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Mi resurrección
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Libro electrónico111 páginas1 hora

Mi resurrección

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Este libro es una biografía de Miquel Huguet Bennasar. Va desde su nacimiento hasta la actualidad. Está dividido en varias secciones, cada una de ellas con sus peculiaridades. Aunque no haya fechas y los hechos no sean correlativos, al final se pueden unir.

IdiomaEspañol
EditorialCaligrama
Fecha de lanzamiento6 jun 2018
ISBN9788417426804
Mi resurrección
Autor

Arcángel San Miguel

Miguel Huguet Bennasar nació el 12 de mayo de 1957 en Palma de Mallorca, Baleares. Es empresario de profesión, aunque siempre ha estado muy vinculado al mundo del espectáculo, sobre todo al baile profesional con estilo propio.

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    Mi resurrección - Arcángel San Miguel

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    Mi resurrección

    Primera edición: mayo 2018

    ISBN: 9788417426088

    ISBN eBook: 9788417426804

    © del texto:

    Arcángel San Miguel

    © de esta edición:

    , 2018

    www.caligramaeditorial.com

    info@caligramaeditorial.com

    Impreso en España – Printed in Spain

    Quedan prohibidos, dentro de los límites establecidos en la ley y bajo los apercibimientos legalmente previstos, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, ya sea electrónico o mecánico, el tratamiento informático, el alquiler o cualquier otra forma de cesión de la obra sin la autorización previa y por escrito de los titulares del : . Diríjase a info@caligramaeditorial.com si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

    Me gustaría dedicar este libro, en primer lugar, a mis padres, Miguel y Ana María, a mis abuelos maternos, a mi abuela paterna y a mis dos padrinos

    Por todo el cariño y el amor que me han dedicado siempre

    Mi nombre es Miquel Huguet Bennasar, The Islander. El significado de mi segundo apellido es «hijo de Nasar, del pueblo judío, del pueblo de Dios». Obtuve esta información hace años, durante la gestión del carné de conducir. Nací un 12 de mayo de 1957 en Palma de Mallorca, Baleares. Vine al mundo en mi casa familiar, situada por aquel entonces en la calle Reyes Católicos. El 12 de mayo es san Pancracio, que simboliza la atracción hacia el dinero.

    Este es un libro autobiográfico atípico, ya que no seguiré un orden lógico de fechas y situaciones porque todas están, de alguna manera, relacionadas entre sí; son los sucesos de mi larga y tortuosa vida.

    Al final de los diferentes escritos, veréis quién puedo ser realmente en este mundo y qué he venido a hacer. Lo que sí os puedo contar casi todo seguido es lo referente a mi nacimiento y mi infancia. Antes de nada, debéis saber que no soy racista. Comparto ideas, maneras de ser, culturas y demás de todos los países del mundo. Cada uno tiene sus cosas buenas y malas, como buenos hijos de Dios que somos.

