violadas daban mudo testimonio de la vida que alguna vez albergaron, y la inexplicable violencia que lo terminó todo. La débil luz que se filtraba por las ventanas no dejaba duda; grandes manchas oscuras cubrían muros, pisos y hasta el techo.
Bajó por las escaleras, deteniéndose en cada escalón, pendiente de cualquier movimiento o sonido que le indicara alguna presencia. Y mientras lo hacía, no dejaba de hacerse miles de preguntas.
La luz del alba comenzaba a despuntar cuando llegó a la entada principal. Al pie de las escaleras, yacían unos objetos extraños, que vistos de cerca, simulaban ser herramientas muy rudimentarias, hechas a partir de rocas y restos de metal. Y un poco más allá…
Con una mezcla de fascinación y horror, contempló el inmenso hoyo al pie de la misma. Ese era el sonido que habían escuchado; el ruido de varios metros cúbicos de concreto y roca sólidos, desprendiéndose y hundiéndose en las tinieblas. Comprendió horrorizado que algo se había abierto camino desde las profundidades de la tierra, con el único fin de apoderarse de los habitantes de aquel edificio.
Como pudo, dio la vuelta a aquel infernal espacio y salió a la calle. Debían ser las ocho de la mañana de un día laboral cualquiera. A esa hora, era costumbre ver a miles