Permiso para quererme: Un abordaje a la autoestima femenina
Por Ana María Daskal y Malú Sierra
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Permiso para quererme - Ana María Daskal
igualitario
PRÓLOGO A LA NUEVA EDICIÓN
Han pasado muchos años desde la primera edición de Permiso para quererme. Y me hubiera gustado creer que, en estos tiempos, no habría necesidad de crear conciencia acerca de lo que planteé en aquel entonces.
Sin embargo, diariamente constatamos que las mujeres siguen siendo las víctimas principales de la violencia doméstica, así como las niñas siguen siendo más abusadas que los varones. Es difícil aceptar que aún hoy, pese a todos los avances en el tema, todavía las mujeres son discriminadas en sueldos, en puestos de trabajo, en lugares de participación política. Todavía hoy, se mira más qué ropa tiene puesta una presidenta de la República, que cuán bien o mal toma decisiones. Todavía hoy produce extrañeza que una mujer pilotee aviones o micros. O que un varón quede a cargo de sus hij@s y lo haga bien.
Todavía hoy, son muchas las mujeres que se sienten ciudadanas de segunda, que no pueden
, no saben
, no son capaces
…
Y si bien es cierto que en la actualidad muchas mujeres han alcanzado a ejercer roles que antes les hubieran estado vedados, el tema de la VALORACIÓN de sí mismas y sus funciones, todavía deja mucho que desear. Todavía las mujeres que eligen el mundo doméstico lo sienten como una discapacidad o como el no atreverse a hacer otras cosas.
Y las mujeres que se habituaron a la doble jornada de trabajo, no logran sentirlo como un logro sino como una carga, un agobio y casi como castigo.
Aún hoy, los grados de idealización que las mujeres hacen de los varones son muy grandes y eso incluye un nivel de expectativas respecto de ellos comparables a las que tendrían con los dioses.
Y es cierto también, que hoy en día, son muchos los varones que tienen su autoestima muy alicaída. Y tal vez este aspecto sea el que considero más nuevo en esta edición. Los cambios que se fueron dando social y culturalmente en Occidente, hacen que los varones se hayan visto enfrentados a fracasos, despidos, pérdidas, cambios reiterados de trabajo, y que también se vieran frente a mujeres más empoderadas, más exigentes y menos incondicionales.
Y eso ha hecho que para muchos hombres hoy en día, sea difícil responder a la pregunta ¿qué es ser varón en los comienzos del siglo XXI? La fertilización asistida, también produjo un cuestionamiento del lugar del varón como padre: las mujeres que recurren a semen donado para lograr tener un hijo no teniendo una pareja, no son pocas y entonces la frase ¿para qué servimos los varones hoy? es escuchada en boca de muchos hombres.
La idea de proveer
ya sea dinero, hijos, protección, está tan enraizada en ellos como en las mujeres el ser incondicionales afectivas. Y si las mujeres se autoabastecen económicamente, y no necesitan una pareja para embarazarse, y pueden sostener hogares monoparentales, la autoestima masculina, apoyada en estos pilares, obviamente tiene que tambalearse.
Vemos hombres deprimidos, angustiados, enfermos físicamente, desorientados, rabiosos y violentos. Y entonces podemos decir que hoy, los modelos de identidad masculina no abundan ni se caracterizan por brillar.
Los hombres flexibles, que acompañan el cambio y cuidan tiernamente de sus hijos y aceptan que sus señoras ganen más que ellos, no son valorados ni vistos como machos
. Y eso los hace dudar de estar haciendo lo correcto
.
Desencuentro, desorientación, ausencia de modelos, de certezas, insegurizan a hombres y mujeres hoy en día. Y, como todo momento de cambio, también es momento de oportunidades.
Todo parece indicar que las sociedades no necesitan dioses o diosas en el sentido metafórico de la palabra: necesitan seres humanos sensibles, flexibles, dispuestos a darse valor, a mirarse con sus propios ojos, a ser menos dependientes del qué dirán social, a derrotar el deseo de someter a otr@s, de denigrarlos para poder sentirse fuertes un@ mism@.
