Matilde debe morir
Por Cristian Acevedo
3.5/5
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Entonces, presa de un reto ineludible, usted no tendrá otra opción más que abandonar su actitud de lector despreocupado. No habrá lugar para la pereza: para eso sobran los días, la desdeñable realidad.
Y, como ya hemos dicho que esta pequeña novela podría confundirse erróneamente con un juego —con un juego inocente y sencillo—, usted querrá jugar. Y será lógico que quiera ganar: en todo juego hay ganadores y perdedores, claro.
De modo que se abren las apuestas. La banca le pone unas fichas a este tal Omar Weiler, este tal Cristian Acevedo. Pero sin dejar de vigilar al insulso de la mesa 4. Ese que será usted, y que también apostará. Incluso cuando se le indicará que esto no es un juego. Usted, que jugará incluso después de la advertencia inicial.
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Comentarios para Matilde debe morir
27 clasificaciones2 comentarios
- Calificación: 3 de 5 estrellas3/5Logra engancharte, pero es demasiado pretencioso y no tiene un plot twist interesante.
- Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Es un libro rarísimo, tan como me comentaron. Intrigante y rarísimo, todos los sucesos inesperados pero a la vez tan obvios.
Vista previa del libro
Matilde debe morir - Cristian Acevedo
Acevedo, Cristian Omar
Matilde debe morir / Cristian Acevedo. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Bärenhaus, 2020.
Libro digital, EPUB
Archivo Digital: descarga y online
ISBN 978-987-4109-88-0
1. Narrativa Argentina. 2. Novelas. I. Título.
CDD A863
© 2016, Cristian Omar Acevedo
Corrección de textos: Carolina Baldo
Diseño de cubierta e interior: Departamento de arte de Editorial Bärenhaus S.R.L.
Todos los derechos reservados
© 2016, 2020, Editorial Bärenhaus S.R.L.
Publicado bajo el sello Bärenhaus
Quevedo 4014 (C1419BZL) C.A.B.A.
www.editorialbarenhaus.com
ISBN 978-987-4109-88-0
1º edición: noviembre de 2016
1º edición digital: septiembre de 2020
Conversión a formato digital: Libresque
No se permite la reproducción parcial o total, el almacenamiento, el alquiler, la transmisión o la transformación de este libro, en cualquier forma o por cualquier medio, sea electrónico o mecánico, mediante fotocopias, digitalización u otros métodos, sin el permiso previo y escrito del editor. Su infracción está penada por las leyes 11.723 y 25.446 de la República Argentina.
Sobre este libro
Hallará en esta novela, amable y ocioso lector, características habitualmente atribuibles a ciertas prácticas lúdicas. Y usted reconocerá, a medida que avanza invariablemente de página, que ya no es un simple espectador. Que no tiene permitido semejante privilegio. Entonces, presa de un reto ineludible, usted no tendrá otra opción más que abandonar su actitud de lector despreocupado. No habrá lugar para la pereza: para eso sobran los días, la desdeñable realidad.
Y, como ya hemos dicho que esta pequeña novela podría confundirse erróneamente con un juego —con un juego inocente y sencillo—, usted querrá jugar. Y será lógico que quiera ganar: en todo juego hay ganadores y perdedores, claro.
De modo que se abren las apuestas. La banca le pone unas fichas a este tal Omar Weiler, este tal Cristian Acevedo. Pero sin dejar de vigilar al insulso de la mesa 4. Ese que será usted, y que también apostará. Incluso cuando se le indicará que esto no es un juego. Usted, que jugará a pesar de la advertencia inicial.
Sobre Cristian Acevedo
Cristian Acevedo nació en Buenos Aires en 1980. Parte de su obra literaria ha sido premiada en diversos certámenes: Segundo premio en el Concurso de Cuentos de la Fundación Victoria Ocampo, Nelly Arrieta de Blaquier 2014
. Primer premio en el Gonzalo Rojas Pizarro de Cuento 2013.
En 2014 publicó Canibalísmico, bajo el sello Expreso Nova Ediciones.
En 2015, la editorial Letras Cascabeleras (Esp.) publicó su segunda antología: Indignatarios.
Recientemente ha publicado Sommelier de infiernos, tras haber resultado ganador de la Convocatoria de Narrativa 2016 de Baltasara Editora.
Además de en diversas antologías, ha publicado sus relatos en distintas revistas culturales de habla hispana: La Balandra, Colectivo Cultural Manuzio, Vanity Press Magazine, Revista Almiar.
A la fecha, su novela Omar Weiler merece morir permanece inédita.
