EL FULGOR OLVIDADO DE EDUARDO ZAMACOIS
Resulta sorprendente cómo la crítica literaria y el mundo editorial han condenado al silencio a Eduardo Zamacois. Aunque parte de su obra haya quedado desfasada por el paso del tiempo y marcada por las circunstancias en que fue escrita, solo por el libro de memorias Un hombre que se va… (1964) merece un lugar destacado en nuestra literatura como cronista histórico, sociológico y literario del tiempo en que vivió. Sus casi 700 páginas se hacen escasas y son una pura delicia lectora, tanto por lo que cuenta como por su estilo vivo y cercano.
Conoció pronto el éxito: fue uno de los autores más leídos de finales del siglo XIX y principios del XX
Nacido en Pinar del Río (Cuba) en 1873, Eduardo Zamacois vivió casi cien años, aunque los últimos treinta, ya en el exilio a causa de la Guerra Civil, no publicó ningún libro a excepción de sus memorias. A diferencia de otros autores a los que esa forzosa expatriación enriqueció, a Zamacois, cercenadas sus raíces españolas, le faltaba pisar el terreno y sentir los ambientes y las vidas que alimentaban sus escritos, tal como había hecho a lo largo de su trayectoria. Ya fuera como periodista o novelista, necesitaba vivir de primera mano las experiencias que luego pondría sobre el papel. “Soy enemigo de inventar”, decía. Para (1920) sirvió de ayudante de maquinista en varios trayectos del expreso Madrid-Hendaya, y en (1929) volcó las
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