Por otra parte, no quiero dejar pasar la oportunidad de agradecer a las mujeres, varones, instituciones y grupos que desde México, Centroamérica, Colombia, Perú, Bolivia, Argentina, Uruguay, Chile y España, me hicieran saber, en cada edición, que el libro les era útil, que tomaba vuelo propio, que les era inspirador para pensar nuevos ejercicios y propuestas. Y ojalá lo vuelva a ser para quienes accedan a él por primera vez con esta nueva edición.
Cabe añadir que los pocos agregados y cambios que he hecho al manuscrito original, se refieren a actualizaciones de nuestros tiempos modernos, como por ejemplo, la presencia de Internet.
Ojalá no me equivoque y que en el futuro, como lo dije desde la primera edición de este libro, seres humanos bien autoestimad@s, no signifiquen una amenaza para nadie, sino un placer de tenerlos cercan@s
.*
Ana María Daskal Minuchin
Santiago de Chile, 2013
INTRODUCCIÓN
El presentarse casi siempre constituye un momento conflictivo: ¿cómo hacer para sintetizar la propia historia de una manera que dé cuenta de la amplitud, complejidad y variedad de experiencias encerradas en una identidad?
¿Me presento a través de mis roles? ¿De mi estado civil? ¿De mi ejercicio profesional? ¿De mis vínculos familiares? Estas son algunas de las dudas que las mujeres que han inspirado este libro, se plantearon frente a la pregunta ¿quién soy?
Decidí presentarme a través de una tarea que es la que vengo realizando desde hace muchos años: soy psicóloga y, en gran parte de mis años de ejercicio profesional, me dediqué especialmente al trabajo terapéutico con mujeres. Al comienzo, no sabía que, en ese entonces, ellas eran las consultantes mayoritarias de los psicólogos, psiquiatras y psicoanalistas.
Con esa ingenuidad que caracteriza las primeras etapas de actividad profesional, comencé a co-coordinar, lo que en el Buenos Aires de aquel entonces fue el Departamento de la Mujer dentro del Centro Oro*. Como parte de sus actividades, empezamos a organizar grupos terapéuticos de mujeres.*
Nos motivaban un conjunto de preguntas: ¿cómo explicar que tantas mujeres consultaran por los mismos síntomas y/o problemas? ¿Qué era innato o adquirido en estas formas de ser mujeres? ¿Cuál era el papel de la biología en la constitución de la identidad femenina? ¿Y el de la cultura? Y junto con estas preguntas de carácter más teórico, las motivaciones nos surgían de nuestras propias vidas personales: nuestras parejas, nuestras maternidades, nuestros tironeos entre el mundo laboral y el familiar, nuestra historia como mujeres dentro de las familias de origen.
Así comenzó una larga etapa de reflexión, de investigación, de práctica clínica, de revisión teórica y de estudio de las nuevas conceptualizaciones acerca de la psicología de las mujeres; de revisión y cuestionamiento de las jerarquías en las psicoterapias, siempre en simultaneidad con las propias experiencias vitales que hacían de este proceso un verdadero aprendizaje.
Uno de los primeros y más ricos hallazgos de este camino fue el darme cuenta de que siempre estamos preguntándonos, observando y registrando desde algún lugar, en este caso desde mi propio ser mujer. Para quienes en ese momento empezábamos a interesarnos por lo femenino, el tratar de ser objetivas y neutrales, según lo exigían los paradigmas en ese momento en vigencia, nos demandó un enorme esfuerzo.
Sin embargo, fue gracias a ese proceso de cuestionamiento que pudimos empezar a tomar conciencia de nuestro sometimiento a teorías, a maestros, a supervisores, a nuestros propios terapeutas, a valores que impregnan las teorías acerca de la ciencia. Y esa toma de conciencia fue muy liberadora porque nos permitió empezar a crear, a probar nuevas herramientas terapéuticas, a decidir no esconder datos de nuestras propias vidas en el trabajo con nuestras pacientes, a sentirnos por lo tanto más integradas con nosotras mismas, más eficaces como terapeutas, y más legitimadas en nuestra mirada sobre lo que nos ocurre a las mujeres.
