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Al Filo De Las Seis
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Libro electrónico171 páginas2 horas

Al Filo De Las Seis

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Información de este libro electrónico

En las postrimeras del siglo XIX es elegido un gobernante de corte liberal en Costa Rica. Como consecuencia de ello y sus decisiones las rdenes religiosas, en especial la de los Jesuitas, deben abandonar el pas.

Al mismo tiempo se entrecruzan amores y secretos, amistades y odios que se dan cita en varios puntos del continente americano.

Pero es la historia de un personaje y su realidad, lo que fue o parece haber sido. Uno de muchos cuyo recuerdo merece la pena descubrir.
IdiomaEspañol
EditorialPalibrio
Fecha de lanzamiento22 sept 2015
ISBN9781506507538
Al Filo De Las Seis
Autor

Juan Antonio Calvo

Juan Antonio Calvo naci en San Jos, Costa Rica en 1962. Estudi administracin de negocios e informtica. En su vida profesional la ha ejercido tanto en el sector pblico como en el privado de su pas. Ha publicado diversos artculos en revistas nacionales. Autor del ensayo Los timbres de la Bolsa del Caf (2007) publicado en la coleccin Cuadernillos de la Academia Costarricense de Filatelia as como de diversos estudios sobre la censura postal en Costa Rica publicados en la revista especializada de la Costa Rica Revenue and Postage Society. En 2014 public la novela Hablarn las Sombras, que es una restitucin a vidas que se fueron formando en su pas a finales del siglo XIX y principios del XX. En 2015 public bajo el sello Palibrio su novela Al Filo de las Seis como complemento de la obra Hablarn las Sombras. Autor del libro conmemorativo Cmara de Comercio de Costa Rica 100 aos de historia.

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    Al Filo De Las Seis - Juan Antonio Calvo

    Copyright © 2015 por Juan Antonio Calvo Bonilla.

    Número de Control de la Biblioteca del Congreso de EE. UU.:      2015913490

    ISBN:      Tapa Dura      978-1-5065-0752-1

          Tapa Blanda      978-1-5065-0754-5

          Libro Electrónico      978-1-5065-0753-8

    Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.

    Esta es una obra de ficción. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Todos los personajes, nombres, hechos, organizaciones y diálogos en esta novela son o bien producto de la imaginación del autor o han sido utilizados en esta obra de manera ficticia.

    Fecha de revisión: 24/08/2015

    Palibrio

    1663 Liberty Drive

    Suite 200

    Bloomington, IN 47403

    CONTENTS

    Agradecimientos

    Dedicatoria

    1

    2

    3

    4

    5

    6

    7

    8

    9

    10

    AGRADECIMIENTOS

    A mi esposa Annette Loynaz por sus comentarios y observaciones siempre oportunos con los cuales muchos personajes de esta novela se han identificado.

    A Luis Guerrero por su presencia fraterna de siempre.

    Agradezco profundamente la valiosa y desinteresada ayuda del poeta y maestro Alfonso Chase quien con su guía, directa y clara, ha ayudado a que el sueño se vaya convirtiendo en realidad.

    A mis hijos, por el caudal de amor que recibo de ellos.

    DEDICATORIA

    Dedico este libro a todos aquellos que tienen un sueño. ¡Adelante, no desmayen en su empeño por conseguirlo!

    Estrella de fuego

    ámbar resina

    de la noche en el alma.

    Cruza mi frente.

    Salta la barrera

    el edificio de las ideas.

    Deslumbra.

    Rompe en mil pedazos

    los desgastados moldes

    e inaugura un nuevo

    cielo que ofrecer

    Permite ser lo mejor de mí.

    Al Alba

    Eugenia Calvo

    1

    Estoy muerto, decía en silencio Leo Snake en la total oscuridad en la que se encontraba. Estaba seguro de tener los ojos abiertos pero no veía luz por ninguna parte, era la oscuridad más oscura de todas. No lo podía creer. De hecho, ni siquiera recordaba cómo había muerto, si es que estaba muerto. El silencio era escandaloso.

    Lo último que registró su memoria fue la lectura de una especie de anotaciones en el diario de su esposa Madeleine, nada más, luego… la oscuridad total.

    Permanecía inmóvil en el piso, o en la cama, o quién sabe en dónde. Sentía frío y miedo. Su cuerpo flaco temblaba de manera insoportable. ¿Cómo puedo sentir el temblor de mi cuerpo si estoy muerto?, se preguntaba en medio de la turbación mental.

