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El Origen De La Dama De Negro
El Origen De La Dama De Negro
El Origen De La Dama De Negro
Libro electrónico250 páginas3 horas

El Origen De La Dama De Negro

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Un hecho tan confuso, a la vez que lleno de evidencias contradictorias, que no hacía sino acrecentar mi interés y me provocaba cierto temor al no descubrir de qué se trataba aquel misterio, que estaba segura, rodeaba a ese lago de aguas tan singulares. Un episodio que a más de uno le habría gustado olvidar, pero que había quedado grabado a fuego en mi memoria, como uno de los sucesos más increíbles que había vivido, por lo menos hasta que llegué a este pueblo con este lago tan particular.
No me resultaba demasiado difícil, recordar hechos extraordinarios, que había experimentado en mis múltiples viajes, quizás esa era una de las aficiones que más sustos me habían provocado, no porque pudiese tener en algún momento un accidente, e incluso poder perder la vida en ello, pues era algo que lo tenía asumido y por tanto no lo temía. Pero tantos otros hechos que he vivido, de los que a veces he podido extraer alguna conclusión coherente y en otras ocasiones, únicamente he sido testigo de prodigios que no ha habido forma de explicar.
IdiomaEspañol
EditorialTektime
Fecha de lanzamiento22 jun 2019
ISBN9788893985703
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    El Origen De La Dama De Negro - Juan Moisés De La Serna

    El Origen

    de la Dama

    de Negro

    Juan Moisés de la Serna

    Editorial Tektime

    2019

    El Origen de la Dama de Negro

    Escrito por Juan Moisés de la Serna

    1ª edición: junio 2019

    © Juan Moisés de la Serna, 2019

    © Ediciones Tektime, 2019

    Todos los derechos reservados

    Distribuido por Tektime

    https://www.traduzionelibri.it

    No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea éste electrónico, mecánico, por fotocopia, por grabación u otros medios, sin el permiso previo y por escrito del editor. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (Art. 270 y siguientes del Código Penal).

    Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra. Puede contactar con CEDRO a través de la web www.conlicencia.com o por el teléfono en el 91 702 19 70 / 93 272 04 47.

    Prólogo

    Un hecho tan confuso, a la vez que lleno de evidencias contradictorias, que no hacía sino acrecentar mi interés y me provocaba cierto temor al no descubrir de qué se trataba aquel misterio, que estaba segura, rodeaba a ese lago de aguas tan singulares. Un episodio que a más de uno le habría gustado olvidar, pero que había quedado grabado a fuego en mi memoria, como uno de los sucesos más increíbles que había vivido, por lo menos hasta que llegué a este pueblo con este lago tan particular.

    No me resultaba demasiado difícil, recordar hechos extraordinarios, que había experimentado en mis múltiples viajes, quizás esa era una de las aficiones que más sustos me habían provocado, no porque pudiese tener en algún momento un accidente, e incluso poder perder la vida en ello, pues era algo que lo tenía asumido y por tanto no lo temía. Pero tantos otros hechos que he vivido, de los que a veces he podido extraer alguna conclusión coherente y en otras ocasiones, únicamente he sido testigo de prodigios que no ha habido forma de explicar.

    Dedicado a mis padres

    Contenido

    CAPÍTULO 1. LA DAMA DE NEGRO

    CAPÍTULO 2. LIFE HACKER

    CAPÍTULO 3. LA REGLA DEL OCHO

    CAPÍTULO 4. LA SUBASTA

    CAPÍTULO 5. MI LLEGADA

    CAPÍTULO 6. LOS PRIMEROS COPOS DE NIEVE

    CAPÍTULO 7. TRES DÍAS DESPUÉS

    CAPÍTULO 1. LA DAMA DE NEGRO

    Un hecho tan confuso, a la vez que lleno de evidencias contradictorias, que no hacía sino acrecentar mi interés y me provocaba cierto temor al no descubrir de qué se trataba aquel misterio, que estaba segura, rodeaba a ese lago de aguas tan singulares. Un episodio que a más de uno le habría gustado olvidar, pero que había quedado grabado a fuego en mi memoria, como uno de los sucesos más increíbles que había vivido, por lo menos hasta que llegué a este pueblo con este lago tan particular.

