Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

El vuelo de Niyaz: Un viaje a la libertad
El vuelo de Niyaz: Un viaje a la libertad
El vuelo de Niyaz: Un viaje a la libertad
Libro electrónico167 páginas2 horas

El vuelo de Niyaz: Un viaje a la libertad

Calificación: 0 de 5 estrellas

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

El vuelo de Niyaz es la historia de un rebelde que, en el seno de una refinada familia de campeones de golf, conoció los rigores del maltrato cuando era muy pequeño. Es la historia de su alejamiento de esa familia, de esa cultura, de esas costumbres, y de su llegada a un lugar que le es mucho más afín, fuera del mundo aquel. Pasando a través de notables y transgresores caminos, incluido el de las drogas de conciencia, se volvió un ser espiritual. A los sesenta y tantos que tiene ahora, ha conseguido la serenidad. Y su más grande interés en la vida es meditar y ayudar a sanar a los que se le acercan. En el camino de sanarse a si mismo, se convirtió en un sanador. Quiso contar su historia, en primera persona. Quiso compartir lo que ha aprendido, lo que le ha servido, y también lo que ha sufrido.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento11 ene 2017
ISBN9789568303372
El vuelo de Niyaz: Un viaje a la libertad

Lee más de Malú Sierra

Relacionado con El vuelo de Niyaz

Libros electrónicos relacionados

Artículos relacionados

Comentarios para El vuelo de Niyaz

Calificación: 0 de 5 estrellas
0 calificaciones

0 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    El vuelo de Niyaz - Malú Sierra

    FILOSOFANDO

    INTRODUCCIÓN

    El Vuelo de Niyaz es la historia de un rebelde que, en el seno de una refinada familia de campeones de golf, conoció los rigores del maltrato cuando era muy pequeño. Es la historia de su alejamiento de esa familia, de esa cultura, de esas costumbres, y de su llegada a un lugar que le es mucho más afín, fuera del mundo aquel.

    Pasando a través de notables y transgresores caminos, incluido el de las drogas de conciencia, se volvió un ser espiritual. No es un santo, en nada se parece a ese estereotipo, pero reconoce sus errores, los presentes y los pasados, tiene conciencia, por eso está en paz consigo mismo. Sabe a ciencia cierta quien es él. Conoce sus luces y sus sombras, y batalla para permanecer en la luz.

    Partió siendo un precioso niño rubio de clase acomodada, golpeado por su padre, humillado, resentido, rabioso; se sobrepuso a todo eso y llegó a triunfar en las bolsas de comercio mundiales, fue broker de la soya en Brasil, se hizo millonario; dejó ese mundo para convertirse en discípulo de Osho, el maestro indio, quien, según él, lo devolvió a la vida. Vivió con él. De ahí en adelante se cambió de nombre y comenzó una nueva vida.

    Niyaz es un personaje único y su historia merece ser contada. Un día Delia Vergara, que lo conocía y sabía de su vida aventurera, me propuso que escribiera este libro.

    Yo lo conocí cuando teníamos 17 años y se llamaba Juan Quintana. Veraneábamos en Santo Domingo y era el problema de su familia. Después lo encontré en la Editorial Lord Cochrane totalmente cambiado, joven ejecutivo, hombre de confianza del dueño. No lo volví a ver hasta veinte años después, cuando ya no era Juan sino Niyaz.

    Se había convertido en un hombre espiritual, un meditante y un sanador.

    El quiso contar su historia, en primera persona. Quiso compartir lo que ha aprendido, lo que le ha servido, y también lo que ha sufrido en su travesía cuando la navegación se le ha puesto tormentosa. Yo fui su escribidora. Me fui sorprendiendo al conocer por dentro, y a lo largo de su ya larga vida, su proceso de transformación, aquel que Jung llamó el viaje del héroe. En términos psicológicos, el proceso de llegar a ser uno mismo.

    Para Niyaz el viaje comenzó en Chile. Recuerdo que era un golfista premiadísimo, igual que casi todos sus hermanos. Lo que no supe en ese tiempo fue que había sido un niño abusado. Su padre se ensañaba con él. Cuando tenía cinco años le dio una pateadura que lo dejó estampado en la pared. De ahí para adelante, dice, quedó marcando ocupado. Se convirtió en Juanito el tontito, y después en un rebelde de temer.

    De chico se burlaban de él, los compañeros le pegaban, los curas lo castigaban haciéndolo hincarse en un rincón hasta que le sangraran las rodillas. Luego en el carísimo colegio inglés donde lo mandaron interno a ver si se enderezaba, el castigo era azotarlo con varillas de bambú y hasta con palos de golf. A consecuencia de la violencia intra y extrafamiliar, Juanito el tontito se convirtió en un transgresor.