No éramos muy conscientes en ese momento, de que estábamos en un período histórico- social de Occidente, en el que las mujeres comenzaban a protagonizar un cambio que con el tiempo demostraría ser de una envergadura absolutamente trascendente: en las actividades productivas, políticas, educacionales, en los movimientos de mujeres.
¿Qué quiero decir cuando hablo de las mujeres? Me estoy refiriendo a aquellas con las que tuve posibilidad de interactuar en mi ejercicio profesional: mujeres blancas, de sectores medios y populares, urbanos, del cono sur de América. Mujeres que abarcan edades tan distantes como las que hay entre los 15 y los 85... Que son solteras, casadas, divorciadas, o viudas. Mujeres heterosexuales, bisexuales u homosexuales. Mujeres que trabajan solo en su casa o que también lo hacen fuera de ella.
Y, obviamente, cuando hablo de las mujeres, también estoy hablando de mí.
En este proceso de conocimiento y autoconocimiento acerca de lo que nos ocurre a las mujeres hoy en día, se me fueron haciendo visibles cada vez con mayor nitidez, ciertos aspectos que tenemos en común. Y sin duda que uno de los más recurrentes fue lo que ahora claramente identifico como desestima o baja autoestima.
Al comienzo de mi trabajo, escuchaba todo lo que las mujeres me contaban, como quejas: de lo mal remuneradas que estaban en una tarea; o de cómo eran maltratadas de diferentes formas; de sufrimientos amorosos a los que no les podían poner límites; de la espera de muestras de afecto que no llegaban nunca... Hasta que poco a poco empecé a preguntarme qué era lo que podía ayudarnos a entender cómo las mujeres participamos de un circuito descalificador de nosotras mismas, por qué y para qué.
Empecé a vislumbrar que el tema de la autoestima era crucial, un eje en la psicoterapia de las mujeres. Y me fui centrando en él cada vez más y descubrí que se trataba de una llave que abría nuevas puertas. Las mujeres registraban y daban cuenta de esta vivencia de apertura al mirar cómo se estaban evaluando, desde quienes, desde cuándo, y para qué les servía mirarse con esos ojos...
Comencé a trabajar este tema predominantemente con grupos de mujeres, porque estaba convencida de la riqueza que ofrecen los grupos de pares y de la importancia de juntar a personas que comparten una misma problemática para poder lograr cambios en su forma de mirarse.
En el trabajo con grupos, fui creando y aplicando ejercicios, juegos psicodramáticos, gestálticos y otros para facilitar a las integrantes el hablar y revivir sus malestares y dificultades, y también ensayar, practicar, probar formas de terminar con ciertos círculos viciosos o de cambiar las ideas des-estimativas.
Las temáticas que frecuentemente fueron repitiéndose son las que habitualmente trabajo en los grupos o talleres y abarcan la vida entera de las mujeres:
cómo fueron recibidas en su familia de origen;
qué tipo de mensajes recogieron por ser mujeres (acerca de cómo eran valoradas);
qué mandatos recibieron acerca de lo que se esperaba de ellas y quiénes los emitían;
qué experiencias de aprendizajes tuvieron y que formas de evaluación fueron recogiendo;
qué tipo de experiencias les fueron evitadas o negadas;
cómo fueron construyendo sus miedos e inhibiciones;
qué marcas dejó el pasaje por la escolaridad;
qué recuerdos tienen acerca de qué les decían los demás sobre ellas;
sus vínculos amorosos y los efectos para su autoestima;
Las experiencias y los testimonios de las mujeres, me obligaron a pensar y conceptualizar cada vez más sobre este tema. No deja de sorprenderme (pero también de confirmarme ciertas ideas), lo poco que se tiene en cuenta la autoestima en la teoría psicológica en general.
Si bien algunas prácticas actuales la incluyen, los desarrollos teóricos son escasos e insuficientes, sobre todo si los comparamos con los alcanzados en otras temáticas. No se investiga sobre los orígenes de la baja autoestima sino que se proponen predominantemente técnicas tendientes a resolver los problemas de asertividad.
Este libro es un aporte para el trabajo con la autoestima, dirigido prioritariamente a mujeres y también a aquellos profesionales de la salud interesados en estos temas. La reflexión