    No me resultaba demasiado difícil, recordar hechos extraordinarios, que había experimentado en mis múltiples viajes, quizás esa era una de las aficiones que más sustos me habían provocado, no porque pudiese tener en algún momento un accidente, e incluso poder perder la vida en ello, pues era algo que lo tenía asumido y por tanto no lo temía. Pero tantos otros hechos que he vivido, de los que a veces he podido extraer alguna conclusión coherente y en otras ocasiones, únicamente he sido testigo de prodigios que no ha habido forma de explicar.

    Misterios que se acrecientan con el paso de los años, y que llegan en forma de leyenda o tradición popular, que puede ser algo jocoso en la actualidad, pero que su recuerdo permanece vivo debido a las manifestaciones que de vez en cuando se producen al respecto.

    Tal fue el caso de la dama de negro, algo que me costó algún tiempo entender y aceptar. Una tradición tan arraigada en la localidad donde me encontraba, que nadie quería hablar de ello, a pesar de los evidentes efectos negativos que provocaba sobre estos.

    A medio camino entre la veneración y el temor, sus habitantes mantenían un hermetismo férreo sobre sus prácticas con las que trataban de satisfacer el insaciable apetito de aquel extraño ser.

    Al principio, cuando escuché hablar de ello, pensé que se trataba de uno de esos cuentos medievales, que aún hoy se suelen mantener, en el que se creen en la presencia de seres, medio mágicos, casi de mitología, que, con ciertos conjuros, y pócimas consiguen doblegar cualquier voluntad, pudiendo atemorizar a una comarca, esclavizándola a su voluntad.

    Me recordaba a esas brujas, mujeres mayores, llenas de pelos blancos alborotados y verrugas en la cara, con un talante serio y algo amargadas, que portaban extraños artilugios como colgantes y baritas o escobas. Vestidas casi siempre con una túnica negra que la cubría desde los pies a la cabeza.

    Gracias a los medios masivos de comunicación, tanto de prensa escrita, televisión o radio, lo cual servía para acercarnos las noticias de otros lugares hasta nuestra localidad, de esta forma pude enterarme de cómo la naturaleza era a veces caprichosa y en otras parecía que estaba desatada.

    Cualquier tipo de calamidades imaginables se podían producir en cualquier parte del mundo, no había día que no hubiese un volcán, terremoto o huracán que azotase a una indefensa población, cuya única protección era la de refugiarse o huir de la zona. Pero eso sólo sucedía cuando había la posibilidad de recibir el aviso por parte de los científicos, que cada vez intentaban adelantarse lo más posible, pero que a veces se limitaban a constatar las evidencias, sin dar mayores explicaciones sobre su origen u evolución.

    Derrumbamientos por corrimientos de tierra que dejan sepultados a miles de familias dentro de sus casas; huracanes con sus fuertes vientos que arrasan allá por donde pasan, llevándose por los aires casas, granjas, cultivos, y todo tipo de edificación que se encuentre por el camino; inundaciones causadas por trombas de agua proveniente de la acumulación de aguas en las capas superiores, o de la elevación del nivel del mar por algún fenómeno extremo que le afecte, como el caso de un terremoto, un derrumbamiento o similar.

    Todos hechos explicables con sencillez, pero a los que cada pueblo les da una interpretación diferente, según su cultura, a tenor de la frecuencia de aparición.

    Quizás tratando de dar cierta coherencia en un mundo cada vez más inestable, donde el acierto en la previsión del tiempo, se ha reducido a unos pocos días y en cuanto a fenómenos extremos, eran horas e incluso minutos, los que se podían anticipar y avisar a la población antes de sufrir las peores consecuencias imaginadas.

    Algo que a todos asusta, es el desconocer lo que puede suceder y sobre todo si tiene consecuencias negativas, sobre nuestras propiedades o sobre la vida de nuestros seres queridos.