    Nací en una isla maravillosa, llamada en el mundo entero «el paraíso», que es Mallorca, en las Islas Baleares. Os puedo asegurar que ese nombre no es en vano, porque en su momento Dios la bautizó de esa manera. Es para que os hagáis una idea de la gente que viene de diferentes zonas y que desearía vivir en ella. Hay poca policía, delincuentes, poca pobreza y vistas impresionantes que han inspirado a muchos pintores y artistas. Las Baleares cuentan con una población total de algo más de un millón de habitantes. Palma capital, en el año 2016, tenía cuatrocientos tres mil habitantes. Posee buenas carreteras, gran clima y muchos cultivos, incluidos algunos subtropicales. El turismo acompaña también a la economía balear: vinieron quince millones de turistas en el año 2017 en aviones y cruceros. Las Baleares están rodeadas por un mar muy tranquilo, que es el Mediterráneo; salvo en alguna ocasión, cuando Dios se enfada, que sucede algún accidente meteorológico no deseado. Es decir, tenemos un diamante en bruto con todas estas islas, pues cada una tiene su encanto. Yo las amo todas, porque, como os digo, puedes encontrar lo que deseas en cada una de ellas. Por ejemplo, mi querida Ibiza, tan liberal como siempre, mi Menorca, tan calmada, y ese trozo pequeño, pero de gran atractivo, que es Formentera. Y la que está en medio, mi estimada Mallorca. Descubrí Ibiza a los quince años, en los tiempos más liberales, en la época de los hippies. Eran personas que vivían de lo que trabajaban, como la bisutería, la agricultura, etc. Vivían en comunas, fumaban hierba y se bañaban desnudos en aguas cristalinas. Contaban con vistas excepcionales, con cuerpos esculturales y muy atractivos, tanto los de un sexo como los de otro. Se levantaban cuando querían y se acostaban cuando les apetecía. No había discotecas. No molestaban a nadie, ni siquiera a los pocos que iban a visitar la isla. Todo lo que comían era de origen natural y vestían ropa hippie. No penséis ni por un momento que descendían de familias de pocos recursos; más bien todo lo contrario: no aceptaban dinero de los padres y eran humildes, viviendo dentro de sus posibilidades. Esta gente venía de todas partes del mundo; es decir, Ibiza ya era internacional en aquellos momentos. Su manera de subsistir era a través de los mercadillos de diferentes poblaciones, creados por ellos mismos. Vendían productos artesanales; estamos hablando de bisutería hecha a mano, como pulseras, collares, anillos o zapatos. ¡Era increíble! No existían más de cuatro hoteles en la isla. Tampoco había cabinas telefónicas y había pocos bares, pocos restaurantes y una población escasa que, en aquellos tiempos, iba con sus trajes regionales y trabajaba cultivando la tierra, que era lo único que tenía Ibiza en esos momentos, aparte de producir sal común en las salinas. Y en el aeropuerto, únicamente salía un avión por día. Tenía también vía marítima, pero pasó lo que no tendría que haber ocurrido nunca; es decir, la masificación. Al cabo de los años, vino gente con mentalidad hippie que vivía igual que antes, pero esta vez con más lujos. Empezaron a aparecer los campings, bares y hoteles, todo ello en poca cantidad, pero empezó a crecer con el paso de los años. Era un espectáculo irte por la mañana a la playa medio desierta, donde había gente desnuda, familias enteras incluso. Cuando llegaba con mis primos y amigos, nos cortábamos un montón porque pensábamos que nos miraban, aunque no había ni una sola persona que se inmutase. La playa se llamaba Aiguas Blanques y, de hecho, era blanca. Contaba con un grado de sal elevado, lo que proporcionaba un buen bronceado. Me había olvidado de hablaros de mis compañeros de viaje, disculpadme. Se jugaba a todo sin tapujos y no se hacían comparaciones de «yo la tengo más larga o más corta». Había cuerpos esculpidos. Nunca en mi vida he vuelto a ver esos cuerpos y ese tipo de belleza en ningún otro lugar o situación.

    Llegaba la hora de la merienda, que habíamos comprado en un pueblo de paso. Se trataba de comida payesa, y pudimos observar algo que no sé si nunca volveré a ver. En aquellos tiempos, llovía mucho en Baleares. A lo mejor llovía durante dos semanas enteras, y en esta playa, que estaba en un acantilado, había una fuente con una caída al mar de muchos metros. Su amplitud parecía la de una catarata, y en ella se formaba una fila india de kilómetros de gente desnuda con el jabón en una mano y la toalla en la otra. Se duchaban allí porque en aquel tiempo la mayoría dormía en campings en los que no había duchas. También se hacían colas para llamar por teléfono o para coger sitio en un bar. Aparecieron las primeras discotecas, donde ponían música del momento. Mi primer viaje fue con mi gran primo rubio y dos amigos más. No pretendo dar ningún nombre durante la escritura de este libro. Al no haber sitio para dormir, llevamos sacos, pero no hubo suerte. Mi madre tenía unos amigos en San Antonio que tenían pisos para alquilar sin muebles. Corrimos otra aventura, la de dormir en sacos en el suelo frío. Por las noches, cenábamos en la casa de mi amigo, y posteriormente nos íbamos a la discoteca, que no pagábamos nunca porque mis amigos conocían al dueño. En aquel momento, yo ya empezaba a destacar por mi baile, pues bailaba de una forma atípica, con estilo propio.

    Corría el año 1972. Yo, con quince todavía, fui otra vez a Ibiza en posteriores viajes. Ahora os contaré un secreto: todo esto produjo unas sensaciones maravillosas que no tienen nombre, y en el caso de tenerlo, sería porque Dios creó el mundo en su momento. Antes de pasar a otro asunto, os diré también que en los chiringuitos de playa que había se comía completamente desnudo, y que, durante el día y la noche, se vestía con cuatro trapos y alpargatas típicas ibicencas. Respecto a las comunas, eran una escenificación de lo que se producía en tiempos de Jesucristo con las famosas orgías, sin ningún tipo de culpabilidad por lo que estaban haciendo. Y más adelante, hubo más y más. Como veis, no he empezado por mi nacimiento porque quiero que sea un libro diferente, dinámico, alegre, divertido y que os sirva a todos para aprender a no caer en ciertas tentaciones por parte del Demonio, como el poder, el dinero, la lujuria o los éxitos. Os iré contando en posteriores capítulos ejemplos de gente que vendió su alma al Diablo y, sobre todo, quiero que lo que os voy a contar lo tengáis muy en cuenta para no pasar por las situaciones que he tenido que pasar yo, que no se las recomiendo ni a mi peor enemigo. Voy a empezar por otro

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