Índice
Cubierta
Portada
Créditos
Sobre este libro
Sobre Cristian Acevedo
Dedicatoria
Epígrafe
Advertencia
Capítulo I
Capítulo II
Capítulo III
Capítulo IV
Capítulo V
Capítulo VI
Capítulo VII
Matilde no debe morir
Capítulo VIII
Capítulo IX
Capítulo X
Capítulo XI
Capítulo XII
Capítulo XIII
Matilde debe morir
Capítulo XIV
Capítulo XV
Capítulo XVI
Capítulo XVII
Capítulo XVIII
La espera
Capítulo XIX
Capítulo XX
Capítulo XXI
Epílogo
A Omar Acevedo.
Por su resignada inteligencia.
Por el regalo de tantas libertades.
Por su amistad.
"Pero no se da vida en vano a un personaje.
Criaturas de mi ingenio, aquellas seis vivían una vida que era la suya propia y ya no me pertenecía,
una vida que ya no estaba en mi poder negarles".
Seis personajes en busca de un autor
Luigi Pirandello
ADVERTENCIA
CAPÍTULO I
La novela transcurrirá en un bar. Del bar bastará decir, por si llegara a interesarle, que existe y que está ubicado en la esquina de Charcas y Armenia. Sí: es un típico bar de Palermo. Uno de los tantos que se desparraman por la cuidad. En él, apenas usted pase al siguiente capítulo, verá que hay tres personas. Y enseguida llegará una cuarta. En realidad habrá más personas entrando y saliendo, por supuesto: se trata de un bar. Pero, las personas que podrían considerarse el motor de esta historia, aquellas que califican como personajes, serán apenas cuatro.
Uno será Valentín, el mozo. Otro, el bigotudo de la mesa 2. Y el personaje principal será la mujer que muy pronto entrará en el bar y se sentará a la mesa que da a la ventana de la calle Charcas. Más atrás, a un lado de la barra, siguiendo el pasillo que da a los baños, habrá otro personaje. Ahí es donde usted se ubicará. Caminará hasta esa mesa y se ubicará en ese personaje. No a un costado, no frente a él. Sino en él. Usted será ese que ahora se mantiene estático, aquel que sostiene un pequeño libro y que ni parpadea. Desde allí, desde aquel insulso hombre, usted atestiguará los sucesos que justificarán —o no— el desarrollo de esta novela. Pero cuidado: usted no será un mero testigo, usted participará de los acontecimientos.
De momento, aquel hombre que usted ocupará no se mueve, pero solo de momento: sigue esperando que usted dé vuelta la hoja.
Aunque, antes de voltearla (o de cerrar este libro maldito y dárselo a alguien a quien odie), debo advertirlo: si usted decide ubicarse en el lugar de aquel hombre, deberá asumir las consecuencias. Este y no otro es el momento de decidirlo. Si avanza una línea más, no habrá posibilidad de arrepentimientos.
La acción comenzará con un futuro apremiante y estremecedor; y si quiere enterarse de más, la responsabilidad será toda suya.
Aunque lo parezca, esto no es un juego.
Hablamos de la vida de una persona.
CAPÍTULO II
Esta misma semana, Matilde —la persona en cuestión— será asesinada: su cuerpo sin vida será hallado a metros de la salida de este mismo bar. Y así como cada uno de los que, por esas horas, frecuentan el bar de Charcas y Armenia, usted —no podrá decir que no ha sido advertido— será uno de los sospechosos.
Del homicidio de Matilde no habrá grandes repercusiones: los diarios se abstendrán de publicar la noticia, los vecinos no hablarán de lo sucedido. La vida continuará sin reparos, como si tal cosa. Y pronto, solo usted y los otros dos recordarán que alguna vez ella caminó entre nosotros.
Ahora —en menos de dos minutos—, Matilde entrará en el bar, el de siempre. Lo hará hablando por teléfono. Habla Matilde, ¿cómo estás?
, dirá con una sonrisa. Y de esta manera usted sabrá su nombre: Matilde. No su apellido. Su apellido lo sabrá recién después del asesinato.
Así como lo hace todas las tardes, Matilde se sentará a la mesa que da a la calle Charcas, pedirá un café con leche con dos medialunas, abrirá su cuaderno anillado y se pondrá a escribir. Y, ajena a todo, solo examinando su celular de tanto en tanto, escribirá y tachará y seguirá escribiendo hasta antes de que anochezca. Y usted deducirá que ella escribe con angustia: aunque en ocasiones pareciera provocarle un enorme gozo, la mayor parte del tiempo ella sobrelleva la tarea como encadenada a un padecimiento inevitable. Bufa, se muerde el labio, niega repetidamente con la cabeza, bufa otra vez, cierra el cuaderno, lo tira en la cartera, paga y se va sin mirar a nadie. En una ocasión, usted la ha visto secarse las lágrimas con una servilleta de papel.
Sin embargo, la última vez que usted la verá con vida, ella escribirá con