    Eso es lo que sucedió en una localidad de la que no había oído hablar antes, pero que su nombre no se me ha olvidado por mucho tiempo que ha pasado. Al principio, como suelen suceder estas cosas, no sabía a lo que me iba a enfrentar.

    A veces, el hecho es tan inexplicable, que no cabe razonamiento alguno, y tan sólo se puede esperar ciertos atisbos de realidad, dejando el resto a la imaginación, como en el caso de las brujas, a las cuales se les confiere poderes sobrehumanos, de dominio sobre los elementos e incluso sobre la materia; algo que si no fuese por la creencia popular quedaría en los anhelos del folklore, olvidado por todos.

    Hechos destacables podemos habernos encontrado a lo largo de la vida en múltiples ocasiones, fenómenos inexplicados, casualidades que parecían imposible de producirse, e incluso personas portentosas que nos pueden llegar a sorprender por su sencillez a la vez que su gran capacidad.

    Y no me refiero únicamente a lo que pueden mostrar los ilusionistas, esos magos profesionales que viven de crear efectos difíciles de entender, pero que al fin y al cabo son solo personas que realizan trucos, espectaculares y muy preparados, pero al fin y al cabo solo son trucos.

    Es difícil de comentar, sin estremecerse, lo que siente uno al encontrarse a una de estas personas para las cuales eres casi como un libro abierto, que puede decirte cualquier detalle de tu vida que has pasado, experiencias que te han marcado, o que simplemente has tenido, y lo más inquietante, decir qué es lo que te va a deparar el futuro.

    Lo que se supone que nadie es capaz de conocer, para estas personas es tan sencillo como mirarte a los ojos o leer las líneas de tu mano. Algo que pertenecería a la superchería o al folklore popular sino fuese, por lo menos por mi experiencia, que, con el tiempo, aquello que me habían pronosticado, me sucedió tal como me dijeron.

    Y puede que esto entre dentro de lo esperable, si a uno le dicen que va a envejecer, pues seguro que llegará; si le dice a una persona joven que va a encontrar el amor, tarde o temprano llegará alguien especial; si te comentan que te van a pasar cosas buenas o malas, con el tiempo todo puede suceder, pero indicarte detalles de lo que te va a acontecer y que se cumpla tal y como te dicen, eso se escapa de cualquier lógica.

    Algunos afirman que se trata de una capacidad que puede ser aprendida, otros que únicamente puede ser transmitida por línea sanguínea, incluso hay quien llega a afirmar que sólo se da de madres a hijas, como secreto familiar que nunca debe de ser revelado bajo ningún pretexto.

    Es tanto el oscurantismo que se cierne sobre este tipo de personajes, que uno no sabe qué pensar, si se trata de unos listos, que usan en su propio beneficio el miedo y la necesidad de seguridad que le infiere el conocer el futuro; o verdaderas personas potentadas de un don que cualquiera quisiera para sí.

    Y por supuesto alrededor de estas personas se forman todo tipo de rumores, a cada cual más increíble y sorprendente, a veces alejados de los hechos que realiza la persona, y otras veces fomentado para tener mayor credibilidad ante sus clientes, que como acólitos acuden periódicamente a recibir su dosis de autoestima y de sosiego, al escuchar las buenas noticias de que todo va a ir bien en su vida.

    De ahí creo que surge ese concepto, que en determinados lugares es temida y en otros despreciada, de bruja, haciendo referencia a esos seres siniestros en algunos casos y buscados cuando hay problemas, en otros, que ayudan o perjudican según su voluntad, pudiendo devolver o quitar la salud, hasta llegar a la muerte del afectado por sus poderes.

    Quizás a veces se les califica separándolos según los efectos que producen en los demás, si estos son beneficiosos para las personas o el ambiente en donde se encuentra suelen calificarse como brujas blancas, mientras que si son perjudiciales se las denomina brujas negras.

    Quizás sea simplificar demasiado, pero es así como he visto que se piensa en los territorios más aislados y del interior, donde se deben más a la experiencia que viven que a los conocimientos científicos y las grandes explicaciones que pueden llegar a dar los expertos de las ciudades, tan distantes para atender cualquier problema importante o urgente que necesiten sus habitantes, provocando que se dirijan a quien les puede dar una solución más inmediata, y además hasta cierto punto efectiva.

