QUÉ SE COMÍA CUANDO NO SE COMÍA
Hubo un tiempo en el que Valencia palpitaba sobre una marjal salvaje. Un tiempo en el que los nómadas de la música electrónica peregrinaban desde otras ciudades, y desde otros países, en busca de aquella fiesta legendaria que se celebraba en la CV-500 de El Saler. Tras la ventanilla, relámpagos de Barraca, Chocolate y Puzzle. Viajes sónicos de párking, que se aceleraban en la pista de baile, encendidos por una gasolina sintética de depósito inagotable. Ni hablar de echar el freno, más allá de las 24, 48 o 72 horas que resistiera el cuerpo sin dormir, y a menudo sin comer. Pero hasta cuando se come poco, algo se come, y en esa gastronomía de contienda hemos venido a escarbar.
La generación de la Ruta tenía hambre, otro tipo de hambre. Escribía Rafa Chirbes que construcción y cocaína tienen en común “la hiperactividad, el empeño por luchar contra el tiempo, el frenético no parar”..
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