    Se supone que hay un túnel con una luz blanca al final por donde uno transita acompañado de sus seres queridos, pero no los veo. Tampoco la sensación de paz que dicen algunos que se siente. No la siento…. Seguía inerte.

    Trataba de articular gestos y movimientos pero no lo lograba. Era como tener atados todos los músculos de su cuerpo, se sentía como prisionero en un calabozo sin paredes. Oscuridad total. Tengo una máscara puesta, pensó, y recordó vívidamente al hombre de la máscara de hierro, aquel misterioso personaje francés del siglo XVII, sobre el que Voltaire hizo alguna referencia para que luego Alejandro Dumas escribiera sobre él en el libro El Vizconde de Bragelonne, Leo se imaginó inmediatamente así, tendido en una mazmorra. Vivió en carne propia, por un momento, la amargura de estar muerto en vida.

    Mi vida fue miserable, mi muerte pareciera que también lo es…, pensó amargado. Luego, cerró los ojos y esperó.

    Recordaba su niñez sus años de escuela en los que era víctima de la rígida educación moral que su padre Leo Morgan Snake, le implantaba. No era educación, por el contrario, era como estar en la milicia.

    Aquellos rituales casi militares que lo obligaba a seguir desde muy temprano en la mañana eran cansinos: aseo, oración, desayuno, escuela, nuevamente estudio, baño, oración de noche. Una vida que auguraba ser de todo menos feliz. Así lo sentía y ahora que se encontraba en algún lugar del universo entre la vida luminosa y la muerte oscura no podía dejar de recordar aquellos episodios de su infancia.

    La única zona de alegría y felicidad se la proporcionaba su madre, Frida Parúas Snake, una mujer maravillosa, enamorada del arte especialmente la danza. La llevaba en la sangre. Sus padres cubanos habían decidido ponerle ese nombre por el significado tan especial que para ellos tenía. Decían que Frida significa la que trae la paz. En cierta forma podría haber sido un invento familiar ya que nadie sabía si en definitiva era ese su verdadero significado. En todo caso ella creció sabiéndose pacificadora.

    Frida siempre se encargaba de apaciguar el temperamento rudo y estricto de su esposo aunque no cambiaba ni una coma de lo dicho por él. Siempre estaba atenta a que su hijo no dijera sus oraciones solo, y que tuviera lo necesario para mal llevar el estado de disciplina que su padre le encajaba.

    Ella, por su parte, trataba de vivir en un mundo paralelo, bailando mientras su marido seguía con sus necedades. Era feliz a su manera.

    —Estoy en 1902 y sigo muerto—, afirmó Leo mientras trataba con los ojos bien abiertos de distinguir alguna figura en la oscuridad. Se tocaba el rostro y no sentía la máscara de hierro. Su rigidez le impedía levantarse. Mover algún músculo era una labor titánica. Decidió esperar pacientemente hasta que algo pasara y le permitiera reaccionar.

    Si esto es la muerte, entonces ¿qué sigue, y los gusanos?, pensó. Nada de lo que había escuchado o aprendido a lo largo de su miserable rutina de vida lo había preparado para esto. Nada.

    2

    Leo Morgan Snake padre era un hombre alto y fornido, un tenedor de libros que por esfuerzo propio fue escalando posiciones en los diferentes negocios para los que trabajaba. Morgan le decían todos y él se acostumbró a que utilizaran su segundo nombre para llamarlo. Hacían mofa de su forma de caminar. Se parecía al pirata con pata de palo y él se sentía importante. Morgan el pirata.

    Oriundo de California, había decidido establecerse junto con su esposa en la República de Texas a finales de 1840. Según le habían dicho, era un territorio óptimo para la cría de ganado y él, con sus conocimientos contables, podía ayudar a los terratenientes del lugar a llevar sus cuentas. Pero no fue así necesariamente. Llegaron en un momento político muy inapropiado.

    Texas era en ese entonces un estado independiente. Lo fue desde 1836 hasta diciembre de 1845 año en el que se anexó a los Estados Unidos de América. No obstante, era un sitio complejo y lleno de amenazas. La guerra con México, justo en el momento en que los Snake se habían asentado allí, era inminente ya que ese país no reconocía a Texas como un estado independiente sino como parte de su territorio y declaraba que Estados Unidos de América tenía intereses expansionistas.