    Pues en los pueblos, por muy pequeños que sean, los farsantes se descubren muy pronto y las buenas palabras se olvidan rápidamente, si no son capaces de dar solución a los problemas que a diario van surgiendo.

    Es por eso que, personalmente me merecen cierto respeto estas personas, quizás aventajadas a los demás, en su inteligencia, o tan solo porque son más avispados, pero proporcionan respuestas que son útiles para paliar en el momento lo que se les demanda.

    Hay quien afirma que existe una especie de escuela, donde casi siempre la enseñanza se transmite de persona a persona, en el que durante años se va preparando al pupilo en todo tipo de artes que le capaciten para dar respuesta a las diversas cuestiones que puedan surgir a lo largo de su vida.

    Con un profundo conocimiento de todo tipo de vegetales y plantas, de las que son capaces de extraer los principios activos que contienen sus propiedades curativas, mediante cataplasmas, cocciones, bálsamos u otro tipo de preparación, complementado con conceptos básicos de biología, anatomía y medicina, ya que cuando se presenta una enfermedad, no sólo debe de identificar la procedencia y efectos de su mal, sino conocer cómo hacerle frente, seleccionando el mejor tratamiento para facilitar la recuperación de la salud con los menores efectos secundarios para los pacientes.

    Incluso cuando los doctores dejan a alguno desahuciado, y los mandan a sus casas a morir rodeados de sus familiares y amigos, acuden a estas personas y sin una explicación clara, consiguen no sólo sobrevivir sino hasta a veces recuperarse de su mal, y todo ante la perplejidad de aquellos que le habían dado como un caso perdido.

    Algunos llegan a afirmar que han sido curados de enfermedades que todavía hoy la ciencia no es capaz de dar respuesta, con lo que la notoriedad del personaje en cuestión, se acrecienta, incluso pudiendo llegar a traspasar fronteras su fama.

    Quizás algunos hayan sido demasiado famosos, lo cual ha servido al resto para extender la creencia de que los defectos de estos pocos son los de todos, guiados únicamente por la búsqueda de poder por encima de todo y el uso de cualquier arte para conseguir sus fines.

    Estaba reflexionando sobre ello, al poco de llegar a una de estas localidades, donde apenas quedaban habitantes que no creyesen, en mayor o menor medida, que estaban recibiendo algún tipo de mal de ojo, proveniente de una de estas personas que, por algún motivo, que aún desconocían, les castigaba con grandes penurias.

    Por el camino me había encontrado a varios viajantes, que caminaban de forma contraria hacia dónde yo me dirigía, a los cuales, cuando les preguntaba sobre la distancia que me quedaba todavía para llegar a mi destino, se santiguaban y escupían al suelo.

    Un gesto que me pareció algo desconsiderado la primera vez que lo vi, pero cuando al poco lo repitió un nuevo viajero, pensé que se trataba de algo más que una manía.

    Del tercero que me crucé, al fin me conseguí enterar de que ellos mismos estaban dando una gran vuelta para no pasar por aquel lugar, que estaban, según decían, desgraciando a todo el que se acercaba.

    Una serie de historias de las cuales no me creí ni una palabra, todas alrededor de la misma figura, una señora que parecía tener poderes sobre todo lo que se movía en su territorio, el cual defendía como el más celoso señor en su feudo.

    Un pueblo, que muchos tachaban en sus mapas de rutas, para estar seguros de que no pasaban por él ni por equivocación, pero al que me dirigía por necesidad, ya que apenas me quedaban suministros para poder retornar mi viaje de vuelta, y si lo hiciese sin las reservas necesarias no podría llegar a mi destino.

    Si no fuese por ese pequeño, pero importante detalle, no me habría separado tanto de mi camino habitual, pero unas rocas que me habían llevado más tiempo del calculado en cruzarlas, habían hecho también que consumiese toda el agua que llevaba, encontrándome ahora sin lo necesario para retornar y llegar de vuelta.