    Rebelde con causa y derecho, empezó a fumar a los siete años, pasó de curso copiando o haciendo proezas de última hora; se hizo mujeriego y jugador. Cambió el cigarrillo y el alcohol por la marihuana.

    A los sesenta y tantos que tiene ahora, ha conseguido la serenidad. Y su más grande interés en la vida es meditar y ayudar a sanar a los que se le acercan. En el camino de sanarse a si mismo, se convirtió en un sanador.

    A los cuarenta perdió las dos mitades de sus pulmones. Demasiado fumar, demasiado alcohol, demasiado abuso. Esa incapacidad fue la que lo llevó a cambiar su vida. Necesitaba sobrevivir. Una vez operado aprendió toda clase de secretos que lo mantuvieron vivo a pesar de acarrear una herida mortal. Por eso su interés de entregar lo que sabe, aquellos tratamientos que han sido sus salvavidas. El más potente de todos, la orinoterapia; por ella se la juega, a pesar de los chillidos que provoca en nuestra sociedad. Mucha gente lo ha seguido en eso.

    Fuma, tose, ríe. Se ríe sobre todo de él. De repente aparece el colérico igual a su papá, pasa de la máxima tranquilidad a una indignación inexplicable, vocifera, grita, enrojece. Pero tal como llegó, la rabia se va, no deja rastros. Saca unos apuntes para que no se le vayan a quedar afuera asuntos para él importantísimos, como todos los tremendos beneficios de la orinoterapia y también de la marihuana.

    A pesar de su carácter volcánico —un típico Leo, dirían los astrólogos, que además, en el horóscopo chino es el Dragón— la gente que lo conoce lo ama. Un hombre noble, lo definen sus amigos; generoso como pocos, entrega sus conocimientos para que los otros estén mejor. Y es libre. Vive la vida que quiere vivir, fuera del mundo, en la punta de un cerro, conviviendo con la inmensidad.

    Cuando logró el éxito económico —siguiendo el mandato familiar y social— se dio cuenta que su vida estaba vacía. Como a muchos de los que hicieron crisis a comienzos de los setenta, fue la doctora Lola Hoffmann quien lo encaminó en el viaje espiritual. Le dio un par de señas, no más, en un viaje que hizo a Chile.

    En Brasil comenzó con terapias de choque, como el Fisher-Hoffmann, que le descorrieron algunos velos. Pero fue el encuentro con Osho, el maestro indio, el que hizo que el broker de las finanzas, que vivía lujosamente en Brasil, dejara todo y se fuera a un ashram a meditar. Ocho años estuvo en Poona como jardinero del maestro, un privilegio excepcional para un jardinero como él.

    Fallecido Osho, vino a Chile de paso, pensando volver a Brasil. Allí había vivido tantos años, había adquirido la ciudadanía, tenía una hija brasilera, amigos y socios. Pero decidió quedarse. Un amigo le prestó su casa en el cerro y se enamoró de la cordillera de Los Andes. La fuerza telúrica lo ancló. Se compró cuatro hectáreas, hizo él mismo el camino y se construyó la más hermosa casa que alguien pudiera desear. El refugio de un artista.

    Hay que conocer su casa para saber quién es él. Encaramada en los cerros de la precordillera andina de Santiago, a 1.500 metros de altura, es otra la calidad de vida que en la ciudad. Se respira un aire diáfano y se contempla la eternidad.

    Hizo la casa intuitivamente, tal como lo había hecho antes en Brasil, donde transformó 24 hectáreas en un paraíso con cascadas, pavos reales y una laguna artificial.

    Fue bien difícil aquí en el cerro, comenta, mientras recorremos los rincones y su historia. Se compró todos los postes de alerce desechados por la compañía de electricidad y empezó a poner los palos. Con el maestro Canelo y con Héctor, primero hizo una cúpula, como un hexágono, donde está el living; después hizo otra cúpula para el dormitorio y pensaba hacer una tercera pero le faltaron palos. Se tuvo que conformar con un medio techo, donde está su escritorio. Hizo su casa como jugando con palitos de fósforos, tal como lo hacía cuando niño y le llegó la pateadura que hasta hoy considera como la tragedia de su vida.

    Se entretuvo construyendo, dejando pequeños espacios en los muros para figuras sagradas. Muchas de las ventanas están pintadas, a la manera de vitrales. Verdaderas obras de arte hechas por él, que nunca antes había pintado. Lo de las ventanas fue una necesidad, dice, porque la energía de la casa se iba para afuera, la inmensidad de la cordillera actuaba como un imán. El discurrió cómo retener la energía adentro. Consiguió pintura de vidrios y una sobrina le enseñó la técnica. A una de esas pinturas, un cóndor en las montañas, él la llama el ojo del extraterrestre.