    Varios meses de zozobra pasaron los Snake en aquel lugar. Recordaban con intensidad y temor los días que duró el asedio iniciado por un grupo de rebeldes, en su mayoría voluntarios, en San Antonio de Béjar en contra del ejército mexicano.

    Por un período relativamente corto Morgan Snake había sido designado para llevar los asuntos contables de un tendero de la zona. Ello le daba cierta holgura en su presupuesto y podía mantener una vida relativamente pacífica. Sin embargo, los acontecimientos del momento daban vueltas en la cabeza de Morgan y como consecuencia de ello le rondaba la idea de emigrar a sitios más seguros.

    Un mañana de sábado, mientras tomaban té helado en el corredor de su casa, decidió compartir sus pensamientos con su esposa.

    —La guerra está por llegar Frida, nuevamente está a la puertas—, decía.

    —Muchos de los colonos que se han asentado en este lugar están buscando la forma de ir a tierras más desarrolladas y pacíficas. Ya vivimos los momentos turbios de la revuelta que propició la declaración de independencia de Texas unos años atrás. Creo que es tiempo de marchar—.

    Frida escuchaba con atención. Era cierto, había leído el diario de la mañana y estaba al tanto de todo. No solo por lo que decía en los periódicos sino porque, como lectora impenitente que era, estaba clara de la evolución que había sufrido la zona en la que habitaba con su marido. El tema de las invasiones españolas en diferentes partes del mundo no le era ajeno dada su cuna cubana.

    Recordaba haber leído como el Virrey de la Nueva España, provincia de la monarquía española creada en 1812 cuya capital era la ciudad de México, inició negociaciones con Washington para determinar las fronteras entre ese territorio y los Estados Unidos de América. Esas lecturas siempre la atemorizaban. No lograba entender cómo unos cuantos hombres podían distribuir territorios y vidas de los seres humanos que colonizaron esas tierras como si se tratara de mercancías baratas.

    En Cuba la situación era particularmente angustiante. Dámaso Molina, un cubano revolucionario que llegó hasta Texas en busca de recursos económicos para la guerra de independencia que esa nación libraba contra el reino de España, puso en antecedentes a Frida de lo ocurrido ahí, de la lucha que sus compatriotas estaban tratando de ganar y dejó, además, una serie de documentos informativos a fin de que pudiera, no solo enterase, sino hacerle saber a muchos otros, sobre la lucha de pueblo cubano.

    La desfachatez del colonialismo español y la necesidad de emancipación del pueblo del imperio fue el caldo de cultivo y con ello vendría concatenado el ingente esfuerzo por conseguir recursos económicos para la compra de armamento. Las disputas por el reconocimiento de los cubanos a puestos en las cortes españolas y la negativa de éstas a acceder a tal solicitud desencadenaron un recelo marcado en los isleños y la indignación general. El Imperio español consideraba a Cuba como una colonia no como una provincia.

    Así, bajo la dirección de eminentes e ilustres cubanos, se preparó un contingente de buscadores de dinero. Dámaso Molina era uno más, y su encomienda se convirtió en una obsesión para él. Hasta a tierras tejanas llegó en busca de apoyo.

    Frida recibió nerviosa la información proveniente de la isla de sus ancestros. Para ella nada era diferente. Aquí y allá se suscitaban hechos beligerantes y su principal preocupación era, en definitiva, el bienestar de su hijo próximo a nacer.

    Aunado a ello, sentía un calor frío en el cuerpo cuando pensaba en los acontecimientos políticos que se estaban dando igualmente en la región. Norte contra sur enfrascados en una discusión interminable sobre esclavismo, unión o separación y otros que hacían, a no dudarlo, que pensar en el viaje a otra ciudad le crispara los nervios.

    Su esposo se lo había mencionado. Había sido claro en que se mudarían a Nueva Orleans, pero ella lo tomó a la ligera en ese momento, no le gustaba la idea de trasladarse a ese lugar.

    Aquí y allá, todo era igual. Las mismas peleas, el mismo egoísmo, unos por ser blancos, otros por ser negros. Los primeros arrogándose el derecho de esclavizar a los segundos. Esos últimos, por su parte, aún en la esclavitud, rogando piedad a su dios que nos los escuchaba.

    En

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