    Así que opté por el camino más sencillo, acudir al pueblo más próximo para comprar los víveres que necesitaba, y después tomar el camino de regreso.

    Aunque a medida que me acercaba, las señales que me advertían sobre un posible peligro eran cada vez más convincentes. Primero fue aquel extraño olor, que parecía desprenderse de la tierra, era como a hierba recién mojada, pero de una intensidad mucho mayor.

    Como cuando se termina de trabajar con un cortacésped o similar y se amontona en un lugar, es tanto el olor a verde que hasta llega a molestar y ser desagradable.

    Luego, todos los árboles que me encontraba por el camino parecían que padecían algún tipo de enfermedad, pues ninguno tenía ni una hoja y en cambio sus ramas y troncos estaban retorcidos, como si los hubiesen pisado y vueltos a poner de pie.

    Unas formas tan extrañas que me daba cosa pasar por allí, y eso que no era una persona que tuviese miedo fácilmente, pero aquella quietud y sobre todo el silencio casi sepulcral hacía que sólo mis pasos se escuchasen, chasqueando y rompiendo las ramas del suelo, retumbando en la lejanía a medida que avanzaba, como si del único ser vivo de la zona se tratase.

    Hacía poco que acababa de ver uno de esos documentales en que comentaban los peligros de la radiactividad para la vida humana, y cómo quedaban zonas deshabitadas durante miles de años, cuando se producía una fuga de una de esas centrales, o en donde se realizaban pruebas con bombas nucleares.

    Los paisajes desoladores, que únicamente permitían el crecimiento deformado de árboles retorcidos, muy parecidos a los que estaba en este momento presenciando, con escasa o nula actividad animal, pues todo el que se acercase a la fuente moría en pocos días ya fuese humano o animal, y el que estuviese dentro de un radio de acción de unas cuantas millas sufriría sus consecuencias, tanto en sí mismo como en su descendencia.

    Un problema tan importante que afectaba la genética y con ello producía todo tipo de enfermedades y tumores que a la larga acortaría significativamente la vida de quien lo padecía.

    Pues ahora mismo, estaba sintiendo una extraña sensación, como si un viento gélido se hubiese apoderado de mí. Se me estaba entumeciendo todo el cuerpo, las manos, los pies, y hasta en el cabello estaba empezando a sentir el frío.

    Quizás fuese una de esas sensaciones, que nos avisan de que no va todo muy bien, puede que sea ese sexto sentido que se activa cuando estamos ante un inminente peligro que nos pueda producir algún mal.

    Es posible que así se sienta a la radiactividad, pues supongo que, a pesar de ser un enemigo invisible para la vida, de alguna forma se tendrá que notar su presencia.

    Si hubiese traído uno de esos aparatos que sirven para medir la radiactividad del lugar, es posible que ahora la aguja se saliese del medidor de la escala.

    Si tuviese esa evidencia, no me queda duda de que ahora mismo estaría dándome la vuelta y corriendo rápidamente para escapar de aquel lugar, máxime cuando las advertencias de los viajeros que me he encontrado han sido tan directas y claras.

    Puede que este frío intenso que estoy sintiendo no se deba a nada más que a una sugestión por mi parte, al ver tanta desolación, que pareciera que una bomba atómica hubiese estallado en el centro del territorio en el que me estaba adentrando, además, seguro que el suelo húmedo y lleno de matorrales tumbados y de hojas podridas y ramas, no ayudan demasiado a contribuir en mantener mi calor interior.

    Rápidamente saqué mis guantes y gorro, y me los puse, pues no se me quitaba esa sensación de frío, a pesar de que chocaba las palmas repetidamente para que estas entrasen en calor. Creo que cuanto más me acercaba más frío sentía, era tan intenso que hasta me tuve que detener en un par de ocasiones, pues me sentía ahogada, casi sin poder respirar.

    Es como si el aire se hubiese vuelto tan gélido, que no se pueda absorber en una bocanada. Intentaba llenar los pulmones y escasamente conseguía retener lo mínimo para poder seguir adelante.

    Un extraño ruido surgió tras de mí, me parecía que algo venía persiguiéndome y no me quedé parada a averiguar lo

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