    Al mismo tiempo que construyó la casa, Niyaz hizo su jardín. La vocación de jardinero la heredó de su madre pero la desarrolló recién después de los 40 años, en su parcela de Brasil. Y luego, apasionadamente, en la India con Osho.

    Arriba de su cerro todo es desnivel. Había que hacer planos, terrazas. Se acordó de los Incas y empezó a copiarles: terrazas y más terrazas. Una enorme piedra ahuecada recibe el agua de una pequeña cascada: la encontró en una mina donde va a comprar los cuarzos para hacer cascadas. La tenían por ahí, arrumbada, y cuando pregunté me dijeron que ese hoyo se lo había hecho una gota que había caído sobre ella quien sabe por cuántos siglos. Parecía un mortero. Aquí el agua que cae le da un timbre especial y uno parece escuchar el sonido de millones de años. Me la vendieron por 5 mil pesos y es un tesoro.

    Las pequeñas fuentes de agua hechas con cuarzos, a veces con el Buda meditando, a veces con un anciano chino pescando, a veces sólo con conchas caprichosas, están por todas partes. Son una de las múltiples formas en que se entretiene. Dice que Osho le desató la creatividad. El maestro lo instaba a dejar libre la mente y convertirse en creador. Se ha inventado ocupaciones nuevas desde que vive en Chile. Las cascadas de cuarzo, que vende a buen precio, han sido una fuente de ingresos para este economista retirado.

    Caminando junto a él por su jardín es palpable la conexión profunda que tiene con la naturaleza. El amor por cada piedra, cada planta, cada flor. El estado del planeta le hace pensar que el ser humano tiene un origen extraterrestre porque ¡por qué está tan desconectado de la Tierra! Sólo el ser humano, porque no pertenece al ecosistema Tierra, destruye su habitat. Nosotros destruimos el habitat en que vivimos, matamos a los otros animales, nos sobrepoblamos. ¡Teniendo la inteligencia que tenemos! No hemos desarrollado nuestra verdadera mente, que es amor y solidaridad. Hemos tenido un crecimiento inorgánico. Las religiones, con su equivocada actitud hacia el sexo, han impedido limitar la población. Sin eso no hay salvación. Las religiones son la primera valla que hay que superar, y eso va a ser difícil.

    Es drástico en sus opiniones. Han pasado 45 años y por fuera Juan no ha cambiado mucho, salvo irse arrugando y encogiendo un poco. Pero tiene la misma cara de niño travieso de cuando era Juan, el que conocí en Santo Domingo. Sigue siendo un hombre de gusto impecable, de pinta aristocrática. Se viste como golfista. No ha engordado, como la mayoría de su generación. A pesar de sus pulmones dañados, él dice que está bien; parece un gringo viejo, de esos que no echan guata. Y, lo mejor, no se estresa. Ha sabido manejar su dinero y sus pequeñas obras de arte lo ayudan a vivir. Ya no es más un pobre hombre rico. Es un hombre que tiene plata, pero vive con muy poco, haciendo gala de la sencillez y la impecabilidad que le inculcó su maestro. Su agua viene de una vertiente, tiene su huerto, y afirma que si se ganara la lotería no cambiaría su forma de vivir. ¿Para qué?

    Sentado en la terraza, mirando las montañas nevadas, Niyaz se abre a este libro y revela sus secretos con toda naturalidad, sin asomo de miedo al qué dirán. De su cuello cuelgan, en una tira de cuero, sus protectores: un diente de tiburón que llama la Transformación, porque le puso un ojo y se transformó en paloma; una pequeña joya de oro y granate que reproduce el dibujo que le regaló la mamá de una niñita que transportó desde India a Brasil... sin pasaporte; un poderoso amuleto. Un cristal de cuarzo de dos puntas, que lo ha acompañado desde que se encontró con los cristales. Son sanadores, afirma. El último es un diente de cocodrilo, animal que según le dijeron los chamanes del Amazonas es su aliado astral. El que lo defiende.

    Representa también mi propia manera de defenderme. Cuando yo saco la rabia soy el cocodrilo mismo. Los aliados son energías que nos acompañan y nos protegen, explica. Don Juan de Castaneda hablaba de sus aliados, protectores y poderosos. Uno de ellos es el cristal.

    Sus tesoros son un trozo de mármol del dormitorio de Osho y una cajita con uno de sus cabellos a la que recurre cuando necesita inspiración. Preside el estar de la casa la foto de su maestro, un rostro impresionante, una especie de Gioconda en versión masculina, la mirada

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1